Rakuin no Monshou (NL)

Volumen 12

Capitulo 1: Sombra Reptante

Parte 1

 

 

—Tan duro…

La voz temblorosa se deslizó por el frío suelo de piedra. Transparentes lágrimas goteaban hacia abajo como persiguiéndola.


—He intentado con todas mis fuerzas olvidar ese día. Decirme a mí misma que todo fue sólo un sueño. Que tuve un dulce sueño sobre la promesa de un futuro feliz con alguien. Luego tuve una pesadilla que lo rompió todo en una noche. Por fin, de verdad, me estaba convenciendo de que… Aunque por fin empezaba a olvidar… Cuando apareció de nuevo delante de mí.

—…

La única que escuchaba el soliloquio de Layla era Vileena Owell. Tercera princesa de Garbera y prometida del Príncipe Heredero de Mephius Gil, se mantuvo firme mientras escuchaba la verdad detrás del pasado de Gil, sin poder interrumpir.

—Aunque me había causado tanto dolor, aunque me había empujado con indiferencia desde la cima de la felicidad hacia los fosos de la desesperación simplemente porque le parecía divertido hacerlo… parecía como si no me reconociera en absoluto. No sólo eso, la segunda vez que lo encontré, actuó como una persona completamente diferente del príncipe heredero que yo conocía.

Layla ya no estaba mirando a Vileena. Ella misma ya no sabía con quién estaba hablando. Era como si las palabras se derramaran junto con las emociones que brotaban de lo más profundo de su corazón, todo mientras sus hombros, labios y voz temblaban.

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—Ah, pero no es de extrañar —Vileena se sorprendió por la repentina sonrisa que apareció en los labios de Layla—. Murió. Mi padre le disparó y lo mató. Incluso para un príncipe heredero, una vez que su pecho es atravesado por una bala, no hay forma de volver a la vida. Es otra persona. Ese no puede ser el Príncipe Heredero de Mephius. Pero entonces… entonces, ¿por qué? ¿Por qué apareció alguien con su misma cara y tomó la identidad del Príncipe Heredero? ¿Para atormentarme de nuevo? ¿Aunque ya me han quitado todo, eso no fue suficiente? Entonces, ¿es por eso que Padre fue herido? O sino… no es por mí, ¿para engañar a la princesa? ¿Parece que le hace sufrir lo mismo que yo? No, no sólo a la princesa…

Algo presionó fuertemente contra la boca de Layla, bloqueando la voz en su interior.

Fue Vileena. Antes de que se diera cuenta, la princesa Garberana estaba abrazando a Layla contra su pecho. Todo el cuerpo de Layla tembló violentamente, exactamente como si estuviera rechazando a Vileena; pero la princesa le envolvió los brazos alrededor de la espalda con más fuerza y Layla, sollozando aún más amargamente que antes, presionó sus mejillas contra la chica más joven.

No era cierto, sin embargo, que mientras envolvía a Layla en su propia calidez, Vileena estaba tranquila. En este punto, era difícil creer que Layla estuviera mintiendo a propósito. Y sin embargo… que ”ese” Gil Mephius había impuesto su derecho a la primera noche a una chica del pueblo, y que el padre de Layla lo había matado de un disparo por ello – la ”verdad” que Layla le estaba diciendo estaba simplemente demasiado lejos de la realidad que Vileena conocía. Las contradicciones se desataron a través de su delgado pecho como una tormenta.

Murió… ¿Él… murió? Era un sentimiento con el que ella también estaba familiarizada. En Apta. No había sido capaz de creer que se habían separado para toda la eternidad. Y en realidad, Gil había regresado despreocupadamente como si nada hubiera pasado.

Entonces, ¿había circunstancias similares a la “verdad” de la que Layla hablaba?

Para ocultar la vergüenza de haber usado su derecho a la primera noche, fingió morir… No, eso no tenía sentido. No podía tener sentido. Los pensamientos de Vileena estaban en completo desorden.

Desesperada por encontrar una respuesta, dirigió su mente en todas las direcciones imaginables, pero no importaba cuán lejos siguiera cada hilo de pensamiento, siempre volvía sin nada.

Alguien más… Tan bruscamente como algo que le da una bofetada, esas simples palabras de repente explotan en la superficie de su mente. Las mismas palabras que Layla había soltado antes.

Eso es imposible.

