Rakuin no Monshou (NL)

Volumen 8

Capitulo 2: Calor Abrasador

Parte 2

 

 

a los que le rodeaban diciendo que había “contraído una enfermedad infecciosa hacía mucho tiempo”.

En ese momento, entró un hombre de bata blanca. Reaccionando como una bestia salvaje decidida a impedir que otros robasen la presa que acababa de cazar, Orba rápidamente cogió la máscara y se la estampó en la cara.

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—Oh, ¿acabas de despertar? —El anciano preguntó con admiración, no pareciendo particularmente preocupado por el estado de Orba. Se acercó tanto a él que fue casi grosero y le hizo un gesto con la mano ante sus ojos—. ¿Puedes ver bien? ¿Hay algún cambio en tus sensaciones físicas? ¿Sientes náuseas o mareos?

Orba se quedó en silencio durante unos momentos como si estuviera consultando consigo mismo. Después de un rato, agitó la cabeza. Y dijo casi a la fuerza que se estaba muriendo de hambre.

—¿Es así? —El hombre sonrió ampliamente—. Has estado en coma después de recibir un shock violento. Si eso hubiera continuado durante otros tres días, tu vida habría estado en peligro, los cerebros de la gente son sorprendentemente frágiles, ¿sabes? Puedes estar agradecido por tu fuerte cuerpo y tu suerte. A partir de ahora y durante al menos un mes, deberías ir a visitar un templo todos los días sin falta…. Ah, pero como un

fragmento de la máscara se clavó profundamente en tu frente, aunque, por supuesto, te lo quité por completo, es mejor que te resignes a tener una cicatriz por el resto de tu vida. Bueno, eso es como una marca de honor para los guerreros, ¿no? Además, no habrá muchas oportunidades para que quede expuesta ya que tienes una máscara.

El hombre se presentó como Faisal, un médico.


Al ser informado de los detalles de cómo fue llevado allí, Orba comprendió que Esmena se esforzó mucho para evitar que se revelara su identidad. La nueva máscara también había sido arreglada por la princesa.

Aunque Faisal, por supuesto, se dio cuenta de que Orba debía tener algún tipo de circunstancias inusuales, por lo tanto, evitó a propósito hablar de ello.

—Había una larga cola de gente que quería venir a visitarte. Según las órdenes de la princesa, los eché a todos. Y gracias a eso, el rumor de que tu condición era crítica y que estás al borde de la muerte se ha extendido. Es bueno que te hayas despertado, pero vas a pasar un mal rato con todas las visitas de cortesía de aquí en adelante.

—¿Y Mephius?

—¿Hmm?

Orba levantó un poco su cuerpo. También había vendas alrededor de su torso desnudo. No debería haber ninguna lesión del cuello para abajo, así que esto fue probablemente también gracias a la princesa o Shique, que conocía la situación.

—¿Ha hecho Mephius algún movimiento? ¿Cuánto tiempo estuve dormido?

—Ah, las dificultades de ser un héroe. Has estado inconsciente todo este tiempo. Tu vida sin duda estaba en peligro y no sería extraño si quedara un efecto permanente o dos. Y aún así, te despiertas e inmediatamente empiezas a hablar de la guerra.

Aunque dijo eso, Faisal explicó que en los casi dos días que Orba estuvo en coma, no hubo movimientos llamativos por parte de Mephius.

Después de eso, sin duda entre los primeros en recibir la noticia, el General Bouwen Tedos vino de visita.

—Han venido rápido —Mientras se despedía, Faisal susurró en voz baja—: Se dará cuenta de la suerte que ha tenido de poder dormir en paz estos dos últimos días.

Después de que Faisal desapareció, Orba inclinó la cabeza.

—Que usted venga en persona, General. Siento todo esto. Tuve una mala actuación.

—No te preocupes por eso. Lo que más importa es que estés bien. Y además, sé que me protegiste. La culpa es mía por no haber notado la presencia de un enemigo.

Aunque Bouwen suspiró aliviado, seguía armado. Al parecer no hubo ningún cambio en la situación y todavía no se sabía cuándo podría atacar el enemigo.

—Descansa un poco. No hay nada de qué preocuparse. Pronto llegarán refuerzos a Taúlia. Según la información traída por el mensajero, el primero de ellos será el comandante de los jinetes de dragones de Helio, Lasvius, que ya debería estar en camino.

