Watashi, Nouryoku Wa Heikinchi De Tte Itta Yo Ne! (NL)

Volumen 11

Capítulo 81: Imanes de Problemas

Parte 2

 

 

“¡¿Qué dicen?! ¡¿Una escama enorme?!”.

Poco después, se encontraban en la tienda de un comerciante regular. El hombre que había venido a atender a este grupo de cuatro jovencitas, quien parecía ser un trabajador de unos veinte años, elevó su voz con sorpresa debido a lo que había dicho la representante de estas jovencitas.

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Elevar la voz durante la discusión de una venta, cuando había otros clientes presentes frente a la tienda, era un grave error por parte del trabajador, pero su reacción fue razonable dada su relativa poca experiencia con lo que le habían mencionado.

Una escama enorme.

Normalmente, al escuchar esto, uno se preguntaría primero: “¿Qué tipo de escama?”. Eso, sin embargo, sería en circunstancias normales. En el presente, había rumores en el mundo mercantil aquí en la capital—sobre que había unas escamas de dragón antiguo en subasta.

Bueno, quizás no era correcto llamarlos rumores, dado que la subasta había sido anunciada públicamente. Era un hecho.

Un grupo de rango B había partido en una misión de inteligencia, y descubrieron los restos de una batalla entre dragones antiguos, y en el sitio encontraron varias escamas caídas. Estaban fragmentadas, quemadas, y rotas, pero todavía podían venderse por un alto precio.

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Y aquí, este grupo de jovencitas le habían contado al trabajador: “Cuando estábamos reuniendo materiales, encontramos un lugar donde parecía que un monstruos gigante estuvo corriendo, y había una cosa que parecía una escama en el suelo. No sabemos lo que es, pero pensamos que podía venderse, y por eso vinimos”.

¿Habían pasado por casualidad por el sitio que había investigado el otro grupo? ¿O los dragones antiguos habían estado activos en otras áreas también? Sin importar lo que hubiera pasado, si lo que estas chicas habían traído resultaba ser una de esas escamas… y, si no tenían idea de lo que era porque no tenían experiencia…

“¡P-Por favor, pasen adelante!”.

Aún luego de ver la escama, era imposible que el trabajador pudiera evaluarla. Él nunca había visto siquiera una escama de dragón de tierra o de wyvern, mucho menos la de un dragón antiguo, así que tendría que dejarle el trabajo a alguien con más experiencia. En todo caso, lo más crucial justo ahora era no dejar escapar a estas chicas.

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“Disculpen por hacerlas esperar…”.

Pacto Carmesí entró al interior de un cuarto de discusión, donde les sirvieron té, y esperaron un poco de tiempo antes de que el trabajador de antes apareciera junto a dos señores.

“Soy Melphict, el dueño de esta firma, y este es Howl, nuestro encargado en jefe”, dijo el dueño, el más rotundo de los dos, mientras ambos inclinaban sus cabezas. Aparentemente, el joven que las había atendido antes no era merecedor de una introducción.

Bajo circunstancias normales, era imposible que un grupo de jóvenes, visitando por primera vez la tienda, fueran saludados por el dueño y el encargado en jefe. Pero probablemente, de aquí en adelante, los dos adultos estarían a cargo de las discusiones, estando el trabajador presente sólo por propósitos educativos. Esta parecía una muy buena oportunidad para un trabajador de nivel tan bajo, pero quizás era una recompensa por asegurar a un cliente potencialmente lucrativo, juzgando que el trabajo estaba por sobre su nivel, y yendo a traer a los altos cargos.

“Escuché que trajeron algo inusual. ¿Podemos verlo?”. “Claro. Mile, sácalo”.

Obviamente, Pauline estaba a cargo de las negociaciones.

Como se le instruyó, Mile sacó el ítem de su “almacenamiento” y lo colocó sobre la mesa: una escama completa, libre de heridas o quemaduras.

“Siéntanse libres de inspeccionarla”. “E-Esto… Esto es…”.

El encargado en jefe se quedó sin palabras, pero Melphict, el dueño, parecía tranquilo.

“Hm. Parece la escama de un monstruo grande. Jamás he visto una así antes, pero, bueno, es una simple escama, y no un cuerno, colmillo o piel… Aun así, odiaría enviarlas a casa con las manos vacías luego de que hayan sido tan amables de escoger nuestra tienda para venir a venderla, así que podemos quitarles eso de las manos por seis monedas de oro y media—no, que sean siete”.

Normalmente, el hecho de la magia de almacenamiento de Mile por sí misma habría sido una sorpresa. Y, sin embargo, el hombre estaba tranquilo, completamente ignorando los medios por los cuales apareció el bien y, además, valorando la escama como si no fuera nada especial. Su acto habría sido más que suficiente para engañar a Mavis o a Mile, pero desafortunadamente, Pauline no era tan fácil de engañar.

Ella sabía que el hecho de que el hombre no hubiera mencionado la magia de almacenamiento significaba que su atención estaba ocupada en otra cosa. Como era de esperarse de un verdadero comerciante, su expresión era neutral porque se estaba obligando a fingir calma—su cara de póker precisamente calibrada para prevenir cualquier expresión no intencionada.

