Zero kara Hajimeru Mahō no Sho (NL)

Volumen 1

Capítulo 3: El Aquelarre de Zero

Parte 4

 

 

No fue difícil encontrar un lugar para alojarse.

En una ciudad grande como ésta, no faltaban posadas dispuestas a alojar a huéspedes con circunstancias especiales. El anciano que dirigía la recepción ni siquiera se inmutó ante mi condición de bestia caída, y conseguimos una habitación para dos y otra para uno para pasar la noche.

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“Estás conmigo, muchacho.”

“¿Eh? ¡Por qué, no quiero! Quiero una habitación para mí solo.”

“No, no la tendrás. No puedo estar seguro de que no vayas a correr por ahí. Te vas a quedar donde pueda verte.”

“Si compartes una habitación conmigo, existe la posibilidad de que pierdas la cabeza mientras duermes, ¿sabes?”

Me quité tranquilamente un rollo de cuerda que colgaba de mi cintura. Para bien o para mal, no era alguien que se sentiría culpable por atar a un niño y dejarlo en un rincón.

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“¡Z-Zero, ayúdame!”

Dejando escapar una voz miserable, Albus volvió a esconderse detrás de Zero. “No seas cruel con los niños, mercenario.”

“¡Entonces compartiré una habitación con Zero! Está bien mientras no esté solo,

¿verdad?”

Todavía aferrado a la espalda de Zero, Albus hizo su ridícula petición. Pequeño demonio pervertido. Si creía que por ser un niño bonito le iba a dar lo que quisiera, se iba a llevar una gran sorpresa. Lo agarré por el cuello y lo arrastré a nuestra habitación mientras forcejeaba.

Aunque Albus había luchado y protestado como pudo, una vez que lo arrojé a la cama y lo dejé allí, no tardó en dormirse. Había dicho que el olor de los animales lo mantendría despierto, pero se rindió bastante rápido. Seguro de que fingía estar durmiendo para poder robarme algo, comprobé si estaba despierto, sólo para asegurarme. Parecía que realmente estaba profundamente dormido.

“¿En serio? Y mira que insistías que no eras un niño.”

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***

 

 

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Albus tenía que estar agotado. Probablemente no había tenido ni un momento de descanso en los últimos días, ya que me había perseguido por el bosque, había pasado una noche escapando del Etrauk de Zero y me había atacado una vez más a la mañana siguiente. Probablemente tampoco había dormido bien en la casa destrozada la noche anterior, así que no era de extrañar que no pudiera resistirse a la atracción de una cama blanda y unas sábanas calientes.

“No es que no entienda la sensación de querer fortalecerse…”

Con una uña bien recortada, pinché suavemente a Albus en la mejilla.

Al hacerlo, Albus frunció el ceño y se hizo un ovillo, comportándose como un animal para mi diversión. Empecé a sentirme un poco travieso, pero aunque era sólo un niño, seguía siendo un hechicero.

En cualquier caso, tenía que darme un baño y quitarme toda la suciedad de mi largo viaje. Sería raro estar demasiado limpio como mercenario, pero no quería contraer enfermedades de la piel por estar demasiado sucio. Las bestias caídas también podían infestarse de pulgas.

Primero tuve que ir a buscar al anciano de la recepción y pedirle que me preparara agua caliente. Como mi piel estaba cubierta pelaje, lavarme era una tarea más complicada que mojar una toalla y restregarme con ella. La única manera de que una bestia caída y sucia se librara de la suciedad y las pulgas era encontrar un charco suficientemente grande de agua caliente y bajar todo el cuerpo en él, lavándose entero.

Fantaseando con la idea de bañarme en el patio antes de que se pusiera el sol para poder secarme con sus rayos, estaba a punto de salir de la habitación, pero antes decidí atar bien a Albus a la cama, y salí de la habitación sólo después de mirar mi obra.

“¿Te estás bañando, mercenario?” Zero se acercó a mí y se agachó, observándome con gran interés.

La sangre, la suciedad y las manchas de hierba en mi cuerpo debieron de aterrorizar al anciano, ya que se mostró muy complaciente, preparando una bañera llena de agua caliente y tres cubos adicionales para enjuagarme. Llegamos a un acuerdo: yo pagaría una pequeña cantidad por el trabajo y traería agua del pozo para reponer la que había utilizado. El jabón que me entregó era claramente para lavar la ropa, pero tampoco creo que haya tanta diferencia entre la tela y la piel. Así que allí estaba yo, en el patio trasero, cubierto de burbujas.