—¿Lasvius?

—También tengo una deuda de gratitud con él. Quizás esta vez luchemos codo con codo. Bueno, es mejor si algo como la guerra no estalla.

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Al ser traicionado por el comandante mercenario Greygun, Bouwen fue gravemente herido en la batalla de las Colinas Coldrin. Después de eso, dependió de la unidad de Lasvius mientras estaban ocultos en las Cumbres Belgana y recibieron asistencia de ellos.

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Al menos por ahora – Aunque la expresión de Bouwen seguía siendo cautelosa, quizás porque sentía que habían escapado de un aprieto, se había vuelto un poco más brillante.

Sin embargo, una parte de la población, tanto de occidente como de Mephius, estaba preocupada porque si las formaciones de batalla de cada bando seguían creciendo, existía el riesgo de que ya no fuera posible retirarse. Bouwen también quería evitar una prolongada guerra en este momento. Además, había un asunto que no había salido de la mente de Orba desde antes del comienzo de su conversación con Bouwen.

—No ha parado desde la guerra contra Garda. ¿Dónde nos deja a los soldados zerdianos si un extranjero se lleva toda la gloria? Tómate un descanso por un tiempo.

Mientras Bouwen dijo eso con una sonrisa y se levantó para irse, Orba finalmente no pudo soportarlo más.

—La princesa de Garbera —dijo—, ¿hay un mensajero que diga dónde está la princesa de Garbera ahora?

—…

La sonrisa de Bouwen se desvaneció y permaneció en silencio. Mecánicamente cambió su atención hacia la ventana.

Afuera, el sol había descendido ligeramente de su cenit. El clima era monótono. Tal vez debido a la práctica de la artillería, a lo lejos el rugido de los cañones sonó una vez, y luego dos veces. Bouwen, sin embargo, no mostró preocupación.

Quien nos trajo la información no era Mephiano. Era la princesa de Garbera, Vileena Owell.

Fue el propio Bouwen quien se lo dijo a Orba. En ese instante, a Orba le disparó un soldado enemigo que yacía oculto bajo los cadáveres.

—General.

—La Princesa está… —Tras dudar un momento, Bouwen habló, aún mirando por la ventana—. En este momento, está desaparecida.

—¿Eh?

—Su paradero es desconocido. Después de llegar a nosotros como mensajera, la Princesa dijo que regresaría a Apta. Pero en ese momento el enemigo ya había cruzado la frontera. La Princesa regresó al territorio de Taúlia y se unió a nosotros que ya estábamos marchando.

Naturalmente, Bouwen se sorprendió, pero tenían que empezar sus maniobras para atraer al enemigo de inmediato. El que preparó esa táctica no fue otro que Orba. Como el tiempo era esencial, Bouwen no pudo cuidar de la princesa. Y luego –

—Según los testimonios de los soldados, ella usó su aeronave para interrumpir la carga de los soldados enemigos. Honestamente…. qué princesa tan imposible. Cuando voló su nave directamente hacia la caballería enemiga, que nos pisaba los talones, fue suficiente para que hasta nuestros soldados zerdianos se estremecieran.

Eso – Orba contuvo la respiración y recordó el campo de batalla.

Como Nabarl, el comandante en jefe del enemigo, neutralizó a sus fusileros antes de lo esperado, y más rápido de lo que Orba podía llegar precipitadamente como refuerzo, los perseguidores casi se acercaron lo suficiente como para derribar a la retaguardia de las fuerzas principales de Bouwen. Cuando estaban a punto de hacerlo, una aeronave voló directamente hacia el enemigo. Francamente, Orba había admirado la valentía y la habilidad de pilotaje que implicaba.

Gracias a esa embestida, la persecución de Nabarl se complicó, aunque sólo fuera un poco. Si no hubiera sido por eso, habrían pagado un alto costo.

Vileena.

Sin darse cuenta, Orba se mordió fuertemente el labio inferior.

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De por sí, era impensable que alguien en su situación informara a Taúlia del ataque de Mephius. Aunque fuera una invitada de otro país, Mephius no dejaría impune a la princesa. También había que tener en cuenta que las relaciones con su país de origen, Garbera, empeorarían mucho.

¿Por qué hizo algo tan estúpido?, pensó él, pero la respuesta ya era obvia. Era simplemente –

Porque es Vileena.

