Saihate No Paladin (NL)

Volumen 2: El Arquero de Beast Woods

Capitulo 5: Falta de Precaución

Parte 2

 

 

La bestia era enorme.

Extendiéndose desde las plantas de sus patas, que eran tan grandes como escudos, estaban sus enormes y gruesas patas que lucían como un alambre de púas que había sido retorcido y enrollado conjuntamente.

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Los típicos caseríos que vi en las aldeas pobres de aquí eran mucho más pequeños que este monstruo, aunque se enrollara a sí mismo lo más pequeño posible. Incluso el wyvern se habría visto pequeño al lado de esta cosa.

Estar de pie frente a su cuerpo parecido al de un león se sentía abrumador, como estar de pie frente a un imponente acantilado.

La bestia tenía tres cabezas: una cabra, un león y un semidragón. Cada una de esas cabezas estaban llenas de desprecio, burla y malicia por todo lo que era más pequeño que ellas. Era una quimera—una bestia extremadamente salvaje y peligrosa creada al cruzar otras bestias en un ritual blasfemo.

“Oh—”

Parecía que Menel había llamado a los elementales de la tierra en un intento de protegerse a sí mismo y a aquellos detrás de él. La pared de piedra y tierra que sobresalía del suelo, una gran parte de ella destruida por la enorme pata delantera de la quimera, era una prueba.





El cuerpo de Menel se estrelló contra una enorme pared de roca.

La quimera lo miró—

“Detente—”

—y, con una regocijante sonrisa—

“¡Detente!”

—de su cabeza de semidragón—

“¡¡Nooooo!!”

—escupió fuego.

El cuerpo de Menel flameó dentro de las llamas, quemándose. Él iba a morir—estaba muriendo ante mis ojos—

Oí que algo se rompía dentro de mi cabeza.

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“¡AHHHHHHHHHHHHH!”

Mi sangre hirviente tiñó mi visión de rojo. Nunca había sentido tanta ira, ni siquiera cuando el wyvern atacó la ciudad. Lleno de esa emoción hirviente, conjuré la Palabra de Rayo.

“Tonit—”

En ese instante, hubo un fuerte impacto en mi escudo.

Oh, cierto, las bestias… estaban cargando…

La Palabra… murió en mi garganta…

Un tiro errado. Me salió el tiro por la culata.

Esos pensamientos fragmentados pasaron por mi cabeza, y no un instante después, el rayo que no había podido conjurar me atravesó. Me sacudió. Mi cuerpo convulsionó. Colapsé.

¿Q-Qué estaba haciendo? ¿Por qué estaba siendo tan patético? Tenía que luchar. Tenía que proteger a todos. Por qué me estaba dejando destruir—

Cuando caí al suelo y mi visión se nubló, vi a los otros aventureros tratando de aguantar de alguna manera. Reystov luchaba por su vida, blandiendo su espada con fuerza, pero dudé que durara mucho tiempo.

Una desesperación más fría que el hielo del Ártico se apoderó de mí y apagó las llamas de mi ira. ¿Por qué? ¿Qué hice mal? Lo había estado haciendo bastante bien, ¿no? Dónde—Dónde me equivoqué—

Una cabeza de serpiente se acercó a mí mientras yacía en el suelo. Abrió su boca para tragarme entero. Arremetió contra mí, y yo—no, mi cuerpo, entrenado por Blood… desenvainó a Overeater como por instinto.

Un corte. La cabeza de la serpiente salió volando. Espinas carmesíes atravesaron el aire. Mis heridas desaparecieron. La fuerza vital me llenó. Rugí, incluso más fuerte que antes.

Todo empezó a desvanecerse, empezó a enfriarse. Todo pensamiento desapareció de mi mente. Todo se vació a blanco, hasta que solo las relaciones posicionales entre mí y las bestias ocuparon mi cabeza.

Comenzó una matanza.

***

 

 

Colmillos vinieron desde la derecha. Corté.


Garras se balancearon hacia mi pierna izquierda. Dejé que me golpearan, luego corté. El dolor era insoportable.

Corté. Mis heridas se curaron. El dolor insoportable había desaparecido.

Corté al siguiente enemigo. Espinas de color rojo oscuro llenaron el aire.

Golpeé con mi escudo y corté. Dejé que me apuñalaran y corté. Dejé que me mordieran y corté. Me aferré a ellos y corté.

