Shokei Shoujo no Virgin Road (LN)

Volumen 1

Capítulo 3: Terrorismo en el tren desde la Capital Real

Parte 1

 

 

El andén de la Estación Principal de la capital real rebosaba de gente.

Como el tren conectaba con muchas ciudades y pueblos importantes, era la mejor forma de desplazarse en esta tierra. Y por lo general lo utilizaban todo tipo de personas, ya sea para fines turísticos o el transporte de mercancías. Posiblemente se trataba del único lugar donde se podía ver regularmente a tantos Comunes, Nobles y miembros del Fausto juntos en una multitud.


Entre todo ese ajetreo, alguien se tropezó con sus pies.

Era una niña muy joven que había estado mirando a sus alrededores con inseguridad mientras caminaba, a lo mejor porque perdió de vista a sus padres. A causa del golpe de la caída, sumado a su estado de impaciencia, empezó a arrugar su carita.

Ah, ella va a llorar.

Y mientras todos los que la rodeaban pensaban lo mismo, una chica solitaria se arrodilló y miró a la niña a los ojos.

—Oh, querida, ¿te sientes bien?

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Era una joven de cabello negro atravesando sus quince o dieciséis años.

Llegó en el momento justo; unos instantes antes de que la niña comenzase a llorar. Y, por el contrario, dado que una amable señorita le estaba hablando, la niña consiguió, a duras penas, contener las lágrimas.

—¿Quién es usted…?

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—¿Hmm? Oh, soy Akari. Una chica sumamente normal y corriente. ¡No hay nada inusual en mí!

A pesar de que afirmaba ser ‘sumamente normal’, la chica era en realidad lo suficientemente bonita como para considerársele un poquito inusual.

Su sedoso cabello le llegaba hasta los omóplatos, y sus ojos oscuros no irradiaban más que consideración por la niña. Aunque su rostro la hacía parecer aniñada, su cuerpo tenía las curvas naturalmente delicadas de una joven doncella. Ese atractivo contrastado era suficiente para llamar la atención entre una multitud, pero su ropa bien confeccionada la ayudaba a pasar desapercibida.

Vestida con prendas holgadas que no le hacían justicia, la chica llamada Akari sonrió a la niña.

—¿Qué paso? ¿Te caíste? Lo entiendo. ¿Verdad que duele? A mí también me pasa seguido. Pero no lloraste, ¡así que debes ser una niña muy fuerte!

Akari le acarició la cabeza mientras comprobaba sus heridas. Tras desviar su atención del dolor con sus comprensivas palabras, señaló la rodilla raspada de la niña.

Levantando el dedo índice de su mano, que se asomaba por la ancha y holgada manga, Akari dibujó un círculo en el aire.

¡Sana, sana, colita de rana!

Fuerza Guía: conectar—NT?i?KC, Pureza Conceptual [Tiempo]—Conjurar [Retroceso]

El dedo levantado de Akari brilló ligeramente.

Las palabras de su pequeño cantico activaron un encantamiento. La Luz Guía brotando de la yema de su dedo rodeó la herida de la niña, borrando el rasguño de su rodilla como si nunca hubiese estado allí.

—¿Qué…?

Sus ojos se abrieron de par en par, casi olvidando que hace un momento estaba al borde de las lágrimas. No pudo evitar mirar reiteradas veces la rodilla donde solía estar un raspón y a la jovencita que lo hizo desaparecer.

La joven del cintillo blanco hinchó el pecho, viéndose muy orgullosa de sí misma.

—Heh-heh. Apuesto a que ya no te duele, ¿verdad que si–?

—¡Holis!

—¡¿WAH?!

Su cara de triunfo se vio interrumpida por un fuerte golpe en la cabeza.

Mirando a su alrededor en busca del villano responsable, Akari descubrió a una bonita joven vestida de sacerdotisa.

—¡¿M-Menou?! ¡¡¿Por qué me hiciste eso?!!

