Slayers (NL)
Volumen 1
Capitulo 4: ¡Ahora verás! ¡Te mostraré mi poder!
Parte 2
Contemplábamos en silencio las llamas de nuestra hoguera, lo que nos recordaba lo que habíamos contemplado sólo un poco antes.
No teníamos ninguna oportunidad contra Shabranigudu, y lo sabíamos. Por el momento habíamos escapado, pero no importaba cuánto corriésemos, acabaría encontrándonos. No puedes huir de tu destino.
– Voy a luchar… – Murmuró Zelgadiss al fin –. Me doy cuenta de que no voy a ganar, pero si sigo huyendo, Rodimus y Zolf nunca me lo perdonarán.
Y tras esas palabras, el fuego de nuestra hoguera se extinguió de nuevo.
– Supongo que iré contigo, – dijo Gourry, entendiendo quizás la extinción del fuego como un augurio –. Aunque no vaya a funcionar, no puedo dejar que vayas solo.
– Lo siento… no era vuestra lucha. – Susurró Zelgadiss.
– Oye, no pasa nada. También es mi mundo. Y es mi elección. – Respondió.
Con esa decisión tomada, ambos volvieron a quedarse en silencio. Me di cuenta, por supuesto, que estaban esperando mi respuesta. No era que no pudiera decirla, ni que no estuviese prestando atención. Sólo estaba pendiente del fuego.
– Yo… – Abrí la boca e intenté hablar. Ninguno de los dos dijo nada, no querían influir en mi decisión, supongo. Se quedaron allí, contemplando cómo las ascuas se consumían –. Yo no quiero morir. – Murmuré por fin, con los ojos fijos en la hoguera.
– Nadie va a obligarte. – Dijo Gourry, mirándome con amabilidad. Me puse de pie, llena de rabia.
– ¿Y ya está? ¿Sabéis qué? Luchar para morir es una estupidez. ¡Los hombres siempre habláis de estupideces como las “agallas” y el “honor” antes de tirar vuestras vidas por la borda! Cuando morimos… ¡se acabó! ¡Eso es todo! ¡No podéis llevaros el honor a la tumba!
– Haz lo que creas conveniente, – dijo Zelgadiss –. Sigue huyendo si es lo que quieres. Sólo… no te conviertas en su aliada. Si lo haces, te mataré con mis propias manos.
Puse las manos en las caderas y solté un enorme suspiro.
– Oye… ¿me has oído decir que no vaya a luchar?
– ¿Qué? – Dijeron los dos a la vez mientras me miraban, sin entenderme.
– No os equivoquéis. Aunque diga que no quiero luchar para perder, no significa que no quiera luchar, ¿sabéis? Lo que quiero decir es que no quiero perder. Si tenemos aunque sea sólo una posibilidad entre cien de ganar, pero luchamos pensando que vamos a perder, esa oportunidad se reduce a un enorme cero.
– No tengo ninguna intención de morir. Por eso, cuando lucho… ¡lucho para ganar! Junto a vosotros, claro… si queréis.
Ambos intercambiaron miradas.
– Por supuesto que queremos ganar, pero no sé si tenemos esa oportunidad entre cien, siquiera, Lina. Lo siento. – Respondió
Zelgadiss en voz baja.
– Estoy segura de que no puedo vencerle con mi magia negra, pero quizás si la combinamos con tu magia espiritual, podríamos tener una oportunidad…
– No, Lina.
– ¿No?
– Exacto. No. ¿Viste el hechizo que lancé cuando resucitó?
– ¿Las llamas azules? Sí. No supe qué hechizo era, pero no sirvió. Espera…
– Sí, exacto. Era el La Tilt.
– ¡Increíble! – Exclamé agarrándome la cara con las manos.
– ¿Qué? ¿Qué significa eso? ¿Qué es un… lau tilt? – Preguntó Gourry, tan en la inopia como siempre.
– El La Tilt es… – me paré un momento para buscar una respuesta simple –. El La Tilt es el hechizo de ataque más poderoso de la magia espiritual. Es una técnica usada para destruir al enemigo desde el plano astral. Aunque sólo afecta a un objetivo, es el equivalente al Drag Slave en esa categoría.