Sin embargo, por alguna razón, esas frívolas palabras que ella misma había descartado desde el principio tomaron un extraño sentido de la realidad, como una serpiente que levanta abruptamente su cabeza en forma de hoz.

Vileena había oído comentarios de que el Príncipe Heredero Gil era como una persona diferente en comparación con el pasado. Muchos comentarios.

De hecho, hubo rumores incluso en Garbera de que Gil Mephius era un “tonto”. Que no mostraba ninguna ambición de participar en asuntos gubernamentales o militares, y que simplemente pasaba todos los días haciendo escándalo con sus amigos hasta altas horas de la noche. Al parecer, le aterrorizaba constantemente la sombra de su padre, e incluso los vasallos lo despreciaban. Aunque todavía era joven, ya existían más de uno o dos escándalos relacionados con mujeres.

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Por ello, Vileena había despreciado desde el fondo de su corazón la idea de casarse con ese “tonto” Gil, y, antes de dejar Garbera, había decidido enérgicamente entrenarlo para que se sometiera a su voluntad, y así lograr la victoria de su país.

Sin embargo…

Una vez que llegó a Mephius y conoció a Gil cara a cara, él era una persona completamente diferente a los rumores.

Por supuesto, también había sido muy diferente de todos los otros aristócratas que Vileena conocía. Incluso se habían gritado una vez por una diferencia de opinión. Definitivamente era sumamente excéntrico, pero no era el hombre débil de mente que los rumores lo hacían parecer. Era, en particular, completamente inútil cuando se trataba de mujeres. O más bien, daba la impresión de no estar interesado en juguetear con ellas.

Los rumores que se escuchan en el extranjero son realmente poco fiables. Sin embargo, tan pronto como Vileena se vio forzada a esa conclusión, los propios Mephianos empezaron a estar de acuerdo en una cosa:

—El Príncipe Heredero parece una persona completamente diferente a como era antes.

Entre ellas, había algunas damas que le susurraban a la princesa que, “esta es una perfecta ilustración de cómo un vagabundo que nunca podría irse a dormir a menos que esté muerto de borracho se transforma, gracias al matrimonio, en un hombre espléndidamente trabajador”. “El Príncipe Heredero debe de estar esforzándose por convertirse en un adulto maduro antes de su boda, Princesa.”

Ella misma, sin embargo, no estaba de acuerdo con eso.

Es imposible convertirse de repente en ese tipo de persona. Debe haber sido así mucho antes de conocerme.

Pero entonces… ¿por qué?

¿Por qué el príncipe heredero se transformó tan abruptamente que hasta los vasallos se quedaron con los ojos muy abiertos?

En ese momento, las escenas aparecieron en la mente de Vileena. Tan rápido como una escena parecía parpadear y encenderse, se fusionó con otra, y luego con otra.

Su primer encuentro en el Valle Seirin. A pesar de que ella le había ofrecido sus saludos, Gil Mephius no le había dado ninguna respuesta directa, sino que simplemente había murmurado las palabras que su ayudante, Fedom, le había susurrado.

Después, los hombres de Ryucown irrumpieron en la ceremonia y justo cuando parecía que la princesa estaba a punto de ser secuestrada, Gil dio a sus hombres y a los gladiadores las órdenes exactas para evitar que eso sucediera.

Esa misma noche, ocurrió la escena que Vileena recordó un momento antes, cuando se gritaron.

“La familia real comenzó esta guerra por su propia voluntad, sin considerar los sentimientos de su pueblo, ¿pero ahora afirman que los tienen en cuenta al terminar esa guerra? Esos nobles excelsos y de alta cuna tienen la vida de los plebeyos totalmente en sus manos, eh”, escupió Gil, haciendo que Vileena se enfureciera.

Podría haber parecido un hombre que pensaba en el pueblo y en las tropas ordinarias, pero al subyugar a Ryucown, se había quedado mirando cómo los Garberanos y las fuerzas rebeldes se enfrentaban sin enviar un solo soldado de refuerzo. Cuando señaló la contradicción, Gil Mephius se molestó casi ridículamente. Ese hombre que se puso tan exasperantemente tranquilo; ese hombre que, a la hora de la batalla, parecía arrojar sus sentimientos personales a algún lugar bajo los pies, en una zanja o en cualquier otro lugar.

WPor ahora, tenemos que esperar el momento adecuado”, logró finalmente escupir, con la apariencia de que ella había tocado un punto débil de su corazón.