Corté. Corté. Corté.

Espinas. Espinas. Mis ojos sangraron.

Rugí.

Fue una vergonzosa y ciega desesperación. Mis músculos entrenados, mi técnica pulida, mi espíritu fortificado—nada de eso estaba allí. Estaba dejándole todo a las habilidades de mi espada demoníaca, y cortando a diestra y siniestra mis enemigos sin ninguna estrategia o gracia.

Fue una increíble, desesperadamente lamentable, embarazosa, y triste batalla. Sentí que les había fallado a todos. Me sentía patético.

Corté y corté a las bestias como un loco, derramando lágrimas de mis ojos. Empapado en sangre y tripas, había perdido la cuenta de cuántas había matado hasta ahora. Pero tenía que matar más. Más. Más—

“¡Detente! ¡Es suficiente!” Una voz sacudió mis tímpanos. Alguien había inmovilizado mis brazos por detrás.

Era Reystov.

“Eh—Ah—”

Me di cuenta de que nada se estaba moviendo. La quimera había huido a alguna parte. El área a mi alrededor era literalmente un mar de sangre y tripas. Reystov y los otros aventureros tampoco estaban ilesos—

¡Cura a Menel! ¡¡Se va a morir!!

Volví a la realidad. “¡M-Menel!” Esprinté, casi tropezando tratando de llegar a él.

Estaba carbonizado, y su bello rostro fue quemado más allá del reconocimiento. Sus brazos estaban torcidos, y le faltaban varios dedos.

Empecé a hiperventilar.

Oré y oré.

Los milagros del dios de la llama empezaron a sanar su cuerpo.

“P-Por favor—Por favor—” Lágrimas llenaron mis ojos. “Despierta… No puedes… No puedes morir…”

Él estaba gravemente herido. La curación estaba progresando lentamente, pero no estaba abriendo los ojos. Oré, oré, oré…

Me sentía muy débil. Había blandido tanto esa espada demoníaca y me había entregado a su poder durante mucho tiempo. Tal vez eso me estaba pasando factura.

Pero yo… tengo que curar… a Menel…

Y mientras todavía estaba medio pensado, el suelo de repente se inclinó en un ángulo extraño, y me desmayé.

***

 

 

Cuando me desperté, Reystov estaba allí para explicarme la situación.

Estábamos en una aldea cercana al valle, y esta era una casa vacía que nos habían permitido alquilar después de cubrir lo que había sucedido. Después de la batalla, Reystov y los otros se habían retirado aquí, llevándonos a Menel y a mí encima de sus hombros.

Afortunadamente, había acabado con toda la horda de bestias, y después de la retirada de la quimera, no había señales de que ella intentara otro ataque.

Menel había escapado de la muerte.

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Probablemente fue gracias a la cantidad de hechizos y bendiciones que había conjurado en él de antemano.

También había funcionado el hecho de que Menel no había intentado dominar la situación cuando la quimera lo golpeó, sino que había rodado con el golpe y voluntariamente fue golpeado lejos.

La colisión con la pared de roca y el aliento de fuego de la quimera casi lo habían matado, pero la magia que había puesto en él de alguna manera lo había mantenido respirando, y mis bendiciones habían llegado a tiempo.

Sin embargo, debido a que abusé de mi espada demoníaca, me había desmayado a medio camino tratando a Menel, así que no se había recuperado todavía.

“Por ahora, descansa un poco más”, dijo Reystov.

“Pero—”

“La condición de Meneldor es estable. Te has esforzado demasiado. Descansa”, dijo enfáticamente, dándome una mirada dura. Luego salió de la habitación.

Él parecía agotado también. Debe haber habido otras víctimas además de Menel y yo en esa caótica batalla, pero no había mencionado nada, probablemente de forma deliberada.

Y así, en esta casa desocupada con sus simples paredes de barro, me senté bajo un débil rayo de luz que brillaba a través de un hueco en el techo, con mi cabeza baja en pensamiento.

¿Dónde diablos metí la pata?

¿Fue cuando le confié a Menel la defensa contra el ataque trasero? No, dada la situación, eso era inevitable. Esa decisión en última instancia provocaría que sufriéramos una derrota casi absoluta y tuviéramos que huir con nuestras vidas, pero sin embargo, desde donde me encontraba en ese momento la decisión de dejarle la quimera a Menel no era obviamente un mal movimiento.

