Zero kara Hajimeru Mahō no Sho (NL)

Volumen 1

Capítulo 4: Decimotercero

Parte 3

Los ojos de Albus se llenaron de lágrimas, a punto de desbordarse. Entonces Decimotercero dio el golpe final. Parecía que este hombre no conocía el concepto de piedad.

“Además de todo eso… se han recibido informes de todos los rincones del reino sobre ataques y saqueos de brujas. Por supuesto, provienen de pueblos y ciudades completamente ajenos a la caza de brujas. Las brujas están matando a gente inocente de todo mal, sólo para saquear sus posesiones; no me digas que no lo sabías.”

La destrucción de Latette, naturalmente, flotó en mi mente. Nada de lo que Albus pudiera decir cambiaría el hecho de que las brujas habían saqueado y masacrado. No había escuchado los detalles en ese momento, pero…

“¡Esas no son acciones hechas por el Aquelarre de Zero! Esos son los hechiceros exiliados y descarriados…”

“¿Hechiceros descarriados?” Pregunté. Los hombros de Albus temblaron. No había querido intimidarlo, pero no podía negar que mi tono había sido un poco severo. Albus nos había dicho que había otros aquelarres, pero las palabras “hechicero descarriado” no significaban que formaran parte de algún otro aquelarre independiente. Que fueran descarriados indicaba que había un aquelarre del que habían formado parte.

“Ya te dije que el Aquelarre de Zero enseñará magia a cualquiera, aunque sea un indigente… o un huérfano… ¿verdad?”

“Ya veo… así que fue eso.”

No estaba seguro de cómo esos supuestos otros aquelarres adquirieron magia, pero podía entender si era porque habían sido parte del Aquelarre de Zero pero lo dejaron para hacer lo que quisieran.

Así que las brujas muertas en la iglesia de Latette, tanto las atacantes como las atacadas, eran básicamente todas del Aquelarre de Zero. Siendo así, la razón por la que Latette fue asaltada y destruida fue por el Aquelarre de Zero. Al parecer, Albus comprendió esto, y su expresión se volvió tensa.

“Hubo algunas personas que abusaron del poder de la magia en cuanto la aprendieron. Gente así fue desterrada de la academia para evitar que aprendieran nueva magia, pero no pudimos evitar que usaran lo que ya habían aprendido, así que…”

Era de esperar. Al dar una fuerza como la que ningún humano normal podría soportar a personas como esas, que habían sido impotentes y perseguidas, debería haber sido evidente cuáles serían los resultados.

“Así que se convirtieron en bandidos y saquearon todo lo que quisieron, ¿no?” Albus asintió con reserva.

Fue como darle explosivos mortales a un grupo de niños tontos.

La magia, a través del medio conocido como el Libro de Zero, era indistinta del lugar y las personas a las que se difundía. Aunque el Libro de Zero fuera recuperado, mientras hubiera una copia escrita, no sería suficiente. Incluso si no hubiera una copia escrita, mientras la primera página siguiera existiendo, no sería suficiente. Era como mezclar tinta y agua. El agua enturbiada por la tinta no podría volver a ser agua pura.

“Las brujas que atacaron Latette también eran hechiceras descarriadas, estoy seguro de ello. Esos sucios desterrados se unieron y atacaron la academia. Probablemente estaban tratando de robar el Libro de Zero para hacerse más fuertes…”

En otras palabras, entre las brujas de este reino, había tres grandes fuerzas en acción.

La primera fue el Aquelarre de Cero, que luchó para que las brujas pudieran vivir en paz. La segunda, los hechiceros descarriados, personas que aprendieron la magia del Aquelarre y que ahora utilizan su poder para sembrar el caos. El tercero era el hechicero del rey que persigue a ambos sin distinción: Decimotercero.

Probablemente también había fuerzas en este reino que no tenían ningún interés en aprender magia o hacer la guerra, pero como no estaban involucrados en este conflicto, debería estar bien ignorarlos. Sólo la clasificación de los brujos ya me hacía doler la cabeza, así que si el número de grupos que usaban hechicería seguía aumentando así, estaría irremediablemente perdido.

