Watashi, Nouryoku Wa Heikinchi De Tte Itta Yo Ne! (NL)

Volumen 10

Capitulo 76: El Brillo de la Vida II

Parte 1

 

 

Watashi Nouryoku Volumen 10 Capitulo 76 Parte 1 Novela Ligera

 

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“¿Q-Q-Qué…?”, el líder de los guardias se quedó sin palabras.

Los enemigos, también, se congelaron en su lugar.

Mavis se giró hacia los guardias y dijo: “Cuando muera, contacten a mis compañeras. Ellas contactarán a mi familia. Y si pueden, por favor díganles que luché con valor…”.

Obviamente, ella ya había informado que podrían contactar a sus compañeras si iban al gremio de la siguiente ciudad—y que, si enviaban una solicitud directa a Pacto Carmesí, el grupo los ayudaría a llegar a la frontera.

Ella continuó: “acabaré con la mitad de los enemigos y heriré a la otra mitad para que no sean capaces de combatir. Cuando termine, por favor tomen a la princesa y escapen. Uno de ustedes debe quedarse con ella hasta el final. Los otros dos serán sacrificios.


¡Deténganlos tanto como puedan!”.

“¡Qué tonterías! ¡¿Esta mujer realmente cree que puede lastimarnos a nosotros treinta y uno?!”, gritó el comandante enemigo. No había rastros de malicia en su voz. Quizás pensaba que Mavis, lista para morir, había hecho esta declaración simplemente para darse ánimos.

Pero Mavis estaba determinada, y habló en serio.

“Lord Aylemain, ¿podría permitirnos un poco de su tiempo?”,

habló el líder de los guardias.

Parecía que conocía al comandante enemigo. Dado que Mavis ya se había referido a la chica como “princesa”, estaba claro que todo estaba al descubierto. Sin embargo, al no saber las intenciones de sus oponentes, el comandante no afirmó ni negó en respuesta.

Tomando esto como una aceptación tácita, el líder de los guardias se giró hacia Mavis. “¿Podría pedirte que fueras nuestra vanguardia y aceptaras un reconocimiento temporal?”.

“¿Eh?”.

Reconocimiento temporal. Esto significaba que un soldado era titulado caballero en el campo de batalla en propósito de sólo esa batalla. Normalmente ocurría cuando un lado había tenido muchas bajas y carecía de caballeros—y cuando el individuo recibiendo el reconocimiento en cuestión no parecía que pudiese regresar vivo a casa para recibir el reconocimiento real. Incluso bajo estas circunstancias, el candidato debía ser respaldado por tres caballeros de alto rango presentes, y con un noble de rango barón, o más alto, presente como testigo.

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Si el individuo completaba su deber y salía vivo, el reconocimiento sería nulificado en el acto—pero, aun así, su posición a menudo era ratificada formalmente tiempo después.

Y si el individuo perecía… bueno, en esos casos, habría muerto como caballero y continuaría siendo considerado uno después de morir. Era el mayor honor que podía darse a alguien a punto de morir en el campo de batalla, sin duda alguna.

“Yo…”.

Este no era un honor que se pudiera tomar a la ligera. Al menos, no era el tipo de cosa conferida a un cazador aleatorio, cuyo trasfondo ni siquiera conocían.

Sin palabras por esta extraordinaria propuesta, Mavis sólo pudo tartamudear, “P-Pero no hay testigos…”.

A esto, el líder de los guardias inclinó su cabeza al comandante enemigo con un leve rastro de desesperación.

“Barón Aylemain, le pido, por favor, que sea nuestro testigo”.

¿Él le estaba pidiendo a un oponente—a un enemigo que pronto estaría poniendo su vida en juego—que fuera testigo de un reconocimiento temporal? Era absurdo. Ninguna persona viva aceptaría tal solicitud.

“Está bien”, dijo el Barón.

“¡¿Quéééé?!”, gritó Mavis, desconcertada. Por extraño que pareciera, ni los guardias aliados, ni los enemigos, mostraron sorpresa. Todos—el líder de los guardias y el barón Aylemain incluidos—se veían como si fuera normal que el barón aceptara esta horrible solicitud.

El líder de los guardias bajó su cabeza, y el barón Aylemain asintió ligeramente en respuesta.

“Dadas las circunstancias, debe, por favor, disculparnos por no desear utilizar nuestros nombres en este acto. Nosotros, tres caballeros de alto rango reconocemos a la señorita Mavis para un reconocimiento temporal, en este sitio de batalla. ¿Alguna objeción?”.

