Bungo Stray Dogs (NL)

Volumen 6

Capitulo 2: La Cuarta Fase

Parte 1

 

 

Una cafetería de gestión privada llamada Uzumaki estaba situada en la primera planta del edificio multiusos donde la agencia de detectives tenía una oficina. El interior era anticuado; las paredes, las mesas y las sillas estaban descoloridas por la edad. La fragancia del café llenaba el aire mientras el jazz clásico sonaba de fondo.

Akutagawa estaba sentado en el mostrador con una taza de té verde tostado en una mano mientras miraba fijamente algunos documentos. Sin embargo, por mucho que mirara, los documentos no retrocedían. Era una pila de informes de procedimiento. Por fin había llegado al punto de no poder ignorarlos por más tiempo. Se habían convertido en un poderoso enemigo que se interponía en su camino y le llevaba la delantera. El sudor goteaba por las mejillas de Akutagawa mientras el papeleo lo acorralaba sin remedio.

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No había más clientes en la cafetería, y el dueño estaba ocupado limpiando las tazas de café frente a la alacena. Afuera llovía.

Una cafetería. La lluvia. El jazz. El olor del café. Akutagawa tenía esas cuatro cosas necesarias para ralentizar el flujo del tiempo, pero sacó su teléfono móvil como si no pudiera soportar el silencio.

—Soy yo. ¿Sería posible eximirme de rellenar el papeleo este año?

Claro que no, idiota —ladró Kunikida al otro lado de la línea.

Akutagawa contestó con el ceño fruncido: —Imagina que este fuera un campo que produjera el doble si lo dejara en barbecho3. ¿No sería mejor acabar con el doble de criminales desalmados?

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—Últimamente utilizas muchas metáforas agrícolas.

De repente, la puerta de la cafetería sonó. Fue un sonido fatídico, uno que lo cambiaría todo.

Entró un chico con un abrigo negro empapado por la lluvia. Las gotas de agua brillaban dulcemente sobre su pelo blanco casi puro. Llevaba una expresión amable que parecía casi disculparse con este mundo, pero su aspecto general sólo podía describirse como la nada misma. No tenía presencia. Una pequeña araña en un tejado destacaba más que él.

  • Dejar en barbecho: Consiste en dejar descansar una parcela de tierra por uno o varios años, antes de volverse a cultivar. Supongo que captan la idea.

El chico se quitó el abrigo en la entrada, y luego se quitó brevemente algunas gotas de agua antes de acercarse sin hacer ruido al mostrador y tomar asiento junto a Akutagawa. El chico caminaba aún más silenciosamente que un gato. Akutagawa no giró la cabeza, pero lo siguió con la mirada todo el tiempo.

—…Es fuerte —murmuró Akutagawa en voz baja.

¿Qué? —respondió Kunikida. Sin embargo, Akutagawa se limitó a colgar sin dar explicaciones.

—Voy a tomar un café —dijo el recién llegado al propietario antes de volver a callarse. Inmóvil como una estatua, no se movió ni un centímetro después de aquello. Pasó algún tiempo hasta que, de repente, se encaró con Akutagawa y le preguntó— Disculpe. He oído su llamada telefónica hace un momento y me preguntaba si era usted detective.

Akutagawa le estudió de pies a cabeza con una mirada penetrante antes de responder:

—Sí, lo soy.

—Ya veo —El chico sonrió— A decir verdad, mi jefe me envió aquí para entregar una carta al presidente de la Agencia Armada de Detectives, pero me perdí. De repente, empezó a llover, así que pensé en venir aquí y esperar a que pasara.

Sin siquiera pestañear, Akutagawa respondió,

—La agencia está en el cuarto piso.

—¿Ah, sí? —La cara del chico se iluminó— Menos mal.

El dueño colocó un café en la mesa ante el chico. Tras oler brevemente su aroma, cogió un terrón de azúcar del platillo y lo dejó caer en la taza.

«Uno. Dos. Tres terrones»

Akutagawa contó en silencio los terrones de azúcar. Al notar esto, el chico sonrió débilmente como si tuviera que excusar su comportamiento.

—Oh, ¿esto? Verás… mis colegas siempre me dicen que tres son demasiados, pero no puedo evitarlo. Donde crecí, el azúcar valía su peso en oro. Los viejos hábitos son difíciles de erradicar, ¿verdad?