Debido a que era Vileena, no permitía que un compañero con el que habían hecho las paces fuera atacado sin previo aviso. Porque era Vileena, no podía cerrar los ojos aunque la pusiera en peligro, aunque Mephius y su país la denigraran como una traidora por ello.

Sintió que temblaba.

La escena de la pesadilla que acababa de tener estaba grabada en su cerebro y no salía de él.

Los ojos de Bouwen seguían mirando hacia el exterior.

—Existe la posibilidad de que haya regresado a Mephius, pero en cualquier caso, su silueta desapareció de la vista en medio de la batalla — Suspiró suavemente—. Por supuesto, en este momento he enviado gente a buscar en las afueras de Taúlia. Pero desafortunadamente, en esta situación de guerra, y porque no podemos tener nada que ver abiertamente con la princesa, no podemos movilizar a demasiada gente. La princesa es la benefactora de todos los taúlianos y queremos protegerla lo mejor que podamos, pero…

—¡Orba!

Shique irrumpió en la habitación antes que los demás, pero la sonrisa que cubría toda su cara desapareció en un instante.

El hombre que debería estar acostado en la cama vestía un chaleco de cuero y, con la máscara puesta, estaba arreglando su ropa.

—Espera, Orba —Shique corrió a su lado—. Siempre haces las cosas tan repentinamente que a veces me pregunto si no estás tratando a propósito de asustarme. Descansa. No hay nada por lo que tengas que estar tan apurado.

—Voy a ir a buscarla.

Rakuin no Monshou Volumen 8 Capitulo 2 Parte 2 Novela Ligera

 

—¿Eh?

—No hay manera de que lo desconozcas, cierto. Esa Vileena desapareció.

Orba miró a Shique por el rabillo del ojo. Exactamente como si estuviera mirando a un enemigo. Shique se quedó atónito por un momento, pero luego se giró rápidamente hacia Gilliam y los demás que estaban a punto de entrar en la habitación que tenía detrás de él.

—Oye, ¿qué pasa? ¿Qué estás tratando de hacer?

—No se permiten visitas.

—¿Qué?

—Por favor, todos fuera.

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Shique no tenía su expresión habitual. A Orba se le veía por encima del hombro. Gilliam estaba a punto de preguntar cuál era el problema cuando de repente sintió algo. Si, como lo había estado pensando antes, la historia de que Orba fue el doble del príncipe heredero era cierta, definitivamente habría una o dos conversaciones que no eran para los oídos de nadie más.

Tsk.

Sintiendo que estaba siendo tratado como un extraño, Gilliam dio la vuelta a su gran cuerpo. Talcott, que estaba entrando en la habitación, golpeó su nariz contra su inmenso pecho.

—Ow… ¡Al diablo, Jumbo!

—Vamos a volver por hoy —dijo Gilliam, sonando impasible—. Por el momento, el capitán se despertó sano y salvo. Dejémoslo en paz por ahora.

Atrapando por el cuello a un Talcott que protestaba y arrastrándolo por la fuerza, los sacó a todos. Después de que Gilliam también abandonó la habitación, Shique se aseguró de que la puerta estuviera cerrada.

—Orba —Shique se volteó una vez más para mirarlo—. ¿Qué es eso de que el paradero de la princesa es desconocido? Realmente no he escuchado nada al respecto.

Con las botas puestas, Orba estaba a punto de salir a buscar. Shique lo tranquilizó y de alguna manera logró que explicara la situación. Cuando se enteró, se quedó sin habla. Cuando era guardia imperial, insólitamente, Shique apoyó a la princesa Vileena de Garbera. Al enterarse de que estaba en peligro, naturalmente no pudo mantenerse en calma.

Sin embargo, ante él había un hombre que estaba todavía más a punto de perder la compostura. De una mirada, parecía ser el habitual Orba, tranquilo e indignado, pero Shique podía ver claramente la impaciencia y la preocupación tras la máscara de hierro.

—No es bueno, Orba. Lo que dices ahora no funcionará.

—¿Qué es lo que no funcionará?

—Taúlia está en medio de una guerra. Una persona en tu posición, con hombres a tus órdenes, no puede hacer lo que quiera. El general Bouwen vino antes pero no le pediste permiso, ¿verdad?