Cierto, un hombre débil.

Esa era otra impresión que Vileena tenía de él.

La siguiente escena que le vino a la mente tuvo lugar en el último piso de la Fortaleza Apta, con el telón de fondo de las primeras horas de la noche, donde un hombre estaba arrodillado, solo y llorando. Era la primera vez que veía algo así. Un hombre sollozando en voz alta. Y como no era otro que Gil Mephius, la princesa se sintió más sorprendida de lo que las palabras podían expresar.

Los recuerdos aún no terminaban. Había escenas que se habían grabado indeleblemente en su mente, y muchas otras que no habían hecho más que rozar ligeramente su superficie, sólo unos pocos fragmentos – una palabra casual, un cierto gesto – permanecían en su memoria. Fueron tan rápido que ni siquiera los ojos y oídos de Vileena pudieron seguirlos. Antes de que una escena llegara a su fin, la siguiente comenzaba, así que no había sentido del tiempo y el espacio, con cada escena mezclándose con las otras.

En medio de ellas, algo extraño sucedió.

“Es lo mismo para todos.”

Junto a la princesa, que estaba sentada, estaba la figura de un hombre de pie bajo un claro cielo azul. Sonreía deslumbrantemente.

“¿Cuál es nuestro verdadero yo? ¿No viven todos sus vidas sin saber la respuesta? ¿O sin saber si hay una respuesta? La realeza, los filósofos, los sacerdotes, los campesinos, los comerciantes e incluso los esclavos, todos se afligen por su propia situación; y al no saber qué hacer con ellos mismos, sueñan que existe una verdadera vocación para ellos. “¿Quién soy?” y “¿En quién me convertiré?” – ese tipo de preocupaciones son tan innumerables como las estrellas del cielo, y te seguirán sin cesar.”

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El que dijo eso fue el gladiador, Orba. Un hombre cuyo rostro estaba oculto detrás de una máscara de hierro y que, por lo tanto, nunca había visto. Y sin embargo, ahora mismo, en la imagen que pasó por la mente de Vileena, se había quitado la máscara. Su rostro parecía ser golpeado por el viento y tan deslumbrante como mirar al sol.

Sorprendida, intentó apresuradamente devolver esa escena a su conciencia.

Quería “verla” una vez más, antes de que se alejara.

“Princesa”.

Sin embargo, lo que apareció ante sus “ojos” fue una escena de otro recuerdo.

“Espero que nunca pierdas esa honestidad. No importa lo que pase de ahora en adelante.”

Esto era Apta una vez más. Era el atardecer y Gil Mephius, envuelto en su luz dorada, había pronunciado esas palabras en el último piso del cuartel.

Pero… ¿por qué fue así? Tal vez fue por la confusión nacida de demasiados recuerdos que giraban demasiado rápido, pero a los ojos de Vileena, parecía como si Gil llevara una máscara de hierro.

“Entonces, ¿me lo prometerás?” Ella escuchó su propia voz desde lejos. “De ahora en adelante, ¿confiarás en mí sin ocultar nada? Si lo haces, te ayudaré con lo mejor de mi pobre capacidad.”

“Sí. Pero”, se rió ligeramente. “No olvides una cosa. El príncipe Gil de Mephius es un ‘mentiroso’.”

Su figura se fusionó con el sol de la tarde, la mitad de la cara de Gil parecía brillar con el color del hierro.

El telón cayó sobre el teatro de sus recuerdos con una brusquedad aterradora. Tanto es así que ella se quedó tambaleando por ello. No había nada más. Las palabras, gestos y escenas de su memoria se desvanecieron de su mente, y Vileena se quedó atrás, sola.

Por un momento, pareció como si sus pensamientos se quedaran en blanco, pero su corazón comenzó a latir salvajemente como si quisiera llenar ese espacio vacío.

Tal vez… pensó.

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No puede ser… lo negó en el siguiente segundo.

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Pero como una ola que avanza, que quizás vuelva otra vez, sus dudas borraron lo que no puede ser.

El choque entre esas dos emociones no duró tanto como sus recuerdos. La segunda se debilitó gradualmente, y una sospecha que apenas podía reconocer entró en su corazón.

Permaneció inmóvil, atrapada en esa inextricable maraña. Antes de que se diera cuenta, se acercaron rápidamente unos fuertes pasos.

