86 [Eighty Six]

Volumen 7: Niebla

Capítulo 2: Niebla Azul

Parte 4

 

 

El teniente coronel, por el contrario, miró a Shin perplejo. Tenía la expresión de un hombre al que le acaba de ladrar lo que creía que era un perro obediente.

“¿Eres uno de los Ochenta y Seis que la Coronel está arreando? Verte vestido como un humano es engañoso… Esto es una conversación entre personas. Conoce tu lugar y vete.”

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“Sí, es como usted dijo. Soy un Ochenta y Seis. Pero… No, porque soy un Ochenta y Seis…”

Shin habló con calma. No había ira en sus palabras. Habló como si simplemente estuviera diciendo lo obvio.

“… no hay razón para que me quede de brazos cruzados y deje que te burles de mí, ciudadano de la República. Ni tú ni nadie.”

Lena miró a Shin con asombro. Esto era algo que él nunca había dicho. Hasta ahora, se había limitado a ignorar todos los desprecios que le dirigían, actuando como si no le molestara nada.

Decía que no tenía sentido ofenderse ni responder a nada de lo que decían los cerdos blancos. Porque, diga lo que diga, no lo entenderán. Porque ninguna explicación les haría entender que estaban equivocados.

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Puede que esos cerdos ignorantes fingieran ser capaces de hablar, pero la verdad era que no entendían nada de lo que se les decía. Y hasta cierto punto, Shin todavía lo creía. Pero, a pesar de ello, no iba a aguantar más esos insultos. Su voz calmada y sus ojos tranquilos lo comunicaban.

“Conoce tu…”

“Soy muy consciente de mi lugar, y por eso me dirijo a ustedes. No soy ganado, y tampoco soy un dron… Igual que ustedes no son una especie superior. Sólo son los ciudadanos ignorantes de una república que murió en la ofensiva a gran escala.”

El teniente coronel se marchó, escupiendo vitriolo y jurando que presentaría una queja a la Federación por este insulto. Shin se limitó a ver cómo se alejaba, con los ojos totalmente apáticos.

“Quejarse de una ‘mancha inmunda’ ante una Federación formada por personas que representan todos los matices. ¿Acaso ese hombre piensa antes de abrir la boca?”

“… Shin, lo siento.” Dijo Lena, bajando la cabeza.

“No hace falta que te disculpes. Ya se lo he dicho antes: Las palabras de gente como él no me llegan.”

“…”

Las manos de Lena, que descansaban en su cintura, agarraron con firmeza el dobladillo de la falda de su uniforme azul prusiano de la República. En este momento, el hecho de que fuera de un color diferente al de Shin era especialmente difícil de ignorar.

“Aun así… lo siento.”

“… No te detendré si tantas ganas tienes de disculparte, y si insistes en que no eres diferente al resto de la República, no discutiré… Pero…”

Lena levantó la vista, para encontrarse con sus ojos rojo sangre. Su forma cabizbaja se reflejaba en ellos, y había un matiz de tristeza y preocupación en sus ojos. Eran serios.





“Puede que seas una mujer de la República, pero al mismo tiempo, eres la reina de los Ochenta y Seis. Por favor, no niegues eso. No ahora.”

“Vaya, Shinei… Realmente te estás convirtiendo en la imagen de la masculinidad intrépida, ¿no es así?”

“¿No crees que eso es grosero? Yo en tu lugar me detendría.”

Sentada sobre un sofá con patas de león estaba Frederica, asintiendo sabiamente mientras sus ojos carmesí brillaban. A su lado, Vika cortaba sus palabras, totalmente exasperado. El monitor del terminal móvil que tenía en sus manos detectó que sus ojos se habían alejado de él y apagó automáticamente el holograma que proyectaba.

“Puedo entender que estés preocupada por Nouzen, sobre todo teniendo en cuenta lo ocurrido en el Reino Unido. Pero ¿no es hora de que dejes de aferrarte tanto a tu hermano?”

“¡Sólo lo estoy vigilando!” Replicó Frederica con malhumor.

Vika la miró con ligera irritación. Le sorprendía que Shin pudiera aguantar los caprichos de esta Mascot tan descarada. Puede que tuvieran los mismos ojos rojos como la sangre y el cabello negro, pero en realidad no eran hermanos.

