Watashi, Nouryoku Wa Heikinchi De Tte Itta Yo Ne! (NL)

Volumen 12

Capítulo 85: La Fuerza del Imperio

Parte 2

 

 

“¡Partiremos el día después de mañana, así que usemos hoy

y mañana para reabastecernos!”.


Luego de que su pequeña escuela de protocolos para comerciantes acabara sus lecciones, el par de chicas comerciantes de Pacto Carmesí apresuraron a Mile para ir al distrito de mayoristas. Esta no era un área típica de compras con tiendas de ventas al por menor, sino un vecindario lleno de almacenes donde podía comprarse cosas al por mayor.

Aunque este era el tipo de comportamiento que se podía esperar de Pauline, Reina parecía inusualmente entusiasta. Quizás estaba recordando su niñez, cuando viajaba como vendedora ambulante con su padre. Por supuesto, Mavis las acompañaba, probablemente no deseando quedarse fuera.

“Mile, ¿cuánto sabes sobre el Imperio?”, preguntó Pauline.

“Ah, bueno, tuve un tutor privado hasta los ocho años. Y aunque me salí de la academia, tuve lecciones en la capital por un tiempo. Entonces diría que conozco al menos un poco sobre nuestro país vecino…”, respondió Mile un poco avergonzada.

Mile—o mejor dicho, Adele—no era una estudiante modelo. Aun así, era obvio para todos en la Academia que ella estaba actuando.

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“Entonces, debes saber por qué les llaman un poder mayor, ¿verdad?”.

“¡Por supuesto! Hay tres áreas en las que son poderosos: tamaño de su territorio, poderío militar, y… carga en la población”.

“¡Exacto!”, dijo Pauline, acariciando la cabeza de Mile. Ella simplemente rio.

Aunque el Imperio Albarn tenía vasto territorio, no era una tierra en especial fértil. Grandes franjas de tierra estaban compuestas de territorio salvaje y empinadas cordilleras, con pocos ríos grandes en el interior del país. Los pocos afluentes que existían eran en su mayoría pequeñas riveras que cargaban poca agua y se secaban rápido. Por ello, la comida a menudo era insuficiente, y la economía se encontraba en problemas. Tenían bastante madera y recursos minerales, pero poco para distinguirse de las tierras vecinas.

Además, las ganancias de transportar grandes cantidades de madera o hierro por grandes distancias y caminos escarpados eran escasas. Otros países tenían suficientes recursos ya. Todavía no había ocurrido alguna Revolución Industrial, así que había poca necesidad de grandes cantidades de hierro y cobre. La mayoría de países eran autosuficientes con respecto a recursos naturales.

Aún si pudieran hacerse de una buena ganancia aventurándose así, existía la amenazaba de los bandidos y monstruos yaciendo en espera por caravanas con ganancias y bienes recién comprados… Comerciar con otros países simplemente estaba fuera de discusión.

El Imperio no tenía tierra de cultivo, ni comida, ni dinero… pero tenía abundante hierro para forjar armas y madera para encender la forja. Sólo había un camino que podrían seguir sin perderse: el militar. Invirtieron todos sus recursos en armar a sus tropas, colocando más estrés en sus fuentes de comida y economía. Todo esto significando que sólo había una forma de ver ganancias luego de su inversión:

Guerra. Saqueos. Adquirir nuevo territorio y tierras fértiles. Conquistar mano de obra que pudieran hacer trabajar hasta desfallecer, y una población que pudiera convertirse en su ciudadanía de segunda clase.

Así es como el futuro del Imperio Albarn podría decidirse.

¿Absorberían las tierras vecinas y se volverían una verdadera superpotencia? ¿O iban de camino a la ruina a manos de las otras naciones que se unirían para aplastarlos?

“¡Oh, ahí! ¡Podemos conseguir mucho trigo barato con ese vendedor! No queremos bienes caros, sino un montón de cosas baratas que puedan comprar los del Imperio. Por el límite de carga, los comerciantes normales tienen que comprar mercancía cara para generar ganancias, pero nosotras tenemos a Mile, así que…”.

“Nuestra querida Mile…”. “Ha ha…”.

“Ah ha ha…”. La risa de Mile sonó algo vacía a comparación de las demás.

Siempre y cuando Pauline esté feliz… ¡Y seremos salvadoras!

