Slayers (NL)

Volumen 1

Capitulo 2: Los villanos nunca olvidan

Parte 1

 

 

La verdad es que su aspecto era digno de contemplar. Tenía todo el cuerpo cubierto de ropas de color blanco. Llevaba una capa blanca, un traje blanco, y una capucha blanca. Todo estaba cubierto por el blanco, excepto sus ojos. Además, había alguien con él.

– Genial, mira quién tenemos aquí. – Mi expresión cambió en cuanto reconocí al hombre momia.

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Ambos entraron en la habitación lentamente, y parecía que el hombre momia lo hacía como si intentase complacerme. Gourry cerró la puerta cuando atravesaron el umbral, y todo el cuerpo del hombre momia tembló cuando echó un vistazo por encima del hombro.
Pero el tipo de blanco no movió ni un músculo.
Se detuvieron en el mismo centro de la habitación, a medio camino entre nosotros.

– Entonces, ¿ya os conocíais?

– Oh, sí, desde hace mucho. Esta tarde nos hemos dedicado a teñir de rojo la ciudad. – Respondí.
El hombre momia se puso pálido, pero el tipo de blanco levantó la mano para indicarle que se estuviese quieto.

– Siempre estamos despedazando cosas, ¿verdad, mi amigo vendado?

“Supongo que no.”

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– Mis disculpas, – dijo el tipo de blanco –. Este es mi socio, Zolf. Es muy leal, pero a veces se pasa con el entusiasmo. Te pido por favor que perdones lo que haya hecho.

– Por mí bien, pero subiré el precio. – Dije, burlándome. Entonces me di cuenta por primera vez de que el tipo de blanco no era totalmente humano. La iluminación de la habitación no era gran cosa, pero aún así podía ver por la apertura de su capucha que la piel alrededor de sus ojos era de piedra. Nunca había visto nada así antes y, al principio, pensaba que me lo estaba imaginando, pero no… no, su cara estaba hecha de piedra.

“¿Quizás es un golem?”

Parecía lo más lógico, pero los golems se crean para ser serviciales, y se podía ver claramente la chispa de la voluntad propia en los ojos de ese tío. Estaba claro que sólo servía sus propios intereses.

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– Estás hecha toda una mujer de negocios. ¿Comenzamos?

– Claro. Así que quieres comprar un objeto…

– Exactamente. Uno de los objetos que tú… digamos… rescataste de las manos de cierta banda de ladrones hace poco.

– ¿Algún objeto en particular?

– No pienso responder a eso.

“¿Y este de qué va?”

– ¿No vas a responder? – Pregunté levantando una ceja.

– No.

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– Pues parece que hemos llegado al primer obstáculo de la negociación.

– Si te digo el objeto en concreto, quizás entonces cambiases de opinión y te lo quedases, sólo por la curiosidad de saber por qué me interesa, ¿verdad? Pero yo propongo lo siguiente: Antes de nada decidimos un precio para cada objeto, y entonces te diré el que quiero, y te pagaré lo que hayamos acordado.

– Muy listo. Sabes, no recuerdo haberte visto en el campamento de los bandidos.

– Claro que no. Sólo soy un… admirador del objeto en cuestión.

“Eso dices tú.”

– En un principio envié a Zolf a buscarlo. Consiguió infiltrarse en la banda de bandidos para, usando las habilidades de esos rufianes, localizar el objeto. Al igual que tú quería rescatarlo en cuanto pudiese, pero entonces…

– Llegué yo.

– Correcto.

– Así que usaste a los bandidos para hacer el trabajo sucio.

– No creo que seas la más apropiada para juzgarme.

“Touché.”

– Vale, lo pillo. Vamos a empezar. Los objetos son: una estatua, un cuchillo y varias monedas de oro. No creo que te interesen las gemas. Son gemas normales y no valen demasiado dinero, especialmente para “pagarme lo que pida”.

– Correcto. – Dijo el tipo de blanco mientras asentía lentamente.

– Vale, empecemos con el cuchillo… – Y, entonces, enumeré mis precios.

El tipo de blanco dio varios pasos atrás, literalmente, mientras que el hombre momia abría todo lo posible tanto su boca como sus ojos. Gourry simplemente se me quedó mirando, sin palabras (cómo no).

“Está claro que los hombres no sirven para esto.”

