86 [Eighty Six]

Volumen 11: El Día De La Pasión

Capítulo 1: 9.29 DÍA D MENOS DOS

Parte 2

 

 

“No puedo creer que todo lo que hemos conseguido nosotros y el Grupo de Ataque se haya convertido en nada en el espacio de un día.” Dijo Theo.

Yuuto, que resultó gravemente herido durante la operación del mes pasado en los Países de la Flota, se encontraba actualmente en un centro hospitalario militar para pacientes que requieren una hospitalización y rehabilitación prolongadas. Ya había superado el periodo en el que debía permanecer postrado en la cama, pero seguía necesitando muletas para caminar y una de sus manos permanecía en cabestrillo.

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Theo colocó un vaso de papel lleno de café junto a la mano izquierda de Yuuto, que se había curado, y tomó asiento en una de las sillas del salón. Sujetó su propia taza de café de la bandeja que había colocado antes en la mesa.

Había cerrado su manga izquierda vacía con un imperdible. Una enfermera cercana le miró cuando recogía las dos tazas de café, pero al ver que utilizaba una bandeja para llevarlas, no dijo nada. Esto le hizo sentirse extrañamente satisfecho.

Mientras agarraba una papeletita de azúcar con la mano, usando los dientes para romper el paquete de papel y echarlo en su café, Yuuto respondió:

“Olvídate de nuestros logros; todo el progreso que la Federación hizo durante casi dos años se echó para atrás de un plumazo. Viendo las noticias, fue un golpe bastante duro. ¿Cómo es el exterior?”

“Mi nuevo oficial me dijo discretamente que, por el momento, llamaron de vuelta al Grupo de Ataque, incluso a la 1ª División Blindada, que se suponía que estaba de permiso. La base en la que estoy ahora mismo está alborotada. Están tan faltos de soldados que están considerando ajustar la edad de alistamiento.”

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Tras haber sido transferido de la rama de blindados a una unidad de apoyo logístico, Theo estaba actualmente destinado en una base en las afueras de Sankt Jeder para su periodo de formación. Y como se trataba de una base encargada de la formación y el reciclaje de cadetes y soldados de reserva, las muertes del frente no eran intrascendentes para ellos.

“De todos modos, comparado con lo que escuché de la base, las noticias no muestran los cuerpos o los restos de las líneas del frente, perdón, de las antiguas líneas del frente. Pero aparte de eso, no están ocultando nada. La Federación también era así antes de que ustedes llegaran aquí, durante el primer ataque de Morpho.”

Theo se enteró de la noticia por Teresa cuando pasó por la finca de Ernst antes de venir aquí. La libertad de prensa era una condición básica de la democracia moderna. No querían inquietar al público, pero al mismo tiempo no tenían intención de ocultar información al pueblo.

“Y debido a esa política —y gracias a que el ejército y el gobierno han mantenido esa política durante tanto tiempo—, la gente de la ciudad parece creer en las noticias e intenta mantener la calma. Pero todo el mundo sigue muy nervioso.”

El locutor principal, con su voz singularmente tranquila, tenía un tono ligeramente más agudo que el día anterior. Los soldados que discutían en el comedor de la base no eran una imagen inusual, pero sí parecían más rudos que de costumbre, y extraños grupos de personas se manifestaban en la plaza de la capital, hablando al unísono. Los jóvenes que desfilaban por la calle principal sostenían pancartas con expresiones malhumoradas, criticando a Ernst y su administración como dictadores inútiles.

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“No es que no pueda relacionarme con ellos.” Añadió Theo con un murmullo.

El atuendo de los jóvenes manifestantes que caminaban entre la calzada era muy ligero. Sankt Jeder estaba cerca del norte del continente, y uno necesitaba un abrigo para evitar el frío en esta época del año. Sin embargo, iban vestidos con ligereza, como si fuera pleno verano.

Como si no hubieran preparado sus abrigos incluso a estas alturas del otoño. Como si estuvieran en el sur, donde hacía calor incluso en octubre, hasta el día anterior.

“Al retrasar el frente en un día, la gente tuvo que evacuar de repente. Puedo entender por qué estarían indignados.”

