Violet Evergarden

Volumen 4: Ever After

Capitulo 5: Los Cazadores De Sueños Y La Auto-Memories Doll

Parte 1

 

 

Lo más probable es que todos los continentes tuvieran una ciudad así.

Una ciudad a la que se dirigían las chicas solitarias que no tenían dónde ir y los chicos que no tenían más que grandes sueños después de escaparse de sus casas, llevando sólo un poco de equipaje y dinero para el viaje. Un lugar en el que apostarían toda su vida para emprender una batalla al subir al tren nocturno. Tanto las personas que conocían dicha tierra como las que no la conocían, aconsejaban a los demás ir a ella si tenían un sueño que querían realizar.


Les decían que fueran a Alfine, la ciudad de los cazadores de sueños.

Situada al oeste del continente, dicha ciudad se presentaba resplandeciente. Aunque estaba en el lado oeste, era el territorio y la capital de la República de Fine, un país neutral que no había participado en la Guerra Continental. Alfine fue originalmente una ciudad de artesanos, así como el lugar donde vivían los ingenieros empleados por la familia real de Fine en la época prerrepublicana. Hogar de todo tipo de artesanos imaginables, que fabricaban desde artesanía hasta armas, la ciudad destacaba incluso dentro de todo el continente, y desde la antigüedad, había hasta un refrán que predicaba: “Pregúntale a Alfine si esto se puede o no se puede hacer”.

Así fueron los orígenes de Alfine. Con el tiempo, la ciudad de los artesanos se había convertido en una ciudad de comerciantes.

Aunque quisieran, los artesanos cualificados nunca podrían liberarse de su relación con los mercaderes que vendían sus productos a precios elevados. Que una persona tuviera talento no garantizaba que pudiera sacar provecho de él. Al fin y al cabo, los que podían hacerlo todo por sí solos eran pocos. Además, sacar provecho de la gente es un talento en sí mismo, y los mercaderes destacaban en ese campo. Gracias a la unión de sus artesanos y comerciantes, Alfine había logrado convertirse en una metrópolis comercial, con un surtido de mercancías que ningún otro lugar podía comparar. El mercado del centro de la ciudad, que se abría al público a diario, era tan vibrante como lo había sido desde la antigüedad.

Justo después del final de la Guerra Continental, que había dejado al continente con una enorme cicatriz, Alfine se las arregló para conseguir un campo aún más avanzado. Si había algún campo que atrajera más atención que nunca, como resultado de la gente herida por la guerra que buscaba una nueva era cuando ésta terminara, sería el campo de la “expresión artística”. Como en el teatro, las novelas, las pinturas, la música. Lo que significa que muchas formas de “expresión artística” hicieron retumbar sus nombres por todo el mundo a través de la ayuda prestada por los comerciantes. Más que ser un simple entretenimiento, tenía el poder de conmover a la gente. La ciudad de los sueños, Alfine, podía llamarse ya literalmente una floreciente flor.


Sin embargo, donde hay puntos soleados, también los hay con sombra. Precisamente por ser una ciudad de los sueños, se podía distinguir claramente la disparidad entre los que habían cumplido sus sueños y los que no, con sólo mirar.

La ciudad de Alfine era circular y estaba rodeada de altos muros. Estaba dividida en tres grandes secciones: Primer Distrito, Segundo Distrito y Tercer Distrito.

El Primer Distrito era, sencillamente, el de los ricos. Casas separadas con jardines abarrotaban la zona. Sólo las personas influyentes podían vivir en él. Sin embargo, las residencias quedaban a menudo desocupadas, por lo que el lugar permitía comprender la lógica de que incluso los prósperos se deterioraban inevitablemente. Los que obtenían una gloria constante no eran en realidad tantos.

El Segundo Distrito era el centro de la ciudad, donde las tiendas formaban filas. Una serie de tiendas de especialidades artesanales alineadas en filas, un mercado que abría a las 5 de la mañana, un teatro, una librería, tiendas de ropa y restaurantes. Si uno venía a la ciudad a hacer turismo, seguro que quería pasar por este barrio. Como estaba frente a la estación de tren, podía considerarse la puerta de entrada a Alfine.

Y luego estaba el Tercer Distrito. Si el Primer y el Segundo distrito eran lugares a los que llegaba la luz del sol, el Tercer Distrito era un lugar oscuro. Era el más alejado de la entrada de la ciudad, la estación de tren.