¡Todos los ciudadanos del Imperio estarán contentos!

“Hee hee. Ee hee hee hee…”.

“¡Mile! ¡Pasemos por algunas tiendas que vendan aguardiente para las masas! ¡Si es de baja calidad, entonces las personas del Imperio deberían poder comprarlo!”.

“R-Reina, ¡no puedes ir gritando por ahí cosas como ‘aguardiente de baja calidad’!”, interrumpió con prisa Mile. Si los ciudadanos y comerciantes escuchaban a Reina, en poco tiempo la estarían tomando del cuello en busca de pelea.

De nuevo, no pudo evitar notar lo inusualmente entusiasta que se estaba comportando Reina. Si comprar mercancía para vender le estaba recordando a sus viajes con su padre en su niñez… bueno, al menos era mejor que estar deprimida por los recuerdos de aquellos a los que había perdido.

“Me pregunto si deberíamos llevar algunos artículos de lujo también”, prosiguió Reina. “No podemos vender cosas como harina o sal a precios demasiado altos, pero los artículos de lujo los podemos vender al precio que queramos. ¡Si esos objetos son escasos ahí, y hay gente suficientemente desesperada por conseguirlos, podemos ordeñarlos todo lo que queramos!”.

“No, Reina, de nuevo, no puedes ir diciendo esas cosas…”, protestó Mile de nuevo, pero fue incapaz de detener a Reina. Ella miró a Pauline en busca de ayuda, pero—

“Hee hee hee… Eee hee hee hee hee hee…”.

No tenía caso. Pauline era igual de mala que Reina, y quizás ya estaba pensando en lo que les depararía su primera aventura mercantil real. Esta no era una simple negociación o una venta directa de sus figuras hechas a mano— Por primera vez, iban a escoger la mercancía y a definir sus precios.

Durante todo el día de hoy y mañana, Pauline y Reina arrastraron a Mile por toda la ciudad, continuando su gran ardid mercantil…

***

 

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“¡Muy bien! ¡Ya es hora de partir!”. “¡Vamos!”.

Con el grito de Mile, las tres carretas comenzaron a moverse.

Aunque estaban llenas de mercancía, su apariencia era simple. Desde lejos, sería imposible distinguirlas de carretas comunes de pasajeros. Por supuesto, como había tres viajando juntas, y no había guardias montados a la vista, sería muy claro para cualquiera que esta era una pequeña caravana de comerciantes.

El grupo de viaje consistía en los tres falsos comerciantes y sus tres carretas, junto con tres conductores y las cuatro miembros de Pacto Carmesí.

Cada carreta era tirada por dos caballos. Si iban a viajar por los montañosos caminos del Imperio, era preferible tener suficiente poder—es decir, dos caballos como mínimo. Como mínimo, asumiendo que uno tenía los fondos para invertir, deseaba una velocidad de viaje consistente, y quería mantener un estándar general de seguridad. Obviamente, esta caravana en particular no era del tipo que sacrificaría tiempo o seguridad sólo para ahorrar un poco de dinero.

Por lo general, habría un comerciante viajando dentro de cada carreta, pero como estos no eran comerciantes reales, no tenía punto que viajaran separados. Además, el camino sería largo y aburrido, y por eso los tres viajaban juntos en la segunda carreta, donde podían platicar. En realidad, Pacto Carmesí debería haber estado en la misma carreta que sus clientes—o quizás, distribuido entre las tres carretas. Sin embargo, era tedioso estar sentado entre la mercancía, e ir junto a los comerciantes sería demasiado sofocante. Con los hombres, estarían limitadas en cuanto a sus temas de conversación, mientras que, si estaban solas, podían dejarse llevar y relajarse un poco.

Con todo esto en mente, se determinó que las miembros de Pacto Carmesí viajarían juntas en la primera carreta, una decisión que los comerciantes aceptaron con alivio. Quizás también se habrían sentido sofocados por tener que pasar tanto tiempo junto a unas jovencitas.

Aunque cualquier grupo de cazadores habría estado más que feliz de pasar tanto tiempo cerca de Pacto Carmesí, estos hombres eran diferentes.

“Entonces, ¿todos de acuerdo con los planes de la escolta?”, preguntó Reina, mientras Pacto Carmesí discutía dentro de la primera carreta. Era importante discutir estas cosas en privado para evita revelar mucho.