… Y eso hizo que Vika se preguntara. ¿Qué circunstancias llevaron a esta chica al Grupo de Ataque? Vika sabía que el ejército imperial también empleaba Mascots y supuso que esta chica era el resultado de la lujuria desenfrenada de algún noble de alto rango. Pero, ¿por qué enviarla a esta unidad?


“Bueno, supongo que seguir escuchando sería una grosería por mi parte…” Dijo Frederica, cerrando los ojos con hosquedad. “¿Qué hay de Shion y los demás? ¿Salió nuestro Grupo de Ataque a salvo y victorioso?”

La Teniente Primero Siri Shion, de la 2ª División Blindada, estaba sustituyendo a Shin como comandante de operaciones del Grupo de Ataque. Bajo su mando, la 2ª y 3ª Divisiones Blindadas del Grupo de Ataque fueron enviadas a los países de la cuenca de la costa norte.

Hasta ahora Vika había estado viendo los informes de sus combates en el programa de noticias de su terminal de información.

“El ochenta por ciento de su objetivo inicial está completo, por lo que parece. Tuvieron que volver a atravesar las líneas enemigas, pero… Bueno, teniendo en cuenta el espectáculo que están dando las noticias, no creo que haya habido muchas pérdidas.”

“¿…?”

“Al menos en lo que respecta a la opinión pública, el Grupo de Ataque es la baza de la Federación para oponerse a la amenaza de la Legión. Y dado que el final de la guerra ni siquiera se vislumbra en el horizonte, nunca se permitiría que el pueblo escuchara nada sobre su lucha, por no hablar de su derrota. La Federación nunca podría mantener la moral si dejara que ese tipo de noticias salieran a la luz.”

Frederica frunció las cejas, captando las implicaciones de Vika. Una unidad que no podía permitirse el lujo de perder, de fracasar en su deber. En otras palabras…

“… Dices que deben seguir siendo una compañía de héroes…”

“Los Ochenta y Seis tienen múltiples factores que hacen que sea fácil apuntalarlos como héroes.”

Una historia que llamó la atención y la fuerza de la élite. Y… la tragedia. Incluso el propio nombre del salvador no habría pasado a la historia si no hubiera sido condenado a la crucifixión.

“¿Y qué hay de tu unidad? ¿Les va bien?” Preguntó Frederica.

“Las noticias no informaron sobre ellos, pero probablemente estén bien. A pesar de las apariencias, esa mujer es confiable cuando se trata de completar sus objetivos… Si sólo fuera tan capaz fuera del campo de batalla.”

“¿Su nombre era Zashya? Ciertamente puedo entender tus preocupaciones con respecto a eso.”

Zashya era una mayor del ejército del Reino Unido que fue enviada al Grupo de Ataque junto a Vika y sirvió como su suplente en la dirección del regimiento. Con Vika en la Alianza, ella asumió el mando.

Era una chica menuda con unas gafas grandes y anticuadas. Tropezaba con ella misma cuando caminaba por el pasillo y a menudo se le caían todos los documentos que llevaba. Una chica tímida y poco fiable que siempre rompía a llorar cuando Vika la reprendía por sus errores.

Por cierto, Zashya no era su nombre real, sino un apodo que él le puso. Significaba pequeña conejita, pero los Ochenta y Seis asumieron que era su nombre real, y así el nombre de Mayor Zashya permaneció, incluso después de que se corrigiera ese malentendido.

“Aun así, se graduó en la academia de oficiales especiales como la mejor de su clase, de una forma u otra. Cursos prácticos incluidos… Pero eso aparte…”

“… ¿Qué?” Preguntó Frederica, estremeciéndose ante la imagen de esa chica pasando por el entrenamiento de oficiales.

Vika la ignoró y continuó.

“Preocuparse por su trabajo después de haberle confiado mis deberes es de mala educación para un gobernante. Confío en ella para manejar las cosas, de una manera u otra.”

Frederica guardó silencio por un momento. Malos modales para un gobernante. Para un rey. “Pero pensé que no tenías intención de heredar el trono.”

Federica era una emperatriz sin territorio ni súbditos. Pero aun así, pretendía actuar como lo haría un gobernante. Hasta ahora, no había cumplido ninguno de los deberes de una emperatriz, y eso la llenaba de pesar. Un pesar que no compartía con nadie.

“¿Y a pesar de insistir en que no serás rey, sigues actuando como lo haría un miembro de la realeza?”