De la noche a la mañana, los ciudadanos de las provincias exteriores vieron cómo sus tierras se convertían en las nuevas líneas del frente y eran evacuados progresivamente hacia las ciudades más interiores. Surgió una repentina necesidad de alojar a este gran número de refugiados, por lo que algunos de ellos fueron enviados hasta Sankt Jeder, en la distancia. Se les dieron plazas preferentes en los trenes de transporte y se les proporcionó residencia temporal en hoteles, moteles y apartamentos vacíos. Sin embargo, debido a la urgencia de la evacuación, no se les permitió llevar equipaje.

“Se les obligó a marcharse porque estarían en peligro en las batallas defensivas… o más bien en el camino. Y hubo algunos ciudadanos mayores que insistieron diciendo: ‘nunca abandonaré la granja que me heredó mis padres’ y los soldados tuvieron que apuntarles con sus armas y arrastrarlos para que evacuaran. Me lo contaron en la base.”

El ejército tenía el deber de proteger a sus ciudadanos, incluso si eso significaba ser resentido por ello. Dejar a los civiles desarmados en el campo de batalla no sólo significaría la pérdida de sus vidas, sino que también estorbarían la actividad operativa.

Así que los soldados les gritaron, los arrastraron fuera de sus domicilios, recogieron a sus hijos y los obligaron a caminar hasta un lugar seguro a punta de pistola. Pero, por supuesto, los ciudadanos expulsados de sus casas estaban indignados por ello. Tanto por lo que se hizo por ellos, como por el hecho de que esta ciudad fuera tan pacífica en comparación.

“Y luego están los civiles de los territorios de combate. ¿Los llaman Wulfsrin, cierto? Evacuaron al país por su cuenta, y están preocupados si sus casas y ciudades no fueron saqueadas.”

Los Wulfsrin renunciaron a sus tierras en la época del Imperio cuando tuvieron que retroceder, y tuvieron que emigrar a nuevas tierras cada vez que el territorio del Imperio se expandía, lo que significa que estaban acostumbrados a trasladarse con todos sus bienes y familias. Vivían en casas móviles, no reunían más bienes familiares de los que necesitaban y tenían la costumbre de llevar sus cosas y metales preciosos que podían liquidar en dinero. Eso hizo que les facilitara las cosas y, cuando comenzó la retirada, pudieron recoger sus cosas y evacuar voluntariamente la zona de combate.

Para así no estorbar a sus padres, hermanos y cónyuges que luchaban como Vargus.

“Hmm.” Yuuto se burló. “Manifestantes y ciudadanos que se negaron a evacuar. ¿Realmente creen que alguien tiene tiempo para este tipo de tonterías ahora?”

“¿Supongo que las cosas no eran así en la República en la ofensiva a gran escala del año pasado?” Preguntó Theo.

“Cualquiera que se negara a evacuar era masacrado por la Legión poco después.”

“… Oh, claro…”

Antes de que su compostura emocional fuera siquiera un factor, simplemente no tenían tiempo para preocuparse por ello.

“Tuvieron que tirarlo todo y huir para ponerse a salvo, y sólo entonces tuvieron una oportunidad de sobrevivir. No sé si fue porque la situación era lo suficientemente mala como para que la gente perdiera la cabeza, pero incluso hubo gente que saludó a la Legión con flores y pancartas que decían algo sobre su salvador. Teniendo en cuenta que no se ha llegado a eso, yo diría que a la Federación le va mucho mejor.”

Por supuesto, no se trataba de ir a mejor, sino que las cosas en la República habían sido mucho peores.

“… Bueno, de hecho, a pesar de haber retrocedido tanto, el nuevo frente está en los territorios de combate. Todos los campos y fábricas están en esos territorios. Sankt Jeder funciona como capital, y la gente que vive allí está bien, así que no influyó en el sustento de la Federación. Algunas personas están preocupadas porque la capital podría ser la siguiente, pero creo que la mayoría de la gente no sabe cómo se produjo el ataque. Yo tampoco, para ser honesto. Y cuando no tienes una buena idea de lo que es algo, no puedes tener miedo de ello.”