No es que todas las secciones estuvieran limpiamente separadas, pero uno podía saber en qué distrito se encontraba mirando los edificios. Cuanto más se acercaba uno al Tercer Distrito, los bellos exteriores de las construcciones se desvanecían poco a poco, y las casas viejas de años de construcción indeterminados aumentaban en número. Había pocas residencias separadas, casas de apartamentos pegadas unas a otras como si lanzaran su amenaza, y se podía ver una vista plebeya, que tenía una sensación de vida cotidiana.

Los nuevos edificios, las renovaciones y las construcciones se extendían por todas partes en Alfine y su complicada estructura la hacía parecer una ciudad laberíntica, por lo que era el tipo de ciudad en la que uno se pierde pronto, incluso si sólo se limita a transitar por ella. El Tercer Distrito era el único de esta compleja ciudad con una configuración tan mezquina. No contaba con deliciosos jardines, ni con elegantes cafés, ni siquiera con hoteles en los que los porteros dieran la bienvenida a los huéspedes.

Un lugar perfumado por todas partes con el olor de la cena de hoy. Donde todo – el bostezo de los gatos, el aullido de los perros y la risa de los niños- se podía escuchar. Ese era el Tercer Distrito.

Una joven salió de cierto complejo de apartamentos en el mencionado distrito. La refinada muchacha iba vestida con una noble capa azul. Su forma de caminar tenía la columna vertebral erguida.

El complejo de apartamentos era un edificio antiguo con enredaderas muertas que cubrían sus paredes. Quizás los residentes eran maleducados, pues en el momento en que la chica salió al exterior, tropezó con algo que alguien había dejado sobre el camino y casi se cayó. Esquivando los jarrones desconocidos y las plantas decorativas dejadas allí por los residentes originales, así como un caballo de juguete que algún bebé solía montar en el pasado, bajó la escalera de hierro negro, con sus tacones haciendo chasquidos.

Afuera había llegado el principio del invierno, pero debido a que el de este año era cálido, aún no nevaba. Tal vez por haber sido expulsada de su casa o por no querer volver a ella, había gente distraída fumando aquí y allá o sentada en un banco dispuesto por alguien y dando de comer a los pájaros. La chica los saludó alegremente.

―¿Dama, va a trabajar ahora? Estoy a punto de irme a dormir. Buena suerte con tu trabajo.

La hermosa joven, que seguramente trabajaba de noche, respondió mientras agitaba la mano con una sonrisa.

―Dama, ¿qué te parece si esta vez pasas la noche conmigo? No tengo una mujer que duerma a mi lado esta noche.

Siempre daba un codazo en el flanco de un gigoló al que nunca le faltaban mujeres y echaba a correr. Mientras corría, su pelo rubio oscuro se balanceaba como si estuviese ondulando.

Probablemente tenía dieciséis años. Saliendo sola del complejo de apartamentos, se dirigía a trabajar a esta gran ciudad. Con el auge de las mujeres independientes, esto no era raro últimamente, pero como sus rasgos faciales aún conservaban el carácter infantil, la gente le hablaba incidentalmente por preocupación.

La llamada dama era ese tipo de chica.

Sus grandes ojos caídos y su pequeña nariz eran adorables. Esas eran sus características más destacadas, si es que podían considerarse como tales. Desde el punto de vista de un adulto, era una chica que podía encontrarse en cualquier parte. Una que no parecía tener nada especial y a la que la gente aconsejaba: “Deberías pensar en tu futuro antes de nada” o “¿Qué tal si te casas?”, por mucho que ella trabajara en algo.

Era un tipo de chica corriente.

“Dama” era un apelativo común para referirse a las muchachas en Alfine, incluso por parte de alguien a quien no conocían. En esta ciudad que mostraba y vendía sueños, el recambio de personas era incesante. Sin embargo, incluso las personas que residían en ella permanentemente se abstenían de llamar a los nuevos residentes por sus nombres, y en su lugar les daban alias, como si concedieran papeles a personajes de ficción. Las jóvenes eran “damas”, los jóvenes eran “chicos” y todos eran “soñadores”. Ella también se había presentado a los residentes. Sin embargo, no la habían tenido en cuenta. Al ser llamada “dama” tantas veces, había decidido aceptar esta costumbre y contentarse con ser una de las “damas” de Alfine.

Al pasear por la ciudad, se podían ver por todas partes montones de nombres de cantantes, escritores y actores famosos en grandes carteles. En este lugar, había que ser consumado para que la gente los llamara por su nombre.

La chica de pelo rubio oscuro, que aún era sólo una “dama”, dejaba atrás el Tercer Distrito y se dirigía al Segundo. Aunque todavía era de día, era desconcertante para una chica caminar sola por el Tercer Distrito. El hombre coqueto de antes era un asunto trivial: había varias personas mucho más sombrías alrededor. Por eso, la dama siguió con el trote.