Akutagawa se quedó mirando al chico hasta que acabó diciendo:

—¿Un orfanato?

El chico se quedó sorprendido.

—¿Cómo supiste?

—Hay algo único en ti. El modo en que te centras excesivamente en el comportamiento de los demás… El modo en que mantienes las distancias como si esperaras que los demás te alejaran… Yo también crecí en un entorno similar, y he visto a muchos niños que han huido de orfanatos.

—¿En serio? —El chico sonrió con nostalgia. Era la sonrisa de alguien que se quedó en el pasado— Yo no tuve el valor de huir. Durante mucho tiempo —incluso ahora— este tipo de rarezas eran algo natural para mí, aunque sé que puedo tener todo el azúcar que quiera… Probablemente seré así el resto de mi vida.

Akutagawa observó al chico durante algún tiempo después de eso, hasta que finalmente cogió su taza y dijo despreocupadamente:

—He puesto cuatro cubos en este té verde.

Los ojos del chico se abrieron de par en par.

—¿Cubos de azúcar? ¿En el té? …¿Y cuatro de ellos?

—Sí —Akutagawa dio un sorbo a su té con expresión apática— Me pasa lo mismo que a ti. Es un hábito de cuando el azúcar era un lujo raro para mí.

El chico se quedó mirando a Akutagawa con mudo asombro durante unos instantes, hasta que acabó soltando una carcajada como si no pudiera aguantar más.

—¡Pffft! Ja-ja-ja —Su risa le hizo parecer al instante aún más joven— Así que también están acostumbrados a pelearse por cosas, ¿verdad? ¿Como lápices y cuadernos?

—Por supuesto. La gente normal no sería capaz de entender… Solíamos ser más competitivos por los lápices y los cuadernos que por el azúcar o incluso la carne. Después de todo, eras la persona más libre de todo el mundo cuando escribes algo en una hoja de papel. Era la guerra. Los niños que no sabían escribir querían lápices y papel por razones desconocidas incluso para ellos mismos… ¿Y las barras de chocolate? ¿También se peleaban por ellas?

—Naturalmente. Son básicamente moneda de cambio, ¿no? Para ser algo tan común, había tanta demanda de barras de chocolate que su valor nunca cambiaba, por lo que todo el mundo las utilizaba como moneda. Las papas costaban cinco barras. Un día enseñando a alguien a leer y escribir te daba tres barras.

—Una vez conseguí ahorrar trescientas como guardaespaldas y apoyo en peleas callejeras.

—¡¿Trescientas?! —El chico estaba visiblemente sorprendido— ¡Debes haber sido el niño más rico del barrio!

—Después de eso comí chocolate durante días hasta que colapsé por malnutrición.

—¡Ja, ja, ja! —se rió el joven alegremente.

Siguieron charlando durante los siguientes minutos. Ambos chicos compartieron pequeñas pero profundas experiencias que sus colegas nunca podrían entender o incluso empatizar con ellas. Los dos podían ser simplemente niños, algo que rara vez hacían con los demás.

Bungo Stray Dogs Volumen 6 Capitulo 2 Parte 1 Novela Ligera

 

—Es la primera vez que puedo hablar con alguien así —dijo el chico de pelo blanco con una risa— Probablemente debería hacer que entregaras la carta por mí. Por cierto, no he pedido tu nombre.

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—Akutagawa.

—Soy Atsushi. Atsushi Nakajima. ¿Podría entregar esta carta al presidente de la agencia por mí?

El joven llamado Atsushi sacó un sobre negro de su bolsillo. No había dirección ni nombre escritos en él, pero estaba hecho con el mejor papel disponible y ni siquiera hacía ruido al agitarlo.

—¿Cuál es el nombre del remitente? —preguntó Akutagawa.

—Me dijeron que el presidente sabría quién lo enviaba cuando lo leyera.

Mientras observaba el sobre, Akutagawa comentó: —No parece ser nada peligroso, pero uno nunca es demasiado cuidadoso en mi línea de trabajo. He oído que últimamente circulan explosivos químicos en forma de papel.

—Eres libre de abrir el sobre y verlo por ti mismo. No está sellado.

Akutagawa asintió débilmente, luego dio la vuelta al sobre y sacó las dos hojas de papel que había dentro. Sin embargo, su estado de ánimo cambió instantáneamente en cuanto miró una de ellas.

