Kiraware Maou ga Botsuraku Reijou to Koi ni Ochite Nani ga Warui! (NL)

Volumen 4

Capítulo Dos: Una Familia De Nieve

Parte 1

 

 

Anima se despertó con una escena familiar cuando los primeros rayos de sol de la mañana iluminaron el dormitorio.

—¡Nieveee!

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—Uf, menos mal que no llueve. La lluvia habría convertido la parte superior de la nieve en hielo súper resbaladizo.

—¡Me gusta desbaladizo!

—Es divertido, pero es muy fácil caerse. Una vez, cuando era pequeña, me caí muy fuerte. Me dolió mucho.

—¡Sana, sana, colita de dana!

—¡Gracias! Ahora me siento mucho mejor.

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Myuke y Marie estaban maravilladas con el hermoso paisaje blanco del exterior. Como todavía era su primera experiencia con la nieve, Marie estaba especialmente emocionada.

—¡Quieo una pelea de bolas!

—¡Claro, yo me apunto!

—¡También quieo hacer munieco de nieve!

—¡Haremos el mejor muñeco de nieve que haya visto este mundo!

Aunque habían jugado en la nieve toda la mañana del día anterior, su entusiasmo no se había desvanecido ni un poco. Era como si el día nunca hubiera ocurrido.

¿He soñado todo eso?

El lanzamiento fallido de bolas de nieve por parte de Bram había destruido el muñeco de nieve de Myuke, provocando una feroz discusión. Si aquello no había sido más que un sueño, su cerebro le había gastado una broma increíblemente cruel. Todavía recordaba lo frustrante que le resultaba ver a sus queridas hijas pelearse. Pero eso ya no le importaba. Un sueño era un sueño. No había sentimientos heridos, y las chicas no se habían peleado realmente. Eso era lo importante.

Se levantó en silencio tratando de no despertar a su esposa dormida, y se acercó a la ventana.

—¿Está nevando afuera?, —preguntó, esperando confirmar que la pelea había sido realmente un sueño.

—¡Ah, sí! ¡Quieo juga en la nieve ota vez!

«Otra vez». Ella había dicho «otra vez», lo que significaba que había jugado en la nieve el día anterior.

Supongo que no fue un sueño.

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Anima lamentó la muerte de su efímera esperanza. La emoción que tenía Myuke por tener una pelea de bolas de nieve y construir un muñeco de nieve sólo existía porque Bram no estaba en la conversación. Probablemente no quería ser una aguafiestas y arruinar la diversión de Marie.

Anima sacudió la cabeza para ahuyentar esos pensamientos. La pelea era cosa del pasado. Se había despertado con la hermosa sonrisa de Myuke, así que pensó que tal vez su rabia se había desvanecido de la noche a la mañana. Quizás Bram había pasado por un cambio similar, esperaba, y se disculparía con Myuke con un gran abrazo en cuanto se despertara.

—Papi, ¿te acuerdas de lo que hablamos ayer? —Preguntó Myuke, interrumpiendo sus fantasías sobre sus hijas abrazando sus problemas.

—Umm… ¿El que quieres una piedra de conejo de fuego? Myuke negó con la cabeza.

—No, te pedí que compraras una cama. ¿Ya te has olvidado?

—Lo recuerdo. ¿Cómo podría olvidarlo? Pero… ¿realmente quieres eso? No hay necesidad de comprar una segunda cama si es sólo para mejorar mis noches. Yo duermo muy bien, aunque la manta no me llegue hasta la espalda.

Su cama era pequeña, pero a Anima le gustaba dormir con su familia más que nada en el mundo. Su espalda nunca se enfriaba, ya que su alma se calentaba con la presencia de las personas que más quería. No se quejaría, aunque se cayera una noche.

—Si sólo lo haces por mí, entonces no es necesario. Podemos simplemente conseguirte esa piedra de conejo de fuego.

