Shokei Shoujo no Virgin Road (LN)

Volumen 2

Capítulo 2: Nadie Sabe A Donde Lleva La Neblina

Parte 1

 

 

TUP* TUP* En la radiante ciudad portuaria, el viento siempre soplaba en dirección al mar. Akari se mostró muy animada luego de que salieran del hotel para dar un paseo.

Parece estarse divirtiendo, pensó Menou mientras la vigilaba.

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Habían pasado dos días desde que llegaron a Libelle. Aunque la consagrada ciudad portuaria se dedicaba principalmente a la pesca, no carecía de paradas turísticas. Además, ¿el simple hecho de caminar por las avenidas de un nuevo mundo no es lo suficientemente interesante en sí mismo? Algo que caracterizaba las calles de Libelle era la diferencia de altitud entre la costa y el corazón de la ciudad; lo que básicamente daba como resultado un sinnúmero de caminos inclinados y el que con mucha dificultad encontrarías dos casas cuyos tejados estén a la misma altura.

Es una característica de mencionar porque Menou y Akari la estaban sufriendo mientras subían unos escalones de cemento en medio de dos residencias. Justo cuando estaban a punto de llegar a la cima, Akari se detuvo de repente. Se giró para mirar a Menou, extender las manos y formar un cuadro con los dedos pulgares e índices.

—Definitivamente archivaré esta imagen. La llamaré ‘El mar, la ciudad y Menou’.

—Estupendo.

Akari sonrió a la sacerdotisa, con su cabello negro ondeando gracias a la brisa marina. Daba la impresión de cargar el ánimo por las nubes mientras fingía tomar una fotografía de Menou—quien considero el indicarle que la sal iba a estropear su cabello—pero la expresión en su rostro fue tan alegre que no se atrevió a arruinar la diversión.

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—Bueno, me alegra que te estés divirtiendo.

—¡Ajá! —Resoplo Akari con candidez. —¡Yo también me alegro de poder disfrutar el momento!

Menou estaba muy bien informada debido a su entrenamiento como Verdugo (mismas razones por las que estaba más que capacitada para desempeñarse como guía turística) así que logro encantar a la chica con sus explicaciones a lo largo del recorrido. Akari también la incentivo mucho con su inagotable curiosidad.

—Tampoco es que conozca demasiado sobre la ciudad, pero Libelle sí que es un lugar encantador.

A diferencia de la antigua capital, la zona destilaba ruralidad, pero a pesar de estar más cerca de la frontera, tampoco era ni mucho menos remota. Digamos que se sentía como la clase de atmosfera campestre donde el tiempo parecía fluir un poco más despacio. Como el flujo de personas entrando y saliendo era constante, también era un lugar amigable para los forasteros. Y dado que se trataba de una ciudad portuaria, el dúo—ya muy hastiado de las conservas—se maravilló ante la posibilidad de degustar pescados frescos desde la mañana hasta la noche.

Contemplando el océano, Akari señaló algo.

—¡Menou! Acabo de dar con algo maravilloso. ¡Quiero ir a dónde está ese castillo de allí!

—¿Dónde…? Ah, ¿te refieres al castillo municipal en la Isla Libelle?

Akari señalaba una isla que estaba unida al continente por una estrecha carretera. Era una pequeña masa de tierra con un castillo blanco cual tiza en el centro y una veintena de grandes edificios a su alrededor.

Esta ciudad estaba construida cerca de un volcán que había entrado en erupción hacía muchísimo tiempo, por lo que el terreno era bastante rocoso. La colina que subieron antes de llegar era en realidad los restos de una montaña tallada por el hombre.

Asimismo, la isla que señalaba Akari también se formó de la lava. Dicha lava había desembocado en el océano para enfriarse y solidificarse hasta convertirse en una isla reposando afuera del continente.

—Por desgracia, esa isla no permite la entrada sin autorización.

—¿De verdad? —Preguntó Akari.

—Me temo que la mayor parte es propiedad de La Nobleza, incluido el propio castillo.

Las islas escénicas solían convertirse en instalaciones eclesiásticas o en lugares de residencia vacacional para los ricos. En este caso, era lo último.