– ¿Drag Slave?
“¡Cabeza hueca! ¿Es que nunca has leído un libro?”
– El Drag Slave es el hechizo más poderoso de la magia negra que los humanos pueden utilizar. Fue creado por un sabio llamado
Lei Magnus para destruir a un Arc Dragon de seis mil años de edad, así que lo llamó Dragon Slayer aunque, con el tiempo, el nombre fue variando hasta convertirse en Drag Slave. Es el hechizo que Zolf intentó utilizar antes contra Shabranigudu.
– Si esos hechizos son tan poderosos, ¿por qué no funcionaron? ¿No los recitaron correctamente o algo así?
Aaargh, ya estaba harta.
– Paso. Zelgadiss, te toca.
– La magia espiritual se compone de la magia que utiliza los cuatro elementos básicos… tierra, agua, fuego y aire… y la magia que utiliza el plano astral. Como Lina ha dicho, el La Tilt es un hechizo que toma energía espiritual desde el plano astral. Aún así, un
Señor Oscuro es un ser puramente espiritual, y los humanos no. Su poder astral es mayor que el de los humanos, por lo que puede desviar un hechizo de ese tipo lanzado por un humano con facilidad. Los humanos pueden utilizar los cuatro elementos básicos, pero el resultado varía dependiendo de la capacidad del hechicero. Así que la magia espiritual es inútil en este caso. – Concluyó –. Te toca.
– La magia negra no funcionará contra Shabranigudu por una razón muy sencilla.
– Dije, continuando por donde lo había dejado Zelgadiss –. La fuente primaria del poder de la magia negra es el lado oscuro de la naturaleza humana: el odio, el miedo, la malicia… Pero la personificación de ese poder es el mismísimo Señor Oscuro.
¿Recuerdas lo que dijo Zolf al recitar el hechizo? Vos más oscuro que el crepúsculo, vos más rojo que la sangre que fluye… Esas palabras se refieren al propio Shabranigudu.
– ¿Zolf dijo eso? – Interrumpió Gourry, mirándome extrañado.
– ¡Pues claro! ¡Si estabas allí! Ah, claro, es verdad, tú no comprendes las Palabras del Caos.
– ¿Palabras del Caos?
Las palabras que se utilizan para recitar un hechizo, pero no me apetecía explicárselo a Gourry.
– No le des muchas vueltas, eso es lo que dijo. Usar un hechizo así es como pedirle a Shabranigudu “oye, ayúdame a matarte”, e incluso tú comprenderás que eso es una tremenda estupidez.
– ¿Qué quieres decir con “incluso yo”?
“Uuups.”
Sea como sea, – continué –. La magia blanca no tiene ningún hechizo ofensivo. Tiene hechizos para exorcizar fantasmas y zombis, pero no son lo suficientemente poderosos para afectar a Shabranigudu. Así que, resumiendo, ni Zelgadiss ni yo podemos vencerle usando la magia.
– Pero algo tendremos que hacer, – dijo Zelgadiss mirando a Gourry –. Parece que tú y tu Espada de Luz sois nuestra única esperanza.
– Así que serás tú quien tenga que luchar contra él, aunque nosotros te ayudaremos todo cuanto podamos.
– Huh. Vale. Aunque es más fácil decirlo que hacerlo.
– Creo que no tenemos otra opción, – dije –. ¿Se te ocurre algo mejor?
– Bueno… no. – Respondió Gourry, suspirando.
– Pues entonces, decidido. – Dijo Zelgadiss asintiendo y zanjando el asunto.
– Me complace ver que os habéis decidido.
Los tres giramos nuestras cabezas hacia la dirección de la que venía la voz, pero no había posibilidad de que no reconocer un sonido tan malvado.
“¿Cuándo ha llegado hasta aquí? ¿Desde cuándo lleva ahí escuchando?”
Una profunda oscuridad de color carmesí se ocultaba entre los árboles del bosque… el Señor Oscuro, Ruby Eye Shabranigudu.
– Oponentes como esos con los que acabé antes… no fueron… ¿cómo decirlo? No supusieron ningún esfuerzo. Demasiado fácil.