Por favor, te lo ruego, di que no quieres una cama.

Rezó a todas las deidades que se le ocurrieron mientras Myuke miraba la cama. Indecisa sobre la decisión, frunció las cejas durante un segundo antes de negar con la cabeza y mirar a Anima. Pudo ver en sus ojos que estaba totalmente decidida a vivir con su elección.

—Quiero una cama nueva.

—Muy bien… ¿Cuándo la compramos?

Pensó que tal vez podría dar largas y darles tiempo para reconciliarse. Myuke miró por la ventana antes de dar su respuesta.

—No creo que llueva hoy, pero sólo para estar seguros; deberíamos hacerlo cuanto antes. Vayamos cuando hayamos terminado con las tareas de la mañana.

Su idea fue rechazada al instante, dejándolo contra las cuerdas. Comprar una cama iba a ser el último clavo en el ataúd para dormir juntos con todos. Una vez comprada, Myuke la usaría, aunque se reconciliara con Bram, para que él no se sintiera mal por hacer perder el tiempo y el dinero de Anima. Su última oportunidad era que Bram acudiera en su ayuda y sofocara de alguna manera la rabia de Myuke.

—Bram está… todavía durmiendo, por lo que veo.

—Duh. Es una vaga; dormiría todo el día si pudiera.

—Estoy despierta, ¿sí? —Bram gimió desde el pecho de Luina.

Mirando hacia ella, Anima notó que Luina le acariciaba el pelo. Aunque guardaba silencio sobre la pelea en sí, su esposa estaba haciendo todo lo posible por calmar a Bram.

—Vaya, entonces sí estás despierta. Eso es raro. De todos modos, espero que no llueva hoy.

—Si te preocupa tanto, vete a comprar la cama de una vez,

¿sí?

—Tal vez lo haga. Será la cama más cómoda y sorprendente que hayas visto nunca. Y no voy a dejar que duermas en ella, aunque me lo ruegues.

—Nunca va a pasar, ¿sí? Como si alguna vez quisiera dormir contigo. Pero no te obsesiones demasiado con vengarte de mí, tanto que compres una cama que no quepa por la puerta. Si haces eso, tendrás que dormir en el pasillo, ¿sí?

—¡No soy tan tonta!

Fue una suerte que no se enzarzaran en una intensa bronca como la de ayer, pero entre ellas saltaban chispas. Desanimada, Myuke tomó la mano de Anima.

—Vamos a preparar el desayuno.

No era necesario que le pidiera a Luina la piedra de lagarto de fuego; ya centelleaba en su delgado dedo anular. Se la había pedido la noche anterior, justo antes de que se acostaran.

—¡Yo también ayudo!

—Estoy muy orgullosa de ti, Marie. Siempre podemos contar contigo. ¿Puedes venir y ser la probadora de sabores para nosotros?

—¡Sí! ¡Me encanta poba saboes! —Marie se alegró como si le acabaran de pedir que realizara el trabajo de sus sueños. Por suerte para ella, el desayuno estaba garantizado que sería divino: iban a recalentar la cena de la noche anterior. Anima y Myuke habían ayudado con un par de cosas, pero el grueso del trabajo lo había hecho sin duda Luina.

Bajaron, prepararon el desayuno y llamaron a todos a comer. Una vez que terminaron, Anima, Myuke y Marie salieron a ventilar la ropa.

—¡Papi, quieo juga en la nieve! —dijo Marie alegremente con entusiasmo, pero Anima tuvo que traicionar sus esperanzas.

—Lo siento, Marie, pero tengo que ir al pueblo con Myuke.

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—¡Yo también quieo id! ¡Le enseño mi munieco de nieve a todo el mundo!

Ella quería mostrar su obra magna, que, a pesar de haber sido construida un día entero antes, no había cedido a los rayos del sol ni a la brisa de la tarde. Todavía se mantenía orgullosa en el jardín.

