Kimi to Boku no Saigo no Senjo, Aruiha Sekai ga Hajimaru Seisen

Volumen 9

Intermisión 2: Más Grande Que La Alegría De Los Deseos Del Hombre

 

 

―Convocamos a la bruja Elletear.

La asamblea imperial -el máximo órgano de autoridad del Imperio, que contaba con el mayor territorio del mundo- estaba emitiendo un voto.

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―Levanta la cara, Elletear. Han pasado dos años desde la última vez que viniste al Imperio. ¿Cómo te sientes al volver después de tanto tiempo?

―Increíblemente afortunada.

Sus dos manos estaban sujetas. La bruja con rostro de diosa, Elletear, levantó la vista con atención embelesada.

Elletear Lou Nebulis IX.

Su cabello ondulado era de un precioso tono esmeralda teñido de oro. Su hermoso rostro era tan dulce y encantador que parecía de fantasía. Podía hacer que un rey se rindiera con una sola mirada furtiva y una sonrisa. Si su belleza absoluta podía llamarse magia, ninguna otra persona podía ser apodada bruja con más propiedad que ella.

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―Es un placer conocerlos a todos, Ocho Grandes Apóstoles.

Se encontraba en la espaciosa sala parlamentaria, de pie sobre una plataforma en su centro, mientras miraba a cada uno de los ocho hombres y mujeres sucesivamente.

Los Ocho Grandes Apóstoles. Estos ocho eran las personas más importantes de la asamblea imperial, sus líderes. Sólo los contornos borrosos de sus rostros eran visibles en los monitores colocados a lo largo de la pared.

―Hiciste bien en volver a nosotros.

―Kelvina se sintió increíblemente decepcionada cuando dejaste las instalaciones tan repentinamente.

―Ja, ja. Lo siento mucho.

Con las manos aún atadas frente a ella, Elletear las levantó hacia una mejilla y sonrió.

Sonaba nostálgica al hablar.

―Estaba convencida de que se ocuparían de mí; la jefa Kelvina recopilaba los datos de mi cuerpo astral y se rascaba la cabeza día tras día. Decía que mi índice de compatibilidad era demasiado alto.

―…¿Oh? ¿Así que te acuerdas?

―…Los informes decían que perdiste el sentido de ti misma durante ese tiempo.

―Tuve rachas de lucidez. Estuve a punto de quebrarme, pero de alguna manera, hice que se aficionara a mí.

―…Ya veo.

Los Ocho Grandes Apóstoles guardaron silencio.

Si cualquier otro miembro de la asamblea imperial hubiera presenciado la escena, sin duda se habría quedado sin palabras. Era imposible medir lo curiosamente recelosos que eran los Ocho Grandes Apóstoles de una sola bruja.

―Así que por eso ―comentó Elletear, rompiendo el silencio―, escapé antes de que pudieran deshacerse de mí por ser un sujeto fuera de control. Pero ahora que lo pienso, me equivoqué. Los Ocho Grandes Apóstoles nunca darían una orden así, por supuesto.

―Sí, en efecto.

―Cualquiera puede cometer errores. Nunca llegaríamos a esa determinación después de que una orgullosa princesa como tú pidiera convertirse en súbdita por su propia voluntad.

―Sí. Fui muy descortés al haber asumido eso.

Era tan elegante que resultaba escalofriante. La princesa de la Soberanía Nebulis se inclinó.

―Esa es mi responsabilidad.

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―Levanta la cabeza. No eres una simple plebeya.

―Aunque hay algo que tenemos que preguntarte.

―Sólo tenemos los datos de tu cuerpo astral de hace dos años.

Creemos que el consumo ha progresado en todo tu cuerpo desde entonces.

―Por supuesto.

La bruja de pelo esmeralda colocó las yemas de los dedos sobre su regordete pecho.

―Me hace temblar a su manera. Pero cada vez más… me siento cómoda integrándome en él. La sensación de que se abre paso en mi cuerpo es maravillosa.

―…

―…

―Ya no temo nada.

Sus dedos se tensaron.

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Era como si sostuviera una gran pieza de fruta en una pinza. Por encima de sus ropas reales, clavó los dedos en su carne, agarrando sus pechos desbordantes.

―Siento que por fin he alcanzado el punto en el que pronto podré cambiar el mundo.





Silencio.

Un silencio profundo y rotundo siguió a su declaración, en el que incluso el sonido del polvo en el aire parecía perceptible.

―Entonces te preguntaremos de nuevo.

―Elletear, ¿cuál es tu objetivo?

―………… ―La bruja exhaló lentamente―. ¿Mi objetivo? No he cambiado

en lo más mínimo.

Quitó las manos de su pecho. Mientras miraba a estas ocho autoridades supremas, sus ojos parecían pertenecer a una persona diferente a la de hace unos segundos. Estaban llenos de elevada dignidad.

