Rakuin no Monshou (NL)

Volumen 8

Capitulo 6: Regreso

Parte 1

 

 

En aquel momento, mucha gente se reunió en el campo de entrenamiento de dragones de Apta.

Gruesas estacas estaban clavadas una por una en el suelo de ese espacio abierto. Cada una de las más de cincuenta estacas pronto se utilizarían para crucificar a las personas. Los miembros de la antigua Guardia Imperial del príncipe.

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Para cuando Rogue Saian se dio cuenta de la conmoción, los preparativos ya estaban más de la mitad de completos. Odyne, que estaba relajándose en su habitación, también se enteró de ello y llegó corriendo con él. Los dos preguntaron severamente a Nabarl sobre ello, pero el actual comandante en jefe de Apta contestó con frialdad,

—En breve realizaremos una ejecución aquí.

—¿Lo has decidido arbitrariamente tú solo?

—No serán todos ellos. Como Su Majestad querrá información, algunos de ellos se salvarán. Para el resto, es una cuestión de moral de las tropas. Con el actual revuelo, los soldados se irritaron porque estaba tardando mucho en resolverse. La ejecución pública de la jauría que conspiró con Taúlia para asesinar al príncipe les levantará el ánimo.

El revuelo fue que un dragón manejado por Hou Ran mató a algunos de los hombres de Nabarl. La expresión de Rogue se volvió amarga.

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—Cuando le preguntamos sobre ello, nos explicó que la estaba protegiendo. Hasta ahora, no hay pruebas de que estén relacionados con Taúlia. ¿No te estás precipitando?

—¿Hay algún testigo que pueda apoyar la excusa de esa mujer? Así es, no hay ninguno. Creo en el informe de mis subordinados. Si estuvieras en mi posición, también lo harías.

—Sin embargo…

—Aparte de eso, ¿estás pidiendo pruebas? Su Alteza Imperial, el Príncipe Heredero, fue baleado y perdió la vida. Los Guardias Imperiales originalmente culparon de ese crimen al General Oubary, sin embargo el general ya fue liberado en Solon y Su Majestad declaró que fue obra de Taúlia. General Saian, no hable tan imprudentemente. Sus palabras de hace un momento podrían ser tomadas como una crítica directa a Su Majestad.

El color de la sangre se elevó a la cara de Rogue.

Mientras discutía con el veterano general, Nabarl fue brusco de principio a fin. De hecho, el asunto no le interesaba. Ejecutar a los Guardias Imperiales no era, después de todo, nada más que algo que añadir a sus justificaciones por haber perdido la batalla, y no era algo que fuera particularmente productivo.

Antes de que pasaran muchos días más, las tropas de cada uno de los doce generales serían enviadas a Apta y, si eso ocurría, no había garantía de que siguiera siendo el comandante supremo. Nabarl deseaba fervientemente liderar otro asalto contra Taúlia con su actual poder militar. La ejecución era algo así como un ritual. Significaba tanto hacer borrón y cuenta nueva de su derrota como animar a los soldados.

—Perdí a mis queridos soldados —Nabarl cerró los ojos—. Hubiera tenido sentido que sus vidas fueran sacrificadas en el campo de batalla, pero en vez de eso fueron mutilados por un dragón controlado por una esclava. ¿Cómo puedo explicárselo a sus familias que están esperando su regreso? Por favor, no intente detenerme, Sir Rogue. Tal como estamos ahora, esto es algo que es necesario. Sin duda, debe haber una ejecución cuando llegue el amanecer.

Cuando le dijeron que sería al amanecer, Rogue cerró la boca.

De acuerdo con la carta, era más o menos a esa hora que el Príncipe Heredero Gil Mephius llegaría. Esto le permitía a Rogue arriesgarse.

Si viene, bien. Pero si no viene…

—¿Lo crees? —preguntó Odyne, que caminaba a su lado después de que dejaran a Nabarl.

—¿Creer qué?

—Lo que estábamos discutiendo.

Rogue Saian le había mostrado a Odyne la carta que Shique entregó. Su reacción no había sido muy diferente de la de Rogue. Se sorprendió, pero no se puso nervioso. Tampoco declaró lo que pretendía hacer con respecto a ello.

Mientras caminaban hombro con hombro, Odyne bajó cautelosamente la voz.

