Youkoso Jitsuryoku Shijou Shugi no Kyoushitsu e 2-Nensei-hen (NL)

Volumen 5

Prólogo: El Monólogo De Sae Chabashira-Sensei

Después de convertirme en profesora… No, incluso antes de convertirme en profesora, he tenido un asunto que no puedo contar a nadie. Se trata de una pesadilla que se repite una y otra vez. Los inolvidables acontecimientos de aquel día se repiten en mis sueños.

Estas pesadillas imprevisibles se distorsionan cada vez que me golpean. Mi perspectiva, las perspectivas de otras personas, el diálogo y las acciones. Todos estos aspectos cambian cada vez. Pero siempre hay una cosa que permanece igual. No importa cuántas veces se desarrolle, el final es siempre el mismo. Durante esa época, nuestra clase B no tenía miedo.

Nuestro ímpetu abrumaba a las otras clases, y la Clase A estaba muy a nuestro alcance. Pero, por supuesto, el camino no fue fácil. Antes de pasar a ser de 3er año, el número de alumnos de nuestra clase se redujo en 6.

Sin embargo, después de convertirnos en alumnos de tercer año, seguimos acumulando puntos de clase sin perder a nadie. Estaba convencida de que no perderíamos a nadie más y nos graduaríamos todos juntos en la clase A.

Hasta ese día. Era el final del tercer trimestre, y se acercaban los exámenes finales. Era la última oportunidad de superar a la clase A. Nuestro profesor titular se presentó con una expresión seria, anunciando que se avecinaba un nuevo examen especial.

No temíamos en lo más mínimo este examen especial. Las reglas eran sencillas y directas, y preveíamos que podríamos aprobarlo fácilmente. Sin embargo, esa actitud optimista sólo duró hasta que se planteó la moción.

La escena cambia, y en este momento estoy gritando a todo pulmón en mi clase. Mi mejor amiga, Chie, se acerca a mí con una expresión de enfado en la cara, y me agarra por el cuello de la camisa. Un gemido miserable.

La clase, que estuvo unida como si fuera una sola, se desmoronó al instante.

Olvídalo. Él murmuró esto con una expresión de abandono y resignación.

Pero yo no pude decidirme. Nunca pude llegar a ese entendimiento. Durante 3 años fue un amigo con el que compartí penas y alegrías, alguien que no era una presencia insignificante para mí.

Un compañero insustituible, un amigo insustituible. Insustituible: alguien del sexo opuesto, alguien importante para mí. Aunque era algo frívolo, era serio y amable, más confiable que cualquier otro. Me mostró una expresión que nunca había visto antes.

Como si fuera un poco tímido, extendió su mano hacia mí bajo el cielo del atardecer. Contuve las lágrimas que estaban a punto de brotar y le dije.

―Por favor, cuida de mí…

La relación entre nosotros dos llegó a su fin al mismo tiempo que comenzó.