Watashi, Nouryoku Wa Heikinchi De Tte Itta Yo Ne! (NL)

Volumen 10

Capitulo 76: El Brillo de la Vida II

Parte 3

 

 

Desde ahí, su viaje continuó sin incidentes. Cuando cruzaron la frontera, la cual meramente estaba marcada con pilares a ambos lados del camino, algunos soldados, quienes parecían haber armado un campamento en los campos a un lado del camino, se acercaron.

“Hemos estado esperando su llegada, su Maje—”.

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El líder de los guardias sacudió su mano frenéticamente mientras que los otros dos pusieron sus manos sobre sus bocas. Al ver esto, el hombre que parecía ser el comandante de los soldados detuvo sus palabras de golpe.

Cuando se trataba de contratar cazadores, era una violación falsificar los contenidos de una misión, pero no había nada malo en pedir que los cazadores no preguntaran por la identidad de cierta persona… siempre y cuando no se retuviera información vital como por ejemplo el número o capacidades de las personas persiguiéndolos. Los cazadores eran libres de rechazar una misión que no brindara toda la información, pero, asimismo, el cliente era libre de buscar a otro cazador que aceptara la misión según sus términos.

Dado que el líder de los guardias había reaccionado de inmediato a la aparición de los soldados, y que el comandante de los soldados les había hablado en primer lugar, era probable que ambos hombres se conocieran desde antes. Además, Mile, posicionada en un ángulo frente de la doncella, por si acaso, podía bloquear espadas enemigas o fácilmente levantar una barrera.

“¡Capitán!”.

Otro individuo, vestido diferente a los demás hombres pero que parecía ser algún tipo de soldado también, vino corriendo desde detrás del comandante.


“Krywen, has completado tu tarea espléndidamente. ¡Gracias por traer estas tropas a nuestra ayuda!”. El líder de los guardias ofreció sus agradecimientos al hombre. Parecía que él había sido enviado de antemano como mensajero.

“¿Y los demás? ¿Se separaron durante el combate?”.

Los tres guardias guardaron silencio y bajaron sus cabezas hasta que el líder habló, su mano colocada sobre su corazón.

“Están aquí. ¡Estarán con nosotros, por siempre y para siempre!”.

Escuchando esto, los soldados sacaron sus espadas al mismo tiempo y las sostuvieron verticalmente frente a sus cuerpos. Una oración, para enviar a los valientes guerreros caídos en batalla al Valhala…

“Muy bien, supongo que eso es todo…”.

Pacto Carmesí había completado su deber. En este punto, la seguridad de la doncella estaría más o menos asegurada— siempre y cuando nadie de este otro país estuviera decidido en usarla como peón político y regresarla a su tierra natal.

“No podemos agradecerles toda la ayuda que nos brindaron. Les aseguramos que regresaremos el favor algún día. Nuestra señorita quedará bajo cuidado de su tía, quien se casó con un hombre de este país para convertirse en la rei—reghk-hm, kwahhah, kwee- heehee…”.

Tal parece que quiso corregirse a la fuerza, pero ningún sustituto adecuado para la palabra “reina” pareció ocurrírsele.

¡Tch! ¡No todos pueden ser unos maestros en los juegos de palabras! Pensó Mile de forma engreída, viéndolo desde su metafórico trono.

Finalmente, tras unos titubeos más, el líder de los guardias se rindió en tratar de ocultarlo. La tía de la “doncella” era la reina, así que, sin duda alguna, parecía que las probabilidades de que fuera vendida de regreso a su tierra natal eran minúsculas.

“Muy bien, a todas ustedes, ¡buen viaje!”. “E-Em…”.

Mavis, quien había dado palabras de despedida como representante del grupo, fue detenida por la doncella.

“¿Qué sucede?”, preguntó Mavis, deteniéndose y volteando a verla con una sonrisa.

“E-Em, uh…”.

