Slayers (NL)

Volumen 1

Capitulo 2: Los villanos nunca olvidan

Parte 3

 

 

– Entonces, ¿verdad que no sabes nada sobre el Señor Oscuro, Shabranigudu? – Pregunté a Gourry mientras caminábamos hombro con hombro por un sendero iluminado por el Sol. El bosque era exactamente igual al que llevábamos viendo los últimos días, y ver los mismos árboles una y otra vez me estaba poniendo nerviosa. Como el sendero atravesaba el Gran Bosque Kreasus todo el camino hasta la ciudad de Atlas, estaba claro que iba a ver los mismos árboles mucho tiempo, hasta llegar.

– Hmmm… – Murmuró Gourry, intentando recordar –. No, para nada.


¡La leyenda de Shabranigudu es muy famosa, y no sólo entre los hechiceros! Todo el mundo conoce la historia. Bueno, todo el mundo menos Gourry, al parecer. Dejé escapar un fuerte suspiro.

– Vale, sólo te la voy a contar una vez, así que escucha atentamente.

– Escuchando…

Volví a suspirar, dudando de que Gourry fuese capaz de entender el peso filosófico de lo que estaba a punto de oír. Supuse que no, pero decidí contar la historia de todos modos. Mientras no tuviésemos otro remedio que estar rodeados de más y más árboles iguales, no me vendría hacer un esfuerzo para entretenerme.

– El universo se compone de más mundos aparte del mundo en el que nosotros vivimos. Hace mucho, muchísimo tiempo, un incontable número de varas surgieron del Mar del Caos, y alrededor de cada una se formó un mundo, a la vez plano y redondo.

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Imagínate una tarta con un palo clavado en ella desde abajo. Uno de esos mundos es en el que nosotros vivimos.

Remarqué la última frase señalando al suelo, por si no lo había pillado. Esta historia es la más aceptada entre los hechiceros hoy en día, pero yo la estaba explicando de un modo poco convencional. Si no lo hubiera hecho, estoy seguro de que a cierto rubito le habría entrado por un oído, y salido por el otro.

– Al principio de los tiempos, en muchos de los mundos comenzó una guerra entre dos grandes razas. Una de ellas eran los dioses, y la otra era la raza de los demonios, los mazoku. Los dioses eran los protectores de los mundos, mientras que los mazoku querían destruir dichos mundos conquistando las varas en las que se sostienen. En algunos mundos los dioses ganaron, lo que supuso la paz. En otros mundos, los demonios ganaron, lo que los destruyó. En algunos mundos, la lucha aún continúa.

»En nuestro mundo, el Señor Oscuro, Ruby Eye Shabranigudu, y el dios Flare Dragon Ceiphied, también llamado el Dios Dragón, lucharon el uno contra el otro. Su batalla transcurrió a lo largo de miles de años hasta que, al final, el Dios Dragón dividió el cuerpo del Señor Oscuro en siete partes, y las selló por separado en siete lugares alrededor del mundo.

– Entonces ganaron los dioses, ¿no? – Supuso Gourry. Negué con la cabeza.

– Lo único que hizo el Dios Dragón fue sellar las partes del Señor Oscuro, pero no las destruyó.

– Pero, aún así, el mazoku fue cortado en pedazos, ¿no?

– Con eso no basta para acabar con un Señor Oscuro. El caso es que, una vez las partes del Señor Oscuro fueron selladas, el Dios

Dragón se hundió en el Mar del Caos, con su poder agotado.

– ¿Necesitaba una siesta…?

– ¡No era una siesta! Temiendo que el Señor Oscuro reviviese antes o después, el Dios Dragón usó lo que le quedaba de poder para dividirse a si mismo en cuatro Lores Dragón, cada uno representando uno de los cuatro elementos: tierra, aire, fuego y agua. Los cuatro Lores Dragón protegerían uno de los cuatro puntos cardinales: este, oeste, norte y sur. Se dice que eso ocurrió hace unos cinco mil años.

»Hace unos mil años, el miedo del Dios Dragón se hizo realidad. Una de las siete partes de Shabranigudu fue revivida por un humano cuyo cuerpo y mente habían sido dominadas por el Señor Oscuro en un intento de revivirse a si mismo.