Pero más importante, Pauline sabía exactamente lo que el grupo había puesto sobre la mesa—junto con el valor de un bien así.

Sin duda, esta era una escama de dragón antiguo en casi perfectas condiciones, una de las pocas que existían en el mundo.

“¡Asombroso! ¡Con tanto dinero podríamos quedarnos en una posada tres noches, o quizás cuatro, y comer todo lo que queramos!”, dijo Mile felizmente. El dueño y su compañero sonrieron. Pero entonces…

“¿Ves?”, Mavis respondió. “¿No te alegra haber recogido las dos, como te dije?”.

¡(Tensión)!

Los hombres se congelaron.

“¿A-Acaban de decir ‘las dos’?”.

“Oh, sí, había dos que se veían muy bonitas. Fue difícil para su espacio de almacenamiento, pero logramos llevarnos ambas. Algunas de nosotras pensamos que una sería suficiente, pero como líder, yo insistí”, explicó Mavis.

Los hombres guardaron silencio. Los engranajes en sus cabezas parecían estar girando a mil por hora, tratando de divisar alguna forma de poner sus manos en ambas escamas.

“Por supuesto, eso significó que tuvimos que cargar todas nuestras cosas en nuestras espaldas y deshacernos de toda nuestra agua extra para liberar espacio”, agregó Reina, elaborando más la historia de Mavis. “Digo, yo me opuse bastante cuando nos dijiste que debíamos sacar todas nuestras cosas sólo para no dañar las escamas, porque pensaste que podían valer mucho…”.

Esta iba a ser su excusa sobre por qué sólo habían recogido una— es decir, porque el espacio de almacenamiento de Mile era limitado, y no deseaban dañar la escama por apretarla demasiado. Y que además no sabían si se iba a vender bien…

Obviamente, la única conclusión a la que los comerciantes podían llegar era que estas jovencitas habían pasado por causalidad por la misma área que aquellos cazadores de rango B, antes de que estos llegaran al sitio, y habían recogido los dos especímenes más bonitos sin pensar en su valor.

Hasta donde habían escuchado, las escamas del grupo de rango B que se planeaban subastar estaban muy dañadas, tanto que sería mejor venderlas como fragmentos, y quemadas en varias partes.

¿Por cuánto más se podrían vender estos especímenes en casi perfectas condiciones—no especialmente grandes pero grandes suficiente para una buena pieza central de una armadura?

¡Y eran dos!

Si le llevaban una a Su Majestad el Rey como tributo y la otra la subastaban entre nobles de alto rango—¡imaginen los honores! ¡El prestigio! Sin mencionar las inmensas ganancias.

Si jugaban bien sus cartas, ¡incluso podrían volverse caballeros o parte de la nobleza!”.

“………”.

Los hombres guardaron silencio. Parecían luchar desesperadamente por mantener la compostura, pero Pauline comprendía claramente lo que ellos pensaban. Por supuesto, era simple; todo lo que tenía que hacer era imaginar lo que ella misma estaría pensando en su posición.

“¿Podrían darnos lo mismo por la otra escama?”, preguntó Pauline. Los hombres asintieron con fuerza. Aparentemente, estaban casi al límite de su autocontrol.

“Bueno, ¿sacamos la otra? Ugh. Desearía haber sacado más cosas para poder poner ambas en el inventario…”, suspiró Mile. “Sí, realmente fue un error”, aceptó Reina.

“Bueno, creo que deberíamos ir a traer la otra”, dijo Pauline, y Mile puso la escama sobre la mesa de regreso a su inventario.

“Oh—”.

Cuando se pararon para irse, los hombres las detuvieron, esperando asegurar al menos una de las escamas, pero claramente sería inusual que trataran de comprar frenéticamente un solo ítem, cuando el vendedor dijo que iba a ir por más. Sería horrible que las chicas sintieran sospechas y llevaran los objetos a otro comerciante.

Por ahora, debían actuar tan natural como pudieran para priorizar que las chicas no sintieran dudas.

El viaje desde aquí hasta su posada, si iban en línea recta, no sería tiempo suficiente para que otras tiendas se enteraran, pensaron los comerciantes—ni tampoco sería suficiente para darles a las chicas la oportunidad de descubrir el verdadero valor de su producto. Y así, decidieron mantenerse a raya y dejaron ir a Pacto Carmesí con una sonrisa.

“Eso fue perfecto. Excelente trabajo, chicas”, Pauline elogió a las otras tres. “Esos comerciantes son los líderes de la firma de prestamistas, así que solo nos queda masajear un poco la información. Luego, hacemos unos ligeros cambios—sin mentir, engañar o hacer nada de esas cosas”, aclaró, aunque era imposible creerle con esa retorcida sonrisa en su cara.

“Ahora, justo como planeamos…”, dijo Mile.

“¡Muy bien! ¡Hora de hacerlos esperar un poco!”, Pauline

respondió alegremente.

Su sonrisa alegre era aterradora—verdaderamente aterradora.

¿Cómo puede decir esas cosas con una sonrisa así en su cara? Pensó Reina, un poco asustada.

Es aterrador ser su enemiga, pero me alegra que esté de nuestro lado… Mavis pensó honestamente.

