86 [Eighty Six]

Volumen 8: Humo de Pistola en el Agua

Prologo: El Dragon Rojo

“Sobre la información que dijo haber recibido de la Sra. Zelene.”

Al ver a Ernst así, Theo pensó que el presidente temporal de la Federación le recordaba en cierto modo a un dragón que escupe fuego y que se ha resignado y cansado del mundo.

Estaban en Sankt Jeder, la capital de la Federación, en el salón de la finca de Ernst. El hombre estaba, como siempre, vestido con un traje de negocios estándar. Estaba sentado en un sofá, frente a una mesa, rodeado por Theo, Shin, Raiden, Anju, Kurena y Frederica.

Los ojos negros tras sus gafas eran los de un padre que disfruta de su día libre. No eran, ni mucho menos, la mirada del presidente de uno de los países más grandes del continente, que acababa de obtener los medios para desactivar de un plumazo la amenaza mecánica que arrasaba la tierra.

Sí.

La Legión podría ser detenida.

El método implicaba un cuartel general oculto capaz de emitir una señal de apagado, y un miembro de la línea de sangre real Adel-Adler, que poseía la autoridad de mando suprema sobre el ejército del antiguo Imperio Giadiano, incluida la Legión.

Con la caída del Imperio de Giad, la última de estas dos llaves se consideró públicamente perdida, pero mientras se pudieran reunir ambas…

Zelene confió a Shin esta información, y él eligió compartirla prioritariamente con Frederica, los otros cuatro que conocían su verdadera identidad y Ernst. No se lo dijo a nadie más.

Ni siquiera a Lena.

Cuantas más personas conocieran una información sensible, más probable sería que se filtrara. Como última emperatriz, Frederica ya corría el riesgo de convertirse en un estandarte bajo el cual los leales al Imperio podrían intentar derrocar a la Federación. Y ahora, además, se le había otorgado el valor añadido de ser la única llave capaz de barrer la sombra de la guerra que era la Legión.

Sin embargo, Shin tenía que informar a Ernst. Se trataba de una información que influiría en el futuro de la humanidad, y si Shin decidía ocultarla a su antojo, seguramente se consideraría una traición.

Así que había encontrado alguna excusa para volver a Sankt Jeder y, tras pensarlo un poco, le confió a Ernst esta información. Habían pasado algunos días desde entonces, durante los cuales Ernst examinó cuidadosamente estos hallazgos con militares y funcionarios del gobierno que estaban al tanto de la situación de Frederica.

“Empezaré por lo esencial…” Dijo Ernst. “Deben ir a su próximo sitio de despacho, como estaba previsto.”

“¿Qué…?” Los grandes ojos de Frederica se ensancharon aún más por la sorpresa. “¡Tú, insignificante oficinista! ¡¿Por qué?! Me tienes a mí, tu emperatriz, a tu lado. ¡Sólo tienes que retomar el cuartel general oculto! ¡¿Por qué no das la orden?!”

“Esto que ‘sólo tengo que’ es más complicado que eso. No sabemos absolutamente nada de esta sede oculta.”

Frederica miró a Ernst como si estuviera aturdida. Él, sin embargo, se limitó a sonreír.

“La Federación heredó muchas cosas del Imperio, incluido el territorio. Pero al fin y al cabo, éramos enemigos del Imperio que lo devoraban desde dentro. Y la gente del Imperio no les diría a sus enemigos de un cuartel general oculto, ¿verdad? Tampoco revelarían su existencia a aliados suyos que no tienen nada que hacer en esa sede.”

Y como se trataba de una base militar imperial, probablemente estaba enclavada en lo más profundo del territorio del antiguo Imperio, probablemente en tierras ocupadas por la Legión.

La Federación ya no tenía el poder militar para investigar todos los posibles sitios dentro de los territorios de la Legión por la fuerza bruta.

“Y encima de eso… está el lugar al que serán enviados. La situación allí es, aunque no lo crean, más urgente. Hemos descubierto lo que creemos que son los indicios de una segunda ofensiva a gran escala en la base que están programados para atacar.”

