Sekai Saikou no Ansatsusha (NL)

Volumen 6

Capítulo 18: El Asesino Aborda El Juicio De La Bruja

Se había instalado una guillotina en la plaza central de Tierra Santa, que había sido elegida como sede de mi audiencia. Se habían dispuesto cinco sillas en semicírculo detrás de la guillotina, según el procedimiento formal, y en ellas estaban sentados cinco miembros de alto rango de la iglesia vestidos de gala.

Esas cinco personas actuaban como fiscal, juez y jurado de este juicio. El mismo grupo que realizaba los tres roles significaba que este tribunal obviamente tenía fallas. Para empeorar las cosas, la audiencia estaba compuesta por residentes de Tierra Santa, todos los cuales eran fervientes creyentes del Alamismo. Vieron al quinteto de líderes de la iglesia presidiendo esta audiencia como agentes divinos. Nunca había visto un procedimiento tan terrible, incluso en mi mundo anterior.

Me habían vestido como un prisionero, me habían puesto tres juegos de Esposas de Hechicero alrededor de las manos y me habían fijado la cabeza en la guillotina. Esto era menos que ideal.

“¡La inquisición del malvado criminal Lugh Tuatha Dé, que usó el nombre de la diosa para el engaño, ahora comenzará!”

Hmm. Lo llaman inquisición en lugar de juicio por brujería. No hizo ninguna diferencia. El demonio pensó que ya había ganado. Era al menos parcialmente consciente de que yo era responsable del secuestro de Alam Karla. Y creía que al restringir la acción de Dia, Tarte y yo, me impediría usar eso en mi beneficio.

Iba a penetrar las grietas en la armadura del demonio y matarlo. Así era como operaban los asesinos.

***

Aplausos apasionados sonaron desde todas las direcciones mientras la audiencia pedía mi castigo.

Observé la situación a mi alrededor. Dia y Tarte estaban bajo vigilancia, pero estaban en posición. Nevan estaba con una chica encapuchada. Ella me dio la señal. Los acontecimientos se desarrollaban según lo previsto.

El jerarca era un hombre delgado de unos sesenta años con toda la presencia apropiada para su posición. Sin embargo, tras una inspección más cercana, vi que sus ojos estaban desprovistos de emoción. Aún más sorprendente, mis ojos Tuatha Dé, que podían ver maná, revelaron que había hilos de poder mágico unidos a su corazón, como si fuera una marioneta. Eso condujo a un descubrimiento más: todo el maná del jerarca fluía hacia él desde esos hilos.

Se creía ampliamente que los no magos no tenían maná, pero eso era incorrecto. Incluso los no magos produjeron una pequeña cantidad por la naturaleza de estar vivos. Eso se aplicaba a todas las criaturas vivientes, no solo a los humanos. A pesar de eso, el jerarca no produjo ninguno.

Ya está muerto… Por eso este demonio se llamaba Titiritero. Su poder solo le permitía manipular muñecos, no criaturas vivientes. Lógicamente, lo mejor hubiera sido mantener vivo al jerarca. Que el demonio estuviera manipulando su cadáver debe haber significado que su habilidad no podía usarse con los vivos. Esto me confirmó que la información que me dio Mina era cierta.

“¡Escucha sus crímenes! ¡Lugh Tuatha Dé ha difundido la peligrosa falsedad de que fue elegido por la diosa! ¡No se puede permitir que continúe este comportamiento insolente!” declaró el jerarca.

Las llamadas para castigarme se hicieron aún más fuertes. No estaban cantando por mi muerte; este era el centro de la religión del mundo, y la gente se comportaba demasiado bien para eso. Sin embargo, mi disciplina fue una guillotina en el cuello, así que no hubo mucha diferencia.

“¡Tenemos pruebas de sus fechorías! El Alam Karla, oráculo de la diosa, ha otorgado el siguiente mensaje divino: ‘¡Castiga al falso Caballero Sagrado!’ Si tienes una defensa, Lugh Tuatha Dé, dila ahora”, continuó el jerarca.

El demonio tenía múltiples razones para llegar tan lejos. El primero fue eliminarme, ya que me había convertido en una bola de nieve en una amenaza mayor para los demonios que el héroe. Agotar a Epona fue la segunda. El demonio disfrazado de jerarca, el Titiritero, esperaba que me resistiera una vez que parecía que estaba a punto de ser ejecutado. Si lo hiciera, sería el trabajo del héroe detenerme. El plan eliminaría simultáneamente a un enemigo de los demonios y debilitaría a Epona, que no se había agotado en absoluto, porque yo había estado luchando en su lugar. Sacó dos pájaros de un tiro.

Por eso necesitaba socavar las suposiciones del Titiritero.

Afortunadamente, Epona era mi amiga y me creyó más que al jerarca.

