86 [Eighty Six]

Volumen 10: Neotenia Fragmentaria

Capítulo 7: Los Sencillos Días de la Etiqueta Negra de Triage

Parte 2

 

 

Unas cuantas voces gritaron en señal de decepción o alivio, y al poco tiempo, Shin volvió a entrar en silencio en el comedor.

“El disyuntor.”

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“¿Qué, eso es todo? Aburrido.”

Pero con esa última palabra, la luz volvió a apagarse con un fuerte zumbido.

“…”

Todos volvieron a mirar la bombilla apagada. Esta vez, Shin no se movió. De repente, un terminal de información que había sido arrojado a la esquina de la mesa se encendió, y el sonido de un joven neurótico habló desde él, con las palabras Sólo Audio parpadeando en su monitor.

“Handler One a Escuadrón Spearhead. Dejen de consumir innecesariamente toda la electricidad. No podemos realizar el mantenimiento de la unidad médica.”

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Era la voz de su oficial al mando desde los Ochenta y Cinco Sectores de la República al otro lado del Gran Mur. Por lo exagerado de su título y lo prepotente de su actitud, no era más que un cuidador de ganado. Un comandante inútil sólo de nombre.

Kujo frunció el ceño. Así que esta fue la razón por la que se disparó el disyuntor. Las unidades médicas eran máquinas instaladas en cada base en lugar de los médicos militares. Diagnosticaban automáticamente las lesiones y enfermedades y prescribían el tratamiento adecuado. Los cerdos blancos seguramente llamarían a esto un sistema médico de vanguardia.

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Dicho esto, las normas de su sistema de triage rozan francamente la locura. Sólo se trataban las heridas que permitían a un Procesador volver inmediatamente al frente. Si el tratamiento de una herida dejaba a un Procesador incapaz de moverse durante un tiempo, incluso si se trataba de una herida de la que podía recuperarse razonablemente con un tratamiento, lo marcaba con la etiqueta negra y lo dejaba a su suerte.

Los valores de la República significaban que no alimentarían a un Procesador que fuera inútil en el campo de batalla, y esa máquina era una representación flagrante de ello. Ni que decir tiene que todos los Procesadores odiaban este aparato frío, sin emociones e inútil.

Shin suspiró y abrió la boca para hablar. El capitán solía ser quien se encargaba de las comunicaciones con el Handler.

“Handler One. Debido al retraso en los suministros de esta tarde, el trabajo de servicio en nuestros Juggernauts aún no está completo. El mantenimiento de la unidad médica es de baja prioridad. Por favor, posponlo.”

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“Como si me importara. Date prisa. No puedo ir a casa hasta que el programa de mantenimiento esté completo.”

Todos dejaron escapar suaves suspiros. Priorizar el mantenimiento de la inútil unidad médica sobre el mantenimiento de los Juggernauts era absurdo. Y no hace falta decir que no les importaba que el Handler tuviera que hacer horas extras.

“Los he oído, cerdos. Traten a su oficial al mando con respeto.”

No es que fueran a respetar a un idiota que creía que podía conseguir que los cerdos fueran educados. Sabiendo muy bien que estaba siendo ignorado, el Handler escupió con rabia.

“Manchas asquerosas… Bah, no importa. Es la última vez que tendré que aguantarlos, salvajes Ochenta y Seis.”

“Ah.” Shin dejó escapar esta exclamación indiferente. “Cierto, ibas renunciar, ¿no es así? He oído que te uniste al ejército ya que no tenías otro lugar donde trabajar. ¿Has encontrado un nuevo trabajo?”

El Handler se quedó en silencio por un momento.

“… ¿Quién te lo ha dicho?”

Divagaste sobre ello cuando estabas borracho, imbécil.

Variantes de ese pensamiento pasaron por la mente de todos los Procesadores, pero ninguno dijo nada. El tono del Handler se volvió desagradable.

“No puedo bajar la guardia ni un segundo cerca de ti, ¿eh, Reaper…? Tú, fenómeno embrujado.”

La expresión de Kurena se torció de ira, mientras Theo entrecerraba los ojos con frialdad. Sin embargo, a Shin no pareció importarle el comentario. Finalmente, fue el Handler quien rompió el silencio.

“… ¿Qué, acaso los cerdos sucios y perezosos tiene curiosidad sobre su próximo Handler?”

“En realidad no.” Respondió Shin con rotundidad.

Al parecer, el Handler no le oyó, porque siguió hablando con suficiencia.