Es fácil que cunda el pánico ante lo desconocido, pero…

“Si algo me asusta es que no apunten a Sankt Jeder.” Susurró Theo.

Yuuto le miró. Theo mantuvo la cabeza baja, mirando el café que se arremolinaba en su taza.

“Misiles balísticos, satélites artificiales… He oído la explicación, pero no puedo entenderla. Pero si pudieron atacar todos los frentes de la Federación, eso significa que podrían apuntar a cualquier otro lugar del país con la misma facilidad. Así que podrían haber disparado a la capital y haber eliminado el cerebro de la Federación. Y aun así…”

Por supuesto, la Federación no estaba organizada de tal manera que la destrucción de la capital la derribara por completo como país. Esas estrellas fugaces metálicas eran imprecisas y no tenían el radio de destrucción de una bomba nuclear, y para compensar esos defectos, tenían que ser disparadas en grandes cantidades. Así que tal vez, al final, eran demasiado inexactas para dar un golpe en la capital. Sin embargo…

“Es espeluznante, de verdad. Quieren matarnos, pero en lugar de rematarnos, se retiran y tratan de aplastarnos poco a poco desde fuera hacia dentro. Es como si trataran de darnos mordiscos mientras están completamente ciegos para saber si apuntan a nuestros cerebros o a nuestras extremidades. Nos atacan como insectos, y es simplemente… espeluznante.”

Si quieres matar a un enemigo, apunta a los órganos vitales, como la tráquea de un ser humano. Incluso los animales siguen esta lógica. Pero una colonia de hormigas opta por engullir a su presa en lugar de apuntar a sus órganos vitales. Cubren a su oponente, mordiendo cada centímetro de él antes de despedazarlo. Y todo ello sin escuchar los gritos y la agonía de su desafortunada presa.

Era una diferencia espeluznante con el pensamiento, el juicio, la propia forma de vida de otros organismos.

“La Federación, el Reino Unido, la Alianza y la República. La Legión nos tiene divididos y rodeados, y realmente pueden aplastarnos desde fuera hacia dentro. Y eso lo hace aún más espeluznante.”

***

 

 

Shin fue quien vio el volante de generación eléctrica en Charité, pero fue Annette quien vio personalmente la estructura de rieles del Conductor de Masa. Ese conocimiento la frustraba enormemente. El centro del edificio de oficinas estaba abierto desde la planta inferior hasta la superior, y los raíles plateados lo atravesaban todo, apuntando al cielo.

En ese momento, pensó que la claraboya se había roto y se había caído, pero pensándolo bien, probablemente la claraboya no estaba allí para empezar, y el agujero ofrecía a los rieles una salida hacia el cielo.

“¡Incluso lo vi con mis propios ojos…! ¡¿Cómo pude pensar que era una especie de decoración?!”

“Sé cómo te sientes, pero… no estabas en el estado de ánimo para darte cuenta entonces, Annette. No es tu culpa.” Lena negó suavemente con la cabeza, sentándose frente a ella.

Las dos estaban en el despacho de Annette, ocupando dos sofás. En ese momento, Annette había estado investigando una avería del Para-RAID. Poco después de empezar, los Phönix lanzaron un ataque sorpresa que acabó con el escuadrón Phalanx. Y después de eso, los Perros Pastores fueron descubiertos, lo que provocó una retirada urgente… Ni Annette ni Lena pudieron prestar suficiente atención a esos raíles como para suponer que eran algo más que un inútil adorno ambiental.

La propia Lena no podía dejar de pensar en lo que podría haber pasado si se hubiera dado cuenta entonces, pero objetivamente hablando, con sus rudimentarios conocimientos sobre satélites y misiles balísticos, era dudoso que Lena se hubiera dado cuenta incluso entonces. Y lo mismo ocurría con Annette.

“Además, aunque dispararan desde esos raíles, fue la República la que no se dio cuenta de nada.” Le dijo Lena.

“… Pero la República no fue bombardeada por los misiles del satélite.”

“… Sí.”

La República era el único de los países cuya supervivencia estaba confirmada por la Federación —y probablemente incluso de las naciones cuya supervivencia era incierta— que no había sido bombardeado por los satélites.


