Slayers (NL)

Volumen 2

Capitulo 5: ¡Problemón! La Batalla Final

Parte 2

 

 

En cuanto a mí, también quería saber que le había pasado, claro, ¡pero también me preguntaba cómo podía sonar tan normal, con la cabeza separada del cuerpo!

– Hmmmm. ¿Por dónde podría empezar a explicarlo…? – Dijo la cabeza con la vista perdida en la distancia, contemplando las distintas opciones. Por fin continuó hablando –. Al principio no confiaba lo suficiente en vosotros para explicaros completamente lo que realmente estaba ocurriendo. Visto en perspectiva, parece que fue un error por mi parte. Ya oísteis la historia cuando liberasteis a Halcyform de la barrera de Daymia, ¿verdad? Sobre cómo Daymia y yo le sellamos en su interior.

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– ¿Se refiere al presidente Halcyform? – Pregunté, capaz por fin de articular palabra, aunque aún me temblaba la voz.

La cabeza asintió… o asintió todo lo que puede hacerlo una cabeza cuando no tiene mucho cuello que digamos.
Gourry seguía totalmente quieto, congelado.

– Sí, es parte de la historia de Halcyform es cierta. ¿Llegaste a preguntarte por qué simplemente no le matamos, si pensábamos que era malvado?

– Sí que me lo pregunté, pero supuse que no me contestaría si le preguntaba.

Slayers Volumen 2 Capítulo 5 Parte 2 Novela Ligera

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– Claro, claro. La verdad es que no es algo que se pueda preguntar en una conversación civilizada. La verdad es que no le matamos porque no podemos matarle. – Explicó, haciendo mucha énfasis en las palabras ‘no podemos’.

“¿Qué quiere decir con eso?”

– Una vez me preguntaste, señorita, qué era lo que investigaba Halcyform. En ese momento respondí vagamente ‘la vida’, o algo así.

La verdad es que estaba investigando la forma de conseguir la inmortalidad.

– ¡Ooh! – Exclamé sin darme cuenta –. P-pero yo pensaba que Daymia estaba investigando la inmortalidad. Entonces, ¿era Halcyform?

– Bueno, sí y no. Daymia sí que investigaba la inmortalidad. De hecho, siempre sospeché que Halcyform ascendió a Daymia a vicepresidente como parte de un trato secreto que beneficiase su investigación. Creo que pudo ver potencial en el poder y la creatividad inusual de Daymia. Pero, al contrario de lo que esperaba, daba igual lo demenciales y retorcidas que fueran las quimeras de Daymia, no era capaz de ampliar sus habilidades más allá de cierto nivel. Creo que ese estancamiento en sus investigaciones acabó desilusionando mucho a los dos. Fue entonces cuando yo supe acerca de la investigación de Halcyform…

– ¿La investigación de Halcyform? – Casi me daba miedo preguntar.

– Sí. Oficialmente estaba investigando sobre la preservación y la prolongación de la vida, pero un día un hechicero acudió a mí en secreto. Me confesó que se había colado en la mansión de Halcyform con la intención de robar su investigación, pero que había encontrado más de lo que esperaba. Nuestro presidente no estaba investigando sobre la prolongación de la vida. Halcyform había reunido textos de la época en la que la búsqueda de la inmortalidad estaba en su cénit, hace cientos de años, y había comenzado a hacer experimentos basándose en ellos.


– ¿Experimentos? – Dije, con los ojos como platos.

– Bueno, de repente comenzó una serie de desapariciones en la ciudad. – Dijo Tarim antes de suspirar.

“¿Qué…?”

– Veo que has llegado a la misma conclusión. – Continuó. Yo asentí y tragué saliva, sentía que me faltaba el aire.

– ¿De qué puñetas está hablando? – Preguntó Gourry de repente.

– Quiere decir… – comencé a decir volviendo mi mirada hacia Gourry –. Quiere decir que Halcyform secuestraba gente para hacer experimentos con ellos.