Es aterrador ser su enemigo, ¡pero es todavía peor ser su aliada! Pensó Mile, totalmente asustada.

***

 

 

A la mañana siguiente, cuando las miembros de Pacto Carmesí pasaron por el Gremio de Cazadores, un hombre llegó corriendo hacia ellas con una extraña expresión.


“¡¿¡¿Por qué no regresaron?!?!”.

Era el dueño de la tienda. Que el dueño de una compañía—no el encargado en jefe o sus asistentes—esperaran en un lugar así, por un grupo de cazadoras que podrían no volver a aparecer, era una ocurrencia atípica. Claramente, se debía a las circunstancias.

“Se suponía que regresaran de inmediato con la otra esca—¡con el otro objeto! ¡¿¡¿Por qué no regresaron?!?!”, gritó el comerciante, rápidamente corrigiéndose para no decir en voz alta el nombre del objeto. Era obvio que haría eso; gritar algo así en un lugar como este claramente atraería la atención, y si las cosas salían mal, cabía la posibilidad de que la competencia descubriera exactamente a lo que se refería, y cuánto valía. Necesitaban moverse a un sitio más privado.

“¡Por favor vengan a la tienda!”, gritó el comerciante, tomando del brazo a Mile, quien era la más joven y que parecía ser la menos capaz de resistirse, e intentó arrastrarla fuera del salón gremial. Él pareció creer que, si se llevaba a una de ellas, las demás lo seguirían también. Y, de hecho, las otras tres se hundieron de hombros y lo siguieron.

Por supuesto, si Mile hubiera puesto resistencia, él jamás habría podido jalarla tan fácil, sin importar cuán ligera fuera ella. Obviamente, ella se estaba dejando arrastrar a propósito.

“Oye, uh… Oye…”.

Detrás del grupo, los cazadores y trabajadores del gremio que habían comenzado a comprender una cosa o dos sobre Pacto Carmesí, gracias a la demostración de Mavis, el incidente del dragón, y a Roaring Mithrils presumiendo las hazañas de las chicas, comenzaron a murmurar con cansancio, pero el comerciante no tenía ni idea de lo que sus voces trataban de expresar.

“¡¿Por qué no regresaron ayer de inmediato?!”.

El dueño de la tienda al menos trataba de mantenerse educado frente a sus clientes, pero su expresión era feroz y su tono agudo, las sonrisas del día anterior por ningún lado. Parecía estar bastante alterado. Esto era probablemente normal; era posible que hubiera pasado toda la noche retorciéndose con el pensamiento de poder ponerle sus manos encima a tales objetos, incapaz de dormir en lo absoluto.

Pasaron a una cámara oculta dentro de la tienda. Con este cuarto habiendo sido construido con la insonorización en mente, no había necesidad de que el hombre controlara su voz, y gritó a Pacto Carmesí.

En realidad, todavía debería mantener su volumen en mente, ya que estaba tratando con clientes. Sin embargo, parecía ya no importarle. Este era un error, especialmente para un comerciante experimentado como él, pero dado que un grupo de niñas, de entre todas las posibles personas, había roto su palabra y lo habían hecho ver como un tonto, resultando en que no pudiera dormir toda la noche, era poco sorprendente que su enojo hubiera ganado y se hubiera colado en sus palabras…

“Bueno, a decir verdad, íbamos a regresar, pero nos topamos con una madre e hija que sabíamos que tenían problemas para pagar un préstamo, así que les dimos las dos escamas, pensando que podría ayudarles con los pagos o algo así…”, explicó Pauline.

“¡¿Qué… q-q-q-q-qué…?!”, grito el comerciante.


Ni siquiera todo el material de insonorización del mundo habría podido evitar que ese grito se escuchara por toda la tienda.

“Q-Q-Q-Qué… Q-Q-Que… Ahh… Aaaaaah…”.

El comerciante fue incapaz de formar palabras por un rato, hasta que finalmente, sus murmullos comenzaron a tener sentido de nuevo.

“¿P-Por qué…?”.

“Bueno”, contestó Pauline tranquilamente, “ellas nos ayudaron antes. Pensamos que, si las escamas sólo valían 14 monedas pequeñas de oro, eso debería ser suficiente para ayudarlas un poco”.

Al escuchar esto, el comerciante palideció. Sus labios se movieron, pero ni un solo sonido emergió.

“Entonces, ya no podemos venderles nada. Pero no era un contrato formal, y sólo escuchar una propuesta de pago no constituye la intención de venta en realidad, así que no debería haber problema, ¿verdad?”.

De hecho, ese era un gran problema. Sin embargo, era problema del comerciante. Que alguien no te vendiera algo no era el tipo de cosa por la que te podrías quejar.

Él debía conseguir las escamas, de una forma u otra. Con esto en mente, los engranajes en su cabeza comenzaron a girar a toda potencia.

“E-Em, sobre las personas a las que se las dieron…”.

“¿Eh? Pues, no nos incumbe nada de eso. Así que no puedo ir dando su información personal a unos extraños. Especialmente cuando se trata de algo como deudas… Como sea, ya no tenemos nada qué vender, ¿nos necesita para algo más? Si no, nos iremos.

