Kimi to Boku no Saigo no Senjo, Aruiha Sekai ga Hajimaru Seisen

Volumen 7

Capítulo 1: La Noche De La Caza De Bruja I

Parte 2

―Van vestidos como soldados imperiales, así que si salen a la calle, los confundirán con el enemigo y el ejército astral se lanzará sobre ellos. No van a venir por nosotros.

―¡¿Pero qué haremos con Iska?!

―Él se dará cuenta.

―…Pero se enfrenta a la familia real, y además a un jefe de familia.

―No voy a negar que los purasangres son peligrosos, pero Iska no tendrá problemas. Tendrá problemas si se ve superado en número, pero sabrá cuándo salir de la situación antes de que las cosas empiecen a ir mal para él. Ahora mantente en silencio durante un rato ―Jhin presionó una mano sobre la boca de Sisbell y miró a la comandante que estaba a su lado―. Jefa, ¿qué pasa con nuestros perseguidores?

―Uh. No puedo escuchar sus pasos. Puede que ya estén fuera, pensando que salimos de la mansión.

―Probablemente no sea el caso, pero espero que se dividan para que algunos puedan hacer guardia fuera… Oye.

―Te escucho. Quieres que yo guíe el camino, ¿verdad? ―Sisbell asintió y señaló el pasillo―. A la vuelta de la esquina más adelante. Hay varias habitaciones sin usar y un denso matorral de árboles fuera de la ventana, así que creo que debería ser difícil que nos vean.

Entonces empezó a caminar.

Tan pronto como sus delicados pies comenzaron a moverse, el suelo crujió silenciosamente y se hundió bajo ella.

―…¿Eh? ―Sisbell se detuvo en su camino, sintiendo que algo estaba muy

mal.

Sus pies no habían pisado la alfombra de color vino. En su lugar, encontró una capa de nieve blanca cristalizada.

Los encontré, soldados imperiales, y a Lady Sisbell.

―¡Sisbell, cuidado! ―Nene tiró de su mano desde atrás.

El techo explotó, abriéndose al tercer piso. La nieve cayó como una cascada.

―¿Una ventisca dentro de la mansión? ¡Tiene que ser esa vieja! ―Jhin preparó su rifle de francotirador. Disparó a la bruja roja que podía distinguir tras el polvo de nieve que caía del techo.

―Es inútil, soldado imperial ―La anciana fue absorbida por la tormenta de nieve―. Un metro cúbico de nieve compactada puede pesar media tonelada. Puede absorber cualquier sonido, amortiguar cualquier impacto. Ni siquiera una ametralladora podría atravesarla, y mucho menos una bala tan insignificante.

El pasillo de la mansión Lou Erz se inundó de blanco, convirtiéndose en un paisaje invernal.

―Puede que hayas huido de mí antes, pero parece que no puedes huir por mucho tiempo, no con la señorita Sisbell contigo.

―¿Qué pasa, abuela? ―gruñó Jhin―. Estás aquí.

Saltando desde el agujero había una anciana, una bruja delgada con un traje rojo que recordaba al hábito de una monja. Contra el fondo blanco puro, el contraste era agudo.

Grugell, la Bruja del Sol de Medianoche. La veterana bruja podía controlar la nieve, una subespecie del poder astral del hielo. Ella era infame, colocándose en la lista de brujas de los soldados imperiales.

―Persistente, ¿no es así? ¿No se te ha pasado la hora de dormir, abuela?

―Me encantaría descansar si me dejaras. Estoy cansada de jugar a las traes ―La bruja de rojo levantó las manos―. Me entregarás a la señorita Sisbell.

―Me temo que no.

Justo cuando la nieve explotó bajo los pies de la bruja, Jhin agarró la mano de Sisbell y empezó a correr.

―¡Jhin! ¡Los soldados de antes vienen de nuevo…! ―gritó la Comandante Mismis.

―No se preocupe por ellos, jefa. No vea detrás de usted, ¡corra!

Gruñendo detrás de ellos había gigantes hechos de energía astral. Golems. Jhin había visto antes unos hechos de tierra, pero nunca unos formados de nieve.

―Nene-no uses tu arma. Estarás desperdiciando tu munición.

Tendrían problemas para derribar a los gigantes. Incluso si Nene destruía una parte de esas cosas con una pistola o una ametralladora, se regenerarían y volverían a atacar.

Los golems que le pisaban los talones a la Unidad 907 hicieron que el suelo temblara bajo ellos.

―¡¿Qué vamos a hacer?! ―preguntó Sisbell.

―No podemos ir al primer piso ―respondió Jhin―. Y no podemos adelantarnos a ellos en este piso… lo que nos deja el tercer piso. Vamos.

El grupo se dirigió a la escalera. Las escaleras habían sido diseñadas para los humanos, lo que las hacía casi inaccesibles para los golems.

Sin embargo… el grupo de humanos fue obviamente conducido allí.

―…Es como si nos estuvieran cazando.

La anciana bruja caminó lentamente hacia ellos. Habían pensado que iba a dejar que los gólems hicieran la persecución, pero ella los había perseguido manteniendo la distancia. Sus pies seguían las huellas dejadas por Jhin y los demás en la nieve caída. Parecía una cazadora.