El silencio se instaló en la sala. Alguien tragó saliva con nerviosismo. La ofensiva a gran escala. El ataque que llevó al frente occidental de la Federación al borde del colapso y derribó a la República en el espacio de una semana. Una oleada de soldados mecánicos cuyas temibles denominaciones coincidían con su escalofriante aspecto. La Legión.

Y ese maremoto estaba volviendo a subir.

“Esa base debe ser eliminada a toda costa. Y mientras la asaltan, quiero que recuperen cierta información de su interior.”

“¿Cierta información?” Raiden arrugó la frente. “¿Qué tipo de información esperas que saquemos de la Legión?”

“La Reina Despiadada es la Mayor Zelene Birkenbaum del ejército imperial. El sistema de control del Morpho era el líder de la guardia real de la Emperatriz Augusta. Y el Almirante del Laberinto Subterráneo de Charité, en el norte de la República, también era alguien afiliado al antiguo Imperio.”

Heil dem Reich.

 Las últimas palabras que el fantasma sin rostro que había poseído al Almirante gritaba continuamente. Shin entrecerró los ojos al darse cuenta.

“Así que los antiguos imperiales se convirtieron en Pastores.”

“Eso realmente no me sorprende. Después de todo, la Legión era originalmente un arma del Imperio. El círculo íntimo de la facción imperial sin duda sabría de cualquier sede oculta de la que la Federación no tenga información. Y entonces, ya que son Pastores, podemos reunir esa información de sus procesadores centrales… o al menos, espero que podamos. Sólo lo sabremos cuando lo intentemos.”

Los procesadores centrales de la Legión estaban protegidos por una encriptación firme que aún no había sido descifrada. Theo tuvo que preguntarse si todo aquello no estaba demasiado envuelto en la incertidumbre cuando Kurena separó los labios para hablar.

“¿Realmente puedes hacer eso? Sólo había un centenar de Pastores en el Sector Ochenta y Seis.”

Millones de personas habían muerto en ese campo de batalla durante los últimos nueve años, y a nadie se le permitía deshacerse adecuadamente de sus restos.

Por eso, el Sector Ochenta y Seis produjo innumerables unidades de la Legión que habían acogido estructuras cerebrales humanas: las Ovejas Negras y los Pastores. Pero aun así, sólo había un centenar de Pastores que mantenían adecuadamente la inteligencia que tenían en vida.

El  fuego  de  las  ametralladoras  podía  destrozar  fácilmente  el  cráneo  humano.  Los proyectiles de los tanques podían hacer añicos el cuerpo humano. Los cerebros intactos serían un hallazgo raro en un campo de batalla donde esa munición zumbaba libremente por el aire.

“Sí. Este es sólo uno de los varios hilos que estamos investigando en conjunto. Estamos tratando de encontrar otros medios de hacerlo… Tanto yo como los generales no creemos que todas las unidades de comandantes que hay sean necesariamente ex imperiales.”

Pero uno o dos podrían haber sido un Pastor. Y dada la importancia de esta base, uno de ellos podría haber estado destinado allí. Eso era lo que los altos mandos de la Federación estaban pensando.

“Podemos saber si eso es cierto porque tenemos a Shin de nuestro lado, pero todo parece tan vago…” Dijo Anju, mirando al techo de forma confusa.

Todos los demás reaccionaron de forma similar. Sólo Frederica movió su mirada de Ernst a Shin de manera inquieta, mientras que Shin cerró los ojos como un perro guardián indiferente.

“… Sin embargo, hay un miembro muerto de la antigua facción imperial que definitivamente se convirtió en un Pastor y es seguro que sabe sobre la sede oculta.”

No era un oficial de alto rango, pero sirvió como leal caballero de la emperatriz. Incluso después de la muerte, permaneció atrapado en el procesador central del Morpho…

“Kiriya Nouzen. ¿Y si te dijera que su fantasma está dentro de esa base?”

“¡…!” Frederica se puso pálida.

Incluso Shin endureció su expresión ante esas palabras. Fue él, después de todo, quien había destruido el Morpho.

“… Lo derroté hace un año. Estoy seguro de eso. Y no pueden existir múltiples unidades del mismo Pastor. No podemos confiar en un fantasma que no existe para obtener información.”