“De momento ella aún no se ha enterado, pero al parecer, es una chica rica. Una antigua noble y una élite que se saltó los grados para graduarse antes en su universidad. Bueno, no es que nadie espere que una princesa protegida mande bien a la gente. Lo más que hará será guiar a los cerdos a una muerte embarazosa… Un final apropiado para ustedes Ochenta y Seis. Se lo merecen.”

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“…”

Al ver que Shin respondía con el silencio, Kujo pensó que Shin sólo podía contener su lengua porque sinceramente no le importaba. De todos modos, los Procesadores no solían confiar en sus Handlers. Que el Handler estuviera allí o no, no importaba… De hecho, era mejor que no estuviera. Había menos gritos inútiles que ensuciaban las líneas de comunicación. Así que a los Procesadores les daba igual.

Incluso la sola idea de que se trataba de un hecho triste y desafortunado había sido dejada de lado hace mucho tiempo.

Shin ignoró el asunto del siguiente Handler y volvió a encauzar la conversación.

“Si igual vas a renunciar, ¿por qué no simplemente te olvidas del horario y te vas a casa?”

Su voz parecía irradiar una actitud que gritaba: “Vete ya”.

“No seas estúpido; romper las órdenes sólo sería un golpe a mi calificación. Ya estoy en problemas porque uno de ustedes fue asesinado sin razón, así que si mi reputación empe—”

Shin chasqueó fuertemente la lengua. Esto hizo que el Handler se sobresaltara.

“D-De todos modos, esto es una orden. Si se sigue trabajando en el hangar, al menos desconecten la energía de los barracones. ¿Entendido? Su trabajo es morir en lugar de los ciudadanos de la República, no hacer el tonto en medio de la noche.”

Dicho esto, el Handler cortó la conexión, como si intentara huir. Todos, incluido Shin, soltaron un profundo suspiro.

Odiaban hacer lo que decía aquel idiota, pero los Juggernauts eran sus líneas de vida, y no podían aplazar su trabajo de mantenimiento. Así que apagaron las luces del comedor.

En su lugar, colocaron linternas químicas que encontraron en una base abandonada, iluminando la sala, lo que sólo pareció hacer que el ambiente fuera más animado. Los Procesadores eran así de atrevidos.

Y así, sin prestar atención al alboroto de los trabajos de mantenimiento, al estruendo cacofónico de la fuerte lluvia y al estridente aullido del viento, jugaron por ahí. Armaban una torre de fragmentos de madera en la oscuridad, contaban historias de fantasmas y se turnaban para dar tragos a una lata de alguna bebida en conserva.

Shin renunció a intentar leer en la oscuridad y en su lugar se quedó con Raiden, que había sacado un juego de ajedrez.

“… Una Handler, ¿eh? Eso es raro.”

Raiden dijo esto de repente mientras levantaba su reina en la mano, haciéndola girar entre sus dedos mientras consideraba hacia dónde moverla.

A pesar de que se pregonaba como un país progresista y de igualdad, la mayoría de sus militares eran —como suelen ser los ejércitos— predominantemente masculinos. Además, también era un sumidero de desempleados que no encontraban trabajo en otra parte. Una mujer joven de una buena casa, y además recién salida de sus estudios superiores, normalmente no se molestaría siquiera en considerar ese trabajo.

“Y encima una niña rica. Nunca he oído hablar de nadie así en el ejército.” Dijo Daiya, y a continuación dio una arcada por beber un líquido que tenía un color tan extraño que, incluso en la oscuridad, estaba claro que no era para el consumo humano. Luego le pasó el vaso a Haruto, que estaba ligeramente pálido, y continuó:

“Me pregunto cómo es ella. Debe ser muy bonita. Como una princesa.”

Su tono era claramente bromista, y sus amigos se dieron cuenta y contestaron con un tono desagradable.

“Claro que lo es… Una preciosa, preciosísima princesa cerda.”

“También debe tener pechos grandes. Quiero decir, a fin de cuentas es una cerda gorda.”

“Obviamente. Es un cerdo blanco.”

Theo, que era bueno dibujando, empezó a garabatear su presunto parecido en su cuaderno de dibujo. Sus amigos se apiñaron a su alrededor y enseguida empezaron a reírse. Theo le entregó el cuaderno a Kujo, que se rió a carcajadas. Una princesa de raza blanca, con un vestido de volantes y el cabello recogido en tirabuzones, guiñando un ojo al espectador.

“Vaya, parece del tipo que lleva rosas rosas con ella.”

“Quiero decir, ella es probablemente una de esas. Del tipo que termina sus frases con amable señor y se refiere a sí misma en el real nos o algo así. Seguro.”