Los labios de la doncella no parecían poder formar las palabras que buscaba. Sería una cosa si sólo sus guardias estuvieran presentes, pero había soldados de estas tierras también.

“M-Mi nombre. Es Eltreya. Pero cuando nos volvamos a ver, por favor llámame El”.

Mavis asintió ligeramente en respuesta.

“Muy bien, que tengas un buen viaje, my lady…”, dijo, extendiendo su dedo índice y tocando la punta de la nariz de la doncella.

La doncella jadeó con sorpresa, sonrojándose, mientras Pacto Carmesí se alejaba de ella y sus guardias.

Y entonces, Pacto Carmesí siguió viajando. A un nuevo reino. En búsqueda de nuevas aventuras…

“¡Señorita Mavis! No está comprometida, ¿cierto? En ese caso, podría venir a nuestro país, y…”.

Obviamente, no había otro sitio más que la capital para que la doncella y sus antiguos guardias fueran. Percatándose de que compartían un mismo destino, no hacía falta decir que la doncella había pedido a los carruajes provistos para ella y sus hombres que alcanzaran a Pacto Carmesí.

Por supuesto, Mavis no fue capaz de ignorar los ojos suplicantes de los guardias mientras la doncella decía a los miembros de Pacto: “¿qué tal si nos acompañan? No podrían decir que no, ¿verdad…?”. Fueron esos ojos los que les expresaon que, si Pacto Carmesí no la acompañaba, las vidas de los guardias serían un infierno en vida. Incluso si rechazaban la oferta de la chica, ella sin duda alguna haría que les siguieran el paso y se mantuvieran cerca hasta llegar a la capital. Comparado a eso, ir en el mismo carruaje parecía preferible.

O eso pensaron…

“Señorita Mavis, creo que siento un ligero dolor en el pecho.

¿Podría implorarle que usara esa técnica secreta suya de nuevo?”.

Sálvenme… Mavis rogó con sus ojos, pero Reina pretendió no notarlo, Pauline simplemente miró con una sonrisa, y Mile no parecía inclinada a intervenir. En su lugar, sus ojos resplandecían extrañamente mientras murmuraba una peculiar observación: “¡Es como Hoshigumi! ¡¡Tsure-chan!!”.

***

 

 

“¡No lo puedo creer! ¡Ustedes chicas son de lo peor!”. Cuando se detuvieron a descansar, Mavis se quejó de sus compañeras, mientras la doncella se retiraba para “recoger flores”.

“No sé de lo que hablas”. “Yo tampoco tengo idea”.

“¡He he he! ¡Gracias por la comida!”.

Reina y Pauline se rehusaban a reconocer las quejas de Mavis, mientras que la mente de Mile parecía estar por completo en otro lado.

“Esa chica de quiere a ti. ¿Qué se supone que hagamos nosotras?

O mejor dicho, ¿qué esperas que hagamos nosotras?”. “Em…”.

Quizás sintiendo un poco de lástima por Mavis, quien se veía totalmente perdida, Pauline ofreció palabras de consuelo.

“Aguanta un poco más. Por ahora ella no puede revelar oficialmente su estatus, pero cuando lleguemos a la capital, todo habrá acabado. No puedo imaginar que nos lleven hasta el palacio— y además, una princesa que podría ser asesinada en cualquier momento no va a poder pasear por la ciudad. Las esperanzas de un sinfín de personas, y las vidas de muchos otros que se entregaron en servicio de esas esperanzas, descansan sobre sus hombros. Estoy segura que ella sabe que no puede exponerse al peligro por sus propios deseos…”.

Una expresión de tristeza apareció en las caras de Pauline, Mavis, y Reina, pero Mile simplemente inclinó su cabeza a un lado.

Siento que esa chica y yo tenemos algo qué compadecer…

Las otras tres se habrían reído con incredulidad si pudieran haber escuchado la voz dentro de Mile.

Mile siempre escogía el camino imprudente si era probable que fuera siquiera un poco más divertido, y no escatimaba en esfuerzos por el bien de dar una respuesta graciosa.