—¿No es porque lo crees que te has echado atrás por el momento?

—Bueno…

A pesar de ser de noche, las figuras de una multitud de personas podían verse a la luz de los fuegos que se habían encendido en las canastas de hierro alrededor del campo de entrenamiento. Estaban allí para ver las ejecuciones.

—¿Qué significa ‘bueno’?

—No lo sé. Yo tampoco lo sé. Pero… sea verdad o no, estoy agradecido por esa carta.

—¿Agradecido? —Los ojos de Odyne se abrieron de par en par, sorprendidos por las inesperadas palabras.

Rogue Saian sonrió.

—Me dio fuerzas para tomar una decisión.

—…

—Aunque estaba insatisfecho con todo tipo de cosas sobre el estado actual de Mephius, no iba a hacer nada al respecto. Puse excusas sobre el hecho de que ya era demasiado viejo y que era un trabajo para los jóvenes. Ni siquiera yo mismo me di cuenta —Mientras caminaban, Rogue entrecerró los ojos como si estuviera mirando algo deslumbrante—. Y así, sin esa carta, yo también hubiera llevado a mis hombres a la frontera con Taúlia en última instancia. Pero gracias a ella -y si lo creo o no es un asunto aparte- decidí esperar los tres días como un guerrero Mephiano. Y daré mi respuesta después de pensarlo como guerrero. Me di cuenta… Odyne, si al amanecer el príncipe no aparece, entonces…

—¿Entonces?

—Detendré la ejecución. Incluso si tengo que eliminar al propio Nabarl

—¡General!

Como si esperara que le disparasen de repente, Odyne dirigió cautelosamente una mirada a su alrededor. Había varios soldados de guardia cerca, pero esas palabras no parecían haberles llegado. El propio Rogue seguía sonriendo.

—Mientras quede vida en mi interior, no dejaré que un solo soldado cruce la frontera. Naturalmente, Su Majestad se pondrá furioso. Pero estoy orgulloso de pertenecer a la Casa Saian y hemos apoyado al país como guerreros Mephianos generación tras generación. Si esa misma Casa Saian demuestra su poder militar por última vez, incluso Su Majestad se dará cuenta de algo.

—Sir Rogue…

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—Eres joven. No necesitas seguirme. Para mí, mis hombres son como mi familia. Tienen la misma mentalidad que yo. Pero no tengo intención de involucrar a nadie más que a mi familia en esto.

—Incluso yo… —Odyne estaba a punto de afirmar que compartía la misma voluntad, pero se detuvo un momento.

No importaba cuánta antipatía sintiera hacia el emperador, que carecía de rectitud, si se adhería a las acciones de Rogue, entonces no sólo él mismo estaría en peligro, sino que su familia en Solon también lo estaría. La forma en que Rogue habló claramente de su “familia”… en otras palabras, estaba dispuesto a sacrificarla.

A Odyne se le cortó el aliento al pensar en sus propias vacilaciones en comparación con la profundidad de la resolución del veterano general.

Tal vez porque se dio cuenta de los pensamientos de Odyne, Rogue rió alegremente.

—Antes de esto, no éramos particularmente cercanos, pero me alegro de haber hecho un amigo después de venir aquí. Pero vivirás. Si todos los que comparten este mismo corazón mueren en acción, Mephius se verá cubierto por una oscuridad aún mayor que la actual. Así que vivirás. Quiero que vivas y que aguantes mientras esperas el momento oportuno. Entonces tal vez, si hay alguien que sienta que mis acciones tienen algo de justicia, podrás ganártelos para que se pongan de tu lado. Incluso uno contaría como una victoria.

La cara de Rogue estaba tranquila mientras explicaba un plan que funcionaba sobre la premisa de su propia muerte. Tal vez se sentía más animado ahora que se había desahogado, ya que el rostro de Rogue se veía renovado mientras golpeaba a Odyne en el hombro.

—El futuro de Mephius es brillante. ¿No te parece? Bien, esta noche, bebamos juntos. No dejaré que digas que no. Los hombres están armando un alboroto mientras esperan. Bien, vamos.

Los dos generales dejaron atrás el campo de entrenamiento.

