Slayers (NL)

Volumen 2

Capitulo 1: Un Trabajo que Puede Acabar Mal

Parte 2

 

 

Lugar: la ciudad de Atlas.

El castillo Vyle del Duque Rit’han ocupaba una posición dominante sobre toda la próspera ciudad y su núcleo urbano. De día la gente se apretaba en las calles estrechadas por las tiendas y los carruajes, donde las peleas y los ladronzuelos eran de lo más común.


Pero mientras pudieras evitar verte involucrado con algo así, no era un mal sitio en el que estar. (Aunque al anochecer los mercaderes se daban prisa en recoger sus carros y cerrar sus tiendas, y las chicas bien vestidas corrían hacia sus casas. La ciudad de Atlas era un lugar curioso, no cabía duda).

Desde la colina, el majestuoso palacio, enmarcado por una serie de edificios sin nombre, parecía más la imagen de un cuadro que algo real. Como en todas las ciudades de este tipo, cuanto más te acercabas al castillo, más ricos los residentes de la zona, más refinados los estilos de vida, y más impresionantes los negocios del lugar.

Normalmente en una ciudad tan grande, las oficinas administrativas de la Asociación de Hechiceros y la Asociación de Guerreros tendrían una influencia equivalente.

Pero, en Atlas, el edificio de la Asociación de Hechiceros estaba localizado justo al lado de la muralla del castillo, lo que significaba que gozaba de gran poder. Aun así, últimamente la influencia de la Asociación de Hechiceros había sido empequeñecida por la del Gremio de Clérigos de Saillune. Podría decirse que el gremio gozaba de más poder que el propio Duque Rit’han.

Slayers Volumen 2 Capítulo 1 Parte 2 Novela Ligera

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Semejante pérdida de importancia, aunque lamentable, no era una sorpresa teniendo en cuenta el hecho de que el puesto de presidente de la asociación estaba vacante, y la lucha interna para ocuparlo. El espíritu de la discrepancia ya había echado raíces en la asociación anteriormente, cuando un grupo de hechiceros autodenominado “Los Buscadores de la Verdad” culpó a los otros hechiceros de conspirar en su contra para mantenerlos fuera de los puestos de poder.

Personalmente no tenía ninguna opinión, buena o mala, sobre los buscadores.

Aunque habíamos llegado al restaurante al medio día, entre la comida y la pelea había perdido la mitad restante del día, haciendo que tuviese que recortar mis planes.

El atardecer ya estaba terminando, y los hechiceros empleados del Duque Rit’han estaban lanzando hechizos Lighting para iluminar las calles a modo de farolas.

“Vaya día echado a perder.”


– Lina… – Murmuró Gourry en voz baja, lo justo para que yo pudiera oírle, pero no para llamar la atención de Rod, que caminaba delante de nosotros –. ¿Qué estamos haciendo? Dijiste que no querías coger ningún trabajo aquí.

Tenía razón, eso era lo que había dicho. Tenía la intención de dedicarme sólo a descansar durante mi estancia en Atlas. Ambos estábamos agotados tras los recientes incidentes de los que apenas habíamos salido con vida pocas semanas. Necesitábamos descansar y liberar el estrés. En nuestro primer día en la ciudad le dije muy convencida que no íbamos a aceptar ningún trabajo en

Atlas, de ninguna manera.

Pero… una chica tiene derecho a cambiar de opinión. Además, no es que tuviese la intención de aceptar el trabajo. Tenía curiosidad y, francamente, ¡estaba utilizando a Rod, el hombre de negro, para escapar del follón del restaurante!

– Teniendo en cuenta la situación, Gourry, – dije apretando los dientes –. Supuse que conocer los detalles de este trabajo era una salida más fácil que fingir mi propia muerte.

– Además, – añadí –. Dije que escucharía la oferta. Nunca dije que aceptaba el trabajo.

– Pero… – Respondió Gourry rascándose la cabeza y haciendo ese extraño sonido similar a un maullido que hace cuando está confuso –. Por lo que he oído de este tipo, Tarim, no creo que nos deje marchar con un ‘Ah, qué pena. Bueno, cuidaos’.

– Si la situación se complica, saldremos luchando. Puedo contar contigo, ¿verdad, Gourry?

Gourry empezó a poner caras raras.

– Sabes, empiezo a pensar que viajar contigo no es exactamente la manera de vivir una vida larga y saludable.

– Seguramente tengas razón. – Respondí, sonriendo.

Entonces, de repente, me detuve y miré a mi alrededor muy tensa. Podría sentir los ojos de alguien espiándonos.

– ¿Qué te pasa, Lina? – Preguntó Gourry.

– Creo que nos observan…

– Ah, ¿tú también? – Dijo mientras se encogía de hombros, como si fuera algo de lo más normal.

