Saihate No Paladin (NL)

Volumen 3.2: El Señor de las Montañas de Rubín II

Capitulo 3: Grito Mortal

Parte 1

 

 

Más allá de la Puerta Occidental había paredes de piedra y pisos de piedra—interminables pasadizos de piedra que daban una impresión rígida y fría. Los pasadizos eran anchos con techos altos, probablemente porque habían sido importantes rutas comerciales con las tierras élficas.

Mucho polvo se había acumulado en los últimos doscientos años. Hubiera sido normal en un lugar como este tener telarañas por todas partes y estar cubierto de excrementos de murciélagos y bestias, pero no había señales de algo así. La razón era el miasma del dragón inmundo que llenaba el aire con un humo negro parecido a una niebla.


“Urgh.”

“No creo que ninguno de nosotros quiera quedarse aquí por mucho tiempo.”

Aunque había conjurado milagros y magia contra el veneno, aún podía sentir algo desagradable. Y debido al miasma que llenaba el aire, tampoco teníamos una vista muy clara delante de nosotros.

“Encontrar enemigos y trampas son la gran preocupación”, dijo Al.

Ghelreis asintió. “Además de las trampas de los demonios, tampoco puedo negar que aún podría haber algunas trampas no activadas que fueron colocadas por nuestros hermanos caídos.”

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Él tenía razón. Como habían estado tratando de repeler una invasión de demonios, los enanos del País de Hierro en ese momento deben haber preparado una gran cantidad de defensas. En una situación como esta, era posible anticipar que no estaríamos lidiando con trampas domesticas que activaban alarmas, sino con serias que podrían matarte instantáneamente si las pisabas.

“Sobre la luz. ¿Vamos a usar fuego?”

“No. Existe la posibilidad de que haya acumulaciones de aire viciado.”

La práctica idónea para una fuente de luz era preparar tanto una luz mágica como una llama regular y hacerlo de modo que incluso si una se apagaba, todavía tuvieras la otra. Sin embargo, esto solía ser una mina, así que tenía algunas preocupaciones de que las acumulaciones de gas pudieran encenderse aquí. Decidiendo evitar el fuego, complementé a Luna Pálida al converger mana en varias piedras con la Palabra de Luz grabada en ellas y las repartí. Menel las metió en linternas con postigos, por lo que podíamos controlar la cantidad de luz producida. Era un truco que también consideraba al explorador al frente del equipo, que necesitaba trabajar con poca luz.

“¿En qué orden vamos a entrar?” preguntó Menel.

“Menel, tú nos guías. Estate alerta por las trampas y demonios. Ghelreis, ve detrás de él.”

Coloqué a Menel, que tenía un buen oído y podía detectar trampas, en el frente. Luego estaba Ghelreis. Como todos los enanos, podía ver en la oscuridad y sobresalía en la detección de cosas subterráneas, y además, tenía una buena comprensión de cómo era la estructura interna del País de Hierro en ese momento.

“Al y yo iremos en el medio. Reystov, toma la retaguardia, por favor.”

Puse a Reystov como el veterano al final de la línea y le pedí que vigilara los ataques desde atrás. Como yo podía utilizar magia y era la fuerza más poderosa en la batalla y Al tenía una gran fuerza física ofensiva, nos colocamos justo en el medio para poder cambiar rápidamente de lugar según la situación.

“Nuestros oponentes son demonios. Hay algunos que se arrastran a lo largo de las paredes y techos, y algunos tienen alas. Tengan cuidado de no ser sorprendidos por un ataque desde una dirección inesperada.” Todos asintieron.

Mientras caminábamos, noté que Al giraba constantemente la cabeza, así que añadí en un tono bajo, “Oh, no quería decir que estuvieran alerta en todas las direcciones todo el tiempo.”

“¿De verdad?”

“Sí. Después de todo, eso es imposible.”

Una persona que tiene su guardia en todas las direcciones en todo momento solo existe en la imaginación. Los humanos no pueden cambiar el hecho de que les resulta más fácil detectar cosas delante de ellos que detrás de ellos, y estar constantemente en guardia en territorio enemigo es agotador. Es por eso que es significativo que algunas personas miren en diferentes direcciones para cubrirse mutuamente.

“Solo mantenlo en el fondo de tu mente. Hará que sea más rápido para nosotros reorganizarnos.”

Cuando en realidad eres atacado desde una dirección inesperada, si te dijeron que eso podría pasar o no, se traduce en una diferencia en la velocidad de reacción. Cuando algo que no esperaban en lo más mínimo le sucede a una persona, se congelan y dejan de pensar por un instante. Le pasa a todo el mundo. Lo había mencionado solo para estar seguro, pero había olvidado que este tipo de viaje peligroso era el primero para Al.

