Rakuin no Monshou (NL)

Volumen 4

Capitulo 4: El Secreto De Las Damas

Parte 1

 

 

Mirando a Gowen mientras regresaba a su habitación en el cuartel, Ran preguntó,

—¿Llegó la princesa?





Por supuesto, le habían informado que Gowen recibió la tarea de escoltar a Vileena. Su pregunta era sólo para confirmarlo.

—Sí —contestó Gowen con una expresión algo sombría. Ran inclinó la cabeza hacia un lado,

—No tienes buen aspecto. ¿Te preparo un poco de té medicinal?

—No —con un golpe, Gowen se dejó caer en una silla de madera. Cuando era el supervisor de los esclavos, nadie lo habría visto tan cansado. Ran sin embargo, pareció encontrarlo familiar.

—Tu expresión es la misma que esa vez.





Puede que tengas razón, pensó Gowen, pero no lo dijo en voz alta.

—Maestro Gowen, bienvenido —el chico que actuaba como su chambelán apareció en ese momento.

Ordenó enérgicamente los trozos de armadura que Gowen se había quitado y ya había preparado una muda de ropa para él.

—Reeno, ¿podrías traerme agua caliente?

—Por supuesto —se inclinó el chico, sus adorables rasgos tenían una expresión demasiado seria.

Gowen se sintió aún más exhausto y suspiró. En verdad, su cuerpo y su mente estaban desgastados por una amenaza distinta a cualquier otra que hubiese experimentado en el campo de batalla o en la arena de los gladiadores.

Durante el viaje, cuando actuaba como escolta de la Princesa, sintió repetidas veces una mirada sobre él. La princesa Vileena lo observaba desde la ventana de su carruaje.

Esto podría significar problemas, Gowen se había preparado todo el tiempo. Sintió el mismo malestar cuando escuchó por primera vez que la Princesa informó al Emperador que deseaba ir a Nedain. La personalidad de la Princesa no era de las que se ahogan en el dolor. Como la muerte del Príncipe fue tan repentina, se preguntaba si ella iba a verificar la verdad.

Gowen, por supuesto, conocía la “verdad”. Era natural, ya que el príncipe Gil Mephius -o mejor dicho, Orba, haciéndose pasar por el príncipe- le contó su plan en persona.

Cuando Orba se lo explicó, Gowen no interrumpió para decir ni una sola palabra.

—¿Está bien? —Fue lo único que preguntó, controlando el impulso de decir mucho más.

Él sabía que no tenían mucho tiempo. Estaban regresando de proporcionar refuerzos a Garbera, y la Fortaleza Apta ya estaba tan cerca que casi se podía ver. Orba asintió con la cabeza.

Gowen respondió también con un gesto de asentimiento.

—Entiendo. Te ayudaré.

—Te daré problemas hasta el final, Supervisor.

Seguro, Gowen respondió y luego no dijo nada más. Orba no era el único que se sentía aturdido por los constantes cambios en el entorno. Había muchas cosas que Gowen era incapaz de entender en estos últimos meses.

—¿Se lo has dicho a Ran?

—Planeo hacerlo más tarde.

Cuando escuchó eso, algo debió aparecer en la expresión de Gowen a pesar de su intención de controlarlo, ya que Orba inmediatamente frunció el ceño con disgusto.

—¿Es algo extraño?

—No.

Considerando cómo había sido hasta entonces, era inusual que Orba confiara en alguien que no estuviera directamente involucrado en un plan. Gowen podía entender el sentimiento de Orba de querer posponer esa conversación. Y Orba, que se dio cuenta rápidamente y que por supuesto también lo sabía, se irritó con ello.

Después, regresaron a Apta. Una vez terminados los preparativos, Gowen se dirigió a una habitación del cuartel. Fue a visitar a Shique, quien también había completado sus arreglos. Era de noche, pero como estaba nublado, la habitación ya estaba sumida en la oscuridad.

Pensando en ello, la suya era una relación extraña. Estaban entre los pocos en todo Mephius que conocían el terrible secreto de que el Príncipe Heredero había sido reemplazado por un doble.

—No ha dicho nada todavía, pero… —dijo Shique mientras observaba el río Yunos fluyendo muy por debajo de ellos—: Pienso ir con él. Aunque como en este momento se opondrá cuando se lo diga, lo haré en contra de su voluntad.


—Lo mismo pensé.