– ¡¡¿QUÉ?!! – Dijo, alarmado.

– ¡Ssssh! ¡Bala la voz! ¡Estamos en la casa de Halcyform! – Le recordé.

– Ya, ya. – Murmuró, tratando de quitarle importancia.

– Lo comprobó, ¿verdad? – Pregunté a la cabeza, continuando nuestra conversación.

– Por supuesto. – Contestó Tarim –. No tenía ni idea de que estaba usando humanos como cobayas para sus experimentos.

Después de todo, ¿para qué secuestrar gente cuando puedes crear criaturas específicamente para la experimentar? Con la intención de responder a esa pregunta, me infiltré en su laboratorio.

Antes de continuar la historia déjame explicarte que, aunque está claro que usar a ciudadanos como cobayas en los experimentos no es ético ni humano, es un debate abierto entre los académicos el hecho de que usar criaturas de origen mágico en su lugar sea más adecuado o ético. Yo suelo pensar que no, pero pensé que era mejor no decir nada y seguir escuchando.

– Era justo lo que me temía. – Continuó Tarim, y yo solté un jadeo entrecortado –. No, era incluso peor de lo que yo pensaba, pues la inmortalidad parcial ya estaba en sus manos.

– ¿Inmortalidad parcial? – Sentí como se formaba un sudor frío en mi nuca.

“No querrá decir…”

No podía apartar la máscara de Seigram de mi mente.

– Sí. Un pacto con un mazoku. – Dijo Tarim, confirmando mis peores sospechas.

A través de la historia, varios hechiceros han hecho pactos con mazoku a cambio de la inmortalidad. Aunque los documentos al respecto no están completos, está claro que no es una inmortalidad total, sino parcial. A cambio uno entrega su alma, que es sellada en la llamada ‘Piedra del Pacto’. La persona que hace este pacto consigue la juventud eterna y no puede morir mientras dure el trato.

Si la Piedra del Pacto es destruida, o si el demonio con el que se hizo el pacto pereciese, la inmortalidad desaparece.

Y por eso Seigram no quería luchar contra nosotros.

– Cuando lo comprendí comencé a leer todos los textos posibles sobre la búsqueda de la vida eterna, buscando la forma de destruirle. Consideré la posibilidad de contar lo que había descubierto al consejo de la Asociación de Hechiceros y al Duque Rit’han, pero no serviría de nada sin una forma de detenerle. Al final deduje que había muy pocas formas de destruirle.

– Derrotar al mazoku, o destruir la Piedra del Pacto. – Dije.

– Oh, vaya. – Dijo Tarim con los ojos muy abiertos –. Estás muy bien informada.

Pero, de hecho, hay un método más.

– ¿Otro método?

– Sí. Se puede pedir a un mazoku de mayor rango que el que ha hecho el pacto que interfiera en el asunto. Siendo claros, usando el hechizo que toma su poder de aquel que gobierna la oscuridad en este mundo, el llamado Ruby Eye… o sea, utilizando el Drag Slave. Quizás sea suficiente para destruir a Halcyform. – Sugirió Tarim.

– ¡¿E-el Drag Slave?! Eso es fácil de decir. – Me había enfadado. El Drag Slave. El conjuro más poderoso de la magia negra, del que también se dice que es el conjuro más poderoso del mundo. Pero…

La cabeza me estaba mirando directamente a mí.

– Puedes utilizarlo, ¿verdad? Seguramente eres capaz de hacer uso del Drag Slave, Lina Inverse.

– Sí que puedo, pero usarlo dentro de la ciudad… – No hacía falta que terminase la frase, el resultado estaba claro.

– Lo comprendo. – Dijo la cabeza soltando un suspiro. O algo así –. Utilizarlo haría mucho más que destruir esta mansión. Se utiliza torpemente, destruiría la mitad de la ciudad. Yo vi sus efectos una vez. Aun así, señorita, dudo sinceramente de que la ambición de

Halcyform se limite a la adquisición de la vida eterna. Es necesario detenerle, a toda costa.
“Gulp…”

– Pero, si hay otro método menos peligroso, como encontrar y destruir la Piedra del Pacto, ¿no deberíamos intentarlo? – Pregunté, esperando que estuviese de acuerdo.