Cuando Odyne miró fugazmente hacia atrás, sintió como si las estacas iluminadas por los fuegos fueran como las lápidas del propio Mephius, y se estremeció.

Siete figuras a caballo salieron a galope, con antorchas en alto. Habían salido de Taúlia.

Como eran tiempos de guerra, se veían unidades como éstas patrullando por todas partes, incluso lejos de las ciudades. Los soldados no sólo eran de Taúlia, sino también de Helio, Kadyne o Cherik. El rostro de Orba estaba oculto bajo su capucha. Pasaba desapercibido.

A pesar de que en el camino se detuvieron en una base de abastecimiento para aeronaves que también funcionaba como campamento para los guardias, todavía faltaban dos días para llegar a la frontera. Y cerca de Apta también estaba el río Yunos. El grupo se mantuvo en silencio mientras avanzaban a toda velocidad con sus caballos.

Había mucho en que pensar. Los soldados taulianos no fueron informados en absoluto sobre lo que Orba planeaba hacer; mientras que Orba tenía la fuerte impresión de que estaba cabalgando duro por un camino por el que nunca podría regresar, exactamente como si estuviera corriendo por un puente que se estaba quemando detrás de él.

Sin embargo, no se arrepintió.

Es una batalla. Una batalla.

Como prueba de ello, su sangre se agitó.

El enemigo es colosal.

Aunque había pasado por una batalla tras otra, el enemigo era mucho más grande esta vez. Así que para luchar contra él, también tendría que ser grande.

Uno por uno, repasó mentalmente los procesos para lograrlo. Sin embargo, no había una sola cosa entre ellos que él diera por sentado. Sólo podía pensar en los muchos escollos que se presentaban en el camino que tenía por delante.

Incluso ese sentimiento de tensión se sentía bien para Orba.

La suerte está echada. Ya no vacilaba ni un instante entre esto y aquello. Orba nunca estaba tan animado como cuando llegaba a la etapa en la que no había nada que hacer a continuación, salvo tomar acción.

Pasó un día mientras pasaban por el sitio que se había convertido en un campo de batalla no hacía mucho tiempo.

Tomaron una siesta en el campamento del abastecimiento y luego se fueron inmediatamente de nuevo. Por supuesto, sólo había hombres en ese campo, pero hubo una excepción sólo una semana antes. Alguien que también era extranjera. Pero Orba no lo sabía.

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Mientras el día moría y cabalgaban rápido a través del atardecer…

—Oye, por allá —dijo uno de los soldados Taúlianos.

Cuando miraron, parecía como si las llamas se elevaran desde el costado. Debido a que estaba en la misma dirección que el sol poniente, no lo habían notado antes, pero ahora que los ardientes rayos de sol se habían atenuado, los jinetes podían ver la luz de las llamas.

Al preguntar, parecía que había una pequeña aldea en esa dirección. Los soldados empezaron a dar vueltas.

—¿No será un ataque de las fuerzas Mephianas?

—No hubo noticias de que cruzaran la frontera.

—¿Podrían los bastardos haberse acercado sigilosamente a los guardias fronterizos?

Cada uno de ellos tiró de las riendas y paró su caballo. Orba no fue una excepción.

Una aldea está siendo atacada.

Su expresión cambió bajo su capucha. En su mente vio llamas que se elevaban de cada casa y gente corriendo entre ellas, tratando de escapar. Una tropa del ejército vestida de negro de pies a cabeza los persiguía. Las mujeres y los niños gritando que eran aplastados bajo los cascos de los caballos, los jóvenes cuyas cabezas fueron enviadas volando cuando trataron de ofrecer resistencia – una por una las imágenes que se mostraban entonces se desvanecieron. Esa época de su propia infancia se había superpuesto al presente.

—¿Qué hacemos?

Los soldados Taúlianos iniciaron una discusión frente a Orba.

—Si realmente son tropas Mephianas, será imposible acercarse más a la frontera.

—Volvamos al campamento. Podemos avisar a Taúlia con las aeronaves desde allí.

—Lo primero es lo primero, iré a comprobar la situación. El resto de ustedes quédense aquí en espera y…

El resultado fue que el grupo se dividió en tres. Dos irían hacia la aldea para hacer de exploradores y dos más regresarían al campamento. Los tres restantes, incluido Orba, se quedarían donde estaban en espera, pero…

—No —Orba sacudió la cabeza—. Nos acercaremos lo más posible a la frontera.