—¿Y tú, Gowen?

—Yo… Sí. A mi edad, soy demasiado viejo para empezar de nuevo. Me quedaré en Mephius. Junto a Ran… bueno, eso si ella quiere.

—Cuídate —dijo Shique mientras se volteaba hacia él, y luego se rió alegremente.

Gowen entendió la razón de esa risa. Un gladiador y un supervisor. Era imposible que intercambiaran “preocupaciones” en la despedida. Gowen sólo pudo sonreír irónicamente al ver como eso demostraba lo maravilloso y anormal que había sido su destino en esos últimos meses.

Al final, Shique dijo:

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—Ya sabes, sobre Orba… Aquella noche, cuando llegó por primera vez al Grupo de Tarkas, lo atacaste como un martillo de hierro. No parabas de decir que lo matarías. Sí, este chico, lo hará. Lo hará, pero tarde o temprano, se encontrará con alguien que le ganará en ese combate y acabará muerto. Con su personalidad, estoy seguro de que no vivirá mucho, eso pensaba.

Con esa charla, que en realidad no se podrían llamar “recuerdos felices”, salieron de la habitación.

El plan se puso en marcha de inmediato. Esa noche, Orba se precipitó al río Yunos acompañado de disparos. Gowen y Shique fueron los primeros en abandonar la fortaleza, llevando a la Guardia Imperial a buscarlo. Shique consiguió un pequeño barco para sacar a Orba y, sin encender ni una sola antorcha, se dirigieron a la orilla opuesta. Para distraer la atención, Gowen, por el contrario, tenía cada vez más antorchas en alto y fingió seguir buscando a lo largo del río.

Desde entonces, fue igual que en los recuerdos de Pashir.

Gowen suspiró aliviado en ese momento, ya que el plan se desarrolló como era de esperar; pero desde entonces, se encontraba en un aprieto que le obligaba a maldecir amargamente a Orba.

Tanto es así que, pase lo que pase a partir de ahora, no pensó que volvería a tener un resentimiento tan fuerte con alguien más.

Sobre todas las cosas, Orba no le contó a Hou Ran sobre el plan.

—Lo sabías, ¿verdad? ¿Gowen? —Se encogió cuando ella lo presionó al respecto. Aunque su expresión era la misma de siempre… no, por eso, la pálida luz que brillaba en sus ojos fue aún más aterradora—. ¿Por qué no me informaron? ¿Pensó que iba a revelar el secreto? ¿Tenía tan poca fe en mí?

—Probablemente fue difícil —mientras respondía a Gowen, parecía tan aterrorizado que cualquiera que lo conociera pensaría que era una persona diferente—. Ya que tenían una relación cercana, el hecho de tener que decir adiós debió ser difícil. Puedes entenderlo, ¿verdad?

Fue una suerte para Gowen que justo después de eso, ya era la temporada en que ella cuidaba de los dragones mientras ponían sus huevos. Durante un tiempo, Ran les dedicó toda su energía. Al poco tiempo, se calmó.

—Gowen. Soy más o menos capaz de ‘juzgar’ —había dicho. Levantó un poco la barbilla y sonrió, mostrando que se sentía altiva. Viviendo juntos, Gowen había llegado a entender los pequeños cambios de expresión de su hija adoptiva.

—¿Sobre qué?

—El vínculo entre esos niños y Orba, que también significa el vínculo entre Orba y yo, es inquebrantable.

¿Oh? nunca había oído que Ran tuviera un poder misterioso, o que ser excepcionalmente hábil en domar dragones condujera a la precognición o a ser capaz de adivinar el futuro. Pero de todos modos, Gowen sentía que ella estaría satisfecha si él se dejaba convencer.

Con eso, Gowen pensó que esta amenaza desconocida había pasado, pero….

—Tu expresión es la misma que en ese entonces.

Tal como Ran señaló, cuando escoltaba a Vileena, el ex supervisor de esclavos experimentó el regreso de aquellos días con su hija adoptiva.

La mirada de la princesa daba la impresión de querer preguntar algo. De hecho, Gowen se preparó para un aluvión de preguntas. No te des la vuelta sin importar lo que te pregunten; él preparó todo tipo de respuestas con anticipación.

Pero Vileena dijo poco. Cuando sus ojos se encontraron con los de Gowen, le hizo un pequeño saludo con la cabeza. Por alguna razón, sintió siniestros escalofríos.

