Saihate No Paladin (NL)

Volumen 3.2: El Señor de las Montañas de Rubín II

Capitulo 4: Mi Vida y Alma

Parte 3

 

 

El dragón inmundo se alzó tranquilamente. Tenía un ligero corte en su costado, nada más.

“Ahora…”

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Estábamos en una desventaja abrumadora. Agarré firmemente el mango de Luna Pálida. Pensé que la desesperación me tragaría si no lo hacía.

“Paladín Lejano, luchaste admirablemente y con valentía.”

Sorprendentemente, Valacirca no había intentado matarme de inmediato. Pero tenía demasiado en mente para considerar una respuesta. Eché un vistazo alrededor. Los otros no parecían estar muertos todavía. Un momento, ¿cómo era eso posible? ¿Fue un ataque sorpresa con el sorprendente poder de un dragón y no pudo matarnos a ninguno de nosotros? Eso era imposible. Él había elegido no matarlos. Lo cual tenía que significar…

“A la luz de su ardua lucha, te haré una oferta. ¿Por qué no se convierten en mis siervos?”

Era justo como pensaba.

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“Veo que lo entiendes. Te he dado una excusa.”

Valacirca sonrió. Parecía que estaba disfrutando esto, y de hecho, probablemente lo estaba.

“Si me rechazas, voy a quemar a tus aliados hasta las cenizas. Huesos, almas y todo. Mira. Ahora que las vidas de tus aliados necesitan protección, tienes una noble justificación para someterte a mí.”

No pude cubrir a todos al mismo tiempo. Habían colapsado en diferentes lugares, Menel y Al a la izquierda y Reystov y Ghelreis a la derecha. En primer lugar, no tenía más jugadas para usar contra este dragón, tampoco formas de poner fin rápidamente a esta batalla.

“He visto a muchos con ojos como los tuyos. No te dejarás intimidar ni influenciar solo porque te amenace con incinerarte. Incluso ahora, estás buscando tercamente una manera de superar esta situación.”

Él estaba en lo correcto. Incluso en este momento, estaba demorando silenciosamente en responder mientras mi mente trabajaba desesperadamente para llegar a algún tipo de salida.

“Pero no tienes nada. ¿Estoy en lo cierto? Incluso con tiempo para analizar la situación.”

Tenía que admitir que era justo como dijo el dragón inmundo. No tenía más ideas grandiosas convenientes.

“Oh… no, no exactamente nada. Tienes un movimiento, una forma de no ceder ante mí.”

Sus palabras me hicieron fruncir el ceño. ¿Un movimiento? ¿Todavía tenía un movimiento, en esta situación?

Puedes suicidarte.”

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La idea ni siquiera se me había ocurrido.

“Eres adorado por la diosa del flujo, ¿no? Todo lo que tienes que hacer es cortarte la cabeza.”

No había ningún rastro de risa en la voz de Valacirca.

“Habrá un próximo mundo, ¿no? Y uno después de ese. Y uno después de ese. Todos los que quieras. Si crees que ganar es imposible, desecha el tablero de juego y suicídate. Si quieres rechazar la tragedia, simplemente di, ‘Todavía no. Habrá un próximo mundo. Aquí no es donde debo luchar’, y clava una daga en tu propio pecho.”

Sus palabras fueron una horrible caricatura de la verdad. Todo el mundo sabe que las cosas no se pueden simplificar de esa manera. Pero ese probablemente no era el punto del dragón.

Negué con la cabeza. “No tomaré esa decisión.”

“Bien. Si vieras ese pequeño valor en tu propia vida, ni siquiera valdrías la pena subyugar.”

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Para Valacirca, que tenía un apego a este mundo y que había vivido en él desde la era de los dioses, tuviera o no la voluntad de aprovechar al máximo mi propia vida era un punto crucial que él no podía cambiar.

“Entonces elige. Únete a mí, o resístete y sé erradicado.”

Mis aliados habían sido gravemente heridos hasta el punto de que no podían hacer nada para ayudar. Yo mismo no estaba ileso, y mis movimientos ganadores ya habían fallado. Ni siquiera sabía cuántos miles de ataques exitosos se necesitarían para ganar mediante métodos ordinarios. Estaba completamente en jaque mate. La situación ahora era aún más desesperada de lo que había sido en mi batalla contra el dios de la no-muerte. Sin embargo—

“Si me uno a ti, fácilmente puedo imaginar cómo me usarás.”

“Me lo imagino.”

Difundiría la guerra, provocaría el caos y seguiría creando el tipo de situaciones que prefería un dragón. Mi diálogo con él hasta ahora me había dicho alto y claro que no podría vivir de otra manera.

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“Entonces no puedo unirme a ti.”

“Tus aliados morirán.”