¡Vámonos, chicas!”.

“¡Claro!”, dijeron las otras tres, alegremente en sincronía.

Y así, las miembros de Pacto Carmesí se levantaron de sus asientos, dejando atrás al desesperado comerciante.

Momentos después de que Pacto Carmesí dejara la tienda, la voz del dueño pudo ser escuchada.

“¡Encuéntrenlas! ¡Tienen que encontrar a la gente que tiene ahora esas escamas de dragón antiguo! Si es alguien endeudado, deberíamos poder encontrar algo con nuestra división financiera.

¡Tenemos que encontrarlas, y rápido, antes de que otras firmas lo descubran! ¡¡¡Rápido!!!”.

“Las preparaciones están completas. Ahora, ¡todo lo que tenemos que hacer es sentarnos y ver cómo bailan estas estúpidas marionetas!”, exclamó Pauline alegremente mientras se alejaban de la tienda, dirigiéndose hacia su posada. “Gracias a su diligente práctica, espero una actuación decente por parte de nuestros actores finales. ¡Estoy segura que nos aguarda un espléndido show!”.

Como siempre, Pauline tenía una sonrisa de alegría en su cara, una sonrisa llena de tanta benevolencia que cualquiera que no la conociera podría preguntarse si era una santa… aunque cualquier niño o animal perspicaz probablemente haría una mueca y escaparía.

Con un sutil sobresalto, las otras tres asintieron vigorosamente.

***

 

 

Esa tarde…

“Las encontramos… ¡Las encontramos! ¡Y pensar que la persona a la que le dieron las escamas era alguien a quien le prestó dinero nuestra firma! Parece que el dueño de la tienda en cuestión no está, y su esposa está actualmente a cargo de pagar el préstamo. Ella se preguntaba si podía vender ‘algo que parece ser una escama de wyvern’ para suplementar el pago, sin idea de su valor… Bwahaha,

¡qué esplendida fortuna! ¡Odio presumir, pero la diosa del comercio debe estar sonriéndome como para tener un poder tan asombroso!

¡Bwaha! ¡Bwahahahahahaha!”.

Al escuchar el reporte de su subordinado, el dueño de la firma fue incapaz de contener su retorcida risa.

“¡Muy bien! ¡Mañana por la mañana iremos a su casa!

¡Encuentren al líder de nuestra división financiera! Diganles que

estaremos ahí a primera hora. Bwaha. Bwahahaha…”.

***

 

 

Aritoss era una pequeña tienda, manejada por sólo cinco empleados, incluyendo al esposo y esposa quienes eran los dueños.

En el presente, esta pequeña tienda estaba siendo visitada por el dueño de una firma mercantil mediana que se decía que hacía negocios notorios en esferas comerciales y financieras, junto con el jefe de su división financiera, el encargado en jefe, encargado asistente, y una contingencia de varios guardias.

Normalmente, este no era el tipo de lugar que el dueño de tal firma visitaría. Él le confiaría las visitas a alguno de sus encargados— o aún mejor, haría que la persona en cuestión llegara a él, como demostración de poder. El hecho de que le acompañaba un guardaespaldas significaba que probablemente estaba consciente de la alta posibilidad de poder ser asaltado en la ciudad, debido a ser odiado por varias personas—sin duda, era tan posible que hasta se había molestado en gastar dinero contratando guardias.

Sólo podía existir una razón por la que tal hombre se molestaría en viajar a esta pequeña tienda en persona.

“… ¿Escamas de wyvern?”.

“Sí, unos amigos nos las dieron. Nos preguntábamos si podríamos dárselas a ustedes en lugar del pago y cuota extra…”.

La mujer, esposa del propietario de la tienda, había explicado que todavía no habían tenido tiempo de encontrar un comprador para las escamas, así que, en lugar de venderlas en algún sitio para ganar fondos, esperaba poder ofrecer las escamas directamente como forma de pago. Habría sido una cosa si se hubieran podido tomar el tiempo de buscar compradores, pero convertir los bienes en dinero en tan pocas horas significaría recibir un duro golpe en términos de ganancias. Si las cosas salían mal, incluso podrían llegar a perder la mitad del precio correcto. Si ofrecían las escamas directamente al prestamista, aunque no recibieran el valor total de las escamas, podrían compensar sus deudas, haciendo que esta fuera la mejor opción.

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Eso pensaba la mujer, y no era una mala suposición… o al menos, no lo habría sido, si los objetos en cuestión fueran realmente escamas de wyvern.

El dueño de la firma prácticamente bailaba por la continuación de su asombrosa buena fortuna. Había viajado hasta aquí él mismo junto con el líder de la división financiera porque esta era una negociación que no podían permitirse arruinar, pero ahora, estaba luchando por suprimir una sonrisa.

Las cosas podrían no haber salido tan bien si el esposo de la mujer, propietario de la tienda, hubiera estado presente, pero parecía que el hombre estaba de momento fuera de la ciudad recolectando algunas cuentas, dejando a su esposa, no muy perspicaz con los negocios, como la única que podía encargarse del préstamo.

A la luz del hecho de que su esposo era quien estaba a cargo en su mayoría de los asuntos comerciales, ¿estaba realmente bien que los hombres hicieran ver como una tonta a la esposa de un comerciante?