Gowen se apresuró a subir la escalera de la torre.

Él era el que había dado órdenes a sólo unos pocos soldados de vigilar a Layla, que estaba encerrada allí. Y tarde esa noche, había recibido un informe de esos

mismos soldados. Se les había dicho que un joven llamado Alnakk, que había empezado a servir a la princesa, había estado recientemente husmeando sobre Layla. Además, la criada que les dio la advertencia entró en la torre para ayudar a Layla a lavarse.

—¿Una criada?

Los soldados seguramente creyeron que había sido enviada por Gowen pero, por supuesto, esta fue la primera vez que el mismo Gowen oyó hablar de ella. Se dio cuenta al instante.

¡La princesa!

Se dirigió rápidamente hacia la torre. La puerta que conducía al último piso estaba entreabierta.

Gowen rechinó los dientes. Lo sabía, no debí haber dicho nada… pensó.

Layla parecía conocer al anterior, o mejor dicho, al verdadero príncipe heredero, por lo que su propia existencia podía poner en peligro a Orba. En realidad, ella ya había puesto una espada en su contra y había intentado matarlo, pero él tenía más miedo de que el conocimiento que ella poseía se convirtiera en un peligro para el círculo íntimo de Orba que de cualquier espada cubierta de veneno que pudiera blandir.

Una vez que la princesa lo supiera… el magnífico engaño llegaría a su fin.

Mierda, si tan sólo tuviéramos alguien que hablara con fluidez. No como Gowen, su mente conjuró el rostro de un hombre que no estaba allí, que ya no podía estar allí. Un pobre conversador como él mismo era, no estaba para nada seguro de poder engañar a la princesa.

Sin tiempo para preocuparse, Gowen saltó y aterrizó en el último piso.

—Ahora, Layla —se podía oír una voz de mujer. La voz de la princesa Vileena.

La princesa guió a la sollozante Layla hasta la cama y la cubrió con una manta.

—Por favor, descansa por ahora. Haré un hechizo mágico en tu almohada para que no te molesten las pesadillas.

Sopló en la almohada – probablemente era una forma garberana de hacer dormir a los niños – y luego volvió su mirada hacia Gowen, que estaba de pie como una vara de hierro en la puerta. Su cara tiernamente sonriente se convirtió de repente en una expresión de enfado cuando se acercó a él, bajando las cejas.


Gowen engulló inconscientemente, pero antes de que tuviera tiempo de ponerse en guardia, dijo:

—Por lo menos, proporciónale un baño.

—¿Eh?

—Ella insolentemente apuntó una espada hacia Su Alteza Imperial, el Príncipe Heredero, así que no te pediré que la trates con cortesía. Sin embargo, ella también sirvió a mi lado durante un tiempo, así que al menos, espero que sea tratada de una manera adecuada para una mujer.

—…

Mientras Gowen permanecía en silencio, Vileena caminó hacia la puerta, tanto como para decir que había terminado sus asuntos allí.

—Esperaba oír las circunstancias, pero lo que dijo fue bastante incoherente. Si alguien de fuera la escuchara, no la consideraría cuerda. Sin embargo, esconderla de esta manera seguramente atraerá más atención innecesaria de los que están a su alrededor. Como lo hizo con la mía…

Por un momento, Gowen miró entre Layla, dormida en la cama, y Vileena, que bajaba la escalera.

Bien, entonces, esto es… el soldado veterano y antiguo supervisor que hacía temblar de miedo incluso a los gladiadores más duros, murmuró interiormente. No es buena actuando, así que parece bastante claro que ha descubierto algo. Oye Orba, en ese caso, ¿debo advertirte que ahora hay otra persona cuya boca necesita ser sellada, o debo aconsejarte que huyas de inmediato con el rabo entre las patas?

El oponente era la tercera princesa de Garbera. Alguien que podría ser un enemigo mucho más difícil de manejar que el emperador Guhl de Mephius si se interpusiera en el camino de Orba.

***

 

 

Las tropas lideradas por Zenon Owell tomaron posición en un punto a ocho kilómetros al este de Dairan.

El camino estaba bloqueado al norte por acantilados que se proyectaban hacia el mar, y al sur por montañas escarpadas y donde casi no crecía vegetación, por lo que este paso de montaña era el único camino por el que un ejército podía marchar. La segunda oleada de tropas de Allion, que se movía desde el este a través del país de Ryalide, sólo podía aproximarse a Dairan siguiendo esta ruta.