—¿…Qué demonios es esto? —Akutagawa habló con una voz profunda, tranquila y fría como el hielo— ¿Es algún tipo de broma?

Era la imagen de una mujer. Llevaba un traje negro y permanecía impasible ante la cámara. Sus ojos no albergaban ninguna emoción hacia el fotógrafo.

—¿Pasa algo? —preguntó Atsushi.

—Esta foto… ¿Conoces a esta persona?

—Ah, es Gin —observó Atsushi mientras echaba un vistazo a la foto— Sin embargo, ¿por qué el jefe enviaría al presidente de la agencia una foto de ella…?

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—Je… Je-je-je… —Akutagawa soltó una carcajada profunda— Una burla divertida, debo admitir. Habría sido el mayor payaso del siglo si le hubiera dado al presidente este sobre sin mirar dentro— Akutagawa agitó la imagen de Gin mientras hablaba.

—¿La conoces? —preguntó Atsushi.

Después de contemplar en silencio la rígida expresión de Atsushi durante unos instantes, Akutagawa preguntó:

—¿Dónde está Gin? —El odio brotó de cada poro de su cuerpo— Contéstame o muere.

Aparentemente imperturbable, Atsushi se limitó a observar a Akutagawa y confesó: —Sé dónde está —Su voz era tranquila en todo el sentido de la palabra— Pero no puedo decírtelo.

La rabia de Akutagawa aumentó.

—Dime dónde está. Ahora mismo. Llevo buscándola los últimos cuatro años y medio, y no pienso rendirme ahora.

—¿Ah, sí? Cuatro años y medio, ¿eh? —La emoción en la voz de Atsushi retrocedió de repente hasta desvanecerse por completo— Entonces…

Se oyó el sonido de algo que cortaba el aire.

Akutagawa se inclinó hacia atrás, pero una línea bermellón apareció en su garganta y un hilillo de sangre corrió inmediatamente por su cuello antes de caer al suelo.

—…?!

Algo había cortado el cuello de Akutagawa en el instante en que Atsushi se movió. Sin embargo, no tenía ni idea de cómo le habían atacado, ni vio lo que le había rebanado la piel. Si hubiera reaccionado incluso una fracción de segundo después, su arteria carótida se habría abierto antes de pintar el techo con su sangre

—Ese… ataque… —dijo Akutagawa mientras se sujetaba el corte en el cuello. Atsushi estaba en su posición original, con las caderas bajas y los hombros en ángulo. No sostenía ningún tipo de hoja o arma… pero un toque de sangre goteaba de sus uñas. Akutagawa comprendió inmediatamente lo que había sucedido. Eran las uñas de Atsushi. Se había acercado a Akutagawa tan rápidamente que pareció un borrón antes de cortarle el cuello y volver a su posición original.

—Tenemos una regla en nuestra organización —comenzó Atsushi tan sin emoción como antes de agredir a Akutagawa— Debemos deshacernos inmediatamente de cualquiera que pregunte por el paradero de Gin, sin importar quién sea, ya que es la secretaria personal del jefe y pasa cada momento de vigilia con él. Hacerlo pondría la vida del jefe en peligro.

—Ya veo —El abrigo de Akutagawa comenzó a agitarse en el aire. Se retorcía furiosamente como si tuviera mente propia mientras se extendía gradualmente a su alrededor— Tu jefe es un cobarde, pero eso es irrelevante. Dime dónde está Gin. Es mi hermana.

—Mentiroso —respondió Atsushi rápidamente— Ella no tiene familia.

—No estoy de humor para tener una charla para convencerte.

El abrigo de Akutagawa se transformó en una lanza, e inmediatamente salió disparado por el aire. Una batalla a muerte había comenzado en la estrecha cafetería. La hoja de tela fue tan rápida como una bala, pero Atsushi se limitó a inclinar ligeramente la cabeza hacia un lado, esquivando el golpe. Akutagawa lanzó otro ataque, pero Atsushi giró el torso y volvió a esquivar. Cada hoja atravesaba la pared detrás de Atsushi, llenándola de agujeros.