Justo cuando pensaba que se preocupaba por nada, sólo una vez y de repente, como por capricho, la princesa se le acercó cuando se detuvieron a comer.

—Debe ser duro para ti también, Gowen —había sonreído.

Fue tan abrupto y él estaba tan inseguro de lo que ella quería decir que Gowen se quedó desconcertado e incapaz de dar una sola de las respuestas que había preparado. Con ‘duro’, ¿se refería a su deber de escolta o a otra cosa?

Esa princesa, ¿vino a Nedain por algo?

Una y otra vez se quedaba asombrado por la capacidad de Vileena para actuar. Ella también tenía agallas. Incluso Orba se quedó atónito cuando escuchó que durante la batalla de Apta, cuando los soldados de la nave que habían sido atacados y fueron golpeados por el terror, ella intervino e indujo a que se quedaran.

Gowen se giró para mirar a su hija adoptiva.

—La Princesa podría venir a hablar contigo. Ten cuidado.

—No soy buena mintiendo —dijo Ran—. Pero no debería hablar de la verdad. Lo sé.

Gowen y Ran vivían juntos en esos apartamentos dentro del cuartel. Esa era otra relación extraña. Después de todo, casi nunca habían hablado en sus días con el grupo de gladiadores. Debido a que Ran odiaba la estricta disciplina dentro de los cuarteles de la Guardia Imperial, una vez que Gowen fue nombrado como su comandante y recibió una casa independiente en la que vivir, la adoptó. En ese momento, se les habían proporcionado esclavos para que se ocuparan de sus necesidades cotidianas, pero en la actualidad, sólo tenían al chico llamado Reeno para que lo hiciera. Este Reeno no era un paje nombrado por el General Saian. Gowen conocía al chico desde hacía algún tiempo y lo contrató por su cuenta.

Ran se pasaba todo el día cuidando a los dragones. En Solon y en Apta, ella cuidaba minuciosamente a los que estaban adscritos a la Guardia Imperial, entre los que se encontraba una especie de dragón llamado Yunion, que fue obsequiado cuando la paz se cerró con Taúlia.

Sólo usaba los apartamentos cuando comía o cuando dormía, aunque Ran también cocinaba ocasionalmente. Era una muchacha originaria de una tribu de nómadas occidentales, así que había muchas cosas que dejaron a Gowen asombrado, pero su plato de insectos Jiji fritos – que era originalmente una especie de comida que preparaba para los dragones – iba bien con especias fuertes y él disfrutaba comiéndolo como bocadillo.

Aunque cuando invitó una vez a Rogue Saian, parecía que no le gustaron y sólo bebió alcohol continuamente.

Al día siguiente.

Ese día también, Ran fue temprano al redil de los dragones, pero había alguien que llegó incluso antes que ella.

—Ha pasado mucho tiempo.

Vileena Owell.

Por algún motivo, vestía una larga falda de campesina y una gruesa blusa.

Tan levemente que no te darías cuenta a menos que miraras cuidadosamente, Ran juntó sus cejas.

***

 

 

—Déjame ayudarte —dijo Vileena, estaba llena de entusiasmo. Llevaba botas altas y parecía una niña con mucha energía cuyos ojos brillaban al pensar en probar algo nuevo.

—Deberías parar —Ran, sin embargo, y a pesar de ser su primer encuentro en mucho tiempo, no fue muy amable desde el principio—. Te lastimarás. Si haces las cosas mal, tan pronto como te quite los ojos de encima, terminarás en el estómago de un dragón, Vileena.

Vileena se quedó momentáneamente sin palabras. Sin embargo, la personalidad de la Princesa no era la de una persona que huía de las amenazas. Tampoco Hou Ran hizo nada más para detenerla. Comenzaron a trabajar.

Primero, Ran limpió los corrales de los dragones. En su interior había jaulas en las que se mantenía un número fijo de dragones, separados por especies.

Cuando Ran entró sin vacilar en las jaulas, tomó cubos de agua que los esclavos sacaron y los vertió mientras removía el estiércol de dragón y el heno rancio.

Aunque los dragones, guiados por Ran, se apartaban del camino, no salían de sus jaulas. Y Vileena, que estaba aprendiendo por observación mientras trabajaba, perdió inadvertidamente el sentido de la precaución.