“¿No tienen al menos unidades de repuesto? Y aunque no sea él, esa base es una posición clave para la ofensiva a gran escala de la Legión. Debe haber un número considerable de unidades de comandantes establecidas en esa base.”

Shin guardó silencio, claramente disgustado. No le gustaba lo que Ernst estaba sugiriendo. Habiendo escuchado los últimos gritos de su hermano Pastor durante tanto tiempo como lo hizo, Shin veía a los fantasmas mecánicos como humanos por derecho propio. La idea de que fueran leídos para obtener información como si fueran piezas de máquinas no le gustaba.

“Bueno, de cualquier manera… como puedes ver, aunque tengamos un método para desactivar la Legión, nos llevará tiempo y esfuerzo conseguirlo. Así que no vamos a ignorar la seguridad de Frederica y apresurarnos a desactivarlos. No tienes que preocuparte, Shin. Ninguno de ustedes tiene que hacerlo. Dicho esto, hay un grupo que me preocupa más que la posición del cuartel general o los restos de la facción imperial… De todos modos, por ahora, centraremos nuestros esfuerzos en la operación de recuperación y en manipular la inteligencia para mantener oculta la existencia de Frederica. No podemos comenzar la operación de cierre hasta que hayamos hecho eso. Después de todo…”

La justicia que persigue la Federación no le permite convertirse en un país que sacrifica a los niños.

“¡Hablas de justicia, aunque veas morir a muchos de los tuyos!” Dijo Frederica, poniéndose en pie. “¿Cómo puede compararse mi vida con la de incontables millones de personas de la Federación? ¿Con los incontables miles de millones de la humanidad? ¿Por qué no puedes ver…?”

“Si permitimos ese tipo de atrocidades, la humanidad también puede ser destruida.” Dijo Ernst de forma amenazante.

Frederica se quedó helada de miedo. Theo también se estremeció. Ernst ya había dicho una vez algo así. Ese era su razonamiento de por qué los cinco no habían sido eliminados por la Federación.

Si tenemos que matar a los niños porque no nos resultan familiares…

Si eso es lo que tiene que hacer la humanidad para sobrevivir, entonces merecemos ser eliminados.

“Además, nunca me gustó la idea de enviarte a ti sola a cambiar el rumbo de la guerra. Si tú también quieres luchar, que así sea. Pero, ¿sacrificarte solo para ganar la guerra? No. Eso está mal. Y si llega un día en que deje de sentirme así…”

“No me gusta esto, Ernst.” Shin cortó sus palabras.

Tenía la serenidad, la agudeza y la fuerza de una vieja espada intacta, que brilla en un campo de batalla a la luz de la luna.

“No creo que la humanidad deba ser eliminada por eso. Mi deseo no se hará realidad si eso ocurre. Deja de decir que la humanidad debe ser destruida cada vez que las cosas no van a tu manera. Es desagradable.”

Por un momento, pareció que los ojos negros como el carbón de Ernst chocaban con la mirada roja como la sangre de Shin. La sonrisa del vacío umbral parecía encontrarse con los ojos carmesí, de color llama, y rebotar en ellos.

“… Informe reconocido. Aceptaremos la orden de tomar el procesador central. Quiero terminar esta guerra tanto como tú. Pero no dejaré que elimine a la humanidad.”

Tampoco elegiría un camino que requiriera sacrificar a Frederica.

Frederica se quedó callada, con aspecto de estar a punto de llorar. A su lado, Raiden observaba sin decir nada, de acuerdo, y Anju asentía con una sonrisa amable. Sin embargo, la expresión de Kurena era un poco ansiosa.

Como la sala de estar no tenía espejo, Theo no podía saber qué expresión tenía ahora mismo. Pero de alguna manera, sabía que… si hubiera sido antes, si hubiera sido Shin como estaba en el Sector Ochenta y Seis, probablemente no habría dicho esas palabras. No podría haberlas dicho.

No le importaba el fin de la guerra ni tenía ningún deseo que quisiera ver cumplido.

Eran cosas que no existían en el Sector Ochenta y Seis.

Realmente hizo que Theo comprendiera… que Shin realmente había dejado el Sector Ochenta y Seis.