“Un monstruo de pieles y espuma de jabón, ¿eh? Los jóvenes del vecindario te espían desde su escondite. Con ganas.”

“¿Ellos… no tienen miedo?”

“El miedo se adquiere a posteriori. Siempre que no los asustes, creo que no tendrán miedo más allá de lo razonable.”

“Bueno, los niños más pequeños se asustarán y llorarán.”

“Más allá de lo razonable, dije. Si una bestia carnívora colosal apareciera frente a una persona, ésta le temería instintivamente.”

Así que están asustados, ¿no? Mientras lo meditaba, frunciendo el ceño, la mirada de Zero se dirigió a su escondite. Vi a tres niños que me miraban como si estuvieran viendo un espectáculo.

Mostrando mis colmillos, les rugí, y se dispersaron mientras gritaban fuertemente de miedo.

“… ¿Deseas que te teman?”

“No voy a ser algo que la gente espera ver. —En realidad, es mejor mantenerse alejado de las bestias caídas. Nos tratan como monstruos toda la vida. Así que, por supuesto, hay muchos de nosotros que se han convertido en monstruos, ¿sabes?”

“Los humanos hacen sus monstruos, ¿sí?”

“Así es. Bueno, podría estar en nuestra naturaleza el ser monstruos.”

“Te equivocas. En realidad, tu alma posee una gran cantidad de humanidad.”

“¿Quién sabe?”

No podía juzgar por mí mismo si me comportaba o no como un humano. Además, ni siquiera podía establecer relaciones normales con los humanos. Pensar en ello no tenía sentido porque, en primer lugar, el punto de comparación no era cercano. Cada vez que oía hablar de ser un ser humano, me sentía como si ya no lo fuera.

“No pongas esa cara. Si no eres humano, entonces deseo que el resto del mundo sea igual.”

“Desear algo así, como se nota que eres una bruja…”

Ya era hora de dejar de ser pesimista. Pero en mi mente, eso sólo significaba cambiar las palabras que salían de mi boca. Volví mi mirada hacia el cielo y di un pequeño suspiro, soplando algunas burbujas en el aire. Pinchando una burbuja que flotaba suavemente, Zero se puso en pie de un salto, como si se le hubiera ocurrido una idea.

“Debe ser trabajoso bañarse cuando se tiene un cuerpo tan grande. Te ayudaré lavándote la espalda.”

“¿No te llamaras Ayuda Generosa? ¿No dijiste que odiabas sudar?”

“Por supuesto, me detendré antes de ese punto. Además, estoy segura de que lavar una bestia enorme será de lo más divertido.”

***

 

 

Sin esperar permiso, Zero puso sus manos en mi espalda. Hizo espuma con la pastilla de jabón mientras me pasaba los dedos por la piel. Hacía un cosquilleo tremendo.

“Oye, mercenario. Los pueblos son lugares muy divertidos, ¿no?” “¿Ah?”

“Hay mucha gente, y cada uno tiene su propio deber y su propia forma de pensar, ¿sí? Todo esto parece muy extraordinario. No sólo eso, sino que la cocina de los carros de comida es bastante sabrosa.”

“Si eso es todo lo que te interesa, en cualquier ciudad de más o menos este tamaño veras que…” Me detuve a mitad de la frase.

Ah, sí. Zero nunca había dado un paso fuera de su cueva, y mucho menos había estado en una ciudad.

Siendo así, por supuesto que estaría asombrada y emocionada. Los atascos en las calles me resultaban molestos, y la comida de los carritos no era nada del otro mundo, pero desde la perspectiva de Zero, estas cosas eran experiencias nuevas.

No cabe duda de que Zero, al ser una bruja, tenía más conocimientos de los que yo podía imaginar.

Sin embargo, le faltaba conocer el mundo exterior. Lo que a Zero le parecería un conocimiento común no lo sería para mí, y lo que a mí me parecía normal y ampliamente conocido no lo sería para Zero. Puede que veamos las mismas cosas, pero cada uno percibe el mundo que nos rodea de forma diferente.

“… Es porque Wenias es un país de turistas y viajeros, y Foamicaum es el corazón de todo ese comercio. La gente y las mercancías vienen aquí de todo el mundo. No es tan amplio, pero está condensado.”

“Ah.” Los ojos de Zero brillaron. “No habría podido entrar en esta ciudad por mi cuenta. Incluso si hubiera conseguido entrar, lo más probable es que hubiera causado algún tipo de disturbio. En este corto tiempo me has dado a conocer cosas que desconocía. Estoy agradecida de que nos hayamos cruzado.”