—Imagino que las únicas personas que pueden entrar, aparte de los Nobles, son las miembros de Las Fausto atendiendo un asunto oficial o algún ocasional plebeyo excepcionalmente rico.

—¿Pero no formas parte de Las Fausto, Menou?

—Sí, pero no tengo ningún negocio allí. No soy la clase de sacerdotisa a la que mandan para negociar con La Nobleza ni nada parecido.

Castillo Libelle—el château de esta remota ciudad—era la sede de La Nobleza encargada de gobernar Libelle. El lord de ese castillo probablemente era el Conde de Libelle, cuya familia constituía la mayoría de La Nobleza de esta ciudad.

—¿…nobles? Te refieres a esos tipos, ¿no? — Akari frunció el ceño.

—Así es. Dado que esta es una nación diferente, no podríamos decir que sean los mismos Nobles que te invocaron, pero pertenecen al mismo estamento social. De ser posible, quisiera evitarlos.

Al fin y al cabo, fue cosa de los fantoches Nobles del Reino de Grisarika el invocar a un par de Errantes. Tampoco es de extrañar que la chica no tuviera una buena impresión de ellos.

Sin embargo, Akari se mostró frustrada mientras veía el castillo en el centro de aquella isla.

—¿Entonces eso significa que no podemos visitarlo?

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—No, no podemos. Acéptalo.

La isla era territorio de La Nobleza. Substancialmente, se consideraba una ciudad propia, separada de la ciudad portuaria. Tampoco se podía ingresar al Castillo Libelle ni a sus alrededores sin invitación. Y como estaba rodeado por el océano, sería difícil infiltrarse.

Los Nobles se clasificaban en distintos rangos dependiendo de sus funciones. Por lo general, los condes eran administradores locales que, como tarea principal, recogían las opiniones de los que estaban por debajo de ellos y mediaban con Las Fausto. Menou había oído que era un puesto difícil y estresante, pero eso no tenía nada que ver con sus labores.

Por otro lado, los caballeros encargados de mantener el orden público recibían un trato muy diferente dependiendo del asentamiento. En el Reino de Grisarika, la propia princesa decidió formarse como caballero, lo que era prueba suficiente de la amplia gama de roles y enfoques entre los de La Nobleza.

—Aww, maldición. Es que ese castillo se mira tan cool…

—Sí que te gustan este tipo de construcciones, ¿eh? Estaban igual en Garm.

—Bueno, sí. ¡Mira qué bonito es! ¡Debes saber que todas las chicas soñamos con los castillos!

—¿Lo hacen?

¿Era esa una creencia particularmente japonesa, o sólo su opinión como ciudadana promedio? En cualquier caso, Akari siempre señalaba y se emocionaba mucho cuando veía un castillo. En cambio, el primer pensamiento de Menou al ver un castillo solía ser ¿Cómo me cuelo?

En este caso concreto, el Castillo Libelle perfectamente podría ser la fortaleza de La Cuarta, a quienes se suponía estaba investigando. Obviamente, su impresión del lugar estaba lejos de ser positiva.

—Ah, también se puede ver esa neblina de antes. Supongo que de verdad no es una nube.

—…uh-huh.

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La neblina blanca del Pandemónium estaba de nuevo a la vista.

Después de que Orwell tratara de lavarle el cerebro a Akari en la sala ceremonial hace dos semanas, se descubrió que estuvo experimentando con un líquido blanco extraído del sitio donde aconteció el Crepúsculo Estelar al norte del continente.

Ese encantamiento ceremonial que utilizaba materiales de uno de los Cuatro Mayores Errores Humanos incluso podía interferir y alterar la Pureza Conceptual de un Errante.

Así de aterrador era el poder de los Cuatro Grandes Errores—y por eso mismo surgió una idea en la mente de Menou.

Si arrojaba a Akari a esa neblina, ¿era posible que se recuperará?

—…supongo que vale la pena intentarlo.

—¿Hmm? ¿Qué pasa, Menou?

—Mirar el océano me acaba de dar una excelente idea, Akari.

Como Akari se había dado cuenta de que hablaba sola, Menou se apresuró a tranquilizarla con una risa tranquila.