Como los corrales eran, por supuesto, lo suficientemente grandes como para albergar a varios dragones, se trataba de un trabajo de gran intensidad en términos de mano de obra. Con toda honestidad, hasta Vileena, que estaba bastante segura de su resistencia física, podía darse cuenta de que su mente y su cuerpo se desgastarían si tuviera que hacer el trabajo y al mismo tiempo permanecer atenta a la presencia de los dragones. Además, el hedor era feroz. Incluso los manejadores que someten a los dragones a sus ejercicios militares suelen dejar este tipo de trabajo a los esclavos o subordinados.

Hou Ran se movía rápidamente y con movimientos practicados. Era más alta que Vileena, pero aún así era una maravilla cómo ese delgado cuerpo podía contener tanta fuerza.

Vileena estaba empapada de sudor en un santiamén. El olor estaba empeorando y la hacía sentir como si fuera a vomitar. Pero apretando los dientes y soportándolo, se preguntaba si eventualmente se acostumbraría a ello.

En ese momento, sintió algo detrás de ella. Sintió instintivamente que no era humano. De repente, más rápido de lo que la sorprendida Vileena pudo darse la vuelta, algo la empujó con fuerza hacia atrás y cayó, deslizándose hacia delante.

Ran voló antes de que se diera cuenta de lo que había pasado. Se interpuso entre la espalda de Vileena y el dragón de tamaño medio, un baiano, que estaba empezando a inclinarse sobre ella. Al principio, el baiano parecía que iba a resistir y morder, pero Ran lo miró fijamente con los ojos como cuentas de cristal, y pronto comenzó a retroceder, emitiendo débiles lamentos a medida que lo hacía.

La sangre había desaparecido de la cara de Vileena al mirar hacia atrás. Ran miró la expresión de la princesa y dijo, —Este niño realmente no te quiere. Es porque estabas pensando en otra cosa. Los dragones pueden leer las emociones de los humanos cercanos. Sin embargo, como no entienden en absoluto los pensamientos humanos, cuando no están pensando en ellos, terminan preguntándose si no son quizás un enemigo, y entonces se asustan. Además, este niño ha estado irritado durante mucho tiempo y su estado de ánimo es peor que nunca. Incluso yo podría ser mordida si no tengo cuidado. Entonces, déjame el resto a mí y regresa. Deberías estar en un lugar más apropiado para ti, Vileena.

Vileena permaneció en silencio. Con heno pegado a sus rodillas, se sentó firmemente y no se movió. Ran volvió a su trabajo. Después de un tiempo,

—¿Hay algo de lo que quieras hablar conmigo?

—¿Puedes leer mis emociones?

—Aunque no sea un dragón, eso no es tan difícil.

Siguiendo los movimientos de Ran con ojos apagados, Vileena asintió con la cabeza.

Después de levantarse y abandonar la jaula, Vileena mantuvo a Ran al borde de su visión, quien seguía trabajando al otro lado de las barras de hierro, y empezó a hablar de forma vacilante sobre sus sentimientos.

Ran no interrumpió. Siguió trabajando sin siquiera mirar a la princesa, hasta el punto de que dudaba si estaba escuchando, pero Vileena siguió hablando.

—Yo–

Después de regresar a Solon, pasó su tiempo sin hacer nada. No tenía energía para hacer algo y aunque se dio cuenta de que la gente que la rodeaba, empezando por Theresia, estaba preocupada por ella, hasta eso le resultaba desagradable y se metió en su caparazón. Sin embargo, cuando los enviados vinieron de Garbera, en el momento en que escuchó que le pedían que volviera a casa, se le vino a la cabeza la idea de que no podía volver así.

En ese momento, las dudas que durante mucho tiempo giraron en su interior tomaron una forma tangible y salieron a la superficie de su mente.

—Tú también lo sabes, Ran…. que el príncipe Gil se enfrentó a la División

Blindada Negra del general Oubary en un pueblo cerca de Apta.

Rakuin no Monshou Volumen 7 Capitulo 4 Parte 1 Novela Ligera

 

Según lo que el Príncipe explicó en su momento, en el pasado, el general Oubary arrasó varias aldeas de los alrededores de Apta. Les arrebató sus cosechas, dinero y bienes, y agredió a las mujeres; para cerrarles la boca, masacró a todos sus habitantes, ya sea que se sometieran o trataran de resistirse, antes de que finalmente prendieran fuego a las aldeas.