—¿Esto también se debe a que carece de sentido común? Fruncí el ceño cuando Zero pronunció sus vergonzosas frases y miré por encima del hombro para fruncir el ceño.

“… Tú, deja de decir esas cosas.” “¿Qué cosas?”

“Como decir que te gusto, que estás agradecida de que nos hayamos cruzado, frases de mierda como esas. Las mujeres no le dan a la gente su favor sin ninguna razón. Especialmente a un hombre como yo.”

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“¿Favor?” Repitió Zero con extrañeza. “Pero es la verdad. Me gusta hablar contigo, así que me resulta insoportable permanecer en silencio.”

“Te acabo de decir que dejes de hacer eso…” “¿Encuentras el conversar conmigo… desagradable?” Con un trago, me callé.

No era eso. No era eso, pero…

“No entiendo tu forma de hablar… básicamente, las únicas conversaciones que tengo son en las que todo el mundo se maldice e insulta.”

Por eso no entendía cuando me hablaban con amabilidad. Todavía con el ceño fruncido, escupí.

“Ya veo.” Murmuró Zero. “Entonces será bueno practicar conmigo, ¿sí? De aquí en adelante seguiré hablándote a menudo.”

Quería convencerla de lo contrario, pero no fui capaz. No parecía que hubiera nada más que hacer que acostumbrarse.

“No te enfades si te ignoro, ¿vale?”

“Por supuesto que me enfadaré. Deseo conversar. No es divertido hablar sola.” “Entonces enfádate todo lo que quieras.”

“Eres un hombre sin corazón. No estaría de más que te comportaras más amablemente conmigo. Soy tu ama, ¿sabes?”

“Un mercenario no hace nada más que lo que fue contratado para hacer.”

“Hmph.” Zero hizo un ruido desanimado y empezó a hacer extraños movimientos con los dedos en mi espalda mientras la lavaba. Parecía que estaba escribiendo algo. Me pregunté si serían letras y traté de concentrarme, pero no pude entenderlo.

Entonces, Zero se rió. “¿Pasa algo?”

“Eso es un secreto.” “Oi…”

“Pronto lo sabrás. Y entonces me darás las gracias, y no podrás resistirte a servir mi voluntad. Este es ese tipo de hechizo. Aterrador, ¿no?”

“¡Deja de bromear! ¡Deja de hacer eso ahora mismo!”

“No. Quiero. Vamos, déjame encargarme de tú la espalda. Tal y como estas ahora no puedo lavarla.”

Mi amenaza no tuvo ningún efecto sobre Zero; y si las amenazas no funcionaban, entonces no tenía más remedio que obedecer. Dócilmente, le di la espalda. Después de haberme limpiado bien el cuerpo y de haberme lavado todos los restos de jabón con agua hirviendo, me sentí rejuvenecido. Zero me miró y puso una expresión preocupada.

“Todo limpio. Hm… ah… ahora te ves completamente diferente.” “Simplemente piensas que parezco un gato mojado, ¿no es así…?”

Al igual que los animales empapados eran el epítome de todas las cosas lamentables, las bestias caídas empapadas parecían igualmente merecedoras de compasión. Mientras me frotaba el pelaje con un paño seco, Zero empezó a mirar a nuestro alrededor.

“Oye, ¿qué estás…?” “Mantén esto en secreto.”

Riendo, Zero agitó ligeramente su dedo. En un instante, se había secado. Es decir, mi pelaje.

Reaccioné sin pensar, definitivamente sin pensar.

“¡Eso es una locura! Oye, ¿qué has hecho y cómo lo has hecho? Normalmente me lleva medio día secarme. ¡Es tan suave y esponjoso! Podría ser una alfombra en el castillo imperial.”

Me desgañité en voz alta. ¿Acaso llamarme a mí mismo una alfombra en el castillo real era demasiado masoquista? Aunque lo fuera, probablemente era el mayor elogio que se podía hacer a un pelaje.

“Espera… ¿eres estúpido? ¿Qué crees que estás haciendo, poniéndote así al aire libre?” Volví a la realidad. Zero me miró con cara de fastidio.

“¿Sabes que, si no te decides entre reñirme o alabarme, los efectos de ambas acciones se reducen a la mitad? Me aseguré de que no hubiera espectadores. Estamos bien.”

“Si eso es cierto… bueno, entonces supongo que no hay problema.” “Por cierto, mercenario.”

“¿Hm?”

“¿Está bien que dejes la parte inferior de tu cuerpo al descubierto? Hiciste un gran escándalo por mi forma de actuar en la tienda de segunda mano, pero tú mismo pareces bastante abierto al respecto.”

