Shokei Shoujo no Virgin Road (LN)

Volumen 3

Capítulo 5: Las Escrituras traicioneras

Parte 1

 

 

Todo lo que ella quería era ser especial.

Sahara siempre tuvo presente que era una muchacha cobarde y mezquina. La actitud juguetona que mantenía en la superficie no era más que una máscara para ocultar la fealdad de su verdadera naturaleza—para maquillar el hecho de que, tras esa fachada despreocupada, se ocultaba una persona en extremo celosa, excesivamente sarcástica y cuya actitud impulsiva alejó a todos los que alguna vez quisieron tomar un rol activo en su vida.

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La imagen de diminutas virutas de arena de hierro lijadas de una roca gigante tras una tormenta, hundiéndose en las profundidades de un río esperando oxidarse y ennegrecerse, resonaba profundo dentro de su cabeza. Odiaba tanto todo de sí que apenas y podía soportarlo.

Es por eso que ella quería ser especial.

Ser más poderosa que todos los demás.

Porque si fuera más fuerte, seguramente lograría convertirse en la clase de persona amable que anhelaba ser desde el fondo de su corazón.

O al menos—

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***

 

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La historia de Sahara comenzó con la destrucción de una cierta organización de tráfico de personas que trabajaba al servicio de La Cuarta.

La brutal batalla entre la Verdugo Flare y el Director de La Cuarta.

Luego de que aquella disputa que involucró a todas las naciones del continente finalmente estuviera llegando a su fin, está operación ilícita fue derribada tan rápida y descuidadamente que el relato casi que sonaba como una leyenda compartida entre susurros.

Pero en el caso de Sahara, ese fue un momento muy especial en su vida. Lo atestiguo todo desde una jaula en la que los malvivientes la habían encerrado a fin de venderla como material de sacrificio para algún Conjuro del Pecado Original.

—¿Una niña?— Flare apenas y le dedicó una mirada.

Sin embargo, la imagen de aquella sacerdotisa pelirroja, poniendo contra las cuerdas a docenas de hombres armados y musculosos empuñando nada más que una pequeñísima daga, se grabó con fuego en sus retinas.

Es tan genial…

A partir de ese momento, admiró a la asesina como nunca lo había hecho con alguien en su corta vida. Percibió en Flare un aire único que no parecía dejarse influenciar por los demás. Deseaba tanto ser como ella que no pensó en otra cosa ni cuando la liberaron de su jaula—lo que nos lleva al hecho de que luego de percibir un potencial latente en la muchacha, algunas sacerdotisas que llegaron después decidieron llevarla a cierto monasterio para pulir sus habilidades…

***

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A pesar de encontrarse en la tierra santa de Las Fausto, las instalaciones del monasterio se hallaban aisladas de todo lo demás. La atmósfera estaba tan estrictamente controlada, y el programa educativo era tan rígido, que uno podría pensar que estaba diseñado específicamente para romper los corazones de los niños pequeños.

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Sin embargo, resulta que, para Sahara, ser llevada a ese monasterio claramente inusual fue un golpe de buena suerte. A fin de cuentas, la razón por la cual termino en una jaula fue porque sus padres Comunes la vendieron a una organización de tráfico humano para pagar sus deudas. Un lugar para dormir era mejor que nada, y dada la extraña naturaleza de los entrenamientos, considero que podría convertirse en alguien especial si se formaba allí.

Eso sí; cada vez que el estrés era tal que sentía que su espíritu ya no aguantaría más, se desquitaba peleando contra las niñas más débiles. Nunca faltaba la ingenua de turno ofreciendo formar un grupo para ayudarse mutuamente a sobrevivir. Por lo general, esa era la clase de blancos a los que dirigía toda su frustración contenida.

¡Voy a convertirme en alguien especial como Flare, la mujer que me salvo!