Esperaba que decidierais entrenar conmigo. He estado sellado tanto tiempo que estoy… ¿cómo se dice? ¿Oxidado? Mis incontables e importantes viajes pueden esperar hasta que hayamos completado nuestros ejercicios.
– Vaya mierda… – Murmuré mientras me ponía en pie. Quería masacrarnos sólo para practicar. Se tomó la molestia de seguirnos sólo porque quería entrenar. Al parecer sus destructivos músculos estaban algo agarrotados.
No voy a negar que Zolf tuviera una personalidad desagradable, y Rodimus no era un regalo para la vista. Pero quemarlos vivos… para practicar.
No pensaba estar cualificada para dar lecciones sobre actuar con humanidad. Yo también había matado a gente. Y seguramente
Zelgadiss y Gourry también.
Pero…
Por alguna razón, no era lo mismo. Lo que había hecho no era algo que yo pudiera perdonar ni olvidar.
– ¿Entrenar, dices? Vale, vamos a jugar. Seguramente a nosotros también nos venga bien, ¿verdad, chicos? Pero ten cuidado, Rezo.
Puede que seas tú el que acabe arrepintiéndose.
– Ja ja ja. Quizás. Pero me gusta que tengáis tantos ánimos. Necesito gente con energía. Si no, venir a por vosotros hubiera sido una pérdida de tiempo.
– No tenemos intención de perder, ¿sabes? – Dijo Gourry mientras él y Zelgadiss se ponían de pie.
– Vuestra intención es irrelevante. Seguro que entendéis lo que quiero decir.
– Claro, – respondí –. Entendemos lo que quieres decir, Lord Shabranigudu, pero aún así pensamos patearte el trasero.
Puede que fuese mi imaginación, pero me pareció ver que el Señor Oscuro tembló por un instante.
– Comencemos. – Y, dicho eso, el Señor Oscuro clavó el bastón que sujetaba con una mano en el suelo, y la tierra tembló.
“¡No…!”
El movimiento no venía del suelo, sino de debajo… de las raíces de los árboles del bosque. Shabranigudu les había dado vida, haciendo que se agitasen bajo nuestros pies como serpientes gigantescas.
– Vaya un ataque tan patético. – Dije riéndome sin poder evitarlo –. ¡Oye, Zelgadiss!
– ¡De acuerdo! ¡Dug Haut! – Zelgadiss me había comprendido perfectamente.
Esta vez la tierra tembló de verdad.
Con el temblor causado por el hechizo de Zelgadiss, las raíces serpenteantes acabaron destrozadas, cayendo hacia el subsuelo a través de las grietas generadas por el temblor del Dug Haut.
– ¡Vale, ahora me toca a mí!
– Todo tuyo, señorita. – Dijo Zelgadiss con un intento de sonrisa.
– Oh, vaya. Me pregunto qué vas a intentar hacer. ¿Será algo interesante? – Lloriqueó el Señor Oscuro.
– No es nada demasiado gordo. Sólo es especial porque es de mi cosecha. – Elevé mi mano derecha y una esfera de luz apareció sobre ella.
– ¿No pensarás utilizar un Fire Ball contra mí? – Dijo el Señor Oscuro. Su voz sonaba como su estuviera decepcionado. Como si a mí me importara.
– Exacto, ¡un Fire Ball…! – y entonces lancé la esfera hacia él. El proyectil de fuego avanzó hacia Shabranigudu, y se detuvo ante sus ojos.
– Esta es naranja… – dijo el Señor Oscuro con el mismo tono que un niño diría “Esto es un conejo” –. Un impacto directo de un Fire Ball, aunque sea de color naranja, no me hará ningún daño. – Dijo, quejándose.
– Ya lo sé, – respondí –. Pero démosle una oportunidad, por echarnos unas risas.
– No me estoy riendo, – dijo Shabranigudu, cogiendo su bastón y elevándolo.
– ¡Break! – Grité en el momento adecuado. La esfera de luz estalló, bañando al Señor Oscuro con sus llamas, en un movimiento en hélice.