El príncipe Zenon de Garbera se apresuró a traer refuerzos. Comandaba mil doscientos soldados de su Orden del Tigre, trescientos de la Orden del Tejón y unos setecientos de las fuerzas aliadas del oeste.

Después de consultar con Lord Eric, el siguiente gran duque de Ende, habían asumido la responsabilidad de detener la segunda oleada de tropas de Allion, que avanzaba por la ruta terrestre.

Sus oponentes eran tres mil.

El enemigo tenía la superioridad numérica, pero no podían prever que Garbera participaría en la lucha. Una mirada a la bandera blanca de Garbera que ondeaba actualmente sobre la cabeza de Zenon, y tal vez perderían su espíritu de lucha…

Si bien no era realmente optimista en ese sentido, Zenon tampoco creía que la lucha se volvería particularmente feroz. El enemigo se enfrentaba a una campaña lejana, y el simple hecho de mantener su línea de suministro era un enorme costo en tiempo, esfuerzo y dinero. Incluso si pedían la ayuda de Ryalide, no podían permanecer estacionados allí por un largo período de tiempo.

Y si pudiéramos bloquearles el camino… En otras palabras, si pudieran evitar que el enemigo se uniera al cuerpo principal de tropas de Kaseria, anclado al norte en Zonga, entonces Zenon estimaba que podrían ganar la guerra.

Después de tomar posición, habían erigido empalizadas contra caballos y dragones, y habían instalado tres cañones en terreno elevado. También habían volado aeronaves para explorar el terreno circundante.

Pasaron algunos días. Era el momento en que Lord Eric seguía esperando con impaciencia que las tropas de Kaseria se movieran.

Los jinetes enviados a reconocimiento regresaron, azotando ferozmente a sus caballos. Habían visto al ejército de Allion.

—¿Han llegado?

Zenon había estado en su pabellón, leyendo algunos libros antiguos que había traído de su país, pero se puso rápidamente su armadura cuando recibió la noticia.

—Por fin, ¿eh?

Fuera de la tienda, Moldorf y Nilgif, los dragones rojo y azul de Kadyne, ya tenían sus caballos alineados y sus largas lanzas listas. El extremo de la lanza de Moldorf estaba dividido en tres puntas.

—Por cierto, aún no lo he oído —dijo su hermano menor, Nilgif, en un tono despreocupado—, ¿qué pasa con el general enemigo?

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A pesar de que la guerra estaba cerca, Zenon sonrió involuntariamente. Había dos razones para ello.

La primera era porque recordaba cómo Nilgif, aunque técnicamente participaba en las reuniones militares, había pasado cada una de ellas con los ojos cerrados y los brazos cruzados. Uno podría haber creído que estaba sumido en sus pensamientos, pero la respiración tranquila y uniforme que salía de él en menos de cinco minutos daba fe de que estaba dormido.

Y en cuanto a la otra razón, le pareció que cuando Nilgif preguntó “¿qué pasa con el general enemigo?”, no estaba particularmente interesado en la personalidad del enemigo o en el tipo de tácticas que usaba, sino que simplemente quería confirmar “¿a quién debo atacar?”.

Poniéndose el casco, su pluma proyectaba una sombra sobre sus rasgos viriles, Zenon respondió con una voz uniforme.

—Según los exploradores, el comandante en jefe enemigo es Phard Chryseum. Utiliza el apellido de su madre, pero, al parecer, es el medio hermano mayor del príncipe Kaseria. Se dice que es un comandante intrépido que ha salido al campo un sinnúmero de veces y, cada vez, ha atravesado la vanguardia del enemigo y dejado montañas de cadáveres.

—¡Oh, suena divertido!

—No seas insistente, Nilgif —le reprochó su hermano mayor—. Estamos luchando en un país extranjero. Podemos estar aquí como refuerzos, pero esto es una reunión de muchos poderes y actuar como quieres podría interrumpir completamente el mando. En esta guerra, no dejaré que te precipites delante de mí.

Los tres compañeros espolearon a sus caballos hacia las primeras líneas. Parecía que el enemigo había empezado a establecer sus formaciones de batalla a menos de dos kilómetros de distancia, bajando por el paso de montaña.

El enemigo – las fuerzas de Allion – también estaba recibiendo informes de sus exploradores.

