Wortenia Senki (NL)

Volumen 11

Capítulo 4: Las Espadas Gemelas

Parte 3

Pero las cosas eran diferentes esta vez. Al principio, habían perdido contacto con los aventureros del gremio de Epirus. Esto no era tan sorprendente o incriminatorio; la península de Wortenia era conocida por ser peligrosa. El barón Bertrand se había mantenido optimista.

Pero entonces un grupo entero había desaparecido. Luego otro, y otro. Para cuando el quinto grupo había desaparecido, ningún aventurero estaba dispuesto a entrar en la península. Y así, el Barón Bertrand había ordenado a sus espías de mayor confianza que lo manejaran. Ninguno de ellos había regresado tampoco.

El octavo y último espía que envió el Barón Bertrand había sido su as, su maestro espía que le había servido durante muchos años.

Tampoco había regresado. Estaba previsto que regresara en dos semanas, pero habían pasado dos meses.

El barón Bertrand estaba en estado de pánico. Había perdido ocho espías de confianza. Tenía menos de veinte espías en total a su servicio, y había perdido casi la mitad de ellos en el espacio de un año.

Hasta ahora, había recibido las solicitudes del Conde Salzberg de investigar la península de Wortenia, recortando su propia mano de obra y poder militar en el proceso. Pero ahora, las cosas no eran tan simples y el barón Bertrand se vio obligado a tomar una grave decisión. ¿Debería rechazar la orden de investigar la península?

Sintió que tenía que hacerlo. Absolutamente no tenía a un lado los fondos para el duelo de nueve personas. Y a los aventureros había que pagarles por adelantado. Sus ingresos estarían en una situación desesperada. Ya habían tenido que “pedir prestados” a la fuerza los fondos que Robert había ganado.

Desde que comenzó todo este asunto, el tema de la península de Wortenia se convirtió en un tabú en los pasillos de la finca Bertrand. A pesar de todos sus esfuerzos, solo habían logrado mantener el honor de su familia.

“¿Vamos a tener que pasar por esta pesadilla de nuevo?” Preguntó Rosen.

El Barón Bertrand agitó la cabeza con cansancio. Sería imprudente intentarlo. Tendrían que pedir ayuda financiera a la Casa Salzberg para hacerlo, y el barón no quería recurrir a eso.

Pedir dinero iba en contra de su orgullo aristocrático. Pero al mismo tiempo, no podían trabajar cuando no tenían el dinero para hacerlo.

“Tendremos que consultar al conde sobre esto. No tenemos otra opción,” dijo el Barón, suspirando y mirando hacia el techo.

***

Las regiones del norte del Reino de Rhoadseria fueron el hogar de dos guerreros de extraordinaria habilidad y talento. Uno de ellos fue Robert Bertrand, el segundo hijo de la baronía de Bertrand. El otro era Signus Galveria, el sexto hijo de la baronía de Galveria, que se encontraba cerca de la frontera con Myest.

Juntos, los dos eran considerados los caballeros más fuertes de Rhoadseria.

Desde su juventud, habían atravesado innumerables campos de batalla, convirtiéndose en dos de los héroes más célebres del país. Como pareja, fueron llamados las Espadas Gemelas de la Casa Salzberg.

El conde Salzberg, el jefe de las diez casas de la alianza del norte, les había dado personalmente ese nombre, pero los rumores de su valor habían viajado hasta los países vecinos.

Su logro más famoso fue la Batalla de las Llanuras de Lantia, que había tenido lugar en Myest hace cinco años. El Reino de Myest había transgredido la frontera de Rhoadseria, resultando en hostilidades entre los nobles colocados a lo largo de la frontera.

El conflicto se había estancado, lo que había conducido a esa batalla. En un encarnizado enfrentamiento que fue notable incluso dentro de la historia más bien desgarrada por la guerra de Rhoadseria, Roberto y Signus habían dirigido apenas mil tropas contra un ejército de cinco mil. Atravesaron las líneas enemigas, rompieron el punto muerto y terminaron la guerra a favor de Rhoadseria.