– ¿Qué es esto? – Preguntó el Señor Oscuro con un tono de sorpresa. No estaba preparado para algo así, y su cuerpo pronto desapareció oculto entre las llamas.
– ¡Gourry! ¡Te toca!
– ¡Entendido! – Respondió Gourry, corriendo con la Espada de Luz preparada.
– ¡Corre, Gourry! – Gritó Zelgadiss.
– ¡MUERE, Señor Oscuro! – Exclamó Gourry a modo de grito de guerra. La Espada de Luz emitió un zumbido.
Entonces… Shabranigudu, la criatura que habíamos conocido primero como Rezo, el Sacerdote Rojo… empezó a reír.
– ¿La Espada de Luz? ¿La espada acabó con Zanaffer, la bestia demoníaca, en Sairaag, la ciudad de la magia? Ooooh, estoy temblando… – Se burló. La verdad es que estaba temblando, pero de las carcajadas –. Veréis, una bestia demoníaca mestiza no es más que un insecto comparada con un Señor Oscuro.
Entonces… detuvo la Espada de Luz con la mano desnuda.
– Noto algo de calor, quizás, pero es casi agradable. – Dijo mientras reía. Era un monstruo.
Gourry seguía intentando presionar con más fuerza mientras gruñía, pero la espada no avanzaba nada.
– Joven, incluso en las manos de un experto, la espada es demasiado débil para vencerme. Aún así, si te hace sentir mejor, vas a morir sabiendo que has hecho todo de lo que un humano es capaz.
Entonces hubo una explosión.
– ¡Gwaa! – Gourry fue lanzado por los aires unos quince metros, golpeando el suelo con fuerza al caer.
– ¡Gourry!
– ¡Estoy bien! – Gritó aún en el suelo, aunque no parecía estar bien, precisamente.
– Creo que ya he terminado de jugar con vosotros. Espero que os hayáis resignado, porque ha llegado la hora de morir. – Anunció el
Señor Oscuro como algo evidente. Vaya modales, ¿no?
– ¡Maldita sea, no! – Exclamó Zelgadiss mientras se retiraba, su cuerpo desapareció envuelto en llamas.
– ¡Zel! – Grité.
– ¡Está hecho de roca, Lina! ¡Estará bien! No va a arder. ¡Toma! – Gritó Gourry mientras lanzaba algo en mi dirección, y que cogí al vuelo sin pensar.
“¡¿Qué puñetas…?!”
La había agarrado pero mis ojos seguían fijos en el Señor Oscuro, que acababa de dar un paso hacia delante.
“¡¿La Espada de Luz?!”
– ¡Úsala bien, Lina! – Dijo Gourry –. ¡Usa el poder de la espada con tu magia
negra!
– ¿Intentáis aumentar el poder de la Espada de Luz para aumentar el poder de la
oscuridad? – Shabranigudu estaba tan entretenido que ni intentaba ocultar que todo aquello le hacía mucha gracia –. Qué estupidez… – Dijo, riéndose.
Tenía razón. No puedes combinar el poder de la luz con el de la oscuridad. Ambas fuerzas son opuestas y se cancelarían la una a la otra.
“¡Pero…!”
– ¡Espada, concédeme tu poder! – Sentí su poder creciendo en mis manos. Un segundo después la afilada hoja de luz apareció.
Cuando Gourry la utilizaba, la hoja era del tamaño de la de una espada larga, pero en mis manos era como una espada de guerra.
Lo que significaba que yo tenía razón.
– ¡Es inútil! – Dijo el Señor Oscuro, burlándose. Empezaba a hartarse de este pequeño ejercicio de entrenamiento. Sin saber cuánto tiempo tenía, comencé a recitar un hechizo tan rápidamente como pude.
Comenzaba casi igual que el Drag Slave. Un conjuro que invocase toda la oscuridad del mundo no era nada comparado con la oscuridad de Shabranigudu. Pero yo sabía otra leyenda, una sobre un Señor Oscuro por encima de los demás Señores Oscuros, que había caído de los cielos. Era conocido como el Rey Demonio Dorado, y como Lord of Nightmares.
