Isekai Goumon Hime (NL)

Volumen 2

Capitulo 4: Heroína Y Amante

Parte 1

 

 

Desde que era un niño, Kaito Sena había despreciado a los héroes.

Había aprendido del concepto durante el corto periodo en el cual había asistido a la escuela. Por un tiempo, había esperado que uno viniera y lo salvara. Pero sin importar cuán fervientemente lo anhelo, siguió recibiendo quemaduras de cigarrillo por todo su cuerpo, recibiendo quemaduras en sus codos por encendedores, teniendo las puntas de sus pies rotas, y siendo forzado a rogar por sobras de comida de su padre y sus amantes. Como resultado, había llegado a considerar el concepto de héroes, así como las varias historias en las que aparecían como ridículo desde el fondo de su corazón.

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Una persona así no podría existir.

Si existiera alguien que enmendara las injusticias del mundo, entonces el dolor y pena de Kaito—o más bien, su existencia misma—debieron haber eliminados hace mucho.

Irónicamente, la crueldad y dolor acumulado dentro de Kaito sirvió para desacreditar la posibilidad de que los héroes existían. En cierto modo, jugó el rol de un villano, ya que su propia vida era la personificación de cuán inexistentes y sin sentido eran los héroes en el mundo.

Hasta el día en que fue estrangulado hasta la muerte, esa percepción de Kaito nunca ha cambiado.

Además, su nuevo mundo estaba desprovisto también. Mientras era un mundo fantástico rico en espadas y brujería, la tierra estaba plagada de demonios. No habían cruzados nobles o campeones legendarios.

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La única persona peleando era la Torture Princess, una pecadora sin igual.

Era absolutamente malvada, de pie en la cima de un montón de cadáveres—pero esos que aplastaba eran aún más malvados que ella.

Kaito Sena despreciaba a los héroes.

Sin embargo, en lo que respecta a los villanos, lo mismo no aplicaba necesariamente.

***

 

 

Kaito estaba sobre una silla simple en la habitación de piedra. Tenía círculos oscuros bajo sus ojos.

Como una recreación de la escena anterior, Elisabeth estaba acostada en la cama delante de él. Las runas carmesíes arrastrándose por su cuerpo se habían agrandado aún más, cubriendo su pálido cuerpo como escaramujos. Periódicamente, soltaba febriles y doloridos gemidos. Cada vez que lo hacía, Hina, que estaba de pie lista junto a su cabecera, se ponía un poco rígida.

Aparte de limpiar diligentemente el sudor de Elisabeth, había poco que podía hacer.

Unos días habían pasado desde que habían regresado del pueblo portuario y liberaron a los dos niños a sus parientes, que habían venido junto a los miembros de la Iglesia. Sin embargo, a pesar de los devotos cuidados de Hina, Elisabeth no había recuperado la conciencia. Impotentes, todo lo que Hina y Kaito podían hacer era esperar a que despertara.

No poder hacer nada apesta.

Sobre su silla, Kaito puso fuerza en sus palmas cruzadas. Su herida había sanado adecuadamente, y el poder que había conseguido temporalmente se había desvanecido. Ya no sentía la sensación de la cola del perro negro en su piel.

Kaito todavía no le había hablado a alguien sobre lo que había pasado en ese entonces. Hina había lanzado varias miradas inquisitivas en su dirección, pero finalmente decidió enfocarse en cuidar a Elisabeth. Habiendo estado de acuerdo con su decisión, Kaito había mantenido su boca cerrada.

Mientras miraba fijamente el delgado y rodeado de carmesí cuerpo de Elisabeth, soltó el mismo murmullo que numerosas veces antes.

“………Elisabeth.” “………Discuulpen.”

De repente, los dos escucharon la voz de una tercera parte.

Hina agarró su alabarda del suelo y se puso de pie*. Mientras lo hacía, Kaito fluidamente sacó un cuchillo de su bolsillo y lo presionó contra su palma. Sin embargo, la presencia en el otro lado de la puerta simplemente se quedó quieta, inmóvil. Kaito y Hina inclinaron sus cabezas.

[Nt: Aquí utiliza “snap to her feet”, lo tomo como “lo hizo de repente/de golpe”.] Por alguna razón, la otra parte parecía asustada.

“Hina, ¿puedes manejar esto?”

“Por supuesto. Amo Kaito, deberías estar de pie en alguna parte en la que no seas visible de la entrada.”

Después de confirmar que Kaito se había puesto a cubierto, Hina se acercó a la puerta y rápidamente la abrió de golpe. Balanceo su alabarda, presionando la exactamente contra el cogote de su cuello. La masa negra levantó sus manos en alarma.

Una voz afligida gritó desde debajo de una capucha.

“¡Yo—yo vengo en paz! ¡Soy un transeúnte y un aliado! ¡Soy su humilde Butcher, amigo de glotones y mendigos por igual! ¡Traigo deliciosa carne! ¡Así es, soy yo!”

“Oh, hey, es el Butcher.” “¡Yo amigo!”

“Por favor relájate. Lamento mucho mi conducta. Sin embargo, um…creo que, debido a la pobre condición de Elisabeth, solicitamos suspender las entregas por el momento.”

Hina inclinó su cabeza al costado. El Butcher asintió con la cabeza en consentimiento. Lentamente bajó sus manos y luego trajo la gran bolsa cubierta de parches con forma de X que constantemente llevaba con él a la habitación.

