Rakuin no Monshou (NL)

Volumen 4

Capitulo 1: Nubes Oscuras Sobre Apta

Parte 1

 

 

Oubary Bilan llegó a Apta dos horas después de la puesta del sol. Por supuesto, debió llegar cuando aún era de día, pero así era Oubary: después de haber permanecido demasiado tiempo con las mujeres en la ciudad de la post-estación, había llegado tarde. Pero no había razón para apresurarse. Por lo que había escuchado, después de ser atacado violentamente por Taúlia, Apta finalmente se había visto obligada a aliarse con ellos. Se sintió deprimido al imaginarse la miserable atmósfera de derrota que debe estar impregnando el interior del castillo. Aunque…

Ya que es ese príncipe que supuestamente había dejado de ser tan infantil.

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Siendo ese el caso, no se sentía tan mal.

Oubary albergaba rencor contra el heredero al trono imperial, Gil Mephius. Con motivo de la primera campaña del príncipe, sólo él había sido reconocido por sus actos meritorios; en el momento de la rebelión de Zaat, se suponía que su ―acuerdo‖ con Noue desembocaría en que Oubary desempeñara el papel de héroe patriótico, pero, por culpa del príncipe, ese plan había fracasado por completo, y en su lugar, la desaparición del príncipe en plena insurrección desencadenó que Oubary incurriera en el descontento del emperador.

Por eso, cuando estalló una revuelta de esclavos en Kilro, una zona al sureste de Solón, Oubary se había ofrecido para reprimirla personalmente. Como general que se jactaba de una larga carrera militar, volcar su espada contra algo como los esclavos no era algo de lo que pudiera jactarse. Había cumplido su misión a pesar de todo, pero su orgullo por su noble persona había sufrido un duro golpe.

Ya sea esa vez o esta.

Oubary sintió que todo era culpa del Príncipe Gil. El hecho de que los esclavos hubieran organizado un levantamiento armado en ese momento se debió probablemente a la rebelión de Zaat. Pero Oubary creía que la actitud indulgente de Gil al nombrar a los esclavos como soldados de la guardia imperial, o al hacer sus subordinados personales a los esclavos gladiadores que se habían rebelado, también era culpable.

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— Humph.

Al llegar a un punto desde el que se divisaba la Fortaleza Apta, Oubary pudo ver claramente que su aspecto había cambiado debido a los bombardeos. Parecía muy dañada. Oubary sonrió desagradablemente. Incluso la puerta del castillo aún no había sido reparada del todo.

— General Oubary Bilan, entrando al castillo.

Con esa proclamación, pasó por la puerta parcialmente destruida.

¿Oh?

Poniendo un pie en las calles de la ciudad, Oubary juntó sus cejas finamente cuidadas. Tenía una sensación incómoda. El fuego enemigo también había alterado el aspecto de la fortaleza. Por supuesto, era de esperar que el daño se extendiera a las calles. Había pensado que el lugar estaría hundido en la penumbra, pero en contra de sus expectativas, la gente del pueblo que iba y venía, así como los soldados con los que hablaban a la ligera, todos tenían una apariencia alegre.

Oubary continuó más allá de la luminosa avenida principal y desmontó de su caballo. Como se decía que la sala del castillo estaba inutilizable en ese momento, fue guiado a la mayor de las barracas. Una vez que pasó por la entrada, la sensación de incredulidad de Oubary creció cada vez más.

En la espaciosa sala se celebraba un banquete. Por todas partes, soldados de cara roja caminaban de la mano con mujeres que parecían traídas de la ciudad para servir como camareras. Las montañas de comida se amontonaban en lo alto; las copas de vino se rellenaban tan pronto como se vaciaban; era como si estuvieran celebrando la victoria de una batalla.

— Oh, General.

— Esperábamos que llegara hoy, pero llegó bastante tarde.

Los subordinados de Oubary de la División Blindada Negra que habían estado apostados en la fortaleza también estaban muy animados. Oubary capturó a un capitán de la compañía llamado Bane.

— ¿Qué es todo esto? ¿El príncipe vencido cayó enfermo de la desesperación?