Un hechizo de magia negra que invocase el poder de Shabranigudu no podía usarse para derrotar al propio Shabranigudu. Pero era posible que incluso Ruby Eye pudiera ser herido por un hechizo que invocase el poder de un Señor Oscuro incluso más poderoso.
Vos aún más oscuro que la oscuridad, vos aún más profundo que la noche. Rey Dorado de la oscuridad,
que flotas en el Mar del Caos…
Podría jurar que Shabranigudu había empezado a temblar.
– ¡Serás zorra! ¿Cómo conoces ese nombre? Ignoré sus palabras y seguí recitando.
Aquí os invoco, ante vos juro,
que todos los necios que osen oponérsenos, por el poder que ambos poseemos,
serán por completo aniquilados.
Entonces, de repente, una gran oscuridad apareció, rodeándome. Era como si el mismo aire estuviera sangrando negra oscuridad. Una nada de la cual nadie podía regresar… un portal hacia la mismísima muerte.
Pero funcionaba en ambos sentidos, y yo lo sabía. Si perdía el control del hechizo, la magia absorbería toda mi energía… y moriría.
– No tiene importancia, – dijo, recuperando la calma –. ¡Es casi encantador que te niegues a ver la futilidad de tus esfuerzos! –
Entonces el Señor Oscuro comenzó a recitar, creando y liberando varias esferas de energía, cada una con suficiente poder para destruir un edificio. Pero todas ellas desaparecieron al entrar en contacto con la oscuridad que me rodeaba.
– ¡¿Qué…?!
Era el hechizo más poderoso que conocía, ¡el Giga Slave!
La primera vez que lo utilicé convertí una hermosa playa de arena en una enorme ensenada. Incluso hoy en día los peces evitan ese lugar, y no crece ningún tipo de plantas. Estaba segura de que ninguno de mis hechizos podría derrotar a Ruby Eye. No importaba lo mucho que lo intentase. Ningún humano en la historia ha podido crear un hechizo que pudiera derrotar a un Señor Oscuro, la diferencia de poder era demasiado
grande. Sólo me quedaba una alternativa.
La brillante hoja de la Espada de Luz estaba absorbiendo el poder de la oscuridad a mi alrededor. Quizás eso pudiera, al menos, herir a Shabranigudu.
La magia de luz de la espada estaba cancelando la magia negra de mi hechizo, pero yo sospechaba que estaba ocurriendo algo más.
Como si estuviera confirmando mis sospechas, el Señor Oscuro se puso nervioso.
“Es la hora de la verdad, todo o nada…”
– ¡Espada! – Grité –. ¡Consume esta oscuridad y conviértela en tu hoja!
– ¿Qué pretendes, niña?
La oscuridad creada por el Giga Slave fluyó de mis manos hacia el interior de la hoja, fundiéndose con ella. Es lo que me esperaba.
La Espada de Luz era un amplificador de la voluntad humana. Esa “luz” es simplemente la forma que toma. Lo que me dio la pista fue que Gourry podía usarla sin tener ningún conocimiento de magia. Es la fuerza de voluntad lo que determina su fuerza.
No estaba convencida de que mi plan funcionase, pero era la única opción…
– ¡Ya basta! – Exclamó el Señor Oscuro preparando su bastón. Murmuró algo en voz baja, en un idioma que yo nunca había oído antes.
“¡Todavía no!”
La espada aún necesitaba más tiempo para absorber todo el poder del Giga Slave.
Sin importar lo grande o pequeño que fuese un hechizo, un escudo mágico protegía al hechicero mientras estuviese activo. Mientras estuviese utilizando el Giga Slave estaría bien protegida incluso de ataques muy poderosos. Pero no sabía hasta qué punto resistiría más ataques del Señor Oscuro… y no quería arriesgarme a comprobarlo.
Además la energía del Giga Slave estaba siendo absorbida en la espada, así que no sabía si el escudo seguiría estando allí, o cómo de resistente sería.
La punta del bastón del Señor Oscuro emitió un brillo de color rojo.
“¡Más rápido!”
El Señor Oscuro no se iba a andar con chiquitas, había llegado el…
– ¡Ya basta! – Dijo Zelgadiss.