Quizás en alivio, agarró su pecho mientras le echaba un vistazo adolorido a Elisabeth.

“Oh, pobre Madame Elisabeth… ¿Cómo pudo convertirse en esto una dama con tanto vigor?”

“Lo siento, pero aún no ha despertado. Si viniste a desearle suerte, entonces no tienes suerte.”

“No, esa no era mi intención. Vine aquí en una entrega—para entregar carne.” “Pero suspendimos…”

La respuesta de Hina transmitió completamente su desconcierto. Sin embargo, el Butcher sacudió su cabeza de un lado al otro.

“En efecto, mi encantadora Ms. Maid, ustedes hicieron tal petición. Pero si Madame Elisabeth despierta y se encuentra sin carne fresca a mano, creo que estaría extremadamente decepcionada.”

“…Mr. Butcher.”

“Es deshonroso para un carnicero permitir que un cliente pase hambre. He traído sus selecciones habituales conmigo, y en cuanto al pago… Si se echa a perder antes de que Madame Elisabeth se encuentre capaz de comerla, renunciaré al pago.”

“Butcher, hombre, tú…”

“Madame Elisabeth es una cliente muy fiel mía. Y me trae gran alegría cuando grita, ‘¡Es delicioso!’ como ella lo hace. Rezo para que se recupere rápidamente para que pueda comer carne todo lo que le apetezca una vez más.”

Tirando del borde de su capucha con timidez, el Butcher bajó la mirada y susurró rápidamente. Kaito y Hina se miraron el uno al otro en sorpresa. Luego le hablaron al Butcher, sus ojos llenos de emoción.

“Mi más profundo agradecimiento, Mr. Butcher. Como la eterna amante y sirviente del Amo Kaito, el espíritu con el cual realizas tu deber ha resonado profundamente dentro de mis engranajes. La sola idea es suficiente. Gustosamente pagaré la tarifa con mi sueldo, así que por favor acéptala.”

“No, yo la pagaré. Gracias, Butcher… Estoy seguro que Elisabeth estará encantada.”

“No, no, no, simplemente estoy haciendo mi trabajo. ¡Hee-hee-hee, huzzah, huzzah! ¡Éxito!” “Aguanta ahí.”

El Butcher bailó alrededor en deleite. Dándose cuenta de que probablemente había previsto este giro de eventos, Kaito lo miró con ojos medio muertos. Sin embargo, después de bailar y sacudir su trasero alrededor en alegría, el Butcher de repente se detuvo con una expresión seria.

“Ahora, ahora, ustedes dos. ¡Realmente no necesitan llevar expresiones tan tristes! Conociendo a Madame Elisabeth, ¡volverá a ponerse de pie en cuestión de segundos! ¡Ah, así es, también tengo un regalo* para ella!”

[Nt: ¿Han hecho un regalo tipo “recupérate pronto”? Ese es el tipo de regalo que el Butcher entrega aquí, sólo no sé cómo traducirlo.]

El Butcher rebusco en su bolsa. Al final del día, parecía que su preocupación había sido real. Kaito y Hina vigilaron sus acciones afectuosamente. Al momento siguiente, sin embargo, sus rostros se congelaron.

El Carnicero había sacado un grande y caído corte de carne color morado. “¿No están sorprendidos? ¡Es hígado de trol!”

“Fuera de aquí.”

“Dicen que hacer que el cuerpo crezca grande y fuerte.” “Ahora suenas como un estafador.”

“¡No soy un estafador! ¡Soy un carnicero! ¡Todo lo que vendo es tan genuino como puede serlo!”

“Ah, pero mis queridos colegas, ¿no dicen que algunas cosas son problemáticas precisamente porque son genuinas?”

Esta vez, seguro, Hina agarró su alabarda, y Kaito cortó su palma.

Hina se posicionó para proteger a los otros tres. Mientras él protegía a Elisabeth y al Butcher, Kaito se giró hacia la ventana de la cual había escuchado la relajada y masculina voz.

En algún momento, sus persianas de listones se habían abierto, y el hombre responsable de entrometerse en la conversación estaba sentado en su marco. El hombre extraño tenía vendajes por todo su cuerpo, y estaba presionando las suelas de sus pies juntas. Levantó su sombrero de copa alta.

“Mis dis-disculpas, ¿este es un mal momento?”

El hombre era extrañamente delgado. Aparte de los endurecidos vendajes de aspecto sucio y el sombrero de copa alta, no llevaba nada. Su boca, la cual se asomaba apenas por debajo de los vendajes, se curvaba en una sonrisa en forma de media luna mientras se presentaba.

“¡Yo, mis queridos colegas, soy el Marqués! ¡Me disculpo por este estado indecoroso en el que estoy! Estuve en el extremo receptor de algún cas-ti-go de nuestra encantadora Majestad el G-g-gran Rey, ¿ya ven? ¡Que se vayaaaaaaaaaa a la mieeeeeeeerda esa perra infernal! ¿Maldita, maldita, maldita, maldita? ¡Maldición! ¡Maldita sea! Mi-mis disculpas.”

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El Marqués dio una rápida reverencia. Una aguja plateada con forma de cerebro estaba brillando en su nuca.