Cada uno de ellos había tomado las cabezas de no menos de cien combatientes enemigos durante esa batalla, un logro sorprendente digno del título de héroe de guerra. Si los dos se hubieran convertido en caballeros reales, bien podrían haberse convertido en candidatos para el rango de general en el futuro. Pero la diosa del destino había maldecido a Signus con una pesada carga.

Signus Galveria estaba actualmente en su habitación en la finca de su familia, reclinado en el sofá. Su cuerpo de casi dos metros apenas encajaba. Estaba mirando al techo con ojos melancólicos. “¿Qué debo hacer? ¿Dejar la casa, después de todo?” Signus reflexionó en voz alta, un profundo suspiro escapó de sus labios.

Había pasado más de un mes desde que estuvo confinado en esta casa. Había pasado sus días sin hacer nada más que comer y dormir, lo que, para un guerrero entrenado como Signus, era una especie de tortura.

La causa de su confinamiento era bastante clara: su discordia con su padre, el actual jefe de la baronía de Galveria, Joseph Galveria. Dicha discordia había llevado al antagonismo entre Signus y su madrastra, así como sus hermanastros.

Todo el mundo a su alrededor lo miraba con hostilidad, creyendo que había conspirado para heredar el título de Barón Galveria. Signus no tenía el más mínimo deseo de heredar la jefatura de la familia. Pero a este ritmo, la situación se convertiría en el peor de los casos: una disputa familiar.

En la actualidad, Signus estaba buscando desesperadamente una manera de resolver esta situación diplomáticamente. Y sin embargo, de muchas maneras, el resultado ya había sido decidido. Tal como estaban las cosas, la forma más segura de resolver las cosas con el menor daño posible era que Signus cortara los lazos con su familia.

Sin embargo, Signus no pudo seguir adelante con eso. Salir físicamente de la casa no era el problema. Como estaba encerrado dentro de la finca, poderosos caballeros permanecieron apostados afuera. Normalmente, escapar de un perímetro defensivo tan sólido sería difícil.

Pero eso asumiendo que cualquier caballero normal

era el que intentaba escapar. Signus era uno de los dos caballeros más fuertes del norte de Rhoadseria. Si una de las espadas gemelas de la Casa Salzberg hiciera todo lo posible para soportarlo, nadie podría detenerlo. Una vez, él solo había atravesado un ejército de mil hombres en el pasado.

Un monstruo entre monstruos como Signus podría escapar fácilmente de la propiedad si se lo proponía. Pero hacerlo lo separaría de la persona que más amaba en su corazón.

No quiero perderte, Elmeda.

La imagen de una anciana cruzó por su mente. El padre de Signus lo detestaba y su madre lo había descartado. Esta anciana, sin embargo, era la única persona que no quería perder.

Una parte de Signus sentía que este apego infantil era risible. Pero si Elmeda viera su estado actual, entregaría su propia vida para romper sus cadenas. Insistía en que no quería ser una carga para él. Y dando su vida, de alguna manera, rompería las cadenas que ataban a Signus y le compraría su libertad. Signus lo sabía, pero no quería que las cosas terminaran así.

Un niño normal habría recibido el amor incondicional que necesitaba de sus padres. Pero Signus no era un niño normal y sus padres le habían negado el afecto que deseaba desesperadamente. En cambio, la vieja Elmeda había sido la única que realmente se preocupaba por él.

Cuando todo estuvo dicho y hecho, la mente y el corazón de Signus lo llevaron a la misma conclusión. Estaba atrapado entre la espada y la pared.

¿Cómo un héroe del calibre de Signus se encontró en tal predicamento? Las razones estaban en las circunstancias complicadas de su nacimiento y crianza.

Esto podría invocar ciertas connotaciones, pero Signus no era un hijo legítimo de la familia Galveria. Su padre era Joseph Galveria, el actual Barón Galveria, y no había duda de eso. El nombre de su madre era conocido pero muy irrelevante. Había sido la hija de un plebeyo que vivía en una de las aldeas en el dominio de Galveria.