Pasó algún tiempo desde el ataque al frente occidental de la Federación hasta el bombardeo en los países del lejano oeste. Y luego desde el ataque en los países del lejano oeste hasta el bombardeo del frente oriental de la Federación.

La Federación supuso que la Legión aprovechó el intervalo de varias horas entre esos bombardeos para atacar a otros países humanos. Irónicamente, fueron los misiles de los satélites los que expusieron la existencia de otros países supervivientes. Aunque, como habían sido bombardeados, no estaba claro si esos países seguían existiendo.

“Otros países podrían haber sido destruidos por este bombardeo. Y la República sobrevivió a pesar de tener una instalación de lanzamiento frente a ellos. Y luego soportaron la segunda ofensiva a gran escala. La República nunca se dio cuenta, yo nunca me di cuenta, ¡y eso va a…!”

“Annette.” Lena interrumpió silenciosa pero firmemente las palabras de arrepentimiento de Annette.

Pensó en lo que le dijo Shin el primer día que se conocieron.

Por favor, deja de poner esa cara trágica.

“No es tu culpa… Puedes arrepentirte si quieres, pero no puedes insistir en que eres culpable de algo de lo que no tienes culpa. No puedes actuar como una especie de santo trágico.”

Annette tragó saliva… y luego exhaló un largo suspiro.

“Lo siento… Tienes razón. De todos modos, ahora… no es el momento para esto.”

“Es irónico que el volante estuviera en el mismo lugar donde luché por primera vez contra el Phönix, donde vi el ‘mensaje’ de Zelene. El mensaje del Phönix me distrajo por completo.”

La forma tan indiferente en que Shin lo recordaba hizo que Raiden arrugara la frente. Si Raiden… si alguien estuviera en el lugar de Shin, se distraería con el mensaje del Phönix. Y también con lo que sucedió después.

“… Aunque te hayan engañado, hombre, no es culpa tuya.”

Tampoco era culpable por dejarse engatusar por la información de Zelene tras su captura.

“Si alguien tiene la culpa de engañarte, es Zelene, y los superiores de la división de inteligencia tampoco vieron su mentira. Tú no eres culpable de nada de eso.”

Shin era un Procesador en pleno combate. No era un error del que se pudiera responsabilizar.


Al ver el sincero intento de Raiden por animarle, Shin se rió.

“… ¿Qué demonios te pasa?” Raiden le gruñó malhumorado.

“Lo siento, es que… te preocupas demasiado. Te preocupas por mí demasiado a menudo.” Dijo Shin, riéndose de nuevo. “Sí, lo sé. No es culpa mía.”

Ya estoy bien. Ahora puedo manejar la culpa.

“… Bien.”

“En todo caso, no creo que sea el único al que han engañado aquí. Creo que Zelene fue engañada en la misma medida.”

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Cuando Raiden le dirigió una mirada interrogativa, Shin agachó la cabeza preocupado. Mostraba preocupación por alguien que no estaba presente, por Zelene, por el alma que se había convertido en un fantasma mecánico.

“No creo que me haya mentido. Tal vez sea una ilusión, porque quiero creerla, pero llegó a dejarse capturar para expresar ese deseo…”

El deseo de acabar con la guerra. Para salvar a la humanidad.

“… No creo que estuviera mintiendo.” Concluyó Shin.

Raiden respiró profundamente. Era cierto, cuestionar todo lo que veían no los llevaría a ninguna parte, y tampoco era su trabajo dudar de todo.

“Aun así, la cuestión es… quién mintió a quién y hasta dónde llegan las mentiras.” Dijo.

“Sí.”

¿Era válida la información que les dio sobre el cierre de toda la Legión? ¿Tenía fundamento la información sobre la base de transmisiones y que Frederica era la clave para hacerlo? ¿Tendrían los altos mandos que reconsiderar la credibilidad de esa información? ¿Tendrían siquiera el tiempo y la presencia de ánimo para hacerlo?

De repente, Shin recordó lo que Zelene estuvo a punto de decirle en los Países de la Flota.

