Megami no Yuusha wo Taosu Gesu na Houhou (LN)

Volumen 5

Capítulo 3: El Día Del Fin De Los Mitos

Parte: 2

Hube había lanzado el mismo hechizo a treinta sacerdotes, pero palidecía en comparación con la atadura de Elazonia. Los eslabones se clavaron en la piel de Arian, amenazando con desgarrarla en pedacitos.

“Todo es palabrería, ¿eh? Mírate. Nunca llegarás a ser más que una desgraciada medio dragón”.

Elazonia se fijo en las escamas rojas de la garganta de Arian.

Si esto hubiera sido el pasado, habría evitado el contacto visual.

Pero ahora era diferente.

“¡Sí, soy medio dragón!”

Desde su infancia, había ocultado sus escamas, por miedo a que los demás la encontraran repugnante. Había una parte de ella que aún se rechazaba a sí misma, a pesar de que Shinichi la había aceptado y ella se había hecho amiga de los demonios.

Sin embargo, había desarrollado una conexión emocional con su padre ── aunque no tuvieran suficientes palabras o tiempo juntos. Se había aceptado a sí misma desde dentro.

“¡Soy Arian, hija del Dragón Rojo!”

Sus iris brillaron en oro y sus pupilas se alargaron como ojos de un lagarto.

Los rayos mágicos surgieron de su piel, desgarrando las cadenas de luz.

“¡Pequeña…!”

El dragón reprimido dentro de Arian había despertado, sacudiendo a Elazonia por primera vez desde que comenzó su enfrentamiento.

Como Proxies del planeta, los dragones tenían el poder del mundo, lo que les daba acceso al maná inagotable de la atmósfera. Arian podría ser sólo la mitad de uno, pero absorbió suficiente magia para marchitar el área alrededor y agitar el aire con sus poderes despertados.

“Diosa… No. Elazonia. Acabaré con tu odio hoy mismo”.

Su declaración estaba teñida de bondad mientras daba una patada en el suelo. Sonó como si el hormigón hubiera explotado. Arian estaba de repente frente a Elazonia, bajando su espada en un corte diagonal.

“Multiple Shields“. Elazonia lanzó un hechizo defensivo.

Seis pesados escudos se manifestaron ante ella, lo suficientemente resistentes como para desviar una bala de cañón.

Si Arian hubiera empuñado un arma mágica normal, no habría atravesado uno, y mucho menos seis. Sin embargo, en su poder había la espada de un dragón, hecha con la garra del Dragón Rojo, una espada maldita que consumía magia para aumentar su propio poder.

Cortó y absorbió los seis escudos mágicos, desgarrando el brazo izquierdo de Elazonia.

“¡Aaagh!”

Le arrancó parte de su magia, haciéndola gritar de un dolor que nunca había experimentado como fantasma.

“Ack… Photon Bind“.

Elazonia sabía que no tenía forma directa de defenderse de la espada del dragón e intentó atar a su portador de nuevo.

“¡Eso no funcionará!” Arian utilizó la fuerza bruta para romper los eslabones en pedazos.

Ese había sido parte de su plan. “Libérate de las ataduras del planeta, Zero Gravity“.

La fuerza que tiraba de su cuerpo hacia abajo desapareció. Los pies de Arian se levantaron del suelo. Incluso con su fuerza y su arma, una espadachina sin equilibrio era como un pájaro sin alas.

“¡¿Ah?!” Arian agitó sus brazos y piernas en el aire.

Elazonia reunió la magia en otro hechizo.

“Llamas blancas para incendiar la lava, incinerala hasta los huesos. Plasma Blast“.

El fuego volcánico explotó, amenazando con vaporizar el acero a casi veinte mil grados. Arian quedó suspendida inmóvil en el aire ──

“¡*Roooaaar*!” Ella lanzo magia.

Aliento de Medio Dragón. La luz roja salió disparada entre las llamas, tragándose

• “¡Gaaaaah ──!”

Elazonia trató desesperadamente de resistir el dolor. Sentía como si su magia estuviera desvaneciéndose de su cuerpo.

Arian fue lanzada hacia atrás por la fuerza de su hechizo, cayendo al suelo a los pies de Shinichi.

“¿Estás bien?──¡Ow!¡Estás caliente!”, gritó.

“S-sí, estoy bien”.

“¡¿Bien?! ¡Estás tan caliente como una estufa eléctrica!”

Shinichi trató de sonreírle mientras la sostenía, quemándose las palmas de las manos y preocupándose de que podría deshidratarse por el sudor.