―Quiero reformar la Soberanía. Por ahora, sólo los nacidos en la familia real son bendecidos, mientras que los magos astrales débiles son oprimidos. Deseo convertirla en un paraíso sin esas cualidades.

La Soberanía Nebulis, tal y como es ahora, es un falso paraíso. Sólo los nacidos con potentes poderes astrales son venerados. Desde el momento en que pudieron percibir el mundo, la segunda y la tercera princesas fueron alabadas por los partidarios. Kissing de los Zoa y Mizerhyby de los Hydra seguramente también lo fueron. Eran pura sangre, con poderes astrales dignos de la próxima reina.

Es decir, nadie más en la Soberanía vería el protagonismo. La nación había permanecido sin cambios desde su fundación; la Primera Princesa Elletear no tenía un lugar en ese sistema.

―Mi poder astral es Voz. Todo lo que puede hacer es imitar los tonos de otro. Un truco barato, un acto digno de un bar. Así lo llamaban.

Elletear se había mortificado. Pero nunca mostró a nadie sus lágrimas, sólo se permitía llorar en la cama por la noche.

-Aunque yo exprimía mis habilidades al máximo.

-Y trabajé más que nadie tanto en mis estudios como en la etiqueta para ser una reina adecuada.

Pero nadie lo reconocía. En cambio, fue objeto de continuas burlas, sólo porque sus poderes astrales eran débiles.

―Como saben, decían que estaba descalificada para ser reina. Desde la infancia, muchos se burlaban de que nunca alcanzaría el puesto.

―Eso es cierto.

―El valor del poder astral que uno posee determina el valor de una persona. Eso es la Soberanía.

―El Imperio no es la nación más discriminatoria con las brujas.

Recordamos que dijiste eso de la Soberanía Nebulis hace dos años.

Ese era el motivo.

Por eso la primera princesa viajó al Imperio. De hecho, ofreció su propio cuerpo, el cuerpo de una pura sangre, para convertirse en sujeto de la investigación secreta que los Ocho Grandes Apóstoles estaban llevando a cabo.

―De ahí mi deseo de convertirme en una verdadera bruja.

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―¿Y qué constituye una verdadera bruja?

―La bruja definitiva, absoluta y singular: la última del mundo.

La princesa bruja miró a los Ocho Grandes Apóstoles. La princesa que había vivido como la más débil de las puras sangres habló de su sueño.

―Para la Soberanía, me habré convertido en una Bruja de la Calamidad. La reina probablemente me considerará una hija tonta, mientras que mis dos hermanas se burlarán de mí como la hermana que se volvió loca.

―¿Y eso te parece bien?

―Sí.

―¿Aún a costa de tu belleza de diosa?

―Podrías saborear fácilmente a cualquier hombre del mundo con ese cuerpo tuyo. ¿No sientes esos deseos humanos?

―… ¡Ah-ja-ja!

La bruja era más madura de lo que debía ser a sus veinte años. Por primera vez, mostró una sonrisa traviesa acorde con su edad.

―Muchos creen erróneamente eso por mi cuerpo, pero a pesar de mi aspecto, no soy más que una inocente doncella de corazón. ¿Hedonismo? ¿Placer? No conozco nada de eso.

―¿Y no te interesa eso?

―Ya abandoné las alegrías de la humanidad.

―Magnífico.

Los aplausos cayeron sobre ella desde arriba. Una adoración sin límites resonó en los monitores por encima de Elletear mientras ella los contemplaba.

―Qué espléndida determinación.

―Con toda probabilidad, trabajaremos juntos una vez más. Nuestros objetivos son los mismos.

―Sí, porque lo que buscamos es el núcleo de este planeta.


Otra lluvia de aplausos cayó sobre la cabeza de la bruja.

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―Ahora, Elletear, te damos la bienvenida al Imperio una vez más.

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―Prepararemos una habitación para ti. Por favor, síguelo.

Elletear se dio la vuelta.

¿Cuándo apareció?

Un caballero pelirrojo vino a pararse en la salida del salón de actos. El Discípulo Santo del primer asiento, el Caballero “Relámpago”, Joheim. Ella no podía olvidarlo. Todavía tenía los débiles rastros de una herida de cuando su larga espada le atravesó el pecho. Sin embargo, es probable que desaparezca en unos días.

―¿Me vas a guiar?

―…………

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―Entonces contaré contigo.

El Discípulo Santo del primer asiento se volteó.

Ven conmigo. Aunque no lo dijo en voz alta, Elletear comenzó a seguirlo de nuevo.

Le dio la espalda a los Ocho Grandes Apóstoles.

―Primero, mi lugar de nacimiento. Y después, puedo cambiar el Imperio ―murmuró la bruja a través de unos labios voluptuosos.

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