—¿Qué?

Los soldados Taúlianos estaban horrorizados. Orba ya estaba impulsando a su caballo hacia adelante. Al ver su arrogante comportamiento, el soldado más joven del grupo gruñó.

—Sólo vas a saltar a los brazos del enemigo. Mephius ya ha vadeado el Yunos.

—No hay tiempo.

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—Tiempo. ¿Tiempo para qué? No nos han dicho nada. Aunque no te

importe, ese de ahí es uno de nuestros pueblos. Es…

—Si no vienen, entonces hagan lo que quieran. Voy a continuar —le lanzó Orba y azotó a su caballo.

Dejando a los soldados atrás, viajó continuamente hacia adelante. Bajo la capucha ondulante, sus ojos brillaban con fuerza. Tampoco quería abandonar la aldea. También le preocupaba que Mephius pudiera ocupar la frontera, pero esa era una razón aún mayor para avanzar rápidamente.

Por otro lado, el líder de los soldados Taúlianos que dejó atrás tomó una decisión.

—En cualquier caso, tenemos que comprobar la situación en la frontera.

Después de dar a cada grupo, uno en dirección a la aldea y el otro regresando al campamento, sus respectivas órdenes, él con el soldado más joven persiguió a Orba.

—Tsk —el joven soldado hizo que su caballo moviera las piernas a regañadientes.

Orba no iba a mirar atrás.

Un disparo resonó en sus oídos.

No era de una dirección lejana, es decir, no era de la aldea. Era de cerca.

Agarró la espada en su cintura.

Un número de figuras repentinamente salieron de un lado del camino.

Un disparo.

Al mismo tiempo, Kiril saltó hacia atrás.

—No te muevas.

El cañón de su pistola humeante se mantuvo fijo en Kiril, Rone Jayce caminó hacia él. Se encararon, con la princesa y Layla entre ellos.

—Olvídalo.

Mientras hablaba, Kiril volvió a extender su brazo en un amplio movimiento. Desde ahí, una sombra negra se proyectó en el aire. Rone instintivamente dio un paso atrás y eso voló hacia su cabeza. Al verlo venir, Rone estaba a punto de apretar con rabia el gatillo cuando..

—¡Agáchate! —Vileena gritó en el mismo instante.

Se dio cuenta justo a tiempo de lo que hacía el arma que estaba a punto de acabar con su vida. Sus instintos de guerrero volvieron a la vida por la agudeza de esa voz. Originalmente era un hombre que tenía las suficientes habilidades como para ser elegido como uno de los Guardias Imperiales del mismísimo Emperador. Cuando Rone se inclinó, Kiril se lanzó y echó a correr.

Rone ajustó la puntería del arma, pero fue demasiado tarde.

Una patada de las largas piernas de Kiril hizo que el arma volara. Luego, usando el retroceso de su acción para girar como un acróbata, atrapó el boomerang en el aire.

Aterrizó detrás de Rone. Casi en el mismo momento en que el antiguo Guardia Imperial liberó el destello de una espada de su cintura, Kiril blandió la daga que tenía en una mano, apuntando a la espalda de Rone con el mismo movimiento. Con una sincronización casi artística, las espadas chocaron.

Chispas volaron.

Ambos se giraron hacia el otro. Sus caras estaban muy cerca. Ejercían su fuerza para romper ese equilibrio. Rone tenía la ventaja tanto en el arma como en el físico. Gradualmente abrumó a Kiril con fuerza bruta.

De repente, Rone se lanzó hacia adelante. Kiril inmediatamente relajó su fuerza y se agachó, giró sobre su pie derecho y, cuando Rone empezó a trastabillar, lo hizo tropezar contra el suelo.

—¡Padre!

Con la voz de su hija sonando en sus oídos, Rone rápidamente se dio la vuelta mientras una cuchilla iba hacia él. Dos o tres veces la esquivó por poco, pero los movimientos de Kiril fueron despiadadamente precisos y, la tercera vez, la espada lo arrinconó en una posición desde la que ya no podía evitarla.

—Espera.

Vileena.

Sin que nadie se diera cuenta, había levantado el arma que le habían quitado de la mano a Rone y estaba de pie a su lado.