—Eso no-

—Todo tiene que ver con eso. Destacas demasiado. En este momento, eso es cierto en todas partes en el oeste de Tauran. Cualquiera te reconocería a primera vista —Al igual que Orba antes, Shique lanzó miradas como si se tratara de un enemigo—. Si te mueves, serás sospechoso de quién sabe qué. No es bueno hablar de una búsqueda.

—No hay nada de qué hablar. Muévete, Shique.

La voz de Orba se hizo más fuerte y estaba a punto de empujar el hombro de Shique para apartarlo del camino pero –

—No me moveré. ¿Lo has olvidado, Orba? Tú eres Mephiano. Y ahora mismo, el enemigo que lucha contra Taúlia es Mephius.

Orba dejó de moverse cuando eso fue señalado.

—En las circunstancias actuales, ¿qué pasará si te mueves como te plazca? Serás sospechoso de estar conectado con Mephius. Y no sólo tú, todos nosotros -todos nosotros en la unidad que te seguimos, que nos movemos según tus órdenes y actuamos como tu escudo y tu lanza-seremos denunciados como traidores y encarcelados.

—…

—Por ahora, no hay más remedio que dejarle la princesa al general Bouwen. También intentaré reunir información. Podría haber alguna pista en los informes que lleguen…

—Cállate —gritó Orba enfadado y movió el brazo. Shique pensó que le pegaría en la mejilla, pero el puño no fue lanzado a la cara sino a la pared a su lado—. ¡Fuera!

Con expresión seria, Shique miró a su vez a Orba y al puño; luego, cuando se aseguró de que Orba se había dado la vuelta y regresado a la cama, sacó algo que estaba metido en su pecho. Lo colocó en la parte superior de un estante cerca de la cama que se usaba para las jarras de agua y cosas por el estilo, y luego abandonó la habitación con calma.

Se escuchó como la puerta se abría y se cerraba una docena de segundos después.

—¡Mierda!

Orba golpeó fuerte contra la pared una vez más.

Lo que Shique dijo era algo que sabía muy bien. En realidad, el resentimiento de Orba se dirigía más hacia sí mismo que hacia la situación actual, ya que, aunque era consciente de ello, aún no había sido capaz de mantener sus emociones bajo control. Para empezar, era la misma razón por la que se había lesionado y perdido el conocimiento durante dos días.

Durante una guerra, se había perdido.

Ya sea en la arena o en el campo de batalla, cuando la muerte estaba al acecho, aquellos que no podían evaluarse y controlarse morían uno tras otro. Orba ya había visto esas escenas innumerables veces.

Dos días. ¿Dos días?

Debido a su desastre, perdió el tiempo.

Si la princesa no hubiera regresado a Mephius, el riesgo habría aumentado drásticamente. Si las cosas iban mal, aunque intentara no pensar en ello, el corazón de Orba se tensaba dolorosamente.

¿Es demasiado tarde?

Ese pensamiento cruzó repentinamente su mente.

Y al pensarlo, su mente y su cuerpo se congelaron por completo. Orba ya conocía el pesar de llegar “demasiado tarde”. Cuando vio la lápida de su hermano Roan. En ese momento, sintiendo que fue demasiado lento en ir a Apta, que sus acciones fueron demasiado lentas, Orba cayó de rodillas sollozando.

—No es demasiado tarde.

Dijo Orba, apretando los dientes. Si había perdido el tiempo, entonces debía trabajar duro para compensarlo rápidamente. Ya no había tiempo para pensar en ello.

Pasó un momento y notó lo que Shique puso en el estante junto a la cama.

Era un trozo de papel. Cuando fueron admitidos oficialmente en el ejército de Taúlia, como parte de su paga como suboficiales, a Orba y a varios de los soldados a su cargo se les asignaron algunos artículos de uso diario de alta calidad. Uno de ellos era un montón de papel.

Sus ojos se vieron atrapados por la blancura del papel, Orba lo tomó y luego lo miró fijamente.

La noticia de que Orba se despertó no sólo llegó a Bouwen, Shique y los demás.

Sin embargo, en este caso la noticia no llegó a través de un mensajero oficial del médico. Los hombres que vigilaban la zona informaron que el General Bouwen visitó el consultorio médico, por lo que se constató que Orba recuperó el conocimiento.

El que recibió el informe fue el comandante del Sexto Batallón del Ejército, Natokk.

