Bungo Stray Dogs (NL)

Volumen 6

Capitulo 4: El Tiempo Pasa

 

 

El tiempo pasa.

El tiempo pasa.

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El tiempo simplemente pasa.

Kenji Miyazawa de la agencia dijo que la noche caerá y la mañana surgirá.

Llegará la primavera. Llegará el otoño. Todo se hace por mitades: las bendiciones y las desgracias, la verdad y la mentira, el bien y el mal. Dijo que la suma de estas partes era la verdadera esencia de la naturaleza.

Y tenía razón. No había nada en este mundo que no siguiera esa regla. Ni siquiera en un mundo potencial que existiera dentro de un libro.

—¡Ja, ja, ja! ¡Estoy impresionado, Akutagawa! ¡Esta hamaca que has hecho con tu habilidad es increíble! —De vuelta a la oficina de la agencia de detectives, Ranpo se reía con alegría.


—Ranpo… Eso aún no significa que debas echarte una siesta en medio de la oficina…

—No me importa —dijo Akutagawa— Aprendí el secreto de usar mi habilidad para el ocio después de cuidar a esos huérfanos. Puedo hacer que Ranpo se duerma en dos minutos con la cantidad justa de balanceo. Observa.


—Akutagawa… Has estado aprendiendo un montón de trucos no relacionados con el combate desde que llegaste a la agencia.

—Por supuesto. Contempla. Ranpo ya se ha dormido. A partir de ahora, permíteme encargarme de cualquier trabajo que implique calmar a los niños.

—Claro, pero… Ranpo no es un niño…

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El perro callejero ya no existía.

Akutagawa había empezado a ayudar a Kenji a trabajar en los campos entre misiones. Cada vez que se encontraban, hablaban durante horas utilizando términos técnicos que nadie entendía:

—La proporción de oro para los pesticidas debe ser…

—Los pesticidas neonicotinoides10 afectan a la biota por…

—Precisamente. Por lo tanto, un piretroide11 debería…

—Pero eso probablemente…

Así era como Akutagawa vivía su vida ahora. Kunikida había renunciado a pedirle que hiciera el papeleo y lo nombró “Antiguo Disciplinario y Actual Embajador de la Trituración de Papel”. Cada vez que había que triturar un documento, se lo entregaba a Akutagawa, que gritaba con un poco más de alegría que de costumbre: “¡Te haré pedazos!” antes de reducir el papel en finos trozos.

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Así era como Akutagawa vivía ahora su vida.

El tiempo pasa.

La gente sólo puede seguir viviendo mientras no esté muerta.

La Parca Blanca de la Mafia Port se despertó en una cama de la enfermería.

—Oh, despertaste.

Miró a su alrededor de forma sombría y no tenía ni idea de lo que estaba pasando. No sabía dónde estaba, cuánto tiempo llevaba allí y por qué estaba dormido. Lo único que sabía era que lo estaban alimentando a través de un goteo intravenoso con una aguja en el brazo y que había una mujer desconocida a su lado.

—De verdad… Tienes que ir a por todas si piensas suicidarte —insistió la mujer. Era guapa y llevaba una bata blanca de laboratorio. Parecía tener unos veinte años, con un precioso pelo rubio y ojos azules, quizás de ascendencia europea.

—¿Qué… pasó…? —preguntó Atsushi.

—Te diré lo que pasó. El director te encontró desmayado y al borde de la inanición porque te negabas a comer —reprendió esta enfermera rubia con una mirada severa— Ya sabes, necesitas agallas si planeas morir de hambre. No es algo que puedas dejar a medias, así que ni lo intentes.

—¿Morir de hambre…?


  • Los neonicotinoides son una familia de insecticidas que actúan en el sistema nervioso central de los insectos y, con menor toxicidad, en vertebrados
  • Los piretroides son moléculas con actividad insecticida que se aplican a cosechas, plantas de jardines, animales domésticos y también directamente a seres humanos. Generalmente son compuestos más tóxicos para los insectos y también para los peces.

Comer era lo último en lo que pensaba Atsushi. No sabía qué hacer después de la muerte de Dazai, así que había dejado Yokohama y comenzó a vagar sin rumbo por el campo. Ni siquiera él sabía por qué. Simplemente no podía no hacerlo.

—No quieres morir. No quieres vivir. Y esas son dos cosas completamente diferentes.

Y quiero decir…

—Ya basta, Elise —exigió en voz baja un hombre oculto tras una cortina al otro lado de la sala.

—¡Pero Rintarou…! —La bella mujer hizo un mohín.

—Él ya es dolorosamente consciente de eso —dijo el hombre como si la regañara. Estaba sentado en una silla y parecía alto, pero lo único que Atsushi podía ver era su silueta tras la cortina— ¿Sabes dónde estás, joven?

Atsushi inspeccionó la habitación. Fue entonces cuando se dio cuenta de repente de que aquello no era un hospital. Conocía demasiado bien el techo y las paredes desgastadas. Estaba en la enfermería del orfanato. Su corazón dio un vuelco. ¿Qué estaba pasando?

