Watashi, Nouryoku Wa Heikinchi De Tte Itta Yo Ne! (NL)

Volumen 10

Capítulo 77: El Reino de Trist.

“Deberíamos quedarnos en esta ciudad por un tiempo”, propuso

Reina, y fue recibida con aceptación del resto.

Con el asunto de la princesa terminado, Pacto Carmesí se detuvo en el salón gremial para presentarse como siempre, antes de escoger una posada. Era mejor hacer esto antes de rentar una habitación, en caso de que se toparan con una misión tan buena que necesitaran hincarle el diente de inmediato, Era poco probable que tales misiones siguieran disponibles a esta hora del día, pero para Pacto Carmesí, siendo quienes eran—el tipo de gente rara que escogería incluso una misión de marca roja si llamaba su interés— no era imposible.

Ding-a-ling.

Al entrar, escucharon el familiar timbre del Gremio de Cazadores—para nada como esa vez que se toparon con la ramita con la campana rota. Y entonces…

Mirada fija…

Todos los ojos del salón gremial se fijaron en ellas. Un tercio de los cazadores alejaron la mirada de inmediato, otro tercio continuó examinándolas aunque pretendieron desviar la mirada, y el tercio restante siguió mirándolas sin vergüenza… Sin dudas, para ellas era algo normal.

Qué bien… pensaron las cuatro. Obtener una respuesta tan predecible les daba la misma sensación de confort que uno sentiría al regresar a su posada favorita. Obtener una reacción diferente podría haberles dado qué pensar, o hacerlas sospechar que algo andaba mal.

“Somos Pacto Carmesí, de la rama gremial de la capital del Reino de Tils. Estamos en un viaje de entrenamiento”, Mavis anunció a la habitación al entrar, recibiendo respuestas variadas y un número de saludos casuales en respuesta. La trabajadora en el mostrador asintió gentilmente.

Nadie podía discutir con un saludo así. Para emprender tal viaje, debían ser de rango C o superior. Por lo tanto, probablemente nadie se acercaría a decirles cosas como: “Tch, ¿qué se supone que unas niñas andan haciendo como cazadoras?”. Ser denigradas en tierras extranjeras era un deshonor no solo para tu grupo, sino para la rama gremial desde la cual vienes, y las chicas tendrían justificado responder con fuerza a cualquiera que las ridiculizara así. Aun si el ridiculizador resultara gravemente herido, todos reconocerían que sería por haber sido un tonto. Los empleados del gremio verían con ojos fríos, y nadie iría en su rescate.

Hasta ahora, las únicas personas que las habían fastidiado en las ramas gremiales habían sido aquellas interesadas en sus habilidades mágicas, o específicamente, en la magia de almacenamiento de Mile. Fuera de eso, la opinión general era que todas, excepto por Mavis, eran “demasiado jóvenes” para ser novias adecuadas, y que todas, excepto Pauline, eran “demasiado pequeñas” para lo mismo.

Lo cual hacía que uno se preguntase… ¡¿”Muy pequeñas” en qué sentido?!

Por supuesto, el hecho era que Pacto Carmesí pronto sería bien conocido por estas partes, con demandas por su tiempo y atención rápidamente multiplicándose. Eso, también, era parte de lo usual.

“No hay nada bueno aquí”. De nuevo, como siempre.

“Como sea, no necesitamos apurarnos a conseguir otra misión justo ahora. Descansemos hoy, encontremos algo bueno para comer, y vámonos a dormir”, dijo Reina.

“¡Entendido!”, las otras tres dijeron al unísono.

Y así, Pacto Carmesí dejó el salón gremial.

“Me pregunto qué tal será este lugar”, murmuró Reina.

Tras revisar un número de posadas, Pacto Carmesí se paraba ahora frente a un establecimiento de clase un poco superior a la que cazadores de rango C utilizarían. Los cerrados bolsillos de Pauline evitaba que acumularan gastos verdaderamente frívolos, pero como un grupo con la capacidad de hacer compras que serían impensables para un grupo novato de rango C normal, Pacto Carmesí hacia el esfuerzo de evitar posadas donde ser un grupo compuesto en su totalidad por chicas causara problemas. Del mismo modo, evitaban establecimientos frecuentados por personas particularmente toscas. Incluso Pauline aceptaba que este era un gasto necesario.

