86 [Eighty Six]

Volumen 7: Niebla

Capítulo 3: Vaho Azul

Parte 6

 

 

“Lena, creo que puedes haber recibido una impresión equivocada en algún lugar del camino.”

“¿Acerca de qué?”

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“El Capitán Olivier está comprometido. Y… es un hombre.”

“Pensé que había algo raro en la forma en que me mirabas, pero no creí que, de todas las cosas, fueses a terminar con tal malentendido.”

Cuando se enteró de lo ocurrido, Olivier no se enfadó, sino que se rio. Sin embargo, Lena seguía sin poder mirarle a los ojos.

Los otros Ochenta y Seis volvieron al vestíbulo de la cueva, donde encontraron a Olivier leyendo un libro para pasar el tiempo. Este intercambio ocurrió después de eso.

Y ahora, cuando lo pensó mejor, se dio cuenta de que Olivier tenía un aspecto un poco masculino… siempre y cuando no se asumiera que era una mujer de buenas a primeras.

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Su rostro era bastante andrógino, sí, pero su voz era demasiado grave para parecer inmediatamente femenina. Su estructura ósea y su musculatura también parecían masculinas. Y ahora que sus ideas preconcebidas se habían roto, se dio cuenta de que tampoco tenía pechos visibles.

“Lo siento… Es que, er, tu cabello es tan largo y lujoso, y tu perfume huele tan bien, así que supuse…

“Claro.” Olivier sonrió mientras se pasaba los dedos por sus deliciosos mechones.

Mientras lo hacía, el aroma de las rosas, símbolos de junio, recorrió las fosas nasales de Lena.

“Este perfume era el favorito de mi prometida, así que decidí salirle al paso y usarlo. A los operadores no se les permite llevar anillos, así que pensé en ponerme esto en su lugar. Y este cabello es mi juramento a ella… Puedes reírte de lo testarudo que estoy siendo.”

A todos los Operadores de Feldreß de todos los países se les prohibió llevar cualquier tipo de anillos, incluidos los de boda y compromiso, ya que podían obstaculizar el pilotaje y, en última instancia, provocar lesiones.

Sin embargo, Lena nunca había pensado en la idea de llevar perfumes a juego. Pero le pareció encantador y, por un momento, pensó que él debía amar de verdad a su prometida… antes de darse cuenta.

Era el perfume favorito de su prometida. Tiempo pasado. Se negó a cortarse el cabello como un juramento a ella. La forma en que sonreía cuando se llamaba a sí mismo terco.

“Capitán Olivier, um… Su prometida…”

“Fue hace tres años… La Legión se la llevó.”

Lena desvió la mirada. La vergüenza la asfixiaba. Había estado tan celosa de los intercambios de Olivier con Shin, pero…

“¿Hablaste con Shin tan a menudo para…?”

Olivier esbozó una fina sonrisa. Como si una vieja herida acabara de abrirse. Una sonrisa espantosa y obsesiva.

“¿Saber si sigue ahí fuera? Y si es así, ¿dónde? Quería ver si él podía encontrarla por mí. Pero creí que preguntarle durante nuestro primer encuentro sería una grosería, así que hablé con él a menudo y traté de establecer una relación.”

Lena se dio cuenta de algo. No era su habilidad Esper lo que le hacía tan fuerte, sino esta obsesión. El cabello que se negaba a cortar. El perfume de su amada. Un nombre personal femenino: Anna María, que probablemente no estaba inspirado en el cuento de la princesa guerrera.

Shin apartó la mirada. La razón por la que abrió su corazón a Olivier con tanta facilidad fue porque una vez estuvo igual de obsesionado por su hermano.

“Si ha sido asimilada por la Legión, entonces tengo que ser yo quien la ponga a descansar.”

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***

 

 

<<Shinei Nouzen. Ya se ha dicho que se rechazarán todas las consultas posteriores.>>

“He oído lo que has dicho… Pero eso no significa que esté satisfecho con eso.”

Shin se encontraba ante la última pregunta sin resolver. El sensor óptico dorado de Zelene le miraba a través del cristal de la ventana de la sala de confinamiento. Y era allí, pensó Shin, donde descansaba su último anhelo. El sensor óptico era artificial y no debía albergar ninguna emoción… pero había una luz en él.

Por fin se había dado cuenta de que, desde el principio, ella estaba esperando algo, esperando a alguien. Desde que dejó el mensaje: Ven a buscarme, sin saber cuándo sus palabras podrían llegar a alguien o a quién podrían encontrar.