Aunque había gente servicial y gente que la saludaba de pasada, también había quienes se obsesionaban con patear a los demás y tratarlos con malicia. Eran especialmente notables en esta ciudad, donde la gente competía por una oportunidad de cumplir sus sueños. En Alfine, las disputas eran tan habituales como el trinar de los pájaros por la mañana. Por eso, aunque un hombre chocara a propósito con la dama mientras ésta se apresuraba con una zancada, no era una situación muy sorprendente en Alfine.

―Ouch-

Golpeada por la barriga de un hombre gordo, la dama cayó sobre su trasero en el acto. Fue cuando estaba a punto de entrar en el último pasaje del Tercer al Segundo Distrito. El hecho de que el hombre viniera de frente había sido visible para ella, por lo que la dama se había girado hacia un lado para ceder el paso.

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Había charcos en el camino, probablemente porque había llovido el día anterior, por lo que si la gente no cedía el paso, sus zapatos y calcetines se estropearían. Como la dama llevaba zapatos nuevos, era una situación que quería evitar. Si el hombre hubiera pasado primero, podrían haber pasado cómodamente. Sin embargo, el hombre chocó deliberadamente con la dama que se había movido de lado en el estrecho camino. Mientras pisaba el charco. Había una clara malicia.


―¡No vengas corriendo hacia mí de esa manera! Chocaste conmigo a propósito, ¿no es así?

Encima, el hombre hizo tales afirmaciones. La dama se quedó por un momento aturdida por el barro que le había salpicado la cara, la ropa y los flamantes zapatos.

―¡Eres tú quien hizo eso! Te había evitado como es debido.

―No, tú eres la que chocó conmigo hace un momento. ¡¿Qué vas a hacer con esto?! ¡Mi brazo se torció por eso! ¡Tendrás que pagar mi día de trabajo de hoy!

Una rabia latente surgió del estómago de la dama. Por supuesto, no había golpeado el brazo del hombre. El vientre del hombre la había mandado a volar, así que su brazo no tenía nada que ver. La que se cayó y se lastimó la muñeca fue la dama. Tuvo que rechazarlo con una postura firme. La charla tenía que ser cortante. Tenía que demostrar que no iba a ceder ante un hombre que creía que se saldría con la suya sólo con hablar en voz alta.

―Yo…

Eso fue lo que pensó.

―¡¿Qué vas a hacer?! ¡No te calles! ¡Vas a pagar! ¡Vamos, muéstrame tu cartera! Si no pagas, supongo que llamaré a mis amigos y te venderé a algún sitio.

El hombre gritó enfadado, pisando el suelo. Cada vez que lo hacía, el agua fangosa salpicaba la cara y la ropa de la dama, pero la ira de la otra persona, cercana a la locura, era tan tremenda que ya no podía preocuparse por eso.

―No tenía ninguna intención de… ―la voz que salió de la boca de la dama sonó como algo distinto a la determinación. Aquellos que no estuvieran acostumbrados a la violencia serían incapaces de actuar como se habían imaginado cuando se producía una situación así―. ¡Yo…! ―Al entrar su cuerpo en contacto con las emociones y la amenaza que la otra persona le estaba lanzando, así como con el miedo por la agresividad que le golpeaba desmedidamente, se volvió incapaz de moverse―. Yo no… tengo dinero… Además, yo… había esquivado…

Por muy inteligente que fuera una persona, los engranajes de su cabeza se paralizaban, haciéndola incapaz de hablar articuladamente. Había un dicho que decía “más vale hablar que callar”, pero este era un caso en el que hacer eso había llevado las cosas a la dirección equivocada. No había ninguna lógica detrás de ello. En cualquier caso, quien hablara más alto acabaría ganando.

―¡Cállate, cierra la boca! ¡Vamos, dame el dinero! Si no lo haces, te partiré la cara.

Ahora la situación no era más que un chantaje sobre una falsa acusación.

La dama miró a su alrededor como si buscara ayuda. Había curiosos que la observaban desde las ventanas de los edificios a ambos lados de la calle, pero en cuanto sus ojos se encontraban con los de ella, cerraban las ventanas. Había gente detrás de ella, pero se dieron la vuelta porque no querían meterse en líos.

Tampoco había rastro de la policía militar que daba vueltas día y noche para proteger el orden público del Tercer Distrito.

―¡No te quedes callada! Si no pagas…

Lo único que le quedaba por hacer a una dama que vivía sola en esta gran ciudad era rezar.

-Que alguien me ayude.

Cualquiera lo haría.