Piel de gallina corrió por la espina dorsal de Kaito. Al examinar más de cerca, la piel del Marqués bajo sus vendajes estaba horriblemente quemada. Sus blancos vendajes estaban manchados de amarillo con fluidos corporales, su cabello estaba ausente, y sus ojos estaban expuestos e hinchados. Pero lo que asustó a Kaito y Hina más que los detalles de su castigo fue su nombre.

Como van los catorce demonios, el Marqués está bastante alto.

No era un rival del que los dos pudieran esperar hacerse cargo. Aun así, se pusieron de pie frente a la cama para proteger a Elisabeth y al Butcher. Su voz ronca por la tensión, Kaito expulsó un ruido desde la parte de atrás de su garganta.

“¿Qué quieres, Marqués?”

“Ha-ha-ha-ha-ha, ho-ho-ho-ho-ho, ¿heave*-ho? ¡Eep!”

[Nt: No estoy seguro del todo, tiene muchos significados, pero creo que sería “vomitar”.]

Mientras cantaba, el Marqués saltó del marco de la ventana y cayó habladoramente al suelo. Luego se sacudió por todas partes, como un perro callejero. Inmediatamente después, sin embargo, se levantó derecho, como si fuera tirado por una cuerda, y colocó una mano en su pecho.

Kaito entrecerró sus ojos. Algo estaba saliendo de debajo de los vendajes.

¿Hay algo insertado en su pecho?

“P-p-p-p-p-p-p-por favor miren, si ustede— ¡No, no, no, alto, alto, me detendré, me detendré, perdón, perdónenme, haré lo que gea, por favor, no, alto, aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaargh!”

Mientras pronunciaba palabras de reticencia y gritos feroces, el Marqués agarró la cosa saliendo de su pecho y la tiró hacia delante sin detenerse. Ante los ojos de Kaito y Hina, ambos aturdidos en silencio, se arrancó a si mismo desde su pecho a su entrepierna y sacó algo rectangular. Era un tocador, y no uno pequeño, además, adornado con una cadena como serpiente.

“Gah… Ack, argh… Blergh…”


Sangre y órganos hechos puré gotearon del marco del espejo.

Mientras el Marqués echaba espuma por la boca y vomitaba mucosidad, usó lo último de sus fuerzas para poner en pie el tocador sobre el suelo. Probablemente se le había aplicado magia a su herida de antemano, ya que inmediatamente se selló.

Todavía apoyando el tocador, el Marqués se desmayó, sus ojos puestos en blanco.

El espejo estaba sucio, cubierto de su sangre y grasa. De repente, una luz ominosa ardió dentro de él. Luego una figura escarlata apareció. Vítores, música alegre, y lo más distintivo de todo, una seductora voz femenina resonó.

“¿Entonces esta cosa está encendida? Oh, ¿todavía no? ¿Es así…? Siento como si debió haberse activado adecuadamente. ¿Estás seguro? ¡Dios mío, mi, está encendido!

¡Idiota, he terminado contigo! Entonces, ¡largo! …Y en cuanto a ti, Elisabeth, ¿cómo estás? Siento mucho todo el escándalo.”

El Gran Rey sacudió su abanico de plumas de cuervo y sonrió. Sin embargo, parecía disgustada con la imagen que estaba proyectando y movía su cabeza alrededor en búsqueda de un ángulo que mostrara mejor su belleza. Cada vez que lo hacía, los abundantes pechos asomándose de la parte superior de su vestido se meneaban precariamente.

Tan despreocupado como era su comportamiento, su presencia era tan siniestra como siempre.

“…Fiore, el Gran Rey.”

Kaito gimió en tono bajo. La sangre y grasa estaban pegados particularmente gruesos cerca de los bordes del espejo, así que no podía tener un buen juicio de los alrededores del Gran Rey. Sin embargo, parecía haber una gran multitud de personas detrás de ella.

Él no podía decir qué estaba pasando, pero ocasionalmente escuchaba voces gritando alabanzas del Gran Rey.

Finalmente, satisfecha con el ángulo de su rostro, el Gran Rey asintió con la cabeza. Ajustó su cabello y luego suspiró.

“Oh, tenía la introducción perfecta preparada y todo…pero supongo que las cosas no siempre van de acuerdo al plan. En todo caso, tenía algo que discutir contigo, así que hice que trajera un espejo para mí. ¿Sigue con vida por ahí? Si no está demasiado incontinente*, ¿serían tan amables de alabarlo por mí? Su capacidad de controlar mentes es similar a la mía, y encima de eso, es bastante narcisista. Es un chico muy malo, que rara vez hace lo que se le dice. Recientemente, sin embargo, ha estado sirviendo como un chucho** bastante obediente. Realmente estoy bastante agradecida.”

[Nt: *Que tiene un deseo sexual exacerbado o desenfrenado. **Es otra manera de decir perro.]

Su voz sonando verdaderamente agradecida, el Gran Rey inspeccionó la sangre corriendo por el espejo desde su lado opuesto.

Los vítores detrás de ella se habían vuelto notablemente más ruidosos. Se giró y luego saludó con la mano y lanzó un beso en el aire. Luego se giró de nuevo hacia el espejo antes de juntas sus manos delante de su rostro.

“Ah, así es. No debo dejar que los esfuerzos del Marqués se desperdicien, así que realmente debería ir al punto. Con el segundo Sacrifice habiéndose establecido exitosamente, planeo tomar al Marqués ahí, el Gran Marqués, y más de mil de mis subordinados y familiares y con valentía atacar tu castillo—pero eso te causaría algunos problemas, ¿no es así, Elisabeth?”