Bane sonrió burlonamente como si hubiese escuchado algo escandaloso, su apariencia tan poco atractiva como siempre.

— Esta es una celebración de la victoria.

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— ¿Qué, una victoria?

— Aunque era Ax de Taúlia, lo capturó dentro de esta misma Apta. El príncipe… ese hombre es realmente hábil en la guerra.

Oubary recibió una explicación detallada sobre la batalla por parte de Bane. Cuando se enteró de que después de atraer al enemigo, el mismo príncipe bombardeó la fortaleza, casi involuntariamente gritó sorprendido y fue sólo con esfuerzo que se mantuvo a raya.

— Eso no es todo.

— Una vez más, —fue todo lo que pudo hacer para mostrar una sonrisa forzada— una campaña sin precedentes. Ciertamente no es algo que cualquiera pueda hacer. Aunque uno debe tener cuidado de no engañarse a sí mismo creyendo que son ricos sólo porque tienen dinero y posesiones materiales.

Aunque esas palabras salieron de su boca, es extraño, era lo que estaba pensando.

Nunca habló con el Príncipe Gil antes de la primera campaña de este último, pero por supuesto había escuchado muchos rumores sobre él. Las historias de cómo era un tonto que pasaba todos los días jugueteando no había duda de que llegaron a otros países. Sin embargo, a pesar de ello, había derrotado al comandante supremo de la Fortaleza de Zaim, Ryucown, y había impedido una rebelión en Solón. Y ahora, aquí en Apta, había capturado a Ax Bazgan e incluso había logrado una alianza amistosa. Además, lo había hecho sin recibir refuerzos de su país.

Es como si Gil fuera un general con años de servicio militar.

No era simplemente que le diera una sensación desagradable. Era obviamente diferente del príncipe del que Oubary había oído hablar. Se podría atribuir a que tenía excelentes oficiales del Estado Mayor, pero aquí en Apta no había otros generales presentes, y casi todos los asistentes del príncipe eran ex esclavos.

Aunque era de la realeza, ¿era posible que la gente se transformara así en tan poco tiempo? Entonces, ¿es porque era un tonto que, uno tras otro, se le ocurrían planes con los que otras personas nunca soñarían? No sólo Oubary, muchos de los cortesanos de Mephius albergaban dudas sobre el príncipe, casi convirtiéndose en una nueva persona.

— Ah, Su Alteza.

— Su Alteza Imperial, felicitaciones por su trabajo contra Taúlia.

Dentro de la sala, Gil Mephius apareció ante él.

¡Ah!

Shique y Gowen, conocidos de Orba desde hace mucho tiempo y que estaban en el pasillo bebiendo con sus respectivos camaradas, intercambiaron miradas. Incluso desde lejos, podían ver que Orba estaba borracho. Trastabillando inestablemente por la habitación, sonreía descuidadamente a la gente que le llamaba. Su cara estaba tan roja como si le hubieran vertido pigmento escarlata. Probablemente tampoco estaba actuando. Sobre todo, ambos sabían que Orba nunca había sido bueno con el alcohol.

Cuando Orba vio a Oubary Bilan, aunque por supuesto, para la gente de la habitación era el primer sucesor del trono imperial de Mephius, se dirigió hacia él, haciendo un gesto exagerado con la mano.

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— Oh, general. Así que has llegado. Pero llegas tarde, estaba empezando a preocuparme.

— Su  Alteza  —se  inclinó  cortésmente  Oubary—,  No  soy  digno  de  su preocupación.  Para  mi  vergüenza,  ya  que  el  asunto  en  Kilro  fue sorpresivamente problemático, no llegué a tiempo para la batalla con Taúlia.

— No importa. Ven, tomate un trago.

Cuando parecía a punto de caerse, un chambelán cercano se apresuró a atraparle. Sacudiéndolo bruscamente, Gil tomó un poco de vino de una bandeja y se lo ofreció a Oubary. Al aproximarse su rostro, Oubary declinó educadamente. Los pasos de Gil eran inestables y sus ojos estaban desenfocados, pero al ver eso, lo miró fijamente.