La mirada de Zero se posó en mi bajo vientre.

Grité y me metí apresuradamente un pie en los pantalones mientras mis mejillas se sonrojaban por la fuerte risa de Zero.

En ese momento, un aura desagradable inundó el patio.

De la esquina del edificio salieron cuatro figuras, tres femeninas y una masculina. Lo que destacaba era la cara del hombre; tenía cara de perro. Se me erizaron los pelos de la espalda al percibir un olor desagradable; efectivamente, era otro de los míos, una bestia caída.

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“Oh. ¿Oh? ¿Eeeh? ¿Qué, eres como yo?”

No soy tu pariente. No me metas en el mismo saco que tú, chucho tonto. “Nos vamos.”

Apresuré a Zero mientras recogía la bañera y cubos en mis brazos, y comenzamos a caminar fuera de allí.

Intrínsecamente, las bestias caídas no se llevaban bien con otras bestias caídas. No podíamos soportar el hedor bestial de los demás, y aunque no fuera así, había una extraña repulsión que sentíamos los unos hacia los otros. Era como esperar que un gato salvaje fuera dócil después de meterlo en una jaula.

“Hey, hey, ¿me estás ignorando? Debes de estar muy solo. Acabas de conocer a un compañero monstruo, y aun así lo ignoras.”

“Lo siento, pero no tengo los instintos de manada de un perro.” “¡No me jodas! ¡Soy un lobo!”

Realmente no vi ninguna diferencia entre ambos, pero por supuesto que una bestia caída lupina reaccionaría así al ser tratada como un perro.

“De cualquier manera, las bestias caídas deberíamos guardarnos cada una nuestra pestilencia.” Dije sin rodeos.

El lobo con cara de perro resopló, aburrido.

“Bueno, no te equivocas en eso… por eso hoy estoy pensando en hacer que mis amigas me laven muy bien. Míralas, mira a mis amigas. Mira… ¿no son bonitas?”

Intenté marcharme, sólo para que me pasara un brazo por los hombros mientras me señalaba a sus tres compañeras, que se quedaron heladas de miedo. Era un dolor, pero se entendía tácitamente que, aunque no nos lleváramos bien, las bestias caídas no nos opondríamos.

Miré obedientemente a las mujeres de las que el cara de perro parecía estar tan orgulloso.

Verdaderamente, eran bonitas. Todas eran jóvenes adultas y, quizás según los gustos de Cara de Perro, todas poseían un brillante cabello rubio. ¿Tenía algún tipo de harén? No parecían rameras…


De repente me di cuenta, y mi respiración se detuvo momentáneamente. “—¿Las cazaste?”

Hihihihiii… De la boca de Cara de Perro salió un ruido que molestaba en los oídos.

“Yep. Las he cazado. Son brujas, ya sabes. Pensé en llevarlas a la capital imperial para que las juzgaran, pero… los juicios son duros. ¿No te sientes mal por ellas? Son tan lindas. Por eso las escondo.”

Poco a poco, todo el vello de mi cuerpo comenzó a erizarse.

Probablemente había ido a algún pueblo, inventado alguna historia sobre una bruja entre ellos para usarla como pretexto, y les había hecho sacar a sus mujeres jóvenes. Si les hubiera dicho que aplastaría su pueblo si no entregaban a las brujas, no habría habido nada que un pueblo agrícola pudiera hacer para resistirse.

Las bestias caídas son monstruos, y los monstruos siempre se aprovechan de los débiles. “—Mercenario.”

Zero habló. Mierda, pensé, e intenté escudar a Zero, pero estaba fuera de posición. En el momento en que se había dado cuenta de que oía una voz femenina, Cara de Perro había echado mano de su capucha y se la había arrancado.

“Esta…”

“¡¿Qué demonios estás haciendo?! ¡No la toques!”

Le alejé a Zero, le puse la capucha sobre la cabeza y la escondí detrás de mí.

“Hey, hey, hey, ¿qué fue eso? ¿De dónde la sacaste? ¿Cómo la conseguiste? ¿La cazaste?

¿La compraste? Nunca he visto a una mujer tan bonita. ¡Yo también quiero una!”

Cara de Perro olió con avidez el olor de Zero, y levantó los ojos como si se hubiera dado cuenta de algo.

“—No me digas, tú…”

¿Se dio cuenta de que Zero era una bruja? Hice un ruido de descontento en mi cabeza, y comencé a caminar mientras mantenía a Zero escondida. Sería una mala idea quedarse aquí más tiempo del que ya teníamos.