– Sí, por supuesto. Pero el problema es encontrar la Piedra del Pacto. Podría tener cualquier aspecto. Yo lo intenté, pero lo único que pude hacer es usar la ambición de Daymia por la posición de presidente para volverle en contra de Halcyform, y sellarle hasta que…

– ¡Hasta que nos engañó para que le liberáramos! – Dije, comprendiéndolo todo al fin. De alguna manera… posiblemente mediante la telepatía, Halcyform contactó con Seigram y le hizo buscar a humanos que poseyeran los medios para liberarle de la barrera.
Y entonces… aparecimos nosotros.

Cuando parecía que no estábamos interesados en meternos en este asunto, los mazoku nos hicieron una advertencia, atacando a nuestro orgullo y desatando nuestra curiosidad. Entonces usó a Seigram para llevarnos hasta la casa de Daymia, quizás con la intención de contactar con nosotros mediante la telepatía y pedirnos que destruyésemos la barrera tras acabar con Daymia. La verdad dolía, pero estaba clara. Nosotros le habíamos liberado.

– Consiguió que Rod se pasase a su bando y envió a sus asesinos a atacar mi hogar. ¿Sabes que estaba sonriendo cuando me mató? Dijo: ‘como humilde muestra de agradecimiento por todo lo que has hecho por mí, he venido a invitarte a participar en un pequeño experimento’. Entonces me cortó la cabeza. Cuando recobré el conocimiento, estaba en esta situación. Seguramente haya hecho algo parecido con Daymia.

La imagen de Daymia transformado en una masa de carne apareció en mi mente, aunque hubiese preferido que no lo hiciese.

– No seas dura contigo misma, señorita. – Dijo Tarim.

Podía decirme eso todas las veces que quisiera, pero me quemaba por dentro.

– Nos ha manipulado a todos. – Continuó –. Ni Daymia ni yo sospechábamos que Halcyform nos estaba manipulando. Es más, ni siquiera tras darme cuenta de tu poder fui franco contigo, temiendo por la reputación del consejo de la asociación. Ese fue mi error, y acepto mi parte de responsabilidad. Aun así creo que no es demasiado tarde para que vosotros logréis lo que yo no pude. Creo que podéis derrotarle.

Asentí con decisión.

– Le venceremos. – Dije –. Cuente con ello.

– Excelente. Entonces, lo único que puedo hacer por vosotros ahora mismo es advertiros de que tengáis mucho cuidado. – Dijo.

Entonces, tras pensar por un instante, siguió hablando –. Oh, hay algo que me gustaría pediros antes de que os marchéis de este lugar, si sois tan amables.

– Claro. Si está en nuestras manos, lo que necesite. – Prometí.

– ¿Os importaría…? – Preguntó Tarim –. ¿… quitar estos molestos tubos? De nuevo, me quedé sin palabras.

Los tubos eran lo único que le mantenía a duras penas con vida. Tarim lo sabía, por supuesto. Así que lo que nos estaba pidiendo era…

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… Que le matásemos.

– Yo… y-yo… – tartamudee –. No podría…

– Por favor, señorita. – Suplicó Tarim.

– ¿P-pero…?

– Sí, sé lo que estás pensando. Soy capaz de hablar y de pensar. Pero, en vez de agua, respiro este líquido, y el líquido forma ondas cada vez que hablo. Y por si eso no fuera suficientemente malo, no podré volver a comer, o a fumar mis adorados puros, nunca. Ya no soy… humano. No hay significado ni alegría en una vida así. Tarim el Púrpura ya está muerto.

– Pero, incluso así… – intenté decir, pero me detuve.
Iba a decir que, incluso así, aún estaba vivo, pero no pude… antes de que pudiese terminar ese pensamiento, sentí una sed de sangre surgir a mi espalda. Los ojos de Tarim se abrieron como platos.