“Una vez te pregunté por qué creaste la Legión. Y todavía quiero escuchar la respuesta a eso.”

Pero incluso mientras planteaba la pregunta, Shin creía saber ya la respuesta. Y si estaba en lo cierto, todos sus silencios, la forma en que parecía sondearle y ponerle a prueba, su extraño sentido de la precaución… tendrían sentido.

Si Fido, la IA que desarrolló su padre, se hubiera completado, la República podría haber conseguido realmente un campo de batalla con cero bajas. Pero a Shin no le gustaba esa idea.

Aunque encontraran a Fido ahora y lo utilizaran para luchar contra la Legión en lugar de los soldados de la Federación, la República y el Reino Unido, a Shin no le gustaba esa idea.

Pero alguien que no conociera a Fido, que no estuviera unido a él, podría tomar una decisión diferente. Si su padre, que desarrolló la IA para hacerse amigo de la gente, se hubiera visto obligado a elegir entre producir Fido en masa y enviarlo al campo de batalla o enviar a la gente a luchar, quizá también habría elegido lo primero.


Y lo mismo ocurría con Zelene. O al menos, lo era para ella cuando aún estaba viva y desarrollaba la Legión.

Yo… quería que volvieras a mí.

 Incluso ahora, podía escuchar sus últimas palabras. La persona a la que llamó en sus últimos momentos. El hermano que perdió por fuego amigo. El hermano que deseaba ver devuelto a ella, incluso mientras exhalaba su último aliento.

“Creaste la Legión para luchar en nuestro lugar… para que la guerra no volviera a cobrarse una vida humana.”

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El sensor óptico lunar dorado enfocó a Shin con atención. La Legión  no temía la destrucción. No temían a la muerte. Eran máquinas inquebrantables y obedientes, criadas para la guerra, creadas para luchar en lugar de los soldados que, de otro modo, morirían por miles.

Ella no los creó para matar a la gente. Nunca fueron concebidos para ser heraldos de la muerte.

“Y no quieres que nadie muera, ni siquiera ahora. Por eso no vas a ceder descuidadamente la información que posees. No quieres que otro país intente desarrollar una tecnología comparable a la de la Legión y la utilice para invadir otras naciones.”

Cuando era joven, el único deseo de Vika era devolver la vida a su madre. El padre de Shin, aunque apenas recordaba su aspecto, intentaba desarrollar una inteligencia artificial que conviviera con la humanidad. Y Zelene, que se había hecho amiga de ambos, probablemente sentía lo mismo. Todo lo que ella quería…

“Desde el principio, intentabas proteger a la gente, ¿no?”

Ella no quería ver morir a nadie… Como Shin. Durante un largo momento, Zelene permaneció en silencio. Y entonces…

<<Consulta.>>

Su voz se quebró. Era como si hubiera intentado llenarla de desprecio pero hubiera fracasado estrepitosamente.


<<Asumamos que tienes razón. ¿Qué va a hacer entonces? ¿Perdonarnos? ¿Perdonarás a la Legión, Ochenta y Seis? ¿Después de que hayamos matado a tantos de tus frágiles camaradas?¿Nosotros, que te hemos robado tu patria, tu familia y tus amigos? Podríamos haber sido nosotros los que pusimos a tus seres queridos en tu contra.>>

Por un momento, Shin se quedó sin palabras. Una emoción bullía en su interior. Habían pasado siete años desde que se enteró de que su hermano se había convertido en un fantasma mecánico, y dos años desde que lo había derrotado. Pero incluso ahora, no sabía cómo llamar a esta emoción.

“… Sí. Eso… podría ser cierto.”

No llegó a escupir las palabras. Simplemente salieron de sus labios. No quería luchar contra él. Pero él era una Legión. Había sido convertido en una unidad de la Legión, y si Shin no destruía la monstruosidad mecánica que le servía de prisión, el alma de su hermano probablemente lloraría y aullaría hasta el fin de los tiempos.

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Por eso Shin no podía dejarlo atrás. Tenía que luchar contra él.

Y la causa subyacente era, sin duda, la Ameise contenida que tenía delante. No era una cuestión de posibilidad. Esta mujer fue la que puso a su hermano en su contra.