Claro… ¡siempre y cuando ayudara a generar mayores ganancias!

Con esto en mente, el comerciante no pudo evitar sentir gran gratitud a la idiota mujer parada frente a él.

“Supongo que no queda otra opción. Nosotros no somos una caridad, desafortunadamente. Aun así, es el deber de un comerciante ayudar a un cliente necesitado. Usted parece estar en problemas, así que solo esta vez, aceptaremos estos objetos como parte de su pago”.

“¡Oh, muchas gracias! Entonces, estas dos escamas de wyvern deberían cubrir la suma total, incluyendo la principal, los intereses y la cuota extra, ¿o me equivoco?”.

“¿Eh?”.

El comerciante estaba claramente confundido por la suposición de la mujer.

“¡Dos escamas con valor de siete monedas pequeñas de oro cada una jamás cubrirían el monto total!”.

Sin embargo, la mujer no quiso retroceder.

“¿Siete monedas pequeñas de oro? No, una escama de wyvern vale mucho más que eso. Si ese es el precio que les va a dar, simplemente iremos al gremio de comerciantes y las venderemos allá. Hacerlo así nos generará mayor valor que sólo siete monedas pequeñas de oro. Mejor haremos eso y tendremos listo el pago en efectivo mañana”.

Aparentemente, las jóvenes cazadoras no le habían informado a la mujer el precio estimado que les habían dado para las escamas.

A diferencia de las escamas de dragón antiguo, las cuales aparecían muy pocas cada década—o incluso siglos—las escamas de wyvern no eran especialmente raras. Se vendían por un precio decente, pero un wyvern no estaba fuera de las capacidades de un grupo de primera, y cazar uno significaría un flujo decente de escamas entrando al mercado. Por eso, aunque nunca hubieran visto una, no era una sorpresa que hubiera bastante gente que supiera al menos un poco sobre el índice mercantil de estas.

Era muy diferente de ponerle las manos encima a escamas de dragón antiguo, cuyos minúsculos trozos podrían sólo ser vendidos por capricho de otros—haciendo que una escama entera fuera algo totalmente impensable.

¡Esto es malo! Pensó el comerciante. Aunque ella no pueda distinguirlas, conoce el valor de una escama de wyvern… ¡No puedo ser quisquilloso por tan poco dinero!

El comerciante, no dispuesto a arruinar todo el trato por un poco de tacañería, decidió no aferrarse a la insignificante suma del préstamo, el cual era realmente poco más que monedas sueltas para la firma.

“M-Muy bien. Entonces, que sea la suma entera, ¿bien? ¡Para serle franco, creo que podremos ganar más que el valor del mercado por estas, así que debo agradecerle!”.

Este comerciante, por supuesto, nunca ha sido el tipo de persona que se abstendría de hacer negocios con un nuevo cliente—siempre y cuando tuviera un plan seguro para recuperar sus costos luego. Sin importar lo pequeño de su tienda, era imposible que la esposa del propietario no supiera esto. Sin embargo…

“¡Gracias! Entonces prepararé el contrato que afirme que nuestra oferta fue aceptada”, dijo la mujer. Ella aplaudió un par de veces, y uno de los trabajadores de la tienda llevó un contrato. Uno debía preguntarse— ¿ella había estado tan segura de que su propuesta sería aceptada que ya hasta había escrito este contrato, o había preparado varios diferentes, haciendo que el trabajador llevara el adecuado con la señal que había dado…? Tales demostraciones de poder eran la norma para cualquier dueño de tienda, así que era difícil estar seguro.

El comerciante entonces miró el contrato, que básicamente decía:

Todas las sumas asociadas con el pago del préstamo en cuestión (la suma prestada inicial, intereses, cuota extra por falta de pago, cargos por control, y todo el resto de tarifas obligatorias asociadas), serán cubiertas por la oferta de dos escamas de dragón, probablemente originarias de un wyvern, en lugar de un pago monetario.

No había problemas con la forma en la que estaba escrito el contrato. Era lenguaje común, escrito de tal manera para prevenir malos entendidos o malinterpretaciones. Especificar claramente que las escamas eran de dragón tampoco representaba un problema; la escritura no aseguraba que la escama perteneciera a un wyvern, así que, si resultaba que la escama pertenecía a un dragón antiguo, el contrato no se vería afectado. Si la mujer descubría después el valor de los bienes y se quejaba, simplemente podían dejarla hablando sola.

“Ahora, ¿cree poder hacer entrega de las escamas?”, preguntó el comerciante con una sonrisa.

La mujer sacudió su cabeza con frialdad. “No”. “¿Qué…?”.

La expresión del hombre no podía describirse de otra forma más que ‘con la quijada suelta’.

“Oh, no, no es por nada que tenga que ver con el contrato. Simplemente me gustaría hacer la entrega en el Gremio de Comerciantes. Mire, lo que pasa es que todavía no nos han dado los objetos, así que no podemos entregárselos. Además, considerando su comportamiento cuando tratamos de pagar el dinero al principio, no les tengo mucha confianza que digamos. Si hacemos la entrega en el gremio frente a todos los otros comerciantes y trabajadores, podré quedarme tranquila de que usted no va a tratar de violar el contrato o de meternos en artimañas raras, ya que eso lastimaría mucho su reputación como comerciante”.