“Así no es como yo lo veo.”

Valacirca inclinó la cabeza.

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“¿Cómo lo ves?”

“Vinimos resueltos. No importa cuántos de nosotros perdamos, siempre que uno de nosotros pueda clavar nuestra espada en tu garganta, habremos logrado nuestro objetivo.”

Nosotros éramos guerreros. Tirar la oportunidad de ganar la batalla para proteger a un aliado no era lo que queríamos.

“Pero ya no tienes ninguna posibilidad de victoria.”

“La tengo.” Me armé de valor y miré a Valacirca. “Si clavo esta hoja dentro de ti miles o quizás millones de veces, ganaré. ¿Me equivoco?”

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Mi respuesta pareció tomar a Valacirca por sorpresa. Sus ojos se ensancharon. Luego se rió entre dientes, divertido.

“Una posibilidad que se encuentra en el otro extremo de miles de milagros.”

“Miles, millones, billones, no me importa. Si hay una posibilidad de victoria, una posibilidad de cumplir mi juramento, entonces voy a apostar a eso.”

Ese era el camino que había elegido.

—  Así que cuando recibas una herida, aguanta y muévete. Estás muerto si retrocedes de todos modos, así que arriésgalo todo. Mantén tus ataques, y entierra tu espada o lanza o puño, lo que sea que tengas, en tu oponente una y otra vez.

Ese fue uno de los fundamentos de la batalla que aprendí de Blood. Cuando estés herido, muévete. Da un paso al frente y devuelve lo que te hicieron.

“Estás por descubrir cuán terco puedo ser.”

Probablemente no podría ganar. Probablemente iba a morir. Pero forcé una fiera sonrisa en mi rostro. El dragón inmundo hizo lo propio, dejando al descubierto sus colmillos.

“Dragón inmundo Valacirca…”

“Paladín Lejano…”

Agarrando mi familiar lanza, asumí una postura de batalla.

“¡Te mataré!”

“¡Morirás intentándolo!”

Corrí hacia mi batalla final.

***

 

 

El período que siguió se sintió como estar atrapado en una inundación, nadando con todas mis fuerzas para evitar ahogarme.

Durante las etapas iniciales de la batalla, utilicé todas las Palabras y tácticas que pude para alejarnos del lugar donde Menel y los demás habían caído. Era posible que igualmente murieran en una onda ígnea, pero yo quería hacer todo lo que pudiera por ellos. Si Valacirca se hubiera resistido tercamente, probablemente habría sido imposible mover los campos de batalla, pero el dragón no hizo eso. Tal vez había decidido que no valía la pena preocuparse por los enemigos derrotados, o tal vez estaba arreglando las cosas para que fuera más fácil para mí, como su enemigo, darlo todo.

Corrí. Ataques volaron hacia mí de sus afiladas garras, su gruesa cola, sus pisoteantes patas y, a veces, costalazos y aliento mortal. Aceleré y esquivé, atacándolo con Palabras y mi lanza con un tiempo cuidadosamente juzgado. El dragón, hablando con voz ronca, me atacó con muchas Palabras brutales, incluyendo varias que nunca había escuchado. Convoqué todo mi conocimiento y todas las Palabras que pude reunir para contrarrestarlas. A veces, me gritaba con una intensidad que sacudía la montaña.

Apilé bendiciones sobre bendiciones para protegerme de una ruptura de tímpanos y de las garras del miedo. Varias veces, reaccioné con tardía y fui herido por piedras desprendidas y la onda ígnea de su aliento. Cada vez, me sanaba con una bendición y volvía a ponerme de pie. Evité la muerte inmediata por pulgadas varias veces. Mi gran escudo desde hace tiempo se había abollado y roto. Di un grito largo y frenético mientras continuaba luchando, cubierto en mi propia sangre.

Garras vinieron de la derecha. Las esquivé. Le clavé la lanza. A través de sus escamas. Ahora un pisotón. Me moví hacia adelante y hacia los lados. Me agaché y me cubrí. Palabra, réplica, negación. Sus garras se balancearon. Su cola se balanceó. Las esquivé. Le clavé la—

“¡¡GRAH!!”

El interior rojo de su boca se acercó, desnudando sus colmillos. Valacirca había usado un mordisco por primera vez. Mi cuerpo se había acostumbrado al ciclo de garras, cola, pisotón, y no pude reaccionar de inmediato. Pero aún reaccioné, aunque un poco tarde, protegiendo forzosamente mi cuerpo con Luna Pálida. Me hizo salir volando, los colmillos del dragón solo me rozaron. Me levanté de nuevo, sostuve mi lanza en ristre, y me di cuenta de que se sentía extrañamente liviana. Mi aliento quedó atrapado en el fondo de mi garganta. Luna Pálida estaba rota. Mi arma favorita, que había estado usando durante tanto tiempo—su mango estaba doblado, su hoja rota; nadie podría arreglarla ahora.

