Kiraware Maou ga Botsuraku Reijou to Koi ni Ochite Nani ga Warui! (NL)

Volumen 4

Prólogo: Las Chicas Se Emocionan Con El Invierno

 

 

Kiraware Maou Volumen 4 Prologo Novela Ligera

 


La naturaleza dominaba implacablemente los alrededores de la casa Scarlett. Las mañanas eran frías, y las tardes aún más. Los campos estaban cubiertos por una fina capa de escarcha, y el desnudo bosque cercano se estremecía impotente ante los aullantes vientos invernales. Ni siquiera las barreras de la casa podían ofrecer una protección completa; las puertas y ventanas cerradas no bastaban para evitar por completo que el frío se colara en el dormitorio. Sin embargo, a pesar del aire gélido que se infiltraba en su espacio, la vida avanzaba bajo la suave luz de la lámpara.

—¡Mira, Marie! ¡Está hermoso afuera!

—¡Wooow! Todo ‘ta blanco.

—¡Y mira, la nieve sigue cayendo!

—¡Quieo toca’la!


Myuke y Marie se acurrucaron juntas en el alféizar de la ventana. Asombradas, su aliento blanco empañaba el cristal mientras veían cómo la nieve blanca y pura, centelleante a la luz de la luna, caía revoloteando sobre el suelo.

—¿Tienen frío?, —preguntó Anima, un joven de pelo blanco y ojos carmesí. Las chicas iban vestidas con ropa de abrigo, pero con el gélido viento que soplaba fuera, tenía que hacer frío estando tan cerca de la ventana. Podían resfriarse fácilmente.

—Eres tan preocupón, ni siquiera hace tanto frío. ¡Además, quiero ver la primera nevada del año!

La emoción de Myuke se reflejaba en su rostro, con sus mejillas tomando poco a poco el mismo color rojo que su pelo. Su entusiasmo incluso contagió a Marie, lo que la llevó a girarse con confianza.

—¡Sabes, sabes, la nieve está fía!, —anunció, su innovadora revelación dejando a Anima boquiabierto.

—¿Lo dices en serio? Oh vaya, eres tan inteligente, Marie.

Ahora quiero ir a tocarla para ver lo fría que está.

Extasiada por los elogios de su papá, continuó presentando sus alucinantes datos con una sonrisa radiante.

—Peo, peo, ¡se desvanece cuando lo tocas!

—Oh, entonces tendré que tener cuidado para que no se derrita. En cualquier caso, parece que están muy emocionadas. ¿Tanto les gusta la nieve?

—¡No lo entiendes, Papi! Aquí nunca nieva, ¡y menos tanto! ¡Y por lo que parece, va para largo!

—¿Ladgo? —preguntó Marie con los ojos brillantes.

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Según Myuke, las nevadas eran algo bastante raro en su casa, así que no habría sido extraño que Marie nunca hubiera visto nieve en el suelo. Eso sólo significaba una cosa: aun a riesgo de resfriarse, no podían permitirse el lujo de no pasar un día jugando en la nieve. Seguro que sería una experiencia totalmente inolvidable para ellas.

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—¡Es increíble cuando no se derrite! Todo lo que miras está cubierto de blanco.

—¡Me encanta el blanco!

El entusiasmo de las chicas estaba empezando a contagiar a Anima.

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—Parece que estás disfrutando, Anima.

Una suave voz le llamó por su nombre mientras miraba por la ventana, imaginando los momentos de diversión que iban a tener mañana. Se dio la vuelta para ver a una hermosa mujer de pelo azul con cálidos ojos azules: su esposa, Luina. Estaba sentada en la cama, con un abrigo mullido que Anima le había comprado no hacía mucho. Estaba destinado a ser usado en el exterior, pero a medida que el tiempo se volvía más frío, ella comenzó a tomar el gusto de usarlo también en el interior.

—¿Tienes frío?, —preguntó él, sentándose a su lado.

—No, en absoluto, —respondió ella, volviéndose hacia él con una sonrisa—. Este abrigo es muy cálido.

—Me alegra oír eso, pero nunca se es demasiado cuidadosos. ¿Por qué no te pones una capa más debajo de ese abrigo?

—Por favor, me asfixiaré si me pongo algo más, — bromeó, pero la sugerencia de Anima iba totalmente en serio.

Luina estaba embarazada. Sólo estaba en su segundo mes, así que aún no se le notaba, pero sin duda había una vida creciendo dentro de ella. La mera posibilidad de que le ocurriera algo le daba ganas de vomitar a Anima.

—¿Segura que estás bien?

—Estoy segura. En realidad, yo debería hacerte esa pregunta. Te ves pálido.

—Estoy bien, sólo estoy preocupado por ti. ¿Estás cien por ciento segura de que no tienes frío?

—Te preocupas demasiado. Agradezco tu preocupación, pero estoy completamente bien. Ah, pero…

—¡¿Qué necesitas?! ¡Sólo tienes que decirlo y lo haré realidad!