-Dios.

Ella no tenía idea de dónde podía estar Él, y sin embargo…

-Ayúdame. Estoy tan asustada que no puedo mover las piernas. Así que por favor.

―Sólo haz lo que te digo, o si no…

–¡Ayuda!

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―…¡Te voy a enseñar lo que te va a pasar!

El hombre levantó el brazo que había dicho que estaba herido. Claramente lo balanceó hacia abajo para golpear los ojos y la nariz de la dama, pero no llegó a impactar. El cuerpo del hombre hizo un amplio retroceso como si fuera succionado por algo, y cuando se dio cuenta, le habían sacado los pies por detrás, le habían golpeado las rodillas y había caído al suelo.

Durante el breve momento en que el hombre caía, el campo de visión frontal de la dama se abrió y pudo ver a una persona. Era una mujer demasiado despampanante y hermosa para presentarse ante alguien en tales circunstancias. Su pelo dorado se balanceaba con soltura y sus ojos azules parecían brillar de forma llamativa como si emergieran de su rostro blanco. Con un chirrido de sus botas, la que había dominado al hombre dio un paso adelante. Jadeando, el hombre se dirigió a la plaza de la fuente donde la gente comía y bebía alegremente las cosas que había comprado en el mercado.

Como todo parecía estar bien ahora, la dama se detuvo frente a su salvador.

―Ah, ah…

La respiración de la otra no se vio alterada en lo más mínimo.

―Disculpe, yo…

Ahora que lo pienso, la dama recordó de repente que era la primera vez que decía su nombre a otra persona en mucho tiempo. Por la razón que sea, decir su nombre en esta ciudad era extremadamente incómodo. Después de todo, no tenía ni idea de si podía llegar a ser algo. Sin embargo, no quería ser el tipo de persona que no se presentara adecuadamente y mostrara gratitud en este tipo de situaciones.

―Mi nombre es Leticia… Leticia Aster… Gracias por salvarme… Si quieres… por favor, déjame recompensarte por ello. ¿Cómo te llamas…?

En ese momento, tal vez porque era el momento de que comenzara la función de arte acuático de la fuente, la gente rompió en una ovación. La mayoría de la gente en aquella plaza, generalmente abarrotada, tenía los ojos robados por los gráciles movimientos de la cascada. Sin embargo, la dama -no, Leticia- estaba clavada en la persona que tenía delante.

―Es Violet… Violet Evergarden.

Esta preciosa mujer, de aspecto y voz radiantes, era una persona con un encanto extremadamente caprichoso. Llevaba un traje impresionante que parecía salido de una obra de ópera. Su figura era tan pulcra como la de una muñeca. Incluso en esta ciudad, que reunía a hombres y mujeres hermosos de todo el mundo, Violet Evergarden tenía una presencia distintiva.

Mientras cierto coronel del ejército esperaba una respuesta a su carta, que nunca llegaría, ella permanecía en esta ciudad debido a que recibió una solicitud de trabajo a largo plazo de un cliente que vivía allí. Dicho cliente era un conocido compositor masculino. La solicitud era para un trabajo de escritura de partituras, algo que ella, tan apasionada por el estudio, había aprendido recientemente.

El contenido de la petición era que ella tenía que convivir con el compositor y, cada vez que éste se pusiera a cantar, anotar las melodías y hacer transcripciones perfectas de las mismas en partituras. En un principio, esta función se llevaba a cabo entre los discípulos y familiares del compositor, pero, quizá debido a su peculiar personalidad, todos habían renunciado a ella.

Encargado de la banda sonora de una determinada obra como trabajo, el compositor se vio finalmente obligado a contratar a alguien, por lo que este trabajo fue contratado por indicación de un novelista. Era una misión de paciencia, pero eso era algo de lo que Violet Evergarden no tenía que preocuparse.

Si la gente tenía que hacer un examen por su perseverancia, ella tenía la disposición para conseguir la máxima puntuación.

Para realizar esta tarea, Violet no regresó al Servicio Postal CH en Leidenschaftlich durante un tiempo. Naturalmente, no había recibido las cartas de Gilbert, ya que ambos vivían con dolor y se cruzaban. Tras llegar al último día de su trabajo, después de despedirse del compositor y ser despedida por él, emprendió el camino de vuelta a casa. Tras unos cuantos traslados de Alfine a Leidenschaftlich, podría volver allí.

Sin embargo, allí acababa de ocurrir un incidente.

―Por eso estaba aquí… pero acabo de perder todo el dinero que tenía, así que me has salvado ―dijo Violet, consumiendo con buenos modales el pan y el té con el que Leticia la había agasajado en un café, como agradecimiento por haberla ayudado.