Vika ladeó la cabeza, extrañado. Por qué una chica que no era de la realeza le haría esa pregunta?

“Lo hago. Porque creo que es así como debo actuar.”

***

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A pesar de ser el más ocupado de todos, incluso la agenda de Shin estaba sorprendentemente abierta. A mitad del desayuno, se acordó de repente de que tenía tiempo libre ese día y le propuso a Lena que fueran los dos a la ciudad.

“Suponiendo que estés libre, claro está. Como un cambio de ritmo.”

“Sí, estoy libre; ¡vamos!” Lena asintió con entusiasmo. La melancolía que se cernía sobre su cabeza desde la visita del teniente coronel salió volando por la ventana.

Para llegar a la ciudad más cercana al hotel, debían cruzar el lago. Subieron a uno de los transbordadores que transportaban a los pasajeros, no muy diferente a un tranvía o un metro, y observaron cómo aparecían los tejados rojos característicos de las ciudades de la Alianza.

Ni Shin ni Lena eligieron esta ciudad por ninguna razón en particular. Compraron algún tipo de dulce frío en uno de los puestos instalados a lo largo de la plaza principal y observaron cómo un artista callejero hacía bailar a sus gatos domesticados. Lena se quedó un buen rato mirando una extraña muñeca hecha a mano.

“… ¿Crees que podría enseñar a TP a hacer ese tipo de trucos? ¿Saltar y dar volteretas de ese modo?”

“TP podría ser capaz de hacerlo, pero no creo que seas capaz de entrenarlo regularmente. Lo consientes.” Dijo Shin burlonamente.

“… Hmph.” Se burló Lena. “Yo no lo consiento. Tu sólo eres frío con él. Y le sigues gustando más. Si me preguntas te diré que no es justo.”

La reacción de Lena, molesta, hizo reír a Shin. Oírle reír la hizo muy feliz, y al poco tiempo, ella también se reía. Había otros Procesadores que venían a la ciudad a relajarse y, de vez en cuando, los dos veían una cara conocida entre la multitud.

“Hola, son Shin y Lena.” Dijeron. “Miren los dulces fritos que están vendiendo allí.”

Al ser una tierra de intercambio y comercio, la cultura de la Alianza se había mezclado durante muchos años con los pequeños países del sur de las montañas. Por eso la ciudad era bastante nueva e inusual para Lena y Shin, que habían crecido y vivido en las ciudades de la República y la Federación.

Lena, en particular, estaba acostumbrada al terreno llano de Liberté et Égalité, por lo que los territorios irregulares de la Alianza y la ciudad construida en una pendiente pronunciada fueron una diferencia muy emocionante para ella.

Muchas de las personas que pasaban por allí eran Caeruleas con cabello plateado y dorado y ojos azules. Esto le recordó a Daiya, un chico al que nunca conoció, que al parecer también era un Caerulea. Fue él quien adoptó a TP primero.

“Incluso en el Sector Ochenta y Seis, decían que TP era el más apegado a ti… Aunque entonces no se llamaba así. Y no nos conocíamos los nombres ni las caras.”

“En ese momento, me preguntaba cuándo te cansarías de hablar con nosotros y dejarías de Resonar.”

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Mirando al frente, vio que Shin metía en su bolsa unas cuantas postales que había comprado en una tienda de recuerdos. Al parecer, iba a regalárselas a sus abuelos. Su abuelo paterno, el Marqués Nouzen, y su abuela materna, la Marquesa Maika. Se mantenía en contacto con ellos, pero como sólo habían sido presentados el mes pasado, las cosas seguían siendo un poco incómodas entre ellos. Aun así, todos intentaban forjar un vínculo familiar.

86 Volumen 7 Capítulo 2 Parte 4 Novela Ligera

 

Hace dos años, Shin pensaba que Lena era una chica ingenua con un corazón sangrante que pretendía ser una santa. Y como tal, simplemente la llamaba Handler Uno. Pero ahora las cosas eran diferentes. De la misma manera, había evitado conocer a sus abuelos, y ahora intentaba acercarse a ellos.

Fue un gran ajuste para Shin. Y verle cambiar para mejor hizo feliz a Lena. Pero… también la hizo sentirse un poco sola.

“Especialmente después de escuchar la voz de Kaie, estaba… bastante seguro de que no volverías a Resonar.”