La orden de cierre se transmite a las unidades de mando de cada base a través de su propio satélite de comunicaciones exclusivo. Y si ese satélite es derribado, el Rabe más cercano lo compensaría.

Y Grethe mencionó que era extremadamente difícil aplicar el sigilo a los satélites artificiales.

“Entonces, ¿crees que hay alguna posibilidad… de encontrar ese satélite de comunicaciones?”

Cuando se enteró de que su tierra natal estaba aislada al otro lado de los territorios de la Legión, incluso Dustin no pudo evitar palidecer ante la noticia.

“… La República está bien, al menos por ahora. Así que… estaré bien.”

Al oírle repetir esas palabras a pesar de lo blanco que tenía el rostro, Anju arrugó el ceño.

“Dustin…”

“Estoy bien, de verdad. Todos ustedes han perdido a sus familias. Yo no he perdido nada todavía; no puedo dejar que esto me sacuda—

” Empezó.

Pero Anju le puso un dedo en los labios, haciéndole callar. Como si le preguntara, exasperada, si ese era el tema que le preocupaba. A estas alturas, eso ya no importaba. Puede que Anju y los demás siguieran teniendo cicatrices, pero las heridas de la pérdida habían dejado de doler hacía tiempo.

“Nuestras familias están muertas, eso es cierto, pero… tu madre sobrevivió a la ofensiva a gran escala del año pasado, y sigue en la República, ¿verdad?”

Sin embargo, la ofensiva se cobró la vida de su padre. Pero su madre tuvo la suerte de sobrevivir, gracias a que Dustin y los Ochenta y Seis la protegieron. Todavía estaba viva.

“Todavía está bien, así que es natural que estés preocupado por ella. No necesitas forzarte a actuar como si no fuera importante.”

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“… Lo siento.” Dustin agachó la cabeza.

“Los militares de la República y la expedición de socorro de la Federación siguen en el territorio de la República. Seguramente volverán, así que puedes hacer que se lleven a tu madre.”

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Cuando él le devolvió la mirada con sus ojos plateados, ella se encogió de hombros. Anju ladeó la cabeza con una sonrisa. Que Dustin fuera serio y fastidioso era parte de su encanto, pero…

“Estás aquí, luchando por la República, Dustin… Se te permite salirte un poco con la tuya, ¿no?”

Cuando regresó del cuartel general integrado a la base de Rüstkammer, Zashya no parecía muy afectada. Lerche la llamó, un poco preocupada por su actitud. Zashya estaba sentada en el sofá del despacho de Vika. A pesar de que el dueño de la habitación estaba ausente, estaba allí con Olivia sentado frente a ella y Lerche de pie detrás de ella.

“Señora Diputada…”

“Estoy bien, Lerche. Lloré los nervios en la cama después de escuchar la noticia.” Dijo Zashya, con una expresión rígida y los ojos de un tono violeta imperial ligeramente más claro que los de su maestro.

Esos ojos eran el símbolo de los Amethysta, gobernantes del Reino Unido y de la realeza de las tierras del norte.

“Soy el subcomandante del regimiento de Su Alteza. Si dejara ver mis dudas, sembraría el malestar entre mis hombres. Y si los hombres de Su Alteza dejaran que la duda les hiciera cometer un error entre el ejército del Reino Unido, no sería capaz de mirarle a los ojos, ni a su padre y hermano, a los que dejamos atrás en la patria.”

Al escuchar esto, Olivia no pudo evitar que un pensamiento inapropiado cruzara su mente. Este príncipe era conocido como el Rey de los Cadáveres del Reino Unido. A pesar de ello, Olivia había conversado con el Príncipe Serpiente, pero eso sólo le hizo darse cuenta de que su nombre como la Serpiente de los Grilletes y la Decadencia era bien merecido. ¿Era esa serpiente fría y sin emociones siquiera era capaz de ser sacudida?

Tal vez intuyendo las dudas de Olivia, Lerche lo miró con ojos oscuros, a lo que levantó una mano disculpándose.

“¿Por qué iba a estar agitado? La situación no es lo suficientemente mala como para que me dé un respiro.”

