Slayers (NL)

Volumen 2

Capitulo 3: El que Duerme en la Barrera en el Fondo del Agua

Parte 3

 

 

– ¡Gourry! – Grité en cuanto mi cabeza salió a la superficie –. ¡Dame tu espada! ¡Venga!

– ¿Qué…? ¿Quién, qué, lo cualo? ¿A qué viene aparecer de repente y empezar a darme órdenes?
El que me pusiera a gritar nada más salir del agua le había despertado de la siestecita que se estaba echando sobre el pilar, muy sorprendido.


“Pero será… el muy… hay una persona corriendo peligro bajo el agua y él… ¡se echa una siesta!”

– ¡Resulta que sí que había alguien dentro de esa cosa! Necesito sacarle de ahí pero, para hacerlo necesito usar tu espada para romper su prisión.

– ¡Ah, vale! Ya lo pillo. – Gourry se quitó la espada de la cintura con la mano izquierda, y sacó una aguja de un bolsillo con la derecha. Presionó con la aguja un punto de la empuñadura y, tras un breve sonido metálico, desbloqueó un cierre, que mantenía la hoja de la espada en la empuñadura. Dejando la hoja en la vaina, me pasó la empuñadura.

No, no era ningún tipo de broma.

Cogí la empuñadura, colocándola ante mí, sujetándola con las dos manos.

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– ¡LUZ! – Exclamé, y una hoja apareció… una parpadeante y brillante hoja hecha de luz. Era la legendaria Espada de Luz que había exterminado a la bestia demoníaca en la ciudad de Sairaag.

La verdad es que esa espada encarnaba más de la mitad de los motivos por los que yo viajaba con Gourry. Era la manifestación física del poder mental del que la blandía, y quería investigarla a fondo algún día.

Dentro del campo protector del poderoso Rune Breaker, esperaba que la magia contenida en la espada se hubiese debilitado, pero el largo de la hoja y su brillo eran los mismos de siempre. Tenía muy claro que iba a tener en mis manos una espada de la mitad de su largo habitual.

“Hmmm… ¿quizás esta espada está compuesta de un tipo de magia diferente?”

Fuera lo que fuese, no podría saberlo hasta que tuviese tiempo de estudiarla.

– Oye, Gourry, ¿te has decidido ya a regalarme la espada de una vez? – Pregunté.

– No… ni de coña. Vete de una vez. – Respondió molesto.

– Qué cruel. – Murmuré antes de tomar aire y recitar el mismo hechizo que ya había utilizado más veces de las que me había molestado en contar.

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– ¡Ray Wing! – Volví a sumergirme, de nuevo sin saber cuántas veces lo había hecho ese día. Pero esperaba que fuese la última.

***

 


 

– ¡Val Flare! – Grité.

– ¡Dam Brass!

¡KA-BOOOM!

Dos llamas gemelas, disparadas por el presidente Halcyform y por mí, destrozaron el techo sobre nosotros. La luz de la habitación que había encima atravesó el polvo y los fragmentos de techo que caían a toda velocidad. Los tres nos tuvimos que tapar los ojos por la luz, mirando hacia arriba a través de nuestros dedos.





Mientras liberaba al presidente, también conseguí destruir los pilares que mantenían la barrera.

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Liberar a Halcyform no habría servido de nada si, nada más verlo, Gourry hubiese intentando atacarle con su espada. Así que después de explicarle la situación, usamos un hechizo Lighting para subir hacia el techo… o más bien, el suelo de la sala de arriba, que acabábamos de destrozar.

Entonces escuchamos una carcajada desquiciada.

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– Señor Halcyform, debería advertirle. Daymia tiene un par de mazoku bastante poderosos trabajando para él, así que, por favor, tenga cuidado.

– Gracias. Sí, por supuesto que lo tendré. – Respondió bastante animado.

¿Animado? Empezaba a preguntarme si estaría bien de verdad.

Los tres atravesamos el agujero en el suelo y aterrizamos en una parte que no había sufrido daños.