— ¿No beberás mi vino, general? —preguntó amenazadoramente. Sonriendo amargamente, Oubary tomó la copa de vino y la vació. El príncipe lo observó fijamente, entonces,

— ¡Su Alteza!

Sin prestar atención a los gritos de asombro de la gente cercana, sacó suavemente la espada de su cintura. Naturalmente, Oubary rápidamente entrecerró los ojos al ver esto,

— ¿Qué es esto, Su Alteza?

— ¿Realizamos una danza de espadas, general?

— ¿Una danza de espadas?

Las danzas de espadas eran una especialidad de Solón en la que varios hombres bailaban mientras blandían espadas. Con motivo del Festival de la Fundación, se celebró un baile de este tipo en el palacio.

— A pesar de que esto es una celebración, el entretenimiento es escaso. En momentos como éste, la gente de Mephius no debería celebrar tan vulgarmente. No es refinado. Así que hagamos una danza de espadas, tú y yo. Todos, regocíjense.

Pensando que el príncipe no estaba sobrio, los labios delgados de Oubary se transformaron en una sonrisa,

— Aunque es una propuesta gratificante, Oubary Bilan no es digno de cruzar espadas con el Príncipe Heredero. ¿Por qué no nos instalamos allí y charlamos tranquilamente? Me gustaría mucho escuchar sobre la batalla contra Taúlia.

Un agudo chasquido resonó en la mejilla de Oubary. Gil había abofeteado al general con el dorso de su mano.

En vez de armarse un escándalo, la sala se quedó en un silencio mortal. Mientras los sorprendidos espectadores contenían la respiración,

— ¿No cruzarás espadas con el príncipe heredero? Una cosa linda de decir. Entonces este príncipe heredero te lo ordena. Ven, desenvaina tu espada.

Gil hizo una estocada con la espada que sostenía. La sonrisa de Oubary se volvió rígida, pero la mantuvo incluso cuando se echó hacia atrás.

— Su Alteza, Su Alteza —apeló.

La postura del príncipe era inestable, por lo que evadirlo no era difícil; sin embargo, cuando su tercer estocada pasó por encima de la parte superior del hombro del general, una fuerte ráfaga de aire golpeó la mejilla de Oubary. Un pequeño corte se abrió en su piel. Cuando vieron gotas rojas caer por su mejilla, las mujeres gritaron.

Rakuin no Monshou Volumen 4 Capitulo 1 Parte 1 Novela Ligera

 

— Ge-general.

— Su Alteza, Su Alteza, por favor espere.

Los soldados también gritaban de todas partes. Aunque Shique y Gowen intentaban abrirse paso entre la multitud que se dirigía hacia el sudoroso Gil, él seguía blandiendo su espada. La mano de Oubary fue a su cintura. Al ver eso, la boca de Gil se retorció en una feroz sonrisa cuando –

Un sonido metálico resonó intensamente.

La espada salió de la mano de Gil. Tanto él como Oubary dejaron de moverse y miraron la nueva espada que se extendía por su lado.

El que la sostenía era un hombre de cuerpo fuerte. El ex esclavo espadachín que había competido con Orba en la ronda final de los juegos de gladiadores del Festival de la Fundación: Pashir. Le había quitado la espada a Gil por un costado. Los ojos de Pashir estaban parcialmente ocultos en las sombras mientras sostenía sin expresión la mirada ardiente de Gil antes de devolverle la espada a su cintura.

Alrededor de ellos, todo estaba conmocionado.

— ¡General!

Oubary levantó la mano para tomar el mando de los soldados que corrían hacia allí.

— Eso… ¿No fue demasiado para una broma hecha bajo la influencia del alcohol, Su Alteza?

Gil tomó su espada y, aunque la tensión aún lo rodeaba, la devolvió a su vaina.

— Entonces deberías haber accedido a una danza de espadas —Se encogió de hombros como si no estuviese interesado en nada. Entonces, con una mirada de reojo a Pashir—, cada uno de ustedes es insoportablemente aburrido. Por eso dicen que la gente de Mephius no sabe cómo crear ambiente durante las festividades —Con eso, salió de la habitación, con los pasos todavía inestables.