Akutagawa retiró su espada extendida e intentó usarla para atacar a Atsushi por detrás, pero éste se tiró al suelo a cuatro patas, evitando la espada sin siquiera mirar atrás. A continuación, clavó las manos y los pies en el suelo y saltó en el aire como si todo su cuerpo fuera un resorte. Tras chocar con el techo a cuatro patas, Atsushi dio inmediatamente una patada y se lanzó hacia Akutagawa. De repente, lanzó sus garras en ángulo, pero Akutagawa predijo su ataque y utilizó la tela que le quedaba como escudo inclinado. Las garras de Atsushi crearon chispas al raspar el escudo a la velocidad de un rayo mientras desgarraban la tela antes de que su puño se estrellara contra el suelo, dejando un cráter mientras las fisuras corrían a su alrededor. Un violento rugido sacudió la cafetería.

—Me sorprende que hayas sido capaz de bloquear eso —admitió Atsushi mientras retrocedía de un salto— No puedo creer que un usuario de habilidades tan poderoso haya pasado sin ser detectado por nuestra red durante tanto tiempo.

Atsushi entonces saltó rápidamente de la pared antes de girar alrededor de Akutagawa y abrir la puerta principal del café.

—La Agencia Armada de Detectives ha superado mis expectativas con creces… Sería una tontería por mi parte seguir luchando así delante de las narices de mi enemigo. Tengo que informar al jefe… y averiguar también por qué la fotografía de Gin estaba dentro de ese sobre.

—¡Espera…! —exigió Akutagawa, pero su cuerpo no se movió. Atsushi se escabulló entonces por la puerta y desapareció sin hacer ruido. Akutagawa salió y trató de ir tras él, pero hasta ahí llegó. Estaba sangrando copiosamente por el abdomen. Las garras que cortaron la defensa de su tela le hicieron un agujero en el costado. Incapaz de caminar siquiera, Akutagawa cayó hacia delante sobre el suelo agrietado. Lo último que vio antes de perder el conocimiento fue la imagen de Gin tendida en el suelo justo delante de él.

—…Gin… —murmuró Akutagawa desesperadamente antes de perder el conocimiento.

***

 

 

Alguien dijo una vez: “La naturaleza humana es arremeter con violencia. Pero si herir a otros es tu instinto natural… entonces no eres más que una bestia sin razonamiento

La noche negra. La oscuridad vacilante. Las llamas del infierno rugieron, reduciendo al pecador a cenizas.

“¿Sólo querías venganza? ¿Aunque eso te matara? ¿Ni siquiera pensaste en lo que le pasaría a tu hermanita si la dejabas sola en un lugar como éste?”

Algo me quemaba la garganta. Era un grito, era un lamento, un fuego que ningún grito o aullido podría apagar.

Era arrepentimiento.

Todo lo que sentí fue odio. Odio puro. Odio no hacia el enemigo, sino hacia el propio mundo. Pero fue el odio lo que me motivó a matar a mis enemigos, y fue el odio lo que se llevó a mi hermana. ¿Cómo se llegó a esto? ¿Quién me robó a mi hermana?

“Ven a buscarme cuando descubras qué te hace tan débil. Tendremos una revancha.

Me quedaré con tu hermana hasta entonces”.

No tenía sentido. No podía comprenderlo. ¿A dónde debo dirigir este resentimiento ardiente, este sentimiento más allá de la desesperación? ¿A quién debo maldecir si ni siquiera creo en un dios?

“No persigas a la bestia que llevas dentro” me dijo otra voz.





No lo entendí. No tenía ningún sentido, así que lo único que podía hacer era actuar. Si podía recuperar a mi hermana y expiar el error nacido de mi ira, entonces quizás se me daría una oportunidad… de redimirme.

…Una oportunidad de expiar mi error de sentir emoción

***

 

 

Cuando Akutagawa se despertó, estaba en la enfermería de la agencia de detectives. Por reflejo, se agarró el costado… pero no había nada. Su herida se había curado por completo sin dejar siquiera una cicatriz. Akutagawa comenzó entonces a mirar alrededor de la habitación hasta que se cruzó con Yosano, con un hacha de guerra en la mano.


—Oh, despertaste —refunfuñó mientras dejaba el hacha de guerra en el suelo y se retorcía los dedos— Me he divertido mucho mientras estabas inconsciente.

Entonces sacó un papel como de la nada. En la tarjeta OK había un sello en cada casilla. Yosano, Oda, Kunikida, Tanizaki, Kenji, el presidente… el sello de todos estaba en esa tarjeta. Yosano entregó a Akutagawa la tarjeta y se dirigió a la puerta.