¿Por qué yo nací? Sólo hizo a todos miserables.

Esa pregunta había pasado por su mente una y otra vez durante sus treinta años de vida, pero nunca encontró una respuesta.

Signus era el sexto hijo de la Casa Galveria, pero no era hijo de la esposa legal del conde. Tampoco era hijo de una concubina. Había nacido del vientre de una mujer con la que Joseph Galveria había pasado una sola noche, antes de heredar el liderazgo de la baronía. Tales fueron las circunstancias detrás del nacimiento de Signus.

¿Por qué Joseph tuvo que dormir con esa mujer? No hubo una respuesta clara a esa pregunta. Pero por lo poco que Signus había escuchado en ese momento, no había habido mucho afecto entre ellos.

Por inapropiado que pudiera haber sido, Joseph había estado perdiendo el tiempo o siguiendo un capricho. Al menos, esta fue la opinión de Signus.

Pero después de que se hizo lo que había hecho, Joseph nunca volvió al abrazo de esa mujer.

Eso estaba claro. Si bien Signus no tenía la intención de menospreciar a la mujer que lo había traído a este mundo, admitió que ella no era la mujer más atractiva que había.

Sus compañeros del pueblo habían dicho que sus rasgos tenían un encanto, pero había tenido una cierta falta de delicadeza rural en ella.

Joseph podría haber tenido cualquier cantidad de mujeres hermosas a su disposición con su noble origen y riqueza.

Lo que lo impulsó a dormir con ella, con toda la gente, fue un misterio que probablemente permanecerá sin resolver para siempre. Tal vez había estado borracho, o tal vez se había cansado de las mujeres hermosas y tenía la necesidad de probar con una chica de aspecto más sencillo. Solo Joseph sabía la verdad.

Pero la realidad era que ni siquiera él tenía una razón real para dar. Lo único seguro era que cualquier unión entre Joseph y esa plebeya se había limitado a esa única noche.

Las cosas de este tipo no eran infrecuentes en este mundo, que carecía del concepto de anticonceptivos. Un niño nacido del encuentro de una sola noche no era nada inaudito, y había bastantes hijos bastardos con sangre noble corriendo por sus venas. Pero cuando la niña le informó a Joseph que estaba embarazada, él le ordenó abortar al bebé.

Joseph había rechazado el nacimiento de Signus por varias razones. Primero, la Casa Galveria era una baronía. El título de barón era el rango noble más bajo posible, pero seguía siendo un título noble.

Había una gran diferencia de clase entre un heredero de esa casa y la hija de un granjero común. El rígido sistema de clases de Rhoadseria habría impedido su unión, si hubiera habido una.

Pero si la clase había sido el único problema, había formas de evitarlo. Si Joseph hubiera querido, podría haber hecho que un tercero adoptara al bebé. Pero Joseph temía el concepto mismo del nacimiento de Signus por una sencilla razón. El propio Joseph no había nacido en la Casa Galveria; se había casado con ella.

Joseph era el tercer hijo de cierta familia de caballeros. Su familia estaba en una posición muy alta, y los propios logros marciales de Joseph lo habían elevado lo suficiente como para permitirle casarse en la noble familia de Galveria. Para cuando Signus había sido concebido, Joseph ya había tenido otros cinco hijos con su esposa legal.

Los nobles tuvieron muchos hijos para asegurarse de que siempre había un heredero. Los segundos o terceros hijos eran vistos como repuestos en caso de que algo le sucediera al primogénito.

Pero un sexto hijo tenía poco valor en ese sentido. Si su madre hubiera sido un comerciante influyente o la hija de un terrateniente, las cosas habrían sido diferentes, pero la hija de un simple granjero no podía ofrecer ninguna ayuda a la Casa Galveria.

Y más que nada, estaba el asunto de la esposa legal de Joseph, Anne Galveria. Era una mujer terriblemente celosa, y sus celos habían hecho la situación mucho peor.