—Soy el nuevo director —afirmó el hombre como si pudiera leer la mente de Atsushi— Fue la última voluntad de Dazai. Me pidió que dirigiera este orfanato después de fingir mi muerte y empezar a vivir en reclusión. También me pidió que te acogiera y te cuidara como residente aquí una vez más. No pude negarme… Al fin y al cabo, se lo debía por haberme salvado la vida hace cuatro años.

«¿El último deseo de Dazai? ¿Nuevo director? ¿Significa eso que… este orfanato sigue funcionando?»

Atsushi echó otro vistazo a su alrededor, para darse cuenta de que era muy diferente a la enfermería que conocía. Los barrotes en la ventana y las cadenas en la pared para sujetar a los pacientes habían desaparecido. En su lugar, había aparatos médicos y estanterías. En las paredes había paisajes mal dibujados, obviamente realizados por un niño. La luz del sol se asomaba por la claraboya, creando un rectángulo de calor en el suelo. De repente, Atsushi oyó lo que parecían ser niños riendo fuera. No podía imaginarse escuchar ese tipo de sonidos… si este fuera el antiguo orfanato, claro.

—Volverás a este orfanato como estudiante. Bueno, hasta que te independices, por lo menos. Dazai debe haber estado preocupado por lo que te sucedería después de su muerte. Sin embargo, hubo un error de cálculo en su plan —dijo claramente el hombre— Nuestros puntos de vista pedagógicos son completamente diferentes. Por eso pretendo hacer las cosas a mi manera.

La mujer rubia sacó entonces un reloj de su bolsillo y lo colocó en el regazo de Atsushi.

—Esto es…

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No había lugar a dudas. Era lo último que le había regalado el director. Era el reloj que le habían regalado en su cumpleaños.

—Rompe ese reloj —exigió el hombre con una voz escalofriante. Los ojos de Atsushi iban y venían entre él y el reloj mientras su acelerado corazón martilleaba violentamente contra su pecho.

—No puedo —objetó Atsushi, con el rostro pálido. Era imposible que pudiera. Después de todo, este reloj era el último que ese hombre-

—Hazlo. No te permitiré salir de este orfanato hasta que rompas ese reloj —exigió con frialdad el hombre que decía ser el nuevo director— No había necesidad de que te convirtieras en un alumno del que pudiera estar orgulloso. Fue el anterior director quien se equivocó. Sólo después de destruir ese reloj podrás creer en ti mismo y seguir adelante.

—No —respondió Atsushi por reflejo— No quiero avanzar. Lo único que quiero es volver atrás en el tiempo… a ese día en el despacho del director. Quiero rehacer ese momento cuando el director-

No pudo decir nada después de eso. El hombre suspiró, se levantó y corrió la cortina, dejándose ver. Atsushi se quedó sorprendido. Al fin y al cabo, ni un solo miembro de la Mafia no reconocería a esta persona.

—Eres…

Era el antiguo jefe de la Mafia, Ougai Mori, un distinguido individuo que supuestamente había muerto hace cuatro años, y el hombre que crio a Dazai.

—Quiero que prestes mucha atención a lo que voy a decir —comenzó Mori en voz baja— Utilizar la violencia para hacer ceder a los demás, gobernar mediante el miedo… Sé mejor que nadie lo eficaces y versátiles que son estos métodos. Por lo tanto, puedo decir esto con absoluta certeza: Esos métodos no deben utilizarse nunca para educar. Son los actos más barbáricos que un adulto puede hacer a un niño. Estoy seguro de que usted lo sabe mejor que nadie, ya que experimentó en carne propia este tipo de violencia. Sin embargo, la maldición del reloj te ha cegado.

Sus ojos eran el epítome de la seriedad. Eran los ojos de un adulto racional que estaba preocupado por Atsushi.

—…





Varias emociones se arremolinaron dentro de la mente de Atsushi como una tormenta. ¿Qué estaba bien y qué estaba mal? ¿En quién podía confiar y de quién debía dudar? No tenía que considerar estas cosas cuando estaba en la mafia. Todo lo que tenía que hacer allí era seguir órdenes.

—Por favor, dígame sólo una cosa —graznó Atsushi— ¿Por qué hace esto? ¿Qué le empuja a llegar hasta tan lejos para cambiarme?

—Es obvio —respondió Mori con un toque de ambigüedad en su voz— Una vez vino a verme un joven con deseos de morir. Quise salvarle, pero no pude… y nunca más quiero experimentar eso— Hubo un interruptor —un sentimiento que ni siquiera Atsushi podía explicar— que se activó en su cabeza.

—No voy a romperlo —insistió Atsushi mientras rodeaba el reloj con sus manos— Este reloj es la prueba de que soy yo. Me lo ha dicho. Pero…

“Escupe tu sangre, Tigre. Escúpela y avanza”.

Pensó en lo que le dijo Akutagawa en la azotea. Akutagawa no me mató, entonces. Y ahora, Atsushi creía saber por qué. Akutagawa le estaba ofreciendo un desafío. Y en ese caso, Atsushi no podía permitirse perder.