—Ven —le indicó, con el dobladillo de la falda ondeando mientras caminaba— Hay algo que quiero mostrarte.

Kunikida, Tanizaki y Kenji ya estaban sentados en la sala de conferencias. Mientras Yosano tomaba asiento en una de las sillas vacías, Kunikida dijo:

—Mira esta grabación.

Un vídeo comenzó a reproducirse en la televisión montada en la pared. Mostraba una cubierta de un pequeño barco en algún lugar del mar. Dos hombres estaban sentados uno frente al otro con una pequeña mesa entre ellos. Uno de ellos era un hombre calvo de mediana edad vestido con un kimono, mientras que el otro era un hombre alto con un abrigo negro. De pie en el centro entre ellos había un individuo de aspecto nervioso con gafas redondas y traje.

—Es una grabación de una reunión clandestina entre dos líderes de diferentes organizaciones tras cierto acontecimiento ocurrido hace cuatro años —comentó Kunikida mientras observaba el vídeo— El hombre mayor es el jefe Taneda de la División Especial para Poderes Inusuales, y el otro es el jefe de la organización clandestina Port Mafia, Osamu Dazai.

—Así que ese es el jefe de la Mafia Port… —murmuró Akutagawa distraídamente para sí mismo. La Mafia Port era considerada la organización criminal más malvada y poderosa de todo Yokohama, pero ni un alma conocía el paradero de su jefe, y mucho menos su nombre o su aspecto.

—La División Especial lo grabó en secreto con un superteleobjetivo por si acaso. Había que ser un agente muy hábil en la División Especial para filmar las reuniones secretas de la Mafia, pero Ranpo descubrió que el gobierno tenía esta grabación guardada en una de sus instalaciones con otra información de alto secreto.

Akutagawa inspeccionó la sala y preguntó: —¿Dónde está Ranpo?

—En estos momentos tiene otros asuntos que atender, pero me dijo que te mostrara las imágenes.

—Akutagawa, en realidad fue Oda quien obtuvo este vídeo —dijo Tanizaki, que estaba sentado —Incluso con la [Super Deduction] de Ranpo y la extraordinaria habilidad de Oda, [Flawless], que le permite ver el futuro cercano, tardaron tres días enteros en colarse en las instalaciones secretas y robar la grabación. Eso sólo demuestra lo extremadamente peligrosa que era la misión y lo difícil que era conseguir esa información.

Fue entonces cuando Akutagawa cayó en la cuenta. Hacía poco que le habían pedido que vigilara a los huérfanos durante tres días mientras Oda estaba fuera de la ciudad por motivos de trabajo.

—Ahora, mira aquí —Kunikida señaló cerca del centro de la pantalla— ¿Sabes qué es eso?

Después de entrecerrar los ojos en la pantalla durante unos momentos, Akutagawa respondió inquisitivamente:

—A mí me parece una copa de vino normal y corriente.

—Es la copa del destino. Para ti, claro.

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—¿Qué?

Kunikida se dio la vuelta y juntó las manos: —¿Estás familiarizado con los micrófonos láser direccionales? Es un dispositivo de vigilancia que utiliza láseres para detectar y analizar las vibraciones sonoras de un objeto lejano. En otras palabras, capta todos los sonidos y ecos del entorno. Este agente pudo utilizar un láser en ese vaso y grabar lo que se decía durante la reunión secreta.

A continuación, Kunikida sincronizó el reproductor de audio que tenía en la mano con el vídeo.

—Los burócratas del Ministerio de Asuntos Internos están esperando mi informe, pero creo que no va a ser suficiente. Sin embargo, estoy seguro de que estarían encantados si les llevara tu cabeza en una bandeja de plata como regalo.

La grabación se reprodujo en sincronía con los movimientos de los labios del hombre de mediana edad. Era la voz del jefe Taneda. Y había otra persona: un joven alto con un abrigo negro. Sonrió débilmente mientras respondía a Taneda:

—Oh, no dudo que sea lo suficientemente importante como para que les importe. Mi cabeza apestaría el lugar. Sobre todo si se compara con el último líder de la Mafia del Puerto, el gran Mori, mi predecesor. No soy más que un don nadie.

—Yo no estaría tan seguro de eso. Un pajarito me dijo que ganaste tu posición como nuevo líder después de asesinar a Mori.