Vika abrió la puerta justo a tiempo para escuchar su intercambio. Al regresar de las negociaciones con los comandantes de la Federación y de su reunión con Zelene, Vika entró en la habitación con esas palabras indiferentes.

Zashya se apresuró a ponerse en pie, pero Vika le indicó que se sentara con un gesto de la mano y también tomó asiento en el sofá. A continuación, prosiguió, con un tono que era menos de deseo y más de hecho evidente que había conjeturado.

“La caída de la cordillera del Cadáver del Dragón no es suficiente para derrocar a la Casa Idinarohk. Estoy seguro de que se enfrentan a grandes dificultades, pero mi hermano y mi padre pueden manejar esta situación. Y como tal, no tengo ninguna razón para agitarme.”

“Por supuesto, Alteza… Perdóneme si he sido descortés.” Dijo Zashya.

“Usé mi nombre para pedir que la Federación revele cualquier información sobre la situación de la guerra a medida que se desarrolla. También pedí información sobre tu país, Aegis.”

Olivia agachó la cabeza. Utilizó su nombre —su condición de príncipe del Reino Unido, que la Federación no podía ignorar— para conseguir información confidencial para Olivia, un simple instructor del Grupo de Ataque.

“… Estoy agradecido.”

“No te preocupes por ello; piensa que estás en deuda conmigo. Haré que me la devuelvas en poco tiempo, Anna María, heroína de la danza de la lanza.”

Olivia le devolvió la mirada interrogante, a lo que Vika se encogió de hombros sin responder.

“Tu unidad y la mía no pueden seguir operando por un tiempo, pero ¿quién puede decir cuánto tiempo podrán seguir diciendo eso…? Zashya, mantén a nuestros hombres controlados. Aegis, tú te encargarás de la unidad de instrucción, por supuesto.”

Con sus inexpugnables fortalezas naturales conquistadas y sin más noticias sobre la situación de sus países, ni siquiera los experimentados soldados del Reino Unido y la Alianza podían mantener la compostura. Después de todo, las operaciones de la Federación eran las batallas de otro país para ellos, y si alguno de sus camaradas muriera ahora, podría desencadenar luchas y rebeliones. Esto significaba que la Federación no podía enviar a estas dos unidades a la batalla sin tener cuidado.

No pudieron.

Intercambiando miradas, Zashya y Olivia asintieron. Aunque no pudieran enviar a sus soldados a la batalla dado su estado mental actual—

“Por su voluntad, Su Alteza.”

“Por supuesto. Lo haré de inmediato.”

—sea lo que sea lo que venga después —incluso si sus queridas tierras natales pueden perecer más allá de los grises muros de la Legión— seguían aquí. Atrapados en el campo de batalla de la Federación. Y puede que llegue un momento en el que de todos modos tengan que luchar.

Aunque todos los frentes de la Federación han retrocedido mucho, incluido el frente occidental, adyacente a la base de Rüstkammer, seguía habiendo dibujos animados para niños en las ondas. Tal vez por eso las emisoras se mantuvieron firmes. Aunque los adultos se preparaban para huir, había muchos niños que no entendían la situación, y las emisoras decidieron darles una apariencia de vida normal.

Pero a pesar de ser una de esas niñas, Frederica no tenía tiempo para disfrutar de esos dibujos animados. Kurena, Shiden y los demás estaban comiendo en el comedor, echando miradas preocupadas a la niña mientras sus ojos estaban pegados a las noticias que se emitían en la televisión.

A pesar de que el frente se ha retirado, tanto el menú del comedor como el apetito de los Procesadores no han cambiado. Tenían que asegurarse de comer, para estar listos para luchar en cualquier momento.

“Tiene todo el sentido del mundo, ya que la Federación está rodeada y todos sus frentes están retrocediendo.” Dijo Michihi mientras escuchaba el informe de noticias sobre el estado de la evacuación. “Pero siguen moviendo a todos hacia el centro.”

“Me pregunto si era así en la República, cuando la Guerra de la Legión apenas comenzaba.” Se preguntaba Rito.