—Ya que estamos en una ciudad portuaria, ¡vamos a ver el océano!

—¡Wooo! —Akari dejó escapar un grito de alegría.

Nada había ocurrido allí desde hacía unos mil años, pero hasta donde Menou sabía, la iglesia seguía monitoreando regularmente la zona. Si lo consultaba con Sicilia, deberían poder tomar prestada una pequeña embarcación sin demasiados problemas.

—Subiremos a un barco y saldremos al agua. Puedes dejarme la navegación a mí. Soy una sacerdotisa pura, propia y muy poderosa. ¡Puedo hacer casi cualquier cosa si me lo propongo!

—¡Huuura Menou! ¡¡ERES TAN PURA, PROPIA Y PODEROSA!!

—¡Pues claro que sí! ¡¡ESO ES LO QUE SIGNIFICA SER UNA SACERDOTISA!!

Los ojos de Akari brillaron ante la sugerencia de Menou, quien no perdió tiempo en calcular los gastos. La inocente alegría en el rostro de Akari hizo que el corazón de Menou se retorciera.

Era el mismo dolor punzante que había sentido en Garm: la extraña sensación en su pecho cuando asimiló que Akari por fin podría ser asesinada.

¿Pero a que se debía aquel dolor? Menou no era tan estúpida como para no comprenderlo.

Hasta una asesina puede sentir culpa.

Qué molesto, pensó para sí misma.

Menou era una Verdugo, pero ninguna de sus misiones hasta el momento requirió que pasara tanto tiempo con su objetivo. La mayoría de sus asesinatos los realizaba por sorpresa o, como mucho, en el transcurso de un día.

Y aquí la tenían luego de convivir durante tres semanas con Akari.

Pero la culpa de Menou no cambiaba lo que debía de hacerse.

Estaré bien. Probablemente…

La conciencia no es impedimento; no a estas alturas del juego. No importa cuántas veces lo proclamara en voz alta, ella nunca se convertiría en una sacerdotisa pura, propia y poderosa.

Porque se dispuso a arrebatarle la vida a inocentes.

¿Por qué mato personas?

Y luego del altercado en Garm, estaba aún más segura de su resolución.

Porque soy una villana.

El asesinato de Errantes es un mal necesario pero vacío, que solamente debería ser llevado a cabo por existencias igual de vacías.

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—¡Un viaje en barco suena genial~! Aunque quisiera hacer una cosa. Tu sabes, ¡eso donde me paro en la proa y extiendo mis brazos!

—¿Como?

—Cieeeerto… supongo que aquí no saben de películas…

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Ella se repetía a si misma que no le importaba ser reconocida luego de completar algún trabajo en la luz. En todo caso, la absolución no figuraba en su forma de vida. Menou asesino inocentes para que otros no tuvieran que mancharse las manos. Y continuaría manchándose hasta que llegase el día en el que ya no tuviese que hacerse.

Porque ese era su papel como una Verdugo.

Es mi razón de ser; se lo repetía a sí misma, una y otra vez.

Y dolida bajo el peso que representaba la sonrisa de Akari, no tuvo más remedio que continuar repitiéndoselo…

***

 

 

Incesantemente a la deriva. Dejándose llevar siempre por la corriente…

Carente de voluntad alguna, nunca sintió el peso de su existencia. A lo sumo, para esta chica solamente existía el peso de las responsabilidades con las que nació.

Es por eso que cuando encontró a aquella niña que había sido arrastrada a la costa por la corriente bajo la puesta de sol, no dudó ni por un segundo que fuera cosa del destino.

Mientras reflexionaba sobre ese encuentro de hacía tres semanas entre lágrimas y bostezos, Manon Libelle batallo desesperadamente contra la somnolencia. Reunió todo de sí en sus indiscretos esfuerzos por no quedarse dormida en medio de una junta ‘importante’.

—Haaaah…

La chica de rasgos suaves y relajados apenas logro convertir su bostezo en un suspiro.