– ¡Señorita! ¡APÁRTESE! – Gritó Tarim.

Gourry me agarró por el brazo y tiró de mí. Un tornado que poseía un tremendo poder atravesó el espacio a mi lado, acelerando mientras atravesaba el lugar en el que yo estaba hacía sólo un instante. Mi capa, que aún estaba ondeando por el tirón de Gourry, acabó hecha girones, y el tanque que contenía la cabeza de Tarim, también se hizo pedazos.


No pude evitar soltar un grito silencioso.

– Oh, vaya, he fallado, ¿verdad? ¡Jajaja! Bueno, habría sido un éxito de no ser por ese hombre.
Giré lentamente mi cabeza para ver que se trataba de…

“¡Halcyform el Blanco!”

El presidente estaba de pie, en silencio, con la misma sonrisa que tenía la última vez que le vimos. Sus ojos, por otro lado, parecían llenos de una malevolencia infinita… y locura.

– Oh, vaya. – Repitió con una risilla –. Por favor no me miréis con esa expresión de terror. Había pensado otorgaros una muerte rápida y sin dolor. Estaba incluso dispuesto a renunciar a un sujeto de pruebas tan maravilloso como él.

– ¡¿S-sujeto de pruebas?! –Exclamé con voz rota, nerviosa, mientras daba un paso adelante.

Gourry, a mi lado, también se adelantó, con la Espada de Luz desenvainada.

– Vaya. ¿No te parece bien que llame sujeto de pruebas a esa cabeza parlante? – Dijo, como si reflexionase.

– Pues sí. Claro que no me parece bien. – Dije, añadiendo mi mejor mueca.

– Ya veo. – Añadió entrecerrando los ojos. Una sonrisa apareció en sus labios –.

¿Y qué piensas hacer al respecto?

“¡Pero será…!”

Corrí hacia él, lanzando un Flare Arrow hacia su cabeza y…

¡Diana!

Todas dieron en el blanco. Pasé junto a él mientras Gourry hacía lo mismo por el otro lado, atravesándole el pecho con la Espada de

Luz de paso. Mientras seguíamos corriendo miramos un momento hacia atrás, y volvimos a sentir esa sed de sangre.

– ¡Maldita sea! ¡Eso de la inmortalidad parcial es como un grano en el culo! – Gritó Gourry.

Yo sabía desde el principio que nuestro oponente era inmortal hasta que la piedra fuese destruida. Pero incluso sabiendo eso, ver con mis propios ojos lo que podía aguantar era alarmante.

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Entonces escuché como recitaba un hechizo. Por la forma de recitarlo adiviné cuál era y comencé a recitar un contra-hechizo a toda velocidad. Entonces miré a mi espalda.

“¡Un Flare Arrow! ¡Cómo me imaginé! Ojo por ojo, ¿eh?”Entonces agité mi mano formando un arco muy ancho.

– ¡Mos Varim! – Grité, y la esfera de luz que había creado dibujó un patrón extraño en el aire mientras bloqueaba todas las flechas de

Halcyform.

– ¡¿Qué?! – Exclamó Halcyform, paralizado por la sorpresa.

Cuando aprendí el hechizo su único objetivo era la extinción de incendios. Poco después descubrí que también era efectivo contra los hechizos de fuego más populares, cono el Fire Ball y el Flare Arrow.

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Aprovechando la sorpresa, Gourry y yo salimos corriendo del túnel tan rápido como pudimos. En cuanto llegamos al sótano lancé un par de hechizos Dam Brass para que la entrada se derrumbase, esperando que eso nos hiciese ganar algo de tiempo. Aunque supuse que no el suficiente para encontrar la piedra que estábamos buscando. Para empezar, no teníamos ni idea de qué pinta tenía la piedra. Había sido creada mágicamente, así que tendría algunas características mágicas de algún tipo, pero eso no era mucho para empezar. Prácticamente no teníamos ninguna oportunidad de encontrarla.

