Wortenia Senki (NL)

Volumen 11

Capítulo 1: Se Acerca una Nueva Guerra

Parte 3

En el mundo de Ryoma, hubo casos de accidentes automovilísticos que resultaron en extremidades amputadas. Los hospitales intentaron volver a colocarlos, pero eso asumió que las lesiones solo se extendían a huesos rotos o músculos desgarrados. Si se corta un tendón o un nervio, el paciente tendría suerte si no necesitara una amputación.

Conectar un nervio era posible, restaurando la sensación en la extremidad, pero en la mayoría de los casos el cuerpo lo rechazaba y se volvía mucho menos sensible.

Había métodos para prevenir el rechazo, pero dependían de la habilidad del cirujano y de otros factores: cuánto tiempo había pasado desde que ocurrió la lesión, si se enfrió con hielo, etc.

Pero en los casos de accidente, tomó una gran cantidad de tiempo y suerte para que cualquiera de esas condiciones resulte favorable para la víctima. Incluso si la operación fuera exitosa, requeriría una rehabilitación extensa que a menudo vería restaurada algo de movilidad, pero no al mismo nivel que antes del accidente.

Las cosas eran un poco diferentes en este mundo, pero no en términos de tratamiento médico real.

Sin taumaturgia, la medicina en este mundo estaba a la par con los remedios medievales o, en el mejor de los casos, con los primeros tiempos modernos.

Los médicos que habían sido convocados desde Rearth llevaron al descubrimiento de bacterias, pero algunos médicos todavía no esterilizaban las herramientas hirviéndolas. Los estándares aquí eran comprensiblemente bajos.

Pero con la taumaturgia en la escena, las cosas son bastante diferentes.

Boltz había sido el primero en decirle esto a Ryoma. Durante la guerra civil de Rhoadseria, Ryoma y Lione, que se habían conocido recientemente, celebraron un banquete para profundizar su amistad. Mientras Ryoma y Boltz bebían, Boltz le contó a Ryoma

de su pasado y cómo llegó a unirse al grupo León Carmesí de Lione. Boltz también mencionó la medicina elfica, panacea, como se les llamaba.

Se decía que las medicinas élficas eran muy eficaces, capaces no solo de cerrar heridas mortales, sino también de regenerar las extremidades perdidas si se aplicaban correctamente. Quizás algo de eso fue una exageración, pero Ryoma pensó que si incluso la mitad de estas afirmaciones fueran ciertas, aún sería increíblemente útil.

El único problema era que esta medicina mágica de los elfos era tan buena como una conjetura si uno no podía obtenerla.

Debido a la guerra santa entre la humanidad y los elfos, los elfos habían estado al borde de la extinción. Se rumoreaba que los que habían sobrevivido se refugiaban en enclaves ocultos en tierras lejanas sin desarrollar.

Incluso si Ryoma encontrara elfos, era muy poco probable que compartieran su medicina con un humano. Uno tendría que aventurarse en un enclave de elfos, derrotar a un hábil guerrero elfo que podría estar llevando tal medicina y arrebatársela de sus dedos muertos.

No hace falta decir que ese método era arriesgado e insostenible. Se podría intentar comprar medicina élfica con dinero, pero el precio haría mella incluso en el tesoro de un rey rico.

Pero de todos los miembros de la realeza y los nobles que tenían autoridad en el continente occidental, solo había un hombre con un suministro constante de medicinas élficas: Ryoma Mikoshiba. Era el gobernador de la península de Wortenia y amigo de Nelcius, el jefe de una tribu de guerreros elfos.

Aún así, no es como si pudiera curar absolutamente cualquier herida.

Por lo que Nelcius le había dicho, las medicinas de los elfos tenían sus limitaciones. En primer lugar, se necesitó mucho tiempo, esfuerzo e ingredientes raros para producirlos.

Además, no tenían efectos sobre enfermedades, solo heridas. En casos como el de Kevin, donde el brazo todavía estaba unido, solo tardaría semanas en sanar.

Pero si una extremidad se cortara por completo, se necesitaría más de un año de tratamiento para restaurar la movilidad completa.

Nelcius podría haber estado ocultando información, por supuesto, pero Ryoma sospechaba que esto era más o menos exacto.

Además, si los elfos hubieran tenido realmente grandes suministros de medicina que pudieran curar cualquier herida o enfermedad, habrían tenido una ventaja abrumadora al luchar contra los humanos. Cualquier herida que no resultara en una muerte instantánea podría curarse de inmediato.

Tan numéricamente inferiores como eran los demi-humanos, aún habrían podido luchar contra la humanidad por igual con ese tipo de ventaja.

A pesar de esto, los semihumanos habían perdido la guerra y se vieron obligados a ceder sus hogares a los humanos. Su derrota significaba que los efectos de la medicina eran demasiado diminutos para marcar una diferencia, o que había muy poco para dar una ventaja a los semihumanos.