»Cuando el Señor Oscuro invadió el norte, abriéndose camino entre los obstáculos puestos por el Lord Dragón del Agua, consiguió su objetivo, y el Lord Dragón fue destruido en el proceso. Aún así, el cuerpo del propio Señor Oscuro quedó sellado en la tierra como resultado, incapaz de moverse.

– Entonces ninguno de los bandos consiguió nada. – Interrumpió Gourry.

– Sucedió porque ambos estaban prácticamente igualados en poder. – Expliqué –. Aún así, el suceso perturbó el equilibrio que mantenía la paz en el mundo, lo que hizo que empezasen a aparecer extrañas criaturas.

– Eh, ¿en serio? – Preguntó Gourry, muy sorprendido.


– Bueno, dejando al margen que la historia sobre la creación del mundo sea cierta o falsa, algo llamado Shabranigudu, que se llamaba a si mismo Señor Oscuro y poseía un inmenso poder, existió hace muchísimos años. Y, así mismo, otro algo existió de forma similar en las tierras del norte.

– Así que… – Dijo Gourry, deteniéndose para juntar las piezas –. ¿Ese Ze–como– se–llame quiere juntar las siete partes y revivir al

Señor Oscuro otra vez?

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– Exactamente, suponiendo que lo que dijo Rezo, el Sacerdote Rojo, sea verdad.

– Ahora que lo mencionas, – dijo Gourry casi susurrando, recuerda que tengo muy buen oído –. Hablase con él con mucho respeto, pero no me dio la impresión de que confiases en él.

“Bingo, Gourry.”

– Todo depende del punto de vista, supongo… – dije, también en voz baja –.

¿Cómo podemos saber que este tío es el verdadero Rezo? Rezo es una leyenda viviente, pero nadie parece haberle visto desde hace, por lo menos, una década.

– ¿Así que crees que uno de nuestros enemigos puede estar haciéndose pasar por Rezo para acercarse a nosotros?

– Podría ser.

– ¿Y cómo sabes que yo soy quién digo ser, Lina? Parece que confías en mí.

– ¿Crees que confío en ti? – Dije, burlándome.

– ¡Vaya, qué dura! – Se quejó Gourry.

– Sólo estoy bromeando. No tienes pinta de tener intenciones ocultas.

– Gracias, jovencita. – Dijo, como si acariciase la cabeza de un cachorro.

“Vaya una forma de estropear un momento… ¡¡Otra vez!!”

– Gourry, de verdad que tienes que dejar de tratarme como a una cría. – Dije,
¡aunque mi mayor miedo es que estaba empezando a acostumbrarme!

– No paras de decirme eso pero, ¿qué edad tienes?





– Veinticinco. Gourry se puso rojo.

– ¡Estoy bromeando! En realidad tengo quince.

– Uff, casi me da un ataque al corazón. Si tienes quince, aún eres una niña, ¿ves?

– ¡¿Qué?! Bueno, yo… no soy precisamente una adulta, pero tampoco una niña pequeña, digo yo.

– Es una etapa muy dura, ¿no?

– ¿Y qué se supone que significa eso exactamente? Mira, sólo… da igual. Vamos a olvidarnos del tema, ¿vale?
Tomé aire profundamente e intenté que mi voz volviese a sonar normal.

– No voy a ser capaz de usar mi magia durante los próximos días. Así que tendrás que hacer la mayor parte del trabajo cuando haya una batalla, ¿entendido? Te ayudaré en lo que pueda.

– ¿No puedes usar magia? – Parece que le cogió desprevenido, pero no estaba tan sorprendido como yo esperaba.
Asentí lentamente.

– Oh… – Dijo, pensando profundamente –. ¿Estás en esos días del mes?

– ¡¡Gourry!! – Exclamé, poniéndome colorada como un tomate.

– ¿Qué? – Me miró directamente a los ojos y añadió –. ¿Y bien? ¿Es por eso? Miré hacia otro lado.

– ¿Y tú que sabes sobre “esos días del mes”?