“Pues, si no es bueno, podemos quedarnos en otro sitio mañana.

¿Qué tal si probamos este?”.

Pauline aceptó, y entraron a la posada.

“Disculpen, ¿tendrán habitaciones para cuatro disponibles?”,

preguntó Reina al entrar.

“¡Bienvenidas! ¡Por supuesto, tenemos vacantes!”, respondió la chica sentada en el escritorio de recepción, quien tenía una edad de alrededor de dieciséis o diecisiete años. Ella era más pequeña que Mavis, pero ligeramente más alta que Pauline.

“Tch, para nada bueno…”, murmuró Mile, de forma absurda.

Mavis rápidamente puso una mano sobre la boca de Mile.

Mile parecía haber adquirido cierto libertinaje últimamente— ella, por extraño que parezca, ahora carecía de la prudencia que había tenido durante su tiempo como Misato. Lo que había tachado de “para nada bueno” era que la recepcionista no era una jovencita linda ni tenía orejas de animal o elfo. Por suerte, la chica no escuchó el comentario de Mile. Al menos, nada sobre el comportamiento de la chica había cambiado… aunque era igual de posible que hubiera escuchado y simplemente ignorado las palabras de Mile. Tales cosas eran ocurrencias comunes cuando trabajabas en recepción, aunque probablemente era raro escucharlo viniendo de una chica más joven que tú, en lugar de un anciano borracho…

Mientras Pauline confirmaba a qué hora se servía la comida y se encargaba de los pagos como siempre, Reina se ocupaba golpeando a Mile en la cabeza con su báculo: “¿Por qué siempre eres así con las chicas de las posadas, aun cuando eres tan de mente abierta en todo lo demás?”.

“¡D-Duele! ¡Reina, eso duele!”.

Por supuesto, no se podía evitar. Ese era el tipo de criatura que era Mile. Estaba dándole voz a sus verdaderos deseos que habían acechado en las profundidades del corazón de Misato, hace mucho tiempo…

“¡Escucha, decidí que siempre y cuando no cause problemas a alguien más, voy a vivir de forma honesta conmigo misma!”.

Reina    intervino.   “¡Pues   a    nosotras    nos   estás    causando problemas!”.

“¡Muy bien! Vámonos a la habitación. Está en el segundo piso.

¡Vamos, vamos!”. Habiendo terminado de pagar, una avergonzada

Pauline las apuró a moverse, haciéndolas subir las escaleras.

La recepcionista se hundió de hombros con una sonrisa amarga.

Aparentemente, las había escuchado, fuerte y claro.

“Bueno, este sitio no es tan malo. Apesta que no tenga baño, pero las habitaciones y camas son decentes. Si la comida es mala, podemos comer en otro sitio. Si los otros clientes no son raros, quedémonos por un tiempo”, propuso Reina.

Todas asintieron. Al igual que con la capital de Tils, donde se registraron como cazadoras, no había razón para que se quedaran durante largos periodos de tiempo. A lo mejor, estarían aquí un par de días.

“Mañana, vamos al salón gremial antes de la segunda campanada de la mañana y esperemos a que las nuevas misiones sean publicadas. Si no hay nada bueno, podemos tomar algunas misiones de recolección y exterminación diarias para entrenar un poco. Quiero darle a Mavis la oportunidad de probar su nueva técnica”, explicó Reina con una sonrisa.

“Muy bien…”. Mavis se veía un poco inquieta, pero era natural que las otras quisieran entender las habilidades de los miembros de su grupo. Y ella quería presumir sus nuevas habilidades… Simplemente estaba un poco avergonzada.

“¡Entonces está decidido! ¡Vayámonos a dormir temprano hoy!”.

Incluso si habían hecho la mayor parte de su viaje en carruaje, viajar seguía siendo agotador. Las chicas siempre dormían pesado la primera noche que llegaban a una nueva ciudad. Si cazadores normales—quienes dormían enrollados en sus túnicas al aire libre— escucharan que Pacto Carmesí—quienes dormían en catres dentro de una tienda—decía que viajar era “agotador”, estarían más que dispuestos a darle una paliza a las chicas. Por eso, las chicas normalmente se mantenían calladas sobre sus hábitos de viaje.

Satisfechas de manera considerable con la cena de la posada, las chicas gentilmente cayeron dormidas.