Su cabello grueso y perfectamente alisado estaba atado en una trenza y colgaba delante de su hombro. Aún más singular era el hecho de que llevaba un kimono. Era de tela teñida y estaba anudado alrededor de su cintura con un obi. Aquella prenda se remontaba a los tiempos de la antigua civilización, hace más de mil años, pero no se había extendido demasiado, por lo que era inusual ver a una chica vistiendo uno estos días.

Una mirada simple al perfil de Manon probablemente convencería a cualquiera de que se trataba de una jovencita encantadora y elegante.

¿Quién diría que era una pieza pilar detrás de las operaciones de una célula terrorista?

—¿Estamos seguros de que ella se encuentra

aquí?

—La información provino de una fuente confiable en el Reino de Grisarika. Si calculamos los tiempos a partir del incidente que tuvo lugar en Garm, tiene sentido que hagan una parada en nuestra ciudad.

—Pero que desafortunado giro de los acontecimientos…

Las edades de los otros oscilaban entre un anciano de unos setenta años y una mujer en sus veintes. Se dividían equitativamente entre miembros de La Nobleza y Los Comunes, aunque por supuesto no se hallaba ninguna de Las Fausto.

Juntos, eran las figuras centrales de La Cuarta con sede en Libelle.

Ya que precisaban una reunión de emergencia, Manon les facilito una sala en el Castillo Libelle, lo que resulto en esta aburrida conversación que se prolongó durante más tiempo del que podría recordar.

Ignorantes de su aburrimiento, los adultos continuaron con su conversación absurdamente apasionada.

—Ya tenemos una persona difícil de tratar. ¿Y ahora encima se nos viene Flarette? ¿Por qué tiene que aparecerse precisamente ahora? ¡Ya estoy harto de este desastre…!

—¿Te refieres a esa Princesa Caballero de nuestros vecinos? Es cierto, la distribución de la monstrina se ha retrasado por su culpa. Qué mujer tan problemática. ¿No hay nada que podamos hacer?

—Parece que está reuniendo a jóvenes en la ciudad portuaria por algún tonto capricho, pero no podemos bajar la guardia. Los antecedentes de esa princesa son una barbaridad. Y, al fin y al cabo, es una  princesa de otra nación. No podemos ponerle ni un dedo encima…

—Tch. ¡Esas idiotas no comprenden la noble ideología de La Cuarta!

La Cuarta, en efecto.

Los días de aquella valerosa organización que causo un gran revuelo en nombre de la libertad y la independencia alrededor de todo el continente habían terminado hace tiempo. Sin el poderoso carisma del Director, su grupo se deshizo en pequeños fragmentos. Para el resto del mundo, ahora no eran más que los restos huecos de una organización terrorista que fue demasiado lejos con un par de protestas…

Shokei Shoujo no Virgin Volumen 2 Capitulo 2 Parte 1 Novela Ligera

 

Como su presencia en esta reunión lo implicaba, Manon también era una miembro de La Cuarta.

Su padre, el Conde de Libelle, les había proporcionado apoyo financiero desde los primeros días de la organización, así que cuando cayó enfermo, asistir a las reuniones de La Cuarta se convirtió en una de las muchas obligaciones de Manon. Dado que esto significaba que estaría bajo la vigilancia constante de Las Fausto y de los caballeros, lo vio como una herencia molesta.

Y el tema actual de discusión era la sacerdotisa que había llegado a la ciudad justo el otro día.

—¡Maldigo a esa perra de Flare! ¡Justo cuando pensábamos que por fin había cesado sus actividades, nos arroja a su aprendiz…!

—La llaman Flarette o algo así, ¿qué saben sobre ella?

—Bueno, ejecuto a la Arzobispa Orwell. No podemos tomarla a la ligera…

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Flarette… el nombre en clave de una Verdugo de Las Fausto, quienes buscaban acabar con las entidades tabú. Desgraciadamente para ella y sus deberes secretos, su existencia ya se estaba haciendo lo suficientemente infame como para ser reconocida en las calles.

Fue la muerte de la Arzobispa Orwell en el reino vecino lo que desencadenó esto.