“Sí, me parece bien”. “¡A mí también!”. “¡Sin objeciones!”.

Pacto Carmesí estaba completamente de acuerdo. Ellas ya habían discutido sus planes de acción en la posada, así que esta no fue más que una confirmación formal. Era inimaginable que alguna tuviera objeciones en este punto.

Esta expedición sería una incursión comercial de larga duración, una operación de tres carretas cruzando la frontera nacional. El sentido común sugeriría a cualquier bandido que estas carretas llevaban productos de alto precio—en otras palabras, ítems que le permitirían al comerciante generar ganancias usando pocas cantidades. En cual caso, cualquiera esperaría una guardia contingente.

Fue debido a estos factores que Pacto Carmesí decidió ir dentro de las carretas.

Si estuvieran a la vista, cualquier bandido asumiría que la caravana era un grupo novato de comerciantes que contrataron a unas cazadoras novatas y baratas de rango C para escatimar gastos. Bajo esta suposición, atacarían al grupo de inmediato, riendo a carcajadas.

Esta misión no se trataba de eliminar bandidos. Si capturaban ladrones, llevarlos a la siguiente ciudad para entregarlos a las autoridades haría que su velocidad disminuyera. No había espacio para más gente en las carretas, y siempre era difícil hacer caminar a unos bandidos poco cooperativos.

A sabiendas de esto, Pacto Carmesí estaba determinado a concentrarse en la misión actual—y por eso no iban a atraer o capturar bandidos a propósito, sin importar si hubiera una recompensa por hacerlo o no.

Si no se dejaban ver, cualquier bandido con sentido común asumiría que los guardias eran habilidosos—con suficiente edad y experiencia como para recibir trato preferencial y tener permitido ir dentro de las carretas en lugar de caminar, aun a costa del espacio para los productos de los comerciantes. Por lo tanto, los bandidos no los atacarían sin al menos algo de cuidado.

En   realidad, la conjetura de que habría guardias “habilidosos” dentro sería completamente acertada.

“Entonces, apagaremos cualquier chispa que venga volando hacia nosotras, salvaremos a cualquier espía aliado del peligro, lucharemos por el bien de cualquier chica con orejas de animalito, buscaremos generar ganancias, y no dejaremos pasar ninguna oportunidad para actuar genial”.

“¡Por supuesto! Después de todo, somos…”.

“¡¡¡Pacto Carmesí!!!”.

El Imperio no tenía idea de la absurdez que llegaría a sus tierras.

***

 

 

La caravana partió desde la capital hacia el suroeste. Se acercarían al país que se encontraba directamente al oeste, el país natal de Mile, Brandel, pero en lugar de cruzar la frontera ahí, irían hacia el sur, hacia el Imperio Albarn.

El grupo había asumido que nada pasaría entre su punto de salida y la frontera con Albarn. Siempre y cuando ningún bandido particularmente estúpido tratara de orquestar un ataque, esta parte de su viaje debería terminar sin problemas.

No había muchos comerciantes que fueran al Imperio Albarn a propósito. Dado lo inclinado de los caminos, viajar por esa región significaba aumentar la cantidad de caballos y disminuir la carga. Aquellos que llevaban sus productos a pie jamás podrían aguantar un viaje así. Además, las condiciones generales de mercado en las ciudades Albarnianas eran pobres, con los ciudadanos poseyendo poco poder adquisitivo, y el clima político siendo poco favorable.

Con esto en mente, era de esperarse que pocos comerciantes poseyeran la extravagancia—o mejor dicho, la estupidez—de querer entrar al Imperio Albarn a propósito, especialmente cuando los Reinos de Brandel y Marlane estaban al este y oeste, y no presentaban ninguno de los retos anteriormente descritos. Algunos comerciantes podrían estar tentados a cometer el grave error de asumir que la falta de competencia en el Impero Albarn les permitiría ganar grandes cantidades de dinero. Sin embargo, la realidad era que el dinero no les llovería así en ese lugar.

Lo que esto significaba para la caravana era que podrían ser considerados raros, pero poco podían hacer al respecto, y por ello, no era algo de lo que pudieran preocuparse.