En un intento de encender el espíritu de lucha que se había roto junto con mi lanza, grité otro grito violento de guerra y saqué a Overeater. Valacirca tenía varias heridas en todo su cuerpo. Si pudiera clavarla en él y recuperar mi energía, todavía tendría—

“Me temo que—”

En el momento en que di un paso adelante, mi pie fue volado. Grité de dolor. Varios Signos destructivos habían sido grabados en el suelo en el lugar donde había puesto mi pie. ¿Cuándo había colocado eso? ¿En algún momento durante esta batalla? ¿Algún tiempo antes?

“Conozco esa espada demoníaca.”

Por supuesto. Valacirca había sido parte de las fuerzas del Gran Rey.

“Es una espada temible, ¿no? Tiene una historia interesante. Fue templada por un demonio de rango Rey para enfrentarse y matar al Gran Rey, quien siempre estaba loco por las espadas. Pero una vez que conoces el truco, hay formas de vencerla. Por ejemplo…”

Incluso mientras resistía el intenso dolor para orar y sanar mi pie, muchas flechas llameantes flotaban alrededor del dragón inmundo. Extendió sus alas con un pesado aleteo y se distanció lejos de mí. Aparentemente, ni siquiera tenía la intención de considerar batallas de corto alcance. Desde su postura, podía decir que estaba planeando acabar conmigo con su aliento y Palabras de largo alcance.

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“Aunque estaba jugando contigo, nunca esperé que un simple ser humano me causara tantos problemas. Paladín Lejano, William G. Maryblood, debo alabarte por infligirme tantas heridas.”

Mi mente estaba nublada. No podía concentrarme.

“Si esto hubiera sido una prueba de nuestras habilidades, te habría entregado la guirnalda de la victoria y te elogiaría por una batalla bien disputada. Tu poder no es inferior al de los héroes de la era de los dioses. Eres realmente poderoso, un campeón de la era moderna.”

La fuerza había abandonado mis brazos. Mi voz tembló, y no pude pronunciar Palabras correctamente. El dragón estaba más vivo que nunca.

“Pero esta es una batalla a muerte.”

El dragón se dirigió hacia mí para quitarme la vida. Tenía que vencer al dragón. Se lo había prometido a mi dios. Tenía que pelear.

Invoqué las últimas reservas de mi fuerza, usando mi espada para ayudarme a ponerme de pie. Empecé a reunir mana. Enfoqué desesperadamente mi concentración, sanando mis heridas como si fuera a cambiar algo las cosas.

“No te haré sufrir. Muere.”

El dragón inhaló, luego soltó un aliento infernal que seguramente me incineraría a la nada.

Era inútil. No había nada que pudiera hacer al respecto.

Incluso cuando esos pensamientos pasaron por mi cabeza, de alguna manera levanté mi espada e intenté pronunciar una Palabra. Me habían dado vida. Tenía que vivirla hasta el final. Eso era lo que pensaba.

El aliento miasmático abrasador me envolvió. Pero el final nunca llegó.

***

 

 

“Oh…”

Me di cuenta de que una llama cálida flotaba frente a mí. Alrededor de la llama, se estaba generando una barrera transparente de algún tipo.

“¿Dios…?”

Era como si me estuviera protegiendo del aliento del dragón.

“¿Un Heraldo? Je. ¿No tienes suficiente poder para manifestar un Eco? Diosa de la llama, pierdes tu tiempo.”

El aliento del dragón golpeó la barrera. La golpeó una y otra vez. La llama flaqueó. Fisuras se extendieron a lo largo de la barrera. Pero aun así, ella me protegió.

“¿Estás tan interesada en salvar a tu héroe? Pero el apoyo del Heraldo de un solo dios no cambiará nada.”

Contra la violencia de un dragón, incluso eso no era más que una jugada para ganar tiempo. Pero aun así, ella no se dio por vencida. Ella siguió bloqueando el aliento del dragón, una y otra vez.

— Te fortaleceré; te ayudaré; te protegeré con mi llama.

Lo entendí. Ella estaba tratando de cumplir su promesa.

“Dios…”

La llama no dijo nada. Como siempre, ella permaneció en silencio y simplemente continuó protegiéndome. Pero como todas las cosas, eso también tenía que llegar a su fin.

“¡■■■■!”

El dragón pronunció una Palabra áspera. Un pulso desconocido estalló hacia nosotros, y la barrera se hizo añicos sin dejar rastro. Ya, el dragón inmundo tenía suficiente aliento almacenado en su boca para matarme.