El Gran Rey sonrió dulcemente e inclinó su cabeza al costado. Sus ojos llenos de compasión, cerró su abanico de golpe. Luego, con la elegancia de una emperatriz, el Gran Rey Fiore lo apuntó directamente al espejo e hizo su arrogante invitación.

“Huir no te hará ningún bien. Te rastrearé hasta los confines de la tierra, ya ves. Eres un pez en mi anzuelo, y como tal, tengo una proposición para ti. Dobla la rodilla y sírveme, pequeña princesita. Dudo que escucharías adecuadamente mis órdenes y si te clavara una aguja, así que simplemente te aceptare como eres. Serías una mascota excelente. Amo a todos los que son fuertes, no solo a los hombres, y tú…tú no estás mal.”

Según el Gran Rey, ese era probablemente uno de los mayores cumplidos que podía dar. Kaito y Hina fruncieron el ceño y se miraron entre sí. Despreocupada por sus reacciones y el silencio de Elisabeth, el Gran Rey siguió.

“De hecho, incluso te permitiré traer esa autómata como un dote*. En cuanto al chico amante, podría prescindir de él, pero estoy segura de que puedo encontrar algún lugar para guardar un trozo de basura o dos. Y te trataré. Después de todo, ahora que lo pienso, eres la amada hija de mi querido amigo Vlad. Te querré desde tu cabeza hasta la punta de tus pies, como si fueras mi propia hija.”

[Nt: Conjunto de bienes o dinero que la mujer aporta al matrimonio.] “Esa no es la clase de cosas que se supone que le digas a tus hijos.”

“Aunque le tengo cariño a Lady Elisabeth, soy la maid del Amo Kaito y solo del Amo Kaito.”

Hina y Kaito hablaron simultáneamente. Sin embargo, el Gran Rey no les prestó atención alguna.

Fuertes voces de elogio resonaron una vez más desde detrás de ella. Se giró hacia ellas y las saludó con alegría. Mientras lo hacía, la sangre y grasa manchando el espejo gotearon perezosamente sobre el suelo.

Luego el Gran Rey se giró de nuevo hacia el espejo. Al ver su rostro, Kaito frunció el ceño por reflejo.

Su expresión había cambiado tan drásticamente que él casi pensó que ella era una persona diferente. Cuando habló, sus rasgos se veían tan elegantes que le recordó a La Guillotine.

“Ahora entonces, Elisabeth, suficiente con las tonterías. Hablemos seriamente.”

El Gran Rey inhaló silenciosamente y luego tomó su tiempo antes de seguir hablando seriamente.

“La Iglesia no te salvará. Morirás. Te mataré, y morirás. ¿Por qué, entonces, sigues insistiendo en pelear? Tienes el derecho de manchaste profundamente hasta el hueso con el mal y el poder para hacerlo, también.”

Sus pensamientos inescrutables, habló en un amable tono maternal.

“…Quizás una historia sea apropiada. Cuando era niña, un tonto jardinero de buen corazón me llamó la atención.”

De repente, la superficie del espejo se desestabilizó. Una joven deprimida y un jardinero con un rostro que parecía prácticamente una rana aplastada—pero con una simple y genial expresión—apareció en ella.

La voz del Gran Rey continuó.

“Días tras días, los adultos en mi vida me bañaban con dulces y afectuosas mentiras. Odiaban a mi padre, que se había vuelto rico de repente, pero sin importar qué pasaba, le lamían las botas y constantemente lo visitaban, sin embargo. Yo era como una pequeña reina. Sin importar qué hacía, la gente a mi alrededor nunca me regañaba…pero sólo él lo hizo, y para compensarlo, nunca me mintió. ‘Si hace cosas malas, el castigo seguro llegará, joven señorita.’ ‘Dios siempre está mirándola, así que debe tratar de ser una buena persona.’ Oh, qué tonterías me decía. Pero me gustaba eso de él… Oh, lo hacía.

Risible, ¿verdad? Me gustaba eso de él.”

El Gran Rey habló en una voz sumisa, casi como si estuviera avergonzada. Al momento siguiente, sin embargo, un sombrío espectáculo se proyectó por la superficie del espejo.

El hombre de antes había sido desnudado y colgado de un árbol. Su cuerpo estaba hinchado tan gravemente que parecía una hogaza de pan recién horneado. Había sido golpeados por todas partes y se estaba muriendo.

Una joven llevando dulces estaba viéndolo aturdida. La canasta en sus brazos tenía suficientes dulces horneados para dos, así que parecía que ella había estado planeando compartirlos con alguien.

“Pero murió después de ser incriminado por un crimen por los otros sirvientes. Dijeron que había robado el peine de oro de mi madre y salió detrás de mujeres con las ganancias de venderlo… Qué tontería. Ningún otro hombre era tan conservador y devoto como él, pero…nadie les prestó atención a las torpes explicaciones de ese hombre no atractivo.”

La canasta se cayó, y los dulces horneados salieron disparados. Rodaron, acumulando tierra del suelo mientras avanzaban.

Luego la imagen se desvaneció. El Gran Rey regresó al marco.

Sus labios estaban torcidos muy ligeramente, y sus ojos entrecerrados, como si estuviera al pasado distante. Sin embargo, finalmente sacudió su cabeza ligeramente de un lado al otro, como diciendo que no tenía sentido llorar sobre la leche derramada.