Estaba bastante seguro de eso. Si yo hubiera ido a encargarme de la quimera, existía la posibilidad de que todos los demás pudieran haber sido pisoteados por los demonios.

El peor momento para nosotros fue probablemente cuando caímos en la trampa que utilizaba el cadáver. Teníamos un buen número de personas, habíamos tenido mucho éxito hasta ese momento, y estábamos actuando un poco más valientes de lo que deberíamos para aislarnos de la conmoción de haber visto los cadáveres de gente que conocíamos. Todos esos factores combinados deben haber resultado en que cada uno de nosotros fuera un poco descuidado.

Deberíamos haber estado en alerta desde el momento en que descubrimos los cuerpos. Deberíamos haber sido pacientes y minuciosos, y enviar a los exploradores en todas direcciones.

Si lo hubiéramos hecho, no habríamos ido sin rumbo a un valle muy abierto y habríamos sido atraídos a una batalla en la que estábamos en una situación tan desventajosa.

Así que la causa de este fracaso fue una muy, muy simple falta de precaución. Conseguimos nuestro merecido por dejarnos distraer en territorio enemigo y tomar acciones descuidadas. Fin de la historia.

Y sin embargo—

Había algo… algo que no se sentía muy bien sobre esta explicación. Estaba pasando por alto algo crítico. Podía sentirlo. ¿Qué era? ¿De qué no me había dado cuenta…?

Estaba acostado sobre mi espalda con la cabeza llena de esta sensación que no podía situar cuando oí voces a través de las delgadas paredes.

“Una retirada forzada, eh…”

“Increíble, ¿verdad? Estamos hablando del Asesino del Wyvern y el Penetrador aquí.”

“Había una enorme quimera intempestiva, oí. Una horrible mezcla de diferentes bestias.”

“¿Cuál es el plan para lidiar con eso?”

“Ni idea.”

“Ese tipo semielfo resultó gravemente herido, ¿oíste eso?”

“Sí, ha tenido mala suerte. No debería meterse en las batallas que el Asesino del Wyvern lucha, es simplemente suicida. El tipo es un monstruo.”

Los dos—aventureros, pensé—pasaron por fuera, probablemente inconscientes de que yo podía oír su conversación.

Una oscura realización parpadeó en mi mente. Ahora lo vi. No fue la estrategia. Fue la fuerza de nuestras fuerzas.

En mi mente, alguien habló con una voz pegajosa.

Confiaba en que Menel cubriría mi espalda. Pensé que incluso si nos enfrentáramos a un poderoso enemigo, Menel sería capaz de manejarlo durante un rato si se lo dejaba. Y cuando apareció la quimera, pensé lo mismo, como si fuera una expectativa totalmente natural.

Sin embargo, ¿cuál era la realidad? Menel no podía poner ninguna resistencia contra la quimera en absoluto. No era tan fuerte como había esperado casualmente. Le había asignado más peligro del que podía manejar, inocentemente, sin pensarlo dos veces. Lo traté como a un amigo, y simplemente pensé que podría manejar eso—

“Oh…”

Todo encajaba ahora. Algo salió arrastrándose de la parte más oscura de mi corazón. Era probablemente algo que había intentado inconscientemente evitar confrontar. Lo había estado sacando de mi mente, pero no iba a apartar la vista de ello más.

Según los estándares de este mundo, mi nivel de fuerza era completamente insano.

Me lo habían dicho innumerables veces desde que abandoné la ciudad de los muertos, explícitamente y no tan explícitamente. Y cada vez, sonreía con humildad y cortesía, y dejaba pasar esas palabras.

¿Por qué no había pensado en esto hasta ahora? Probablemente de forma inconsciente había estado evitando pensar demasiado en ello. No importaba lo mucho que todos a mi alrededor alababan mis habilidades, seguía siendo modesto. Puse en alto a todos los demás expertos que conocí y sentí vergüenza por mi inmadurez. Porque de lo contrario, habría significado admitirlo.

No importaba lo lamentables que fueran las personas que conocí, por muy horribles que fueran los lugares que vi, evité sentir lástima por alguien. Solo intenté ser un buen solucionador de problemas. Porque de lo contrario, habría significado admitirlo.

Que no éramos iguales.