“Las organizaciones que no están bajo la jurisdicción del gobierno no son organizaciones en absoluto. Simplemente obtuvieron un juguetito divertido, el Libro Zero, e hicieron lo que quisieron. Hay que purgarlos, reunirlos y gobernarlos. El orden debe ser restaurado.”

Decimotercero se levantó en silencio.

“Todavía hay utilidad para ti. Sería un desperdicio de talento simplemente matarte. Obedéceme, coopera completamente conmigo, y te prometo concederte aún más conocimiento y poder.”

Albus se quedó sin palabras. “Eso no…”

“¡Si te niegas, entonces iras directo a la hoguera!” Yo también me quedé sin palabras.

Sentí que debía levantarme pero no encontraba una razón para hacerlo. Miré hacia Zero, pero lejos de detener a Decimotercero, no mostró ningún interés en el tema que nos ocupa.

Entonces, supongo que me corresponde a mí.

“Directo a la hoguera… todavía es un niño, ¿sabes?” Dije. Nadie es tan despiadado como para no tener piedad ni siquiera con los niños.

“Puede que sea un niño, pero sigue siendo una amenaza si es capaz de hacer brujería. Y como es un niño, si ejerce ese poder sin prudencia, debe ser destruido.”

La réplica de Decimotercero fue suave y firme, pero aguanté. “Puede ser, pero ¿aun así vas a matarlo?”

“Entonces, ¿lo perdonarías porque es un niño?” “Bueno…”

“Todos y cada uno de los que trabajan con la brujería son desviados del camino humano. Y todos y cada uno de los que se apartan del camino humano recibirán el poder de la brujería. Los hechiceros son aquellos que cumplirán tus deseos a cambio de una compensación adecuada. Los hechiceros son aquellos que matarán a la gente a petición de esta misma. Sea hombre o mujer, adulto o niño, un hechicero es una criatura de este tipo, pero no un humano. Eso es todo, mercenario de Zero. Además, es extraño que un guerrero bestial abogue por un brujo.”

Hechos, hechos y más hechos. Apreté la mandíbula, sin decir nada en respuesta.

Es cierto, Albus trató de tomar mi cabeza. Básicamente trató de matarme. Fui capaz de sobrevivir tanto tiempo porque era una bestia caída, y porque encontré a Zero. Si hubiera sido una persona normal y no hubiera conocido a Zero, hace rato que Albus me habría matado. No, si hubiera sido un humano normal, nunca habría sido su objetivo, pero…

Miré de reojo a Albus.

Pude percibir el miedo y la confusión en aquellos ojos dorados, normalmente parpadeantes. Allí se mezclaban la rabia y el odio, y miraban, a duras penas, a Decimotercero. La rabia de Albus lo estaba apuntalando de alguna manera. No me importaba si era un hechicero o cualquier otra cosa; seguía siendo un niño.

Me quedé sin respuesta a la pregunta de si lo perdonaría o no por ser un niño, pero ¿lo

mataría por ser un niño?

No quiero parecer un santo ni nada por el estilo, pero incluso como mercenario, dudaría en matar a un niño.

“La contemplación es importante. Tómate una noche para pensar en ello… Cero—.” “¿Qué, quieres la revancha? Me disculpo, pero estoy llena, perdí el interés.” “Vuelve a la cueva.”

“Me niego. He esperado. Esperé, pero no volviste. Este es el resultado. Así es como me siento ahora.”

“Zero, yo…”

“Sobre eso, Decimotercero.”

Zero escupió el tenedor que había estado sosteniendo con la boca, e hizo un ruido al chocar contra su plato.

“Es tabú para las brujas cazar brujas. Por muy justificada que sea la razón, eso perturba el orden del mundo. Cuando se le da demasiado poder a una persona, ese poder la vuelve loca. Sospecho que sabes de lo que estoy hablando, Decimotercero. Las seis brujas en la iglesia, eran todas cáscaras vacías. Puede ser para recuperar el libro, Decimotercero, pero has cruzado la línea.”

“Una vez que el libro sea recuperado, todo estará terminado. Así que, Zero…”

“Por eso, Decimotercero, buscaré el libro con mis propias manos.” Declaró tranquilamente Zero, interrumpiendo a Decimotercero. “El libro es mi posesión. Mi libro, mi crimen. Si debo ensuciarme las manos para resolver lo ocurrido, Decimotercero, entonces elijo ensuciarme las manos.”