Nadie dijo nada.

“Barón Aylemain, si pudiera…”.

“¡Cielos, qué ceremonia tan apresurada! Sin embargo, supongo que esto satisfará los requerimientos mínimos. ¡Yo, Garlott von Aylemain, barón y lord de las tierras Aylemain, formalmente soy testigo de este reconocimiento temporal! ¡A menos que ella siga con vida luego de esta batalla, decreto a esta mujer como caballero!”.

Las caras de los guardias parecieron relajarse un poco tras la fuerte declaración del barón, a pesar del hecho de que todos estaban a punto de morir—a pesar del hecho de que una jovencita noble prometedora, ajena al conflicto, pronto moriría como resultado de enredarse en esta situación. Quizás les alegraba que, a pesar de ser un enemigo, el barón Aylemain había permitido que le concedieran la posición de caballero, como regalo de despedida, a una valiente jovencita.

Caballero.

Aquello que ella había deseado tanto, aquello que había sido su meta todo este tiempo.

Ella podría morir como caballero.

Una sonrisa se esparció por la cara de Mavis. Y entonces…

“¡Estoy muy feliz, en serio! ¡Me alegro muchísimo! ¡Pero voy a convertirme en caballero por mérito propio! Aun así, voy a saborear con gusto el sentimiento de ser un caballero, aunque sea por unos momentos…”.

Aunque había hablado hace poco como si estuviera lista para morir, no tenía intenciones de hacerlo. Ella sabía que sus probabilidades de supervivencia eran escasas, pero Mavis no era el tipo de chica que se rendiría así de fácil.

Sacó tres de las cuatro cápsulas Micros de su bolsillo.

Aun si fuera a usar su aun nuevo “Mav-ius Strip”, estos no eran enemigos con los que pudiera usar su Godspeed Blade, ni números que pudiera manejar. Aun con estos trucos bajo la manga, su posibilidad de ganar era irremediablemente baja. Pero mientras no se rindiera, esta seguía siendo distinta de cero.

Mile a menudo le decía: “¡Mavis, la batalla acaba cuando te rindes!”.

Y así, Mavis abrió las tres Micros y tragó todas.

“¡Cuento con ustedes, Micros!”.

Con las Micros en su sistema, tenía garantizado sufrir graves efectos secundarios, aun si no era golpeada por el enemigo ni una sola vez.

“No tengo intención de morir, pero puede que me vaya antes que ustedes. Lo siento, Reina, Pauline… ¡y Mile!”, habló en voz baja y luego reunió fuerzas, liberándolas en su espada para activar su Mav-ius Strip, girándose al enemigo y gritando:

“Mavis von Austien, ¡entrando a la batalla! ¡¡Observen el resplandor de mi vida!!”:

¡Shing! ¡Shunk!

¡Bam, ka-clang, slash!

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“¡Gwah!”.

“E-Es rápida…”.

“¿Qué creen que hacen? ¡Háganla retroceder! ¡Todos al mismo tiempo! ¡Acaben con ella!”.

¡Cling! ¡Kashunk!

“¡Imposible! Es solo una chica…”.

Varios de los soldados atacaron a los guardias y a la princesa, pero fueron atacados primero, desde atrás, por la espada de Mavis.

“¡¡Gyaaah!!”.

Darle la espalda a un enemigo para ir tras otro era prácticamente suicidio…

Cuando los enemigos se giraron hacia Mavis en pánico, los guardias avanzaron apenas lo suficiente para atacar a los hombres desde atrás, antes de regresar a sus posiciones originales.

“Maldición, ¡no les presten tanta atención a ellos! ¡Sólo asegúrense de que no escapen! Primero debemos acabar con esta… ¡Gwah!”.

Un hombre, quien parecía ser una especie de líder de escuadrón, cayó al suelo a mitad de su discurso de órdenes para sus subordinados. Mavis corría sin control por el campo de batalla, incapacitando velozmente a varios de los hombres… Sin embargo, podría continuar así por poco tiempo.

“Hff, hff, hff…”.

Sin importar cuánto aumentaran su velocidad las Micros, era imposible que saliera ilesa de esta experiencia, especialmente tras enfrentar a tantos soldados entrenados. Aunque su armadura absorbiera los ataques que no podía esquivar, seguía sintiendo el impacto. Además, gracias a su imprudencia, los efectos secundarios de las Micros estaban causando fracturas a sus huesos, y desgarros a sus tendones y músculos.

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Antes de que lo supiera, se había detenido, y en ese mismo instante, los enemigos que la rodeaban se detuvieron también.