Y una vez que lo admitiera—

Una vez que reconociera que estaba por encima de ellos, y todos los demás estaban muy por debajo de mí—

Una vez comenzara a darme cuenta de que pedirle a alguien que luchara junto a mí podría estar forzando una terrible carga sobre ellos—

Nunca podría ser como ellos. No como esos tres. Cubriéndose las espaldas, apoyándose mutuamente, respetándose mutuamente. Nunca tendría amigos así. Porque estaría solo.

Así que me negué a reconocer que había una diferencia en nuestra fuerza.

Pero, ¿cuál era la realidad? Quería que Menel luchara junto a mí, pero era débil. Lo había derrotado sin esfuerzo cuando nos conocimos. Incluso en mi batalla contra el wyvern, todo lo que hizo fue extender mi Palabra y ayudarme a llevar al wyvern al suelo. Eso fue todo. Inconscientemente había apartado la vista de la simple verdad que, comparado a mí, él era muy débil. Era como si fuera algo asqueroso que no quería mirar.

¿Por qué? ¿Por qué estar solo era algo de lo que temer?

En el instante en que pensé eso, una escena destelló en mi mente, con un destello no de luz, sino de negra oscuridad.

Era mi antigua habitación, en mi vida pasada. Era una habitación vacía sin nadie allí, una casa sin padres, un lugar tan silencioso como una tumba. Estaba asustado. Tenía miedo. Estaba solo. Me dolía dentro. No podía soportarlo—

“Oh…”

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Oh.

Así que era eso. Era tan simple. No quería estar solo. Tenía miedo de no tener a nadie a mi lado.

Así que, aunque él era alguien a quien debería haber estado protegiendo, alguien a quien debería haber estado salvando, había tratado de verlo como un igual contra toda razón. Hice excusa tras excusa para no pensar en los hechos claros y obvios. Lo convencí para que estuviera junto a mí, y como resultado, casi lo destruí. Y todo por la única y despreciable razón de que no quería estar solo.

Finalmente entendí… lo que había estado haciendo mal.

Me puse de pie. Me tambaleé un poco, pero una oración arregló eso sin ningún problema. No había necesidad de preocuparse. Yo era muy fuerte.

Empecé a caminar. Antes que nada, tenía que ir a ver a Menel. Tenía que curarlo.

Había empezado a lloviznar en algún momento, pero no me molestó en lo más mínimo.

Sentí como si todas mis preocupaciones se hubieran ido volando.

Y me reí, desde el fondo de mi corazón.

***

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Estaba lloviznando afuera.

Menel había estado tendido en una cama, en un caserío que parecía que tenía ricos propietarios. Sus heridas no habían sanado completamente, y fluidos brotaban de las quemaduras por todo su cuerpo y empapaban sus vendajes. Parecía que tenía dificultad para respirar. Sus mejillas parecían de alguna manera hundidas, y su cabello plateado parecía haber perdido su brillo.

Este era mi pecado.

Era vagamente consciente de que yo era abrumadoramente poderoso, y al mismo tiempo, traté de no ser consciente de ello. Temía ser mejor. Huía de la soledad. Escapé de la responsabilidad de mi poder.

Yo causé esto, me dije. Lo haré solo.

Hazlo solo.

No podía obligar a otras personas a soportar la carga de estar a mi lado, especialmente en el campo de batalla. ¿Qué importaba si no podía ser como mis padres, de todos modos?

Le ofrecí una oración a mi dios. Gracefeel, por favor sana al pobre Menel, que está delante de mí. Dios sanó a Menel de inmediato, como siempre lo hacía. Sus grotescas quemaduras, sus cicatrices de garras parcialmente curadas—todas empezaron a desaparecer.

Mi visión de repente se distorsionó de manera desorientadora, tomándome por sorpresa. Estaba experimentando una revelación.

Vi a mi diosa de cabello negro, que siempre llevaba una capucha sobre la cabeza y rara vez hablaba o mostraba una expresión. Pero ahora tenía su capucha descubierta, y sus labios estaban apretados dolorosamente en una delgada línea.

Oh, Gracefeel… Gracias por preocuparte por mí, pensé. Pero está bien. He sido un tonto. Solo mírame. Voy a detener tu tristeza. Así que te lo ruego—pon tu mente a gusto. Salvaré a todos, a todos a mi alcance, como tu espada, y como tus manos.