“Espera un…”

– Vamos a ir por detrás. – Susurró Rod. ¿Quizás yo había sido la última en percibir a nuestros espías?

Mientras cambiábamos de camino, mis sentidos se pusieron en alerta. Un olor agrio alcanzó mi nariz. Oí a un perro ladrando en alguna parte, a lo lejos. La tensión en el aire mantenía erizados todos los pelos de mi nuca.

Tras la siguiente esquina, una fila de casas sucias de ladrillo rojo bloqueaba la luz de las farolas. Todas las ciudades tienen un barrio malo, y este era del de Atlas. Desfilamos a través de la desolación del lugar en fila. A mí me daba igual la zona, pero estaba claro por qué Rod había elegido ese camino. Tras darse cuenta de que nos observaban, nos llevó por el camino más deshabitado posible.

Así sería más fácil localizar a los que nos espiaban.

“Como cebo para tiburones.”

– Ya basta. – Dijo Rod deteniéndose de repente

“No es fácil ignorar una invitación así.”

– ¡Salid, salid, donde quiera que estéis! – Dije canturreando.

Justo entonces percibimos movimientos. Varias siluetas salieron de entre las sombras. ¿Esos eran los que nos habían estado siguiendo? Todos vestían con ropas que decían a gritos ‘bandidos’… cretinos.

“Muy bien, entonces…”

Cuando percibí sus miradas antes, había una en particular que me ponía los pelos de punta. Pero, fuera quien fuese, no estaba entre esos payasos.

“¿Pero entonces…? No pudo haber sido mi imaginación.

Aun así, no me quedaba más remedio que concentrarme en la situación que teníamos entre manos.

– Los guardaespaldas de Tarim, ¿eh? – Preguntó uno de ellos.

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“Bueno, aún no, pero supongo que no es momento de andarse con detalles.”

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– Bueno… eh… eso no es precisamente cierto… – Dijo Gourry, siempre dispuesto a ponerse puntilloso.

– A esos les da igual, van a intentar mataros de todos modos, – añadió Rod –. Vamos a ver de lo que estáis hechos –. Nos dijo… aunque, para ser precisa, estaba claro que se lo decía a Gourry.

“¡Venga ya! ¿Está todo amañado? ¿¡Es algún tipo de prueba?!”

– Olvídalo, – exclamé –. Si nos encargamos de estos payasos estaremos haciendo un trabajo que aún no hemos decidido aceptar.

Siento tener que decepcionarte ahora que nos hemos hecho tan buenos amigos.

– ¿Decepcionarme? – Rod se volvió hacia mí con su mirada fría como el hielo –.

Al contrario, preferiría que no aceptaseis el trabajo.

– Er… ¿me lo repites?

– No puedo luchar contra un aliado, – explicó, fijando la vista en Gourry, que estaba de pie a mi espalda –. Entiendo tu punto de vista, – continuó –. Yo me encargaré de esto.

Los payasos… digo… los asesinos estaban indignados. ¿Un solo hombre aceptando encargarse de diez de ellos? La arrogancia de la situación sólo era comparable con la indignación que provocaba.

Y, aun así, yo apostaba por Rod. Yo no había estado perdiendo el tiempo. Mientras hablábamos me había estado fijando en el comportamiento del grupo, y calculando a grandes rasgos la extensión de sus habilidades. En mi humilde opinión, no eran más que un chiste.

También tenía pocas dudas de que hubieran sido enviadas por el rival de Tarim, Daymia. Pero, fuera cual fuese el caso, no eran más que basura. Nuevos reclutas con poca o ninguna experiencia, como mucho.

“Hmmm…”

Al saber a ciencia cierta que él podría encargarse de ellos, apunté con el dedo a Rod y exclamé.

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– ¡Ya le habéis oído! ¡Si nos queréis tendréis que acabar primero con él!

– Venga ya, eso ha sido cruel. – Se quejó Gourry. Por supuesto, sabía tan bien como yo que no eran rival para Rod, y estaba intentando no partirse de la risa.

– ¡Cómo te atreves a reírte de nosotros! – Gritó alguien con poco talento para la originalidad.

“Error número uno.”

Entonces salió corriendo hacia Rod.

“Error número dos.”

Los demás desenvainaron sus espadas.

“Y error número tres. ¡Vaya racha, chicos!”

Rod les lanzó una de sus frías miradas y desenvainó su espada lentamente. En el momento exacto, dio un paso adelante.

En un instante, los aspirantes a asesinos se encontraron con remolino de metal y malicia.

Los demás se dieron cuenta entonces de a lo que se enfrentaban, y probablemente ensuciaron sus pantalones.

“Ya era hora.”