Lo reexpliqué de una manera que fuera más fácil de entender. “Menel y Ghelreis están observando lo que está adelante y en el suelo, y Reystov está vigilando detrás de nosotros, por lo que nosotros debemos concentrarnos en lo que sucede arriba y a los lados. Lo de los ataques sorpresa es algo a tener en cuenta. Esto será bastante agotador, así que tomaremos pequeños descansos de vez en cuando y tendremos a alguien de guardia.”

“¡Sí!” Al asintió con entusiasmo. Realmente era rápido en captar, y sus habilidades de combate cuerpo a cuerpo estaban mejorando rápidamente también. Estaba seguro de que se acostumbraría a las técnicas probadas de exploración con la misma rapidez.

El camino recto continuó. Todos avanzamos en silencio.

De vez en cuando, Menel extendía una palma detrás de él para detener al resto de nosotros, y pasaba un momento escuchando o desarmando una trampa. El deterioro a lo largo de los años ya había hecho que las ballestas en las paredes fueran inofensivas debido a la falta de tensión, pero no se podía decir lo mismo de las trampas y las bolas con pinchos. Menel descubrió ese tipo de trampas peligrosas sin esfuerzo y las neutralizó con manos experimentadas desarmando los mecanismos o marcando los lugares que las activarían.

Mientras Ghelreis lo veía trabajar, dijo brevemente, “Llegaremos al Salón de Roca pronto. Después de eso, se ramifica terriblemente.” Luego, como una ocurrencia tardía, dijo, “Esto ha sido inesperado.”

Asentí en acuerdo. “Sí. No hubo emboscadas de demonios.”

Ni siquiera había aparecido uno. El dragón nos había descubierto claramente, pero no había señales de que alguno de ellos viniera a interceptarnos.

***

 

 

“¿Eso, este, significa que el dragón y los demonios no están actuando como uno solo?”

“No puedo estar seguro de eso todavía. El Salón de Roca está cerca. Probablemente todos estén esperando allí, ¿verdad? Esperando rodear al enemigo en un lugar amplio y abierto y terminarlos con un asalto a gran escala. Cosas usuales.”

Atraer al enemigo a lo profundo de su propio territorio para rodearlo y destruirlo era ciertamente una técnica efectiva.

“Por otro lado, si no hay una emboscada en el Salón de Roca…”

“Sí. Al tendría razón si es así.”

Ghelreis había dicho que el camino se ramificaba terriblemente después del Salón de Roca. Una vez que lleguemos a una de esas ramas, los demonios no podrán rastrearnos por completo. No había forma de que quien guiara a los demonios elegiría no enviar sus fuerzas para interceptarnos en el Salón de Roca. Si sucediera algo así, la única interpretación posible podría ser que el líder de los demonios no había notado nuestra intrusión en primer lugar. En otras palabras, sería la prueba más segura posible de que Valacirca, casi con certeza el dueño de esa mirada asesina, no se había unido en absoluto a los demonios.

“Esperen…” Menel extendió una palma detrás de él y detuvo a todos. Escuchó algo al otro lado del pasadizo suavemente curvado.

“¿Qué?”

“Ruido. Algo de metal cencerreando. Y pasos, de un lado a otro.” Habló en voz baja.

“¿Una emboscada?”

“No lo sé. Algo está ahí. De eso estoy seguro.”

“El Salón de Roca está muy cerca”, dijo Ghelreis.

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“Este, entonces… no significa eso… esto es… este…”

Una emboscada de demonios era probablemente una suposición segura. Todos asentimos juntos y agarramos nuestras armas.

“Ghelreis y yo entraremos con nuestros escudos arriba y tantearemos el terreno.”

Nos quitamos los grandes escudos de la espalda. Si nos cubríamos con estos escudos que podían cubrir la gran mayoría de nuestros cuerpos, podríamos soportar sus ataques incluso si nos tuvieran medio rodeados y nos atacaran en el momento en que saliéramos del pasadizo. Después de ver cuánto poder habían preparado, podríamos decidir nuestro curso de acción de acuerdo a la situación. Por ejemplo, podríamos retirarnos, bombardearlos con magia o retroceder lentamente en el pasadizo mientras lidiábamos con ellos.