Kiril no vaciló ni un segundo. Su espada se inclinó hacia el cuello de Rone.

—¡Guh!

Gritó como un pájaro de mal agüero y se tambaleó hacia atrás. Una nube de polvo se levantó del suelo. La punta de sus pies casi había sido atravesada por el viento.

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Habiendo hecho el disparo, Vileena redujo la distancia entre ellos y una vez más se preparó. Los ojos de Kiril se llenaron de admiración y sorpresa.

—Realmente lo hizo, Princesa.

—¿Me llamaste ‘Princesa’? A juzgar por tu comportamiento, ¿sabes quién soy?

—Por supuesto. La tercera princesa de Garbera, Vileena Owell. Una existencia excelsa, como no hay otra igual en este mundo.

Cuando anunció formalmente su nombre, Rone y Layla se quedaron sin aliento. Vileena, sin embargo, no les prestó atención. Su corazón latía con fuerza. El hedor a pólvora llenó su nariz hasta el punto de sacarle lágrimas a sus ojos.

Siguiendo las instrucciones de su abuelo, y para poder protegerse, Vileena no cesó de practicar el tiro, pero era la primera vez que disparaba a un humano.

—Sin embargo —levantó su delgada barbilla y sus modales se mantuvieron altivos hasta el final—, si tienes asuntos conmigo, entonces no tiene nada que ver con los aldeanos. ¿Por qué hiciste algo así?

—Para lograr mi objetivo, no podía permitirme elegir mis métodos… —La expresión de Kiril se volvió fugazmente triste pero—, …eso sería una mentira. Lo hice porque es divertido.

—¿Divertido?

—Después de esforzarnos por llegar tan lejos, sería aburrido si la única presa fueran los pequeños soldados Taúlianos. Si la batalla no es una vorágine de gritos y sangre, el éter que los humanos liberan antes de morir no será depurado.

Rakuin no Monshou Volumen 8 Capitulo 6 Parte 1 Novela Ligera

 

La ira al rojo vivo se encendió en los ojos de Vileena. Por el rabillo del ojo, vio el cadáver tambaleante de un hombre que había sido atravesado en el abdomen por un soldado Mephiano. Mientras que el joven al que le habían cortado el brazo, y que incluso ahora estaba desmayado por la agonía, era sin duda el llamado Lennus que le había dado flores a Layla.

—Sinvergüenza —La voz de Vileena sonaba como si pudiera cortarle el paso—. No te muevas. Si valoras tu vida, tira tu arma y ríndete junto con tus compañeros.

—Como no la valoro, tendré que resistirme al respecto.

Kiril sonrió con maldad y lanzó el bumerán con un rápido movimiento. Sorprendida, Vileena movió sus ojos a izquierda y derecha y en ese instante, Kiril comenzó a correr. Moviéndose tan rápido como si estuviera volando, acortó la distancia en un instante. Cuando la princesa se dio cuenta, levantó el arma delante de ella pero ya era demasiado tarde. Kiril estrelló su puño contra su abdomen.

Vileena, sin decir nada, se arrodilló. Por un segundo, sintió como si todo el oxígeno le hubiera sido arrebatado de su cuerpo. Kiril agarró fácilmente el arma de sus temblorosas manos.

—Debería prestar mucha atención. No habrá un segundo sacrificio tan noble como el suyo. Para mejorar la calidad, haré que odie y se desespere aún más —Kiril se lamió los labios.

En ese preciso momento, un soldado Taúliano levantó su espada detrás de Kiril y le apuntó, pero el arma que Kiril había lanzado tiempo antes volvió, desgarrando el viento, y golpeó al soldado, que estaba a pocos pasos detrás de él, en la nuca


Despreocupado por la sangre que brotaba como una cascada furiosa, Kiril lo sacó suavemente. Como una muñeca que había sido arrojada, el soldado cayó al suelo.

La sangre de su víctima lo cubrió como si fuera maquillaje, y Kiril volvió a mirar al padre y a la hija Jayce.

—¡Aléjate! —Rone gritó, pero no a Kiril.

A su mujer, que, con la cara pálida, estaba a punto de correr hacia ellos. Él mismo se puso de pie para enfrentarse a Kiril, espada en mano.