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—¿Qué porque lo hice? Un desliz~

Las encantadoras facciones de Menou se encresparon en un ceño fruncido, y su cola de caballo castaña se agitó de un lado a otro mientras sacudía la cabeza. La abertura de su larga falda dejaba entrever su muslo derecho.

—Te dije que no hicieras nada para destacar, y aun así no puedo quitarte la vista de encima ni por un segundo…

—¡No estoy destacando! ¡¡Al menos no lo estaba hasta que me golpeaste la cabeza!! ¡Ese fue un castigo cruel e inusual, si me preguntas!

—Vaya, así que eres una inconsciente… tendré que educarte desde el inicio. Empezare por inculcarte un poco de sentido común.

—¿Awww, qué?

A todo esto, la niña observó su intercambio con una confusión inerte.

La simpática dama le curó la herida con un misterioso poder, pero luego otra joven vino y le golpeó la cabeza. La situación era demasiado para que una niña de cinco años la siguiera.


—Lo lamento. Esta jovencita es un poco rara. Ahora, debes estar confundida sobre cómo desapareció tu raspón, ¿huh? Je, bueno, ¡los encantamientos son increíbles! Aquí, déjame mostrarte un pequeño truco.

Al notar la confusión de la niña, Menou actuó como una típica sacerdotisa viajera, extendiendo una sola moneda.

Una vez que Akari y la niña se concentraron en ella con curiosidad, extrajo el poder de su alma.

Fuerza Guía: conectar—Moneda de Cinco, Cresta—Conjurar [Burbuja Guía]

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La moneda brilló débilmente por la Luz Guía extraída del poder de Menou, y luego produjo burbujas brillantes.

—¡Ooh!

—¡Guau! ¡Genial!

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Mirando las burbujas de luz flotantes, la niña exclamó maravillada. Akari también se vio impresionada.

—¡Guau! ¡¿Cómo has hecho eso?! ¡¿Son burbujas?! ¡Parece que no revientan!

—¡Ja, ja! ¿Impresionante, no…? Bueno, la realidad es que todos los tipos de monedas, incluidos los billetes, llevan integradas crestas que pueden utilizarse como médium para conjurar pequeños encantamientos. Hasta puedo controlar un poco los movimientos de las burbujas.

Menou le explicó el truco a Akari, que estaba tan emocionada como la niña.

En este mundo, la iglesia también se encargaba de producir el papel moneda. Incluir crestas en las monedas y billetes servía como una medida para evitar la falsificación de dinero.

—El papel moneda y las monedas llevan todos diseños de santos famosos. El encantamiento que cada una puede conjurar está relacionado con la historia de ese santo.

—¡Vaya! ¿De verdad? ¿Qué tipo de historias?

—Bueno, la moneda de cinco se asocia con la leyenda de Santa Marta y la luna. Las burbujas pretenden representar la luna.

Menou pinchó una burbuja cercana mientras le explicaba a la emocionada Akari.

Hizo que las burbujas se convirtieran en líneas, círculos y hasta una carita sonriente. Mientras Akari y la niña parloteaban sobre las burbujas, la multitud que pasaba las miraba con calidez. Todos tenían recuerdos de sacerdotisas que contaban historias de santos mientras los entretenían con encantamientos, como estaba haciendo Menou ahora.

Con suerte, eso la distraerá de la desaparición de su herida, pensó Menou mientras guardaba la moneda.

Justo a tiempo, la madre de la niña se acercó, atenta a la conmoción. Al igual que Menou y Akari, parecía que también iban a tomar la ruta a Garm. Pero como eran de vagones diferentes, se separaron de la madre, la cual se despidió con una cara de disculpa mientras la niña las saludaba alegremente.

Menou les devolvió el saludo hasta que se perdieron de vista, y luego se giró hacia Akari.