“Sinceramente… tenía un poco de miedo, y por eso tardé tanto en armarme de valor.”

“Me sorprendió. No por el tiempo que te llevó, sino por el hecho de que fueras el único Handler que volvió a Resonar conmigo después de haber estado expuesta tantas voces de la Legión desde tan cerca.”

Shin contempló el horizonte veraniego, tan fresco como radiante.

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“… Mirándolo en retrospectiva, creo que es bueno que no te hayamos alejado.”

El tono con el que dijo esas palabras hizo que el corazón de Lena diera un vuelco. Una parte de ella sentía que no podía escuchar el resto de lo que él tenía que decir en ese momento.

Todavía no estaba preparada… Su corazón no estaba preparado. “E-Er…”

“Huh, Nouzen.” Una voz interrumpió de repente su intercambio.

Era Marcel. Shin se detuvo en seco y Lena, a la que aparentemente Marcel no había visto, apareció.

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“… Y Lena. Uh, parece que estabas en medio de algo. Yo, uh, creo que mejor me voy.”

“… No, está bien… No te preocupes.” Dijo Shin, ladeando la cabeza mientras miraba la tienda de tejados rojos y marcos de madera que había detrás de Marcel. “Es una tienda extraña para ti.”

En el escaparate había adorables animales de peluche. Al parecer, se trataba de una juguetería centrada en la artesanía tradicional de la Alianza. Marcel, con sus ojos afilados y su cabello espinoso, destacaba de forma bastante extraña entre los peluches de gatos salvajes que cubrían las estanterías.

“Oh, ¿esto? Pensé que ya que teníamos la oportunidad de ir al extranjero, le compraría a Nina un regalo. No es que tenga ningún gusto por esto…” Añadió malhumorado, mirando a su alrededor los diversos peluches.

Al parecer, se debatía entre comprar unos cuantos pequeños que pudieran caber en la palma de su mano o uno de los más grandes que había en la estantería, que eran tan grandes como varios animales de peluche juntos, pero no demasiado difíciles de llevar para un niño.

Tras un momento de contemplación, Shin sacó un billete de su cartera y se lo presentó a Marcel.

“Deja que yo también colabore.”

Marcel lo miró con sorpresa durante un segundo, y luego esbozó una sonrisa.

“Claro. Diré que es del amigo de su hermano mayor… No seré específico, para que no lo relacione.”

Añadió esa última parte a toda prisa, recordando ciertos acontecimientos. Lena no entendió lo que quería decir.

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“… Algún día, cuando las cosas se calmen, deberías conocerla. Eugene sigue escribiendo sobre ti en sus cartas, así que su abuela también quiere conocerte. Y estoy seguro de que Nina querrá saber de ti, una vez que tenga la edad suficiente para recordar. Aunque creo que sería mejor que no les contaras cómo terminó todo.”

“Claro.” Shin sonrió con amargura y se encogió de hombros. “Me gustaría que no escuchara más historias malas sobre mí.”

“Vamos… me he disculpado, ¿no? De todos modos, perdón por interrumpir.”

Bajando uno de los peluches más grandes de la estantería, Marcel se dirigió a la caja registradora. Abrió la puerta de cristal de la tienda y, al sonar un timbre, escucharon el saludo del dependiente.

Lena, que se había mantenido en silencio… o más bien, se vio obligada a permanecer en silencio durante todo el intercambio, hizo una pregunta mientras veía salir a Marcel.

“¿De quiénes estaban hablando?”


Nina y Eugene. Ambos eran nombres desconocidos para ella.

“Un amigo nuestro de la academia de oficiales especiales y su hermana pequeña… Ernst insistió en que los miembros del escuadrón Spearhead fueran todos a diferentes academias de oficiales especiales, y ahí fue cuando lo conocí.”

Haciendo memoria, Lena recordó cómo Shin, Raiden, Kurena y el resto parecían tener conocidos entre los soldados de Rüstkammer y de diversas bases de la Federación. Algunos de ellos eran soldados de edad similar, y otros eran suboficiales mayores que les agradecían haberles salvado la vida en algún momento. Lena no conocía a ninguna de esas personas.

“Eugene murió antes de la ofensiva a gran escala, y Marcel parecía tener un tiempo conociéndolo, así que conocía a Nina, su hermana. Resulta que yo también.”

“…”

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