“Parece que este es el fin. Nos sorprendiste con tal demostración de poder, pero al final, tu cuerpo sigue siendo el de una niña. Tu cuerpo simplemente no pudo aguantar…”.

Mavis mordió su labio, mirando a las tropas enemigas.

“Aunque seamos enemigos, fue una espléndida batalla. Enfrentaste a treinta y un hombres del primer pelotón imperial, y dejaste incapacitados a casi la mitad… y sin embargo, no diste ningún golpe fatal, aun llegados a este punto… De habernos conocido en circunstancias diferentes, podría haberte rogado que fueras la esposa de mi hijo. Ya no te puedes mover. Entonces,

¿te rendirás? Ya has más que cumplido con tu deber”.

Mavis, en silencio, sacudió su cabeza.

“¡Todo lo que deseo es ser un ejemplo de justicia, seguir mis convicciones, y aprovechar el resplandor de esta vida!”, dijo sin una pizca de dudas.

“Ya veo. Bueno, no será necesario más de un golpe… ¿Podrías decir tu nombre una vez más? Deseo impartirles a mis hijos, a mis nietos, y a todos mis hombres el nombre de esta brillante espadachina”.

“¡Mavis la Espadachina, del grupo de cazadoras Pacto Carmesí!”. “¿Oh? El nombre que mencionas en tus últimos momentos no es

el de una noble, sino el de una solitaria espadachina— ¡¿una

solitaria cazadora?! ¡Qué lástima, querida Mavis! Sin embargo, he de recordar tu nombre. Y deberé dar a conocer ese nombre a mi familia y a mis hombres. Informaré a tu familia de tu espléndida muerte. Así que, tranquila, y perece con orgullo…”.

“¡Eso no será necesario!”. “¡¿Quién está ahí?!”.

El comandante y sus hombres vieron sus alrededores, pero no había señales de nadie.

Justo entonces…

¡Cortaaaar!

El aire a unos dos metros a la derecha de Mavis se partió en dos.

Desde el corte en el aire, una pierna salió.

“Perteneciente a Pacto Carmesí…”.

Una cabeza y un torso salieron también.

“… ¡Mile!”.

Al lado opuesto a Mavis, a unos dos metros a su izquierda, un remolino se formó horizontalmente a más o menos un metro y medio en el aire. Con lentitud, bajó al suelo, y ahí apareció una figura de cabello rojo, aspecto agudo, y… pecho modesto.

“¡Y también Reina!”.

Al lado de la chica pelirroja, un agujero en el aire se abrió de golpe, y una chica de amplio busto se dejó ver.

“¡Y también Pauline!”.

Las tres voltearon a ver a Mavis. Mavis, su querida amiga, ahora cansada y llena de cortes de espada, con sangre goteando de su boca, con su brazo izquierdo y pierna derecha colgando sin fuerzas…

“¡Oh, ho!”, dijeron las tres voces al unísono.

Aunque los hombres eran soldados veteranos, por alguna razón, sintieron escalofríos en sus espaldas.

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“Oh, ho…”, repitieron las tres chicas.

“Ya veoooo…”. Aunque Mile sonreía ampliamente, sus ojos no sonreían en lo más mínimo.

“Conque eso pasó”. Reina no sonreía ni con su boca ni con sus ojos.

“¿Entonces eso fue lo que pasó?”. Pauline tenía una sonrisa aparentemente genuina, pero algo en su aura envió escalofríos de nuevo a las espaldas de los hombres.

“Qué— ¡¿fue algún tipo de magia de camuflaje?! ¡Pero si escogieron ocultarse, debieron haber hecho un ataque sorpresa! Deben ser cazadoras del nivel más bajo…”.

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“¿Eh? Oh, bueno, digamos que… ustedes no son enemigos que ameriten un ataque sorpresa. No creímos que fuera necesario”, respondió Pauline despreocupadamente.

“¡¿Qué—?!”, los ojos del Barón Aylemain se abrieron de par en par. “¡Hmph! ¡Si tuvieran las habilidades de la Señorita Mavis, quizás, pero sin ellas, ni cien cazadores podrían hacernos frente! Háganse a un lado. Pueden lamentar la muerte de la Señorita Mavis luego”.

El barón aparentemente tenía a Mavis en tan alta estima que la llamaba “Señorita”, a pesar de estar en bandos opuestos. Sin duda alguna, su estima era tal que incluso trataba de evitar las muertes sinsentido de estas chicas, ofreciendo entregarles los restos de Mavis en lugar de dejar que estos se pudrieran a un lado del camino.