“De aquí en adelante, nos referiremos a este grupo como una caravana de comerciantes común”, dijo Reina. “Nos referiremos a nuestros clientes sólo como ‘los clientes’ o ‘los comerciantes’, o con el nombre de su negocio y nombres individuales. Mencionar ‘espías’, ‘la capital’, o ‘investigación’ está estrictamente prohibido. Puede haber ojos u oídos por doquier, así que no podemos hablar de esas cosas ni siquiera cuando estemos solas. Además, debemos empezar a formar un hábito, para no confundirnos después. ¡¿Entendido?!”.

Las otras miembros del grupo asintieron. Esto era lo más básico de cualquier misión encubierta. Todas sabían qué hacer en tales situaciones… gracias a los thrillers de espías de Miami Satodele.

Afortunadamente, sus empleadores estaban al mismo nivel. No habría puntos ciegos si todos habían estudiado bajo la sabia señorita Satodele.

De hecho, si había que mencionar alguna preocupación, sería que las novelas de Miami Satodele también estaban en circulación dentro del Imperio Albarn. Sin embargo, esto no se le había ocurrido a nadie del grupo todavía…

Cuando se detuvieron para acampar, ocurrieron todas las típicas caídas de mandíbula por parte de los comerciantes y conductores, sorprendidos por la tienda, la comida, y demás— pero en serio, eso era lo de siempre, así que nos ahorraremos los detalles.

***

 

 

“¿Por qué nos están atacando bandidos si ni siquiera hemos llegado a la frontera? Y en un camino por el que casi nunca pasan comerciantes…”.

Ciertamente, las carretas estaban rodeadas de bandidos, y con grandes troncos por delante y por detrás, colocados por los bandidos para evitar su escape. Pacto Carmesí estaba dentro de una carreta, todavía sin mostrarse frente a la brigada de afuera.

“Probablemente es porque casi nunca pasan comerciantes por aquí. Si es tan raro conseguir una presa, no han de tener el lujo de escoger a quién atacar”, supuso Mile.

“Ah…”, las otras tres suspiraron.

Mientras menos abundante la presa, más desesperado el depredador. Un lobo hambriento no podía permitirse escoger su presa.

“Bueno, ¿entonces por qué no se han ido a un sitio donde haya más objetivos para atacar?”.


“Los bandidos necesitan tener territorios propios. Además, puede que no se quieran ir de donde viven sus familias o conocidos. No podemos asumir que todos los bandidos son huérfanos sin relación a nadie en el mundo. Puede que sean granjeros que acostumbran hacer un poco de vandalismo, o esposas de cazadores con un trabajito de medio tiempo”.

“Ah…”. Mavis pareció aceptar la lógica de Mile, pero Reina seguía viéndose molesta.

“¡¿Por qué siempre tienes una explicación rara para todo?!”.

Claramente, ella sólo quería pelear contra los bandidos y no tenía interés en teorizar sobre sus vidas.

“Aun así…”, intervino Pauline.

“Buen punto”. Mile asintió. “Justo ahora, no son más que bandidos atacando comerciantes. Aunque su intención no sea aniquilarnos, si los comerciantes no se rinden, van a atacarnos con todo lo que tienen, y estoy segura que no les importará si alguna de nosotras muere. Y, aunque nos rindamos, no estarán satisfechos sólo con los productos—y probablemente quieran llevarse a las chicas para ganar algo de dinero. ¡Así es como piensan este tipo de criminales!”.

Mile tenía poca tolerancia con aquellos que rompían las reglas sin preocupación. Sin duda, ella obedecía con atención las reglas de este mundo—que indicaban que los guardias de una caravana de comerciantes atacada por bandidos estaban justificados para derrotar a esos bandidos—y sus propias reglas—las cuales llamaba las reglas de Mile o ‘Mi-reglas’ para abreviar.

Reina dio un grito. “¡Nuestro objetivo son esos bandidos!

¡Adelante, Pacto Carmesí!”. “¡¡¡Muy bien!!!”.

“¡¡¡Bwah ha ha ha ha!!!”.

Viendo a las cazadoras desembarcar de la primera carreta, los bandidos estallaron en risas.

“Nos preguntábamos qué tipo de guardias poderosos acompañaban a estos sujetos, ¡pero no son más que unas niñas!”.

