Bungo Stray Dogs (NL)

Volumen 6

Capitulo 1: Días

Parte 4

 

 

Primer día.

Akutagawa recibió la tarea de crear equipos de juego: barras pasamanos, tirolinas, columpios, toboganes, trampolines, e incluso algunas cosas que nunca había visto antes. Transformó su abrigo en un sinfín de juegos, cosas con las que los niños sólo podían soñar. Naturalmente, los niños estaban llenos de alegría mientras se aferraban, se columpiaban y saltaban en el abrigo de Akutagawa convertido en parque infantil.


—¡Guaaau! ¡Asombrosoooo! —gritó uno de los niños mientras colgaba del techo con la tela atada a la cintura.

—¡Hazlo otra vez! ¡Hazlo otra vez! Hazlo otra vez! —Otro niño había sido lanzado a lo alto por el abrigo de Akutagawa y ahora lo sacudía para obtener más después de aterrizar.

—¡Ja, ja, ja! Voy muy rápido! —Varios niños chillaron con deleite, agarrándose al abrigo mientras éste se elevaba rápidamente por el aire y sobre el suelo como un dragón.

Comenzó a las nueve de la mañana y continuó hasta las tres de la tarde, con una pausa sólo para el almuerzo. Después de eso, los niños pequeños dormían una breve siesta antes de reanudar el juego hasta la cena. Había más de una docena de niños hiperactivos y sólo un Akutagawa. Akutagawa yacía en el suelo como un cadáver mientras todos los demás cenaban.

—Sólo… mátenme…

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La respiración de Akutagawa se producía en breves jadeos como la de un paciente comatoso al borde de la muerte. Se había convertido en uno con el suelo, ahora impotente ante la atracción de la gravedad.

—Te agradezco mucho el esfuerzo, joven. ¿Qué tal algo de cenar? —preguntó el dueño.

—No —Akutagawa parecía que su alma había abandonado su cuerpo— Si intento comer ahora… toda la comida se me atascará en la garganta… y moriré ahogado…

Segundo día.

Era el día de los padres en una de las escuelas de huérfanos, así que Akutagawa participó en nombre del tutor del niño.

El viejo suelo de madera era de color marrón caramelo. Una de las paredes estaba enlucida con caligrafía hiragana. Los gritos del profesor de gimnasia resonaban desde el campo. Los pasillos estaban recién pintados de blanco. Y en el fondo del aula estaban los padres y tutores de los alumnos, que parecían inquietos. La mitad estaban preocupados porque su hijo se comportaba mal en clase. En cuanto a la otra mitad,…


—Oye… ¿De quién es ese padre?

—Está mirando fijamente a la profesora, eso seguro.

—¿Estamos en peligro? Porque parece un sicario si me preguntas…

El resto murmuraba ansiosamente sobre Akutagawa mientras éste miraba impasible al frente. Sin embargo, no parecía importarle lo más mínimo. Permaneció rígido en posición de firmes mientras se limitaba a observar la conferencia sin nada específico en su mente.

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—Muy bien. ¿Quién puede leer lo que dice esto? —preguntó la profesora a los alumnos mientras señalaba lo que estaba escrito en la pizarra. Ningún alumno levantó la mano, así que ella ladeó la cabeza y frunció el ceño.


—¿De verdad? ¿Nadie?

Akutagawa miró a una de las chicas que Oda había acogido. Se movía en su silla y miraba a su alrededor con ansiedad. No se atrevía a levantar la mano, ya que le daba vergüenza responder sola. Akutagawa chasqueó levemente la lengua, y la niña comenzó inmediatamente a levantar la mano en el aire. Miró su mano con sorpresa, pero no se detuvo. Un trozo de tela gris se enrolló alrededor de su muñeca.

—¡Oh, Sakura! Genial. ¿Quieres probar?

—U-um… Está bien… Dice… “casa”…

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—¡Eso es! Buen trabajo.

Todos los tutores se quedaron boquiabiertos y admirados. Justo cuando la niña respondió, la tela soltó su muñeca antes de arrastrarse por el suelo y volver al abrigo de Akutagawa. Éste parecía ligeramente satisfecho.