—Vaya. Qué pajarito más hablador tienes.

Ambos sonrieron, pero sus expresiones no eran más que máscaras para ocultar sus verdaderas intenciones. Mientras los escuchaba hablar, Akutagawa golpeó de repente su mano contra la mesa.

—…Es él —La voz de Akutagawa albergaba el calor de la lava— Es imposible que lo olvide. Esa es la voz del hombre de negro que escuché aquel día. Este hombre tiene incluso la misma altura.

Tras escuchar eso, Kunikida frunció el ceño y dejó escapar un profundo pero corto suspiro. —Eso es lo que pensaba.

—¿Dónde está? —Akutagawa se acercó a la pantalla— Ranpo dijo que tenía una buena idea de su paradero. Dígame. ¿Dónde está ese hombre? ¿Dónde está Dazai?

—Espera.

—¡Respóndeme! —gritó Akutagawa mientras golpeaba con su mano la pared, haciendo que toda la habitación temblara.

Kunikida, sin embargo, ni siquiera se inmutó mientras respondía con calma:

—Escucha. Sabemos dónde está, pero no es posible ni siquiera acercarse a él. Está en el último piso del cuartel general de la Mafia Port, la sala más recóndita de una fortaleza impenetrable considerada el lugar más difícil para infiltrarse en Yokohama. Innumerables organizaciones enemigas que desprecian a la Mafia han intentado entrar, pero ninguna lo ha conseguido. Pelotones del ejército, tanques o helicópteros blindados de última generación, usuarios de habilidades orientadas al combate altamente entrenados… nadie ha tenido éxito. ¿Entiendes lo que digo? Si vas allí, morirás. Así que en este momento…

—No me importa —insistió Akutagawa, cortando a Kunikida— Luché contra uno de los usuarios de habilidades de la Mafia en el café del primer piso. Tenía la fotografía de mi hermana y dijo que era la secretaria del jefe.

—En efecto —asintió Kunikida solemnemente— El dueño me dio una idea aproximada de lo que pasó.

—¿Entonces por qué sigues sentado? Esa persona está a punto de informar a su jefe de lo sucedido hoy, y su jefe… El hombre de negro sabe que estoy buscando a mi hermana. En otras palabras, va a reforzar aún más su seguridad o simplemente va a desaparecer… De hecho, tendríamos suerte si eso fuera todo lo que hiciera. ¿Y si decide matar a mi hermana para quitarme de encima? No hay garantía de que esté viva mañana. Ahora es mi única oportunidad.

Akutagawa giró entonces sobre sus talones y se dirigió a la puerta. Su rostro era el de una bestia diabólica.

—¡Akutagawa, espera! —Tanizaki se puso delante de él— ¡Ni siquiera tú serías capaz de entrar! Te matarán antes de que…

—¡Muévete!

Akutagawa empujó a Tanizaki antes de que pudiera agarrar el brazo de Akutagawa.

Una hoja de tela rozó la carne de Tanizaki.

—¡Agh!

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Tanizaki cayó hacia atrás, y luego aplicó una fuerte presión sobre su mano. En el dorso de su mano había un fino corte dejado por la habilidad de Akutagawa. Hizo un gesto de dolor y miró a Akutagawa. Cuando él le vio el rostro, frunció el ceño durante un breve instante, e inmediatamente desvió la mirada y comenzó a dirigirse hacia la salida una vez más. la salida una vez más.

—¡Akutagawa!

***

 

 

Era el crepúsculo en Yokohama, el fugaz momento en el que el añil y el negro se intercambian en el cielo.

En ese momento, se desató el infierno en la sede de la Mafia Port. Innumerables soldados armados de la Mafia se precipitaron al vestíbulo de la entrada del edificio con armas, granadas y radios. Sin embargo, ni uno solo de ellos pudo comprender lo que estaba sucediendo.

Este era el plan de Akutagawa para colarse en el interior y llegar al último piso de la inexpugnable fortaleza; nada de ello parecía furtivo. Akutagawa se limitó a entrar por la entrada principal.

—¡Disparen! ¡Mátenlo!

Numerosos gritos sonaron mientras una bandada de balas volaba por el aire… todo por culpa de un hombre desarmado que caminaba despreocupadamente por el vestíbulo. Sin embargo, ni una sola bala tocó a Akutagawa. Cada una de ellas se detuvo en el acto antes de golpearle y luego cayeron al suelo.