“Es un pequeño cuento trivial. Pero, como una fábula, la encuentro siempre muy relevante. Elisabeth, algún día tú, también, lo entenderás. No importa cómo nos divirtamos, vivamos nuestros días, y muramos, eso es todo lo que hay en el mundo. El bien, el mal—es todo lo mismo. Nadie los elogiará, y nadie nos castigará. Y para el mundo que te condena y luego se rehúsa a recompensar tus esfuerzos…no puedo soportar quedarme de brazos cruzados y mirar.”

El Gran Rey luego llevó su historia a un repentino y de alguna manera solitario final.

“Me recuerdas a mí misma, en mi juventud.”

Después de escuchar lo que ella tenía que decir, Kaito tragó saliva. Sus pensamientos se alineaban con los de él, aunque sólo un poco.

La Torture Princess tenía que expiar. Y merecía morir grandiosamente sobre la pila de cadáveres que había creado. Pero, ¿en verdad el castigo fue diseñado para empujar todas las responsabilidades sobre ella y luego apartar la mirada?

Yo, por mi parte, no creo que así sea… Y tiene razón. No puedo soportar quedarme de brazos cruzados y mirarlo, tampoco.

Kaito mordió un poco su labio. Elisabeth aún no había respondido siquiera una vez. Aun así, el Gran Rey terminó de hablar. Se dio la vuelta, y su vestido de miriñaque se sacudía mientras se marchaba.

Tirados por sus anillos, varios subordinados la siguieron.

El espejo se había despejado, y la escena detrás de ella finalmente era visible. “¡—!”

Cuando la vio, Kaito suprimió un intenso deseo de vomitar.

El Gran Rey estaba dentro de una enorme capa de circo. Incontables hombres y mujeres clamaban desde el público. Estaban llorando, aplaudiendo fervientemente, y gritando los elogios del Gran Rey.

La mirada de la audiencia estaba concentrada en un escenario circular, sobre la cual estaba un carrusel. Estaba decorado tan pintorescamente como un pastel, y las personas montando sus caballos crin de cuchilla tenían sus bocas llenas con alambres de púas. Un subordinado con una bolsa sobre su cabeza estaba suministrando la energía del carrusel y cambiando la velocidad a la cual giraba la manivela del carrusel por capricho.

Cada vez que los caballos de madera se alzaban y bajaban de golpe, las oscilaciones de los cuerpos de sus víctimas hacían que sus cortes se hicieran más profundos y fuentes de sangre se derramaran.

Los hombres y mujeres en la audiencia levantaron su voz frenéticamente. Sin embargo, una de ellos levantó su voz un tiempo demasiado tarde, posiblemente debido al shock. Un subordinado la arrastró al escenario. Sus feroces gritos fueron interrumpidos cuando su boca fue llenada completamente de alambre de púas.

El Gran Rey se dio la vuelta. Las cadenas en sus manos sonaron cuando las levantó para hacer un gesto al infierno detrás de ella.

“El bien, el mal—es todo lo mismo.”

“¡Es un monstruo!”

Kaito se retractó de lo que había pensado antes. No podía estar de acuerdo con nada de lo que salía de la boca de esa mujer.

Cualquier que disfrutara un espectáculo como ese era despreciable. Kaito podría haberlo dicho en voz alta. Sin embargo, no había nadie ahí con el poder de transmitir la verdad de esas palabras a esa arrogante mujer.

El Gran Rey habló bajo, como si estuviera mirando desde arriba a la humanidad como si fueran gusanos.

“Tenemos el derecho a oprimirlos, Elisabeth.”

“¿Qué te crees que eres, un dios?”

Un agudo ruido sonó, y una lanza atravesó la cara del espejo. Fragmentos destrozados de plata brillaron mientras bailaban por el aire.

Despertado por el impacto, los dedos del Marqués se arañaron contra el suelo de piedra cuando tomó el ataque después de que pasó por el espejo. De alguna manera logró permanecer de pie, apoyando el tocador todo el tiempo. Desde más allá de la superficie agrietada del espejo, la sonrisa del Gran Rey se hizo aún más profunda. La imagen que ahora mostraba estaba bastante torcida, y una voz fría se le vino encima a ella.

“Nadie posee ese derecho. Ni tú, ni yo, ni las personas, ni reyes, ni dioses lo poseen.”

Cuando volvió su mirada hacia la fuente de esa contundente declaración, Kaito soltó un suspiro de alivio.

Una hermosa mujer estaba de pie sobre la cama, tan afilada como una cuchilla. “Elisabeth.”

El vestido de bondage que llevaba, hecho de su maná, parecía estar a punto de disolverse. Su tela negra, la cual apenas cubría su cuerpo, colgaba en el aire con la incertidumbre de una sombra. Su piel estaba aún más expuesta que de costumbre, y estaba cubierto de las invasivas runas carmesí. Sin embargo, su cuerpo violado no la detuvo de menospreciar al Marqués.

Chasqueó su lengua y luego siguió una diatriba disgustada.

“¿Y quién estás diciendo que fuiste en tu juventud? Qué broma, Gran Rey. Ten cuidado de no malentenderme. Recompensas de este mundo no tienen nada que ver con mis acciones como al Torture Princess. Todo lo que hago es pagar la cuenta por el plato que dejé bien limpio, el plato cubierto con carne y sangre y placer. Una cerda cebada como tú que se niega a reconocer la aniquilación esperando al final de su camino de matanza y tiranía no tiene derecho a hablar.”

