86 [Eighty Six]

Volumen 7: Niebla

Capítulo 3: Vaho Azul

Parte 5

 

 

“Me alegro de oírlo… Pero ya sabes, esos dos… Hasta hace poco eran bastante incómodos el uno con el otro. ¿Crees que estarán bien?”

“Bueno, esta vez, Lena era la que estaba actuando un poco raro… Pero creo que hacer un escándalo por cada pequeña cosa que hacen sólo terminara en una falta de tacto.”

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Dustin también creyó percibir un poco de amargura en su voz. Como si dijera: No es que nosotros estemos mejor.

“Quiero decir, Shin no le ha dedicado ni una mirada a la pobre Kurena ni siquiera después de todo este tiempo, así que siento que tiene que ganarse esto. Pero en momentos como este, puede  ser  demasiado  cauteloso…  O  bueno,  demasiado  tímido.  Y  luego  tienes  a  Lena acobardándose…”

Anju frunció el ceño, como si estuviera ansiosa o frustrada. “Realmente los amas, ¿no? A tu Reaper y a tu Reina.”

“Todos nosotros lo hacemos. Especialmente a Shin. Somos un poco sobreprotectores con él siempre que es posible, creo.”

Aunque la cueva era una atracción turística y la seguridad de los visitantes estaba garantizada, hacía honor a su nombre de laberinto. No había nada que iluminara el lugar, lo que lo hacía bastante tenue, y el camino era sinuoso y estaba lleno de ramas. La superficie de la roca, extrañamente lisa, tenía calcedonia mezclada, lo que le daba una extraña cualidad translúcida.

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Aunque Lena comprobaba el mapa que les habían dado a cada paso, pronto tuvo la sensación de que se estaba perdiendo poco a poco. A medida que avanzaban por los túneles, los Ochenta y Seis que los rodeaban iban desapareciendo. A veces, era uno de ellos; otras, un par… Y antes de que se diera cuenta, sólo estaban ella y Shin.

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“¿…? ¿Adónde fueron todos?” Lena ladeó la cabeza con curiosidad.

“No paraban de desviarse, diciendo que habían visto algo interesante o que harían una carrera para ver quién salía primero…” Shin sacudió la cabeza, como si calificara esto de intrascendente. “Para ser honesto, se siente bastante forzado.”

“Aparentemente, la sala del trono y la cúpula están más adelante. Allí puedes ver el fósil del esqueleto del behemoth. Podemos dar la vuelta una vez que lleguemos a ese lugar.”

“Bien… No podemos quedarnos aquí por mucho tiempo. Parece que no seremos capaces de encontrar la salida una vez que oscurezca.”

No había luces y el túnel resultaba extrañamente claustrofóbico y aterrador con sus paredes de roca expuestas. Al notar que Lena trataba de ocultar su ansiedad, Shin la miró furtivamente y le ofreció la mano.

“Está oscuro, así que cuidado con lo que haces.”

“Ah… Gracias.”

Al darse cuenta de que Shin había visto a través de sus temores, Lena aceptó con gratitud su mano. Él se adelantó y ella le siguió medio paso por detrás.

Esto le hizo darse cuenta de que ambos olían al mismo jabón. Era el jabón original del hotel, hecho con un aceite de producción única, y estaba colocado en la bañera para que todos los huéspedes lo utilizaran.

El aroma del jabón que utilizaban al bañarse o al lavarse por las mañanas era extrañamente fresco, y ella no se había puesto su habitual perfume con aroma a violeta ese día. Así que los dos olían igual.





Llevaban el aroma del otro.

Y el tren de pensamiento seguía saltando de una asociación a otra. Un aroma persistente significaba… la mañana siguiente.

Lena sintió que se le calentaba la cara. Era un término del que sólo había oído hablar, pero la mera imagen mental del mismo le resultaba demasiado provocativa. Shin, en cambio, no parecía darse cuenta del hecho de que compartían el mismo olor, o tal vez simplemente no le parecía tan importante, porque cuando ella levantó la vista hacia su rostro, éste estaba tan plácido como siempre.