Sin duda, ese era el tipo de persona que Mile era…


Cuando la doncella regresó, los carruajes comenzaron a moverse de nuevo.

“Por cierto, Mile, ¿cómo resultaron las cosas con el tutor mágico?”, Mavis preguntó al resto, habiendo escapado de alguna forma de los asaltos de la doncella. No estaba tratando de hablar para matar el rato; Mavis estaba genuinamente preocupada. Todo el tiempo que pasó trabajando para cultivar una nueva técnica habría sido en vano si todas las demás progresaron mucho más en ese tiempo.

Bueno, eso tampoco era del todo cierto. Aunque subían de nivel individualmente, el grupo se volvía exponencialmente más fuerte en conjunto. El crecimiento de sus amigas debería ser algo maravilloso… Aun así, Mavis quería cerrar la brecha entre ellas.

¿Qué haría si ellas se habían alejado de ella incluso más?

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Mile, quien no tenía forma de saber esto, asumió que Mavis esperaba escuchar sobre cómo sus amigas habían crecido. Y por eso, fue con una solemne expresión que respondió: “B-Bueno, pues…”.

“¡Fue peor que una pérdida de tiempo!”, intervino Reina.

“¡Sí, peor! ¡Fue casi un desperdicio de dinero!”, dijo Pauline.

La cara de Mile había bajado, Reina estaba enojada, y Pauline se veía totalmente irritada. Aparentemente, las cosas no habían resultado como querían.

“Él se promocionó como un antiguo mago de la corte, así que eso esperábamos, pero… Mira, yo estudio de forma individual casi siempre—sólo recibí algunas clases en la academia y en la escuela de preparación, así que pensé que al menos esta vez, sería bueno tener un poco de entrenamiento riguroso de un mago de primera, pero…”.

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“No salió bien, ¿o sí?”.

“No… Digo, nos dejó observar, y nos mostró algunos ejercicios de prueba y nos dio algunas indicaciones, pero…”.

“Su silent casting era más lento que el nuestro, y sus hechizos ofensivos eran más débiles que los nuestros, y sus hechizos perforadores de defensa no podían ni sacudir nuestras barreras,

¡mucho menos atravesarlas!”, intervino Reina.





Pauline continuó: “Al final nos gritó: ‘¡¿Qué son, unas agentes secretas o algo así?! ¡Largo de aquí!’. ¡Nos tiró arena! ¡Si lo que quieres es exorcizar algo, ¿no se supone que tires sal?! ¡Fue tan tacaño que ni siquiera quiso usar sal! ¡¿No siente vergüenza?!”.

Pauline pareció haberse aferrado a un muy extraño detalle.

¿Quizás encontraba imperdonable que no hubieran tenido la oportunidad de adquirir un bien hogareño del día a día? Irónicamente, ella no habría dudado en usar un sustituto diciendo: ‘¡No pasa nada, sólo lo hacemos para guardar las apariencias!’…

¡Uf! Parece que no consiguieron nuevos hechizos al menos… Esperen, ¡¿qué quise decir con eso?! Mavis se encorvó, agarrando su cabeza mientras se percataba de los pensamientos evidentemente poco caballerosos flotando en su mente. Justo entonces, sin embargo, otro pensamiento se le ocurrió.

¿Eh? ¡Esperen! ¿Eso no significa que esas tres estaban tan por encima de un antiguo mago de la corte que no pudieron aprender nada de él? Lo… cual… significa que…

Sería lo mismo a que si ella sobrepasara a su antigua profesora, Ladimarl.

Imposible.

Estaba tan desconcertada que una de las frases sin sentido favoritas de Mile flotó hacia su cabeza: Sentía gran asombro. Gran asombró-coli con limón1.

Viendo a Mavis preocupada, la doncella le habló: “Em, ¿Señorita Mavis? Ese antiguo mago de la corte que abrió una escuela en aquel pueblo— de casualidad, ¿se llamaba Gillarick?”.