—¿La bandera de Garbera? —gruñó Phard Chryseum. Como estaba chupando la carne de una costilla, su voz sonaba extrañamente sofocante.

Bajo las banderas de batalla de comandantes famosos que ondeaban al viento, su capa negra se balanceaba suavemente. El perfil de una mujer estaba bordado en hilo de plata dentro de su forro. Aunque su complexión era regordeta, los dos brazos que sobresalían de su armadura eran magníficamente musculosos y era un hombre que desprendía la misma sensación de opresión que una pequeña montaña. Tenía prácticamente una cara de niño y habitualmente llevaba su pelo dorado revoloteando atado hacia atrás.

Con un chasquido, se sacó el hueso de la boca y se lamió los labios que estaban brillantes de grasa.

—Se ha vuelto interesante. Garbera es sobre eso, ¿no es así? Esos tipos de la Caballerosidad. Siempre quise ver cómo era.

—Por favor, espere.

El hombre que lo detuvo cuando parecía estar a punto de salir corriendo era tan delgado que casi parecía ni existir en contraste con Phard. Con sus túnicas de capucha azul bordadas en hilo rojo, era inconfundiblemente uno de los hechiceros militares no combatientes de Allion. Su cara parecía como si sólo una fina capa de piel se extendiera sobre su cráneo.

—¿Qué, Morga?

El hombre no se acobardó ni siquiera cuando Phard lo miró con desagrado.

—Aún no hemos completado nuestros preparativos. Si espera un poco, abriré un pasadizo para que podamos comunicarnos con el Príncipe Kaseria.

—Como de costumbre, eso seguro que es conveniente —la actitud de Phard cambió abruptamente. Parecía ser el tipo de hombre cuyo interés cambiaba con una velocidad vertiginosa a lo que estaba delante de él—. ¿Puedo hablar con Kaseria directamente?

—Llevaría tiempo… No, no sólo una o dos horas, sino el tiempo para preparar las instalaciones adecuadas y los suministros de éter. Y además de eso, necesitaría recibir entrenamiento en hechicería, Lord Phard.

—Hablando de necesitar paciencia —la frente de Phard se arrugó hasta fruncir el ceño—. Si quieres entrenar tus brazos, sólo tienes que llevar algo pesado. Si quieres fortalecer tus piernas, sólo corre mientras lo haces. Pero ni siquiera puedo adivinar cómo te entrenarías para fortalecerte en la hechicería.

Aunque estaba refunfuñando, Phard parecía dispuesto a esperar a la “hechicería”. Aplastando el hueso con sus robustas mandíbulas, agitó un pesado báculo de batalla y comenzó a girarlo sobre sus hombros como si fuera tan ligero como una pluma, probablemente con la intención de matar algo de tiempo.

Cerca de la punta del báculo, un número considerable de bolas de hierro colgaban de las cadenas. Emitían un zumbido al girar, y los soldados cercanos gritaban y se alejaban de su general para evitar ser golpeados.

Morga se fue rápidamente y entró en la tienda reservada para sus preparativos. Era algo así como un oficial de estado mayor adjunto a Phard; en Allion, no era inusual que los hechiceros que desempeñaban ese tipo de papel acompañaran a las tropas.

Tan pronto como Phard se cansó de balancear su arma, se retiró a su pabellón y se fue a dormir, envuelto en la misma capa negra. Desde allí pronto se escucharon fuertes ronquidos, aunque a veces se mezclaban con sollozos. Sus asistentes habían sido testigos de cómo presionaba sus mejillas contra el perfil de la mujer bordada, prácticamente llorando mientras lo hacía. Por cierto, el bordado aparentemente representaba a la madre de Phard en sus días de juventud. Aunque se le perdonaría el hecho al pensar que estaba desgarrado por su muerte prematura, ella todavía estaba perfectamente sana. Era sólo que este enorme hombre de casi treinta años extrañaba a su madre.

Cayó la noche, seguida pronto por el día amaneciendo.

En el desayuno, Phard apareció para que todo el mundo olvidara por completo la conversación del día anterior y estuviera a punto de dar la señal de ataque, cuando el hechicero Morga se arrodilló a su lado y comenzó a dar su informe.

—¿Oh?