―¿Sabes, abuela? Te estás haciendo demasiado mayor para este tipo de cosas ―Mientras subía las escaleras, Jhin exhalaba bocanadas blancas en el espacio helado―. ¿Quién crees que está cazando a quién? No subestimes a los soldados imperiales.

***

La mansión de Lou Erz. Salón del primer piso.

Las chispas crepitaban. Un humo negro, fino como agujas, se enroscaba hacia el techo desde las paredes derecha e izquierda. Todo lo que podía ver eran espesas nubes de polvo,  que empapaban sus  pulmones.  Era lo único que quedaba después de que las paredes y los techos hubieran sido destruidos hasta quedar irreconocibles.

―La Soberanía es un país antiguo, muy antiguo.

Como la separación del mar, un hombre de mediana edad elegantemente vestido con un traje blanco emergió del polvo. Tenía la cara de una estrella de cine -en la que lucía una sonrisa apacible y caballerosa- y unos músculos definidos. Era el jefe de los Hydra, Talisman, un poderoso purasangre que dirigía una de las tres casas reales y era el hombre que estaba detrás del golpe de estado.

―La reina de la Casa Lou está desesperada por mantener el estancamiento de la guerra con el Imperio. Los Zoa están esperando para llevar a cabo su venganza. Los Hydra, como ves, están aburridos del statu quo.

―……

―¿Cuál es tu opinión sobre el asunto, súbdito imperial? ―Talismán preguntó, su voz suave.

―¿No te gustaría saberlo? ―respondió el espadachín imperial -Iska-― .No pienso alargar esta conversación. Estoy bastante seguro de que ya te lo dije.

―¿Hmm?

―Ya sé cómo haces las cosas. Sólo estás ganando tiempo para poder atrapar a Sisbell.

Iska, el antiguo Discípulo Santo, se había separado de la Unidad 907 para ganar tiempo para la huida de Sisbell. Se había quedado atrás por una razón: el jefe de los Hydra. Aunque el hombre parecía apacible a primera vista, su expresión genial era poco más que una máscara que mostraba al público. En realidad, era un demonio, y uno con poderes extraordinarios.

…Uno de los descendientes de la Fundadora Nebulis, un purasangre con el poder astral de las Olas.

…Es un peligro para todos nosotros.

Plip. Una gota roja cayó sobre la piel de Iska.

La herida que estaba seguro que había dejado de sangrar antes se había reabierto en su frente. La sangre corría a lo largo de su párpado desde la herida. Antes de que le llegara a los ojos, Iska utilizó el dorso de la mano para limpiarla.

―Me pregunto qué estás insinuando: que estoy ganando tiempo para atrapar a Sisbell.

En ese momento… la figura de Talisman empezó a volverse borrosa.

Los montones de escombros en el suelo estallaron. En cuanto Iska sintió que algo le presionaba la piel, dio un salto hacia atrás, ejerciendo toda su fuerza física.

Fwoom. El aire estalló. El puño de Talismán rozó la punta de la nariz de Iska antes de atravesar el espacio. Se sintió como si un tren hubiera pasado por delante de Iska, cuyo pelo se echó hacia atrás. Su cuerpo se levantó ligeramente del suelo.

Todo eso había sido causado sólo por la presión del viento.

…¡¿Realmente sólo tiene el poder astral de las Olas?!

…¡¿Cuánta fuerza tiene concentrada en su puño?! 

Estas ondas eran oleadas, que manipulaban energía mecánica invisible. Este tipo de poder astral no era demasiado raro, pero las fuerzas imperiales habían determinado que sólo podía hacer disparos como balas invisibles.

Pero Talisman era diferente. Podía acelerar esta energía mecánica y potenciar su constitución corporal.

―Tus ojos. Son tan observadores ―La forma de Talismán desapareció en un instante.

Iska lo percibió desde arriba. Antes de que pudiera bajar, el soldado levantó la cabeza para mirar al techo.

―¿También has sentido esto? ¿Es tu oído? ¿O el tacto?

―Ambos ―respondió Iska.

La explosión atmosférica creó viento. En cuanto la brisa acarició la piel de Iska, se puso en posición de combate antes de poder ver al hombre. Si no podía confiar en sus ojos, averiguaría los movimientos de su oponente con otro sentido. Para eso había servido su entrenamiento.

Algo detonó.

Talismán había saltado, casi tocando el techo, y luego hizo caer su puño sobre el suelo del antiguo castillo. El resultado sonó como un bombardeo aéreo. El suelo de piedra se hizo añicos, como si hubiera explotado pólvora.

―Increíble. Es como si tuvieras un sistema de sonar desde la cabeza hasta los pies ―comentó. Los ojos de Talisman brillaron con una sonrisa mientras perseguía a Iska.

Cuando el espadachín intentaba contrarrestar, el purasangre se abalanzaba sobre el Discípulo Santo con un ataque él mismo, neutralizando el golpe. Por eso Iska mantenía la distancia. En cuanto Talisman se dio cuenta de ello, hizo una pausa para quitarse el polvo del traje.