Sin embargo…

“¡Ha! …Huh-uhuh-huhuhuhuhuh… ¡Aah ha ha! ¡Wa ha ha ha haha!”

Una risa de locura provino de Mavis.

“Pueden considerarme la menos impresionante de Pacto Carmesí. ¡Sí, soy la más débil de las Cuatro Sabias! ¡De hecho, esa chica de ahí, Mile, fue mi instructora y me ha impartido todo tipo de técnicas con la espada!”.

“¿Qué…?”.

Murmullos de sorpresa se elevaron desde los soldados enemigos.

“D-Debe ser mentira… No puede haber tres más de estos monstruos…”.

Ignorando a sus desconcertados enemigos, Mavis miró a Mile y preguntó: “Mile, ¿podrías curarme?”.

En situaciones normales, la curandera sería Pauline, pero dadas las circunstancias, con tendones desgarrados y articulaciones rotas, además de órganos internos que necesitaban atención, Mile era la más confiable. Incluso Pauline entendía esto, así que esta pregunta no la ofendió.

“Oh, pero las heridas superficiales no importan. Esas déjalas ahí”, pidió Mavis. “Después de todo…”.

“… ¡Se ven geniales!”, ella y Mile dijeron al unísono.

“Órganos, huesos, tendones, venas, nervios, y todo lo demás—

¡células multiplíquense, únanse, y curen! Como recurso temporal para aquello que tomaría más tiempo sanar, formen un filtro sintético, como una placa cerámica o algo así. Sinteticen sangre y repongan sus fluidos. Sin embargo, dejen todo aquello superficial así sin más. Dejen su apariencia sin cambios. ¡Giga Heal!”.

Aunque Mavis no se encontraba en buena forma, gracias al conjuro misterioso de Mile, ella ahora era capaz de moverse sin problemas. Se giró y preguntó: “Oigan, Reina, Pauline. ¿Podría pedirles que cuidaran a la princesa y a sus guardias? No me gusta dejarlas fuera, pero quiero que esta sea una pelea sin magia—solo yo, Mile, y nuestras espadas”.

Aunque habían estado esperando poder participar también, Reina y Pauline asintieron en silencio y caminaron hacia los guardias. Al ver esto, los soldados enemigos palidecieron.

“D-Debe ser… algún tipo de finta… ¿verdad?”:

Si este bando tuviera dos magos, apostarían todo a la magia ofensiva. Eso por sí solo sería suficiente para confundir y lastimar al enemigo, lo cual les habría dado una gran ventaja. Y, aun así, ellas habían descartado tal cosa como si fuera normal, como si ni siquiera necesitaran magia… ¿Y todo por su lamentable orgullo?

Eran las obstinadas acciones de alguien que no dudaba de sus posibilidades de victoria.

“¡Tropas! ¡¡¡Ataqueeeeeeeen!!!”. Con sus instintos advirtiéndole del peligro, el comandante, el barón Aylemain, sonó una alarma a todo volumen.

Mavis, habiendo sacado su última capsula Micros de su bolsillo durante la conversación, la tragó. A esto, Mile levantó sus cejas con una corta demostración de sorpresa, pero no dijo nada.

“¡EX True Godspeed Blade! Y mi nuevo poder, nacido por el bien de mis amigas, el mayor secreto de la escuela de técnicas de respiración Mavis: ¡Mav-ius Strip! ¡¡¡Sean testigos del resplandor de mi vida!!!”.

“… ¡y del Godshock Blade de Mile!”, escuchando cuan genial sonaba Mavis al nombrar sus técnicas, Mile improvisó en un apuro. Esta técnica con la espada, una que como decía su nombre, podía shockear incluso a un dios… por alguna razón parecía una especie de plagio.

“¡Hora de un asalto!”. “¡Entendido!”.

Mavis y Mile normalmente se posicionarían para proteger a sus aliadas con menos resistencia, las magas, al correr por todos lados, desbalanceando a los enemigos, y priorizando a las mayores amenazas. Sin embargo, Pauline, Reina, y los tres guardias ya estaban en una formación protectora con un enorme árbol a sus espaldas. No era necesario preocuparse por ellos. Además, el cuerpo de Mavis todavía no había regresado a la normalidad. Y aunque los poderes de Mile apenas se habían gastado, repetir poderosas curaciones instantáneas pondría el cuerpo de Mavis bajo mucha presión. Por ello, escogieron esta estrategia.