—Se te enfriarán mucho las manos si lo llevas todo el día.

—Y se derretirá cuando vayamos a la tienda. Yo jugaré contigo cuando lleguemos a casa, así que quédate aquí, ¿de acuerdo?

—Cuando tu hermana y yo terminemos de comprar, ¡jugaré con ustedes todo el día!

—¡Sí!

Anima levantó a Marie y volvieron a la casa. Entraron por la cocina, dejaron a Marie en el comedor, se pusieron la ropa de calle y salieron de la casa por la puerta principal.

Algunos trozos de tierra eran visibles a través de las innumerables huellas en la nieve frente a la puerta. Aunque el sol era lo suficientemente fuerte como para derretir parte de las finas capas de nieve que había bajo las huellas, el camino hacia Garaat seguía cubierto por completo de blanco. Nada había cambiado desde el día anterior.


—¡Muchas pisadas! —dijo alegre Marie, asomándose por detrás de Anima. Había venido a despedirlos.

—Creo que estas son tuyas, Marie.

—Deben serlo. Son muy pequeñas y bonitas.

Siguiendo poco después a Marie, Luina y Bram también llegaron a la puerta principal. Bram estaba visiblemente inquieta, inquieta por estar cerca de Myuke después de todo lo que había pasado entre ellas, pero que hubiera venido a despedirla debía significar que tenía algo que decir.

—¡Soy buena pada las pisadas! —Marie salió corriendo hacia la nieve, pero sus frescos pasos no destacaban entre los innumerables que ya cubrían la entrada, así que se detuvo y miró a lo lejos con ojos centelleantes—. ¡Quieo juga allí!

Miró el camino, todavía cubierto de nieve fresca y sin tocar. Sin embargo, Anima no estaba dispuesto a dejarla jugar en el frente, ya que el hermoso paisaje del bosque cercano parecía ser muy atractivo para una niña como ella.

—Quedémonos en el jardín, ¿de acuerdo? No quiero que te adentres en el bosque y te pierdas.

—¿Hay gente que da miedo en el bosque?

Marie se aferró a la túnica de Anima con miedo, y él le acarició suavemente el pelo.

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—No te preocupes. Si los hay, yo los venceré. Por eso tienes que asegurarte de no entrar nunca sin mí. ¿Puedes prometerme eso?

—¡Sí puedo!

—¡Buena chica! Ahora, quédate con Bram hasta que volvamos a casa, ¿de acuerdo?

—¡Ah, sí! ¡Quieo juga, Brum! —Marie agarró la mano de Bram, pero esta no respondió—. ¿Brum?

Estaba mirando distraídamente a Myuke, pero la llamada preocupada de Marie la sacó de su trance.

—Estoy aquí, ¿sí? Vamos a jugar. ¡Tendremos una gran guerra de bolas de nieve antes de que la señorita Pantalones Gruñones llegue a casa!

—Sólo asegúrate de no romper ninguna ventana, — respondió Myuke con sorna. Como respuesta, Bram se limitó a darse la vuelta y dirigirse al jardín con Marie.

—Tengan cuidado ahí fuera, —advirtió Luina—. El camino está resbaladizo.

—Gracias, lo tendremos. Tú deberías entrar. Hace frío.


Tras despedirse de Luina, Anima y Myuke comenzaron a recorrer el largo y nevado camino hacia Garaat. Myuke empezó a paso ligero, pero cuanto más se alejaban de la casa, más pesados se volvían sus pasos.

El tacto de la nieve había cambiado con respecto al día anterior. Su capa superior se había derretido y la hacía resbaladiza, lo que podría haber provocado que ella bajara un poco el ritmo, pero su expresión abatida dejaba entrever una razón diferente. Claramente había algo que pesaba en su mente, y Anima tenía una idea bastante buena de lo que era.

—¿Estás segura de que quieres comprar una cama?

Myuke levantó la cabeza.

