Slayers (NL)

Volumen 2

Capitulo 5: ¡Problemón! La Batalla Final

Parte 4

 

 

Algo parecido a una idea apareció en mi mente. Saqué mi espada y recuperé el control de mi Ray Wing. Ajusté la trayectoria para dar la vuelta y lanzarnos contra Seigram.

– ¡Qué…! – Exclamó Seigram, pero era muy tarde para esquivarme.


– ¡Seigram, agáchate! – Gritó Halcyform mientras estrellaba el acero de mi espada contra su máscara blanca.

“Seigram el Sin Forma, el mazoku con la máscara de piedra…”

– ¡Gaaaaaaah! – Halcyform gritó con fuerza.

¡Crunch!

Aunque había intentado decelerar tan rápidamente como pude, no lo conseguí y nos estrellamos contra la pared. La espalda de





Gourry se llevó lo peor del impacto, crujiendo de forma muy desagradable. Le ayudé a levantarse.

– ¿Lina? – Preguntó –. ¿Me has usado para parar el impacto, a propósito?

– Oh, qué más quisieras. – Respondí con una risilla, intentando ignorar el dolor que yo misma estaba sintiendo.

Seigram intentaba recoger frenéticamente los pedazos esparcidos de su máscara.

– Ohh… – se quejó el mazoku mientras miraba (o lo más parecido a mirar que pueda hacer alguien sin cara) hacia los fragmentos en sus manos –. Mi… mi Piedra del Pacto…

– ¡¿Su qué?! – Preguntó Gourry, sorprendido.

“Su Piedra del Pacto, ¿es que no has estado atendiendo?”

Todo el tiempo la Piedra del Pacto había sido la máscara que cubría la ‘cara’ de Seigram. Por eso Seigram no luchaba nunca con nosotros. Al fin y al cabo la máscara no cubría nada… era el Sin Forma, después de todo.

– ¡S-Seigram! – Aulló Halcyform miserablemente, llorando de rodillas en el suelo. Su cuerpo, tras perder la inmortalidad, estaba sufriendo una tremenda oleada de dolor y agotamiento –. ¡Destrúyeles! – Ordenó.


– ¡Oh, cállate! – Grité tras lanzarle un Fire Ball que abrasó su piel.

Rubia apartó los ojos de Halcyform, mientras el hechicero era reducido a cenizas.

– Bueno, y ahora… – Me giré hacia Seigram.

– Cuando la piedra que sellaba nuestro pacto fue destruida, desapareció mi obligación de obedecer sus órdenes. – Dijo con calmada franqueza. La verdad es que era muy honorable por su parte, especialmente siendo un mazoku.

Estaba agotada, así que, si era posible, prefería evitar otra pelea.

– Pero…

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“¡Venga ya! ¡Sabía que era demasiado bonito para ser verdad!”

– No puedo marcharme sin zanjar esto. – Dijo –. Aunque sea sólo por mi propio orgullo.

“Oh, por el amor de… bueno, no me gustaría herir el orgullo de un mazoku.”

Seigram, con calma y en silencio, saltó hacia delante, aterrizando junto a los restos de Halcyform.

– ¡Comencemos! – Una esfera de llamas de color blanco azulado se formó entre las palmas de sus manos.

Yo salté. Gourry giró su cuerpo, y ambos conseguimos esquivar el ataque. La esfera chocó con la pared detrás de Gourry, y explotó con el impacto. Pero sorprendentemente, Gourry utilizó la onda expansiva para lanzarse por los aires contra el mazoku.

– ¡Toma esto! – Gritó mientras le atacaba con la Espada de Luz.

De repente, el cuerpo de Seigram se vio envuelto en oscuridad. Simplemente desapareció. Muy típico de los mazoku.

– ¡¿Qué puñetas?! – Preguntó Gourry mientras aterrizaba, con su ataque sorpresa desperdiciado. Parecía tener problemas con el equilibrio, sus heridas debían de ser mucho peores de lo que pensaba.