Gil, que se convirtió en el señor del castillo de Apta, descubrió este pasado, pero mientras recolectaba información de las distintas aldeas, Oubary desplegó sus tropas para silenciarlo. Gil se dio cuenta de ello rápidamente y le tendió una trampa en una de las aldeas.

Vileena y Ran, que fueron a buscar a Gil, estuvieron en la escena misma.

—Después escuché que los que dispararon al príncipe Gil eran soldados

de la División Blindada Negra. Por venganza contra él. Pero…

Oubary, a quien se consideraba el comandante del ataque, combatió con la Guardia Imperial cerca de la frontera. Aunque fue herido, huyó a Solon, donde fue capturado.

—Cuando el Príncipe tendió una emboscada a la División Blindada Negra, el General estaba con ellos. Lo vi allí con mis propios ojos. El Príncipe debería haber lidiado con él de una forma u otra en ese momento, ¿no? Cuando dejó la aldea, el Príncipe no estaba irritado ni impaciente. Así que no puedo imaginarme que haya dejado escapar al General. Y nunca habría dejado ir a una persona que había vuelto su espada en su contra. Si el General fue capturado vivo o muerto en la lucha, contradice tanto el incidente del tiroteo posterior como su arresto.

El color volvía a la pálida piel de Vileena.

—Por los distintos rumores que he escuchado en Solon y en Nedain, parece que de una manera u otra, la batalla del Príncipe contra la División Blindada Negra se ocultó. No, ni siquiera sé si se ocultó o si nunca se denunció, pero debido a ello, considero que las cosas no son convincentes. Podría haber algo detrás de esa contradicción. Puesto que es el Príncipe. Aunque no hay la más mínima duda sobre la verdad de su “muerte”, ¿qué tal si no fuera una verdad sino una especie de estratagema? …Por supuesto, puede ser lo que tontamente deseo creer. Sin embargo, como hay lugar para la duda, no puedo aceptar simplemente su muerte. Si todas mis dudas pueden ser disipadas, y si la ‘muerte’ del Príncipe Gil no puede ser desacreditada, entonces la aceptaré.

—…

De repente se dio cuenta de que Ran había dejado de moverse. Estaba mirando a la princesa con una expresión inusualmente aturdida.

—¿Qué pasa? —Vileena se preguntó si había dicho algo tan extraño mientras confiaba sus pensamientos.

—Increíble.

—¿Eh?

—Lo has pensado hasta ese punto, aunque no había nada que te ofreciera una respuesta.

Bajo la mirada fija de Ran, Vileena se sintió avergonzada de hablar. Ambas sintieron la misma admiración por la otra. Ran acarició suavemente el cuerno de un dragón Yunion que por casualidad caminaba junto a ella.

—Entonces, ¿viniste aquí para comprobar eso?

—Sí —asintió Vileena—, me hubiera gustado reunirme con el general Oubary en persona; sin embargo, como era de esperar, no pude hacerlo. Pensé que tal vez tú o Gowen podrían saber algo al respecto, así que vine aquí, pero…

—¿Pero?

—Si rebusco entre las cosas, crearé problemas. De la misma manera que te los he causado a ti, Ran, tratando de engatusarte. Así que por el momento, en lugar de preguntar a otras personas, lo que realmente quiero es ir a Apta.

Ya veo, pensó después de decirlo ella misma. Hablar con otra persona le permitió darse cuenta por primera vez de lo que realmente quería.

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—¿A Apta?

—En ese momento, estaba honestamente cualquier cosa menos tranquila. Así que quiero echarle un segundo vistazo. Quién sabe, tal vez encuentre una pista.

—…

Quería ir a Apta.

Aunque se trataba de un deseo que surgió repentinamente, se preguntaba si no lo había querido hacer desde que estaba en Solon.

Quizá ahora encuentre algún rastro del Príncipe. Podría ser capaz de notar si él dejó algo atrás.

Visto de otra manera, si hubiera algo importante, tal vez nunca lo hubiera notado si nunca hubiera dejado Apta. Cuanto más lo pensaba, más ansiosa estaba por ir. Quería dejar Nedain en ese mismo instante, antes de que las huellas del Príncipe se desvanecieran con el paso del tiempo y desaparecieran.

Sin embargo, esta estancia de una semana en Nedain se le permitió para concederle un capricho de última hora. Una vez que terminara, los enviados de Garbera vendrían inmediatamente a verla, también se vería presionada por los de Mephius, y se vería obligada a regresar a su país, le gustara o no.