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“Elisabeth, tú…”

“¿Por qué no has logrado darte cuenta? El bien y el mal—¿todo lo mismo? Qué risa. El mal lleva con la retribución. Lo que intentas representar como la verdad del mundo no es nada más que tu propia arrogancia.”

Elisabeth miró fijamente al Gran Rey, su mirada llena de profundo y frígido desdén.

Con su animosidad tan al descubierto como la de un lobo, la autoproclamada cerda continuó.

“No uses el pasado para justificarte. Todo lo que haces es tomar un solo aspecto conveniente de él y hablar como si fuera una verdad unilateral. Sabes, Gran Rey, me compadezco de ti. ¿Tú no puedes soportar quedarte de brazos cruzados y mirar? Ahórrame tu misericordia. Si deseas atormentarme, entonces hazlo. Si deseas matarme, entonces hazlo. En cualquier caso, mi muerte será una cruel y solitaria. Que así sea. Sin embargo, no tengo ninguna intención de pasar en silencio. Si cortas mi cabeza, me agarraré con mis dientes y te desgarrare miembro por miembro.”

Su posición era abrumadoramente desventajosa, y el rostro de Elisabeth se contorsionó aún más.

Con una sonrisa, la misma imagen del mal, hizo una declaración más.

“¡Lo estoy deseando, Su Majestad el Gran Rey! ¡Veamos hasta dónde el rostro de una arpía que obliga a otros a elogiarla puede retorcerse!”

“…No te pongas tan arrogante al recibir una pequeña muestra de amabilidad, chiquilla.”

La máscara del Gran Rey despiadadamente se despegó. Su hermosa, compuesta, llamativa pero ostentosa expresión se había desvanecido.

Cuando se giró hacia Elisabeth, su siniestra apariencia en verdad le venía bien al demonio que ella era.

“Haré una declaración, entonces. No te dejaré morir pacíficamente—te estrujaré, violaré, arrancaré tus intestinos mientras aún vivas, los pondré de vuelta, y te daré todos los dolores que este mundo tiene para ofrecer hasta que desesperadamente ruegues y supliques, maldiciendo tu propia existencia.”

“¡Espléndido, qué final tan apropiado para una torturadora! Pero mientras te diviertes, el mundo sin duda te devolverá el golpe…y yo no lo haría de otra manera, Gran Rey. Aquí en mi castillo, esperaré mi muerte y que tu sangre sea derramada.”

“¡Ladras bien! Espero que no te arrepientas de esto, Elisabeth Le Fanu.”

El Gran Rey chasqueó sus dedos, y la luz se desvaneció de la superficie del espejo.

Cuando lo hizo, el Marqués se lanzó hacia delante. Todo su cuerpo tembló y convulsionó mientras se arrastraba sobre sus manos y rodillas. Sin embargo, de repente colocó sus manos en el suelo y luego saltó alto en el aire como un saltamontes.

Preocupados de que estuviera planeando vomitar su corazón, Kaito y Hina levantaron sus guardias. Sin embargo, el Marqués exitosamente aterrizó en sus pies, dio una profunda reverencia, y comenzó a caminar torpemente hacia la ventana.

Hina apuntó su alabarda a su espalda, pero luego la bajó. Kaito asintió con la cabeza, concordando en que había tomado la decisión correcta.

El Marqués tiene el poder de controlar mentes. Honestamente, no estoy seguro de que si puede usarlo mientras el Gran Rey lo está controlando, pero…no deberíamos atacarlo descuidadamente.

El Marqués trepó rápidamente el marco de la ventana y luego desapareció de la vista como si se hubiera caído.

Al mismo tiempo, Elisabeth se desplomó sobre una rodilla sobre la cama, su poder se gastó. Kaito y Hina jadearon.

El primero en reaccionar había sido el Butcher. Había saltado de los estantes en los que se había ocultado para apoyar a Elisabeth. Gritó mientras sostenía sus hombros en sus escamosos brazos.

“¡Madame Elisabeth, por favor despierte! ¡Mire, soy yo, el Carnicero! ¡Su amistoso vecino el Butcher la tiene! ¡Vamos, Mr. Dim Witted Servant, Ms. Encantadora Maid, dense prisa!”

“¡Ya voy! ¡Elisabeth, ¿estás bien?!”

“¡Lady Elisabeth, por favor no te sobre exijas! ¡Debes acostarte!”

“Mis disculpas. Les he causado problemas a todos ustedes… Estas runas en verdad son un fastidio.”

Elisabeth se acostó en la cama, y Hina se colocó una manta encima. Mientras su cabeza se hundía en su almohada, Elisabeth miró a los dos sirvientes.

Su rostro se iluminó un poquito. Por un instante, sus ojos se ablandaron con la inconfundible forma de una sonrisa.

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Soltó un pequeño suspiro. Habló en voz baja, casi como si fuera un rey envejecido despidiendo a un importante consejero.

“La situación es como la escuchaste. Más de mil enemigos ahora se dirigen al castillo. Tengo la intención de luchar, pero no deseo que ustedes se mezclen en él. Si desean huir, entonces háganlo. He vivido la solitaria vida de un lobo, y moriré la patética muerte de una cerda. Todo sin ayuda. No hay necesidad que todos ustedes vengan conmigo—pueden echar mano de cualquier riqueza que gusten mientras se van.”