Shiden intercambió miradas con Claude y Tohru, capitanes del 4º y 3º pelotón del Escuadrón Spearhead, respectivamente. Los militares de la República habían luchado para evitar el avance de la Legión durante apenas dos semanas, y mientras lo hacían, evacuaban a los ciudadanos de toda la frontera.

“Ah… no me acuerdo.” Refunfuñó Shiden.

“Es lógico. No veíamos las noticias a esa edad.”

“¡Ah, lo recuerdo! Nos evacuaron, sí. Apareció un autobús y me subí a él con mi mamá, mi papá y mi abuelo.”

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“¿Cómo se supone que voy a formar parte de esta conversación…?” Preguntó Marcel, con una expresión de culpabilidad y torpeza.

Al fin y al cabo, once años atrás, poco después de aquella evacuación, la República empezó a enviar a los Ochenta y Seis a campos de internamiento, y todos, salvo él y Frederica, eran Ochenta y Seis, que conocían el dolor de aquella vida.

“Puedes limitarte a hablar de lo que hizo la Federación en su momento, ¿no?” Respondió Tohru con brío, en representación del resto de los Ochenta y Seis. “¿Evacuaron entonces?”

“Yo no lo hice, pero…” Dijo Marcel, y luego añadió cómo lo hizo alguien que conocía. Eugene, su amigo de la escuela media y de la academia de oficiales especiales. “Un amigo mío evacuó, pero acabó separándose de su familia y no volvió a verlos. Su hermana pequeña ya ni siquiera recuerda a sus padres…”

“…”

Un silencio bastante incómodo se apoderó de la mesa, como si se dijera que no deberían haber preguntado eso. Marcel se apresuró a continuar:

“Aun así, no parece que las cosas sean tan caóticas como entonces, al menos por ahora. Así que estoy seguro de que nos las arreglaremos.”

“… ¿De verdad lo crees?” Frederica le interrumpió, con la voz baja.

Sus ojos carmesí estaban contorsionados, con lágrimas acumuladas. Como si estuviera conteniendo una gran ira.

“Tú también creías que la guerra terminaría pronto. Que la paz estaba a la vista y al alcance de la mano. Y aunque eso debería haber sido así…”

“Frederica.” Kurena interrumpió a Frederica antes de que sus palabras se convirtieran en un grito.

Mientras lo hacía, Claude cambió de canal.

“Frederica, no.” Le dijo Kurena.

“Sí, no puedes decir eso, chiquilla.” Dijo Claude.

La televisión había cambiado a un programa de animales al azar.

Era un documental sobre animales salvajes atrapados en el frente.

“Al menos no ahora.” Continuó. “Si ver las noticias te pone de los nervios, simplemente cambia de canal.”

Las imágenes de un gato salvaje capturado en el frente se reproducen en la pantalla.

Incluso con todas las esferas de influencia de la humanidad tan disminuidas, estas criaturas salvajes cazaban presas y criaban a sus cachorros sin ser molestadas.

“Esto no parece muy interesante. ¿Puedo cambiar el canal a un maratón de películas de monstruos que empecé a ver?” Preguntó Rito con despreocupación.

Esto hizo que volviera a surgir una charla ociosa. Algunos argumentaron que querían ver una película de zombis en su lugar o terminar el resto de ese espectáculo de chicas mágicas que vieron una vez. Y mientras la charla continuaba a su alrededor, Kurena mantenía sus manos alrededor de una temblorosa Frederica.

En medio de la charla, Tohru le hizo una pregunta a Claude. Tohru tenía el cabello rubio y los ojos verdes de Aventura, y era alto y espigado.

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“Claude, ¿estás bien?”

Su amigo respondió sin volverse a mirarle. Eran amigos desde hacía años, ya que habían servido en la misma unidad desde el primer escuadrón al que fueron asignados en el Sector Ochenta y Seis, y eran compañeros que luchaban juntos incluso ahora.

Era pelirrojo, heredado de su madre, que tenía sangre noble imperial, y llevaba gafas sin cristales ópticos para ocultar sus ojos blancos como la luna. Tohru lo sabía.

“No lo estoy, y por eso sólo quiero ver algo, ya sean gatos salvajes, zombis, monstruos o chicas mágicas.”

“… Bien.”

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