Con la mano contra la mejilla, Oubary le vio marcharse. Más que palidecer de rabia, todo su cuerpo temblaba.

— ¿Qué fue eso? —Se murmuró a sí mismo—. Está loco si lo llama una celebración. ¿O es que mostraba su verdadera naturaleza de tonto?

En la puerta del otro lado del que el príncipe había desaparecido, una silueta se quedó inmóvil. Vileena Owell. Había estado en el tejado hacía poco tiempo, pero había venido corriendo cuando escuchó el alboroto. Aunque había llegado un poco tarde, podía entender lo esencial de lo que había sucedido al escuchar lo que decía la gente que estaba alrededor de la habitación. Se quedó de pie por un momento atónita y luego cruzó rápidamente la habitación para perseguir al príncipe.

***

 

 

— ¡Qué demonios estabas pensando!

El grupo de personas a las que perseguía por Apta reconoció la figura de la princesa que sostenía el dobladillo de su falda para correr hacia ellos.

El príncipe, que se encontraba entre Shique y Gowen y que se apoyaba contra la pared para caminar, parecía que escuchaba algo increíblemente molesto.

— ¿Qué quieres decir con ―qué‖? No paró de caminar. Ella se acercó a él.

— Te pregunto otra vez, ¿tus acciones tuvieron un significado más profundo? Hasta ahora, por más tonta que parezca tu conducta, siempre tienes una razón secreta que yo no puedo siquiera imaginar.

— El hecho es que Su Alteza actuó así porque está borracho.

Aunque el tono Shique era placentero, sus palabras tuvieron el efecto contrario en Vileena. Sus ojos se abrieron aún más.

— ¿Lo  hizo  porque  está   borracho?  Hmm,  ¿es  así?  En  ese  caso, permíteme  cambiar  la  pregunta:  estar  tan  borracho  que  no  podías distinguir el bien del mal y atacar a un súbdito con una espada, ¿por qué demonios lo hiciste?

— Estaba borracho. Por el vino.

Gil refunfuñó con voz gruesa. Parecía el típico borracho. Sintiéndose aún más indignada, Vileena comenzó a acercarse. Justo cuando Shique agachó los hombros como si se estuviera preparando para un rayo, la expresión furiosa de Vileena se desmoronó repentinamente.

Porque lo recordó.

La apariencia del príncipe, que se veía exactamente como si se arrastrara de rodillas mientras sollozaba. Tal vez emborracharse hasta la muerte también tenía algo que ver con eso; como ese pensamiento le vino a la mente, Vileena perdió la energía para estar enojada.

Al entrar en la habitación que le habían asignado en el cuartel, Gil -o mejor dicho, Orba- se tiró a la cama. Gowen fue el primero en abrir la boca.

— ¿Qué pasó? —Preguntó a Orba, que se quejaba en voz baja.

Shique se volteó hacia Dinn, el paje que había estado esperando el regreso del príncipe, y lo envió de vuelta diciendo ―Está bien por hoy‖, y luego, después de haber ahuyentado a los soldados que estaban de guardia con unas pocas palabras rimbombantes, cerró la puerta.

— No pasó nada.

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— Orba —dijo Gowen en voz baja. Orba, que en ese momento tenía la cara tan roja como la de Gowen, le hizo una amplia sonrisa.

— Oh, ahora mismo, has vuelto a tu cara de supervisor de esclavos. Cuando se levantaban por la mañana, todos sabían de qué humor estabas por la expresión de tu cara.

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— ¿Es eso cierto? Entonces diré esto: ahora mismo, mi estado de ánimo es el peor —Gowen miró a Orba que se enterraba en su almohada—. Destruir todo lo que has protegido arriesgando tu vida hasta ahora, al ahogarte en alcohol, es algo que ni siquiera un niño haría. Este no es el tú usualmente calmado. Deberías estar agradecido con Pashir; si no te hubiera detenido, habrías causado tu propia caída.