Con su piel morena y su rostro esbelto y de halcón, era un soldado de aspecto típicamente zerdiano. En el momento del ataque sorpresa a Apta, Ax le confió el mando de las primeras tropas de asalto.

—Refuerza la vigilancia —ordenó Natokk—. No sólo en Orba, sino en cada uno de sus hombres, que también son Mephianos. Reporta cada una de sus acciones, incluso las más triviales…. ¿Qué pasa?

Su razón para preguntar eso fue la expresión que cruzó la cara del subordinado al que había dado la orden. El hombre bajó la cabeza como para disculparse por su grosería. La mirada de Natokk se hizo más aguda.

—Entiendo. Es el héroe que salvó el oeste. Yo tampoco quiero hacer esto. Sin embargo, si no hay nada, incluso si es Mephiano, no tendremos ninguna razón para dudar más de él. Por eso te doy esta tarea. ¿Lo entiendes?

—¡Sí! —Su subordinado se puso en firmes.

Después de asegurarse de que el hombre se había ido, Natokk, ahora solo, tenía una expresión tan complicada como la de su subordinado.

Pero la noche del día después de recibir ese informe, una conmoción estalló

repentinamente en los cuarteles del Sexto Batallón del Ejército….

***

 

 

Era medianoche cuando Orba llamó a Shique. No al consultorio médico, sino a la habitación privada que se le asignó como capitán del Quinto Batallón del Ejército. Al parecer, era un hombre difícil y puso fin a su tratamiento médico por la fuerza.

A pesar de que acaba de despertar.

Aunque comprendió que sus sentimientos estaban perturbados por la princesa y la guerra con Mephius, el ser irrazonable en este momento podría llevar a un daño irreparable. Aunque no quería volver a pelear, Shique se decidió a regañarlo y abrió la puerta.

Oh.

Pero las palabras que había preparado desaparecieron en el instante en que entró en la habitación. Orba estaba solo adentro. Pero la atmósfera que lo rodeaba era totalmente diferente de cuando se vieron en la enfermería.

Sin ningún preámbulo, Orba cogió una carta del escritorio que tenía delante.

—Quiero que lleves esto a Apta —dijo.

Shique se quedó boquiabierto. Apta estaba, por supuesto, dentro del territorio Mephiano y, por supuesto, era una tierra enemiga.

—¿Puedo leerlo?

—Claro.

Orba dio permiso mientras miraba hacia otro lado. No parecía querer mirar a los ojos al subordinado al que había llamado a medianoche. Al darse cuenta de por qué, Shique sonrió sin querer, pero cuando leyó el contenido, su deseo de burlarse de Orba se desvaneció en un instante.

Esto es –

Después de leerlo una vez, volvió de nuevo al inicio del documento. Orba, que estaba esperando, descruzó y volvió a cruzar sus piernas y miró a su alrededor sin descanso, pero Shique se tomó su tiempo a propósito para releerlo. Entonces –

—El contenido es bastante inesperado.

—Sí. Pero él está en Apta…

—Estás diciendo que le entregue esto al General Rogue Saian, ¿verdad?

Correcto – pareció decir Orba mientras asintió sin decir palabra.

El general Rogue Saian estaba en Apta. El que le había dado esa información a Orba no era otro que Shique. Mientras Orba estaba en coma, buscó información sobre el bando de Mephius. Se alojó en Taúlia con un comerciante que estaba haciendo un recado para el rico comerciante de Birac, Zaj Haman.

—Debido a esta guerra repentina, no es fácil volver a casa —refunfuñó mientras estaba sentado en una taberna.

Al darle de beber a ese comerciante, Shique obtuvo la información de que los generales Rogue y Odyne fueron a Apta. Shique resumió la información en papel y tenía la intención de dar una explicación verbal de la misma, pero como no parecía que Orba estuviera dispuesto a escucharlo, dejó el informe para él.

Shique una vez más echó un vistazo superficial al contenido de la carta que Orba le había entregado. El nombre del remitente no era Orba. La firma decía –

El príncipe heredero imperial Gil Mephius.

Eso sólo puede significar una cosa.

Orba iba a revivir a “Gil Mephius” a quien se suponía que había enterrado.


Después de anunciar que Gil estaba viviendo en Taúlia, la carta explicaba que-


Al enterarme del plan del general Oubary para asesinarme, desaparecí y me dirigí a Taúlia.