“¡¿De qué estás hablando, Elisabeth?! ¡Eso no tiene sentido!” “Estoy de acuerdo. ¡Piensa en lo que dices, Lady Elisabeth!”

“Hina, me has servido bien. No olvidaré tu deliciosa cocina, ni cuán devotamente me cuidaste… De ahora en adelante, vive como desees, con tanta energía como tu corazón desee. No deseo más que la felicidad sobre ti… Y en cuanto a ti—”

Elisabeth entonces levantó la vista hacia Kaito. Resopló y luego habló en voz baja, pero con firmeza.

“Tonto… Completo imbécil…”

“Por Dios, Elisabeth, ¿incluso ahora, en este preciso momento*?”

[Nt: También puede ser “de todos los tiempos”, pero suena mejor así.] “Tuviste la fortuna de obtener una segunda vida… Solo ya basta. Está…bien.”

Kaito tragó saliva. Una amable sonrisa se extendió por el rostro de Elisabeth ante él. “Has hecho suficiente.”

Por un momento, Elisabeth se estiró. Justo cuando sus elegantes dedos estaban a punto de tocar la herida que Kaito había infligido en su palma, sin embargo, se detuvo y apretó firmemente su propia mano.

Mirando fijamente a Kaito y Hina, siguió hablando en una distante y vaga voz.

“No se dejen encadenar por nada… Sirvan sólo…a ustedes mismos… Es…lo mejor. Yo…”

Sus párpados cayeron lentamente. Kaito y Hina—Kaito en particular—se tragaron las palabras que estaban brincando en sus bocas. Elisabeth, como en un sueño, siguió hablando, sus ojos huecos.

“Maté, maté… Y sigo matando… Mi padre, los…demonios…” Luego suavemente se quedó dormida.

Incluso asaltada por el dolor y la extrema fatiga, había rechazado la invitación del Gran Rey. Cayó de nuevo en un estado comatoso. Mientras miraba su rostro durmiente, Kaito rechinó sus dientes tan fuerte que podrían haberse roto.

Desesperadamente luchó contra sí mismo para evitar dejar salir la ira burbujeando en su pecho.

¡¿Qué quieres decir, no hay necesidad de que venga contigo?! ¡¿Qué quieres decir, he hecho suficiente?! ¡Aún nos queda tiempo de sobra juntos, ¿verdad?! ¡Te dije eso, ¿no es así?!”

“Y hey, el que me trajeras de regreso a la vida y me convocaras aquí debe haber sido algún tipo de destino… Así que hasta que empieces a caminar el camino al Infierno, probaré y me quedaré a tu lado mientras pueda, aunque sea el único.”

Kaito una vez le había dicho eso a Elisabeth.

Elisabeth moriría sola. Ni siquiera un demonio estaría a su lado en ese entonces. Pero quizás no sería tan malo que un humano se quedara a su lado hasta que ese momento llegara.

Durante la sangrienta vida de Elisabeth Le Fanu, estuvo acompañada por un solo y estúpido sirviente.

Y había otra importante verdad que recordó.

La Torture Princess encontraba placer en matar y masacrar a su gente. Quizás sus atroces actos, cometidos sin temor a Dios, fueron todos por el bien de extender su propia vida.

O quizás fueron por el bien de derrotar a su “padre,” cuyo poder y aliados habían crecido mucho más allá del punto donde cualquier persona normal podría resistirse a él.

Sus motivos seguirían siendo un misterio. No los había dicho ni una vez.

“Mr. Dim-Witted Servant… ¿estás bien? Esa es una gran cara la que estás haciendo.”

“…Amo Kaito, perdóname, pero—” Hina y el Butcher le hablaron con cautela a Kaito. Sin embargo, no estaba escuchando. Apretó sus puños y luego arrancó a correr.

“¡Mr. Servant!”

“¡Amo Kaito!”

Kaito los dejó a los dos y a Elisabeth atrás cuando corrió y abrió la puerta. Corrió por el pasillo desierto. Su respiración era desigual, y sus ojos estaban ardiendo con pasión y clavados en el final del pasillo ante él.

Sintió que algo estaba mal.

No sabía qué era, pero sabía que había algo mal respecto a toda la situación.

***

 

 

El cielo gris se asomaba a través del agujero en el muro de la sala del trono. Estaba nublado de nuevo. Las gruesas nubes parecían el vientre de una ballena mientras se sentaban sobre los árboles.

Asediado por el húmedo viento y la tenue luz, Kaito estaba en el centro del suelo de la habitación sostenía un cuchillo sobre una de sus manos.

Extendió su palma, la cual se había abierto ligeramente durante el asalto del Marqués. Después de dar un corto asentimiento con la cabeza, deliberadamente hundió su cuchillo en el corte. El cuchillo se enterró en su carne con un horrible chapoteo. Después de cortar hasta la profundidad que necesitaba, sostuvo el cuchillo directamente sobre el suelo. Su sangre rebosante cayó en una línea sobre la piedra.

Usando su sangre como tinta, Kaito dibujó un símbolo rectangular. “—La (open).”

A su orden, la sangre fuertemente se transformó en llamas carmesí. El fuego ardió ferozmente sobre el suelo de piedra y luego se desvaneció sin dejar rastro. Una puerta negra pareció en su estela. Kaito no la tocó, pero se abrió por sí sola desde dentro como un reloj. Un espacio débilmente iluminado se extendía en su interior.