“Aunque no nos importó desde un principio. Sin importar lo fuerte que sean, pensamos que podríamos abrumarlos con nuestros números. Sin importar su fuerza, un caballero no tiene oportunidad contra cien granjeros con lanzas de bambú. Si solo hay cuatro novatas aquí… Aun así, no queremos que nadie de los nuestros salga lastimado, así que esto probablemente sea una bendición. Rápido, ríndanse; dejen las carretas, el equipaje, y sus armas; ¡y largo de aquí!”.

El grupo de bandidos era de aproximadamente veinte. Eran un grupo mixto, ninguno de ellos especialmente sucio o canoso, con edades desde quince o dieciséis, hasta cincuenta.

Deben ser un montón de granjeros con doble trabajo…

pensaron las miembros de Pacto Carmesí.

A pesar del hecho de que había cuatro jovencitas presentes, estos demagogos parecían aceptar quedarse con cualquier objeto de valor y dejar ileso al grupo. Bastante considerados pese a ser unos bandidos. Aunque, dado que no eran bandidos profesionales, tal vez simplemente carecían de las conexiones necesarias para tomar un grupo de mujeres como rehenes para venderlas después como esclavas. (Por supuesto, ‘bandidos profesionales’ era un término algo raro…).

“¡Muy bien! Vayan, y—”.

“¡Firebomb!”.

“¡Fireball!”.

“¡Godspeed Blade!”.

“¡Aqua Shower!”.

¡Bwa-boom!

¡Ka-bwow!

¡Shnk Shnk Shnk Shnk Shnk!

Fwashaaa…

Luego de los ataques de fuego de Pauline y Reina, Mile había

escogido un hechizo de agua que pudiera extinguir las llamas…

***

 

 

“Hay una ciudad justo antes de la frontera, podemos entregarlos ahí”.

“Sí, causaría problemas si tratáramos de entregar a un grupo de bandidos capturados en Tils a las autoridades del Imperio. Para empezar, no sabemos qué tipo de recompensa—si es que existe—dan por criminales extranjeros. Qué suerte que haya una ciudad donde podamos entregarlos antes de llegar a la frontera”.

Sin duda, fue suerte, como Pauline sugirió, aunque era algo obvio que hubiera una ciudad grande en la carretera, justo antes de la frontera. Asimismo, habría una ciudad al otro lado de la frontera—de ahí el término “ciudad fronteriza”. Había muchas razones para que asentamientos aparecieran en este tipo de sitios.

“¡Por favor, tienen que ayudarnos! Tenemos familias y…”.

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Una vez capturados, los bandidos rápidamente se transformaron de malhechores amenazantes a granjeros humillados. Pacto Carmesí, por supuesto, hizo caso omiso. Los bandidos eran unos seres calculadores, y no tenía punto tenerles lástima. Probablemente habían matado a quién sabe cuántas personas antes—y las personas a las que habían robado y asesinado también tenían familias. Si Pacto Carmesí dejaba ir a los bandidos, nadie sabía cuántas vidas más se perderían.

Como mínimo, las jóvenes cazadoras no podían dejar que existiera un precedente de bandidos escapando de sus captores simplemente llorando, en especial luego de cometer actos tan despreciables. Aunque fueran unos ladrones de supermercado que decían “no sé lo que se me metió, es la primera vez que hago algo así, ¡por favor, perdónenme!” no había nada que los detuviera de decir lo mismo una y otra vez, cuando en realidad eran criminales habituales. Por lo tanto, uno no podía dejar pasar un crimen así sin más. Cuando los criminales eran capturados, debían ser castigados.

Por ello, nadie en la caravana pareció darles importancia a los criminales—ni siquiera Mile.

¿En serio eran granjeros? ¿Normalmente eran trabajadores honestos?

Eso no importaba en lo más mínimo.

Ya habían escuchado todas las historias:

“¡Es un buen hombre si no se emborracha!”.

Entonces, el hecho de que haya bebido hasta emborracharse es prueba de su pobre juicio.

“¡El diablo me hizo hacerlo! ¡Fue un impulso!”.

Bueno, entonces la próxima vez que estés en una situación similar, el ‘diablo’ puede que aparezca de nuevo.

Tales actos no podían dejarse pasar.

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“Em, ya habíamos escuchado de esto por el maestro gremial, pero…”.

Los comerciantes parecían impresionados no solo por la habilidad de Pacto Carmesí, sino por su falta de dudas al enfrentar oponentes. Aparentemente, ver tal habilidad ellos mismos los había aliviado.