En resumen, la carta denunciaba la declaración del emperador Guhl de que Taúlia estaba detrás de la muerte de Gil como nada más que una acusación inventada, y luego continúa…

¿Quién dentro del ejército de Mephius quiere la guerra con Taúlia? Sólo hay una persona que la desea, mi padre Guhl Mephius. No cometan el error de ir en contra de su corazón. Si son comandantes que aman verdaderamente a Mephius y cuyo deber es proteger a su pueblo, deberían saber lo que tienen que hacer.

Dicho esto, no se podía esperar que Rogue y los demás creyeran en la supervivencia del Príncipe Gil simplemente en base a una sola carta. Por eso, Orba concluía el documento diciendo que aparecería personalmente en Apta tres días después de que la carta les llegara.

—Tres días… —Shique murmuró en voz baja.

El aplazamiento de tres días también les proporcionaba a Rogue y Odyne un tiempo para tomar una decisión. En otras palabras, en el tiempo que les daba para verificar si el Príncipe Gil seguía vivo o no, también tendrían tiempo para considerar cómo debían actuar en caso de que fuera cierto.

Ignorar las órdenes del emperador Guhl -ignorar las órdenes de Mephius- era desafiarlo, lo que significaba traición contra su país. No importa lo poco que les gusten las palabras y las acciones del emperador, no era una decisión fácil de tomar.

Pero, ¿y si el príncipe heredero, que sin duda había heredado la misma sangre imperial, se pusiera de su parte?

—Orba.

—Sí.

Orba miró a Shique a los ojos por primera vez. Shique tenía cientos de cosas que quería decir pero, mientras se miraban fijamente, esas cosas se aclararon en un instante.

Dirigirse hacia Apta como Gil equivalía a tirar por la borda su posición actual como el héroe cuyas alabanzas se cantaban por todo el oeste. Aparecer como Gil era deshacerse del hecho cuidadosamente fabricado de su muerte y lanzarse una vez más al gran vórtice de la vanguardia de la historia.

—No te arrepientas, ¿de acuerdo?

—Sí.

Shique fue atrapado por el impulso de hablar largo y tendido. Para evitar la guerra entre los dos países, no se trataba de una simple decisión que condujera a un único resultado. Para usar una expresión ligeramente exagerada, probablemente podría llamarse un punto de inflexión en la historia.

Sin embargo, mientras pensaba internamente una cosa, Shique dijo otra.

—Te faltan palabras, Orba.

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—¿Palabras?

—En este momento estamos discutiendo. Oh, ¿lo olvidaste? Cuando estaba haciendo un comentario razonable, ¿quién gritó: “Fuera”? Sólo convocar al otro a tu conveniencia, dar órdenes sin escuchar lo que tienen que decir, seguramente no es como si quisieras hacer el papel de un insensible príncipe.

Aunque nadie podía saber cuál era la expresión de Orba detrás de la máscara, él la entendía perfectamente. Pero eso fue suficiente para Shique. Justo cuando estaba a punto de saltar con “Eso fue una broma”, Orba habló.

—Lo siento.

Shique estaba atónito. Orba habló de nuevo.

—Eres el único al que se lo puedo pedir. Por favor, Shique. Lleva esta carta a Apta.

—Lo entiendo. Lo entiendo —como una forma de ocultar su vergüenza, Shique se rió orgullosamente—. Vas a decir que me vaya de inmediato, ¿verdad? Lo entiendo, el gran Shique lo hará perfectamente. Porque no puedes hacer nada sin mí.

Cuando Shique se fue, Orba apagó la luz de la habitación.

Se metió en la cama pero no cerró los ojos.

Algo se apartó de las sombras.

Cuando miró fijamente a la oscuridad, algo que parecía vagamente un fantasma tomó forma y se hizo visible.

No, no puede ser un fantasma.

Una persona con la misma cara que él, Gil Mephius.

Una persona que debería haber enterrado con sus propias manos. Un fantasma que ahora resucitaría de la tumba con esas mismas manos.

Por supuesto, hubo una serie de caminos que llevaron a esa decisión.

Como le contó a Shique, estaba decidido y creía que no se arrepentiría. Pero sea como fuere, sintió una extraña incertidumbre. ¿No había corrido demasiado rápido por los caminos que lo llevaron a tomar la decisión? En otras palabras, ¿pasó por alto algún elemento crucial que pudiera ser necesario para que el futuro que imaginaba se hiciera realidad?