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Se le dijo al público que murió en una batalla contra monstruos, pero en realidad, aquella mujer santa estuvo inmiscuyéndose en actividades ilegales, utilizando a las ciudadanas como sus sujetos de prueba. Fue una revelación impactante, sobre todo porque la arzobispa tenía contactos con las altas esferas de Las Fausto. Y es que incluso con la influencia del primer estado, resultaba imposible encubrir por completo toda la información.


Incluyendo a la persona que había ejecutado a la arzobispa por sus pecados a puerta cerrada: Flarette.

Al igual que el alias de Flare era ampliamente conocido y temido mucho más de lo que debería ser cualquier Verdugo, la noticia de Flarette empezaba a correr en ciertos círculos.

—…Lady Manon. ¿Tiene alguna idea sobre el asunto?

Manon había estado concentrando todos sus esfuerzos en mantenerse despierta, así que no estaba en condiciones de responder.

—Oh, er…

No se dieron cuenta de que estaba bostezando, ¿verdad? Nerviosa, Manon observó la expresión del sujeto.

Eso lo preguntó el anciano que facilitaba las reuniones, pero no parecía esperar algo en particular de su respuesta. Era natural. A ojos de estos idealistas frustrados, Manon no era más que una niña. Como todos fueron amigos íntimos de la familia, la conocían desde que era un bebé.

Lo que realmente les importaba era la opinión del Conde de Libelle, que en ese momento estaba postrado en su cama.

—¿No podríamos vigilar las actividades de la princesa Ashuna y Flarette y dejarlo así por ahora? Tal vez sigan adelante sin hacer nada.

Alguien resopló.

Claramente, todos pensaban que estaba siendo ingenua. Los demás hablaron con tono de reprimenda.

—Imposible, Lady Manon. Tal vez sea demasiado joven para entenderlo, pero cuando Flare llegó a esta ciudad hace años, ¡nuestras pérdidas fueron inconmensurables!

—Exactamente. Si la aprendiz de ese monstruo está aquí, debemos ocuparnos de ella de inmediato.

—Además, Flare es la principal causante de la muerte de su madre, ¿recuerda? Esta es la oportunidad perfecta para tomar venganza.

—Aunque eso fue en parte porque ella no usó su mejor arma cuando tuvo la oportunidad…

El parpado de Manon se contrajo al escuchar esa última frase.

Sin embargo, los otros siguieron parloteando sin notar su reacción.

—Además, es una asesina. La princesa Ashuna es una cosa, pero en el caso de Flarette, Las Fausto no podrán señalar culpables públicamente, aunque la ataquemos primero.

—Ah, ya veo. Perdonen mi ignorancia. Después de todo, sólo estoy aquí en nombre de mi padre.

Una vez que dio una respuesta desganada, dejaron de molestarla.

Manon se desplomó en el respaldo de su silla, habiendo evadido con éxito una nueva discusión. De un modo u otro, había cumplido con su deber de asistir. Ahora sólo tenía que permanecer en silencio y soportar el sueño.

Tampoco es como si quisiera estar aquí. ¡Lidiar con las decisiones de estos estúpidos no es más que una molestia!

Pero Manon era la única hija del Conde de Libelle.

Cualquiera que estuviera en el marco de La Nobleza tenía el deber de involucrarse en el trabajo de su organización. Especialmente alguien en la posición de Manon.

¿Pero cómo podría ser libre en un sistema como éste?

La Cuarta afirmaba defender la libertad, pero Manon no podía soportar las restricciones y el aburrimiento de aquella mesa redonda. En ese momento, se sintió totalmente estúpida por no ser capaz de levantarse y abandonar su asiento, aunque pensara que todos estos viejos solo eran unos hipócritas.

—Muy bien, entonces está decidido.

Mientras Manon se perdía en sus pensamientos, el grupo parecía haber llegado a un acuerdo.

El anciano que por lo general dirigía las reuniones anunció imperiosamente su conclusión.

—No podemos permitir más retrasos en la distribución de la monstrina. Hoy atacaremos a Flarette. Lady Manon, ¿le parece bien?

—Sí, está bien. Me aseguraré de informárselo todo a mi padre.

Debió pedir una confirmación porque ella no dijo nada durante la discusión. Manon forzó una expresión sumisa y asintió al hombre. Aunque se halló particularmente impresionada consigo misma por no haber añadido ningún comentario sarcástico del tipo “como si me importara”.