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“Entonces definitivamente saluda a la gente con buen día y dice querría pedirle un favor cuando pide cosas… Apuesto a que Shin la terminara quebrando en tres días como máximo.”

“Entonces Theo perderá los nervios con ella el primer día.”

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“¿Qué estás diciendo, Haruto? La primera frase que diga probablemente le hará enloquecer.”

“Oh, nunca se sabe. Tal vez sea una chica enfermiza y recluida que nunca ha sostenido nada más pesado que una aguja.”

“Del tipo que moriría si se expusiera a una lluvia fuerte o a la luz del sol, ¿verdad?”

“¿Y se hizo soldado?”

“Oh, así que seguramente tendrá una voz tímida, murmurará a todas horas y no tendrá confianza, ¿eh? Eso es aún más molesto.”

“Paz, caballeros. Mantengan la calma. Probablemente es una solterona fea con la que nadie quiere casarse y la están obligando a hacer este trabajo. Eso debe ser lo que está pasando.”

“Diablos, no, estamos hablando de una diosa. ¡Una diosa! La divinidad encarnada enviada a este asqueroso mundo para salvarnos con su misericordia a los lamentables Ochenta y Seis… Esa es la clase de Handler que necesitamos.”

Mientras sus amigos continuaban su juego de adivinanzas, pensando en teorías sobre cómo sería su próxima Handler… Kujo entrecerró los ojos.

“… Sí, de acuerdo.”

Aunque no sea una diosa. Aunque no sea una princesa benévola.

“Espero que sea una buena persona.”


Si no se les permitía al menos soñar con esto… Si no podían tener este pequeño trozo de salvación, ¿cómo podrían seguir adelante? ¿Cómo podrían luchar en este campo de batalla, donde las personas que más querían proteger ya se habían ido?

Kujo fijó su atención en Shin, que esbozó una sonrisa sarcástica mientras sostenía el cuaderno de dibujo con una mano. Desde la perspectiva de un Procesador, un Handler bondadoso era un incompetente. En realidad, si sólo fueran incompetentes, eso sería una bendición. El tipo de personas “bondadosas” que intentaban llevar la ética de los tiempos de paz al campo de batalla sólo creaban más pérdidas innecesarias. Eran peor que inútiles; eran activamente perjudiciales.

El consenso entre los Procesadores era que la mejor clase de Handler era el típico idiota que descuidaba su trabajo y les dejaba todo el trabajo a ellos. Ese pensamiento hizo que Kujo frunciera el ceño. No es que no estuviera de acuerdo, pero sentía que a veces no se podía ser tan reduccionista con las cosas—

De repente, el ambiente en torno a Shin se enfrió. Levantó la cabeza, como un sabueso que oyera aullidos en la distancia, y movió su mirada hacia el este, hacia los territorios de la Legión.

Todos sabían lo que esto significaba y lo observaron con la respiración contenida. Tras un momento, sus fríos ojos carmesí brillaron como cuchillas, lo que hizo que Raiden entrecerrara sus propios ojos con amargura.

“… ¿Vamos a salir?”

“Sí. Estos no son un número que el segundo escuadrón pueda manejar.”

Fundamentalmente, las batallas durante la noche eran responsabilidad de las unidades defensivas del segundo al cuarto escuadrón del primer pabellón. Sin embargo, en las situaciones en las que se solicitaba ayuda, el primer escuadrón, el Spearhead, también tenía que salir.

Las comunicaciones entre diferentes escuadrones estaban estrictamente prohibidas, por lo que el Handler tenía que ser el que diera la solicitud. Esto hacía que las incursiones nocturnas, después de que el Handler se fuera a casa, fueran especialmente letales.

Theo cerró su cuaderno de dibujo y se puso en pie. Los que habían estado bajo el mando de Shin en escuadrones anteriores estaban acostumbrados a esto y reaccionaron rápidamente.

“Avisaré al equipo de mantenimiento. ¿Cuánto tiempo tenemos?”

“Tres horas como mucho.” Respondió Shin. “Saldremos tan pronto como estemos listos, incluso sin una solicitud.”

“Entendido.”

Theo salió corriendo hacia la oscuridad, como un gato con una aguda visión nocturna. Sin mirar en su dirección, Shin observó a los miembros restantes. Le devolvieron la mirada, sin sonrisas ni parloteo, con los ojos llenos de tensión y espíritu de lucha.

“Todos, duerman un poco mientras puedan. Dependiendo de cómo vayan las cosas, puede que acabemos luchando durante la noche. Tengan en cuenta que no tendremos tiempo para descansar una vez que comience la operación.”