“Menel, proporciona apoyo desde el final del pasadizo. Al y Reystov, estén preparados. Usen su juicio y ataquen cuando se vea bien.” Siendo breve, les dije a todos sus roles. Reorganizamos nuestra línea, redujimos la cantidad de luz de nuestras linternas, silenciamos nuestros pasos tanto como pudimos, y continuamos por el pasadizo en un silencio mortal.

Me detuve justo antes del Salón de Roca, me aseguré de que todos pudieran ver mi mano—la mano que agarraba mi lanza—y levanté un dedo. Luego levanté un segundo dedo. Y en el instante en que levanté el tercero, Ghelreis y yo comenzamos a avanzar, manteniendo nuestros escudos frente a nosotros.

Una vez que entramos en el espacio abierto, el miasma disminuyó.

Era un vasto espacio cilíndrico con un techo muy alto. Una escalera en espiral se extendía por la pared, similar al interior de un agujero para tornillos, y en innumerables lugares a lo largo de ella pude ver pasadizos que iban hacia diferentes direcciones. Y también—

“¡Ohhh!”

“¡Enanos! ¡Han venido enanos!”

“Humanos, también, y un elfo.”

“¡¿Lothdor no cayó?!”

“¿Están bien? ¿Tuvieron que huir?”

“¿Están lastimados? ¡No se preocupen, hermanos míos, este lugar es seguro!”

Muchas voces resonaron en todo el Salón de Roca.

Ghelreis arrugó la cara. Yo también, inconscientemente, apreté los dientes.

“¿Cómo va la guerra?”

“Vengan y hablen.”

“Deben haber pasado un mal momento.”

Una gran cantidad de esqueletos nos estaban llamando.

Reunidos cerca de una sólida barrera defensiva, estaban de pie con armaduras, con hachas en las manos y escudos en la espalda, llenos de ganas de luchar. Habían sido reducidos a no-muertos, sus mentes racionales probablemente medio consumidas por los apegos que habían tenido en la vida, e incluso ahora seguían luchando, sin siquiera comprender lo que había sido de ellos mismos, para proteger su tierra natal, ya perdida hace mucho tiempo.

***

 

 

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Ghelreis apretó los labios fuertemente e inhaló varias veces antes de que finalmente lograra pronunciar una palabra. “Todo el mundo.”

“¡Ohh!”

“¡Tú, eres Ghelreis!”

“Pensé que habías escapado.”

“¿Y los demás? ¿Están a salvo?”

“¿Por qué estás aquí?”

Al no tener ojos, los esqueletos no tenían un sentido de la vista normal. Deben haberlo reconocido a través de algún sentido sobrenatural.

“¡¿Podría ser que te escapaste del grupo y regresaste?!”

“Jajaja. Cuán parecido a ti.”

“Tendrás problemas cuando los Capitanes escuchen sobre esto.”

“Pero tienes agallas.”

“En efecto. Tenerte será una gran ayuda. Ven, peleemos juntos.”

Los esqueletos se rieron a carcajadas. Ghelreis intentó decir algo, pero las palabras se le atragantaron en la garganta. Nada más saldría. ¿Quién podría culparlo?

Probablemente debería darles descanso, pensé, e intenté dar un paso adelante cuando alguien me agarró del hombro. Me di la vuelta.

“Al…”

Al—Vindalfr estaba allí. Tenía una expresión seria, diferente a cualquiera que haya visto de él antes. En sus ojos habitaba una luz digna. “Déjamelo a mí. Creo que debería ser yo quien les diga.”

Lo vi caminar hacia ellos. No había necesidad de echarle una mano. Así fue como me sentí.

“¿Mi señor?”

“¿Señor Aurvangr?”

“No, pero no puede ser. Su Alteza debería estar en la sala del trono.”

Al se paró frente a los esqueletos murmurantes.

“¡Mi nombre es Vindalfr!” Golpeó el largo mango de su alabarda contra el suelo de piedra. “¡Heredé la sangre de Aurvangr, último gobernante del País de Hierro!”

Los esqueletos se agitaron nuevamente al escuchar estas palabras.

“¿Último?”

“Él no será el último.”

“No mientras estemos aquí.”

“Sí.”

“Míranos. Nuestro espíritu sigue siendo tan firme como siempre.”

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“Mientras permanezcamos de pie, el País de Hierro aún no ha caído.”

“Sí. No ha caído.”

“No ha caído.”

Al miró a su alrededor, sin responder a las voces que se alzaban desde todas las direcciones. “Esta es una barrera defensiva espectacular, bien construida. Deben haber estado arreglándola y mejorándola continuamente durante un tiempo.” Su rostro expresaba emociones complejas que no podían expresarse en palabras simples. Me preguntaba qué estaría pensando ahora acerca de esta vista que había encontrado en la tierra natal que nunca antes había visitado.