“Guh…”.

El comerciante estaba claramente enojado, pero al considerarlo bien, suponía que esto se aplicaría en igualdad a ella. Si ella después trataba de quejarse sobre que había sido engañada, o demandaba que le regresaran las escamas, el comerciante, también, podía estar tranquilo de que habría testigos que validaran su transacción. No había nada erróneo en él tomándose enserio las palabras de la mujer durante el intercambio y creyendo que los bienes eran realmente escamas de wyvern, sólo para después determinar que eran otra cosa completamente distinta. A este paso, habría sido la mujer quien cometió el error al tasar los bienes y dado una falsa descripción…

“Entonces, esta noche, en el salón del gremio—a la primera campanada de la noche”, dijo la mujer. “A esa hora manejaremos el regreso del contrato original del préstamo y su reemplazo por el nuevo, al igual que el intercambio de las escamas”.

Era imposible saber qué podría pasar si el contrato original no se les era devuelto—si, por ejemplo, uno falso fuera destruido frente a todos mientras que el original se encontraba sano y salvo, o alguna cosa así. Ser estafada una vez había sido más que suficiente.

Tras despedirse del satisfecho comerciante, los labios de la mujer se retorcieron. Su sonrisa se parecía mucho a la que las otras tres miembros de Pacto Carmesí acostumbraban ver.

Sin duda, era la viva imagen de la sonrisa retorcida que Pauline tenía siempre cuando realizaba sus artimañas.

La dama también parecía una santa… pero era la esposa de un comerciante.

Leves palabras dejaron los labios de la mujer:

“¡Ahora, sean testigos de la furia de Aritoss!”.

***


 

 

Esa noche, poco antes de la primera campanada, la esposa del dueño de Aritoss, el comerciante, el líder de la división financiera, y sus guardaespaldas se encontraban dentro del Gremio de Comerciantes.

El salón gremial estaba lleno. Era la hora pico del día, cuando los cazadores que regresaban de sus cacerías y recolecciones para vender sus botines al Gremio de Cazadores, los cuales también se vendían al por mayor aquí… Ese era, por supuesto, el por qué la mujer había escogido esta hora.

¡Ding-a-ling!

La campanilla sonó, y todos voltearon por reflejo a ver la puerta y a ellas entrando: el grupo de cacería de sólo chicas que se las había arreglado para llamar la atención en el Gremio de Cazadores en tan solo unos días. Aunque Roaring Mithrils habían sido quienes se habían ganado una buena reputación al vender las partes de dragón terrestre, algunos de los presentes reconocían a las miembros de Pacto Carmesí, aun si se pensaba que no eran más que un grupo novato que había acompañado a Mithrils y quedado con un poco de sus restos.

Desde la puerta, las chicas se dirigieron directo a la mesa donde el resto del grupo estaba presente.

“Disculpen por la espera. Venimos a entregar las escamas de wyvern que le prometimos a la encargada de Aritoss”.

Esta vez no era Mavis, la líder, quien estaba a cargo de las negociaciones, sino Pauline. Los demás, por supuesto, no tenían ni idea de quién era el líder del grupo, y aunque lo supieran, probablemente no les importaría.

“No es un problema, todavía estamos un poco por delante de la hora acordada”, dijo la mujer. “Ahora, una vez el contrato haya sido firmado, por favor entreguen las escamas. Cuando las escamas de wyvern sean entregadas, las deudas quedarán saldadas. Si se descubre que las escamas son falsas o están dañadas en ese punto, por favor anúncienlo de inmediato. En tal caso, pediremos la opinión oficial del gremio, y si se descubre que nosotras causamos el error, el contrato quedará nulificado. ¿Todos de acuerdo?”. La segunda parte de esto fue dirigida al comerciante.

Obviamente, el comerciante no tuvo objeciones. Incluso el hecho de que no iban a entregar los objetos primero era una ventaja para él. De hecho, él había sido el que había sugerido confirmar la integridad de los objetos después de que el contrato hubiera sido firmado. Si entregaban los objetos antes de firmar, los otros comerciantes cerca podrían causar un alboroto y hacer que la mujer se enterara del valor real de las escamas.

¡Bwahaha! La mujer pensó en tantas formas de evitar ser engañada y todo lo que hizo fue cavar su propia tumba. Qué inconveniente que haya tantos tontos que se creen inteligentes. Ella pensó que podía ser más lista que yo, pero en serio, las mujeres son unas tontas… El comerciante rio internamente.

En situaciones normales, él habría pensado mucho más todo esto, pero estaba muy ocupado intentando arruinar más a la otra parte—y pensando que iban a caer redonditos. Tan encerrado en los pensamientos sobre la trampa que había puesto, que falló en dejar que otras cosas se le ocurrieran.

Ya era raro que esta transacción fuera realizada frente a todos, y no en un sitio privado. Además, estaba el hecho de que la frase “escamas de wyvern” había sido dicha múltiples veces. Y también, la conversación era entre el infame Melphict y—no el dueño de Aritoss—sino la esposa. Sin importar cómo lo vieras, no era una negociación típica.