Aunque sea difícil de imaginar, las mujeres con poderes lo tienen aún más difícil durante el periodo que las demás. Durante dos o tres días, los poderes de las hechiceras, sacerdotisas y doncellas de templos se debilitan hasta un punto en el que no son capaces de usar magia de forma eficaz. Cierto cuento de viejas dice que una hechicera que pierde su virginidad durante su periodo se convierte en una mujer normal sin poderes, pero es un mito. Mi problema era mucho más simple: mis poderes mágicos iban a estar por los suelos durante un día o dos, por lo que, si me atacaban… y seguramente me iban a atacar…

Bueno, dejando eso aparte. ¡Ahora mi problema era asimilar que Gourry, que parecía tener la fuerza de un ogro, y la inteligencia de una medusa, supiese relacionar “no poder usar magia” con “esos días del mes”!

– No es para tanto, – respondió. Pues claro que no era para tanto… ¡para él! Para mí era algo muy gordo y embarazoso.

– Cuando era un niño de unos cinco años o así, – continuó –. Había una adivina que vivía cerca de nosotros. Cerraba su negocio durante unos días cada mes, puntual como un reloj. Cuando le pregunté por qué lo hacía, me sonrió y dijo “son esos días del mes”.

Supuse que había unos días al mes en los que las mujeres no podían usar magia, pero nunca me quedó muy claro cómo saben qué días del mes son exactamente esos días del mes. Así que, ¿de qué va todo eso, Lina? ¿Me lo podrías explicar?

“¡Increíble!”

Estaba claro que me había equivocado con todo eso de que parecía un buen tío, en realidad era un cretino que se dedicaba a burlarse de las jóvenes.

“¡Cerdo!”

– ¡Uuups! Vaya, se acabó el descanso. – El comportamiento de Gourry cambió radicalmente, y se puso muy serio –. Parece que tenemos un problema, jovencita.

Dejé de caminar. A nuestra derecha sólo se veía el denso bosque. A nuestra izquierda había un amplio claro. Justo delante de nosotros había un hombre bloqueándonos el camino. Llevaba un abrigo y parecía tener unos veintidós años. También era bastante guapo, si te gustan los tipos con la piel de piedra y de un color azulado, y pelo metálico de color plateado (quién sabe, sobre gustos…). Sujetaba un sable con las dos manos.

Le reconocí de inmediato.

– Bueno, señor Zeligaldiss –. Gourry habló primero –. Parece que el jefe hace su aparición por fin.

– Eh… ¿Gourry? Creo que es Zelgedes, ¿verdad?

–¡ZELGADISS! – Gritó el susodicho, molesto… obviamente.
¿No te molesta cuando la gente se equivoca con tu nombre? Te sorprendería la cantidad de formas en la que la gente puede equivocarse al decir “Lina Inverse”.

Gourry no dijo nada. Y yo tampoco.

Zelgadiss vio como no decíamos nada, y tampoco dijo nada.

La tensión se sentía en el aire, espesa como la salsa. Una salsa desagradable y con grumos. ¡Alguien tenía que decir algo!

– ¡Eso es lo que yo decía! – Exclamé –. ¡Zelgadiss!

– Y-y yo… – Añadió Gourry sin mucha convicción.

– Mi nombre no es importante, – Gritó Zelgadiss, pero no nos lo íbamos a tragar, porque parecía muy molesto –. He venido a por el objeto. Si os negáis a entregármelo sin más, tendré que arrebatároslo por la fuerza. Elige bien, Sophia

“¿Quién…?”

Gourry y yo nos miramos el uno al otro, y luego a nuestro alrededor, por si acaso había alguna tal Sophia escondida tras un arbusto.

– ¡Aaaaah! – Exclamamos ambos a la vez cuando caímos en la cuenta. No había ninguna Sophia, era el nombre que yo le había dado a Zolf, el hombre momia, aquella noche en la posada. Debió de pensar que le había dado mi verdadero nombre, y se lo contó a su jefe.

“Parece que es tan tonto como parece.”

– ¡Me llamo Lina! – Grité.

– ¿Qué? – La voz de Zelgadiss sonaba más turbada cada vez.

– ¡Liiinaaa! Sophia era un nombre falso que le di a Zolf. – Expliqué.