Los espectadores nunca se habrían dado cuenta de que, mientras pasaban los segundos y se miraban fijamente, se estaban desarrollando maniobras de vida o muerte bajo la superficie.

―Sé que lo estoy repitiendo, pero realmente no lo entiendo ―El hombre de mediana edad se arregló el cuello alborotado de su  traje  y se encogió de hombros―. ¿Por qué los soldados imperiales protegen a un miembro importante de Nebulis? ¿Por qué arriesgar su vida para protegerla? ¿Cómo de grande es la recompensa prometida?

―Tú eres el que atacó primero. ¿Qué hay de malo en expulsar a los insurgentes?

―Supongo que es demasiado tarde para tener esta discusión, pero todo esto es un malentendido ―Talisman forzó una sonrisa―. Esta es una finca propiedad de los Lou. Nadie se imaginaría a los soldados imperiales en un castillo propiedad de nuestra familia real.

―Lo dudo. Debes haber oído hablar de nosotros por Elletear.

―Tsk.

Aunque sólo duró un momento, el jefe de los Hydra entrecerró los ojos. Iska los miró fijamente. “Tienes una idea equivocada de nosotros”.

Había algo que Talismán no sabía. La princesa más joven, Sisbell, había estado buscando al traidor de la familia real incluso antes de que se produjera este ataque.

“¡Elleteaaaaaar!”

“¡Yo… no entiendo lo que estás pensando! ¡¿Estás tratando de traicionar a nuestra patria?!”

La princesa mayor, Elletear, intentó derrocar a la reina. Ella ya había regresado al palacio antes de que las fuerzas imperiales comenzaran su incursión.

…Y volvió a la escena para orquestarla.

…Para guiar a las tropas de élite del Imperio hacia el palacio real.

Esto no era un plan sobre la marcha. Se había tramado durante años, o se había transmitido durante generaciones, hasta llegar a Talisman, y Elletear le había dado su apoyo.

―Yo soy el que hace las preguntas. ¿Por qué Elletear traicionó a la reina?

―continuó Iska.

―¿Hmm?

―No te hagas el tonto. Sé que estás detrás de todo esto. No podrás salirte con la tuya mientras Sisbell esté cerca.

―¿Qué piensas de su belleza?

―…¿Perdón?

¿Se suponía que eso debía desconcertarlo?

Talisman continuó sin importarle la postura defensiva de Iska.

―Si la magia existiera en este mundo, tomaría la forma de Elletear. Una diosa debe haberla mimado para hacerla tan hermosa. Su aspecto es un regalo de lo alto.

―…… ¿Qué tiene eso que ver con mi pregunta?

Antes de que Iska pudiera preguntar…

―Pero el planeta no compartía el mismo amor por ella ―declaró el jefe de los Hydra en tono frío―. Parece que has entendido algo mal. Ella y yo no compartimos el mismo objetivo. Queremos cosas opuestas. Lo que pasa es que tenemos un medio común para cada uno de nuestros fines.

―…¿Y eso es derrocar a la reina?

―Creo que un súbdito imperial estaría de acuerdo conmigo. Si la actual reina desapareciera, la Soberanía quedaría temporalmente desarmada. Y eso podría llevar al Imperio a la cima de la guerra.

―¿Fue así como propusiste esto al Imperio?

―Dejaré eso a tu imaginación.

―…Te responderé a una pregunta ―Iska miró fijamente al purasangre, como si estuviera poniendo a prueba al hombre. Señaló la punta de la espada astral negra en su mano derecha―. Este no es el tipo de lucha que quiero tener contra la Soberanía.

―¿Y qué te hace sentir así?

―Nada cambiará con la forma en que los Hydra están haciendo las cosas.

Sólo perjudicará progresivamente a ambos países y profundizará la división.

Atacarían y contraatacarían. La lucha entre las dos superpotencias sólo aumentaría.

…Eso no es lo que quiero.

…O cómo quiero que terminen las cosas.

Iska es un súbdito del Imperio. Esperaba que el final de la guerra significara la victoria del Imperio. Pero eso no significaba que deseara la caída de la Soberanía. Quería terminar la guerra haciendo que las fuerzas imperiales capturaran a un miembro de su familia real, para poder negociar la paz a través de los líderes imperiales.

―Estás llevando las cosas demasiado lejos. No quiero que caigan ni el Imperio ni la Soberanía.

―Ja, ja. Parece que eres un romántico ―El miembro de la familia real aplaudió y cacareó―. Un dulce sueño. Eres todo un romántico para ser tan endemoniado. Por desgracia, creo que todos los demás Discípulos Santos y miembros de la familia real estaban esperando que llegara este día.

―…¿Qué quieres decir?

―Es un enfrentamiento en el que no se puede hacer nada. ¿No hemos estado todos preguntándonos quién saldría victorioso durante décadas?

El purasangre que contenía una potente energía astral -Talisman el Tirano- abrió los brazos.

―Son los orgullosos Discípulos Santos del Imperio contra los purasangres, descendientes de la Fundadora Nebulis. Es hora de determinar cuál reinará de forma suprema. Eso es lo que ocurre esta noche.