Leticia dijo después de parpadear repetidamente:

―Así que eres una Auto-Memories Doll que estaba trabajando aquí, y estás de vuelta de tu trabajo…

―Sí.

―Y mientras paseabas por el Segundo Distrito, te perdiste en el Tercer Distrito, luego te encontraste con que me estaban atacando y me ayudaste.

―Sí.

―Y no tienes dinero.

―Sí, ni un céntimo.

―Eh, ¿se te cayó la cartera? Ah, ¿o fue un carterista? Hay muchos por

aquí…

―Lo último. Pronto me di cuenta de que mi cartera había desaparecido, así que localicé, identifiqué y atrapé al culpable, pero…

―’Pero’…

Su inexpresividad se desmoronó sólo un poco, Violet bajó las cejas.

―El otro era… un niño aún en su tierna edad… El lugar donde lo capturé era su residencia, pero allí no había nadie más que niños como él… Descubrí que, al parecer, todos son huérfanos que viven solos…

Con cara de sospecha, Leticia preguntó:

―¿No será que simpatizaste con ellos y les dejaste el dinero?

―No, no les di todo. Algunos de los niños que estaban dentro de la casa estaban evidentemente enfermos, así que tuve que llevarlos a un hospital para que los trataran… y la mitad de mi dinero desapareció.

―Vaya… Eres una persona tan buena…

―Pensaban ir a un orfanato, y una vez que les di la cantidad mínima para los gastos de transporte, el peso de mi cartera casi desapareció.

Engullendo el pan que había comprado para ella, Leticia miró fijamente a la hermosa mujer. Parecía alguien que llamaba a la gente por su nombre, no “dama”, incluso en este tipo de ciudad. Sin embargo, pensó Leticia, era abrumadoramente inadecuada para esta ciudad.

―Señorita Violet… no estoy segura, hum… y no lo digo por ser mala contigo, pero ya sabes… puede que te hayan engañado.

Los movimientos de Violet se detuvieron.

―Sé que hay huérfanos que viven cerca en esta ciudad. Pero esos niños son como criados por la ciudad, por así decirlo… Nadie los reclama, pero al parecer, se ganan la vida a diario con la ayuda de los adultos que los rodean, y parece que los turistas son los únicos a los que persiguen para robarles.

Silencio.

―A mí también me robaron los niños la primera vez que vine a esta ciudad.

No es que estuviera reprobando las acciones de Violet, pero Leticia quería darle un consejo basado en su propia experiencia.

―Si vas a recuperarla ahora, todavía debería haber algo en la cartera…

Sin embargo, Violet negó tranquilamente con la cabeza.

―Es posible que anteriormente haya sido así. Puede que se las arreglaran a base de juntarse unos con otros. Sin embargo… realmente estaban acostados por las enfermedades. ¿Los adultos que les rodean llegan a proporcionarles medicinas? Los medicamentos son caros.

―Bueno, en efecto… puede que no haya nadie lo suficientemente bondadoso como para llegar a darles medicinas… así que no tendrían más remedio que confiar en alguien locamente rico… Me pregunto si habrá alguien tan amable en el Primer Distrito… ―Al decir esto, Leticia se arrepintió.

Este era un lugar donde la victoria y la derrota eran claramente visibles, y la gente que vivía aquí era consciente de ello.

―Siempre que pido ayuda… tampoco puedo saber si sucederá o no. No es la misma suma que invitar a alguien a desayunar…

Si uno buscaba un buen trato y una buena vida, tenía que luchar por ello. Esto se imponía en esa ciudad. Una ciudad donde todo era para los exitosos. Una ciudad que no era amable con nadie. No era especialmente amable con los huérfanos que habían nacido allí, y por tanto no conocían otra cosa ni cómo debían vivir.

―Aunque sea como dices, señorita Leticia, no pasa nada.

Luchar por algo que no se podía evitar que fuera doloroso. No había salvación en ello.

―Y aunque fuera una falsa enfermedad… creo que lo mejor es que sepan a dónde pueden acudir siempre que tengan problemas de verdad… ―susurró Violet, bajando sus pestañas doradas y dando un roce al broche que llevaba en el pecho―. Incluso los animales salvajes buscan rebaños. Creo que pedir ayuda… y no rechazar esa petición cuando te la piden… es algo necesario precisamente para los que no conocen refugio… Eso es lo que pienso. Esto también puede… abrir caminos.

―¿De verdad?