Vileena apenas podía mantenerlos a ambos a la vista. Era difícil respirar. Sombras negras flotaban en sus párpados y si su conciencia se deslizaba un poco más, las dos figuras se verían envueltas en una ola de oscuridad. Mientras una voz le susurraba que sería más cómodo así, apretó los dientes y lo rechazó.

¡Maldita sea! – Las resentidas maldiciones que a veces pronunciaban los soldados Garberanos resonaron en el corazón de Vileena.

Aunque estaba haciendo todo lo posible por mantenerse consciente, no podía levantar libremente ni un solo dedo. Sin darse cuenta de que le salía saliva de la boca y de que sus ojos rebosaban de lágrimas, la tercera princesa de Garbera maldijo su propia impotencia, ya que era incapaz de moverse.

Siempre… siempre… En momentos como estos, comprendió lo insignificante que era su existencia, buena sólo para ser golpeada sin poder hacer nada.

A medida que la distancia entre los dos se estrechaba, la sensación de opresión que provenía del fuego parecía aumentar. Rone estaba a punto de blandir su espada. Pero no porque aprovechara una abertura, sino porque ya no podía soportar la tensión; en otras palabras, Kiril lo había hecho moverse. Incluso Vileena, una aficionada, podía verlo. Y tal como ella había imaginado, Rone se movió en línea recta, que Kiril pudo esquivar fácilmente antes de enterrar su mano derecha en el abdomen de Rone.

—¡Guh!

Una daga clavada profundamente en su vientre, Rone gruñó cuando empezó a caer de espaldas. Kiril se acercó para abrazar su cuerpo y evitar que eso ocurriera. Los gritos de la esposa y la hija de Rone resonaron.

—¡Alto!

La voz que apenas brotaba de los labios de Vileena atravesó los oídos de Kiril con más fuerza que ninguna otra. Se giró con una expresión algo sorprendida. En ese momento, el cuerpo de Rone se derrumbó.

—Vaya… Todavía tiene el valor suficiente para hablar —Aunque los ojos de Kiril volvieron a estar llenos de admiración, siguieron unas extrañas palabras—. Qué desperdicio. Una existencia de tan alta calidad debería mantenerse para ordeñar el éter o ser de utilidad para Lord Garda. Es un verdadero desperdicio, pero es una orden, así que no hay remedio posible.

—¿Qué estás…

—Bueno, asegúrese de derramar lágrimas de sangre mientras mira con frustración —Kiril le dio la espalda a Vileena. Su completo desinterés avivó el fuego de su ira.

Sin embargo, una cortina negra ya había caído más de la mitad sobre su conciencia. Todo su cuerpo se entumeció y, en unos segundos más, ya no podría hablar y caería inconsciente.

¿Es una mujer tan impotente? Lejos de la protección de los soldados y del pueblo, ¿la familia real es tan insignificante?

Recordó esa noche. Vagando por el sendero de la montaña mientras tenía miedo de la oscuridad. La familia Jayce la había salvado de eso. Aprendió que aunque era de la realeza, si daba un solo paso fuera de su territorio, no, fuera del área que ella misma conocía, se vería reducida a esta impotencia.

Aunque la luz de los fuegos debería haber iluminado lo que la rodeaba, en algún momento, el cielo que se extendía sobre su cabeza se había vuelto increíblemente oscuro. No había el más mínimo resquicio de esperanza en ese cielo negro que ella miraba. Cuando el miedo de aquel momento volvió a ella, perdió la fuerza para aferrarse al presente.

Yo soy… la familia real es…

Aunque su alma estaba a punto de ser consumida por la noche, Vileena se preguntó hasta el último momento.

La familia real es… sí, es una “luz”.

Una escena de repente pasó por la conciencia de Vileena. En la Fortaleza Zaim, cuando se enfrentaba al gallardo joven general, Ryucown. La propia Vileena le dijo que el abrumador dolor por su país lo había llevado a la violencia.

—La familia real no es la piedra angular de un país. El sentido de orgullo de los funcionarios y el pueblo es el mismo, puedes encontrar la misma luz en esa nación.

Por eso…

Ella quería ser más fuerte. Quería convertirse en una piedra angular de la familia real. El pueblo y los vasallos tenían cada uno un concepto diferente de la felicidad, pero la esperanza era algo que podían compartir. El futuro cercano era algo que podían imaginar.