—Tengo las manos un poco frías, —dijo ella con una cálida sonrisa.

Inmediatamente él tomó su mano y entrelazó sus dedos con los de ella.


—¿Así está mejor?

—Sí, mucho mejor.

Una dulce y suave fragancia llenó las fosas nasales de Anima mientras Luina se apoyaba en su hombro, alejando todas sus preocupaciones. Era el tipo de momento tranquilo en el que su amor ardía más. Él se juró a sí mismo eliminar todas las amenazas a la salud de Luina para asegurarse de que tuviera una vida cómoda y un parto seguro.

—Caliéntame a mí también, ¿sí?

Aquella exigencia provenía de una voz aguda detrás de ellos. Se giraron para mirarla y descubrieron que un misterioso bulto en la cama se acercaba a ellos.

—Vamos, sal de ahí; respirarás todo el polvo atrapado en la manta.

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—Pero hace frío fuera, ¿sí?

Luina dejó escapar un exagerado suspiro.

—Bueno, eso sí que es una pena.

—¿Por qué? Dime, ¿sí?

—No puedo ver tu adorable cara así.

—Aww, caramba. Sólo porque me lo pediste tan amablemente, ¿sí?

Bram, la hija del medio de Anima, sacó la cabeza de la manta. Su espeso cabello plateado, que contrastaba perfectamente con su piel oscura, cayó sobre la cama. Habiendo nacido en un país cálido, le costaba sobrellevar el frío invierno de Garaat. Tras su llegada, la mayor parte de sus días los pasaba sentada frente a la chimenea, y se aseguraba de acurrucarse bajo la manta todas las noches.

Kiraware Maou Volumen 4 Prologo Novela Ligera

 

—Estoy muy feliz de haber podido ver tu hermoso rostro.

—Yo también estoy muy contento, —añadió Anima.

—Me están haciendo sonrojar, ¿sí?, —les dijo mientras sus mejillas se sonrojaban cada vez más.

—¡Ah, Bram! Ahora que estás fuera de tu pequeña fortaleza, ¡mira afuera! ¡Está nevando!

—¡’Ta lindo! ¡Blanco!

—¡Whoa! ¡Mira cuánto se ha amontonado por allí! ¡Va a quedar increíble mañana!

—Genial. Yo me pasaré el día junto a la chimenea, ¿sí?

—¡¿Estás loca?! ¡Eso sería un desperdicio total! Casi nunca tenemos tanta nieve.

—Esa es la mejor noticia que he escuchado en todo el día. Ahora dile que tome este frío clima y se pierda, ¿sí?





Myuke suspiró ante la insistencia de Bram en quedarse encerrada en la manta.

—Realmente odias el frío, ¿eh? Supongo que no jugarás con nosotras en la nieve.

—Jugar en la nieve… Brrr, sólo de pensarlo me dan escalofríos, ¿sí?

—No hará frío, confía en mí. Entrarás en calor enseguida de tanto correr.

—¿Estás realmente entusiasmada con esto, sí? ¿Tan divertido es jugar en la nieve?

—¡Oh, viejo, no tienes ni idea! Las peleas de bolas de nieve son increíbles, pero lo mejor es construir muñecos de nieve. Veremos quién construye el más bonito.

—¡Ya  vemos!  ¡Yo  hago  bonitos  muniecos  de  nieve!

Brum, ¡tú también haces muniecos de nieve!

—¡Sí, juega con nosotras! ¡De verdad que no sabes lo que te pierdes! ¡Saltarse esto es como saltarse el ir al río en un día caluroso de verano!

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—Eso sería un desperdicio, ¿sí?

La invitación de Marie y las molestias de Myuke estaban empezando a convencer a Bram.

—Me alegro de que estén deseando que llegue mañana, pero ¿no deberíamos irnos pronto a la cama? —preguntó Anima. Bram corría el mayor riesgo de resfriarse, pero también le preocupaba la salud de las demás. Sin embargo, probablemente estarían bien siempre que tomaran un descanso de leche caliente de vez en cuando, así que no pensó demasiado en ello.

—Buena idea. La nieve podría derretirse para cuando se despierten si no se acuestan pronto.

Myuke y Marie se asustaron. Se dieron la vuelta y corrieron a la cama, acurrucándose con Bram. Con Anima y Luina tumbados a su lado, la cama estaba estrecha, y la manta era un poco pequeña para la familia de cinco: no cubría la espalda de Anima.

—¿No tienes frío, Anima? Podrías acurrucarte más cerca.

—No quiero hacerte daño accidentalmente.

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Quería dormirse acurrucado con su mujer, pero temía que al ejercer una presión extra sobre su estómago pudiera lastimar a su bebé.

—No pasa nada. Que se me enfríe el estómago sería un problema mucho mayor.

—¿Estás segura?

—Sí. Quiero sentir tu calor.

Embrujado por los encantadores susurros de Luina, Anima rodeó a su mujer con los brazos por detrás. Envueltos por el calor del otro, la familia Scarlett se fue durmiendo lenta pero seguramente.

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