Era genial que hubiera conseguido desencadenar sus poderes latentes, pero su cuerpo parecía no poder seguir el ritmo.

Arian consiguió sentarse erguida.

Elazonia escapó de la muerte, dejando escapar otro ataque de risa.

“Heh-heh-heh. Considera que me retracto de mi última afirmación. Sabía que lo tenías, lamentable medio dragón”, felicitó sarcásticamente.

Ya había perdido la mitad de su magia por el Aliento de Medio Dragón. Podían ver a través de su forma fantasmal semitransparente. Pero la sonrisa en su rostro permaneció en su lugar.

“Apport“.

Un conjunto de conductores mágicos apareció al alcance de la mano, permitiéndole absorber y restaurar su magia.

“Qué conveniente”.

Shinichi chasqueó la lengua ── aunque no por sorpresa o desánimo.

Ya se había enterado por el Dragón Rojo de que tenía grandes reservas de magia en su instalación subterránea.

Elazonia los miró, aparentemente triunfante. “Soy Elazonia, la Diosa de la Luz.

No podrán destruirme mientras tenga seguidores”.

Todavía tenía varias filas de contenedores de reservas, que seguían siendo llenadas por sus creyentes.

“¡¿Creían que podrían ganar contra mi poder infinito cuando tienes recursos limitados?!”

Se rió estridentemente, como un dios observando desde los cielos.

“Huff-huff…”

“……”

Arian no pudo responder entre sus respiraciones agitadas. Celes y Regina fijaron sus feroces miradas en la Diosa, optando por no abrir la boca desde que entraron en el laboratorio de investigación.

Shinichi habló por todas ellas. “Ya has perdido”.

“…¿Qué?”

Finalmente dejó escapar su sonrisa. Elazonia pensó que había perdido la cabeza.

“Ja-ja-ja, es cierto que tu magia es ilimitada cuando tienes seguidores. Frase clave: ‘cuando tienes seguidores'”.

“…¿Qué estás insinuando?”

Sonaba como un perro acorralado, que ladra y no muerde.

Por alguna razón, el temor envió escalofríos por su espalda. Esta vez, sacudió todo su cuerpo, a diferencia de cuando Arian había desencadenado su transformación.

Shinichi olió su miedo, sonrió más ampliamente y señaló al cielo. “Míralo tú misma. Dios que lo ve todo”.

“¿Piensas huir cuando te quite la vista de encima?”

Elazonia puso cara de valiente mientras dejaba que la visión de uno de sus ojos alcanzara el cielo. Pasó el techo del laboratorio de investigación, dejando atrás la tierra que se extendía. Cuando vio el cielo sin nubes, su expresión despreocupada se frunció de sorpresa.

“¡¿Qué es esto?!”

Debía ser cerca del mediodía, pero el mundo estaba en penumbra, aunque no completamente oscuro.

Una extensa cortina había bloqueado el sol, dejando que las luces multicolores jugaran a través de su superficie… que se convirtió en su propia imagen boquiabierta.

“¡¿Qué es esto?!”, repitió la pantalla a través de un mensaje telepático. Sonó en todo el continente de Uropeh para que todos lo oyeran. “¡No… no puede ser…!”

La sangre se escurrió de su rostro, haciendo que su complexión fuera más espantosa.

Shinichi la observó con la sonrisa más malvada de la historia en su rostro. “Así es. Todo ha sido transmitido a todo el continente”.

Todo, desde que intimidó a una joven con una ofrenda de paz… hasta que admitió que los humanos no eran más que su fuente de magia.

“Como dije: Ya has perdido”.

Aunque Shinichi hubiera sido derrotado, la gente del mundo nunca la adoraría ahora que habían descubierto su verdadera naturaleza.

Esto marcó el momento que destruyó su fe ── un arduo trabajo que Elazonia tardó trescientos años en cultivar.

***

Poco antes de entrar en el laboratorio subterráneo de Elazonia, Santa Sanctina visitó el castillo del rey en el país minero de Tigris.

“Gracias por recibirme hoy”.

“Soy yo quien debe darte las gracias”, respondió el rey Sieg de Tigris, conocido con cariño como el capitán.

Detrás de Sanctina había demonios, entre ellos Sirloin y Ribido, que arrastraban conductores mágicos.

“¿Debemos colocarlos aquí, oink?”

“¿Te importaría colocarlos en este carro? Vamos a trasladarlos”, instruyó Dritem, el mago de la corte.