El tercer día.

El mayor de los niños pidió a Akutagawa que hiciera de sparring1 con él como parte de su entrenamiento de combate.

—Voy a hacerme superfuerte como mi hermano mayor Oda. ¡Entonces voy a unirme a la agencia de detectives igual que él, pase lo que pase!

El chico de catorce años llamado Kousuke quedó huérfano durante una lucha entre organizaciones criminales rivales conocida como el Conflicto de Dragon Head, hasta que Oda lo acogió. Kousuke era ahora algo así como un hermano mayor y un líder para los demás niños. Al parecer, también ayudaba en el restaurante y ahorraba sus ganancias.

—Incluso me compré una pistola. Una de verdad.

Kousuke mostró su pistola desde el otro lado del mostrador de servicio. Era una 9mm como la de Oda.

—¿La compraste con tu propio dinero?





—Sí.

Había numerosos contrabandistas en el puerto que vendían cualquier cosa a cualquiera con dinero. Muchos delincuentes venderían armas a un niño pequeño si estaban desesperados por conseguir dinero.

Akutagawa miró con indiferencia el arma y gruñó —Muy bien. Supongo que podría ayudarte a entrenar.

Kousuke se golpeó de arriba abajo contra la valla con la fuerza suficiente para doblarla antes de aterrizar en el suelo y gemir de agonía.

—¿Qué pasa? Sólo te he dado un golpecito.

—¡Maldita sea!

Kousuke se puso en pie tambaleándose mientras le temblaban las rodillas. La tela de Akutagawa salió inmediatamente disparada hacia delante, envolvió el cuello de Kousuke antes de que pudiera huir, y lo estampó de nuevo contra el suelo. Kousuke trató de gritar, pero hasta el último trozo de aire había sido expulsado de sus pulmones. Él y Akutagawa estaban entrenando en un terreno vacío cerca del restaurante

  • Sparring: Persona con la que se entrena un boxeador para preparar un combate .

—Sólo te interpondrás en el camino de Oda si ni siquiera puedes derrotarme… Aunque supongo que eso no será un problema si tu objetivo es morir y cargar a tus hermanos con los gastos de tu funeral.

—¡Tú…!

Kousuke se puso en pie temblorosamente, con los ojos aun ardiendo de determinación.

—Veo que sigues sin desanimarte. Muy bien. Te permitiré que me golpees una vez. Sin embargo, fallar en derrotarme es una admisión de que nunca sobrevivirás como detective.

—Te… mostraré… ¡Haaaaaah!

Kousuke cargó hacia adelante. Era un ataque suicida sin absolutamente ningún medio de defensa… o eso era al menos lo que quería que pareciera. Momentos antes de colisionar con Akutagawa, cambió repentinamente de rumbo, rodó hacia el lado de Akutagawa, e inmediatamente lanzó una patada alta con toda la fuerza que pudo reunir. La patada se acercó a la mandíbula de Akutagawa, con la fuerza suficiente para hacer sonar su cerebro contra el cráneo, pero el tacón de Kousuke sólo rozó la barbilla de Akutagawa.

[Spatial Break]2, murmuró Akutagawa sin emoción.

A continuación, un gigantesco trozo de tela en forma de puño se estrelló contra el cuerpo de Kousuke, lanzándolo directamente hacia atrás antes de que rebotara y rodara por el suelo como si le hubiera atropellado un coche.

—Desprecio a los débiles, porque nunca pueden seguir sus sueños. Sus esperanzas no tienen sentido. Nunca llegarás a ser el sucesor de Oda. No lograrás nada y morirás como un don nadie.

Cubierto de tierra y cortes mientras estaba en el suelo, Kousuke apretó los dientes y gimió. —¡No! ¡No, no, no, te equivocas! ¡Voy a ser igual que él! ¡Lo haré…! Juro que lo haré!

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El abrigo de Akutagawa se agitó mientras sacaba una pistola. Era la pistola de 9mm que Kousuke había mostrado en el restaurante. Akutagawa se la había arrebatado en secreto cuando tenía la guardia baja.