―Sí, pero es sólo mi opinión. Como dices, señorita Leticia, yo…

―No, eso es… ―Incapaz de reunir las palabras por alguna razón, Leticia apartó la vista de ella, mirando el té mientras se balanceaba en su taza de cerámica―. Perdón… por eso, olvida lo que dije antes…

El color del té era claro. Casi como las palabras de Violet.

Ella también había estado buscando protección hace un momento. Se podría decir que se había visto acorralada. Quería pedir ayuda, pero todos la habían ignorado, como si la hubieran abandonado. Lo más probable es que ella hubiera hecho lo mismo si se enfrentara a la misma situación. Sin embargo, la que estaba frente a ella acudió en su ayuda sin siquiera oírla decir “ayúdame”. Aunque hipotéticamente, le había dicho a dicha persona que podría haber sido engañada, lo cual no era…

–…no es bueno.

Esa fue una mala declaración.

Al ser tan inexpresiva, Leticia no podía especular muy bien sus emociones, pero si hubiera hecho lo mismo que Violet y le hubieran dicho lo mismo que a ella, se habría sentido herida. Al recibir la protección desinteresada de Violet, Leticia pudo sentir aún más el peso de sus palabras.

―Violet, ¿buscas ayuda ahora mismo?

Por lo tanto, Leticia se armó de valor para preguntar.

―No sé, me lo pregunto. Tengo algo de monedas, pero no me alcanzan para volver a Leidenschaftlich… a donde quiero volver, así que estoy buscando un trabajo más que una ayuda directa. Hasta ahora sólo he tenido dos ocupaciones, así que lo mejor sería que hubiera algún trabajo similar a ellos…

El rostro de Leticia se transformó en una brillante sonrisa.

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―¡Entonces, te voy a introducir en uno! ―Se inclinó hacia delante sobre la mesa, acercando su rostro al de Violet.

―Introducir… ¿es escritura fantasma? Si hubiera eso… o un trabajo tipo guardaespaldas…

―El primero está bien ya que te escuché mencionarlo antes, pero ¿el segundo no es raro? No es ese tipo de trabajo. Pero es un trabajo por días, ¡así que puedes conseguir el dinero pronto! Vamos una vez que terminemos de comer esto. Nunca hay suficiente gente, así que debería estar bien. Te contratarán en poco tiempo. El trabajo se parece a los trabajos ocasionales, supongo. Como ser camarera, pasear perros…

―’Pasear perros’.

―La gente rica deja hasta pasear a sus perros a otra persona. Extraño, ¿no? Pero es divertido. ¡Quédate en mi casa hasta que ahorres suficiente dinero! También cocinaré para ti. Incluso si usas el ferrocarril, se necesitan tres días para ir de aquí a Leidenschaftlich, ¿verdad? Si trabajas durante una semana, deberías poder ganar tanto como los gastos del viaje de vuelta a casa.

―Ya veo que me estás dando cobijo.

―¿Eso es…un no? Me has salvado, así que tómalo como una retribución…

―¿Está bien que reciba ese refugio?

Precisamente porque Leticia ya tenía la respuesta en la punta de la lengua, contestó:

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―Saber que hay un lugar al que puedes acudir cuando tienes problemas no es algo malo… ¿o sí?

Violet parpadeó sorprendida y al decir “acepto tu ayuda” tras un momento de silencio, las dos jóvenes decidieron quedarse reunidas un rato en la gran ciudad.

El eje temporal se desplazó un poco desde el mismo momento en que Violet y Leticia se conocieron. El escenario de la historia se trasladó a un país del sur: Leidenschaftlich.

En la capital, Leiden, un hombre llegó a la Compañía Postal CH empapado de sudor, a pesar de ser invierno. Habiendo llegado por el ferrocarril transcontinental después de largas horas, tenía una expresión de amargura, por razones distintas a la fatiga de su tiempo de embarque. Era Gilbert Bougainvillea, un coronel del ejército que tenía un rostro melancólico.

Gilbert abrió las puertas con la suficiente violencia como para que la campana de aviso de visitas sonara estridentemente. Era un gesto tosco impropio de él. Mostraba claramente su estado mental actual.

―Si lo que busca es el mostrador de recepción de correo, es por aquí…

Cuando una empleada le dirigió la palabra, a pesar de su asombro, quizá dándose cuenta por fin de que no había compostura en sus actos, se aclaró la garganta y le pidió que llamara al presidente. Afortunadamente, en lugar de la empleada que le puso cara de sospecha, la que se hizo cargo fue la secretaria del presidente, Lux Sibyl, con la que había interactuado, por lo que se apresuró inmediatamente a intermediar por él. Gilbert se reunió con su mejor amigo sin esperar mucho.