“Claro que sí, oink“.

Los demonios apilaron los conductores en el lugar designado. Cada uno era del tamaño de un barril pequeño. En conjunto, eran más grandes que las Lágrimas de Matteral, su tesoro nacional perdido. Todos los cristales brillaban con la magia almacenada.

“Has hecho bien en reunir tanto en tan poco tiempo”.

“Fue un trabajo fácil ── con la ayuda de la madre de Rino”. Sanctina le mostró una sonrisa triunfal mientras Sieg la miraba con admiración.

“Da tu magia para salvar a nuestro señor”.

Regina había enviado una llamada al mundo de los demonios, utilizando sus puños para silenciar a cualquiera (que pretendiera) oponerse (por la oportunidad de luchar contra ella). Habían reunido toda la magia y los conductores que pudieron.

Como especie que poseía un potente poder, reunieron más magia de la necesaria para hacer funcionar el gólem de tipo dragón, el Dragón de Boulder Negro Hellsaur.

Aun así, carecían de la fuerza suficiente y acudieron a Tigris para pedirle ayuda.

“Es un espectáculo misterioso”. Sieg observó a los trabajadores, de nuevo superado por las emociones.

“¿Esto es todo? Vaya”.

“Trajimos todo lo que el dvergr tenía a mano, moo“.

“Los hábiles herreros, ¿verdad? Me gustaría que me mostraran sus habilidades alguna vez”.

“Hee-hee. Quiero aprender más sobre Kalbi. ♥”

“¡No me toques el culo, moo!” chilló Kalbi, recordando los métodos de tortura de los íncubos amantes de los hombres a los que se sometían los guerreros sagrados.

Demonios y humanos ── seguidores de la iglesia, por cierto ──.

Antes, se habrían enfrentado como enemigos naturales. Nadie podría haber imaginado que se abrieran así.

“Imagino que el mundo seguirá cambiando”, dijo Sieg.

Todavía estaba arraigado en los humanos el miedo a las llamadas bestias. Por muy difícil que fuera olvidar esta respuesta emocional, estaban furiosos con la iglesia.

Sin embargo, el mundo se acabaría si continuaban con los valores de Elazonia, que habían surgido del resentimiento.

Sanctina negó lentamente con la cabeza. “No cambiará por sí sola. Seremos nosotros los que impulsemos su transformación”.

“Es el deseo de Rino”.

Las dos asintieron entre sí, recordando la sonrisa de su amado ángel, antes de mirar hacia la puerta del castillo. Una vez terminados los preparativos, la campana comenzó a sonar.

“¿Qué está pasando?”

Al vivir sin electricidad, era normal que la gente durmiera y se levantara temprano. La población ya estaba levantada, asomando la cabeza por las ventanas para observar la situación.

Sanctina utilizó su magia para amplificar la voz del rey.

“Mi amado pueblo de Tigris, soy Sieg Fatts. Necesito urgentemente vuestra ayuda”.

Pronunció su discurso como un rey ── sin su estilo antiguo de capitán del club de los chicos. No estaba dando una orden, sino una petición con una cuidadosa explicación de la situación en cuestión.

“Dentro de poco, Rino la Diva, Arian el Héroe Rojo, y mi buen amigo Shinichi se dirigirán a una batalla final contra la Diosa Elazonia”.

“¿Qué?”

“Para revelar su verdadera naturaleza ── a cada persona en el continente de Uropeh. Te pido que prestes tu magia una vez más”.

“¿Qué significa eso? ¿Nos estás pidiendo que hagamos lo que solíamos hacer?”

“Les compensaré por vuestra ayuda, aunque signifique vaciar las arcas del reino.

Si desean ayudar, reúnanse frente a las puertas del castillo”.

“……” La gente parecía desconcertada.

Sanctina llamó en voz alta.

“Soy Sanctina. Hasta hace poco, trabajaba para la iglesia de la Diosa. Comprendo si les resulta difícil escucharme, ya que la última vez dejé que mi ego se interpusiera.”

“……”

“Os pido vuestra ayuda. Si todos trabajamos juntos, podemos mostrar la verdadera identidad de la Diosa al mundo. Sin su ayuda, no podré salvar a Rino”.

“Rino…”

“¡Te lo imploro! ¡Te lo ruego! ¡Por favor!”