Me había dicho que me pagaría cualquier precio que pidiese, así que, ¿de qué se sorprende? Le había pedido unas cien veces el valor que alcanzaría en la calle, lo que bastaría, por supuesto, para comprar un castillo y medio. ¡Pero me había dicho “te pagaré lo que pidas”! ¡Si hubiese querido decir “te pagaré lo que pidas DENTRO DE LO RAZONABLE” tendría que haberlo especificado! En lo que a mí respecta, se lo tiene merecido. Si me das la ocasión de soñar a lo alto, pienso hacerlo. Así es como soy, y punto.

– Venía preparado para pagar dos o tres veces su valor, – dijo el tipo de blanco –.

No cien veces.

Me reí… porque tenía gracia.

– Esto no es ningún juego, – dijo, y sonaba impaciente.

– Supongo que no. Vale, sólo por ser tú… ¡Tiremos los precios por los suelos! Te lo dejo en la mitad.

– ¡¿La mitad?!

– Claro, ¡cincuenta por ciento de descuento en objetos robados! ¡Haceos con uno antes de que sea tarde!

– Cómo te atreves. – Siseó el hombre momia.

– ¡Silencio, Zolf!
“¿Cómo me atrevo? Pues nunca me ha costado mucho, la verdad.”

– Supongo que no aceptarás un pago a plazos, ¿verdad? – Dijo el hombre momia.

– No lo creo, no. Tampoco voy a acceder a condiciones insultantes mientras un mago de tercera categoría me trata como si fuese una cría, cuando él no pudo ni distinguir un Fire Ball de un Lighting.

– ¡¿Q-qué?! – La voz del hombre momia subió una octava entera cuando se dio cuenta de que le había engañado con un Fire Ball falso –. ¡Serás…! Para empezar… – Se detuvo a coger aliento antes de empezar, seguramente, con una retahíla de ofensas, pero el tipo de blanco intervino.

– ¡Zolf! ¡Te he dicho que te calles!

El hombre momia escondió la cola y gimoteó ante la bronca que le habían echado.

– Entonces, esta es mi última oferta. ¿Quizás estarías interesada en unirte a nosotros? En un año… no, en medio año… podrías conseguir dos, o quizás incluso tres veces lo que me has pedido.

– Hmmmm. – Dije, cruzando los brazos y arrascándome la barbilla en el gesto universal de “lo estoy pensando”.

– Si rechazo tu oferta, – dije por fin –. Dirás que somos enemigos, ¿verdad? El tipo de blanco no respondió, pero frunció la ceja derecha.

– Me temo que debo rehusar tu amable oferta. Tengo por norma el intentar evitar a cierto tipo de personas a toda costa. Podría decir que es por… intuición femenina.

– Hmm.

– Y, con intuición o sin ella, – Dije posando mis ojos en el hombre momia –.

Preferiría morir que asociarme con alguien como tú.

Zolf se inclinó hacia delante y estaba a punto de decir algo que seguramente le parecía ingenioso e hiriente, pero el tipo de blanco le detuvo.

Se podía sentir el miedo y la ferocidad en el espacio que había entre ese tipo y yo. La fuerza de ese tío era evidente, no era un hombre normal y corriente. Nos quedamos mirando durante un largo momento. Entonces suspiró con fuerza.

– Eres una mujer muy cabezota. Parece que nuestra negociación ha llegado a un punto muerto.

– Qué pena. – Respondí, fingiendo estar decepcionada.

– Sí que lo es. Como habíamos acordado, me retiro por hoy. Pero, en cuanto mañana salga el sol, ya no estaré sujeto a mi palabra, y os atacaré con todo mi poder. En cuanto pongáis un pie fuera de esta posada, seremos enemigos.

Asentí de un modo casi imposible de percibir, indicando que le había entendido. Girando lentamente, me dio la espalda.

– Marchémonos, Zolf.

– P-pero…

El tipo de blanco continuó caminando hacia el umbral, donde estaba Gourry. Zolf dudó por un momento, y entonces le siguió. El tipo de blanco se giró entonces hasta mirarnos cara a cara, y digo:

– ¡Ah! Me llamo Zelgadiss.

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– Lo recordaré. – Respondí muy seria.

Gourry cerró la puerta con un golpe seco. Esperó hasta que estuvimos seguros de que nuestros invitados ya no podrían oírnos, y preguntó:

– ¿De verdad pensabas que te iban a dar tanto?

– ¡Pues claro que no! ¿Qué querías que hiciera? ¿Venderles el objeto a esos dos sin saber qué iban a hacer con él? ¿Estás chiflado?
Gourry ladeó la cabeza y suspiró. Probablemente pensaba que no me había dado cuenta desde el otro lado de la habitación, pero noté que estaba sonriendo.