– ¡Salgamos de aquí! – Grité.

– ¡¿No vamos a buscar en este lugar?! – Dijo Gourry, escéptico.

– ¡No está aquí! – Subí corriendo las escaleras, evitando que me preguntase más detalles. No me sorprendería que Halcyform hubiese escondido algo de cierto valor en ese lugar, pero estaba claro que no iba a guardar la piedra de la que dependía su vida en un lugar como ese. Se podría romper por accidente.

“¿Dónde puede estar…?”

En ese punto ya no suponía ninguna ventaja el andar con sigilo, así que lancé un Lighting hacia el techo en cuanto llegamos al piso de arriba. Gourry estaba justo detrás. La puerta que daba al sótano se abrió, y una mujer pelirroja apareció. Seguramente había oído ruidos que provenían del sótano.

– ¡Ya era hora! – Grité mientras agarraba a Rubia por el cuello antes de que pudiese decir nada. No estaba de humor para charlar, así que la presioné contra la pared –
. Tú nos lo dirás, ¿verdad?

Mientras yo le hablaba ella estaba completamente aterrorizada. Al parecer mi cara mostraba una sed de sangre bastante creíble.

– ¿Dónde oculta el presidente la Piedra del Pacto? – Exigí saber.

– Cálmate, Lina. – Dijo Gourry, que también parecía algo asustado. Decidí ignorarle y miré fijamente a la chica a los ojos. Había cierta profunda tristeza en su manera de actuar que me sorprendió. Aflojé las manos.

– Sí… – empezó a decir Rubia en voz suave –. Si encontráis la piedra, ¿podéis detenerle? ¿Podéis detener al amo Halcyform?

– ¿Qué quieres decir con detenerle? – Dije, quitando las manos por completo de su cuello.

– Sé lo que ha hecho. – Dijo –. He intentado convencerle de que lo dejase muchas veces, pero aun así… – dejó el resto en el aire mientras bajaba la cabeza.

Ella no podía pararle, y por eso nos había pedido que no nos involucrásemos. Así Halcyform nunca habría sido liberado del sello de

Tarim y Daymia.

– ¿No se te ocurrió hablar con alguien como el duque Rit’ham? – Preguntó Gourry.

– Oye. – Contesté yo con un suspiro –. Seguro que se le ocurrió. Habría sido muy fácil contárselo a alguien, pero entonces Halcyform mataría a esa persona, y ella se culparía a si misma. ¿Verdad? El problema es que no había nadie por aquí que pudiese enfrentarse a él.

Rubia tragó saliva y asintió. Puse una mano en su hombro y le miré a los ojos.

– Entiendes… que detener a Halcyform significa destruirle, ¿verdad?

– Sí. L-lo entiendo. – Dijo, volviendo a asentir.

– Bien, está decidido entonces. – Dije –. Y bien, ¿la Piedra del Pacto…?

– Me temo que no sé qué piedra es. – Respondió mientras suspiraba –. Pero ha usado grandes esferas de adivinación durante años.

¡BOOM!

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Un atronador rugido interrumpió sus palabras, haciendo vibrar toda la estancia.

Venía del sótano.

“¡¿Ya ha conseguido atravesar los escombros?!”

– ¡Es una buena pista! ¡Guíanos hasta ellas! – Grité, Y Rubia salió corriendo.

Sentí una tremenda sed de sangre a nuestra espalda mientras recorríamos el pasillo. Había algo peculiar en ella, aunque… borroso.

Eché un vistazo a mi espalda.

“¡Aaaah!”

Nuestros viejos amigos, los homúnculos gigantes de combate, nos estaban haciendo una visita. Además habían traído consigo muchas de sus amigas quimeras para jugar.