“Sí que lo es.”

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“Agotamos todas nuestras capacidades técnicas.”

“Nunca permitiremos la entrada de los demonios a través de la Puerta Occidental.”

“El País de Hierro nunca caerá.”

“Sí. Nunca caerá.”

Voz tras voz negó la ruina.

“Lo entiendo. Lo entiendo.” Al aceptó esas voces. Y luego, gritó, “¡Pero aun así, el País de Hierro ha caído!” Fue un grito doloroso y desgarrador. “¡Todos los guerreros murieron! ¡Nuestro monarca Aurvangr pereció! ¡Lothdor se marchitó lastimosamente, y el País de Hierro se convirtió en las Montañas de Rubín, infestadas de demonios y un dragón!”

Ghelreis, Menel, Reystov—ninguno de ellos dijo una palabra.

“Eso no puede ser.”

“No caerá.”

“El País de Hierro no caerá.”

“Nunca caerá.”

Pero ahora, algunos de los esqueletos habían comenzado a hacer gruñidos silenciosos.

“¡Saben que es verdad! ¡Como valientes guerreros y enanos, no aparten sus ojos!” La voz de Al golpeó la verdad contra ellos, una y otra vez. Y antes de darme cuenta, las voces de los esqueletos también habían empezado a marchitarse. Sus caras ya no tenían ninguna expresión, pero sentí como si pudiera verlas llenarse de desesperación.


“Pero aun así…” Al respiró profundamente y gritó aún más fuerte. “¡Pero aun así, ustedes guerreros!” La alabarda que una vez había pertenecido a Ewen el Inmenso golpeó el suelo una vez más. Hubo un sonido nítido, del tipo que llamaba la atención de una persona y las hacía ponerse de pie. “¡Mi abuelo Aurvangr le asestó un golpe al inmundo dragón y le robó uno de sus ojos! ¡Es el logro de un héroe, alabado incluso por los dioses!” La voz natural de Al resonó en todo el Salón de Roca. “Y yo… Yo, Vindalfr, he venido aquí con los héroes de esta edad moderna para llevar a cabo su gran hazaña.”

Su espalda ya no estaba curvada.

“¡Todos ustedes, guerreros! ¡El País de Hierro ha caído! ¡Ha caído sin ninguna duda! Pero que nuestro creador Blaze y el dios de la llama Gracefeel escuchen mis palabras en sus tronos sagrados—”

Las cabezas caídas de los esqueletos comenzaron a levantarse.

“¡Les juro a ustedes aquí! ¡Que por los nombres de los dioses buenos y de los innumerables espíritus de nuestros antepasados, recuperaré el País de Hierro y su antigua prosperidad!”

Eran palabras poderosas, palabras de fervor que encendían un fuego dentro del corazón. Allí ya no había ningún enano encorvado y tímido. En cambio—

“¡El fuego del horno aún arde! ¡Las llamas se extenderán de sus antorchas divinas y purgarán el óxido, y las Montañas de Rubín serán las Montañas de Hierro una vez más!”

Un señor estaba parado frente a nosotros.

Los esqueletos gruñeron. Pero el tono era diferente al de antes.

Y luego, Al caminó hacia cada uno de ellos por turnos. Les tomó las manos, les sonrió con el rostro al borde de las lágrimas y les habló. “Entonces… por favor… es suficiente. Descansen ahora. Todos ustedes lo han hecho bien.” Cada vez, otro de los esqueletos se volvía cenizas.

Durante un rato, el Salón de Roca se llenó con los sonidos de hachas, escudos y armaduras chocando contra el suelo de piedra.

***

 

 

Después de que el último cadáver se había desmoronado en el suelo, Al se dio la vuelta. Su expresión lo hizo parecer una persona completamente diferente. Tal vez todas las cosas que había experimentado hasta ahora lo habían cambiado, o tal vez fue en ese instante. Quizás fueron las dos cosas. Las personas tienden a tener aspectos que rara vez cambian, pero a veces, una persona puede transformarse en algo irreconocible en un solo momento.

“Bien dicho. Bien dicho, joven maestro.” La voz de Ghelreis estaba llena de emoción. “Vamos a purgar a los demonios y lograr esto sin falta. Joven maestro, este saco de huesos te protegerá aunque le cueste la vida.”

“Por favor, no dejes que te cueste la vida”, dijo Al con una sonrisa irónica. “Todavía hay muchas cosas que necesito que me enseñes. Sobre estas montañas y sobre la batalla.”