Lena frunció el ceño. Es cierto que su imaginación se desbordaba por sí sola y evocaba todo tipo de imágenes excitantes, pero el hecho de que fuera la única que se sintiera mareada por esto la hacía sentir tonta.

Pero estaba tan mareada que no notó la tensión de Shin por el sonido de su corazón que latía como un tambor ni la frialdad de sus palmas. Quería que él sintiera lo mismo que ella, e incapaz de reprimir esos sentimientos, las palabras brotaron de sus labios.


“Er… siento… la forma en que he estado actuando últimamente. Hice que te preocuparas por mí.”

Habían entrado en la cúpula de la sala del trono, que Shin había mencionado antes. Habían llegado a su destino antes de darse cuenta. La pared de roca pulida estaba decorada con lo que parecían ser pliegues, que se extendían hasta el dosel de la cúpula y convergían como una tela de araña. Era un espectáculo grandioso, y el mero hecho de mirar hacia arriba hacía que Lena sintiera que podía arrancarle el alma.

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Y hundida en la pared del fondo había una enorme y afilada cuenca ocular esquelética, tan  grande  que  resultaba  difícil  creer  que  realmente  perteneciera  a  una  criatura  viva.

Contemplaba la sala del trono con una solemnidad asfixiante, como si se enseñoreara de ellos, como un dios malévolo en su antiguo templo.

Lena agachó la cabeza, como si se negara a encontrarse con los ojos ensangrentados que la miraban de frente. Pero, sin darse cuenta, apretó con fuerza la mano que la sujetaba.

“Pero… me hizo feliz… saber que estabas preocupado por mí. Porque…”

Porque… 

Él la miró con sus ojos rojos. Y se dio cuenta de lo feliz que la hacía verse reflejada en esas profundidades carmesí.

“Yo…”

Mientras los dos tenían su intercambio… “Vaya, ¿podría estar ocurriendo…?”

“Esto va mejor de lo esperado.”

“Qué ambiente más bonito…”

Anju, Theo y Frederica miraban desde otro pasillo, susurrando entre ellos. Estaban ocultos tras las rocas de la salida arqueada, asomando la cabeza con sigilo. Raiden, Kurena, Shiden, Marcel, Vika y Annette se encontraban en el mismo lugar, divididos en bandos de chicos a la izquierda y de chicas a la derecha y observando lo que ocurría bajo la cúpula.

“Les dimos todo ese tiempo, ¿y Lena termina siendo la que lo dice primero? Ese maldito imbécil.”

“Vamos, está bien, Raiden. Ya sabes lo que dicen: Bien está lo que bien acaba.”

“¿Sabes qué? Después de todo, esto no me gusta.” Escupió Kurena con amargura.

“Qué coincidencia, Kurena. La misma idea se me ha pasado por la cabeza hace un momento.”

Frederica asintió con gravedad.

“Creía que te empeñabas en negar tu enamoramiento de Nouzen, Kukumila. ¿No es hora de que te sinceres?” Le preguntó Vika.

“¡¿Enamora…?! ¡¿Qué?! No, ¡no me siento así!”

“Sí, a eso se refería, Kukumila.”

“… Su Alteza, yo, er, creo que su comportamiento en este momento es impropio de un príncipe del excelso Reino Unido.”

“Kurena, Marcel, Lerche, guarden silencio. Si no lo hacen, podrían oírnos.”

“¡¿Qué?! ¡Sólo la amonesté, Su Alteza! No he mirado a escondidas, como hicieron los demás.” Dijo Lerche en defensa propia.

“¡Cállate!”

“Cállate, niña de siete años.”

“… Mi vergüenza no tiene límites…”

Al parecer, su conversación del otro día había permitido a Lena ordenar sus preocupaciones. Shin utilizó la oscuridad como excusa para tomarla de la mano, decidiendo expresar los sentimientos que había mantenido en suspenso hasta que ella hubiera superado sus ansiedades.

Tenía la intención de decírselo nada más tomarle la mano, pero un inusual ataque de suspense le hizo callar.