“Ella es mi empleadora. No la toques como si la conocieras. Nos vamos.” “Mercenario, esas mujeres no son brujas.”

La voz de Zero era extrañamente fuerte. Zero señaló a las tres mujeres asustadas y me miró con expresión de desconcierto.

¿Lo entiendes? Puedo decir con una sola mirada que esas mujeres no son brujas, pareció decir. Y, por supuesto, lo entendí. Esas mujeres no eran brujas.

“Muy bien, vamos.” “Pero, mercenario.”

“¡He dicho que nos vamos!” “¡Estoy disgustada!”

Me estremecí.

Esos ojos y esa voz. Eran fríos y duros, completamente distintos a la Zero que había estado riendo pero minutos antes.

“… Yo también lo estoy.”

La calidez volvió a inundar los ojos de Zero cuando le respondí. Puede que esté disgustada, pero sería malo que no nos fuéramos. Causar un alboroto aquí significaría problemas. Si testificamos que esas mujeres no eran brujas, la gente de su pueblo confirmaría que lo eran. En esa situación, las sospechas recaerían sobre nosotros.

“Woah, woah, woah, woah… eso que están haciendo es una acusación falsa. ¿No es cierto, señoras? ¿Conocen la brujería, no? Ya saben, la verdadera razón por la que no las he matado es porque usaron su brujería en mí, ¿eh? Porque si eso no fuera cierto, entonces me habría salido con la mía con estas lindas chicas y las habría vendido.”

“Mercenario.” “¿Eh?”

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“—Mantén esto en secreto.”

Sonriendo, Zero agitó el dedo una vez. En un momento, se había caído. Todo el pelaje de Cara de Perro se había caído instantáneamente. Una bestia empapada y caída puede parecer patética, pero eso no se compara con lo patética que resultaba una bestia caída sin pelaje.

De alguna manera conseguí evitar estallar en carcajadas, agarré a Zero y hui de la escena.

Un momento después, el grito desesperado de Cara de Perro hizo temblar el aire. En ese momento, mi autocontrol finalmente se rompió y estallé en una risa bulliciosa. Zero, con un brazo alrededor de mi cuello, también se desternillaba, abrazando su estómago.

No me reiría si nuestras posiciones fueran inversas, pero mientras no fuera la víctima, no había nada más divertido que esto.

Esa noche, Cara de Perro se encerró en su habitación y se negó a salir, como era de esperar. Además, a la mañana siguiente, se armó un revuelo porque las tres guapas mujeres de las que tanto presumía desaparecieron abruptamente, pero debo insistir en que yo no tuve nada que ver.

Bueno, supongo que había ido a dar una especie de paseo nocturno, y creí recordar algo sobre abrir una puerta a empujones en mi estado medio dormido, pero probablemente fue sólo un sueño.


Y lo que es más importante, estaba ocurriendo una situación personalmente preocupante.

Cuando me desperté por la mañana, Zero, que debía estar sola en la habitación individual, estaba durmiendo en mis brazos, con una expresión de merecimiento en su rostro.

Por supuesto, mi compañero de cuarto, Albus, se dio cuenta de esta situación y, por alguna razón, comenzó a atacarme. Recibí un torrente de insultos mientras Albus me llamaba “bruto” y “depravado”. Luego lanzó una silla bien dirigida directamente a mi cabeza, que había estado palpitando desde la mañana. Este chico no entendía muchas cosas para alguien de su edad, y sin embargo seguía estando muy atento a los detalles.

“Te dije que era un malentendido. De todos modos, ¿por qué te enfadaste tanto?”

“¡Cállate! ¡Tu cabeza es mía! Es un asco que el dueño de la cabeza que busco como sacrificio actúe de forma tan indecorosa, ¿entiendes?”

No, no lo entiendo. Fuiste tú quien empezó a cazarme.

“Mira, jovencito. Ya he hablado de esto. Deja de ir tras su cabeza.”

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Ah, una mujer bonita y un joven apuesto están discutiendo por mí… es espantoso, no me hace ninguna gracia.

“Está bien, ¿no? ¡Lo único que quiero es su cabeza!”

No te la voy a dar, escupí en mi mente.

Sólo quiero encontrar el Libro del Zero rápidamente y liberarme de las brujas y hechiceros para siempre.

Mientras mantenía un oído atento a las incesantes discusiones de Zero y Albus sobre mi cabeza, partimos hacia la academia, dejando a Foamicaum detrás de nosotros.

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