En todo caso, era imposible que el enemigo ignorara a Mile y a Mavis y atacara directo a los guardias. De hacerlo, tendrían a sus enemigas más poderosas a sus espaldas, y dividirían sus fuerzas. Sería lo mismo que decir: “¡Sí, por favor aniquílenos a todos!”.

Y por supuesto, la razón más importante por la que escogieron esta estrategia fue…

“¡Hay que romper sus espíritus!”.

Ellas debían romper la determinación enemiga a tal nivel que no se les ocurriera reunir sus fuerzas restantes para perseguir al grupo de nuevo.

“¡¡¡Gyeeeeh!!!”.

Aunque Mile era pequeña, su espada atacó con todas sus fuerzas desde arriba la cabeza de un soldado. Fue un ataque unilateral, utilizando sus diferencias de altura.

¡Crack!

“Whuh…”.

Ya que la espada irrompible de Mile no se movió ni una fracción de pulgada hacia ningún sitio, no hubo a donde se dispersara la energía—como una espada golpeando una roca. Los únicos posibles resultados eran que el espadachín enemigo dejara que su arma se rompiera o que la dejara caer. Mientras el soldado saltaba fuera del camino por puro reflejo, soltando su arma en el proceso, uno de los hombres heridos que habían estado rodando en el suelo ofreció su propia arma a su aliado. El soldado la aceptó con un simple agradecimiento.

Luego, en secuencia—o quizás simultáneamente—la espada de Mile volvió a atacar desde arriba, y la espada extendida fue empujada a un lado, fácilmente repelida.

“¡Realmente eres un monstruo!”.

Ella sólo era una niña en apariencia, con un cuerpo que parecía no tener ni una onza de músculo… Iba con los andares de una novata que jamás había estudiado técnica… y, sin embargo, sus golpes eran pesados y rápidos.

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“¡No podemos retroceder! ¡No importa si el enemigo tiene demonios o a la Diosa de su lado— no nos rendiremos!”.

Mile sintió la gran necesidad de burlarse, transformarse y proclamar: “¿Diosa? … ¿Algo como esto?”. Pero ni siquiera ella era tan densa cuando se trataba de leer a la multitud.

Sin embargo, Mile tenía una sonrisa malcriada. Los tres guardias y la princesa se quedaron sin palabras. Reina y Pauline se veían prácticamente aburridas.

Ante ellos, treinta soldados se retorcían en el suelo. Mavis y el barón Aylemain se veían cara a cara.

“Parece que usted es el único que queda. ¿Podría rendirse?”,

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preguntó Mavis.

El barón sacudió su cabeza. “No importa cuán pequeña sea la oportunidad de victoria, ¡jamás abandonaré o me rendiré en batalla! Por el bien de mi lealtad a mi señor, mi orgullo, y mi voluntad como caballero… ¡y por mis hombres caídos! Señorita Mavis, ¿me concedería una batalla uno contra uno?”.

No había razón para que Mavis aceptara esto. El hombre era claramente el líder de un grupo que había asaltado a una jovencita, y aunque probablemente era muy habilidoso, la victoria era segura si ella y Mile lo atacaban juntas.

Mavis no tenía razón para siquiera escuchar tales tonterías. Y sin embargo…

“Acepto humildemente”.

Silencio.

Como era de esperarse, no había ni una sola alma presente que esperara que Mavis se negara.

“comandante del Primer Pelotón Imperial, Garlott von Aylemain,

¡entrando en batalla!”.

“Líder de Pacto Carmesí, Mavis la Espadachina, ¡entrando en batalla!”.

Alistaron sus espadas, acercándose lentamente el uno al otro.

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Y de repente, el barón Aylemain pateó la tierra—para levantar polvo y obstruir la vista de su oponente. Esta no era una batalla de exhibición. Era una batalla con su lealtad, su amor por sus camaradas caídos, y su propia determinación en juego. No era sitio para técnicas limpias y ordenadas. Debían atacarse mutuamente con todo a su disposición.

“¡Debo ganar!”.

Mavis liberó su energía espiritual desde su espada con un corto grito, una abreviación de su técnica Wind Edge. Esta vez, no blandió su espada, así que, en lugar de una filosa espada de aire, una enorme corriente de aire salió desde la espada como una pared o maremoto. Por supuesto, esto fue algo crudo e improvisado, así que la pared fue un poco lenta, sin la fuerza necesaria para desviar espadas o flechas.

Sin embargo, fue suficiente para bloquear polvo y arena, efecto que ella necesitaba aquí.

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