Fue justo después de que la batalla de Zaim terminara -ya que todavía podía oír los gemidos de los heridos, el llanto de los soldados Garberanos, y también la respiración entrecortada del espadachín enmascarado Orba, que mató a Ryucown- que Vileena Owell pensó que quería convertirse en una “luz” similar a esos principios fundamentales.

Así es, aunque yo misma soy pequeña e impotente…

Vileena ejerció lo último de sus fuerzas. Dejó salir el último aire de sus pulmones y, sin preocuparse de que pudiera perder la conciencia o incluso la vida por ello, abrió la boca.

—Alguien —gritó—. ¿Hay alguien ahí? ¿Hay alguien que derrote a estos sinvergüenzas y proteja la sangre noble de la familia real de Garbera? Deprisa… deprisa…

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La única respuesta fue la fuerte risa de Kiril.

—Espléndido. Si la realeza como usted da la orden, ¿sus leales súbditos vendrán corriendo incluso desde los confines de la tierra? Realmente posee una actitud espléndida.

Vileena continuó sin prestarle atención.

—¿Hay alguien ahí? ¿No hay ningún héroe que responda a la voz de Vileena Owell? Si hay alguien aquí -alguien que no conozco o no puedo ver, incluso alguien que en este momento está luchando contra nosotros-que esté dispuesto a levantar rápidamente su espada; yo, la Princesa Vileena, lo alabaré como un héroe.

Su vista ya estaba virtualmente ennegrecida. La boca de Vileena se cerró y su conciencia casi desapareció.

Kiril se acercó a la llorosa y temerosa Layla. La esposa de Rone se apresuró a protegerla pero él la alejó con un simple:

—Después.

Levantó la húmeda y roja hoja.

—Alguien…

Con su voz ronca, Vileena gritó hasta el final mientras sus párpados se cerraban.

Kiril siguió riéndose a carcajadas. Para él, la “ceremonia” estaba alcanzando su punto máximo y podía sentir el éter altamente concentrado contra su piel.

Estaba a punto de apuñalar con su espada con todas sus fuerzas.

Hubo un fuerte relincho.

Un viento negro sopló al lado de Vileena.

Sopló hacia Kiril. Justo cuando estaba a punto de chocar con él, la figura de un hombre a caballo se reflejó en los ojos de Vileena. El atónito Kiril saltó a un lado y evitó por poco la carga del jinete.

—¡Bastardo! —Gritó sin querer, ya que su oponente no era ni un soldado Taúliano ni, obviamente, uno Mephiano.

Usaba una máscara de hierro.

***

 

 

No puede ser – él pensó pero no había ninguna duda.

Era inequívocamente la princesa Garberana, Vileena Owell, quien yacía derrumbada, proyectando una oscura sombra en el suelo que se iluminaba con el fuego.

Inicialmente, Orba iba a pasar por la aldea sin detenerse. Aunque los soldados Mephianos corrían como locos, juzgó que su primera prioridad era precipitarse hacia Apta y detener el avance del enemigo.

Pero cuando estaba a punto de abandonar la aldea, se topó con zerdianos que huían de ella. Eran los subordinados de Kiril que fueron los primeros en disparar contra el grupo de búsqueda en un intento de dividir al enemigo. Persiguiendo inmediatamente detrás de ellos estaban los soldados Taúlianos.


Los designados para escoltar a Orba los reconocieron como camaradas y los ayudaron a ahuyentar a los zerdianos.

—¿Qué está pasando? —preguntaron los escoltas.

—Encontramos a la princesa Garberana —respondieron los soldados del grupo de búsqueda.

Mientras Orba todavía dudaba de sus oídos, explicaron rápidamente la situación. Se dio cuenta de que el enemigo los engañó para que se separaran. No recordaba lo que había sucedido después. Cuando se dio cuenta, estaba acostado sobre el cuello de su caballo mientras galopaba. Como impedía la carrera, se quitó la capa con capucha.

Cada vez que los cascos del caballo perforaban la superficie del suelo, haciendo volar tierra y arena, se acercaba al estruendo de la aldea y al calor del fuego. Y junto con eso, sentimientos que eran difíciles de describir se agolpaban oscuramente en el pecho de Orba.