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Al fin y al cabo, ambos tenían el aroma del mismo jabón.

Tal vez debido a la oscuridad que bloqueaba su campo de visión, sus otros sentidos se agudizaron. Esto le permitió darse cuenta de que ella olía al mismo jabón que él había utilizado. Y como no hizo ruido al caminar, pudo distinguir el sonido de su cabello plateado y sedoso al rozarlo. Hoy la esbelta palma de su mano se sentía mucho más cálida que la suya.

Había decidido que lo diría cuando llegaran a su destino: la sala del trono abovedada. Se dio cuenta de que se estaba demorando, pero de alguna manera había acallado el miedo en su mente y reforzado su determinación.

Pero antes de que pudiera hacerlo, ella lo llamó, él se volvió hacia ella y su mente se detuvo cuando sus ojos se fijaron en los suyos.

“Porque yo…”

Shin se quedó quieto mientras esperaba sus siguientes palabras. Sus ojos argentos le miraron y se dio cuenta de que verse reflejado en ellos le hacía feliz.

Al darse cuenta de algo, Annette habló.

“Por cierto, Anju, ¿dónde está Dustin? Pensé que estaba contigo.”

Esas palabras hicieron que Anju se mordiera el labio. Estaba con ella, al menos hasta la mitad del túnel, pero…

“Dustin, bueno, er… estaba muy metido en la exploración de la cueva, y puede que se haya, er, perdido…”

Anju realmente disfrutó explorando la cueva. Lo hizo. Así que simplemente… sucedió…

En el momento en que las palabras salieran de sus labios, no habría forma de detenerlas, y las encadenó sin miedo ni resistencia. Lo único que tenía en mente era la persona que tenía ante sus ojos.

“Shin, yo…”

Yo… 

Pero justo en ese momento, el sonido de una gran piedra siendo pisada revolvió el ambiente.

“¡¿Aaaah?!” Lena se sobresaltó.

Incluso Shin se agitó. Ambos se sacudieron por reflejo y se tensaron, sus ojos se volvieron hacia uno de los túneles que conducían a la sala del trono.

“… ¿Hay alguien ahí…?” Preguntó Lena temblorosamente.

Por supuesto, por muy descolocados que estuvieran, no iban a suponer que se trataba de un monstruo legendario del que se decía que tenía su hogar allí. Alguien en las sombras intentaba chirriar como un grillo o maullar como un gato, antes de acabar apareciendo de entre las sombras. Era una figura alta, de cabello plateado, con las manos en alto por alguna razón.

“Lo siento. Soy yo.” Dustin.

“…”

Lena y Shin le miraron en silencio durante un largo momento. Para empezar, Shin rara vez mostraba emociones, pero la mirada de los amplios ojos carentes de emoción de Lena hizo que Dustin se estremeciera por completo.

En pocas palabras, Lena y Shin se congelaron instintivamente, como un par de ciervos expuestos a luces de faros, y sus expresiones mudas eran aterradoras.

“……… N-No se preocupen por mi… Por favor, continúen…”

Mientras Dustin se tambaleaba hacia atrás, varios pares de manos se extendieron desde atrás, agarrándolo por la nuca y la ropa, y lo arrastraron hacia el pasillo. Sin dejar siquiera un grito, la alta figura de Dustin fue tragada por la oscuridad.

“…”

Por supuesto, Lena no era en absoluto lo suficientemente descarada como para actuar como si no hubiera pasado nada, y Shin no era lo suficientemente cabezota como para incitarla a continuar.

“Um…”

Un pesado silencio se apoderó de los dos, tan espeso que lo único que Lena podía oír era el estruendoso latido de su corazón en sus oídos.

Las numerosas manos que habían agarrado a Dustin tiraron de él hacia un túnel oscuro y estrecho, donde Raiden casi lo estrangula.

“¡Dustin, idiota!”

“¡El ambiente era perfecto, y tú lo arruinaste!”