– ¡Gourry, corre! – Grité. Él se lanzó hacia delante, ¡justo a tiempo de evitar una esfera de plasma, que estalló a su espalda!

– ¡Gaaah! – Gourry había sido propulsado contra una de las gárgolas de piedra, haciéndola añicos… con la cara. La Espada de Luz se le cayó de las manos.

– ¡Gourry! – Le llamé, pero no se movía.

– Bueno, entonces… – Seigram se giró para ‘mirarme’ –. Parece que te has quedado sola.

“Así que Seigram puede atravesar las sombras…”

– ¡Elmekia Lance! – Grité.

Como supuse, Seigram volvió a desaparecer en la oscuridad. Había evitado mi ataque con facilidad. Entonces sentí una presencia emerger a mi espalda, y me di la vuelta rápidamente. Una esfera de llamas se dirigía justo hacia mi cabeza.

– ¡Waaah! – Me agaché contra el suelo justo a tiempo para esquivarla. Había estado tan cerca que seguramente me había depilado los pelos de la nariz.

¿Qué? Como si tú no tuvieses pelos en la nariz.

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Tiré mi espada, y saqué un pequeño cuchillo con la misma mano. Lo lancé por el aire, pero no hacia Seigram, sino hacia su sombra, clavándola en el suelo.

Shadow Snap. Así se llama ese hechizo. Se usa para detener los movimientos del oponente desde el plano astral. Como los mazoku son básicamente seres astrales puros, es muy efectivo contra ellos.


– ¡Ja! Apuñalar mi sombra… muy lista. Impresionante para una humana. – Dijo Seigram sin moverse. Me hubiese gustado soltarle algo ingenioso como respuesta, pero no era un oponente con el que quisiera jugar. Comencé a recitar de nuevo el Elmekia Lance –.

Aunque debo confesar que me disgusta la arrogancia…

CREEP.

Entonces escuché un sonido y dejé lo que estaba haciendo para mirar. La grieta en la madera causada por mi cuchillo se estaba cerrando poco a poco, sacando el arma y amenazando con liberar a mi prisionero.

¡CLANG!

El cuchillo salió del todo, y Seigram comenzó a moverse de nuevo.

– Vamos, ¿no esperarías de verdad que tu jugada haría algo más que causar una breve distracción, verdad?

“Una chica puede soñar, ¿no?”

Continué el hechizo que había interrumpido.

– ¡Elmekia Lance!

La forma del mazoku desapareció en la oscuridad.

“¡Maldita sea!”

Una flecha llameante surgió desde detrás e impactó a mi lado. Seigram reapareció junto a Gourry. Junto a él estaba la Espada de Luz.

Salí corriendo.

– ¡Fire Ball! – Mi orbe de luz explotó a los pies de Seigram, destrozando el suelo, y lanzando por los aires la Espada de Luz.

Estiré la mano, con todas mis esperanzas puestas en ella.

– ¡Idiota! – Gritó Seigram, emergiendo desde el humo de mi explosión, y con un hechizo listo para acabar conmigo.

– ¿Estás intentando acabar con tu compañero? – Preguntó, enfadado –. ¡Mi hechizo de fuego será mucho más efectivo que eso!

La luz era cegadora mientras él estiraba su mano hacia mí. Estaba claro que iba a intentar darme de lleno. Se habían acabado los juegos.

No tenía tiempo de recitar un hechizo, pero…

– ¡Luz! – Grité, y la hoja de luz atravesó el oscuro cuerpo de Seigram. Le había empalado con la Espada de Luz.

– ¡Nooooooo! – El rugido de Seigram reverberó seguramente durante horas, y se oyó en kilómetros a la redonda. La parte superior de su cuerpo se estremeció y tambaleó, mientras su mano derecha se agitaba en el aire.

– ¿C-cuándo has…? – Preguntó, incrédulo. Supuse que no me vio coger la espada. El Fire Ball de antes no era un ataque, sino que pretendía acercarme la Espada de Luz. El impacto la hizo volar por los aires, y la atrapé.