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“Ah, Sí. ¿Por qué la pregunta?”, Mile respondió, puesto que Mavis no estaba en condiciones de hacerlo. En primer lugar, Mavis no habría podido responder, ya que no sabía nada sobre esa escuela de magia.

“¿Eh…?”.

Hubo un sonido de colectiva sorpresa venido de la doncella y sus tres guardias, además de una cuarta persona: su aliado que iba adelante. Aunque estuvieron montando el mismo carruaje, los hombres habían estado en completo silencio, pero ahora no pudieron aguantar.

“¿Más fuertes… que Sir Gillarick? Están bromeando… No, esperen, no me parece que bromeen…”.

1 Tal parece que, en volúmenes pasados, el traductor anterior eliminó por completo este juego de palabras. En inglés, la frase es “amaz-eggs with bacon” (literalmente “asombrada-huevos con tocino”), así que, para tratar de mejorar la traducción, se buscó un equivalente que se usará de aquí en adelante.

Quiero irme a casa. Con este pensamiento unificado en sus mentes, los cuatro guardias adoptaron la misma pose encorvada de Mavis.

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Esa noche, armaron un campamento.

Nadie presente era tan estúpido como para sugerir rentar un cuarto de lujo en alguna posada de alguna ciudad sólo porque la princesa los acompañaba. Su escape seguía siendo un secreto hasta que llegara un decreto oficial de la Corona, o cuando la princesa misma lo declarara. Los movimientos de los soldados estarían relativamente restringidos en una posada, haciéndolos vulnerables a asesinos. Y, llegados a este punto, su princesa ya había pasado un sinfín de noches en circunstancias peores. Esto ya no era nada para ella.

Además, a una doncella de nacimiento noble no le importaría ser vista dormida o en ropa interior por campesinos. Era parecido a como a cualquier señorita no le importaría que un perro o mono la viera…

“¡Eso no es verdad! ¡A mí me importaría! ¡A mí me importaría muchísimo!”, la princesa gritó, habiendo escuchado a Mile proponer lo anterior. El grado de su enojo hacia Mile, por quien antes se había sentido tan agradecida, era prueba sin duda de que esa aserción había ofendido las sensibilidades de la chica. “En serio, qué tipo de…”.

Para aliviar los exaltados nervios de la doncella, Mile rápidamente produjo una tienda desde su inventario.

“¿Qué…?”.

Como siempre, los ojos de los soldados se abrieron con sorpresa. Los tres guardias, sin embargo, simplemente veían con resignación. Habían pasado varias noches a la intemperie entre aquella noche en la posada y su llegada a la frontera. Era imposible que Mile hubiera sido tan negligente como para no proveer la tienda y algunas provisiones para la princesa… por supuesto, eso según una tarifa inflada extra propuesta por Pauline.

“Guh.. Uwuh… Gh…”.

El capitán y los soldados que se les unieron en la frontera estaban bien informados sobre los tabús básicos de los cazadores. Por lo tanto, con nobleza se aguantaron todas sus preguntas, las cosas que desesperadamente deseaban decir, todas las palabras que gritaban en sus corazones, enterrándolas en lo más profundo con todas sus fuerzas…

¡Bam! ¡Bam! ¡¡¡Bam!!!

“Filete de orco, una moneda de plata cada uno. Filete de lagarto de piedra, tres monedas de plata. Estofado de carne y vegetales, ¡ocho monedas pequeñas de plata!”.

“¡¿Qué demonios es esooooooo?!”

Viendo la estufa y la montaña de ingredientes que Mile había producido, los soldados no pudieron retener más sus preguntas. Además, ¿por qué Pauline propondría tal mal trato? Con tan pocas personas, sus ganancias serían minúsculas comparadas a aquella vez con los soldados imperiales. ¿Quizás seguía enojada por haber perdido tanto con su tarifa de escolta?