Elegí vivir como un humano en esta vida, y mientras buscaba un camino que no implique matar a Epona, terminé convirtiéndome en su amigo… Y ahora esa relación está resultando afortunada.

Si solo hubiera considerado a Epona como un objetivo para matar y la hubiera mantenido a distancia, probablemente habría hecho lo que ordenó el jerarca y luchado contra mí.

También tenía una suposición más que derribar. Para hacerlo, necesitaba poner fin a este absurdo juicio de brujas. El demonio creía que no podía defenderme adecuadamente debido a la sobremedicación. Había estado actuando como si las drogas me estuvieran afectando para engañar a todos. Acercarse sigilosamente a un objetivo desde un punto ciego y atraparlo con la guardia baja era una práctica estándar para un asesino. A veces, en lugar de esperar una oportunidad, tenías que hacer una tú mismo.

Era hora de desvelar los resultados de toda mi preparación.

“¡Poder del Cielo!”

Exploté los tres pares de Esposas de Hechicero de mis manos usando Poder del Cielo, que reunió el maná esparcido en el aire por Esposas de Hechicero para realizar un hechizo. Ahora que el maná llenaba mi cuerpo, mis ataduras ya no podían sujetarme. Me liberé de mis cadenas, saqué mi cabeza de la guillotina y giré los hombros para soltarme.

“¡Guardias! ¡Atrapen al criminal!” ordenó el jerarca.

Seis guardias me atacaron simultáneamente. Eran solo humanos ordinarios. Se movían sincronizados y parecían relativamente hábiles, pero no eran rival para mí. Los esquivé, luego disloqué suavemente sus articulaciones para inmovilizarlos. En solo unos segundos, yo era el único que quedaba en pie. Todos los presentes estaban asombrados por mi habilidad magistral.

Levanté las manos y me dirigí al jerarca. “No te hagas una idea equivocada. No tengo intención de huir de este juicio por brujería… o inquisición, como tú lo llamas. Simplemente eliminé estos impedimentos para que sea más fácil hablar”.

“¡¿Cómo te quitaste esas Esposas de Hechicero?!” gritó el jerarca.

Sonreí audazmente en respuesta y lancé un hechizo de viento. Era una magia muy simple que no hacía más que amplificar mi voz, pero tenía una razón específica para usarla. El volumen de su voz puede ser una gran ventaja para atraer los corazones de una audiencia. También cambié ligeramente la calidad de mi voz para que resonara mejor y transmitiera una impresión más sincera.

Muchas personas subestimaron lo que se requería para hacer un discurso efectivo. Tomó mucho más que las palabras solas. Dar un discurso significaba realizar una actuación y defender a su público. El orador necesitaba usar gestos, el tono y el volumen de su voz, la entonación, la apariencia y más para ganarse a los espectadores.

“Un milagro de la diosa. Ella me salvó y limpió mi cuerpo de las drogas que me obligaste a tomar”, respondí para que todos escucharan. Un murmullo se elevó de la gente.

El jerarca y los otros sumos sacerdotes sentados a su lado comenzaron a gritar. Desafortunadamente para ellos, sin embargo, mientras sus gritos me llegaban, no llegaban a la audiencia. No había forma de que esta gran multitud pudiera escuchar voces naturales cuando cada persona estaba hablando, incluso si lo hacían en un susurro.

Los sacerdotes eran mis jueces, por lo que ganar la audiencia en sí era imposible. Como resultado, aposté por una condición de victoria diferente: ganarme los corazones de las masas.

Ignoré a los sacerdotes que gritaban y continué hablando. La clave de mi victoria fue ganarme el apoyo de la gente, así que lo mejor que pude hacer fue amplificar aún más mi voz y ahogar a los sacerdotes.

“¡La diosa me eligió y me otorgó un medio para derrotar a los demonios! ¡He obedecido sus deseos y he matado a tres de ellos! ¡Ningún humano común es capaz de tales actos! ¡He logrado lo que tengo gracias a la bendición de la diosa!”

El discurso entre la multitud creció. Podía escuchar algunas voces; los corazones estaban vacilantes. No importa de qué me acusó el jerarca, no podía borrar mis logros. Tampoco hubo explicación, salvo la intervención divina, de cómo alguien que no sea el héroe podría matar demonios.

Sin embargo, no iba a ser tan fácil. El peso de la autoridad del jerarca como el pilar más alto del Alamismo aún se mantenía firme, y pocas personas realmente confiaban en mi afirmación. La audiencia había confiado en mis crímenes antes, y ahora el estado de ánimo dominante era la confusión. Eso significaba que era hora de jugar mi carta.

Di la señal y pocos entre la multitud respondieron.

Aquí es donde comienza el verdadero juego.