“Está bien”, susurré. “Voy a resolver todo, todo, todo por mí mismo…” Salí de la habitación y regresé a la casa donde había estado durmiendo.

Allí estaba mi equipo. Le di una revisión rápida. No había mucha necesidad. Todo lo que realmente necesitaba era a mí mismo, una espada y una lanza. Podía curar tanto enfermedades como lesiones. Podía recibir ofrendas de comida de mi dios. Y si me apetecía, siempre y cuando no tuviera nada a mi lado para proteger y nada más que considerar… Podía matar cualquier cosa.

Sí—era momento de admitirlo. Mi fuerza no era normal para una persona de este mundo. Había matado una astilla de un dios malvado; podía matar wyverns con mis manos desnudas.

Yo era como un personaje de videojuego que había llegado al límite del contador de nivel—o incluso un personaje hackeado, creado usando códigos para alterar los datos. Yo era mucho más fuerte que cualquier otra cosa en este mundo.

Así que no había necesidad de preocuparse. Mataría a la quimera. Mataría a los demonios. Traería la paz a esta zona. Y haría un baño de sangre de cualquier enemigo que se interpusiera en mi camino. Esa era la manera más rápida, más rápida y más eficiente de hacer el bien, de ver que se haga justicia. Era el mejor camino para hacer realidad los deseos de mi diosa.

Salí de la casa a través de la puerta, y en la lluvia, me dirigí hacia las afueras de la aldea y los bosques más allá—

“¡Oye!” Una figura se interpuso en mi camino. Tenía el cabello plateado, elegantes rasgos faciales, labios apretados y ojos de jade ardiendo de ira.

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No tenía ni idea de cuándo se había levantado, o cuándo se había puesto delante de mí, pero de una manera u otra—Meneldor estaba allí.

***

 

 

En un campo cerca del borde de la aldea, Menel y yo nos encontramos cara a cara en la lluvia torrencial.

“¿Dónde crees que vas?” me preguntó, su voz era nítida.


“¿Qué?” incliné la cabeza. “A matar bestias, Meneldor.”

Meneldor entrecerró los ojos y apretó los labios. “Solo.”

“Sí…” Por supuesto que solo. “No puedes seguir mi ritmo. ¿Cierto?” Así que tenía que protegerlo. ¿No era obvio?

La expresión de Meneldor se retorció.

Sintiéndome frío y vacío, lentamente puse una sonrisa. “No te preocupes. Todo va a estar bien. Voy a resolver todo yo mismo. Mataré a la quimera y las hordas de bestias.

Si hay demonios detrás de todo esto, los mataré también.”

Y entonces todo estaría resuelto. ¿Por qué había sido demasiado complicado esto? Esto era lo que debería haber—

“¡Al infierno que lo harás!” Con movimientos rápidos, Menel cerró la distancia entre nosotros.

Nunca giró su puño hacia atrás. Simplemente lo empujó en mi cara desde muy cerca. El movimiento fue hermoso.

Su puño chocó contra mi mejilla. “¡Despierta, mierda estúpida!”

Pero todo lo que sentí fue… decepción. Yo tenía razón. Esto era todo lo que él tenía. No me había movido ni un centímetro. Solo dolió un momento. Eso fue todo.

“¿Eso es todo, Meneldor?” dije en voz baja, con su puño pegado a mi mejilla. Incluso pensé que mis ojos debían de parecer terriblemente fríos.

Cuando comencé a darle la espalda, planeando ignorarlo completamente e irme, él atacó con más golpes y patadas. Hice ligeros movimientos para cambiar la dirección de los golpes, y apenas dolían en absoluto.

“¡Maldición! ¿Por qué estás actuando así?” Todavía no se rendía.

En este punto, me estaba empezando a poner un poco irritado. No podía dejar que me siguiera. ¿Qué puedo hacer al respecto?


Tal vez solo un brazo no sería demasiado malo.

Cuando lanzó otro puñetazo, agarré su brazo.

“¡¿Qué—?!”

Entonces, lo presioné con todo mi peso corporal y lo disloqué. La sensación de que su hombro salía de su zócalo era terriblemente reconocible. Meneldor pareció maldecir, y luego dejó escapar un largo e indistinto gemido y cayó al suelo, retorciéndose de dolor.

Lo siento, pensé. Es por tu propio bien

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