Pero aun con su pequeño talento y actitud confianzuda, únicamente fue capaz de sobreponerse a los entrenamientos porque tenía un objetivo claro, y estaba dispuesta a sacrificar a cualquier persona con tal de conseguirlo; llegados a un punto inclusive procuro entorpecer deliberadamente a sus compañeras para así asegurarse de que nadie la sobrepasase. Fue en ese tiempo que se enteró de que Flare había capturado al Director de La Cuarta y que sería ascendida al cargo de Maestra.

¡Encima la pondrían al mando de este monasterio! La esperanza comenzó a llenar su corazón. Flare era una leyenda viviente entre las Verdugos. ¡Incluso fantaseó con la idea de que la Verdugo podría interesarse personalmente en ella como sucesora!

Pero nada de eso sucedió.

Flare casi nunca mostró su cara en el monasterio. Las semanas pasaron, y Sahara se sintió decepcionada, pero aun así continúo centrando todos sus esfuerzos en el entrenamiento.

La crestología y la materialogía requieren la memorización de complejos pasos y una amplia gama de conocimientos; la manipulación de la Fuerza Guía implica una delicada concentración mental; el entrenamiento físico hace hincapié en la musculación directa y el agotamiento doloroso—

Todas tareas humildes, lejos de la gloriosa grandeza a la que Sahara aspiraba—pero entonces, un día, la Maestra Flare trajo al monasterio a una niña de mirada vacía y cabello castaño.

Se trataba de una niña completamente ordinaria, aunque con una cara medianamente bonita. Probablemente Sahara no le habría dado importancia si no fuera porque fue la mismísima Flare quien la trajo al monasterio.

Desde un principio, Flare nunca se había preocupado por el monasterio, pero después de que trajera a esa niña de cabello castaño, todos los días se quedaba caminando por allí y prácticamente le daba clases individuales cada que se le antojaba.

La rabia surgió dentro de Sahara.

¿Pero por qué estoy tan enfadada? No lograba expresarlo con palabras, pero cada vez que veía a la Maestra instruyendo a esa niña extraña, su molestia irracional se acrecentaba.

No había nada impresionante en ella. Sus habilidades para la conjuración, sus niveles de Fuerza Guía y su potencial físico eran inferiores a los de Sahara. Si acaso, podría tener mejor compostura, pero eso era todo. Y siempre que Sahara la retaba a un combate individual, ganaba sin ningún problema.

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Sus habilidades eran, en el mejor de los casos, mediocres—pero de alguna manera había logrado llamar la atención de la Maestra Flare.

Mientras que está ni se percataba de su existencia…

***

 

 

Entretanto luchaba contra sus confusos sentimientos de frustración, las sacerdotisas trajeron a una nueva alumna. Se trataba de una niña bajita de mirada cohibida y echa un mar de lágrimas.

Al igual que con la otra niña, Sahara probablemente tampoco le hubiera prestado atención—de no ser porque lloraba demasiado. Mucho. ¡Con suma insistencia! ¡¡A NIVELES RIDÍCULOS!! Era tan molesto que sintió como su llanto empezaba a constreñirle el cerebro.

Fue entonces que una tarde, ya harta de la recién llegada, alardeo con varias de sus compañeras sobre ir a darle una paliza. Le daría sus buenos motivos para llorar. No dudo ni por un segundo que sería otra debilucha como la rara de los ojos muertos—razón por la cual se quedó pasmada cuando está la derribó de un puñetazo en la mejilla.

No hubo advertencia. La tumbó al suelo de un solo golpe. Fue tal el desconcierto de Sahara que tan solo pudo mirar aturdida como aquella extraña les daba una paliza a las otras niñas que vinieron a ver la pelea, y el hecho de que luego se sentará a horcajadas encima suyo para continuar golpeándola tampoco ayudo.