“¡Paladín! ¡Fuiste un enemigo bien merecido de mi aliento! ¡Voy a quemar tu figura en mi memoria, y tu alma y huesos de la faz de la existencia!”

Este rugido de Valacirca resonó alrededor de la Gran Caverna. Probablemente fue su manera de ofrecerme un tributo final.

“Me temo que tengo un problema con eso.”

Una nueva voz con una actitud relajada vino repentinamente del lado.

“¡¿Qué?!”

El dragón inmediatamente escupió fuego en esa dirección, pero el dueño de la voz trazó un increíble arco en el aire y lo evadió.

“Este héroe es mi presa, mi enemigo, y no aprecio que me lo arrebaten.”

Con alas más oscuras que la noche y ojos rojos siniestramente brillantes, la cosa que se deslizaba hacia mí era—

“¡¿Stagnate, dios de la no-muerte?!”

El dragón inmundo gruñó.

***

 

 

Valacirca no pudo ocultar su sorpresa. A mi lado, el dios de la no-muerte le plantó cara al dragón inmundo y habló locuazmente.

“Así que déjame ver, inmundo Valacirca. Dijiste que el apoyo del Heraldo de un solo dios no cambiaría nada. Jajaja. ¡Precisamente! Yo mismo lo predije. Estos héroes son insuficientes; ellos y el dios de la llama, ¡siguen siendo insuficientes! ¡Dije que matar a la malvada Hoz de la Calamidad estaba más allá de ellos! Sin embargo—”

El cuervo Heraldo chasqueó su pico. Parecía que estaba disfrutando mucho de esto.

“Ahora que lo pienso, nunca consideré qué pasaría si dos dioses estuvieran presentes. ¿Me pregunto? ¿Tal vez estos héroes tendrían una oportunidad de victoria? Personalmente, tengo la sensación de que podrían tenerla, pero, ¿qué dices tú, Valacirca?”

“Eres tan locuaz como siempre, dios de la no-muerte.”


“¿Por qué no nos llevamos bien, Valacirca? Tú y yo somos de la misma clase. Yo diría que compartimos placeres similares.”

“Los míos no son tan desagradables como los tuyos. Mi vida y alma existen para ser incineradas y brillar con gloria. ¿De qué sirve hacer que las cosas duren para siempre? Materialista.”

“Eso es lo que llamo desagradable. La belleza debe ser preservada para siempre. Es una emoción natural. Vándalo.”

Valacirca parecía disgustado. No podía culparlo; Stagnate había arruinado su batalla.

“¿Y no eres encantador, Paladín? ¡Tener no solo una diosa sino dos acudiendo a tu ayuda! Eso fue prácticamente inaudito incluso en la era de los dioses.”

Valacirca me envió una mirada sarcástica. Pero más importante aún, tuve la sensación de que una especie de verdad impactante acababa de serme revelada. ¿Dos? ¿Diosas?

“¿Importa si me presento como un dios o una diosa? Para los dioses, el género es una mera decoración exterior. ¿No?”

El cuervo pareció encogerse de hombros. Luego, deteniéndose sobre mi hombro, trató de frotar su cabeza contra mi mejilla. La llama de Dios se apresuró a obstruirlo. Un silencioso enfrentamiento estaba en marcha cerca de mi hombro.

“Jajaja. No es necesario que te enojes tanto, Gracefeel. Estoy ofreciendo darte una mano. Sin duda, se me pueden permitir uno o dos beneficios. ¿Hm? A juzgar por tu reacción, quieres saber ‘por qué ahora’. Sabes, había planeado no meterme en esto. Pero después de ver una batalla tan enardecedora, siento que lamentaré no ofrecer ningún apoyo.”

“¿Meterías tu pico en mi batalla por eso? Hedonista loca por los héroes.”

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Valacirca escupió las palabras hacia el cuervo.

“¡Precisamente! ¡Este héroe, este paladín entrometido, es digno de mi locura!”

Stagnate respondió fuerte y audazmente.

“¡Ahora! ¡La batalla está lejos de haber terminado! ¿Tienes la voluntad de seguir luchando, William G. Maryblood? ¡Paladín de la llama, mi enemigo sabio y tonto! Una vez dijiste que cumplirías tu juramento, mantendrías la fe en tu corazón y seguirías luchando hasta el momento en que cayeras muerto. ¡No me digas que esas palabras fueron falsas!”

Resoplé. Yo era un desastre total. Mis brazos y piernas habían sido arrancados y sanados con bendiciones más veces de las que podía contar. Mi resistencia y concentración estaban agotadas y mi lanza también estaba rota. La única razón por la que estaba parado era porque tenía mi espada para apoyarme. Honestamente, estaba en mi límite. Quería dejar ir mi conciencia, dejar todo y dormir. Pero aun así…

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