Mordiéndose el labio inferior y tratando frenéticamente de contener la impaciencia y los deseos que brotaban en su interior, Vileena preguntó,

—¿Qué hay de ti? —Su pregunta fue mucho más suave de lo que se esperaba por sus palabras hasta el momento—. ¿Crees que el Príncipe realmente murió?

—Yo… —La boca de Ran permaneció abierta durante varios segundos—.

No vi su cadáver con mis propios ojos.

Mediodía.

Una sección de la zona de aterrizaje para las aeronaves estaba bordeada de almacenes. Una esclava llamada Krau estiraba su gran cuerpo en uno de los techos y estaba durmiendo la siesta.

Ella servía al rico comerciante de Birac, Zaj Haman, piloteando naves para él, pero, por orden de su amo, se fue a trabajar para el príncipe Gil. Ahora, después de la muerte del Príncipe, recibió una recomendación de Gowen y fue empleada por el General Rogue Saian junto con la Guardia Imperial del Príncipe. Como la División Dawnlight Wings de Rogue era principalmente una fuerza aérea, era la posición ideal para Krau. Sin embargo, todo lo que se le encomendaba eran tareas como el mantenimiento de las naves, o la limpieza de las mismas o de los almacenes. A diferencia de cuando trabajaba para mercaderes o la Guardia Imperial, aquí, no dejaban el manejo de una nave a una mujer, y a alguien que era una esclava en ese momento.

El hecho de que Krau se viera obligada a realizar estas tareas hizo que su cabeza girara. Incluso para ella, al continuar con este mismo trabajo durante un año o medio, el exceso de grasa seguramente desaparecería por completo, pero era una mujer obstinada que era muy buena en los juegos de azar, y que cobraba las deudas de los trabajadores y esclavos contra los que jugaba pidiéndoles que hicieran su trabajo, abriéndose así tiempo libre para no trabajar.

Disfrutando de la cálida luz del sol con sus grandes brazos como almohadas, tenía una expresión realmente alegre.

—Así que ella está aquí —después de subir al techo, Ran se rió sin querer al ver a Krau. Se giró para mirar a Vileena, que estaba trepando detrás de ella, y se puso un dedo en los labios, diciéndole que guardara silencio.

Suave y silenciosamente, Ran se acercó a Krau y luego soltó el grito más increíble. Era un sonido como el rugido de un dragón e hizo vibrar el aire que la rodeaba.

—¡Hyeee! —Krau se levantó y casi se cae del techo—. ¡Eso fue horrible!

¡Pensé que saldría volando!

—Entonces sería perfecto. ¿No eres tú la que siempre dice: “Quiero bajar de peso, quiero bajar de peso”?

—¿Quién quiere perder peso muriendo? Honestamente, tú y….. ¿Oh? —

Krau se dio cuenta de que había una chica detrás de Ran—. Bueno, esto es poco común. ¿Con quién estás? ¿Una nueva amiga?

—Ha pasado un tiempo, Krau —Vileena le devolvió la sonrisa e hizo una reverencia, y por un segundo, Krau juntó sus gruesas cejas, y luego, de repente y con una velocidad asombrosa, se inclinó.

—¡Le mostré una escena tan desagradable a la Princesa!

—No importa. Por favor, levanta la cabeza —Esta vez, Vileena sonrió y luego se inclinó para que su mirada estuviera a la altura de la de Krau—, la verdad es que Krau, tengo un favor que pedirte —Krau no dijo nada, pero su expresión se volvió rígida al tener una sensación verdaderamente horrible al respecto.

Vileena planeaba quedarse una semana en Nedain. Durante ese tiempo, fue a visitar a Rogue Saian para expresar su gratitud por su ayuda hacia Garbera.

—Yo…  —Rogue  estaba  un  poco  avergonzado.  Originalmente  tenía  la


intención de ir con el Príncipe a la Fortaleza Zaim, pero el mismo Príncipe

le impidió hacerlo—. Dijo que sólo él debería recibir las reprimendas de Su

Majestad. Qué palabras tan amables… Pensar que algo así podría pasar…

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Nunca me lo hubiera imaginado…

Rogue se conmovió hasta las lágrimas mientras hablaba. Para animar a la princesa que acababa de perder a su prometido, Rogue preparó una aeronave para que la utilizara a su antojo durante su estancia en Nedain, pero fue él quien terminó siendo consolado por ella.