— Estás siendo demasiado serio, abuelo.

— ¡Orba! —Gowen ladró furioso. Estaba levantando sus gruesos brazos cuando Shique lo detuvo apresuradamente.

— Vamos, vamos, Gowen. Orba tiene que esforzarse constantemente, así que debe estar exhausto. Repentinamente pasando de ser un esclavo gladiador al príncipe heredero del país; dadas las circunstancias, está bien que a veces se sumerja en el alcohol, ¿verdad?

— No lo está —La respiración de Gowen era irregular—. Orba, tú mismo lo dijiste, ¿no? Convertirte en un Doble fue algo que Fedom hizo por su cuenta. Si alguien más en Mephius descubre tu verdadera identidad, serás enviado directamente a la guillotina. Ni siquiera tú puedes estar preparado para eso. Y también, si se descubre tu verdadera identidad, también seremos sospechosos de ser conspiradores y nuestras vidas estarán perdidas. No es sólo tu problema si te cortan el cuello.





Orba dejó de sonreír y ahora yacía boca arriba en la cama. Al darse cuenta, se volvió de nuevo para dar la espalda a Gowen y Shique. “Orba”, Gowen continuó presionándolo para que respondiera cuando escuchó una voz que era casi un susurro:

— No hay razón para seguir siendo el príncipe.

Gowen de repente dejó de dar vueltas. Intercambió una mirada con Shique.

— No hay razón para dejarlo vivir —La espalda de Orba temblaba y sus palabras se desvanecían de manera desigual—. Mi hermano murió aquí. Lo abandonó. Alice y mi madre también, probablemente fueron asesinadas. Por su culpa. Prendió fuego a las aldeas de su propio país, ¡Mephius, con sus propias manos!

Hace poco tiempo, Orba parecía estar muy animado por el vino, pero ahora dio un giro total, gritando inmediatamente después de lloriquear.

— Este ―él‖ del que estás hablando… —comenzó Shique. Continuó Gowen,

— No me digas que estás hablando de ese general que atacaste con una espada. Si mal no recuerdo, se llama Oubary, ¿verdad? ¿Qué hizo ese hombre? ¿Lo habías conocido antes de convertirte en el príncipe?

Mientras Gowen seguía haciendo esas preguntas, una posible explicación para todo lo que Orba acababa de decir se le ocurrió. Ya sabía que Oubary Bilan era el general que anteriormente estaba a cargo de la defensa de Apta. Si el hermano de Orba había muerto aquí, ¿podría significar que era un soldado apostado en la fortaleza?

— Dices… ¿Que prendió fuego a una aldea mephiana? Orba, no puede ser

—como si se diera cuenta de algo, Shique levantó la voz—, no puede ser que estés planeando vengarte de él.

Orba, aún de espaldas, no contestó.

Lo que también significa que no lo negó. Shique dio un gran sorbo mientras a su lado, Gowen suspiraba profundamente. Hasta entonces, Orba siempre había sido algo misterioso. Tenía una cara muy fría, pero también tenía una cara que veía cómo sus emociones se desbordaban de repente. Desde una perspectiva externa, el equilibrio mantenido entre esas dos mitades en conflicto parecía precario. Porque era muy posible que en cualquier momento, sus emociones pudieran desbordarse y destruir la personalidad tan fragmentada de Orba.

¿Ese momento va a ser ahora?

Hace dos años – no, probablemente fueron más de tres años, cuando se conocieron por primera vez, él había pensado que era un tipo al que no podía quitarle los ojos de encima. No era sólo la máscara de hierro, su corazón también llevaba una máscara, así que no había forma de captar sus verdaderas intenciones. Sin embargo, ahora, mientras ahogaba su llanto, la espalda de Orba no podría estar más indefensa. El hombre que se jactaba de estar invicto con una espada no se veía por ninguna parte, ni había rastro alguno del hombre cuyos enemigos caían en las trampas de sus estrategias todoterreno. La forma de esa espalda era la de un niño.