Por supuesto, es más fácil decirlo que hacerlo. Confieso que no tenía muy claro que fuese a funcionar. Pero, teniendo en cuenta la habilidad de Seigram para atravesar el espacio, tenía que usar algún tipo de truco. Aparte de eso, lo aposté todo a una carta, y gané.

– ¡Maldita… maldita seas! – Seigram reunió energía en una mano para un último intento de acabar conmigo.

“Sí, ya, cómo que te voy a permitir que me dejes un regalito de despedida.”

– ¡Muere! – Usando todas mis fuerzas atravesé su cuerpo con la Espada de Luz, partiéndole por la mitad.
Incapaz de decir si quiera unas últimas palabras, Seigram dio unos pasos hacia atrás, cayendo entonces de rodillas.

Se había terminado… al fin.

– No… aún no. – Murmuró el mazoku.

“¿Pero cómo…?”

– Aún… no… me… has… destruido… – dijo, sin aliento.

“¡¿Y se puede saber por qué no?!”

La capacidad destructiva de la Espada de Luz es directamente proporcional a la fuerza de voluntad del que la usa. Si usar toda mi voluntad en un golpe no era bastante para acabar con él, ¿qué lo era?

– Algún día… ¡yo…! – El cuerpo de Seigram desapareció en la oscuridad antes de que terminase la última frase.

“¡No mola!”

Si huía entonces sería un problema en el futuro. No iba a poder descansar tranquila sabiendo que alguien como él estaba vivito y coleando.


– ¡Ni se te ocurra! – Grité mientras golpeaba el aire con la Espada de Luz.

Por desgracia, todo lo que atravesé eran los restos de la oscuridad. Había escapado.

“Pues al final no voy a poder descansar tranquila…”

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– Algún día acabaremos esto, Seigram. – Juré en voz alta –. De una forma u otra. Qué raro. No paraba de pensar que Gio Gaea iba a parecer de un momento a otro,
pero no lo hizo. Como aún no sentía su presencia, supuse que al final no íbamos a enfrentarnos. Por fin pude respirar tranquila.

Volví mi atención a Gourry, que aún estaba tirado en el suelo. Comprobé sus heridas, y gracias al cielo no tenía nada que causase daños permanentes.

Entonces sentí un nudo en el estómago.

– ¡Lina! – Gritó Rubia. Una sed de sangre apreció a mi espalda.

“¡¿He descartado a Gio Gaea demasiado pronto?!”

Una masa caliente golpeó mi espalda, y me empujó hacia delante, haciendo que golpease el suelo con mi pecho. Me dejó sin aliento, y perdía la consciencia durante un momento.

Obligué a mi cuerpo a despertarse justo a tiempo de…

– ¡Waaah! – Grité ante el insoportable dolor que sentía. De algún modo conseguí girar la cabeza para ver qué pasaba.

La Espada de Luz había salido rodando con el impacto, y estaba a los pies de…

“¡…Halcyform el Blanco!”

Sus brazos parecían demasiado largos desde mi punto de vista. ¿O me lo estaba imaginando? Su pelo estaba muy despeinado, seguramente por la batalla. Pero…

“¿Por qué le brilla el ojo izquierdo con luz verde?”

– No puede ser… – murmuré –. Gio… ¿Gio Gaea?

– Gio Gaea ya no existe. – Dijo Halcyform con una sonrisa escabrosa en su cara –.

Como castigo por fallar en su intento de acabar contigo, le consumí. “¡¿Qué ha hecho quéee?!”

Halcyform miró con calma a la Espada de Luz a sus pies, y le dio una patada, lanzándola lejos de mí.

– Rubia, ve y recógela. Será muy interesante poder investigarla más tarde. – Dijo, mirando en su dirección –. En mi búsqueda de la inmortalidad encontré un viejo pergamino. – Explicó Halcyform –. Era un manual de instrucciones sobre cómo consumir el alma de otro ser para conseguir su fuerza y sus habilidades.

– E-entonces tú… – comencé a decir, con voz temblorosa. El hechicero asintió en silencio y, como siempre, sonriendo.