—Qué pregunta más rara. Esa es la razón por la que salimos, ¿no? Espera, ¿nos estamos quedando sin monedas y ahora una cama costaría demasiado?

—No, tenemos dinero, no te preocupes por eso. Si realmente quieres una cama, te conseguiré una de la que hasta el rey estaría celoso.

—¿No sería un desperdicio para mí?

—Por supuesto que no.

Sus noches de acurrucarse junto a su familia estaban contadas. Su cama actual ya les parecía pequeña con los cinco en ella, y con Marie creciendo y un nuevo miembro de la familia en camino, iban a tener que comprar otra cama tarde o temprano si querían que todos cupieran cómodamente. Incluso si, por algún milagro, conseguían meter a los seis en esa única cama, una vez que Myuke y Bram crecieran, sin duda querrían camas separadas, si no casas separadas.

Anima lamentó la inminente pérdida de la tradición que tanto amaba, pero no podía hacer nada al respecto. Disfrutaría de sus noches juntos mientras duraran, y comprar una cama para prepararse para lo inevitable no era una idea terrible. Pasara lo que pasara, por el momento, su único objetivo era presionar a Myuke sobre su decisión.

—¿Qué tipo de cama quieres?

—¿Qué tipo? Umm… —A pesar de tener una idea muy detallada del tipo de piedra mágica que quería, se quedó callada cuando se trató de describir la cama de sus sueños. Anima tenía una oportunidad de luchar si podía conseguir que ella admitiera que sólo quería la cama porque ella y Bram se habían peleado— . Lo sabré una vez que lo vea.

Claramente quería terminar esa conversación allí, por lo que Anima no siguió hablando de ello, lo que a él le pareció bien. Con cuidado, en silencio, continuaron su camino por la resbaladiza y nevada carretera de Garaat hasta que finalmente llegaron al pueblo.

Aunque todavía era bastante temprano, las calles estaban tan animadas como siempre. Algunos comerciantes desafiaban la fría brisa, invitando con entusiasmo a la gente a sus tiendas, mientras que otros se encerraban en el interior para resguardarse y trataban de entretener a los clientes que entraban por sus puertas por voluntad propia.

—Marie perdería la cabeza si estuviera aquí, —señaló Myuke.

—Sin duda lo haría.

Las innumerables pisadas habían hecho desaparecer la nieve. Lo poco que quedaba se había convertido en un lodazal y se amontonaba contra las paredes del edificio.

—¿Quieres hacer algo mientras estamos aquí?

—¿Qué quieres decir?

—Como ir a un café o algo así.

—Oh. No, realmente no tengo hambre.

—De acuerdo…

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Myuke prácticamente había rogado ir a un café cuando habían estado en la ciudad un par de días antes, pero ese era un día diferente, y su humor había cambiado drásticamente desde entonces. Era la prueba de que, a pesar de su comportamiento alegre cuando se había despertado, estaba profundamente afectada por la pelea con su hermana.

—¡Buenos días, Anima! —De repente, el dueño de un restaurante le llamó—. Sí que hoy hace frío, ¿eh? ¿Por qué no entran y se calientan?

—Tenemos algo que atender hoy, pero vendremos algún día con el resto de la familia.

—¿Ah, sí? Bueno, los estaré esperando. Mis puertas siempre están abiertas.

—¡Ah, Anima!, —le llamó un tendero—. ¡Acabamos de recibir ropa nueva! ¿Quieres elegir algo para tu mujer?

—Vendré con Luina un día de estos y dejaré que le eche un vistazo.

Varios de los habitantes del pueblo saludaron alegremente a Anima mientras caminaba por las calles. La gente de este mundo lo aceptaba, un marcado contraste con su vida anterior. Recibió un saludo tras otro mientras él y Myuke se dirigían a la tienda de muebles, que estaba abierta a pesar de lo temprano que era el día.