Aunque Halcyform no supiera que el túnel estaba bloqueado, los escombros no serían una molestia para las quimeras que había liberado de su laboratorio. No podríamos huir de ellas por mucho tiempo, y el pasillo era lo suficientemente ancho como para que su superioridad numérica fuese un problema para nosotros. Y lo que era más importante,

¡yo ya estaba más que harta de ellas!

Me giré hacia nuestros enemigos y presioné la mano derecha contra una de las paredes del pasillo.

– ¡Van Reil! – Grité, y docenas de filamentos helados salieron de mi mano, reptando y retorciéndose por las paredes, el suelo e incluso el techo, dirigiéndose hacia el grupo de quimeras. Los filamentos se arremolinaron alrededor de sus pies y empezaron a reptar hacia arriba. Un instante después se habían convertido en una colección de estatuas cubiertas de hielo. Eso les detendría por un buen rato. O eso esperaba.

Gourry y yo nos pusimos de nuevo a correr tan rápido como podíamos.

– Me pregunto… – dije sin dirigirme a nadie en particular –. ¿Por qué crearía un ejército de quimeras?

– Dijo que era parte de su investigación. – Respondió Rubia –. Buscaba la manera de reforzar la vitalidad de las criaturas.

¡¿Eso era todo?! ¿Estaba haciendo intentos al azar para crear una quimera de combate más poderosa? En ese momento sentí haberlo preguntado.

– ¡Aquí! – Dijo Rubia apuntando a unas escaleras que subían al segundo piso.

En cuanto empecé a subir por ellas oí un zumbido grave, y sentí una sed de sangre justo a mi espalda. Me giré y agaché al mismo tiempo, y un sonido similar a un fuerte viento casi me dejó sorda, causado por algo que acababa de pasar justo por encima de mi cabeza.

“¡Lo esquivé!”

… O eso pensé, hasta que algo pesado me golpeó en la espalda.

¡THUD!

Slayers Volumen 2 Capítulo 5 Parte 2 Novela Ligera

 

Me caí por las escaleras, aterrizando con la frente.

“¡Qué dolor!”

Menos mal que no tenía tiempo para dedicarme a sentir pena por mí misma,
¿verdad? Me recuperé rápidamente. Entonces esa cosa aterrizó en la cima de la escalera. Déjame decirte que era horroroso. Hacía que los lesser demons pareciesen conejitos achuchables en comparación. Le salían alas de su espalda cubierta de una piel blanquecina y pegajosa. Supuse que era el híbrido de trol y dragón que habíamos visto poco antes en el laboratorio. Seguramente había esquivado mi hechizo Van Rail volando por encima de las cabezas de las otras quimeras.

“¿Por qué siempre me pasan a mí estas cosas?”

Fue la cola de la quimera lo que me había golpeado en la espalda, después de fallar un ataque con sus garras. La caída me había dolido, sí, pero no me había causado ningún daño serio.

– ¡Estoy bien! ¡Voy a acabar con ese bicho! – No tenía tiempo que perder, Halcyform venía a por nosotros.

– Estas cosas exhalan fuego, ¿no? – Preguntó Gourry, Rubia estaba escondida tras su espalda.

– No te preocupes. – Contesté –. Esta seguro que no. – Estaba claro que Halcyform no iba a dejar suelto por la casa algo que podía prenderle fuego y acabar destruyéndola.

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¡Entonces el dragón-rol saltó! Gourry preparó la espada y yo recité un hechizo. Con un solo golpe Gourry atravesó su grueso pellejo en pleno pecho. La criatura alzó una garra y giró.

– ¡Maldita sea! – Exclamó Gourry. No tenía tiempo para sacar la espada. Bajó las escaleras de un salto dejando su arma dentro del pecho del monstruo. Rubia acudió corriendo a su lado, esquivando por poco un golpe de la cola.

– ¡Bamu Rod! – Exclamé liberando mi hechizo en cuanto Gourry y Rubia se quitaron de en medio. ¡Un látigo llameante se extendió desde mi mano, que debería carbonizar a ese bicho en un segundo!

“¡Ah, porras!”

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