—De acuerdo, Lady Manon. En cuanto a Káiser, todos contamos contigo.

—No hay problema. Tenemos todas las de ganar gracias a la fuerza que nuestros hombres han recibido de la monstrina proporcionada por Lady Manon.

—Ja-ja, por supuesto. ¡Cortaremos a la sucesora de Flare aquí y ahora!

Eso sonó como si de verdad pensaran que pueden ganar. Uno a uno, los espíritus de todos comenzaron a avivarse. Un hombre especialmente grande y corpulento de la mesa de La Cuarta planeaba dirigir él mismo el ataque.

Mientras los demás miembros le animaban, el hombre miró a Manon con orgullo. De nuevo, ¿cuál dijo el viejo que era su nombre? No valía la pena buscar en sus recuerdos, así que Manon se limitó a sonreírle.

Lo que sea que suceda con el dichoso ataque no le importaba. Como la reunión se alargó demasiado, había perdido la oportunidad de almorzar. Y ahora estaba obligada a ver como estos sujetos se atiborraban con la comida que muy especialmente mando a preparar para la ocasión.

—Pero no tenemos forma de localizar a Flarette.

—Hrmm, eso es cierto.

—Conocemos su alias, pero no su cara ni su nombre real. Y además es una Verdugo. Encontrarla será complicado.

No conocen su nombre, ni su cara, ni su ubicación, ¿y todavía hablan de asesinarla? Qué plan más horrible. Presintiendo que no iban a llegar a ninguna parte, Manon decidió aportar algo de información.

—Creo que ahora mismo se encuentra en el mar.

Todos los ojos alrededor de la mesa se concentraron en Manon.

Ella sonrió, sin inmutarse.

—Parece que se dirige al Pandemónium. Si mantienen vigilado el puerto, seguro la encontrarán en poco tiempo. No debe haber muchas sacerdotisas que regresen del mar.

—¿Cómo es que sabe eso, Lady Manon?

—Ustedes tienen sus contactos. Yo tengo los míos.

No fue una mentira.

Sin embargo, aunque les hablara sobre su fuente no le creerían.

A lo mucho, solamente recibiría un par de carcajadas si les decía que lo había escuchado de alguien que personalmente vio a una sacerdotisa aproximarse a la neblina.

Observando sus expresiones, se dio cuenta de que, aunque no todos se veían completamente despejados de dudas, parecía que estaban lo suficientemente convencidos como para no presionarla más.

—¿Y está segura de que la información es precisa?

—Sí, bastante. Viene de una amiga mía de mucha confianza. Y puede que también les interese saber que esta ‘Flarette’ al parecer trae a una Perdida consigo.

—¡¿Como?!

Al oír que la Verdugo iba acompañada por alguien con una Pureza Conceptual, la mesa se reavivo.

—Si viene con una Perdida, es una razón más para no dejarla en paz.

—Esta es la oportunidad perfecta para matar a Flarette y robarle a su compañera.

—También sabemos dónde se encuentran ahora, gracias a Lady Manon. Deberíamos ir a atacarlas de inmediato.

La conversación, que antes estuvo a punto de terminar, ahora volvió a avivarse.

El hombre que había sido elegido para dirigir el ataque era objeto de muchas expectativas. Manon se froto suavemente el estómago vacío al darse cuenta de que tendría que esperar un poco más. Un gruñido impúdico salió de debajo de su mano, pero se perdió entre las voces bulliciosas, por lo que parecía que nadie lo escucho—

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Aunque, a decir verdad, puede que exista una personita que sí la escucho. Creyó oír una pequeña risa proveniente de algún lugar en sus adentros tras el gruñido de su estómago.

Bueno, eso fue vergonzoso.

Los labios de Manon hicieron una mueca. Y sólo existían un par de culpables a quien señalar.

—Todo es culpa de esa Flarette y su Perdida.

Murmurando en voz baja para sí misma, Manon decidió que iría a comprar algunos bocadillos en el mercado de la ciudad una vez que la aburrida reunión hubiera terminado.

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