El epitafio del que exclamó ‘cómo te atreves’ estaba escrito desde el momento en el que se lanzó en dirección a Rod. Entonces los otros, sabiamente, perdieron su voluntad de luchar.

– ¡Retirada! ¡Retirada! – Gritó uno de ellos, que ya nos estaba dando la espalda.


No la más valiente de las órdenes, quizás, pero sí la más prudente.

Desafortunadamente para ellos, mientras intentaban escapar en la dirección opuesta, se encontraron de frente con un hombretón con una espada bastarda sujeta firmemente con ambas manos, y con cara de pocos amigos. Era Lantz, mi coleguita del restaurante.

Los hombres se detuvieron, Lantz cargó hacia ellos y partió a sus desafortunados oponentes en dos.

“Aaagh. Vaya, es mejor de lo que pensaba.”

Rod se lanzó entonces a por los pocos que quedaban. La “batalla” había terminado en un instante, y ni Gourry ni yo pudimos encontrar nada que criticar.

Rod usó la tela de su cara para limpiar la sangre de su espada, mientras Lantz resoplaba hacia nosotros.

– Vi a ese grupo que os seguía cuando salí del restaurante, – explicó Lantz –. Así que, por supuesto, los seguí. Quizás no fue necesario, pero…

– No lo fue. – Respondió Rod.

Lantz dejó el tema inmediatamente. Entonces nos miró a Gourry y a mí con una clara hostilidad.

– Pero Rod, ¡¿de verdad crees que esta niña pequeña y su matón tienen lo que hay que tener para este trabajo?!

“¡¿Niña pequeña?!”

– Lantz… – gruñó Rod antes de que yo pudiera abrir la boca para contestar. Lantz se estremeció.

– Yo les he invitado, – continuó Rod. Estaba claro que quería decir que, si Lantz dudaba de nuestra habilidad, también estaba dudando del criterio de Rod a la hora de elegirnos.

Lantz palideció al entender el significado de esas palabras.

– Lo siento, Rod… señor… no quise dar a entender…

– Muy bien. – Dijo Rod asintiendo antes de ponerse en marcha, de nuevo en modo deprimente y sombrío.

“Guay.”

Nosotros nos pusimos en marcha también, siguiéndole, y Lantz iba en la cola. Hizo un sonido de desagrado con la lengua que no estoy segura de que quisiese que oyésemos.

Me giré hacia él con la mano en mi cadera… ¡si tenía un problema conmigo, que me lo dijese a la cara! Pero un momento antes de que mis labios pudiesen formar las palabras…

¡PLOOOP!

La tierra bajo nuestros pies se hizo líquida. La superficie del callejón se había convertido en un mar de barro.

– ¡EY! ¿Pero qué…? – Chilló Lantz. Era un tío grande, y se había hundido en el suelo hasta las rodillas.

– Lina, creo que esto te toca a ti. – Sugirió Gourry con calma, sus pies también enterrados en el lodo, y hundiéndose más y más.

– Sí, lo sé. – Respondí, y me dispuse en concentrarme para encontrar la fuente de nuestro problema. En cuando la encontré, resultó ser un hombre flotando en el cielo –. Un hechicero, mmm…

Llevaba un manto negro con capucha, y un amuleto enjoyado al cuello. Tenía un par de hombreras muy trabajadas, esculpidas para que pareciesen las cabezas de dos brow demons. Uno a cada lado.

Los brow demons, en caso de que te lo estés preguntando, no son precisamente unos tipos muy guapos.

“Bueno, su ropa no dejan lugar a dudas.”

– Supongo que sacrificaste a ese grupo para ver de lo que somos capaces. – Dije, saltándome los saludos y demás cortesías.

– Exacto, y jugaron su papel a la perfección. – Dijo el hechicero, riéndose mientras hablaba de la pérdida de sus subordinados.

– Has usado a Bephimos, el espíritu de la tierra, para transformar el suelo en barro, y entonces atacarnos desde arriba aprovechando que no nos podemos mover… no está mal. Si yo no estuviera aquí, podría haberte salido bien. – Dije, admirando de verdad su estrategia.

Por supuesto, yo estaba de pie sobre el mar de barro, como si estuviese caminando sobre las aguas, gracias a un pequeño hechizo al que me gusta llamar Levitation. Lo lancé tan pronto como sentí que las suelas de mis botas empezaban a hundirse, lo que me mantuvo a flote y seca.
– No te vas a librar. ¡Yo, Karuas, juro que morirán todos aquellos que desafíen al gran Daymia!

– La gente no debería hacer promesas que no puedan cumplir, Karuas. Es de mala educación. ¿No te lo enseñó tu madre? –

Entonces cambié de hechizo –. ¡Ray Wing!