 * * *

 

 

– Que curioso que nunca me canse de un cielo tan bonito. – Estaba tumbada bocarriba sobre la hierba, contemplando un impoluto cielo azul. Los rayos del Sol calentaban mi rostro, y sentía la cálida tierra en mi espalda. Me sentía muy bien.
Por fin habíamos terminado el camino que atravesaba el bosque. El aire a nuestro alrededor vibraba con el canto de los pájaros y con el olor de la buena comida.

– Sí señor. Es un día precioso.

– Oye, Lina… – dijo una voz a mi derecha. Su dueño también estaba tumbado en la hierba.

– ¿Sí, Gourry?

– No creo que debieras tomártelo con tanta calma. Sobretodo mientras los demás siguen luchando.
¿Había mencionado ya el montón de cadáveres de guerreros enloquecidos, o “berserkers”, que había cerca de nosotros? ¿No? Bueno, pues eso, había un montón de cadáveres de berserkers cerca de nosotros.

– Sí, lo siento mucho. Pero sí que luché… un poco.

– Es cierto, te vi, y no lo niego. Pero sólo digo que lanzaste un único hechizo, que fue muy efectivo, y entonces dijiste “te dejo el resto”. Y ya está.

– Supongo que puede parecer que eso es todo lo que hice.

– No, Lina. Te puedo asegurar que eso fue todo lo que hiciste. – Usando su espada como apoyo, se levantó poco a poco.

– Me gustaría descansar un poco más. – Dije. Gourry giró la cabeza hacia mí.

– Seremos presa fácil si no llegamos a la siguiente ciudad antes de que anochezca.

Levanta, Lina. Nos vamos.

No es que no tuviese razón, pero aún no me sentía con ganas de dejar de contemplar el cielo. Estaba agotada de todo el esfuerzo que había hecho.

– Liiiinaaaa, – exclamó con la típica voz que pondría un padre al hablar a su hija.
Esperando que me fuese a levantar y a seguirle, comenzó a andar a paso lento.

– Sólo cinco minutos más. Se está tan bien y tan calentito aquí. Me siento genial.

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– ¡Ya basta! – Gritó y, girándose de nuevo hacia mí, cogió mi capa por encima del hombro derecho, tirando de mí.

– ¡AAAAAHH!
El dolor era insoportable. Caí hacia el suelo, agarrándome la cadera derecha, y me di en la frente contra el suelo.
Me da un poco de vergüenza admitirlo, pero no suelo soportar bien el dolor. Colocando la mano derecha sobre la herida y concentrando allí mi energía, conseguí recitar un hechizo curativo. Tras lo que me parecieron cien años, el dolor empezó a disminuir. Una herida superficial habría sanado rápidamente pero, ¿una como esta? Seguramente tardase un rato.

– ¿Lina?

– ¿Hmmm? – Conseguí recuperar la calma, o todo lo que se podía en esas circunstancias. No pensaba que fuese a engañar a nadie, pero me lo debía a mí misma.

– ¿Estás herida?
Conseguí formar una tímida sonrisa, tan femenina como pude.

– Sólo son gases. – Susurré con dulzura.
La mirada de Gourry bajó desde mi cara hasta la cadera que estaba sujetando.

– ¡Ugh! – Un pinchonazo hizo que diese un breve grito de nuevo. Gourry metió su mano bajo mi capa y localizó la herida. Estaba justo en mi costado derecho. La humedad que notó le hizo retirar la mano por la sorpresa y, conociendo a Gourry, disgusto.

– Estás… – Sonaba muy alarmado –. ¡Estás sangrando!

– Oh, estoy bien, – dije, intentando poner cara de valiente. Aunque no estaba fingiendo, el dolor estaba remitiendo.

– Dices que estás bien, pero…

– Estoy bien, Gourry, te lo prometo. Lancé un hechizo curativo hace unos minutos. Estaré como nueva en un rato…

– Pero…

– Mira, ¡hubiese preferido que pensases que soy perezosa antes de que me preguntes si estoy bien cada diez segundos!

– Lo siento…

– ¡No! No pasa nada, sólo que… sólo déjame descansar un rato mientras me curo,
¿de acuerdo?

– S-sí… claro. – Gourry se sentó entonces frente a mí, mirándome mientras me curaba, lo que es tan útil como ver cómo hierve el agua. Me alegraba que se preocupase, pero no me gusta que la gente me mire cuando estoy débil. Me pone nerviosa. Y no hay nada peor que sentirse débil y nerviosa.