—Te lo advertí, ¿verdad, Akari? No hagas nada que pueda llamar la atención. ¿Recuerdas que te están persiguiendo?

—¡P-Pero todo lo que hice fue curar un pequeño raspón–!

—Sin peros.

Menou pellizcó la mejilla de Akari y la miró a los ojos.

—Pudimos pasar desapercibidas esta vez porque se trataba de una niña. Pero deberías saber que en este mundo no hay encantamientos que puedan curar las heridas de las personas.

—¿Huh? —Akari parpadeó, con cara de sorpresa. —¿Pero la magia existe en este mundo, cierto?

—En cierto sentido, aunque aquí lo llamamos encantamientos. Pero no es el tipo de cosa que las personas ordinarias puedan usar fácilmente, y no existe ningún encantamiento que pueda curar instantáneamente una herida.

Los encantamientos no podían ser utilizados por cualquiera, aunque no estaban reservados exclusivamente a la iglesia. La escena de las burbujas de luz destacaba un poco. Sin embargo, aunque llamara la atención de algunos, era un camuflaje necesario para ocultar el hecho de que Akari había borrado una herida.

—Así que ten más cuidado. —Menou golpeó ligeramente a Akari en la cabeza con su puño.

—Ouchie.

—Sabes, no todos los encantamientos son todopoderosos. Por eso te persiguen, Akari. Abstente de usar tus poderes.

—Awww. Okaaay. ¡Lo que tú digas, Menou!

—Muy bien.

La respuesta de Akari fue desenfadada, pero Menou asintió satisfecha.

—Si ya quedo claro, subamos al tren. Viajaremos de noche, pero no pude conseguir un vagón cama, así que tendremos que conformarnos con los asientos normales. Prepárate para eso.

—Uh-huh. ¡No hay problema!

Akari sonrió e hinchó el pecho.

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Abordaron el tren y, al poco tiempo, éste partió de la estación sin problemas.

Pero unas horas más tarde, como si estuviera premeditado, el tren que llevaba a Menou, Akari y Momo se vio envuelto en un ataque terrorista.

***

 

 

Las ruedas de los trenes que conectaban las ciudades y pueblos de todo el continente eran impulsadas por un motor que funcionaba a base de Guía.

La energía almacenada en el motor se gastaba para hacer girar las ruedas, esparciendo chispas de Luz Guía en todas direcciones cuando el tren partía de la estación. Los vagones de primera clase, cerca de la parte delantera del tren (donde el viaje era más tranquilo), estaban reservados para los nobles y separados en lujosas habitaciones individuales.

E inequívocamente, la chica de este vagón de primera clase era una noble particular.

Ella lucía una singular melena rubia cual fresas brillando bajo el sol, y unos ojos tan azules como un cielo claro de verano. Y como haciendo alarde de su figura, su ligero vestido dejaba al descubierto una gran cantidad de piel en su espalda y su cintura.

En el asiento contiguo al suyo se encontraba una espada grabada con un elaborado escudo.

No traía consigo guardias ni asistentes. Pero incluso estando sola, su estatus era evidente. Simplemente rebosaba elegancia, producto de una superioridad abrumadora más que de una modesta facha de refinación. La mirada segura en sus ojos de acero reflejaba tanto su belleza como fuerza de voluntad.

Mientras miraba por la ventana, sus pensamientos pudieron ser oídos.

—Padre es un necio…

El padre de la joven era el rey de esta nación.

Ayer mismo, el rey se pasó de la raya al invocar a un par de Errantes. Y ahora estaba siendo tachado de hereje por esa transgresión.

La joven adivinó los motivos de su padre, y sin dudarlo, lo consideró un necio.

El rey reina, pero no gobierna.

Eso significaba una posición en La Nobleza.

Invariablemente, Las Fausto estaban siempre por encima de La Nobleza. Mientras que el Segundo Estado se encargaba de unificar a Los Comunes y presidir la nación, el Primer Estado—Las Fausto—tenía las llaves de todos los secretos más importantes del mundo.