Considerando eso, Ryoma sintió que las afirmaciones de Nelcius de que los elfos no podían producir grandes cantidades de la medicina eran ciertas y que los rumores de su efectividad habían sido exagerados.

Es una pena. Me había imaginado el tipo de elixir mágico que se ve en los videojuegos, el tipo que cura todas las lesiones a la vez. Ryoma sonrió amargamente ante su propia superficialidad.

Aún así, cuando se combina eso con las armas y armaduras de los elfos dotadas de taumaturgia, esto debería darnos una gran ventaja.

Aunque la medicina élfica tenía sus limitaciones, ninguna de las naciones circundantes tenía ninguna técnica médica que pudiera igualar los poderes curativos de la panacea élfica. Tener acceso a ella le dio a Ryoma una ventaja abrumadora.

“Eso es bueno,” contestó Ryoma. “Hablando de eso, ¿qué hay de los otros que regresaron de Xarooda? ¿Tienen algún problema?”

“¿Qué quiere decir, señor?” preguntó Kevin, frunciendo el ceño.

Parecía que no entendía muy bien lo que Ryoma quería decir. “Quiero decir, solo fuimos a Xarooda como refuerzos. Como no se nos permitía saquear, no obtuviste mucha recompensa. Esperaba poder recompensarte por tus esfuerzos de alguna manera, así que me preguntaba cómo te sentías sobre eso…, especialmente desde que quiero pedirte que hagas un trabajo bastante molesto.”

Kevin parecía haberse dado cuenta del significado de Ryoma y agitó su cabeza tristemente. “¿Está dudando de nuestra lealtad, mi señor? ¿Crees que estamos disgustados contigo?” Miró a los ojos de Ryoma, con su expresión rígida. “Nos liberaste de la esclavitud y nos diste nuevas vidas, y te juramos lealtad sin fin, mi señor.

Si…si sospechas que somos desleales, ordena que acabe con mi vida aquí y ahora. Con gusto lo haré si demuestra mi lealtad a ti.”

Kevin sacó la espada a su cintura y la sostuvo contra su cuello. En el mundo de Ryoma, las palabras y acciones de Kevin habrían sido demasiado anacrónicas. Mientras que uno podría hacer una rabieta y amenazar con abrirles el estómago, nadie esperaría que lo hicieran.

Pero mientras Kevin estaba estoicamente en su lugar, su espada presionada contra su cuello, sus ojos mostraron que estaba decidido a probar su lealtad.

Todos los demás también se dieron cuenta de esto. Aunque había desenvainado una espada, las gemelas, que estaban detrás de Ryoma, ni siquiera se movieron. Melissa y los otros soldados que estaban a su lado también permanecieron quietos.

Habla en serio, ¿eh?

Ryoma no esperaba este giro de los acontecimientos, y se apresuró a arrebatar la espada de las manos de Kevin. “¡No, no, eso no es lo que quise decir! Es solo que todos trabajaron muy duro, arriesgaron sus vidas y no fueron recompensados por ello. Simplemente no me sentí bien”.

Ryoma honestamente quiso decir lo que había dicho. Pero al mismo tiempo, no podía negar que los comentarios de Kevin habían sido verdad.

“Me disculpo por esta vergonzosa demostración,” dijo Kevin. Ryoma tocó su hombro y agitó su cabeza lentamente.

Con la situación resuelta, Ryoma exhaló un suspiro de alivio. Uf… Eso fue aterrador. Cuando hablé con Lione sobre esto, ella dijo que me preocupaba demasiado, pero tenía razón.

La ansiedad de Ryoma había sido justificada. En cierto sentido, Kevin tenía razón cuando dijo que Ryoma no confiaba en su lealtad hacia él. Pero no era tanto que sospechara que eran desleales; era más bien que una pequeña parte de él estaba cargada de culpa.

Ryoma llevaba una gran cantidad de culpa por su trato a Kevin y a los otros niños soldados. No le preocupaba algo tan mezquino como restringir la cantidad de comida que se les daba o decidir si se les permitía ver a los médicos cuando estaban heridos o enfermos. En ese sentido, Ryoma trató muy bien a sus soldados.

Ningún otro noble en el continente occidental hizo tanto por sus soldados como Ryoma.

Por ejemplo, soldados como Kevin, que se habían unido a la expedición a Xarooda, habían sido honrados con un banquete para celebrar sus logros. También habían recibido una recompensa monetaria por su servicio.

Esos fondos circularían inevitablemente de vuelta a la economía de Sirius, pero Ryoma honestamente había querido recompensar a los que habían sobrevivido a las duras batallas en Xarooda.

Los soldados enfermos y heridos habían sido tratados con las panaceas que habían recibido de Nelcius, lo mejor que podían ofrecer. Aquellos que no podían hacer una recuperación completa habían recibido pensiones considerables y asegurado un nuevo empleo si decidían permanecer en Sirius. Al fin y al cabo, la ciudad todavía estaba a mitad de desarrollo y no faltaba trabajo.