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Cuando Al dijo esto sin una pizca de tensión, Menel le dio una palmada en el hombro. “El renacimiento de un país. Amigo, qué juramento tan fastidioso hiciste. No necesitabas tomártelo tan en serio. Eso fue tonto.”

Al negó con la cabeza. “No, no fue tan tonto.”

“¿Oh?”

“A diferencia de los juramentos que ustedes dos hicieron, Menel, Sir Will, el mío tiene un final. Entonces, ¿quién es el tonto?” dijo con picardía.

“Me tienes.” Menel se rió.

Reystov asintió, completamente tranquilo como siempre. “Para cumplir ese juramento, primero tenemos que ganar. Y sobrevivir.”

“¡Sí!” Al asintió, luego me miró. “Perdón por hacerte esperar, Sir Will. ¿Nos vamos? Espero tus instrucciones.”

Al escuchar cuán humildemente me incitó, no pude evitar reír un poco. “No más ‘Sir’.”

“¿Eh?”

“Tener a la realeza como mi escudero sería pasarse un poco, ¿no crees?”

Había apariencias, autoridad y cosas así para pensar. Si Al tuviera la intención de recuperar su país y convertirse en su gobernante, no siempre podría tenerlo inclinando su cabeza hacia mí. Así que decidí decirle que ahora era un buen momento para terminar nuestra relación como caballero y escudero, maestro y discípulo.

Al de repente se puso nervioso. “¡¿Qué?! ¡P-Pero, este, Sir Will!”

“Mira, dije que ya no más ‘Sir’. La determinación que acabas de mostrar y ese juramento, iban en serio, ¿verdad?”

“¡Por supuesto!” Su respuesta fue instantánea. Se dirigió hacia mí y me miró directamente. “No romperé mi juramento a los dioses y mis antepasados.” Entonces su tono se hizo aún más fuerte. “Pero Sir Will, tú seguirás siendo Sir Will para mí. Eres mi único maestro y te respeto.”

Sus ojos implorantes me arrebataron toda mi determinación. En su mano, estaba agarrando el mango de la daga de Blood, que yo le había regalado.

“¿Es eso así…?”

“Por supuesto que es así. El hecho de que me haga llamar un gobernante no cambia mis sentimientos de respeto.” La determinación de Al se veía firme.

“Supongo que tendremos que seguir así, entonces.”

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“Sí.”

“Ah, ¿y Al?” Sonreí y le di una palmada en el hombro. “Lo hiciste bien. Estoy orgulloso de ti. Y ellos deben haber sido felices también.”

“¡Gracias!” Al asintió, sonriendo alegremente. Entonces, como si de repente se hubiera dado cuenta de algo, sentimientos mixtos se manifestaron en su expresión. “Me pregunto si debería estar un poco agradecido con el dios de la no-muerte, también.”

Como alguien sirviendo al dios de la llama, era un poco difícil para mí estar de acuerdo con eso. Pero aun así, no había duda de que la razón por la cual los guerreros habían podido pasar felizmente fue por la bendición de Stagnate. El único problema era que también se debía a la bendición de Stagnate que estaban tan perdidos y habían pasado los últimos doscientos años sufriendo por su obsesión. Solo podía hacer el mismo tipo de expresión complicada.

“S-Solo un poco probablemente esté bien”, le dije.

Él rió nerviosamente y ofreció una pequeña oración al dios de la no-muerte. Me dio la sensación de que mi dios estaba haciendo una cara increíblemente amarga, pero me disculpé en mi mente, pidiéndole que lo entendiera. “Bien, entonces”, dije, después de un respiro.

“Sí.”

Nuestra conversación llegó a un punto de detención, y todos tomaron eso como una señal para tomar nuevamente sus armas. Podía escuchar sonidos a lo lejos, viniendo de todos los pasadizos del Salón de Roca, que parecían estar acercándose. Entre ellos había pasos pesados ​​y pasos ligeros, ruidos de arrastre, sonidos chirriantes y gritos espeluznantes.


“Fue necesario, pero parece que tardamos demasiado.”

Parecía que los demonios finalmente se habían dado cuenta de nuestra intrusión. Pero ya era demasiado tarde.

“Vamos”, dije, levantando mi lanza. “Para recuperar las Montañas de Hierro y el país de los enanos.”

A partir de aquí, la tarea era simple. Avanzar, avanzar más y más, cortar, matar, cortar y matar.

“¡Por la llama de Gracefeel!”

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