Kieli (NL)

Volumen 1

Epilogo: Dios, Si Estás Aquí

El tren con destino al Océano de Arena llegó desde el oeste, y la estación de transbordo se llenó de repente de ruido.

Los viajeros pasaban afanosamente, cargando con grandes maletas, un poco de cansancio y, sobre todo, grandes esperanzas en sus viajes. Nadie prestó atención a la chica solitaria que se apoyaba en una pared de la zona de espera, cerca de la barrera de los billetes, observando el tren.

Para ser más precisos, no estaba sola; tenía a alguien con quien hablar colgado del cuello.

“Quizá ya es hora de que nosotros también nos demos por vencidos. Esos tipos ya han dejado de buscar”.

“Sí…” Kieli respondió distraídamente, lanzando casualmente su mirada al flujo de gente que iba y venía por el andén.

Habían pasado unas dos semanas. Los soldados de la Iglesia mantuvieron una investigación durante los primeros días, pero también la habían abandonado, y la estación recuperó las brillantes conversaciones cotidianas de sus ciudadanos.

Desde el principio, nadie sospechó mucho de Kieli. Ya había dejado de llevar el uniforme del internado al que estaba tan acostumbrada. Llevaba una ropa muy poco femenina -una chaqueta ligera de plumón y unos vaqueros- y se había acortado su larga cabellera. Se lo había cortado ella misma con una navaja, así que no era muy atractivo, pero la hacía sentir mucho mejor.

El altavoz de la radio emitía música alegre a un volumen tenue que sólo Kieli podía escuchar. La radio se había estropeado en innumerables ocasiones, por lo que la calidad del sonido era realmente terrible, pero para Kieli, la estática era en realidad bastante agradable. Y también le gustaba la voz del cabo, que montaba la melodía y le hablaba.

“¿Seguro que está bien, cabo? Podría llevarte de nuevo a la mina abandonada, ya sabes”.

“Ustedes no son más que problemas; no podría desaparecer en paz. Casi me he rendido y he empezado a pensar en esta radio como mi cuerpo original”.

“Tendré cuidado contigo para que no te rompas más”.

La voz gruñona, pero ligeramente tímida, de la radio era tan divertida que Kieli no pudo reprimir una pequeña carcajada, pero la gente que la rodeaba aumentaba a medida que los pasajeros que salían se mezclaban con los que llegaban, así que cerró la boca.

Asintió con la cabeza cuando la radio le sugirió que se rindiera, pero una vez terminado el día, lo más probable es que volviera mañana y viera partir a los trenes en dirección al este. Y cuando terminara mañana, también el día siguiente. No, estaba pensando en coger la radio y salir pasado mañana. No tenía sentido esperar aquí, sin hacer nada, para siempre.

Quería ser alguien que pudiera viajar por su cuenta. Para que algún día, cuando se encontrara de nuevo con él, fuera un poco más fuerte.

“Vamos a casa.”

“¿Has tenido suficiente por hoy?”

“Sí. Vendré de nuevo mañana, y después me rendiré”.

Kieli no esperó a que el tren se fuera. Abandonó la pared y empezó a caminar con la corriente de pasajeros que llegaban en dirección a la salida de la estación. Había una amplia escalera al frente del pasaje, y una niña con sombrero subió corriendo las escaleras, saltando de emoción. Su madre venía detrás de ella, cargando sus maletas.

“¿Qué crees que le pasaba a ese hombre, mamá?”

“Está muerto. Alguien pedirá ayuda; está bien”.

Kieli pasó por delante de la conversación, se detuvo y se dio la vuelta. La niña saltó alrededor de su madre y dijo alegremente: “¿Eehh? No está muerto. Está vivo”.

“……!” En cuanto Kieli oyó eso, empezó a correr hacia la salida. Corrió por el pasillo, apartando a la gente que la miraba con fastidio. Cuando llegó a lo alto de la escalera, pudo ver un recorte de luz exterior bajo sus ojos. Los transeúntes enterraban la escalera, pero al final, por alguna razón, había un espacio vacío en una esquina junto a la pared; la gente lo evitaba al pasar.

Bajó impacientemente los escalones de dos en dos. La radio rebotó contra su vientre.

Por favor, Dios. rezó dentro de su corazón. No tienes que ser el Dios de la Iglesia. Pero si hay un Dios en este planeta, por favor, quítate esa máscara completamente impecable e imparcial, sólo por ahora, y concede mi deseo. No volveré a pedir nada. Por favor, Dios…

Hubo una pausa en la ola de gente. La silueta de un hombre estaba sentada en el último escalón, apoyada en la pared. Le faltaba un brazo, y una de sus piernas parecía no funcionar; había arrojado esa pierna hacia delante, y se desplomaba como si estuviera muerto.

Kieli se detuvo unos pasos por encima de él.

Sus pestañas cerradas se movieron ligeramente, y Harvey abrió los ojos. Levantó lentamente la cabeza cobriza, la miró y sonrió con ironía, con una mirada agotada. “No pude subir las escaleras. Échame una mano”, dijo, como si no pasara nada.

“Llegas tarde, maldita sea. Me he cansado de esperar…” murmuró Kieli con voz temblorosa, agachándose y ofreciendo su mano. Harvey levantó trabajosamente el único brazo que le quedaba, tomó la mano de Kieli, luego cerró los ojos y se apretó el dorso de la mano contra la frente.

“¿Harvey?”

“No es nada”. Murmuró algo en voz baja. Ella tuvo la sensación de que había dicho: “Gracias”.

A lo lejos, una campana comenzó a sonar, señalando la salida del tren hacia el este.

-FIN DEL VOLUMEN 01-