Él definitivamente tratará de engañarla, los comerciantes presentes pensaron. Sin embargo, no era su trabajo interferir en los asuntos de otro comerciante, así que sólo podían ver incomodos mientras la mujer caía víctima de los trucos de Melphict—todos con sus oídos listos para atrapar cada palabra de la conversación y asegurarse de que ella no estaba siendo engañada.

Dos copias del nuevo contrato fueron producidas y cada una firmada debidamente antes de que ambas partes tomaran su copia y la guardaran. Normalmente, estos papeles se quedarían sobre la mesa mientras el intercambio final se realizaba, pero en este caso, guardarlos proveía un seguro para evitar que la otra parte supiera la verdad y tratara de retractar el contrato en pánico. Los presentes que notaron esto hicieron una mueca, pensando para sí mismos: Ah, ellos no confían el uno en el otro para nada…

“Ahora, si son tan amables”, dijo la mujer a Mile, quien sacó dos paquetes de su almacenamiento y los colocó sobre la mesa.

Hubo unos cuantos sorprendidos gritos diciendo “¡Magia de almacenamiento!”, pero la mayoría de la multitud estaba más concentrada en el resto del procedimiento, tragando nerviosamente mientras veían.

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“Adelante”, dijo la mujer, y el comerciante abrió los paquetes para encontrar…

“¡¿Qué son estas?!”, gritó, parándose por reflejo.

En efecto, dentro de las cajas de madera y envueltas para ocultar su verdadero tamaño—o mejor dicho, para protegerlas—había dos escamas de dragón.

Específicamente, dos escamas de wyvern.

“Como puede ver, son escamas de wyvern”. “¡¿Escamas de wyvern?! ¡¡¡Eso no es lo correcto!!!”.

Las personas alrededor estaban sorprendidas por el comportamiento del comerciante, ya que estaba gritando indignado a la mujer. Luego de toda la charla sobre que este sería un intercambio de escamas de wyvern, era incomprensible por qué él estaría enfadado de recibir, de hecho, escamas de wyvern. Habría sido una cosa si estuvieran dañadas, pero hasta donde podía ver la gente, eran escamas de calidad casi excepcional—nada sobre lo cual quejarse.

“¿Hm? ¿Por qué se ve tan confundido? Le dijimos todo este tiempo que eran escamas de wyvern, ¿no? Usted también lo dijo. Incluso el contrato, que usted mismo revisó varias veces, especifica ‘escamas de dragón, probablemente pertenecientes a un wyvern’,

¿o no? Entonces, ¿qué le pasa? Si pasa algo, ¿hacemos que el gremio las revise?”, preguntó la mujer, sonriendo ligeramente.

“¿Q-Qué…?”.

El comerciante se hundió en su silla, quedándose sin palabras un momento, pero entonces se volvió a parar, gritándole a Pacto Carmesí.

“¡Ustedes! ¿Y la escama que nos llevaron ayer?”.

“¿Eh? ¿Se refiere a la escama no identificada que valoró en siete monedas pequeñas de oro? Ya le dijimos, como no parecían valer mucho, se las dimos a un conocido. No eran esas las que teníamos que traer, ¿verdad? ¿Por qué le importaría a usted, un comerciante de primera, unas escamas que usted mismo valoró en tan solo siete monedas pequeñas de oro?”.

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El comerciante volteó a ver a Pauline con una expresión de desconcierto en su cara.

Ella acababa de decir en voz alta, múltiples veces, que las escamas en cuestión habían sido valoradas en siete monedas pequeñas de oro.

Una actriz…

El acto de Pauline fue impecable, un acto que solo un animal, un niño, o alguien que la conociera bien podría descubrir. Era, de hecho, tan impecable que cierto refrán que a menudo aparecía en los cuentos japoneses de Mile flotó en las cabezas de sus compañeras…

Al escuchar la respuesta de Pauline, los demás alrededor empezaron a jadear por la situación. Durante los días pasados, el gremio había estado lleno de pláticas sobre cierta cosa, así que era imposible que cualquier comerciante con media neurona no pudiera comenzar a sumar dos más dos, dado que escamas estaban relacionadas.

En todos lados, sonrisas de sospechas y miradas de entendimiento comenzaron a aparecer en las caras de los trabajadores y comerciantes.

“Guh…”.

El comerciante tartamudeo, incapaz de hablar— ¿y qué iba a decir? ¿Qué había valorado unas escamas de dragón antiguo perfectas y completas en siete monedas de oro pequeñas o que había tratado de estafar para comprar una escama de dragón antiguo como si fuera de wyvern, aquí, frente a toda la gente?

Obviamente, estaba consciente de lo mala que era su reputación ya. Sin embargo, todos los incidentes cuestionables anteriores podían explicarse fácilmente con un millón de excusas como: “Esa fue una conversación sólo entre las partes relacionadas, que ninguna otra persona conocía” o “Eso no estaba especificado en el contrato” o “no lo sabía” o “mis subordinados actuaron por cuenta propia” o “no tenemos registro de eso” o simplemente “Este fue un contrato legítimo que ambas partes aceptaron”.