<<Realización de la consulta. Por qué no albergas enemistad hacia nosotros? Por qué no albergas odio? ¿Por qué no nos guardas rencor? ¿Por qué… insistes en perdonarme?>>

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Shin entrecerró los ojos. ¿Perdonarla?

“No te voy a perdonar… En primer lugar nunca estuve resentido contigo, y no quiero estarlo. Haciendo eso no conseguiría nada.”

Si se le preguntara si es un hombre roto y enloquecido, tal vez diría que lo es. Había perdido a su familia y se le había negado una patria, pero no odiaba a quien se las arrebató. Ninguna persona normal podría sentirse así.

Pero aun así, no la odiaba… No quería odiarla y no podía hacerlo. Porque lo sabía. Odiar a los Albas, resentir al mundo, aborrecer a la Legión… Nada de eso le devolvería lo que había perdido. Odiar a alguien no haría que los Albas, el mundo o la Legión se preocupasen de repente por el dolor y el sufrimiento que había soportado.

Así que no sintió ningún odio o resentimiento. Porque lo sabía. Sabía que esos sentimientos eran inútiles. Revolcarse en ellos no daría lugar a nada sustancial.

Y además….

“Odio… Resentimiento… Si decidiera aferrarme a esos sentimientos, no sería mejor que los que me hicieron lo que soy.”

Ese era su orgullo, el de los Ochenta y Seis. Era lo único que tenían a su nombre, ya que ni siquiera podían permitirse abrazar sus emociones negativas. En el borde de su campo de visión, pudo ver a Lena observándolo, con las manos unidas ante su pecho con reverencia.

Y fue entonces cuando se dio cuenta, ligeramente, del significado de su deseo. El mundo y su gente no son necesariamente amables. El mundo puede ser frío y cruel. Pero en ese momento, Shin pensó que la pesadilla que había vivido podría no ser un reflejo exacto de la verdadera naturaleza de la humanidad.

No quería creer que lo fuera.

Conocía demasiado bien lo vulgar que podía ser la gente, más de lo que él podría haber esperado saber. Y los ejemplos de nobleza humana verdaderamente admirables eran demasiado escasos y distantes entre sí. Pero si tenía que elegir entre una u otra naturaleza de la humanidad, prefería elegir la nobleza.

Y fue debido a ese deseo que Lena planteó que el mundo debería ser un lugar hermoso. Sabía lo feo que era el mundo, pero se negaba a reconocer esa fealdad como el orden natural. Se negó a renunciar al mundo, no como una simple idea que perseguía, sino como una declaración de su orgullo.

Los mundos que conocieron pueden haber sido totalmente diferentes. Tal vez aun no podían creer en la gente o en el mundo de la misma manera. Pero su deseo de no rendirse nunca de no caer en la complacencia, era probablemente el mismo.

Así que esto era otra cosa a la que no podían renunciar.

“Y tampoco buscas que te perdonen… Simplemente no puedes aceptar el mundo tal y como es ahora. No podías aceptarlo y querías cambiarlo.”

No podía aceptar un mundo en el que la gente tuviera que desperdiciar su vida en el campo de batalla. Tampoco podía aceptar un mundo en el que la Legión que ella creó fuera la principal responsable del derramamiento de sangre sin precedentes.

“No quieres que la gente muera. No querías eso cuando estabas viva, y no lo quieres ahora. Y como ese era tu deseo más sincero, quieres detener la guerra, detener a la Legión. ¿Estoy en lo cierto?”

Un  largo  y  pesado  silencio  descendió  sobre  la  sala.  Pero  finalmente,  Zelene,  la  Reina Despiadada, dio su respuesta.

<<Sí.>>

Su voz parecía un largo suspiro de lamento. Por primera vez, su voz le pareció a Shin verdaderamente humana.

<<Sí, tienes razón. A estas alturas, todo esto no parece más que una serie de terribles errores, pero… Todo lo que quería era salvar a la gente.>>

Sus palabras de penitencia resonaron con fuerza en el espacio cerrado y dividido. La sala de confinamiento y las salas de observación estaban delimitadas por una frontera de placas acrílicas reforzadas. Y se encontraban a ambos lados de este confesionario, como un pecador y un sacerdote, como si ella estuviera pidiendo perdón.

Y entonces las dijo. Las palabras que los soldados de la Federación, del Reino Unido y de la Alianza habían esperado escuchar.