Zelgadiss no reaccionó. Habíamos conseguido desestabilizar a nuestro oponente usando sólo con nuestro ingenio como arma.

“Mola.”

Todo buen guerrero sabe que la mitad de la batalla se gana con la mente.

– ¿Y a quién le importa tu nombre? – Dijo una segunda voz. Fuera quien fuese, estaba detrás de nosotros. Me giré despacio y me encontré cara a cara con… ¡un hombre lobo!

Bueno, seguramente no fuese un hombre lobo. Podría ser mitad lobo, mitad trol, no era algo fácil de ver. El caso es que si la palabra

“hombre lobo” no termina de encajar, es mejor usar el término técnico “hombre bestia”. O “cretino”, pero ese no es un término técnico.

El caso es que el tío tenía la cabeza de un lobo y el cuerpo de un hombre. Llevaba una cimitarra sobre el hombro, y una armadura de cuero con una pinta ridícula.

“Jajaja.”

– Bueno, jefe, sólo necesitamos recuperar la estatua de la diosa y se acabó,
¿verdad? – Preguntó el cretino.

– ¡Dilgear! – Gritó Zelgadiss.

“Oh, oh… te la has cargado, Dilgear.”

A Dilgear, el cretino lobo, le costó un momento entender en qué la había pifiado.

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– Oh… ¡vaya! Lo siento, jefe. Se suponía que teníamos que llamarlo “el objeto” cuando estuvieran ellos delante, ¿no? Bueno, no importa, porque de todos modos vamos a matarles.

Di un paso adelante, indignada.

– ¡Eh, un momento! – Grité –. Podemos oírte, ¿sabes? Y, la verdad, no creo que tengas ni idea de a quién te enfrentas. No estás a mi altura, chucho.

Dilgear me miró fijamente.

– Tienes una boca muy grande para ser tan pequeña, – dijo, casi como un ladrido

–. ¡Vamos a ver de qué eres capaz!

– Vale, pero una lucha de dos contra dos no va a ser muy interesante, especialmente con unos payasos como vosotros. – Dije –. Dos contra uno será suficiente. Vamos, Gourry, ¡a por ellos!

– ¡¿Qué?! – Se me quedó mirando como si le hubiese pedido que se suicidase allí mismo, lo que, en mi opinión, era sobreestimar las posibles habilidades de Dilgear –.

¡Espera un momento, jovencita!


“¡Maldita sea, Gourry! Ya te dije que tendrías que ocuparte de las batallas…”

– ¿Qué es esa tontería de dos contra uno? – Dijo una tercera voz. Esta vez sí era una voz que había escuchado antes –. ¿Estáis intentando dejarme fuera de la fiesta?

“¡Lo sabía!”

El viejo que nos había atacado en mi habitación con un grupo de trols la pasada noche, apareció y se puso junto a Zelgadiss. Esta vez llevaba una formidable alabarda. Era tan impresionante que me empecé a preguntar dónde la podría haber comprado. Aunque decidí que sería muy raro preguntárselo allí mismo.

– ¡Oye, tres contra uno no es justo! – Exclamé.

– ¡Sí! – Añadió Gourry, tan ingenioso como siempre.

– No sé qué me hicisteis anoche, pero estoy seguro de que no os va a funcionar otra vez. – Dijo el viejo.

Y estaba en lo cierto. Estábamos muy en desventaja. Nuestras posibilidades de escapar, no digamos ya de ganar, eran muy pocas.

Tenía que pensar en algo.

– ¡Basta de tonterías, empecemos! – Dijo Zelgadiss mientras se ponía en movimiento. Alzó la mano derecha, y formó una docena de

Flare Arrows en pleno aire.

“¡Flare Arrows! Maldita sea.”

Gourry y yo saltamos para esquivarlas, pero en cuanto los proyectiles explotaron, llenaron el aire con fuego y humo. De repente nos perdimos de vista el uno al otro.

“Oh, mierda. Nos han separado. Esto no va bien…”
A través de las llamas pude oír el chirriante sonido del choque entre metales. Supuse que era Gourry luchando ya contra el enemigo, aunque no sabía a quién se estaba enfrentando.