Lo que Morga estaba transmitiendo eran las instrucciones de Kaseria, que sólo habían recibido tarde esa noche. Si hubiesen usado aeronaves o caballos rápidos, no habría sido posible comunicarse tan rápidamente; esto fue obra de la hechicería.

—Este es territorio enemigo y el éter es escaso, por lo que no podemos abrir un ‘pasadizo’ aquí —dijo Morga.

Cuanto más lejos estaban de Allion, más se tardaba en prepararse y más cortos eran los mensajes que se podían transmitir, pero para la mayoría de la gente, que no estaba bien versada en brujería, era ciertamente un medio de comunicación que desafiaba el sentido común.

En cualquier caso, Phard escuchaba las instrucciones de Kaseria, asintiendo con la cabeza frecuentemente.

—Mi hermano menor es realmente inteligente —miró a la distancia hacia donde el enemigo había levantado su campamento—. Es divertido luchar de frente, pero matar a un enemigo que huye también es un campo de batalla emocionante. Ambos hacen que mi sangre circule. Bien, esperaremos.


Se dejó caer y puso su arma personalizada a su lado.

—¡Vaya, todos ustedes! No hay guerra por ahora. Tomen un trago.

Se abrieron inmediatamente barriles de vino. Sus hombres parecían que no iban a perder tiempo en actuar por la generosa sugerencia de Phard y llenar sus copas de vino hasta el borde.

—Hmm —después de un momento de profunda meditación, sin embargo—, si vamos a estar esperando al enemigo, puede que no tengamos suficiente para beber. ¡Esperen, esperen, todos ustedes! Nada de alcohol. No, no es que no vaya a repartirlo. Hagamos un kabat. Sólo el que gana se bebe una copa.

El Kabat era una antigua forma de combate de la Dinastía Mágica que había sido transmitida en Allion. Un círculo dibujado en el suelo se usaba como una arena. Los concursantes luchaban con las manos desnudas, y el ganador era el que presionaba la espalda de su oponente en el suelo o hacia fuera del círculo. Los soldados entrenados solían actuar frente a multitudes de espectadores en los festivales que se celebraban varias veces al año.

—No se preocupen de que sean sus oficiales superiores. Si atrapo a alguien que se haga el tonto, vendré y seré su oponente.

Mientras el campamento de Allion mostraba este peculiar giro de acontecimientos, en el campamento opuesto, Zenon Owell estaba desconcertado de que el enemigo hubiera detenido sus acciones.

Habiendo escuchado que la batalla se acercaba, Nilgif estaba tan nervioso que parecía incapaz de quedarse quieto, y estaba incesantemente llevando a los caballos al paso. Si Zenon no hubiera sido el comandante de las fuerzas aliadas, él también habría querido empezar de inmediato.

Mientras Nilgif se emocionaba, su hermano mayor, Moldorf, estaba sentado con las piernas cruzadas como una roca. Llevaba una lanza bajo un brazo y parecía listo para entrar en acción en cualquier momento, pero su expresión era tan tranquila como podía ser. Le dio el kumis que sostenía a Zenon, que pasaba de casualidad.

—Deberías calmarte.

Su actitud era completamente como la de un comandante, y fue con sentimientos encontrados – parte asombro, parte envidia – que Zenon tomó el alcohol.

—No se conseguirá nada si te impacientas tanto como los hombres — Sacudió su barbilla hacia donde Nilgif estaba reprendiendo a un subordinado incluso mientras galopaba su caballo. Aunque estaba a una distancia considerable, parecía que el polvo que enviaba volando tenía suficiente fuerza para alcanzarlos.

Mientras miraba la escena, Moldorf parecía decir con cierta autocomplacencia que estaba acostumbrado a esto. Zenon dejó escapar una risita. Después de lo cual se dejó caer al lado de Moldorf, que lo miró por el rabillo del ojo.

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—Tal vez no tenga sentido preguntar ahora, pero oí que Garbera y Ende se enfrentaron cerca de su frontera. Y entonces, no mucho tiempo después, aquí estás corriendo para ayudarles.

—Tengo el mismo tipo de pregunta. Había oído que el oeste era una tierra de conflictos interminables. Y sin embargo ahora, han unido sus manos y vienen en ayuda de Ende.

—Eso sería gracias a que el Rey Ax, el líder de la Confederación, es tan capaz… y también, a Mephius.

—¿Mephius?

Rakuin no Monshou Volumen 12 Capitulo 1 Parte 1 Novela Ligera

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