―¡Gilbert! ¡Estabas vivo!

Mientras pensaba que había escuchado esta frase antes en alguna parte, Gilbert levantó una mano en señal de saludo. Lux sirvió el té y los aperitivos en la sala de recepción a la que le habían permitido entrar. Gilbert, que tenía dignidad independientemente de lo que hiciera, tenía algo en él que obligaba a la gente a hacer todo lo posible.

―Presidente, no tenemos buenos dulces… Voy a comprar algunos ahora mismo… ―Lux se apresuró frenéticamente hacia Hodgins. La diferencia de altura les hacía parecer padre e hija.

―Eh, está bien. Es Gilbert.

―¡¿No querría servir buenos manjares exactamente porque es el Sr. Gilbert?! Presidente, ¡¿olvidó que le debe por ese incidente de hace un tiempo?!

Hodgins se sintió un poco presionado por la feroz idolatría de su subordinada hacia su mejor amigo.

―Lo siento… pero creo que tampoco está de humor para tomar el té con tranquilidad.

―Pero…

―Está bien, está bien… Ahora, Gilbert.

Hodgins se rio mientras miraba a su mejor amigo más joven, al que veía por primera vez en mucho tiempo. La verdad es que le hacía gracia. Era raro que Gilbert estuviera en ese estado.

―Siempre llevas el flequillo peinado hacia atrás de forma tan pulcra y sin embargo se te está cayendo.

Al decírselo de forma burlona, Gilbert se peinó el flequillo hacia arriba con una cara incómoda. Probablemente sólo hacía esas expresiones faciales delante de su amigo.

―No  pude  conseguir  un  carruaje,  así  que  vine  corriendo  hasta  aquí.

Hodgins…

―Se trata de Pequeña Violet, ¿no es así?

―No he dicho nada todavía, pero… sí.

―No podía ser otra cosa, ¿verdad? Cuando dejas todo de lado y pasas a la acción… Lo entiendo todo, Gilbert-boy. Pequeña Lux, ¿cuál es el horario de Pequeña Violet?

Al preguntarle, Lux sacó agitadamente su cuaderno. El cuaderno que siempre tenía en la mano estaba densamente lleno de notas. Tal vez su vista había empeorado, ya que Lux leía el cuaderno con la cara cerca a pesar de llevar gafas.

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―Viaje de negocios de escritora fantasma a Alfine… Huuum… Originalmente estaba previsto que regresara ya a la oficina central, pero aún no lo ha hecho. Es posible que su periodo de contratación se haya prolongado allí.

―¿Cuáles son sus planes después de volver de Alfine?

―Dijo que quería dejarla descansar por el momento, así que se va a tomar un descanso durante un tiempo. Hace unos meses que no tiene ninguno.

―Entonces no causará ningún problema a otros clientes, así que podría haber aceptado una prórroga. Cuando se trata de Pequeña Violet, dejo las prórrogas y esas cosas a su propia discreción… ¿Cuándo se suponía que debía volver?

―Hace cinco días.

―Entonces, no sería raro que se pusiera en contacto con nosotros. Pequeña Lux, ve a comprobar las cartas exprés del correo interno; es eso o un telegrama… El correo interno se está acumulando últimamente, así que podría haber algún aviso de ella.

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―¡Iré a mirar ahora mismo! ―dijo Lux a Gilbert en lugar de a Hodgins como si estuviera haciendo una proclamación, luego puso rápidamente su pequeño cuerpo en movimiento y salió de la habitación.

Sintiendo que la situación se había agravado por su culpa, Gilbert se quedó mirando en la dirección en la que se había ido Lux, con cara de disculpa.

―¿Está bien que no vaya con ella? Llegué aquí de repente y, sin embargo, lo único que hago es darle problemas… Seguramente ella también tiene otros deberes.

Hodgins le indicó a Gilbert que se sentara en una de las sillas de la sala de recepción, y luego se sentó él mismo. Después de confirmar que Gilbert estaba sentado, habló:

―Está bien, está bien. Cuando Pequeña Lux se lesionó, le organizaste un hospital y un alojamiento, ¿verdad? Ella estaba muy agradecida por eso, así que quiere ser de ayuda. Mi secretaria es una buena chica. Que haga lo que quiera.

―Sobre eso… Violet es normalmente la que está bajo tu cuidado… así que quería pagarte por ello. Ahora voy a tener que pagar un precio mayor…

―De eso se tratan los vínculos y los favores, ¿no es así…? Por cierto, has vuelto antes de lo previsto, pero ¿es sólo por un tiempo?

―Así es.

―¿Por Pequeña Violet?