“A la orden.”

Pero los ojos ensangrentados de Shin no contenían ni resolución ni espíritu de lucha. Sólo una serenidad indiferente. Ver eso hizo que Kujo se estremeciera.

Shin no tenía miedo. Ni de la abrumadora batalla contra la Legión ni de la muerte que les esperaba a todos, y probablemente incluso a él mismo. Simplemente permaneció frío y tranquilo.

Y esa extrañeza heló a Kujo hasta la médula.

“Tampoco es que podamos hacer un movimiento hasta que los Juggernauts estén listos. Probablemente sufriremos algunas pérdidas, pero céntrense en barrer a la Legión… No sean ingenuos y piensen en salvar a nadie ahí fuera.”

“Todos los escuadrones. Estoy llamando en lugar de su Handler, que está actualmente ausente. El cuarto escuadrón de su pabellón ha emitido una solicitud de ayuda. Por favor, ofrézcanles apoyo.”

“Entendido… Gracias por su petición.”

Como Shin predijo, el escuadrón que había salido a interceptar a la Legión no había logrado detener el avance del enemigo. Las ruinas de la ciudad abandonada que conformaban el campo de batalla esta vez estaban, en efecto, llenas de cadáveres y restos de Juggernaut ensuciando el hormigón.

Las filas de la Legión estaban siendo destrozadas por el Escuadrón Spearhead, que había lanzado un ataque por sorpresa y golpeado al enemigo desde sus flancos expuestos. Alrededor de las ruinas de la ciudad, las unidades individuales de la Legión estaban siendo atacadas y eliminadas.

Mirando al Juggernaut con la Marca Personal de un esqueleto sin cabeza, que lideraba la carga, Kujo entrecerró los ojos con momentánea fascinación.

Undertaker. La unidad de Shin.

Shin era fuerte.

Aterradoramente fuerte. La movilidad y desempeño general de la Legión superaba con creces a las del Juggernaut en todos los sentidos, pero con nada más que una cultivada habilidad e intuición, Shin consiguió arrollarlos con su inigualable capacidad de combate.

Adoptó el papel más peligroso de todos, la vanguardia, y Undertaker estaba optimizado para el combate cuerpo a cuerpo. Pero ni una sola bala enemiga, ni un solo corte cayó sobre él mientras cortaba esas monstruosidades mecánicas de pesadilla. La visión que tenía de él esprintando por el oscuro campo de batalla nocturno, con su unidad iluminada por la lluvia y las llamas parpadeantes, era la de algún terrible monstruo mitológico.

Sí, Shin era fuerte.

Y no sólo cuando se trata de la batalla. Incluso sólo en términos de su destreza mental, Kujo pensaba que Shin era fuerte. Shin nunca sonrió, pero tampoco se rindió ante las dificultades. Nunca soñó, pero tampoco se rindió a la desesperación.

A pesar de estar más cerca de la muerte… nunca actuó como sus compañeros. No se basó en el farol y la bravuconería. Cuando el terror de la muerte se abatió sobre él, no fingió una sonrisa como hizo Kujo. Siempre se aferró a lo que era.

Incluso si todos los demás a su alrededor murieran, Shin probablemente seguiría luchando solo hasta el amargo final. Y aunque Kujo no le envidiaba lo más mínimo por ello, pensaba que era una manera terriblemente solitaria de vivir.

No era la forma de vida de una persona, sino la de una espada helada. Una espada afilada y aguda para cortar de forma absoluta, rompiéndose sólo después de haber completado su objetivo. Sin ningún otro objetivo que cortar.

Se sentía terriblemente solo. Así que, aunque sólo fuera por eso, Kujo deseaba que Shin pudiera encontrar algo, alguien, cualquiera que ocupara el hueco de su corazón. Siendo sincero, cualquiera serviría. Si sólo hubiera alguien así…

Pero Kujo sabía que esto era sólo un deseo transitorio, demasiado frágil para llamarlo siquiera una fantasía. Estaban encerrados en un campo de batalla en el fin del mundo, y las únicas personas nuevas que podían conocer eran sus Handlers. Y la mayoría de ellos eran unos inútiles. Nadie en este campo de batalla podría encontrar la salvación.

Oh, pero la de antes sonaba como si fuera mejor que el resto.

Kujo recordó a la chica que se había puesto en contacto con ellos antes de que comenzara la batalla. Curvó los labios en una sonrisa al recordar su voz, que permanecía en sus oídos como el tintineo de una campana de plata. Era la encargada de algún otro escuadrón, que había llamado para solicitar apoyo para un escuadrón que ni siquiera estaba bajo su mando.