“¡No, Zero!” Albus lanzó un grito de dolor. “Dijiste que eras nuestra aliada, ¿no es así?

Fuimos juntos a la academia, y dijiste que eras nuestro aliada… así que…” “No he dicho ni una sola palabra sobre ser tu aliada.”

Los ojos de Albus se abrieron de par en par con el asombro. “Pero.” Dijo en voz baja.

“Te pedí que nos llevaras a la academia porque nos dijiste que sabías dónde estaba el libro. Eso es todo.”

Albus me miró. —Como si estuviera suplicando ayuda.

Por desgracia, como mercenario de Zero, me había convertido en el adversario de Albus en este asunto. Esos eran sólo los hechos.

***

“Estás de nuestro lado, ¿no?” Preguntó Albus. Zero no dijo nada en respuesta, sino que se limitó a mantener una cara de póquer. Rápidamente hice lo mismo. No iba a desvelar información que mi jefa no quería hacer pública.

Al ver que tampoco había dicho nada, Albus se mordió el labio y agachó la cabeza.

Lo siento, Albus. No estoy tratando de decir que te hayas engañado pensando que lo es.

Es que no puedo darte una respuesta directa. Maldita sea, me siento asqueado.

“… ¿No estabas mintiendo… cuando dijiste que el libro… realmente te fue robado…?” Zero ni siquiera asintió, sólo entrecerró los ojos en señal de reconocimiento.

“Lo que he dicho es la verdad. Por muy notable que fuera la bruja a la que llamas ‘esa persona’, ella, la fundadora del Aquelarre de Zero, me robó ese libro. Arrebatado—puede ser el término más preciso.”

“¿Arrebatado…?” Albus se puso pálido.

“El ladrón asesinó a cada una de las brujas de esa cueva, dejando sólo a dos de nosotros con vida: a Decimotercero y a mí. Nos robaron el Libro de Zero y robaron las técnicas de la magia para difundirla a lo largo y ancho.”

El rostro de Albus se desplomó y su cabeza cayó sobre la mesa. A lo largo de mis años como mercenario, había visto este momento —el momento en que el espíritu de una persona se rompe— muchas, muchas veces antes. Su alma estaba destrozada.

“—Hey, bruja. ¿Por qué escribiste ese libro? ¿Intentabas destruir el mundo?”

Esto era algo que me preguntaba desde hace tiempo. Es decir, ¿por qué existía un libro tan temible?

Mi yo del pasado podría haber pensado que era obvio que se debía a que las brujas estaban intentando provocar el apocalipsis. Pero habiendo conocido a Zero, no podía imaginarla interesada en algo tan molesto.

“… Porque sería práctico poder encender fuego sin pedernal…” Zero repitió, con un tono ligeramente mordaz, el punto que antes había planteado tan alegremente. “Porque sería práctico poder cazar con un suministro interminable de flechas. Porque sería más fácil atrapar la cena sin necesidad de trenzar cuerdas. Porque sin tener que subir a los árboles para recoger fruta, porque sin tener que recibir puntos de sutura para las heridas—. Todos estarían contentos, eso pensé.” Zero se rió suavemente.

La suya era la cara de una niña perdida en la ensoñación.

“Así que también es posible utilizarla para este fin.” Había dicho Zero, después de ver la destrucción que las brujas habían causado en Latette. Había sido algo inimaginable para ella.

Zero no había pensado en otra cosa que en el futuro cegador que podría crearse utilizando estas poderosas técnicas de la manera más benévola.

Las nuevas innovaciones siempre nacen por pura pasión y humildes ambiciones, pero una vez que nacen, escapan al control de los inventores y se esparcen como el polen por la tierra. Incluso entre las creaciones beneficiosas, como las medicinas a base de hierbas, cada una tiene variantes que son letales si se sobredosifican y que las mentes detrás de la propia medicina nunca pretendieron crear.

“Este joven expresó su deseo de que los humanos y las brujas coexistan. Yo soy de la misma opinión. Las repetidas charlas que mantenía con las brujas en la cueva, que compartían los mismos valores y conocimientos que yo, y sólo se enterraban en los libros como yo, eran bastante aburridas. Quería salir al mundo exterior, pero el mundo decía que las brujas éramos malas. Si pudiera idear una técnica útil —una que pudiera ser utilizada por todos, no sólo por las brujas— entonces el mundo seguramente nos daría la bienvenida y nos aceptaría.”