—Voy… a vivir. Y un día…

Atsushi intentó continuar, pero se atragantó con sus palabras. Entonces colocó suavemente su mano libre sobre la que sostenía el reloj.

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—Eso debería bastar por ahora —Había un tono tranquilo y reflexivo en la voz de Mori— Podrás dejar el orfanato cuando encuentres algo más para demostrar que eres tú. Hasta entonces, puedes vivir aquí como mi estudiante, no, como mi hijo.

Atsushi bajó la mirada. Una emoción que nunca había sentido antes tenía el corazón en un puño.

No parecía capaz de dar un nombre a esa emoción.

***

 

 

Un viento seco soplaba en Yokohama. El abrigo de Akutagawa ondeaba suavemente con la brisa de la mañana.

—Ahí estás, Akutagawa. ¿No tienes frío? —preguntó Oda después de subir a la azotea del dormitorio de la agencia— Esta mañana nos ha llegado un nuevo trabajo. Nuestro cliente quiere que detengamos a un grupo de ladrones de bancos armados.

De pie en el borde de la azotea, Akutagawa respondió sin darse la vuelta.

—¿A cuántos nos enfrentamos?

—Ciento ochenta hombres.

—¿Ciento ochenta? —Akutagawa, naturalmente, se giró entonces— Eso no es un robo a mano armada. Es una ocupación armada. ¿Qué están planeando hacer? ¿Crear un estado soberano alrededor del banco?

—Estaba pensando lo mismo —respondió Oda con su habitual expresión de despreocupación— Es una institución financiera gubernamental con una casa de moneda. Los delincuentes van detrás de las planchas originales de los billetes y de la impresora, y se nos pidió personalmente que los detuviéramos.

—Ya veo.

No había una sola alma en el barrio que no conociera a estos dos a estas alturas. Maestro y alumno: los detectives de élite de la agencia, Oda y Akutagawa, presumían de una potencia, precisión y velocidad extraordinarias. Eran la unidad de combate perfecta, en parte gracias a que Oda mantenía a Akutagawa bajo control cada vez que se descontrolaba y se ponía en peligro. Tanto la policía municipal como la militar tenían mucha fe en sus habilidades. Lo más probable es que fueran capaces de terminar este caso antes del almuerzo.

—Vamos.

Cuando Oda empezó a bajar del tejado, se dio cuenta de que Akutagawa seguía mirando la ciudad.

—¿Qué ocurre?

Los ojos de Akutagawa estaban concentrados en la interminable ola de edificios que se prolongaba en el horizonte. Una ciudad construida por personas, personas que vivirían sus verdades, se multiplicarían y finalmente morirían.

Akutagawa miró el paisaje urbano, entrecerró los ojos y dijo:

—Aunque este mundo no sea más que una sombra fugaz…

—¿Qué?

—Nada —Akutagawa sacudió la cabeza y desvió la mirada del paisaje urbano— No es nada.

«Aunque este mundo no sea más que una sombra fugaz, las vidas aquí son reales»

Gin, la agencia de detectives, yo, los peculiares sentimientos de angustia y desconcierto que siento cada vez que pienso en este mundo, todo lo que hay aquí existe con certeza. No son sombras.

Gin se salvó de la ejecución. Ni siquiera hubo un plan para ejecutarla en primer lugar. Sin embargo, desapareció justo después de que se asentara el polvo porque no puede volver a mi lado. Tengo que encontrarla.

Pero no tengo prisa. Después de todo, ella simplemente me rechazaría una vez más si volviera a buscarla desesperadamente en un frenesí. Gin cree que no puede estar a mi lado, pero le demostraré que se equivoca la próxima vez, estoy seguro.

Por eso soy detective. Resuelvo casos, produzco resultados y salvo a los débiles. Demostraré que no soy malo. No sé si puedo hacerlo. Sinceramente, no estoy seguro de poder demostrar nada. Pero nadie sabe lo que depara el futuro.

El futuro, en un futuro no muy lejano, este mundo puede dejar de existir. Pero todavía no.

Ambos albergamos una bestia. Tenemos remordimientos. Intentamos desesperadamente huir de lo ineludible.

Pero, sin embargo, lucharemos y nos resistiremos a nuestra inevitable extinción para comprender quiénes somos realmente.

Tal vez descubramos una bestia siniestra que se complace en masacrar a sus enemigos y empapar sus fauces con su sangre. O tal vez encontremos un guardián interior, que se mantiene en silencio y protege el mundo. Quién sabe cuál encontraremos, pero vale la pena intentarlo. Si, como dijeron los detectives, soy capaz de encontrar la versión de mí que es buena, tal vez ese sea el día en que mi hermana finalmente regrese a mí. O tal vez ese será el día en que alcance la paz…

Hasta que no recupere a su hermana —recuperar su vida— y se convierta en humano, este perro aullador cuyas emociones escapan a su control seguirá huyendo.

 

-FIN DEL VOLUMEN 6-

 

Bungo Stray Dogs Volumen 6 Capitulo 4 Novela Ligera

 

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