A pesar de haber escuchado que el grupo era fuerte, sus clientes seguían conscientes de que era un grupo de jovencitas. Era natural que se preocuparan de lo que pasaría si eran atacados. Ahora, ellas habían derrotado a casi veinte bandidos—ya fueran granjeros o no—sin ayuda extra. Claramente, era un alivio para los empleadores, prueba de que regresarían vivos de esta misión.

“Aunque esto nos retrasará hasta llegar a la siguiente ciudad…”, dijo Reina. La razón por la que habían esperado no toparse con bandidos en su viaje era precisamente para evitar esta situación. No podían meter tanta gente en las carretas, pero atarlos con sogas y obligarlos a caminar retrasaba las cosas muchísimo.

Sin embargo, dado que los bandidos habían atacado, poco se podía hacer. No podían asesinarlos a todos y evitarse el problema de llevarlos a la siguiente ciudad, y dejarlos ir también estaba fuera de discusión.

“No tenemos elección”, dijo Mile. “¡Atémoslos con el método Pauline, y apurémonos a llevarlos a la ciudad!”.





“Supongo que no queda de otra”. Reina, Mavis, y los comerciantes asintieron.

En cuanto a Pauline…

“¡¡¡Por favor no le pongan mi nombre a un método para atar criminales!!!”.

Ella parecía enojada.

Los métodos que usaba Pacto Carmesí habían sido recomendados por Pauline. Primero, los brazos de los bandidos eran puestos detrás de sus espaldas y sus pulgares eran atados con el hilo para pescar especial de Mile. Si trataban de romperlo, se arrancarían los pulgares, jamás pudiendo volver a agarrar un arma o herramienta… Luego, cada bandido era atado a la parte de atrás de las carretas con sogas—no en sus brazos o torsos—sino en sus cuellos. Si no podían seguirle el ritmo a la carreta, sus cuellos serían apretados, y…


“¿Eh? Pero lo normal es nombrar una técnica por su inventor… ¡Con esta asombrosa invención, tu nombre estará en los libros de historia!”, respondió Mile.

“¡Yo no lo inventé! Son métodos antiguos para transportar convictos—¡tú simplemente no los habías escuchado antes!”, gritó Pauline.

“Oh, ¿en serio?”, preguntó Mavis.

“Yo también había asumido que tú lo habías inventado,

Pauline…”, dijo Reina.

“¿Verdad? Lo mismo pensé. Vamos, ¿quién más podría pensar en métodos tan brillantes y crueles?”, aceptó Mile, sonando justificada.

“¡¡Cállense ustedes dos!!”, gritó Pauline, como si en verdad estuviera a punto de enfurecerse.

Por otro lado, los comerciantes y conductores hacían sus preparativos para partir, en silencio, pretendiendo no escuchar nada…

***

 

 

“¡Transformación!”.

Mile gritó algo incomprensible mientras saltaba sobre el marcador que indicaba la frontera nacional.

De vez en cuando, las miembros de Pacto Carmesí bajaban de las carretas y caminaban a un lado. Era importante para no ponerse tensas y que no pudieran moverse en un momento crucial. Por supuesto, los comerciantes no pensaban igual.

Las carretas mercantiles como estas, cargadas de bienes, no eran particularmente rápidas, al menos no más que un grupo de cazadores de rango C. De hecho, en partes del camino dañadas o enlodadas por la lluvia, caminar era en realidad más conveniente. Además, si las ruedas o ejes se dañaban por los baches o por la resistencia del lodo, caminar superaría a las carretas.

En todo caso, Mile, caminando fuera de la carreta junto a sus compañeras, claramente quería conmemorar el cruzar la frontera a otro país.

Como era de esperarse, el resto del grupo la ignoró, pero Mile seguía emocionada.

“¡Ya nos ganamos algo de dinero por entregar a los bandidos, así que nuestro trabajo ya ha empezado!”.

Las otras sonrieron irónicamente. Habían entregado a los bandidos a la guardia de la ciudad justo antes de la frontera, aunque les habían dado unas miradas peculiares, debido al hecho de que sus capturados no parecían ser bandidos de tiempo completo.

Si las personas eran en realidad granjeros, sería un gran reto para cualquier pueblo perder tantos trabajadores al mismo tiempo. En el peor de los casos, podría ocurrir que no pudieran pagar su próxima ronda de impuestos, orillándolos a vender a sus hijos. Bajo tales circunstancias, el pueblo caería en ruina. Esto era malo para el lord local.