Como no estaban en su configuración de Para-RAID, utilizó la radio de la base. Y como todos los capitanes y vicecapitanes estaban en su reunión estratégica, Kujo contestó la llamada. Su conversación fue un intercambio de información breve y práctico, pero él pudo oír la sincera amabilidad de sus palabras. El claro y suave timbre de su voz.

Si sólo tuvieran a alguien como ella, tal vez…

Pero entonces un chillido sacó a Kujo de sus pensamientos.

“¡¿Qué estás haciendo, Kujo?! ¡Morirás si no sigues moviéndote!” Su capitán de escuadrón, Kaie, le regañó.

“¡L-Lo siento, Kaie!”

Kujo giró rápidamente la cabeza, y las imágenes de su sensor óptico pasaron por encima del suelo bajo su unidad. Restos en llamas. Patas y cabinas de Juggernaut aplastadas. Y junto a una de ellas, el enorme armazón de un Grauwolf que aparentemente había sido rematado junto con dicha unidad…


Y entonces su sensor de audio captó una débil voz.

“Ayúdenme.”

Kujo jadeó y se dio la vuelta. Entre la lluvia que azotaba y las llamas parpadeantes, pudo ver una silueta vestida con un uniforme de campo que extendía su mano hacia él.

¡Un superviviente! ¡Tengo que ayudarle!

El recuerdo de la muerte de Mina pasó por su mente. Él mismo no vio los últimos momentos de su íntima amiga, pero afortunadamente, ella había tenido la suerte de tener una muerte rápida y sin sufrimientos innecesarios. Pero si dejaba a este Procesador a su suerte, seguramente moriría. Y a diferencia de Mina, a quien no pudo ayudar… ¡podía salvar a éste!

Alcanzó la palanca de apertura de su cabina. El Juggernaut no tenía algo parecido a un brazo de grúa de Carroñero que pudiera agarrarse a las cosas, así que si quería sacar a esta persona de los restos, tendría que hacerlo con sus propias manos.

De repente, por alguna razón, la advertencia de Shin antes de esta misión pasó por su mente.

No seas ingenuo y pienses en salvar a nadie ahí fuera.

Sacudiendo la cabeza, tiró de la palanca. El aire comprimido escapó de la cabina y la capota se levantó, junto con el cañón de la unidad. La intensa lluvia azotó su cuerpo.

“Hey, ¿estás bien?” Preguntó Kujo.

Y entonces…

La Handler que se había quedado en el despacho común para terminar su trabajo levantó la cabeza sorprendida cuando la puerta se cerró de golpe.

“¡Mierda, ¿por qué otro tan pronto…?! ¡Mi calificación se va desplomar de forma estrepitosa…!”

Observó a su colega con asombro mientras se alejaba, murmurando con irritación. Esto era técnicamente un lugar de trabajo, un espacio público. Ese arrebato emocional, por no hablar de su lenguaje, era inapropiado.

Su rostro delgado le resultó algo familiar. Era el mismo Handler que se había ausentado antes. Encontró su terminal, que parpadeaba con una solicitud de apoyo, y lo llamó por teléfono. Al parecer, estaba bebiendo a pesar de estar de servicio, y llamarlo a la oficina era todo un esfuerzo.

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La información que detalla los nombres de los Handlers que manejan escuadrones o patrullas particulares no fue revelada a los otros Handlers, así que ella no sabía qué escuadrón comandaba. Pero basándose en su reacción… la batalla no terminó favorablemente.

Y, sin embargo, lo primero que dijo al respecto fue lamentar su calificación como Handler. No era nada nuevo, por supuesto, pero el estado de los ciudadanos de la República, el hecho de que no pudieran considerar a sus semejantes como las personas que eran, hizo que la expresión de la chica se nublara.

Pensó en el Procesador con el que había intercambiado unas palabras. Un Procesador de una unidad defensiva con la que no estaba familiarizada, en un pabellón que no conocía. Tenía la voz de un joven un poco mayor que ella. Su tono era ligeramente triste, pero, por lo demás, amable y amistoso.

¿Esta era la clase de gente que la República decía que no era humana? Ridículo.

Con ese pensamiento, la muchacha —la oficial de mando y control de la tercera unidad defensiva del noveno pabellón, Vladilena Milizé— cerró los ojos en oración por esa alma perdida, que seguramente había perecido en un campo de batalla lejano en nombre de un país que nunca los lloraría.

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