En un instante Karuas se volcó hacia un lado.

– ¡Whoa! – Gritó, sorprendido.

Normalmente ese hechizo crea una barrera de viento alrededor del cuerpo de una persona, permitiendo el vuelo a gran velocidad. Es más difícil de controlar que el Levitation pero, como no tenía intención de usarlo sobre mí misma… su tempestuosa naturaleza era lo que estaba buscando.

Según mis cuentas, Karuas estaba usando dos hechizos: lo que fuera que estaba usando para convertir la tierra en barro, y su hechizo Levitation.

Ningún hechicero, sin importar lo hábil que sea, podría usar más de dos hechizos a la vez. Por supuesto, si los hechizos son complejos, incluso dos podrían ser demasiados. Mientras controlo el Ray Wing, podría ser capaz de usar un Lighting, por ejemplo, pero no podría lanzar un hechizo ofensivo.

Las buenas noticias eran que estaba segura de que él no podría usar más hechizos.

… O eso pensaba.

Karuas se giró hacia mí, y con un innecesariamente grosero ‘¡Toma esto, zorra!’, aparecieron varias flechas de fuego de ninguna parte.





“¡¿Pero qué…?!”

– ¡Haaa! – Las flechas salieron disparadas hacia mí, y apenas pude esquivarlas.

Normalmente las habría evitado con facilidad, pero me había tomado por sorpresa.

– ¿Qué te pasa? ¿Es demasiado para ti? – Dijo Karuas mientras se reía, y sus hombreras le imitaban.

“¿Sus hombreras se acaban de reír?”

Hmph. Por lo que yo sé, los accesorios no suelen mostrar desprecio. Así que sólo se me ocurría que…

– Exactamente. – Dijo Karuas estirando la palabra como si se le hubiese pegado la lengua al paladar –. Están vivas.

“¿Vivas?”

No tenía ningún sentido. Para empezar, los brow demon no eran capaces de utilizar hechizos de ataque de alto nivel. Es más, las hombreras de Karuas eran del tamaño de la cabeza de un brow demon. Suponiendo que fuesen de una variedad especial de brow demons capaces de usar magia avanzada, ¡¿dónde estaban sus cuerpos?! Si, suelen ser más pequeños que los humanos, pero aun así uno de ellos no cabría debajo de la capa de un hechicero, ¡y mucho menos dos!

– No son brow demons normales, jovencita idiota. Son especiales. Me las concedió Lord Daymia cuando me transformó en una quimera. Son mis preciosas mascotas y, con su ayuda, ¡puedo usar tres hechizos a la vez! – Explicó generosamente Karuas.

“Oh, dioses. Aunque es bonito cuando la gente está orgullosa de sus mascotas.”

Así que él y sus dos brow demons tenían una relación simbiótica. Juntos podían levitar, controlar el hechizo del barro, y lanzar un ataque. Con todo eso, tenía ventaja. Pero…

– ¡Luz! – Exclamé, golpeando a Karuas con un hechizo Lighting. Como el Levitation no es un hechizo que permita mucha maniobrabilidad, no pudo evitarlo.

“Qué penita.”

– ¡Gaaah! – Gritó. La enorme bola de luz había aparecido a sólo unos centímetros de sus ojos.

– ¡¿D-dónde estás?! – Bramó Karuas, agitándose en el aire. Le había cegado con
mi luz.

– ¡Allí arriba! – Exclamó el brow demon de su hombro derecho, descubriendo mi
paradero.

Afortunadamente aún no había recuperado su vista cuando levantó su barbilla para mirar hacia el cielo.

Y, tan pronto como hizo eso, lancé mi ataque.

¡CRASH!

Aterricé en su cara con los dos pies.

¡KA-THUNK!

Karuas aterrizó de cabeza en el mar de barro, hundiéndose hasta la cintura.

Entonces descendí hasta posarme sobre su trasero, y recité tranquilamente mi siguiente hechizo.

– Freeze Arrow. – Susurré, y las flechas heladoras atravesaron el suelo, congelando el barro en un instante.

El cuerpo del hechicero se estremeció, y entonces dejó de moverse. Entonces el suelo regresó a su estado original. Seguramente los brow demons también habían muerto, cancelando el hechizo.

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La causa de la derrota de Karuas había sido su firme creencia de que la fuerza podía medirse por el número de hechizos que era capaz de usar a la vez.

“Lo importante no es el número de hechizos, sino cómo los usas.”

Me giré hacia los demás.

– Sea lo que sea lo que vayas a hacer, hazlo rápido, ¿vale? – Suplicó Lantz. Tanto él como los otros seguían hundidos hasta la cintura.

“Es verdad lo que dicen, el trabajo de una mujer nunca acaba.”

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