Sin embargo, Gowen intencionadamente mantuvo su tono estricto,

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— Venganza, ¿eh? Si dices que tu familia fue asesinada, entonces seguro, no es algo que puedas perdonar. Pero en este momento, si dejas que la venganza tenga prioridad, lo perderás todo. Todo lo que has obtenido al sobrevivir de algún modo a una muerte segura, tú…

— Todo, ¿eh? Ese ―todo‖, ¿qué es? —Orba gritó con voz casi ronca—. Ya lo he perdido todo. ¿Qué más hay? ¿Mi vida? Entonces daré mi vida. Si a cambio puede probar la angustia del infierno, se la daré en cualquier momento.

— Tienes deberes que cumplir, Orba. ¿Crees que cualquier cosa está bien si estás cansado de jugar con la posición de príncipe heredero? Pero ese puesto conlleva responsabilidades. Tanto si las quieres como si no. Dame una buena razón por la que deberías hacer lo que te plazca.

— …

Era la primera vez que Shique había visto a Gowen ser tan locuaz mientras reprendía a alguien.

Desde el momento en que había sido supervisor de esclavos, nunca había sido un hombre que se involucrara profundamente en la vida de otras personas. Les enseñaba esgrima, y les enseñaba a prepararse y los trucos para salir adelante. Sin embargo, nunca mostró nada parecido a la preocupación por las circunstancias de otras personas. Era un mundo de cien esclavos gladiadores a los que entrenaba, nunca podía saber si uno de ellos seguiría vivo un año después. No era posible saber acerca de todos y cada uno de ellos más allá de lo que se necesitaba para el trabajo.

Apenas había pasado medio año desde que Orba se convirtió en el príncipe heredero. Durante ese tiempo, el desconcertante cambio de situación no sólo le había afectado a él, sino que además Orba no era el único que había cambiado.

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Es por eso que,

— Así  es,  Orba  —Shique  también  intentó  razonar  con  Orba,  que  se encontraba en este estado—. Dejando a un lado nuestra situación, le prometiste a la princesa Vileena refuerzos para Garbera, ¿no? Si matas a Oubary aquí, definitivamente no podrás mantener esa promesa. Dado que el general Oubary se encuentra en estos momentos en Apta, no hay riesgo de que pierda la oportunidad de actuar. Si quieres, como Guardias Imperiales, podemos ayudarte a vigilarlo. Encajará perfectamente con el desempeño de nuestras tareas habituales.

Orba no dijo nada.

Cuando los dos se fueron, el silencio absoluto llenó la habitación. En la cama, Orba estaba completamente quieto.

Inmediatamente después de regresar de Taúlia, Orba habló con el maestro herrero Sodan y se enteró de la muerte de su hermano. Durante mucho tiempo ya se había dado cuenta de que no había manera de que su hermano siguiera vivo, pero de alguna manera se había aferrado a la esperanza – no, ni siquiera podía llamarse esperanza, más bien ilusión.

Aunque él mismo viviera días infernales, mientras que aquellos de los cuáles se había separado, su hermano, su madre, Alice y los demás estuvieran vivos en alguna parte, entonces tal vez, antes de que se diera cuenta, llegaría súbitamente un día en el que se encontrarían de nuevo. Sin embargo, cuando escuchó oficialmente a Sodan decir la verdad sobre su hermano, las frágiles ilusiones que Orba tenía en su interior se hicieron añicos. No era sólo su hermano: Alice, su madre, y todos los que había conocido antes – todas sus ilusiones se desmoronaron cuando se dio cuenta desde lo más profundo de su corazón que ninguna de ellas existían ya en este mundo.

Lloró. Lloró hasta que sus lágrimas se secaron, dejando paso a emociones ardientes que salían de su interior. Pensó en cortarle el cuello a Oubary Bilan. O quizás, cuando Oubary estuviera dentro de la fortaleza, Orba debía enfrentarse a él con verdadera intención de matar y sin preocuparse por las consecuencias.