“¡No es eso!”, gritó Pauline, venas pulsando en su frente, al comentario monótono de Mile. “¡Proveer servicios gratis sin una buena razón sería una blasfemia contra los dioses del comercio! ¡Las únicas veces que haremos algo gratis será cuando eso beneficie nuestro balance final o como un agradecimiento especial!”.

“¡Ah, ya veo!”, dijo Mile sinceramente.

Sin embargo, algo parecía raro en los soldados.

“¡¿Por qué nadie quiere comprar nada?!”.

Reina, quien había estado trabajando en preparar la comida, usó su magia de fuego para encender la estufa. La carne venía pre- cortada y había sido salteada con especias, así que los primeros dos trozos estaban listos para la parrilla. La sopa solo necesitaba calentarse, y una vez Reina lentamente metió una bola de fuego en esta, rápidamente hirvió. (Decidieron no usar la magia de calentamiento oscilatorio molecular de Pauline para que ese poder particular siguiera siendo un secreto).

Y sin embargo, los soldados no habían comprado nada. No parecía que no estuvieran interesados en comprar— ellos dudaban, mirando la carne en la parrilla y la olla de sopa. Era muy poco probable que una pequeña unidad como la suya, a mitad de una misión, tuviera suficientes raciones a la mano.

Entonces, ¿por qué…?

“Ah… Disculpa, señorita. Estamos en una misión de nivel tres. Eso significa que no se nos permite comer nada excepto las raciones que trajimos nosotros mismos, por temor a envenenarnos y morir. En serio, desearíamos poder comer todo eso, pero simplemente no podemos”.

“¿Qué…?”. Pauline se congeló en su sitio antes de colapsar en el acto.

***

 

 

“… ¡Maldición! ¡Maldición, maldición, maldición!”.

Pauline se sentó en su catre dentro de la tienda, golpeando su almohada repetidas veces, un aura de descontento saliendo de todo su cuerpo. Parecía sentirse bastante resentida por cuán mal habían resultado sus artimañas estos últimos días. Hacer negocios significaba toparse con buenos y malos días. Cuando se te acababa la suerte, era mejor poner una sonrisa y mirar el lado bueno de las cosas, pero Pauline todavía no poseía tal disciplina.

“Oh, eso me recuerda. ¡Hiciste un progreso asombroso, Mavis!

¿Fue una técnica nueva la que aprendiste? ¡Fue realmente genial!”.

Ignorando la condición de Pauline, Mile cambió la conversación a Mavis… aunque era un poquito sorprendente que el tema no hubiera salido en los tantos días después de su batalla. Todas, excepto por Mile, probablemente pensaban que era de mala educación empezar una conversación así con terceros presentes. Mavis había estado totalmente exhausta el día de la batalla. Tras llegar a la posada y separarse del grupo de la doncella, habían charlado un poco, y había básicamente caído dormida en la cama. Desde entonces, la princesa había estado pasando las noches junto a las miembros de Pacto Carmesí, durmiendo en un catre en la misma tienda. En serio, no habían sido capaces de abordar el tema, y todas además de Mile lo habían olvidado ya.

Ni Reina ni Mavis estaban sorprendidas de que Mile mencionara esto ahora, a pesar de que Eltreya estaba presente.

Tal vez esto sirva para cambiar el aura aterradora emanando de Pauline… Pensó Reina.

Mavis asintió sin hablar. Supongo que está bien que la Señorita Eltreya escuche esto… Aquella fue una técnica que había adquirido bajo el tutelaje de un antiguo caballero del palacio; no era algo que necesitara ocultar. Podía considerarse parte de un combate normal.

Y así, Mavis comenzó el cuento de su entrenamiento y su nueva técnica…

“¡¿¡¿Quéééééé?!?!”.

Hubo un grito de sorpresa de Reina, Mile, Eltreya, e incluso Pauline.