Era la entrada a la Tesorería de Elisabeth. “Oh, bien, eso funcionó. Buena esa yo.”

Kaito soltó un suspiro de alivio. Había visto antes cómo Elisabeth abrió la Tesorería. Sin embargo, solo eso no había sido suficiente para dejarlo abrirla. A pesar de eso, sin embargo, había confiado espontáneamente en su intuición y se las arregló para abrirla.

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Elisabeth había dicho que “todo lo que se necesita para volverse capaz de usar magia es un pequeño detonante.” Hasta entonces, siempre que había estado al borde de la muerte, su alma había resonado con el poderoso maná en su sangre y reproducido sus recuerdos*.

Ahora que era capaz de llamar el maná en su sangre que había fluido dentro de su cuerpo, quizás algo de información espontáneamente había pasado a través de ella.

[Nt: Aquí con maná, recuerdos y sangre, se refiere es a Elisabeth, no a Kaito.]

Kaito dio un paso dentro de la Tesorería. Pasos rectangulares flotaban en la oscuridad a intervalos fijos, formando una suave espiral. Cuando miró hacia abajo desde el borde, nada más que los pasos eran visibles. Un tibio viento simplemente sopló hacia arriba. Kaito asintió con la cabeza una vez y luego saltó al segundo escalón.

“Aquí vamos.”

Las escaleras no tenían barandales, pero Kaito dio zancadas amplias y resueltas hacia abajo. Después de un breve tiempo, basura y dispositivos de tortura comenzaron a entrar a la vista alrededor de él.

“… ¿En algún lugar de por aquí tal vez?”

Kaito se detuvo y luego comenzó a buscar algo. La cosa que estaba buscando era algo que no se usaba incesantemente pero no demasiado ocasionalmente, tampoco. Elisabeth probablemente lo había tirado en los niveles superiores de la Tesorería.

Con el tiempo, Kaito vio su objetivo a los pies de una sangrienta y oxidada Iron Maiden.

Era un orbe hecho de papel fino, un dispositivo mágico que la Iglesia había usado para contactar a Elisabeth cuando le estaban ordenando realizar la subyugación del Káiser.

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“Bien hecho. Ahora, en cuanto a encenderlo… Aunque incluso si puedo, no hay ninguna garantía de que se conectará…”

Kaito nerviosamente lo puso sobre su palma manchada de sangre. La sangre se impregnó en él, convirtiendo el papel en carmesí. Sin embargo, de repente hizo un ruido y luego regresó a su tono original de blanco.

La sangre se había desvanecido, pigmento y todo.

El orbe entonces comenzó a emitir una luz azul pálido, como si hubiera usado la sangre desaparecida como una fuente de energía.

Luego flotó en el aire, brillando cuando comenzó a girar. Finalmente, una figura apareció en la superficie del orbe.

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Habiendo ganado la primera de sus apuestas, Kaito apretó su puño. La transmisión se había conectado con alguien. El siguiente problema era a dónde y a quién se conectó. Kaito intentó descifrar quién era la figura. Sin embargo, la imagen era borrosa, como si estuviera cubierta de una capa de niebla, y era difícil siquiera descifrar sus rasgos.

Kaito forzó sus ojos frenéticamente, sabiendo que, si podía al menos ver la parte delantera de su cuello, probablemente sería capaz de decir si era un miembro de la Iglesia o no.

Mientras estaba haciendo eso, la figura de repente habló bruscamente. Kaito reconoció esa voz excesivamente característica.

“… ¿Qué asuntos tienes, Elisabeth?”

“Godd Deos*… ¿De verdad? Mierda, parece que saqué un ganador.” [Nt: No recuerdo que fuera así el nombre, pero bueh.]

Kaito murmuró asombrado. Parecía que había contactado con éxito a la persona que había esperado.

Godd Deos era una cabeza ejecutiva de la Iglesia y la persona únicamente responsable de tratar con Elisabeth. Kaito dudaba de que fuera el tipo de persona con la que uno aleatoriamente podría ponerse en contacto. Parecía que su hipótesis—que el orbe era una pieza especial de equipo de comunicación mágico, un producto raro con un link directo a Godd Deos—había sido correcta.

Godd Deos también fue la persona que había pasado la orden de creer en la promesa de Elisabeth de no formar un contrato con un demonio, prometiendo que en el improbable evento en que lo hiciera, ofrecería su propia vida para sellarla. Muy posiblemente era la mejor persona a la que hacerle una solicitud respecto a la pobre condición de Elisabeth. Sin embargo, también era la persona que le había ordenado derrotar al Káiser, diciéndole que hiciera algo bueno por el mundo antes de que muriera.

Kaito respiró hondo. Sin embargo, antes de que pudiera hablar, Godd Deos habló en su habitual voz calmada y dudosa.

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“Esa voz no es la de Elisabeth. ¿Quién eres?”

“Soy el sirviente de Elisabeth, Kaito. Kaito Sena.”

“Ah, el ‘Alma Buena’ que Elisabeth convocó de otro mundo. ¿Qué asuntos tienes conmigo? ¿Obtuviste el permiso de Elisabeth antes de usar mi precioso orbe?”

“Godd Deos, Elisabeth está en condición crítica ahora mismo. Por favor escúchame. Su muerte les causaría problemas a ustedes, ¿verdad?”

“Dame detalles.”

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