“¿Con quién habla?”
– ¡Ya basta…! Dijiste que querías ver el mundo, ¡¿no es verdad?! ¡No me creo que ahora quieras destruirlo! ¡Escúchame, REZO!
Parecía que Zelgadiss estaba confundido. Pero, entonces… el brillo sobre el bastón del Señor Oscuro desapareció.
Shabranigudu… ¿o quizás Rezo…? Bajó la mirada para contemplar a Zelgadiss.
“¡Genial! Sólo necesito un momento más…”
– Qué estupidez… – Dijo Shabranigudu con desprecio tras un largo silencio. En ese momento, la Espada de Oscuridad estaba completa al fin.
– ¡Rezo, el Sacerdote Rojo! – Grité –. ¡Escúchame!
La hoja de la Espada de Oscuridad crecía mientras hablaba.
– ¡Puedes permitir que Shabranigudu devore por completo tu alma, o puedes vengarte de él! ¡Tú eliges!
– Sí… – susurró una benévola voz desde el interior del cuerpo del Sacerdote Rojo.
– Imposible, – dijo Shabranigudu a la vez, con la misma boca.
– ¡Espada! ¡Destruye esta oscuridad carmesí! – Ordené mientras hacía descender la espada en su dirección.
La luz negra abandonó su forma y avanzó hacia el Señor Oscuro.
– ¡Qué ataque tan patético! ¡Te lo devolveré con creces! – Dijo el Señor Oscuro mientras levantaba su bastón. Una masa de energía oscura se concentró, formando un pilar de llamas negras, y entonces…
Algo le salió mal. ¿Quizás lo que quedaba del buen sacerdote había intervenido…? Fuese lo que fuese, el poder de mi espada fue capaz de atravesar sus defensas.
– Sí… – susurré mientras limpiaba el sudor de mi frente y, por un momento, tuve esperanzas.
Entonces vi una silueta en el interior del pilar de llamas, y el silencio se terminó.
– ¡Ja ja ja ja ja! – La risa del Señor Oscuro era tan alta que el bosque temblaba.
– No… – exclamé, cayendo de rodillas.
– ¡Felicidades, humana! – Dijo sin dejar de reír –. ¡No pensé que fuera posible! Entonces oí un leve crujido.
– Bien hecho. Bien hecho. Está claro que mereces el título de genio más que
nadie.
Me gusta un cumplido como al que más, pero no me quedaba energía ni para
sentirme alagada. Había usado todo mi poder en ese ataque. No podría crear un Fire Ball ni del tamaño de un dedo. Estaba allí, de rodillas, y me costaba hasta respirar.
– Por desgracia, niña, dudo que vivas lo suficiente como para que nos volvamos a encontrar. Por muy impresionante que seas como hechicera, sólo eres una humana.
CR–ACK.
“Otra vez ese crujido. ¿Pero qué…?”
– Aunque a veces aquellos que utilizan la magia viven varios cientos de años. Pero ni siquiera yo puedo predecir lo que ocurrirá en el futuro, o si otra parte de mi ser resucitará mientras tú vivas…
“¿Eh? ¿Qué quiere decir…?”
Levanté la cabeza y entonces lo vi. Un montón de grietas habían aparecido en el cuerpo del Señor Oscuro.
– Podría retirarme y esperar un largo tiempo para recuperarme, y así enfrentarme contigo otra vez… pero no… no. He decidido honrarte y aceptar… mi destrucción.
– Y así… muero. – Dijeron dos voces a la vez, la de Ruby Eye Shabranigudu, y la de Rezo, el Sacerdote Rojo.
La máscara del Señor Oscuro se partió por la mejilla y cayó al suelo, donde se convirtió en polvo que fue barrido por el viento.
– Ha sido divertido… joven… – susurró el viento –. Gracias… lo siento…
– De verdad…
– Ugh… uhhhh… ughhh…
Me quedé en blanco mientras miraba como la sonriente forma del Señor Oscuro, Ruby Eye Shabranigudu, se convertía en polvo ante mis ojos.
Sólo quedó su risa, viajando en el viento.
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