“¡¿C-C-Cómo pudiste aprender una técnica así en tan poco

tiempo?! ¡Ni siquiera un mago normal podría hacer algo así!”.

“Ese tipo de ganancia luego de tu inversión es ridícula—

¡quince monedas de oro pequeñas bien gastadas!”.

“Señorita Mavis, ¡usted es asombrosa! No solo fue capaz de estudiar bajo Ladimarl, un antiguo caballero imperial veterano, sino que pudo dominar esa técnica definitiva… ¡Es una hazaña merecedora del título héroe!”.

Aparentemente, el hombre con quien había estudiado Mavis era alguien de relativo renombre. Aunque era debatible si esto podía llamarse técnica “definitiva”, dado que no podía usarse directamente en un oponente…

Mile, por otro lado, estaba desconcertada.

¡¿Quééé?! ¡¿¡¿C-Cómo pudo pensar en algo así por su cuenta?!?! Mi magia de búsqueda utiliza a las nanomáquinas que envíe para que me traigan reportes, pero esto es diferente. ¡Esta es una aplicación completamente innovadora! Y el hecho de que pudo enviar nanomáquinas desde su propio cuerpo e inyectarlas directamente en el de alguien más… ¡Eso básicamente es magia curativa, ¿no es así?!

Ella no puede liberar magia en el mundo, pero pensó en esta técnica independientemente y logró implementarla al primer intento…

Si tan solo Mavis tuviera la predisposición de ser capaz de usar magia normalmente. Con esa intuición creativa suya, su sincero y serio corazón, y su tenaz determinación… podría volverse una usuaria mágica capaz de sobrepasar a Reina y a Pauline— ¡y quizás incluso a un caballero mágico!

Esperen, ¡eso no es verdad! ¡Ella ya es una asombrosa caballero mágica! Aun así, si esto sale mal, y ella sigue mejorando su poder espiritual (es decir, su magia) hasta algo que supere los poderes de un mago normal…

Un retorcido sentimiento pasó a través de Mile— Una mezcla de alegría por los logros de Mavis, y miedo por lo que vendría después…

Watashi Nouryoku Volumen 10 Capitulo 76 Parte 3 Novela Ligera

 

Después, como siempre, Mile empezó a contar uno de sus cuentos japoneses.

“‘J-Justo hace un m-momento…’, dijo el cliente sin aliento, a lo cual la chica de la tienda respondió, girándose: ‘¿su pecho era asíííí?’.

“‘¡Eeeek! ¡N-No! ¡N-No hay nada ahí! ¡Nada en lo absoluto!

¡¡¡Es el fantasma sin pechos!!!’”.

“‘Y así, el hombre corrió con todas sus fuerzas, lejos de la chica y su aterrador busto…’ ¡¡¡E-Esperen, qué grosero!!!”.

Mile detuvo su historia a la mitad y se metió bajo las sábanas. Reina y la señorita Eltreya, por otro lado, escuchaban sin energía, ni vida, ni luz en sus ojos…

A la mañana siguiente, mientras desayunaban, Mile repentinamente gritó: “¡El busto es sólo una decoración! ¡Los pervertidos jamás podrán entenderlo!”.

“¿Pero no es mejor tener decoraciones?”, las protestas de Mile fueron rápidamente derrotadas por esta totalmente inocente pregunta de Mavis.

“¡Guh! ¡C-Cállate!”.

Por supuesto, tanto la historia de la noche previa y la conversación durante el desayuno fueron obra de Mile, así que ciertamente, estaba cosechando lo que sembró. Este debería haber sido el sitio perfecto para una broma de auto desprecio— pero a pesar de ser una autora de comedia, Mile no pudo hacerlo. Y así, se secó gentilmente sus lágrimas, mientras Reina y Eltreya, golpeadas por sus balas perdidas, colapsaron sobre la mesa…

***

 

 

Varios días después…

“Muy bien, hasta aquí llegamos”.