“¡¿Cuál es la gran idea, idiota?! ¡¿Por qué tenías que aparecer justo en ese momento?!”

“¡¿Y  cómo  pudiste decirles  eso,  Jaeger?! ¡¿‘No  se preocupen por  mi… Por favor, continúen…’?! ¡¿De verdad eres tan denso?!”

Todo el mundo estaba comprensiblemente enfadado con Dustin por haber irrumpido en la escena justo antes de la recompensa final. Incluso Vika, que solía ser mucho más elocuente que la mayoría, perdió los nervios.

Dustin miró a su alrededor, buscando un aliado, pero cuando vio que Anju le miraba con una sonrisa asesina…

… Bueno… supongo que estoy muerto. 

… Esa fue la única conclusión a la que pudo llegar. Estaba absolutamente lívido. “……… Lo siento.”

A pesar de la grosera interrupción, el corazón de Lena seguía latiendo fuera de su pecho, así que una parte de ella jugaba con la idea de decirlo de todos modos. Reprimiendo la timidez que seguramente se apoderaría de ella si se descuidaba lo más mínimo, endureció su corazón.


“¡Hmm!”

La voz le salió más fuerte de lo que pretendía. Tanto que la sorprendió, y esa sorpresa hizo que su nueva determinación se desmoronara.

Las palabras que quería decir subieron a su garganta pero se negaron a ir más allá. Lena se limitó a abrir y cerrar la boca con miedo durante unos instantes antes de decir finalmente algo más.

“El, um, Capitán de la Alianza, Olivia. Veo que ustedes dos hablan, bueno, mucho…”

Alguna parte tranquila de su mente susurró en señal de negación. Eso la hacía sonar como si estuviera celosa. Era vergonzoso, embarazoso…

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No. 

No era porque fuera vergonzoso o porque pareciera que estaba celosa. Era porque

realmente estaba celosa.

Estaba celosa de Olivia, y no sólo de ella. Estaba realmente celosa de muchas otras personas. Estaba celosa de Anju, Kurena y las otras chicas que, a diferencia de ella, eran compañeras en las que podía confiar cuando estaban en el frente.

Estaba celosa de Frederica, a la que trataba como a una hermana pequeña. De Annette, que era su amiga de la infancia. De Grethe, que era su oficial superior de confianza.

Estaba celosa de Raiden y Theo, que eran sus mejores amigos. Por extraño que parezca, incluso estaba celosa de Vika y Marcel, que podían hablarle con tanta libertad, y de Fido, que ni siquiera era humano.

Quería que confiara en ella. Que fuera la primera persona a la que acudiera cuando necesitara alguien con quien hablar. Ella no quería que él mirara a otras personas… A otras mujeres.

“Ella, um… ¿Es Olivia tu tipo?”

¿Y qué pasaría si él dijera que sí? Sólo imaginarlo le destrozaba el corazón. Le aterraba la respuesta. Así que Lena miró a Shin con miedo. Pero en respuesta…

“¿Qué?”

… Shin se limitó a mirarla, asombrado. Era como si ella le hubiera preguntado: ¿Cuál de estos dulces es tu favorito?, y luego hubiera abierto una caja de herramientas en lugar de caramelos. No podía entender el significado de su pregunta en el nivel más básico.





Lena esperaba un simple sí o un no y esperaba escuchar lo segundo. Pero lo que no esperaba era su total y absoluta confusión.

“¿Qué es lo que…? Er…” Murmuró Shin, claramente agotado. “Quiero decir, soy consciente de que mucha gente tiene esas preferencias. Conocí a algunas personas en el Sector Ochenta y Seis las tenían… Pero yo no… Um… ¿Qué te ha hecho pensar que ese es mi caso?”

“¿Eh…?”

De repente, les pareció que estaban teniendo dos conversaciones completamente diferentes, como si hubiera una bifurcación en el camino en una coyuntura crítica, y hubieran viajado por caminos separados. Y aunque los dos lo entendían, no se daban cuenta de quién se había desviado del camino y dónde.

Sin embargo, Shin fue el primero en sumar dos y dos.

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