Estúpido.

Orba miró con ira la pálida cara de Gil. Nuevas formas aparecieron y parpadearon indistintamente detrás de él, las de Guhl Mephius y las de las llamas de la guerra que rodeaban todo el oeste.

Aún no era demasiado tarde.

Así que tampoco había necesidad de apresurarse demasiado.

Orba cerró los ojos. En cuestión de segundos, se vio envuelto en la oscuridad total.

Desde debajo de la ventana, hubo un rugido como el aullido de una bestia.

Un disparo.

Sus ojos se abrieron repentinamente.

Lo que había vuelto a él era el momento en que le dispararon en el campo de batalla. En ese momento, cuando Orba estaba perdido en el campo de batalla. Hace un momento, Orba volvió a experimentar la sensación de haberse perdido, de estar indefenso, de vacilar ante la detección del “enemigo” y de haber recibido un disparo en la cabeza.

Una hora después de salir de la habitación de Orba, Shique estaba cabalgando.

Le dio al viejo soldado que estaba de guardia en los establos una pequeña cantidad del alcohol que se servía en los cuarteles, alegando que se trataba de “refrigerios”, y luego escuchó sus largas y jactanciosas historias de guerra. Cuando el soldado se descuidó y comenzó a dormir contra la pared, Shique lo dejó en silencio y fue a elegir un caballo para él.

Lanzándose sobre la silla de montar, atravesó los tranquilos y silenciosos barracones.

Saludó a los centinelas que estaban de pie en el camino desde el cuartel hasta la puerta del castillo como si fuese la cosa más natural del mundo.

Vaya, es Shique de la unidad de Orba.

Estos soldados eran totalmente opuestos a los de las caballerizas, tanto por su evidente juventud como por las miradas que enviaban llenas de aspiraciones hacia el antiguo gladiador.

Salió por la puerta del castillo.

La lámpara que Shique levantó iluminó tenuemente la oscuridad y, mientras daba palmaditas en el cuello de su nervioso caballo, siguió el camino hacia el este. Una vez que salió de Taúlia, respiró aliviado.

Aún así, me sorprendió.

Orba se disculpó sinceramente. No dejaba de repasar esa escena en su mente. En realidad, no se puede decir que estaba feliz desde el fondo de su corazón por ello.

No es propio de él. Tiene más del encanto de la infancia cuando sigue quejándose y maldiciendo. Bueno, aunque admito que es adorable cuando es honesto.

La carta que Orba escribió estaba, por supuesto, metida en su pecho. Pero antes, la caligrafía de Orba era horrible. Cuando aún era un doble, hizo referencia a las notas disponibles escritas por Gil Mephius para imitar su letra. Como cuando había escrito una carta incorporando a Shique y a los otros antiguos gladiadores a su propia Guardia Imperial.

Mientras recordaba lo desesperado que había estado Orba en ese entonces, tratando de memorizar esa caligrafía mientras escribía, Shique lo encontró adorable.

Que Orba iba a volver al frente de la historia de nuevo.

Shique evitó interrogarlo demasiado. Después de liberarse de la venganza, parecía como si el verdadero rostro de Orba comenzara a aparecer, pero era probable que ni siquiera él mismo supiera qué esperar si se ponía una vez más la “máscara” de Gil.

El mundo de la aristocracia no era más que un infierno de luchas interminables.

Detrás de las filas de rostros sonrientes y de las secuencias de palabras floridas se escondían todo tipo de deseos, en todas sus manifestaciones y formas.

Shique no tenía forma de conocer los rincones más profundos de ese mundo, pero en realidad había entrado en contacto con una pequeña parte de él. Y de esa pequeña parte, las cicatrices indelebles en su corazón se habían convertido en una marca que había sido quemada en él.

Son las llamas de Laskeid. Recordando esa vieja leyenda mientras cabalgaba hacia el frente, Shique sintió que temblaba.

Entonces –





—Espera.

Una voz se oyó delante de él. No, lo mismo venía de detrás de él.

Cuando Shique miró rápidamente a su alrededor, ya había sido rodeado.

En todas direcciones, la luz de su lámpara iluminaba las caras de Zerdianos.

Y en sus manos, con cautela sostenían espadas y pistolas.

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