Incluso con los títulos de nobleza o realeza, La Nobleza ni siquiera tenía sus propias fuerzas armadas. Los asuntos legales universales en todos los continentes, como los juicios y la acuñación de moneda, estaban bajo el dominio Las Fausto. Y los de La Nobleza estaban aún más restringidos por las numerosas técnicas y tecnologías consideradas tabú, por lo que era prácticamente imposible hacer cualquier movimiento tanto astuto como político.

Y aun con esas, La Nobleza era considerada la clase dirigente.

Resultaba cómico.

Por lo tanto, no era de extrañar que algún noble se adentrara de vez en cuando en lo prohibido e intentara ganar suficiente poder para rebelarse contra Las Fausto.


Ashuna no censuraría ese anhelo de volverse más fuerte; sin embargo, no aprobaba los métodos que su padre había elegido.

—¿Errantes? Ja. Ya han fracasado en el pasado…

Hace mucho tiempo, hubo una civilización en este mundo que prosperó con la ayuda del conocimiento de los Errantes y sus Purezas Conceptuales, pero aun así cayó en la ruina.

Y esta vez, parecía que los Errantes invocados ni siquiera habían dejado cadáveres.

Es probable que esto sea obra de las llamadas Verdugos de las que se habla a menudo en los rumores.

Al igual que la desaparición de ese pequeño escuadrón de caballeros de élite que se esfumó sin el menor éxito.

Y a pesar de que no quedo nada, el pecado de la invocación fue expuesto, por lo que se había iniciado una Santa Inquisición oficial.

Ashuna era la hija del rey, pero fue considerada ajena a este incidente y exonerada. Como la permanencia en la capital real no le aportaba más que malestar, la joven de espíritu libre inicio un viaje ella sola a la antigua capital de Garm, donde planeaba cruzar la frontera y abandonar la nación.

Era cierto que no estaba implicada en la invocación, y la iglesia no era tan cruel como para ejecutar a alguien por el mero delito de ser pariente del sospechoso.

El incidente no tardaría en resolverse, pero Ashuna seguía albergando una sola duda en su corazón…

La familia real no poseía los conocimientos ni la tecnología suficientes para intentar una invocación—y, aun así, su padre lo consiguió de una forma tan incuestionable que ahora estaba siendo juzgado por herejía.

—Ahora bien, ¿en qué clase de complot se vio envuelto mi padre, y quién se oculta detrás de él?

Mientras murmuraba en voz alta para sí misma, se oyó una ráfaga de pasos fuera de su puerta.

El sonido era demasiado ruidoso para ser producido por una persona. Un momento después, sin contemplaciones, la puerta de su habitación privada se abrió y varios hombres armados se agolparon dentro.

—Perdone. ¿Su Alteza Ashuna, verdad?

Los hombres maleducados que la rodeaban llevaban pistolas cargadas con Fuerza Guía. Mientras le apuntaban a la princesa, Ashuna miró los cañones con una expresión de aburrimiento.

—En efecto. Soy Ashuna Grisarika, la hija menor del rey de La Nobleza en esta nación.

A pesar de tener armas apuntando hacia ella, la joven no mostró ni una pizca de miedo, y se presentó a pesar de lo repentino de la situación. Su actitud imperturbable, y hasta pedante, confundió a los hombres que la apuntaban con sus armas.


Cuando uno de ellos empezó a vacilar, la joven apoyó su barbilla en una de sus manos y sonrió ferozmente.

Ella nunca se rebajaría.

Sabía muy bien que los de La Nobleza no eran muy diferentes de perros falderos con correa; mas eso nunca magullaría su orgullo.

—Ahora bien, audaces sinvergüenzas. ¿Quiénes son ustedes para apuntarme con sus armas?

Ashuna Grisarika se dirigió a los rufianes con toda la dignidad de un monarca.

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