―Bueno, por los dos… nosotros.

―Aunque no vuelves cuando es por mí… ―Dijo Hodgins como si estuviera enfurruñado, a lo que Gilbert contestó consternado.

―Intenta contar las cosas que he hecho por ti. ¿Crees que cualquier otro tipo podría hacerlo?

Silencio.

Una cosa que se le ocurrió de inmediato fue que Gilbert había borrado los documentos que Hodgins se vio obligado a firmar por otra empresa. Habían estado juntos desde que eran estudiantes, así que no pudo decir nada cuando le dijeron eso. Hodgins fingió ignorancia silbando con sus hermosos labios coloreados.

―Las cosas que has hecho por mí, además, no las puede hacer cualquiera. Soy consciente de ello. Si no ponerlo en palabras te hace sentir inseguro, ¿debo decirte que te quiero?

Casi dejó caer al suelo la taza de té que tenía en la mano. Los temblores recorrieron el cuerpo de Hodgins. Como para librarse de ellos, gritó:

―¡Gilbert! Tú… Tú pequeño… Di eso sólo a Pequeña Violet.

El que le había provocado los temblores tenía un rostro imperturbable.

―Yo tampoco quiero decirlo. Entonces no te enfades más.

―¿Qué te pasa…? Seguro que a veces me dices cosas increíbles a pesar de que sueles ser tan frío, ¿eh? Eso es malo para el corazón cuando estás acostumbrado al trato frío, ¿sabes? Me hizo recordar nuestros días en el ejército… cuando tuvimos que marchar sumergidos en un río helado… Mi corazón se apretó tanto.

―Sí que eres egoísta… ¿Quieres que me preocupe por ti o no…?

―Quiero que te preocupes por mí de la manera apropiada; hazlo bien.

―Hodgins… si vas a llamarme ‘chico’, ¿no puedes actuar un poco más como mi mayor? Y lo que es más importante… ella ha vuelto ―dijo Gilbert, confirmando que había alguien detrás de Lux mientras entraba al trote. Un joven rubio y hermoso que se parecía a Violet, sólo que con otros tonos.

Se trataba de Benedict Blue, que había pasado magníficamente de repartidor a presidente de una empresa filial.

El aire que le rodeaba y su aspecto habían cambiado un poco con respecto a antes. Los tacones que le gustaban llevar eran los mismos de siempre, emparejados con una esbelta chaqueta y unos pantalones a juego, el pelo más corto y un pendiente añadido en una de sus orejas. Su belleza andrógina ya estaba ahí antes, pero rezumaba un sex-appeal adulto adecuado a su cargo.

―Benedict, ¿qué pasa?

Benedict miró brevemente a Gilbert, pero luego volvió a mirar a Hodgins sin decirle nada.

―Estaba cerca y me pasé por aquí. Tenía algo de lo que quería hablar antes de la próxima reunión ordinaria. Por cierto, no acumules el correo interno. ¿Por qué no lo hace otra persona si no lo hago yo?

―Vaya~, qué vergüenza… la coordinación para suplir las cosas que tú hacías aún no se ha puesto en marcha. Al final nacerán dos o tres como tú.

―Eso es un poco asqueroso, así que déjalo. Sólo soy yo… Además, esto es todo, ¿no?

El nombre del remitente escrito en la carta que les tendía bruscamente era “Violet Evergarden”. Al parecer, lo había sacado del correo de la empresa, que se había paralizado debido a los cambios de personal dentro de la corporación. Lo más probable es que, incapaz de ignorar a la menuda Lux mientras casi se caía en el buzón, la hubiera ayudado. La mano que sostenía la carta estaba justo entre Hodgins y Gilbert, pero Benedict la retiró ampliamente hacia un lado en el momento en que Gilbert la buscó.

Silencio.

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Como para burlarse de la silenciosa irritación de Gilbert, Benedict dijo:

―Señor soldado, esto es correspondencia interna. ¿Entiende lo que significa? Confidencial.

―Parece que me odias bastante.

―No se trata de odiar o agradar. No importa si sales con V o lo que sea; simplemente no puedo perdonar a nadie que la haga sentir mal. Tú eres mucho mayor que V y sin embargo no tienes ningún reparo, ¿verdad? ―Lux golpeó en silencio el flanco de Benedict, pero continuó hablando―: Probablemente nunca podré digerir las cosas que has hecho y vas a hacer con ella. Porque me parece que le estás tomando el pelo a V.

El ataque de Lux se había convertido ahora en una serie de puñetazos utilizando ambos brazos, pero lamentablemente, al ser ella ligera y delicada, no funcionó con Benedict.

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