Sin embargo, en este caso, ellos habían dicho claramente “escamas de wyvern” frente a todos, y además, habían hecho obvio que él había valorado las escamas que la joven mujer había traído en siete monedas de oro pequeñas—menos del valor de las negociaciones actuales, y sin duda menos del valor de mercado de una escama de wyvern. Además, no podía simplemente decir que las chicas antes le habían mostrado una escama de dragón antiguo, y que había cometido un grave error.

Habiendo admitido ya frente a todos que él podía claramente distinguir escamas de dragón, no podía insistir que esas escamas de siete monedas pequeñas de oro valían mucho más que las escamas de wyvern frente a él. Todas las opciones que le quedaban serían igual a admitir que había actuado fraudulentamente…

Por otro lado, estaba claro que la otra parte había creído todo este tiempo que tenían escamas de wyvern y que no valían tanto. Sin duda, incluso el contrato y las sumas equivalentes habían afirmado claramente esto.

Me atraparon…

Los hombros del comerciante cayeron, deprimido. La esposa del dueño de Aritoss, por otro lado, fingió ignorancia, mientras Pauline se burlaba en secreto, fuera de la vista de todos.

Incluso con todo lo ocurrido, el comerciante no estaba exactamente perdiendo en términos monetarios. Él había comprado escamas de wyvern a un ligeramente alto precio, pero sólo era alto cuando uno consideraba el valor de la suma original, intereses, y tarifa extra. Él había más que recuperado el préstamo original y los intereses, es decir, la cantidad que se le debía honestamente. Él simplemente se había equivocado y dejado que su avaricia sacara lo mejor de él.

Aunque todas sus deudas habían sido canceladas, Aritoss todavía debía pagarle a Pacto Carmesí por las escamas de wyvern, así que en esencia, la tienda iba a pagar todavía la suma original y los intereses.

Pauline, por supuesto, no podía dejarlos ir sin pagar sus deudas sólo porque Pacto Carmesí se había metido. Sin duda, aunque ella había sido la que insistió, todas pensaban lo mismo.

Asegurarse de que sus deudas fueran pagadas completamente sería prueba positiva de que todo lo que Aritoss hizo, había sido en defensa propia, sin pretender generar ganancias, lo cual mejoraría su reputación a ojos de los demás comerciantes y trabajadores del gremio. Después de todo, lo que le habían entregado al comerciante habían sido dos hermosas escamas de wyvern, no bienes dañados, o escamas de dragón rocoso, o algún sustituto así.

Sin duda, Aritoss era una tienda honesta, que siempre mantenía sus promesas.

Pacto Carmesí había logrado vender dos escamas de wyvern que ya tenía a la mano por casi el precio de mercado, así que no era una gran pérdida para ellas.

Y así, el incidente concluyó pacíficamente, sin ganancias ni

perdidas reales para nadie… monetariamente hablando.

El comerciante había quedado totalmente desacreditado frente a varios compañeros de oficio y seguramente cementado su reputación como un canalla. Aún más importante, sin embargo, era el alcance del daño emocional que estaba sufriendo por no solo ver cómo tal premio se desvanecía frente a sus ojos, sino por haber sido superado por la esposa de algún vendedor desconocido frente a todas estas personas.

Por otro lado, que la dama de la pequeña tienda conocida como Aritoss se defendiera y ganara limpiamente contra este corrupto comerciante fue una gran victoria: prueba de su importancia como mujer de carácter y marca de credibilidad y reputación para el negocio mismo.

Pacto Carmesí, por supuesto, se volvió un poco más conocido como un grupo fascinante de jovencitas encantadoras que tenían magia de almacenamiento.

“Qué suerte que tuvieras esas escamas de wyvern guardadas, Mile”, dijo Reina.

“Sí. Fue gracias a Lobreth, ¿no?”, dijo Pauline.

Mile y Mavis rieron en respuesta.

Sin dudas, las escamas habían llegado a ellas después de que Lobreth fuera atacado en la batalla con Wence, el dragón antiguo joven. Cuando Lobreth fue herido al chocar contra los árboles luego de ser golpeado por el aliento del dragón, Mile había recogido algunas escamas de sus heridas para limpiarlas y aplicarle magia de curación.

Obviamente, las escamas se habrían interpuesto en el proceso de curar las heridas, así que ella las había guardado en su inventario. Después de todo, no las iba a dejar tiradas en el suelo.

“Nadie perdió y, de hecho, nosotras salimos ganando un poco.

¡Qué buen final!”, concluyó Mile, crédula como siempre.

Las otras tres guardaron silencio, aunque ellas deseaban resaltar que ella había fallado en considerar la reputación o espíritu del comerciante, los cuales claramente habían sufrido…

No, estoy segura que ella lo sabe bien, pensó Reina.

¡A ella no le interesa para nada los sentimientos de los villanos!

Mile realmente es mala… pensó Pauline.

Está siendo sincera, ¿no? ¿Mile, realmente crees eso que dijiste?

Pensó Mavis.

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Las tres no pudieron evitar sonreír ambiguamente como respuesta.

 

Watashi Nouryoku Volumen 11 Capitulo 81 Parte 2 Novela Ligera

 

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