– ¡Gourry! – Grité en la dirección desde la que provenía el chirrido, pero algo pasó zumbando a mi lado, y casi me da.

– ¡Ah! – Salté y saqué mi espada de su vaina en mi cadera.

– Vamos a descubrir… – en mitad de las llamas, que ya se estaban apagando, una figura apareció ante mí –. … ¡Lo buena que eres en realidad!

– ¡Zelgadiss!

– ¡Haa! – Exclamó Zelgadiss mientras lanzaba un mandoble.

– ¡Gii! – Yo no podía ver, perdí el equilibrio y por poco no solté la espada.

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Zelgadiss era un profesional, estaba claro. Todos sus golpes poseían fuerza y velocidad. No iba a durar mucho tiempo contra alguien de su nivel.

“Ahora mismo no puedo derrotarle.”

No tenía otra opción que huir. Me di la vuelta y salí corriendo hacia el bosque. Zelgadiss iba a seguirme, eso estaba claro, pero mi plan era que me perdiera la pista entre los árboles, y entonces regresar para ayudar a Gourry. Ese era mi plan A… qué pena que no tuviera un plan B.

Como imaginaba, Zelgadiss me siguió al bosque, pero una vez allí me alcanzó en un momento. En cuanto entré en la zona de los árboles, noté como una rodilla me golpeaba el estómago.
Intenté contraatacar pero mi golpe daba risa, porque mi espada sólo atravesó el aire vacío. Me di con la espalda contra un árbol y, por un momento, no pude respirar.

– ¿No sabes que no debes…? – Me detuve un momento a toser sangre, antes de continuar –. ¿…Golpear a las chicas? – Estaba hecha polvo, pero no derrotada.

Bueno, vale, estaba MUY hecha polvo. Pero aún podía aguantar, e intentaba localizar a mi enemigo.

– ¡Si me hubieras entregado el objeto cuando te lo pedí, no habría tenido que recurrir a algo así! – Dijo, burlándose.

El sonido de su voz me dio una indicación de en qué dirección se encontraba, aunque no su localización exacta. Aún así, empecé a correr en la dirección contraria. Zelgadiss salió tras de mí.

– ¡Luz! – Grité, lanzando un débil orbe de luz en su dirección. Mi hechizo le dio de lleno, aunque la verdad es que fue por pura suerte.

– ¡Guaaahh! – Gritó, pero no era suficiente, ni de lejos, para vencerle, aunque sí para distraerle.

En mi condición pude crear un hechizo Lighting, pero un Fire Ball era imposible. Salí huyendo, corriendo como si mi vida dependiese de ello. Al fin y al cabo, sí, mi vida dependía de ello. Ni siquiera me planteaba contraatacar. De todos modos dudaba de que mi espada pudiese penetrar esa piel.

Salí del bosque y me encontré en la orilla de un pequeño lago. Estaba atrapada y sin posibilidad de esconderme. Presa del pánico, me giré hacia el bosque para buscar refugio.

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Zelgadiss estaba allí mismo, entorpeciéndome el camino.

No podía ir a ninguna otra parte, así que empecé a correr a lo largo de la orilla.

– ¡No escaparás! – Gritó y, por el rabillo del ojo, pude ver que había lanzado algo.

Intenté moverme hacia mi izquierda sin dejar de correr. Pero… no pude. Al mirar hacia atrás, vi una espada, lo que Zelgadiss me había lanzado, clavado en el suelo, atravesando mi sombra.

¡Era un Shadow Snap! Era un hechizo muy simple, pero muy efectivo, que se usaba para paralizar los movimientos del oponente desde el plano astral.


“Oh, no. ¡Oh no, oh no, oh no!”

Intenté sacar la espada, pero no cedía ni un pelo.

“¡Piensa, Lina! ¡Piensa…! ¡Ya sé!”

Recité un hechizo Lighting e hice levitar la esfera justo sobre la sombra. ¡En cuanto hubiese hecho desaparecer mi sombra, podría volver a moverme!

¡Pero era demasiado tarde! En cuanto me giré me encontré cara a cara con Zelgadiss.

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