Cuando entraron en la tienda, fueron recibidos por el refrescante olor a madera. Varias sillas, estanterías y mesas de madera estaban apretadas unas junto a otras en conjuntos. La tienda estaba tan llena de piezas de exposición que había que tener mucho cuidado para no tropezar con nada accidentalmente.

Por desgracia, Anima estaba muy familiarizado con los peligros de la tienda. La primera vez que tropezó con algo fue cuando vinieron a comprar una silla para Myuke. La segunda vez fue cuando habían venido a comprar una silla para Bram. En ambas ocasiones, sus simpáticas hijas le habían encantado mientras probaban con entusiasmo todas las sillas de la tienda antes de pasar a probar alegremente si las camas eran lo suficientemente cómodas para ellas. Mientras miraba la tienda, recordaba sus buenos recuerdos de aquellos días y deseaba que volvieran.

—Veamos, ¿dónde están las camas…? Ah, ahí están.

Anima señaló hacia las camas. Sólo había cuatro expuestas, pero eso no era sorprendente para una tienda de muebles en general. Supuso que la selección era pequeña por cuestiones de espacio.

—Entonces, ¿cuál te gusta? —preguntó Anima cuando los dos se acercaron para ver mejor—. Esta cama individual parece bonita, pero sería más inteligente comprar una doble; te durará más cuando crezcas. Ah, espera, ¡mira! Esta tiene un cajón en la parte inferior. ¡Podrías guardar bastantes cosas ahí! Ah, pero este tiene una barandilla. Se acabaron los días de preocuparse por rodar fuera de la cama.

—…

Cada una de las camas tenía sus propias características de confort, pero Myuke no hizo ni pío. Toda la emoción que había tenido en la casa había desaparecido. Era evidente que su mente estaba en otra parte.

—¿No te ha gustado ninguna?

—No. Ninguna.

—¿Qué tipo de cama te gustaría, entonces?

—No lo sé, pero… no es una de estas.

—Ya veo.

Anima tenía el presentimiento de que no iban a encontrar una cama para ella por muchas tiendas que recorrieran. A pesar de que la noche anterior se había empeñado en comprar una cama nueva, en el fondo nunca había querido una. De hecho, Anima sospechaba que quería retractarse de lo que había dicho: que lo único que quería era reconciliarse con su hermana y dormir juntas en paz.

Tengo que hacer algo.

Tenía que ir con mucho cuidado, ya que hablar en nombre de Bram podía volverse fácilmente contra él. Sin embargo, eso no significaba que estuviera completamente impotente. Simplemente tenía que darle un empujón en la dirección de arreglar su relación.

—¿Quieres volver otro día?

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—Sí. Siento haberte hecho perder el tiempo.

—No hace falta que te disculpes; me encanta pasar tiempo contigo. Sabes, ya que estamos aquí en el pueblo de todos modos, podemos llevar algo a casa.

—¿Sí? —Sus orejas se agudizaron por la emoción—. ¿Cómo qué?

—¿Qué tal un pastel? Te gustan los pasteles, ¿verdad?

—Me encantan.

—Entonces, un pastel. En realidad, que sea un juego de pasteles en miniatura. Así podremos disfrutar de todo tipo de sabores diferentes. ¿Puedes ayudarme a elegir los favoritos de todos?

—Los de todos… ¿Eso incluye los de Bram?


Anima respondió a su nerviosa pregunta con una gran sonrisa.

—Por supuesto que sí. Odio admitirlo, pero no soy muy bueno eligiendo pasteles. No quiero que nadie enferme ni nada parecido. ¿Podrías ayudarme?

—De acuerdo. Incluso elegiré el de Bram.

—Genial, entonces pongámonos en marcha. No queremos que se agoten.

Myuke tomó alegremente la mano de Anima mientras se dirigían a la pastelería. Tras una cuidadosa deliberación, eligieron la mejor combinación de pasteles que se les ocurrió, y luego emprendieron el camino de vuelta a casa.

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