—Muéstrate —Akutagawa miró al frente bruscamente con un fuego ardiendo en sus ojos— Hombre de negro, líder de la Mafia Port, muéstrate. ¡¿Dónde estás?!

Nadie podía comprender lo que estaba sucediendo, ni siquiera el momento en que su propia cabeza fue cortada.

—¡Eek!

—¡No se retiren! ¡Dispárenle! No podemos dejar que-

La sangre fresca se esparció como pétalos de flores en el pasillo, en las paredes y en el techo. La rabia de Akutagawa había tomado forma de carnicería, seguida de una cacofonía de gritos y muerte.

—¡¿Dónde está?! ¡¿Dónde está su jefe?! —exigió furioso— ¡Tráiganmelo, ahora!

La tela gris se había convertido en las garras de un demonio, destruyendo el vestíbulo. Los pilares fueron cortados por la mitad mientras los adornos caían y se hacían añicos en el suelo. Todo lo que quedaba eran cajas gastadas y balas esparcidas por las armas cortadas y la montaña de cadáveres destrozados.

Akutagawa ni siquiera miró los cuerpos que había creado o la destrucción que había causado. Sus ojos sólo miraban hacia adelante. Subió las escaleras y caminó por el pasillo. Al poco tiempo, la alarma sonó mientras las persianas a prueba de balas y fuego sellaban cada pasillo, pero incluso entonces, Akutagawa no pudo ser detenido. Su hoja de tela ahuecó las persianas, permitiéndole pasar tranquilamente.

Su expresión no cambiaba nunca, ya fuera un arma o una persiana lo que se interpusiera en su camino. Apenas mostró interés, ni siquiera cuando atravesó a su enemigo con su espada y salpicó su sangre en el techo. El único momento en que prestaba atención a sus enemigos era cuando les cortaba la cabeza. Sus gritos y gemidos de dolor no eran más que un ruido de fondo. Ya no había nada humano en él. Era el portador de la muerte, un demonio del inframundo centrado en una sola cosa: el despreciable hombre del último piso que le había robado a su hermana.

Akutagawa subió las escaleras hasta llegar al tercer piso.


A juzgar por su aspecto, el cuartel general de la Mafia, el edificio más alto de Yokohama, tenía unos cuarenta pisos, y Akutagawa sólo estaba en el tercero. Aunque eso era menos del 10% del edificio, sólo unos pocos elegidos habían llegado tan lejos durante la larga historia del edificio.

Akutagawa caminó por el pasillo hasta que se detuvo repentinamente, donde una peculiar figura sombría se encontraba ante él. Era una chica bajita, vestida con un kimono, de pelo negro y tranquilos ojos azules. Su presencia infantil era totalmente inadecuada para este entorno. Sin embargo, lo más peculiar era la figura sombría que había detrás de ella. Estaba flotando en el aire; sus pies no tocaban el suelo. De hecho, sus pies no estaban a la vista. La figura llevaba una máscara blanca y lisa que ocultaba su rostro. Su larga cabellera se agitaba de un lado a otro a pesar de la ausencia de viento, y en su mano había una espada envainada sin guardamano. Estaba claro que no era humano.

—Una habilidad… Hmph —murmuró Akutagawa.

—Me llamo Kyouka —dijo la chica en voz baja— Soy una asesina de la Mafia Port.

A continuación, sacó un teléfono de bolsillo y se lo puso en la oreja.

—Muévete —La voz de Akutagawa era rígida y afilada como el acero— No creas que voy a ser indulgente contigo simplemente porque eres una mujer. Mataré a todos los que se interpongan en mi camino hacia el piso superior.

—Está bien —Había incluso menos emoción en su voz que en la de Akutagawa— Si te dejo pasar, al final tendrás que luchar contra él. Así que debo silenciarte antes de que puedas causarle algún daño. Te convertirás en el silencio mismo.

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Kyouka pulsó inmediatamente un botón de su celular y ordenó:

[Demon Snow], mata a este hombre.

La habilidad personificada detrás de ella desenvainó su espada: una katana de plata tan larga como el cuerpo entero de Kyouka.

—¿Así que este es el primer obstáculo? Hmph —respondió Akutagawa sin pestañear— Muy bien. Ven.

La espada de plata y la de tela gris chocaron en un estallido de luz.

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