Y ahora – Vileena yacía colapsada.

Era una relación que una vez terminó.

Desde el momento en que arrojó a las llamas a su enemigo mortal, Oubary, Orba decidió abandonar su falso rostro. Pero no sólo su rostro. Entre las muchas cosas que dejó de lado, también estaba la princesa de Garbera. Ahora se habían vuelto a encontrar en otra pequeña aldea donde las chispas volaban. El corazón de Orba latía con fuerza.

Kiril, por su parte, ya había restablecido su postura después de la repentina carga. Al ver que la atención de su enemigo se apartaba momentáneamente de él, lanzó el bumerán.

Volviendo en sí, Orba instintivamente intentó cortarlo. Sin embargo, se elevó muy por encima del alcance de su espada. Instó a su caballo a seguir adelante sin prestarle más atención. Una sonrisa apareció en la cara de Kiril. Como si fuera guiado por el enemigo, se dio la vuelta y comenzó a correr hacia la espalda de Orba. El enemigo se acercaba. Y la sombra de la muerte lo perseguía justo detrás de él.

Los pelos de la nuca de Orba se erizaron.

Una señal.

Cuando era gladiador, Orba sentía a menudo esa señal de muerte, y había aprendido a confiar en ese instinto. Sacó el pie del estribo y saltó de inmediato. Y miró debajo de él. Zumbando mientras giraba, el arma se deslizó bajo sus pies y golpeó el cuello del caballo. Cortó la mitad de la carne. Con un relincho lastimero, el caballo perdió el equilibrio y se inclinó hacia adelante.

Orba aterrizó en el suelo y, con la espada en su mano derecha, se movió para atacar a Kiril una vez más.

Kiril no esperaba en absoluto que se lanzara al vacío, pero, como si el instinto lo obligara a hacerlo, se apartó del camino. Lo hizo con una combinación de volteretas y saltos mortales y dos o tres veces la espada de Orba cortó el aire. Su estilo de lucha acrobático era diferente de cualquier otro enemigo que Orba hubiera enfrentado.

Mientras esquivaba por cuarta vez, Kiril intentó un contraataque con su daga. Orba retrocedió hábilmente pero, con un giro completo, esta vez fueron los ataques de Kiril los que no se detuvieron. Pateando el suelo a diestra y siniestra, llovieron violentos golpes. Era difícil para Orba leer su ritmo. Justo cuando estaba considerando la posibilidad de atacar hacia abajo desde el lateral para aprovechar su largo alcance, Kiril mantuvo los codos pegados a su flanco y disparó un corto golpe como si fuera una flecha. Además, con la espalda inclinada o en medio de una voltereta, Kiril soltaba fácilmente sus golpes en las posiciones más increíbles.

Salvajemente.

Desde arriba, desde abajo, desde la derecha, desde la izquierda – sus movimientos carecían de sentido para un espadachín. Orba tampoco podía aprovechar una apertura para contraatacar y sólo conseguía esquivar la espada saltarina.

—¡Ah! —La punta de la daga se metió y produjo un corte vertical en la túnica de Orba.

Sintiendo la victoria, los ojos de Kiril brillaron intensamente. Hizo un movimiento con su mano derecha y se lanzó desde el suelo con especial fuerza.

Atacó al saltar, pero Orba fue capaz de evitarlo por poco.

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—Unh —Kiril hizo un sonido ligeramente intranquilo.

El bastardo se ha acostumbrado a ello – fue el sentimiento que apareció en su cara. Mientras esquivaba intensamente sus golpes, el cuerpo de Orba memorizó el estilo de lucha de su oponente o, en otras palabras, su ritmo único. Como prueba de ello, poco a poco fue capaz de hacer retroceder la espada de Kiril.

Una masa de acero se abrió paso justo encima de la cabeza de Kiril.

—¡Mierda!

Esquivó el siguiente ataque haciendo una voltereta hacia atrás y sacó otro bumerán de su cintura. Al ver eso, Orba trató de reducir la distancia entre ellos pero Kiril se escapó y la amplió. Levantó el arma en alto.

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Nota: Todo el texto que coloques antes o despues del codigo del spoiler sera visible para todos.

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