– Como suponía, consumirle ha ampliado mi vida y ha aumentado mis habilidades. La verdad es que elegí un excelente sujeto de pruebas.

– Mazoku… – murmuré.

– Exacto. Consumirle no fue, como supondrás, nada fácil. Por eso le ordené que luchase contra ti. Al estar debilitado, sería más fácil completar mi experimento.

“Ahora lo entiendo.”

Por eso no le dijo a Gio Gaea que teníamos la Espada de Luz. También, debido a que había absorbido la vitalidad de un mazoku, seguía vivo aún tras perder su pacto de inmortalidad, e incluso habiendo recibido el impacto de mi Fire Ball.

– Creo que ya me he cansado de hablar. – Dijo Halcyform dando un paso adelante. En esas circunstancias, yo estaba en gran desventaja.

Mi cuerpo no estaba en condiciones de salir huyendo. Si no podía recitar un hechizo y darle a Halcyform de lleno, estaba perdida. De hecho, aunque le golpease con un Elmekia Lance a toda potencia en el pecho, un solo golpe no sería suficiente para destruirle.

– No temas, pequeña hechicera. – Dijo Halcyform con un murmullo que ponía los pelos de punta –. No pienso matarte. Tengo planes para ti, querida. Primero, creo que te utilizaré para crear homúnculos con más capacidad mágica, entonces podré dedicar tiempo a pensar en experimentos que hacerte a ti.

Un escalofrío me recorrió la espalda.

– ¿No has pensado en consumirme? – Pregunté –. Quiero decir, soy muy mona. Estoy segura de que soy muy sabrosa, y mis habilidades mágicas podrían hacer que vivieses para siempre. – Por supuesto, sólo intentaba ganar tiempo.

– ¡Ya basta! – Gritó Rubia.

Halcyform miró hacia ella. Con una triste determinación, Rubia llevaba en sus manos temblorosas la Espada de Luz. Estaba decidida. Se veía en sus ojos, claros como el cristal.

– ¿Rubia? – Murmuró Halcyform, contrariado.

– ¡Por favor detenga todo esto! Si sigue yo… yo… – No quería decirlo.

– ¿Pero qué dices, Rubia? Esto es ridículo. Deja de blandir esa espada y llévala abajo. No pasa nada. Todo habrá acabado pronto.

Parecía como si Rubia estuviese a punto de echarse a llorar.

– Sí, todo acabará pronto.

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– Ahora haz lo que te digo, mi preciosa Rubia. – Ordenó Halcyform, sin entender lo que Rubia quería decir.

– ¡No! – Gritó mientras se lanzaba hacia Halcyform.

– ¡Rubia! – Halcyform estiró su brazo derecho, y una luz empezó a formarse en la palma de su mano.

“¡Rubia! ¡Cuidado!”

Sus siluetas se juntaron en un resplandor casi cegador. Yo no sabía qué decir.

Halcyform, que no podía encontrar las fuerzas para defenderse de Rubia, había sido atravesado por la Espada de Luz. Nunca llegó a lanzar su ataque.

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– Por favor, amo Halcyform, deténgase. – Consiguió decir Rubia entre sollozos, con la cara hundida en el pecho del hechicero.

– Parece… que así será… – y con la misma mano con la que no fue capaz de luchar contra ella, Halcyform acarició suavemente el cabello de Rubia. Ella miró hacia su cara, y él le devolvió la mirada. No con la horrible sonrisa que tenía desde que le vimos por primera vez, sino con una sonrisa de verdad. La amable sonrisa de un hombre feliz.

– Pensaba que… no había oponente… capaz de vencerme… pero… Rubia… si eres tú quien me destruye… entonces todo es como debe ser… – una expresión de serenidad apareció en su rostro cuando sus fuerzas abandonaron su cuerpo.

Y así fue como el hechicero que buscaba la inmortalidad encontró su final.

Slayers Volumen 2 Capítulo 5 Parte 4 Novela Ligera

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