  • Spatial Break: Ruptura espacial

—Eso es… —El rostro de Kousuke se puso pálido, pues acababa de darse cuenta de que le habían robado la pistola.

—Yo también desprecio las armas —dijo Akutagawa— La gente se vuelve creída cuando agita una de estas. Pero esta es la realidad.

Akutagawa agarró la pistola, apuntó la boca del cañón a su propia sien y disparó hasta la última bala de su cargador.

—¡¿Qué?!

Cada bala parecía rebotar en la oreja de Akutagawa, pero ni siquiera una rozó su piel.

Rebotaban en una pared invisible antes de caer al suelo.

—Las balas no tienen poder en este mundo —murmuró Akutagawa sin pestañear— Y, sin embargo, mis amigos del ghetto fueron brutalmente asesinados por matones que se creían algo por el simple hecho de tener armas. Por eso desprecio a esos miserables.

Justo cuando lanzó el arma, el agudo sonido de una cuchilla cortando rápidamente el aire resonó con un destello de luz cuando el arma se cortó en innumerables fragmentos de metal. Los trozos de metal negro se dispersaron trágicamente ante la mirada atónita del joven.

—Kousuke, los débiles no tienen derecho a decidir su destino. Si vuelves a aparecer ante mí con un arma, te mataré.

Akutagawa dio la espalda al muchacho, que temblaba en silencio, y se marchó rápidamente.

Después de caminar hasta perder de vista el terreno vacío, dobló la esquina donde le esperaba Oda.


—Te lo agradezco —dijo con voz suave.

—Esta es la última vez que te ayudo —respondió Akutagawa con hosquedad— A partir de ahora, si quieres aplastar el sueño de un niño, hazlo tú mismo. Debería ser fácil para alguien con tu talento.

—Kousuke me idolatraría aún más si lo hiciera yo —Oda se rascó torpemente la mejilla— Perdona por pedirte que seas el malo de la película.

La última petición de Oda a Akutagawa había sido que Kousuke renunciara a su sueño de luchar contra el crimen organizado.

—El chico es muy buen cocinero —admitió Akutagawa sin hacer contacto visual— Ser cocinero le viene mucho mejor que luchar contra el crimen.

—¿Dices que Kousuke no es apto para la lucha?

—Eso es precisamente lo que estoy diciendo. Con gusto tiraría su vida por la borda para proteger a sus hermanos. En nuestra línea de trabajo, ese tipo de personas son las primeras en encontrar su camino hacia un ataúd. Sólo aquellos que pueden dejar de lado su ira y actuar racionalmente acaban sobreviviendo.

Akutagawa comenzó a alejarse.

—Tienes toda la razón —admitió Oda mientras veía a Akutagawa marcharse— Las emociones son el centro de nuestra existencia, pero no son el centro del mundo. No hay nada en el centro del mundo. Así que no dejes que tus emociones te controlen, Akutagawa. No persigas a la bestia que llevas dentro. Párate sobre tus propios pies, confía sólo en ti mismo, y sé tan frío y duro como puedas. De lo contrario, no podrás sobrevivir en este mundo.

Akutagawa se detuvo de repente en su sitio.

—…Espera —Giró ligeramente la cabeza hacia atrás y miró fijamente a Oda— No me digas que toda esa farsa era para que dijera: “Sólo aquellos que pueden dejar de lado su ira y actuar racionalmente acaban sobreviviendo”, ¿verdad? ¿Para que atempere mi venganza por el hombre de negro?





—No, en absoluto. No soy tan inteligente —Oda se encogió de hombros.

Akutagawa le miró en silencio durante unos instantes más, hasta que acabó pronunciando:

—No me parezco en nada a ese niño.

—Eso es lo que espero.

Akutagawa abrió la boca para objetar, pero no dijo nada. Todo lo que quería decir se perdió en la apática mirada de Oda antes de desvanecerse en la nada. Abandonó la idea de una respuesta, le dio la espalda a Oda y comenzó a caminar una vez más.

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