Este fue un trato increíblemente amable en este mundo. Los conceptos de estándares laborales o programas de bienestar no existían aquí, tanto legalmente como en términos generales.

Incluso si tales leyes hubieran existido, habrían carecido de sentido.

No importa lo mucho que se mire, no encontrarán un noble que trate a sus soldados tan favorablemente. Sin embargo, esto no era una cuestión de creencia o credo. Ryoma pudo actuar de esta manera debido a la libertad financiera que le otorgaron las vastas ganancias de la compañía Christof . Eso fue lo que le permitió pagar los servicios de sus subordinados con tanta generosidad.

A pesar de que Ryoma trataba a sus soldados de manera impecable, le preocupaba si estaba haciendo lo suficiente de otras maneras. A diferencia de los mercenarios, los soldados lucharon por algo más que lucrar.

Eso no quería decir que la ganancia monetaria no fuera un factor, pero priorizaron la seguridad de sus familias y la lealtad a su país.

Aparte de los ex mercenarios de su ejército, la mayoría de los soldados de Ryoma habían sido comprados a esclavistas. La mayoría de ellos no tenía familia. A veces los habían vendido con sus hermanos, pero esa era una rara excepción. En general, no tenían familias a las que priorizar.

Además de eso, Simone había reunido esclavos de todo el continente bajo la condición de que todos eran adolescentes. Como resultado, todos vinieron de diferentes países. Algunos de ellos

eran incluso originarios de los continentes central o meridional.

Naturalmente, estos esclavos no eran leales a ninguna nación. Por esta razón, Ryoma los había liberado de la esclavitud y les había dado una educación completa para asegurar su lealtad a él. Se les enseñó a dar su vida por su libertador.

Este era el camino que habían elegido por sí mismos, por fe y convicción. Se podría decir que su educación ha producido el resultado deseado.

Sin embargo, el propio Ryoma todavía tenía poco menos de veinte años y no podía evitar preocuparse por los corazones y los sentimientos de las personas que conocía personalmente. Por más viejo que pareciera su rostro y por más atrevida que pudiera ser su actitud, carecía de una experiencia vital crucial. Su ansiedad era comprensible.

Pero parecía que las preocupaciones de Ryoma eran en vano. Lione me había hablado de esto, así que no estaba preocupado por eso, pero realmente son leales.

Les había preguntado eso para confirmar sus lealtades, pero al mirar las caras de Kevin, Melissa y los demás, se dio cuenta de que había sido descuidado al dudar de ello.

Pero aquí es donde comienza la parte problemática.

Ryoma ya había construido un plan para reducir las diez casas de los territorios del norte. Pero para hacer eso, necesitaba gente que pudiera movilizarse durante un largo período de tiempo, gente que no eludiera el trabajo sucio.

Muchos de los ninjas del clan Igasaki ya estaban ocupados asegurando las defensas de la península, por lo que Ryoma había considerado quiénes serían espías dignos de confianza. Kevin, junto con sus cuatro compañeros, eran los nombres que eventualmente se le ocurrirían.

“Entonces te explicaré tu próxima tarea. Necesito que… prepares el terreno para nuestra toma de Rhoadseria del norte”.

Los cinco inclinaron la cabeza.

“Primero, déjame darte un resumen de la situación,” dijo Ryoma, haciéndoles señas al sofá junto a la ventana. Sara le dio un mapa,y lo extendió delante de Kevin. “Este es un mapa de Rhoadseria. El área al norte de este punto se llama las regiones del norte.” Ryoma movió su dedo alrededor del lado superior del mapa en un círculo. “Estas regiones del norte están gobernadas por un grupo de nobles llamados las diez casas del norte. Están dirigidos por la Casa Salzberg, que gobierna el condado de Salzberg y la ciudadela de la ciudad de Epirus.”

Los cinco niños soldados asintieron. Esto era de conocimiento común, incluso entre la gente común del pueblo. Aún así, Ryoma quería ser minucioso para minimizar los errores impredecibles. “Según nuestra posición”, comenzó Kevin, “si quieres tomar el control del norte, tendrás que tomar Epirus sin importar qué. Pero eso va a ser un desafío”.

“¿Porque derribar la ciudad va a ser difícil?” preguntó Melissa. “Tenemos menos soldados, por lo que será difícil derribar la ciudadela por la fuerza bruta. Pero recurrir a tácticas de hambre no es prudente, tampoco…”

“Eso es parte del problema”, dijo Ryoma, “pero ese no es todo el problema”.

“Es decir…” Melissa se calló.

Ryoma asintió. Los puntos que Melissa había mencionado eran válidos. La regla general era que al atacar una fortaleza, se necesitaba una fuerza tres veces mayor que la guarnición. Esta teoría había sido cuestionada después de una investigación realizada por soldados alemanes después de la Primera Guerra Mundial, pero la idea detrás de ella era bastante clara.

Dado que las fortalezas dependían del terreno circundante para la defensa y estaban equipadas para interceptar al enemigo, a menudo tenían la ventaja.