El grupo había logrado llegar a la capital del país vecino. Poco antes de que la puerta que servía de entrada a la ciudad amurallada—o mejor dicho, la puerta que permitía acceso a las murallas exteriores—las miembros de Pacto Carmesí se despidieron del grupo de la princesa.

Si Pacto entraba a la ciudad junto con el grupo de Eltreya y los soldados locales, probablemente serían confundidas con sus asociados. Pauline había dicho que sospechaba que quedarse con el grupo de la princesa sería malo para sus ganancias, pero en realidad, ella simplemente no quería meter sus narices en una disputa de la familia real. Después de todo, Pacto Carmesí no era más que un grupo de cazadoras novatas de rango C…

Escuchando a Mile decir esto, los tres guardias murmuraron: “Nada más que…” y “cazadoras de rango c…”, todo rastro de vida desaparecido de sus ojos.

Pacto Carmesí se dirigió a la fila de entrada normal mientras el grupo de Eltreya procedió por las puertas para nobles, soldados, y otros grupos oficiales. Eltreya se inclinó fuera de la ventana de su carruaje, pareciendo tratar de gritarle algo a Mavis, antes de ser arrastrada de regreso al interior por sus guardias y de que cerraran la ventana.

“Por fin se acabó…”, murmuró Mavis con una mirada seria, sus sentimientos sobre el asunto más que claros.

“Bueno”, dijo Pauline, “no creo que vaya a necesitar escapar del país de nuevo pronto, y estoy segura que se ocultará por un tiempo. Ciertamente no va a estar caminando por la ciudad, así que dudo que volvamos a cruzar camino o a tener que relacionarnos con ella de nuevo”.

A esto, Mavis asintió ferviente y alegremente.

***

 

 

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“¡¿Qué tipo de poderoso Primer Pelotón Imperial resultaron ser?! ¡¿Esperan que crea que mis hombres más fuertes fueron derrotados por dos niñas con espadas?! Qué infantiles y transparentes mentiras… ¡Esto es equivalente a gritarle al reino— no, a todo reino en el continente—que los guardias imperiales no reconocen la soberanía del rey actual!”, gritó el Rey, mientras el primer ministro veía con frialdad. “¡Estoy muy al tanto que existen muchos que no me reconocen como su rey! ¡Por eso debemos eliminar a Eltreya! Mantenerla en arresto domiciliario resultó mal.

¡Maldición! Al menos deberíamos haberla torturado hasta que

quedara sin ánimos…”.

Aunque sólo el primer ministro estaba presente de momento, seguía siendo desconcertante que el rey dijera tal cosa en voz alta.

“Entre Eltreya y esa diosa… ¿Cuál era su nombre? Estoy seguro

que el comandante dijo que era…”.

“La Diosa El, creo recordar”, dijo el primer ministro. “¡C-Cierto, eso!”.

La cara del primer ministro se endureció al decir el nombre de la diosa, aunque el rey no mostró reacción clara. El primer ministro llevó su cara a una igualmente blanca expresión, pero en el fondo, no podía dejar de sonreír.

El rey siempre se refería a su nieta por su nombre completo: Eltreya—al igual que las personas a su alrededor, cuando se encontraban conversando con el rey. Sin embargo, entre ellos, todos se referían a la chica con un nombre diferente y abreviado.

Señorita El.

Mientras tanto, rumores de soldados y mercenarios estaban esparciéndose rápidamente por la capital.

“¡La diosa El derrotó a una horda de monstruos por su cuenta!”.

“¡La diosa El derrotó a un batallón de soldados ella sola sin matarlos y los reprendió por cometer un acto de agresión contra otro país!”.


“¡La diosa El va a salvar nuestras tierras!”.

Conforme las historias eran embellecidas, la leyenda creía. Esto era extraordinariamente útil para cierto grupo de personas.

Era como si la diosa misma hubiera extendido su mano a ellos.

Seguramente no podía ser gracias a las acciones de cierta niña

amante de los juegos de palabras…

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