Con todo eso en mente, Joseph le había ordenado a la madre de Signus que abortara al niño, para evitar sacudir innecesariamente el bote. Y su decisión había sido correcta, para un noble. La madre tampoco estaba interesada en dar a luz al bebé. Era una plebeya y, dada la diferencia de clases, no podía ser aceptada como concubina. Incluso si Joseph hubiera deseado eso, la presión

social de quienes lo rodeaban lo habría hecho desaconsejable, por decir lo menos. Su esposa legal la contemplaría con odio y temería la posibilidad de que sus hijos fueran privados del título de barón.

En el peor de los casos, la ira de Anne podría provocar la muerte de la madre. Al darse cuenta de esto, su madre decidió cumplir con las órdenes de Joseph. De todos modos, resistir habría sido inútil.

Y así ninguno de los padres de Signus lo había querido. Un niño como él normalmente nunca llegaría a la madurez. Pero la última palabra del antiguo barón Galveria, que era conocido por su sabiduría, había volcado el destino del bebé Signus. Como resultado, Signus había sido aceptado en la Casa Galveria.

En presencia del anterior barón, fue reconocido como el sexto hijo de la familia.

No estaba claro si la cabeza anterior lo había hecho por misericordia o si había sentido algo fatídico en la concepción del niño. Signus ya no tenía forma de averiguarlo.

Si nada más, Signus sabía que su vida había sido perdonada por su abuelo, y se negó a dejar que se desperdicie.

Dedicó su vida al entrenamiento y al crecimiento marcial, como correspondía a un miembro de la familia Galveria, que había servido al Reino de Rhoadseria desde sus días de fundación. Hizo todo esto para pagar sus deudas a la madrastra que lo odiaba hasta el día de hoy y al padre que aún permanecía alejado de él.

A través de sus esfuerzos, Signus maduró en uno de los caballeros más prominentes de Rhoadseria. La mayoría de la gente desconocía sus trágicos orígenes.

Hice todo porque quería formar parte. Pero eso sólo me convirtió en un enemigo latente de la Casa Galveria.

Un hombre en una posición débil labrándose un lugar para sí mismo con puro esfuerzo; eso solo se escuchaba en las historias. Pero el mundo real no fue tan misericordioso.

Los ardientes esfuerzos de Signus por ganarse un lugar en su familia solo lo habían convertido en una espina clavada en el costado de la Casa Galveria. Se había convertido en una amenaza a la que tenían que temer.

Y por supuesto que le temerían. Temían la posibilidad de que un día usara su nuevo estatus y autoridad para vengarse de ellos por toda una vida de discriminación y persecución.

Cuanto más fuerte se volvía Signus y más fama ganaba como caballero, más peligroso parecía a aquellos que se habían dado cuenta de que la forma en que habían actuado no era de ninguna manera encomiable.

Sin embargo, no pudieron matar ni expulsar a Signus. Sus habilidades y fama, cultivadas desde su juventud en el campo de batalla, aumentaron enormemente el potencial militar de la Casa Galveria.

Aun así, no pudieron deshacerse del miedo que sentían por el hombre que había crecido hasta convertirse en uno de los espadas gemelas del conde Salzberg. Y por eso habían buscado desesperadamente una debilidad, una grieta en la armadura de Signus. Buscaron y buscaron, hasta que por fin lo encontraron: su mayor debilidad.

“Yo… yo sólo quiero vivir libremente”, gimió Signus, tosiendo las palabras como si fueran su sustento.

Como era ahora, Signus era un pájaro enjaulado. No podía ir a ninguna parte ni decidir nada por sí mismo. En este estado, no había un tinte de heroísmo atrevido en él. Simplemente permanecería en esta habitación hasta que se consumiera, un guerrero lamentable, al que ni siquiera se le permitía estar de pie en el campo de batalla.

Pero el destino volvería a llamar a Signus a la batalla.

La puerta de su habitación se abrió de repente y un hombre entró sin molestarse en tocar.

Los ojos de Signus se abrieron en estado de shock.