Un contraataque muy inesperado…

Y una vez volvió en sus sentidos, Sahara lloro y lloro como no lo había hecho en muchísimos años. Sin embargo, las lágrimas solo sirvieron para remojar sus mejillas llenas de moretones y producirle ojeras. Ese día juró nunca volver a acercarse de nuevo a ese pequeño monstruo. Tras investigar un poco, memorizó su nombre—Momo—y mantuvo cuidadosamente las distancias. Ahí aprendió que no siempre se puede saber lo peligroso que es alguien basándose únicamente en su aspecto.

***

 

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Dado que la otra niña de cabello castaño también empezaba a superarla en los entrenamientos para ese momento, Sahara se puso cada vez más frenética con el objetivo de centrarse en aumentar sus propias habilidades. Estaba segura de que la única razón por la que corría el riesgo de perder ante esa lenta y derrotista de los ojos muertos era porque la Maestra le estaba dando un entrenamiento especial, así que decidió espiarlas en secreto mientras entrenaban juntas.

En eso presencio como aquella niña recibía unas cintas para el cabello como un regalo de la Maestra.

Dos finas cintas rojas.

Ninguna otra niña de este monasterio había recibido un regalo tan lujoso. Las llamas de los celos ardieron todavía más.

¡¿Qué tiene ella que la vuelve tan especial?!


Sahara hervía de frustración, pero si eso fuera todo, probablemente lo hubiera dejado pasar.

…sin embargo, a la mañana siguiente, se enteró de que la muy malagradecida regaló aquellos listones rojos como si no fueran la gran cosa—y encima se las obsequio a Momo, de entre todas las niñas del mundo.

Sahara tuvo que obligarse a presenciar durante días como ese monstruo violento se pavoneaba por el monasterio con los listones rojos atados a su cabello, actuando como si comprendiera su verdadero valor, hasta que un día la rabia la supero e intento robárselas mientras se encontraba en los baños.

Lamentablemente, Momo percibió la presencia de Sahara al instante y la atrapo con las manos en la masa. La llevo a rastras a uno de los cubículos del baño en donde le dio una tremenda paliza que duro varios minutos, y no satisfecha con eso, la desvistió y se llevó su ropa.

Ese día Sahara falto a los entrenamientos por primera vez en su vida, dado que se quedó toda la tarde llorando sola y avergonzada en los baños, preguntándose porque demonios esa desquiciada tuvo que robarle también el uniforme. No hace falta mencionar que se juró por segunda vez jamás acercarse de nuevo al pequeño monstruo…

***

 

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—Todas aquí pueden abandonar este monasterio si así lo desean.

Algún tiempo después, Flare anunció abruptamente que daba el pase libre a sus estudiantes para largarse.

—No las vamos a matar ni nada por el estilo. Sólo vengo a decirles que, si desean irse, esta es su última oportunidad para solicitar un traslado a un monasterio convencional.

Mientras las otras niñas se veían tranquilizadas y hasta emocionadas por ello, Sahara reaccionó indiferente. Tenía la intención de quedarse en el monasterio. A diferencia de estas mediocres, ¡estoy decidida a completar el entrenamiento y convertirme en alguien especial—!

—Les estamos dando la oportunidad de vivir una vida normal. ¡De todos modos no es como si supieran demasiado! Les advierto que, si deciden quedarse, la carga sobre sus hombros se hará todavía mas pesada.

…hasta que vio a la niña de cabello castaño de pie tras la Maestra, quien se carcajeaba desmedidamente.

Entonces el sentimiento latente de que podría convertirse en alguien especial se apagó de golpe.

Su cabeza se hundió en sus manos mientras su corazón se llenaba de emociones tan frenéticas como para escarbarse el pecho con las uñas.

La Maestra Flare nunca se había fijado en otra persona, y, sin embargo, estaba dedicando su tiempo en educar a esa tonta de los cabellos castaños; al menos lo suficiente como para andar obsequiándole cintas y escuchar sus ingenuas peticiones.

¿Esta persona es realmente tan especial como para merecer toda su atención?