Pero si la gente pudiera encender fuego sin necesidad de pedernal, entonces las piedras dejarían de venderse. Si todo el mundo tuviera un suministro infinito de flechas para usar, entonces los artesanos que fabrican arcos y flechas se quedarían sin trabajo. Habría un montón de gente que no estaría tan contenta, pensé vagamente.

Pero, además, había algo de verdad en sus palabras. Si la magia se utilizara correctamente. Si la magia no se usara para herir, sino para proteger y salvar.

“—Esa línea de pensamiento fue la razón por la que escribí ese libro, pero no debería haberlo hecho.”

“Zero.”

La voz de Decimotercero sonó. Zero lo miró y negó en silencio con la cabeza. “Debería haber hecho caso a tu consejo, Decimotercero. Debería haber quemado el

grimorio en cuanto me advertiste de su potencial apocalíptico. Fui yo quien tuvo una voluntad demasiado débil. Yo—.”

Zero respiró profundamente. “Fui una tonta.”

***

Me encontraba ocioso en una habitación vacía destinada al personal de servicio. Me había resignado a ser relegado a un lecho de paja en los establos, por ser una humilde bestia caída, así que éste era un lujo que no esperaba.

En cambio, Albus había sido reubicado temporalmente en una celda del calabozo. Debía permanecer allí durante una noche, y decidir si su destino sería la hoguera o la subordinación a Decimotercero. Normalmente elegiría lo segundo, supongo. Ahora sabía que la persona que fundó el Aquelarre de Zero era una escoria crónica.

La cuestión para mí era qué haría después de esto. Iba a ser el guardián de Zero, y ella iba a devolverme a una forma humana. Por supuesto, mis acciones futuras dependerían de las de Zero, pero éstas eran totalmente imprevisibles.

Sin embargo, por alguna razón, sentí que mi trabajo había terminado aquí.

Para empezar, nunca fui tan extraordinario como mercenario. Zero me había contratado porque había estado en el lugar adecuado en el momento adecuado, y porque tenía una figura llamativa. Ahora que tenía a Decimotercero para que le cuidara las espaldas, ¿de qué le serviría mantener a un mercenario como yo a su lado? Si yo fuera ella, me descartaría.

Levantando la mano hacia el techo, examiné un diminuto corte en el pulgar.

Estaba casi curado, pero la cicatriz que Zero había dejado tras morderme el dedo seguía ahí.

Por aquel entonces, Zero realmente necesitaba a alguien que le sirviera de guardia. Pero dudaba que yo hubiera sido algo más que una distracción para ella incluso entonces.

Zero había dejado de lado a Albus con la velocidad del rayo después de haber cumplido con su papel de guía.

¿Qué significa eso para mí?

Cuando ya no sea necesario, ¿qué hará Zero conmigo? Retiré lentamente la mano y cerré los ojos en silencio.

Cuando de repente… “Mercenario de Zero.”

“¡Whoaaaaah!” Grité, cayendo de la cama. Sorprendentemente, había oído una voz que venía de cerca.

Normalmente era muy consciente de la presencia humana y podía oír los pasos a casi dos kilómetros de distancia. Por eso, casi me muero del susto cuando la voz sonó de repente a mi lado. Era una cuestión de vida o muerte.

“… ¿Eh?”

Pero, a menos que una cara se asomara por debajo de mi cama, no pude ver ni la sombra de una presencia amenazante. Juraría por mi vida que había oído algo, pero el dueño de la voz no aparecía por ningún lado.

¿Era sólo mi imaginación? Sin embargo, lo oí con bastante claridad…

Entonces, un ratón se subió a la cama.

No puede ser. No, ¿podría ser?

“Mercenario de Zero, me gustaría hablar contigo. Ven al sótano.” “U-Un rat—.”

Un ratón está hablando…

“Puedes seguir a este ratón. Ven. Estaré esperando.”

Una vez entregado su breve mensaje, el ratón comenzó a escabullirse, sin dejarme tiempo ni siquiera para chillar.