<<Muy bien… responderé a tus preguntas. Te diré todo lo que sé, así como la información que buscaba transmitir… Pero sólo con una condición. Shinei Nouzen. Y Viktor Idinarohk. Sólo hablaré con ustedes dos. Todos los demás deben irse. Todas las grabaciones, todos los métodos de observación y comunicación están prohibidos. Apaguen todo.>>

***

 

 

Dada la importancia de la información que Zelene ofrecía, su petición era demasiado simple. Pero al escuchar lo que tenía que decir, Vika sólo pudo suspirar. Un largo suspiro, poco característico de esta serpiente de sangre fría que rara vez traicionaba algún signo de emoción, si es que lo hacía. Como si lo que sentía fuera demasiado para soportarlo.

“No puedo creerlo…”

Desactivó temporalmente el micrófono de la sala de confinamiento y sacudió la cabeza.

Acatando sus exigencias, todos menos Shin y Vika salieron de la sala de observación. “Realmente hay una manera de apagar toda la Legión. Pero…”

Sí. La Reina Despiadada, Zelene, les reveló el código de apagado de todas las unidades de la Legión desplegadas en el continente, y el procedimiento de activación de dicho código. Y sin embargo… Vika sacudió la cabeza con frustración.

“Activarlo no haría nada… Peor aún, si revelamos esto al público, la sociedad humana podría desmoronarse desde dentro.”

Sólo había una posición desde la que se podía transmitir el código de apagado… Una fortaleza imperial que en ese momento estaba enclavada en lo más profundo del territorio de la Legión.

Eso no era un problema crítico. Incluso si la Legión se apoderaba de ella, podrían retomarla. El Grupo de Ataque fue hecho explícitamente para tales propósitos, y pondría un fin definitivo a la Guerra de la Legión. Podrían sacar fuerzas de otros frentes para un ataque concentrado.

El problema radicaba en quién transmitiría el código de apagado. El único que podía hacerlo era una persona con derechos de mando sobre toda la Legión. Y para registrar a alguien con ese derecho, tendría que ser reconocido como descendiente de la línea de sangre imperial giadiana.

Específicamente, se requeriría una coincidencia genética. Sólo los de sangre real podían ser reconocidos como autoridades de mando de la Legión… y hace seis años, el ejército de la Federación eliminó esa línea de sangre, sin dejar un solo miembro de esa familia con vida. La sangre de la familia imperial que gobernaba el Imperio que murió hace diez años. La sangre azul del emperador ya no corría por las venas de ningún humano vivo.


“Si alguien pudiera ser registrado con la autoridad de controlar la Legión, muy probablemente podría controlar la Legión para que haga su voluntad… Este método de cierre es una farsa. Que la Federación matase al Imperio significa que hemos perdido los medios para detener a la Legión, para siempre.”

Incluso Vika sintió que esto era realmente un giro terrible de los acontecimientos. Su expresión era claramente amarga, y lanzó un suspiro mientras dirigía una mirada pensativa a Shin.

“Revelaremos el resto de la información que Zelene nos dio a las oficinas de inteligencia de los tres países, pero excluiremos esto. Su último esquema de operaciones y la ubicación de sus instalaciones de producción deberían ser suficientes para mantenerlos a raya… ¿De acuerdo, Nouzen?”

“De acuerdo.” Shin asintió secamente, endureciendo su expresión y su tono.

Sabía que sus emociones rara vez se mostraban en su rostro. Sus sentimientos estaban algo apagados desde aquel día de hace diez años, cuando su hermano estuvo a punto de matarlo. Pero en este momento, Shin estaba agradecido por eso. Porque no podía permitirse que ni siquiera Vika supiera la verdad.

La Legión podría ser detenida.

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 Incluso podría hacerse ahora mismo si tomaran el control del punto de transmisión.

Shin deseaba poder alejar a toda la gente que los rodeaba, ya que no se sabía qué podría hacer cada uno. Porque Vika no lo sabía. Tampoco lo sabían Lena, Annette, ni los otros Ochenta y Seis con la excepción de Raiden, Theo, Anju y Kurena.

Pero al menos algunos oficiales del frente occidental lo sabían. Los que la custodiaron y le perdonaron la vida junto a Ernst. Ellos sabían que ella había sobrevivido. ¿Cómo reaccionarían una vez que la información saliera a la luz? Shin no podía predecir eso… Al igual que no podía predecir lo que sería de ella una vez que todo estuviera dicho y hecho.

Frederica.

La última emperatriz del Imperio Giadiano, Augusta Frederica Adel-Adler.

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