Las esperanzas y la adoración que sintió cuando Flare la rescató por primera vez se hicieron añicos. Un sentimiento parecido a la soledad comenzó a filtrarse en el corazón de Sahara a través de las pequeñas grietas que se formaban en él.

El día que recogió sus cosas y se preparó para partir, investigó a la niña de cabello castaño y descubrió que se llamaba Menou. Entonces, se dedicó a hablar mal de ella con sus compañeras, como una especie de regalo de despedida.

—Esa niña espeluznante. ¿Se supone que ahora todas estamos en deuda con ella? Está tan loca como la Maestra…

Pero resulta que Momo estaba por ahí y escucho todas sus calumnias. El pequeño monstruo salió de la nada. Derribó a Sahara nada más la tuvo en frente y le dio otra paliza, tal y como lo había hecho en las veces anteriores. Sahara se limitó a apretar los dientes y aguantar, negándose hasta el final a pedir disculpas…

Una vez termino todo, camino hasta la puerta con su equipaje en la mano, y se volteó para mirar atrás con sus ojos llorosos y amoratados una última vez.

La muchacha de cabello castaño—Menou— llevaba su pelo, habitualmente despeinado, recogido en una especie de pañuelo negro. Por alguna razón, Sahara comprendió de inmediato que ese intento de pañuelo había sido hecho con la tela de su uniforme.

—………..

***

 

 

Luego de eso, Sahara fue trasladada a un monasterio convencional.

Una institución pura y noble, sin vínculos con el lado oscuro de la sociedad. En lugar de hacer pasar por un entrenamiento intensivo a la futura generación de Verdugos, acogían como monjas a las niñas que no tenían adónde ir y educaban a las que estuvieran interesadas en formarse como sacerdotisas.

El desesperado anhelo de Sahara por convertirse en alguien especial se había marchitado y desvanecido. El miedo de saber que su ego podría llevarla a toparse con la próxima Momo destruyo su confianza, así que trató de vivir tan modesta y reservadamente como pudo. Su mal genio disminuyó, y naturalmente se volvió una chica mucho más sociable.

En la iglesia local le dijeron que era una joven prometedora, que probablemente se ganaría su túnica de sacerdotisa antes de los dieciséis años, e incluso la llamaron una estudiante de honor con bastante talento. Recibió evaluaciones que le subieron la autoestima sin siquiera tener que esforzarse demasiado.

Así transcurrieron sus relativamente tranquilos años de pre-adolescencia…

Sin embargo, a medida que cumplía los catorce y ni siquiera lograba cumplir los requisitos para conseguir su túnica blanca, sentimientos de frustración comenzaron a sublevarse en su interior. Estaba volviendo a desesperarse, aunque probablemente no hubiera pasado de eso—de no ser porque incluso en aquel tranquilo lugar le llegaron los rumores.

Flarette. La chica más joven en convertirse en Verdugo. Un récord perfecto de misiones completadas.

Los detalles de sus muchos logros llegaron incluso a los oídos de Sahara. Menou se estaba haciendo un nombre, aunque sólo fuera en los bajos fondos de la sociedad.

Mientras que Sahara seguía siendo sólo una monja…

Por primera vez desde que abandonó aquel monasterio, sus inoportunos sentimientos de celos empezaron a aflorar de nuevo.

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Necesitaba resultados. Tenía que darse prisa y pasar de la túnica negra de monja a la blanca de sacerdotisa auxiliar, y luego a la añil de sacerdotisa en pleno derecho de considerarse una.

Tenía que hacerlo cuanto antes.

Tengo que hacerlo, o si no… ¿o si no, qué?

Empujada por una impaciencia que no podía explicar del todo, exigió trasladó a la primera línea de defensa contra la Sociedad Mecánica en la Frontera Salvaje del este, en busca de una oportunidad para escalar posiciones.

Otros intentaron detenerla, pero Sahara se abrió paso a la fuerza. Si se exponía a un campo de batalla, podría distinguirse. Así que eligió el lugar que le ofrecería más oportunidades de luchar.

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