– Siento haberte hecho esperar. – Le dije a Daymia, esforzándome por responder a sus gestos y risa de maníaco con una gran sonrisa y una risa propia. Gourry puso en cuclillas, sin prestar demasiada atención.
– ¡¿Q-qué?! – Gritó Daymia, cayéndose de culo –. ¡P-p-presidente Halcyform!

– Vaya, hola. Ha pasado como medio año, ¿no es cierto, vice-presidente Daymia?

– Dijo Halcyform en tono casi casual, con una sonrisa.

La verdad es que empezaba a asustarme. Daymia estaba blanco como la pared.

– ¡E-espera! N-no… no fui yo, para nada. – Dijo tartamudeando.

Vaya, esa ha sido buena. Decirle ‘no fui yo’ a un tío que ha estado encerrado en una barrera construida bajo tu propia casa.

– Ah, vaya, lo siento. ¿Quién fue, entonces? – Preguntó el sonriente Halcyform. Ya te digo que daba bastante miedo.

– ¡T-Tarim! ¡Él m-m-me convenció! ¡Yo nunca quise hacerle algo así! ¡Nunca tuve ningún problema con usted! Por favor… ¡por favor, perdóneme!

“Espera un mom…”

– ¿En serio? Ya veo. Tendré que ir a hablar con Tarim, entonces. – Dijo Halcyform, sorprendiéndome.

– Ah… – La cara de Daymia se iluminó, esperanzado –. ¡S-sí, claro! ¡Por eso es usted el gran presidente de la asociación de Atlas!


¡Pues claro que sí!

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– Señorita Lina, señor Gourry, vámonos. – Dijo y, sin más, se dio la vuelta ignorando por completo a Daymia, caminando hacia lo que supuse que era la salida. Nosotros dos le seguimos, muy sorprendidos.

– ¿Le parece que está bien así? Quiero decir, dejarle aquí sin más. – Le pregunté.

Sin darme cuenta miré hacia atrás y vi a Daymia, que volvía a reírse como un loco.

– ¿Y por qué no? – Dijo casi en un susurro –. Aunque hace mucho que no es capaz de mantener una conversación coherente, tiene razón en que Tarim es más responsable de mi aprisionamiento que él. De todos modos lo pondré en conocimiento del duque Rit’han, y lo zanjaré con el consejo en un día o dos. Ah, por cierto. – Añadió –. Si os encontráis con Tarim antes que yo, por favor no le informéis de mi regreso.

– Claro que no, pero le diré que no pensamos volver a casa de Tarim. Como nos ha engañado, hemos decidido rescindir el contrato.

No tenemos ninguna intención de seguir ayudándole.
– Oh, creo que eso es muy sabio de vuestra parte. – Respondió, con una seriedad que parecía fingida.
Por algún motivo, había algo en toda esa situación que no encajaba.

– Bien, entonces debo regresar primero a mi hogar. – Anunció Halcyform a punto de despedirse.

– Estoy segura de que Rubia estará feliz de verle. – En cuanto dije eso, se encogió durante un momento, justo antes de volver a sonreír.

– ¿Conoces a Rubia, entonces?


– ¿Tu ayudante? No, pero Tarim nos habló de ella. – Mentí. Y no tenía ni idea de por qué lo había hecho. Gourry apoyó mi mentira con su habitual cara insustancial. Aunque seguramente se había olvidado de Rubia, pero vamos a darle el beneficio de la duda, ¿vale?

– Ya veo. Bueno, tened cuidado vosotros también. Tarim puede tener aún algunos trucos bajo la manga. Puede que tenga que volver a pedir vuestra ayuda. – Dijo en tono amistoso.

– Claro. Estamos hospedados en el hostal Dragón Plateado, en el centro. Cuídese.

– Lo haré. Bien, entonces… – Se dio la vuelta antes de despedirse con la mano, con su manto blanco ondeando tras él. Sin ningún motivo en particular, me quedé mirándole hasta que desapareció de mi campo de visión.

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