– ¿Así que todo este rato estabas herida? – Preguntó –. No estabas simplemente mirando las nubes, sino que estabas ocupada curándote. Siento no haberlo entendido…

– Ya te lo he dicho, Gourry, no pasa nada.
Se quedó en silencio. Durante un rato sólo se oía el viento.

– Deben de seguir trasteando el objeto. – Dije, rompiendo el silencio –. Estuve investigando un poco anoche, cuando estaba sola.

– ¿Investigando el qué?

– Pues buscando la marca que el hombre momia pudo haber puesto en el objeto que quieren conseguir.

– ¿Y descubriste algo? Negué con la cabeza.

– Estamos hablando de una estatua de orihalcon, un cuchillo afilado de hoja ancha, y un puñado de monedas de oro antiguas.


Ninguno de esos objetos tiene una marca mágica.

– Bueno, ¿y ahora qué…?

– Creo que podemos suponer que no son las monedas. Parece obvio que están buscando un objeto, no un puñado de ellos, lo que nos deja la estatua y el cuchillo.

– ¿Deberías hablar tanto con esa herida?

– ¿Qué? Oh, estoy bien. Casi me he curado del todo.

– ¡Casi curada no es lo mismo que estar curada!

“¡Vaya, gracias papá!”

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– ¡He dicho que estoy bien! Bueno, sigo. El cuchillo tiene algo de magia, quizás para mantenerlo afilado. No es un hechizo de gran calidad. Aún así, podría llevar la marca. Por otro lado, la estatua está hecha de orihalcon, un escaso metal con el poder de sellar la magia.

– ¿Así que no se le puede poner una marca?

– Sí y no. Si usases el plano astral, se podría rastrear la energía espiritual que irradia el metal… ¿me sigues?

– Para nada.

– Bueno, baste decir que se pueden marcar cualquiera de los dos.

– ¿Y por qué tendrá tantas ganas en conseguir el objeto, sea cual sea?

– ¡Exacto! No tengo ni idea. El orihalcon es un metal muy valioso, y el cuchillo está muy bien hecho, pero no son tan especiales como para mostrar tanto interés. Algo, sea lo que sea, hace que esté desesperado por conseguir uno de ellos.





– Dijo que en medio año te daría tres veces el precio que le pedías, así que para él debe ser incluso más valioso. Quizás el objeto le indique dónde encontrar algún tipo de tesoro enterrado o algo así.

Sé lo que estás pensando porque yo también lo estoy haciendo. Lo del tesoro enterrado suena a cuento infantil, ¿verdad? Estoy de acuerdo, pero también tendría mucho sentido.

– Quieres decir que podría ser algún tipo de llave. Una idea brillante. – Respondí.
– ¿En serio? – Gourry había tenido la idea, pero no parecía tener mucha confianza en su propia teoría.

– ¡Una llave mágica! Sí, ¡podría ser eso! He oído acerca de nobles que usan objetos como ese para proteger sus mansiones. Por ejemplo, digamos que hay una fuente en un patio que se abre a una cámara oculta con tesoros cuando cierta mujer entra en el patio.

En ese caso, la mujer sería la llave.

– Entonces esta llave… no tendría por qué ser mágica, ¿verdad?

– Correcto.

– Si la estatua, o el cuchillo, estuviesen en el lugar correcto…

– Algo podría ocurrir. O no.

– Creo que lo pillo.

– Es sólo una idea. Pero… – Me puse de pie sin mucho problema. Caminar aún me costaba, pero no era imposible.

– Oye, no…

– Buff, que estoy bien. Estoy un poco cansada, pero no indefensa.





Cuando Gourry se puso de pie, me miró como su estuviese hecha de cristal.

– ¡Ack! – Grité cuando Gourry me cogió en brazos. No me hizo daño, pero me sorprendió –. ¡O-oye! ¡¿Qué crees que estás haciendo?! – Mi cara se puso roja como un tomate.

– Voy a llevarte en brazos un rato. Por lo menos hasta que estés mejor para caminar.

– ¡Estoy BIEN! Y tú también estás cansado, Gourry…

– Mi abuela me hizo prometerle que sería amable con las chicas. – Dijo, guiñándome un ojo.
Si hubiese dejado de una vez lo de “jovencita”, seguramente no le habría pegado… Oh, bueno.

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