Sin embargo, Oubary aún no había llegado a Apta. La angustia violenta de Orba se quedó sin objetivo. Volviendo a su habitación, y sin escuchar el consejo de Dinn de que se detuviera, se bebió el vino. Una copa, dos copas; al beberlas, Orba olvidó sus límites. En realidad, no se sentía ni un poco borracho. Sin embargo, cuando se puso el sol, se enteró de que Oubary había llegado, le resultó difícil levantarse de su silla. Después de eso, los eventos en el salón ocurrieron.

Tsk.

El alcohol al que no estaba acostumbrado empezaba a hacer que se sintiera mal. Se tragó su propia saliva varias veces y torció su cuerpo a diestra y siniestra porque no podía encontrar una posición cómoda. Bajo el peso de la fatiga acumulada desde la batalla de Apta hasta su visita a Taúlia, su cuerpo clamaba por dormir.

— Hermano…

Esa palabra salió de labios ásperos y secos.

Su hermano se había ido a trabajar como ayudante de un comerciante aquí en Apta, la ciudad fortaleza más cercana a su pueblo. Dos o tres veces al mes, se tomaba un descanso y regresaba con su familia. Para Orba, para quien el cielo y el suelo del estrecho desfiladero en el que vivían era todo, las historias que escuchaba sobre la vida en la ciudad eran como algo de un mundo diferente. Hasta entonces, Orba no sabía de la existencia de aeronaves propulsadas por éter que volaban por el cielo, ni de la existencia de las arenas circulares en las que se celebraban juegos en los que los esclavos competían entre sí. Aunque aparentemente para esos esclavos, ganar el derecho a vivir un día más era suficiente recompensa, Orba había insistido en que ―si me convirtiera en esclavo, ganaría dinero‖, lo que hizo parpadear a su hermano. En una aldea tan remota como en la que vivía Orba, tampoco había oportunidad de conocer a gente perteneciente a la clase de esclavos.

La perspectiva de Orba se había ampliado con los relatos de los viajes de su hermano Roan y con los muchos libros que traía a casa. Su hermano también le había enseñado a leer y escribir. Orba absorbió lo que estaba escrito en esos libros. Cuentos ilustrados para niños; libros sobre juegos populares; libros que escribieron sobre el tiempo en que la humanidad había dejado el Viejo Mundo; libros que hablaban del antiguo rey Zodías y de su milagrosa invención de la magia; y, lo mejor de todo, los muchos cuentos históricos de los héroes.

Se perdía en la lectura, y luego se sentía desesperado, ya que, después de todo, estos relatos nunca le sucederían a alguien como él. Pero tal vez, algún día -si pudiera salir de esa pequeña aldea y adentrarse en el ancho mundo- tenía la ligera esperanza de que él también podría vivir en ese mundo de leyendas. Quería contemplar el interminable mar azul; quería experimentar por sí mismo el resplandor de la nieve amontonada en invierno; descubrir qué tipo de lugar era realmente el Palacio Dorado, que se decía era un nido de intrigas.

Orba pensó que su hermano era como él, alguien que abría los libros uno a uno y también le explicaba con entusiasmo todo eso. Como en la ciudad su hermano se había familiarizado con el mundo que él mismo no conocía, y como su hermano era mucho mejor que él en el manejo inteligente de las cosas, ya que siempre había estado por delante de él, la joven mente de Orba creía que su hermano ya había puesto un pie en el mundo que Orba sólo conocía a través de los libros.

Dentro de un oscuro letargo, Orba estaba soñando.

En el recuerdo más vívido de la infancia de Orba con su hermano, estaban sentados uno al lado del otro fuera del granero. Sobre ellos, las estrellas parpadeaban.

Esto es….

Fue en esa época, pocos días antes de que su hermano fuera reclutado por


Apta. Orba fue regañado por su madre después de haber tenido una pelea con

Doug de la aldea vecina, y su hermano había venido a hablar con él.

— Nadie sabe qué clase de persona es realmente.

Después de decir eso, su hermano miró al cielo bañado por la pálida luz de la luna. Durante toda su vida, Orba nunca olvidaría las palabras que su hermano había dicho entonces.

— ¿Qué están haciendo? —En ese momento, Alice también se unió.

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