—No hay relación entre los sucesos de Apta y el envío de refuerzos a Garbera. General, no hay nada por lo que deba sentirse mal —Y así, pasaron cinco días desde que la princesa llegó a Nedain.

El lord local, Jairo Abigoal, la invitó a comer.

Jairo regresó a Nedain inmediatamente después de participar en la ceremonia conmemorativa de la construcción del templo de Solon. Por supuesto, le informaron de la llegada de Vileena, pero como sus verdaderos pensamientos sobre el asunto eran que ella era una huésped molesta, dijo que estaba ocupado y aún no la había visto.

Se enorgullecía de estar en una posición algo más cercana al Emperador en comparación con los otros funcionarios. Y adivinó que el Emperador no tenía intención de prolongar la alianza con Garbera.

En este punto, ¿por qué debería acompañar a esta princesa Garberana mientras se dedica a hacer turismo?

Y así, la Princesa no era más que una invitada molesta. Aún así, obviamente no podía ignorarla hasta el punto de no verla ni una sola vez, por lo que decidió invitarla a cenar. Aún así, Jairo no mostraría abiertamente esa actitud frente a la Princesa. Haría todo lo posible por crear un ambiente acogedor.

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Mientras tanto.

—Princesa, esto es repetitivo de mi parte, pero… —Theresia se dirigió a la princesa justo antes de ir a comer—, no olvidará la promesa que me hizo, ¿verdad?

—Theresia, en serio —sonrió Vileena, como si quisiera añadir, definitivamente repetitivo.

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La ‘promesa’ se refería al asunto de Raymond. El joven aristócrata que, después de consultar directamente con el emperador sobre las condiciones actuales de Nedain, provocó el disgusto de Jairo y fue arrojado a una mazmorra. Puede que fuera para servir de ejemplo, pero todavía no ha sido puesto en libertad. Theresia le recordó firmemente que no debía acosar a Jairo sobre el asunto ni criticarlo por ello.

—¿Rompería su palabra una princesa de la honorable y caballeresca Garbera? Bueno, entonces, vámonos. ¿Hay algo malo con mi pelo o mi ropa?

La joven dio una vuelta rápida. Theresia se mostró profundamente desconfiada, pero no creyó que después de mencionar el nombre de su país natal, la patriótica princesa mancharía su orgullo al mentir.

—Está bien —asintió con decisión Theresia—. No es demasiado vistoso, ni tampoco adula a Mephius ni está demasiado impregnado en el estilo de Garbera. Yo, Theresia, tengo un gusto impecable.

Al poco tiempo, Jairo y Vileena, ambos albergando sus propios pensamientos, se sentaron como estaba previsto a ambos lados de la larga mesa. Ambos se preocuparon por sus posiciones y sus modales, por lo que no hubo ningún problema en particular, aunque tampoco pasaron un tiempo especialmente agradable juntos.

Cuando el postre estaba listo y se colocó delante de ellos,

—Por cierto, Señor Abigoal —Vileena inclinó un poco la cabeza hacia un lado—, ¿cuándo tiene la intención de resolver ese asunto con Lord Raymond?

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Sacó el nombre a relucir con toda naturalidad. Jairo casi escupió la fruta que acababa de meterse a la boca.

—¿Cuándo? ¿Qué quiere decir con eso? —Jairo bebió un sorbo de vino y trató de parecer sereno.

— ¿Oh, Dios mío, fingiendo ignorancia? —Vileena se rió como una niña. Incapaz de comprender sus verdaderas intenciones, Jairo cambió de tema.

—Esta es una ciudad tan provinciana que estoy seguro de que debe estar aburrida, princesa. Si se dirige un poco hacia el norte, hay algunos lugares con unas espectaculares panorámicas. Si lo desea, mi hijo podría acompañarla a dar un paseo mañana y…

—Lord Raymond es popular entre los aldeanos, ¿no? —Vileena lo ignoró y asintió como si comprendiera algo—. Desde luego, se le puede culpar por interferir como lo hizo. Se ocupó de él con una firmeza admirable, Señor Abigoal. Sin embargo, una vez que lo perdone en un futuro próximo, la gente verá y se sentirá conmovida por su generosidad; Lord Raymond también reflexionará sobre sus faltas desde lo profundo de su corazón.

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