Las lágrimas comenzaron a correr por su rostro. No era para fingir ser una santa. Salían de su corazón ── de su dedicación a salvar al amor de su vida ── pero también lloraba de arrepentimiento por sus acciones pasadas, de vergüenza por ser débil, porque no podía hacer otra cosa que pedirles ayuda.

Su sincera petición debió tocar sus corazones, porque una persona, luego dos, y después hordas de gente se reunieron frente al castillo, formando una enorme fila que se tragó todo el camino.

“¡Chicos…!” Sanctina salió corriendo por las puertas del castillo, con una sonrisa emotiva en su rostro, mientras la multitud le decía lo que sentía.

“No te hagas una idea equivocada. No lo hago por vosotrosustedes. Quiero ayudar a Rino porque ella me resucitó”.

“Sólo estoy muy interesado en esta batalla final con la Diosa y su verdadera naturaleza”.

“Te daré toda la magia que pueda mientras me pagues”.

Cada uno tenía su propia lista de razones: su deuda con Rino, simple curiosidad, esperanza de ganar algo de dinero. Todos estaban dispuestos a echar una mano. De entre la masa de gente salió una niña apretando la mano de su madre.

“¡Señorita!”

“Tú eres la que ha venido a que te curen la pierna…”

“¡Soy Elma!”

Sanctina sólo había recordado su cara, porque era una niña linda.

“Elma. Sí, claro. Lo siento, Rino nunca olvidaría el nombre de uno de sus pacientes…”

“No pasa nada”. Sacudió la cabeza como si no le molestara. De hecho, rompió en una enorme sonrisa, feliz de que Sanctina la hubiera reconocido. “Tu sonrisa solía asustarme, pero ya no das miedo”.

“Gracias a Rino”.

“¡Me encantaba verte trabajar con ella! Eras tan agradable con Rino”.

Para Sanctina, no era más que una de las miles de personas que había curado. Pero para la chica, Sanctina era una salvadora que había tratado una lesión importante.

“¡Por eso quiero ayudarte!” dijo la chica con una gran sonrisa mientras apretaba la mano de Sanctina.

No a la falsa Sanctina. A la verdadera Sanctina.

Había varios de sus antiguos pacientes entre la multitud, todos los cuales la miraban como expresando su gratitud.

“…Gracias”. Unas cálidas lágrimas brotaron de los ojos de Sanctina mientras le devolvía la mano.

Fue entonces cuando Ribido se acercó, arrastrando el carro con conductores mágicos, bajo un hechizo para parecer un humano.

“¿Hmm? ¿Estás engañando a Rino, Sanctie? Te voy a delatar”.

¹⁶“Ribido, ¿qué prefieres: que te quemen hasta convertirte en cenizas o que te corten en comida para peces?”

“Oh, qué miedo. ♥” Ribido no se inmutó por las amenazas de muerte, tomando la mano libre de Sanctina. “He recibido un mensaje de Celes de que han llegado a su escondite”.

“Entonces tenemos que empezar”. Sanctina asintió, haciendo un gesto a la multitud. “Por favor, junten las manos”.

“Muy bien.”

“No se tensen. Relájense y respiren profundamente”.

“Inhalen… Exhalen…”

“Imagina tu calor pasando por tus manos, fluyendo hacia mí. Eso me permitirá recoger tu magia”.

“Um… ¿Así?”

No estaban acostumbrados a prestar magia como los sacerdotes. Aunque estaban confundidos por el proceso, se las arreglaron para hacer lo que se les había ordenado. Su poder comenzó a fluir hacia ella.

“Yo también ayudaré”, dijo Sieg, uniendo sus manos a las de un ciudadano cercano que tomó las del mago de la corte, que luego se unió a los soldados y a los guerreros sagrados y a todo el camino hasta el orco y el minotauro y otros demonios que observaban desde las sombras de la puerta del castillo.

La luz fluía desde los conductores del carro, haciendo que Sanctina sintiera que se quemaba por la magia.

“¡Agh! Ah!”

“¿Estás bien?”

“Estoy bien”.

La niña la miró preocupada, pero Sanctina le ofreció una sonrisa, aunque el sudor le resbalaba por la cara.

Dentro de la mente de Sanctina estaba la voz de Celes. “Estamos listos. ¿Cómo están las cosas por allí?”

“Todo está listo”.

Las dos asintieron al mismo tiempo, lanzando juntas el mismo hechizo.

“Link”.

• SB: Cero guevadas, Sanctina también debria ser parte del harem de Shinichi y de pasa Elazonia pero bueno no podemos obtener todo lo que queremos xD