Aun así, los bandidos debían ser castigados, y los cazadores que los capturaban debían ser recompensados. Si estos fueran bandidos a tiempo completo, salidos de algún otro territorio, la gente habría aceptado esta captura con los brazos abiertos. La ciudad fácilmente podría recuperar el dinero usado para recompensar a las cazadoras con las ganancias de vender a los criminales para trabajos forzados. Pero aquí, probablemente ese no sería el caso.

Por fortuna para ellos, esto no era problema de Pacto Carmesí o sus clientes. Las miembros de Pacto Carmesí habían actuado como guardias decentes, y previnieron que otros viajeros o comerciantes fueran atacados en el futuro, así que lo correcto era que fueran recompensadas. Ningún lord u oficial gubernamental podría quejarse.

Dicho esto, los guardias de bajo rango que les habían llevado bocadillos a Pacto Carmesí mientras esperaban su pago les explicaron algunas cosas. Y mientras las chicas bebían su té, Mile, Mavis, y Pauline empezaron a sentirse un tanto afligidas. Los hombres capaces son realmente de una especie diferente, pensaron las tres, impresionadas.

¿Y Reina? Ella pensaba que todos los bandidos debían ser aniquilados y no sentía simpatía por ninguno, sin importar si tenían otra profesión.

Esto es lo que les explicaron los guardias…

Había habido varios ataques de bandidos reportados entre esta ciudad y la siguiente, en el camino del que había venido Pacto Carmesí. Sin embargo, ninguno de estos bandidos había lastimado a nadie. Incluso parecían bandidos de buen corazón, llevándose sólo el cargo, dinero, carretas, y caballos, jamás tratando de llevarse a nadie para esclavizarlos… (Por supuesto, el término ‘bandido de buen corazón’ era un poco paradójico,

¡pero aquí parecía adecuado!).

Durante las investigaciones preliminares, los bandidos confesaron ser de un pueblo cercano. Por supuesto, con o sin confesión, cualquier bandido a tiempo completo sería sentenciado a trabajos forzados de por vida—así que era obvio que iban a hablar.

Además, había circunstancias extenuantes en juego. No solo jamás habían puesto una mano encima a sus víctimas, sino que parecían haber hecho lo que hicieron por preocupación hacia su pueblo. Sin embargo, el lord de este lugar aparentemente había confesado que, el hecho de que ellos fueran empujados a tales extremos se debía a sus propios errores como lord.


Pauline objetó: “¡Sólo está pretendiendo ser una buena persona! ¡Si el pueblo es destruido, habrá menos impuestos qué cobrar, los demás lords se burlarán de él, y será puesto bajo escrutinio del rey!”. Sin embargo, pensaron las otras, si este lord iba tan lejos como para echarse la culpa y así ayudar a estos campesinos, entonces quizás no era una persona tan mala.

Su pago resultó ser una suma considerable, incluyendo recompensa, comisión de los trabajos forzados, el precio de su silencio, y demás cosas. Por lo tanto, el pago completo tardó un rato en llegar, lo cual les dio bastante tiempo para saber cómo sería manejado el asunto de los bandidos.

Primero, los criminales, y todos los líderes del pueblo que aprobaron sus acciones, recibirían castigos. Por lo tanto, se les instruiría a todos los pueblos cercanos mantenerlos vigilados. Además, una nueva regla sobre labor obligatorio sería impuesta al pueblo. Aun así, recibirían suficiente comida para vivir hasta la siguiente cosecha.

¿Era este un castigo? ¿O fondos de alivio?

En todo caso, Pacto Carmesí había ganado algo de dinero y ahora entraría a territorio enemigo. (Técnicamente, no se había declarado ninguna guerra, pero el peligro estaba presente). Con su recompensa y puntos de contribución que recibirían por una misión especial bien hecha, ahora estaban más cerca de sus ambiciones. Con esto en mente, las miembros del grupo sonreían de oreja a oreja.

“¡Vamos!”.

“¡¡Muy bien!!”.

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Mile avanzó, y las demás miembros del grupo—junto a la caravana de carretas—la siguieron, entrando al Imperio Albarn.

Watashi Nouryoku Volumen 12 Capitulo 85 Parte 2 Novela Ligera

 

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