86 [Eighty Six]

Volumen 7: Niebla

Capítulo 2: Niebla Azul

Parte 1

 

 

“Al fin y al cabo, ayer no tuvimos respuesta.”

El desayuno se presentaba en forma de buffet, como en la mayoría de los hoteles de la Alianza. Haciendo honor a las jactanciosas afirmaciones de los cocineros, la comida era deliciosa. Preparaban montañas de patatas delante de sus comensales y las servían con queso fundido.

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Lena habló mientras se llevaba el último bocado a los labios. Las patatas cortadas estaban hechas con un sustituto artificial del almidón, pero el queso era real y delicioso. Al confirmar que el plato de enfrente tenía el mismo platillo, asintió para sí misma con satisfacción.

“Hemos sabido que existe la posibilidad de que la Legión haya tendido trampas para atraer a las unidades de élite del Reino Unido y de la Federación… Es decir, a ti y a Vika. Y si ese es el caso, las víctimas del ataque al Reino Unido son…”

“Si no hay nada más, creo que la voz que escuché de esa unidad coincide con las grabaciones archivadas de su voz.” Respondió Shin desde el asiento de enfrente. “Creo que es demasiado pronto para sacar conclusiones.”

Tenía ante sí dos pequeñas montañas de tortillas de queso y huevos revueltos con mantequilla. Ambas parecían bastante apetecibles, pero mientras intentaba decidir cuál probar, el chef insistió en que todavía era un niño en edad de crecer y le puso en el plato una generosa ración de cada plato de huevos.

Se encontraban en una casa de descanso ocupada habitualmente por oficiales glotones, por lo que los cocineros estaban entusiasmados por alimentar a un grupo de jóvenes soldados, es decir, chicos y chicas en crecimiento con apetitos a la altura.

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Los cocineros estaban bastante satisfechos después de que todo el mundo comiera con ganas el otro día. Recomendaron ciertos tipos de panes, dieron raciones extra de sopa bien caliente y se ocuparon constantemente del contenido de sus bandejas.

“Además, creo que es lógico que ayer no haya respondido… sí la llamé con el micrófono apagado.”


***

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Decidieron comenzar su interrogatorio probando algo nuevo.

“De momento deja la iluminación como está…” Dijo Vika. “Nouzen, intenta hablarle con el micrófono apagado.”

De pie en la tenue luz de la sala de interrogatorios, Shin frunció las cejas ante las instrucciones de Vika. El hecho de que no ofreciera ningún contexto sobre lo que estaba tratando de hacer le pareció extraño a Shin.

Al igual que la sala de interrogatorios no permitía a nadie de dentro ver lo que ocurría fuera, tampoco les permitía escuchar las cosas desde su lado. Si querían hablar con lo que había dentro de la sala, tendrían que encender un micrófono designado.

“¿Qué es lo que pretendes…?”

“Piensa en la operación de la Montaña del Colmillo del Dragón. Cuando se acercaba a su conclusión, la Reina Despiadada se mostró ante ti… Considerando que es la comandante de una base a punto de caer en manos del enemigo, esa forma de actuar no es sólo ilógica. Es perjudicial.”

Shin había quedado atrapado en el lago de magma del fondo de la base de la Montaña del Colmillo del Dragón. No tenía dónde ir y estaba aislado en una tumba de roca sólida que incluso le cortaba todas las opciones de comunicación.

Con él estaba un comandante de la Legión cuya presencia allí era más que anormal, dado que su base estaba a punto de ser derribada. Aquel lugar no conducía a ninguna parte en particular, y cualquier orden que transmitiera desde allí no serviría de nada.

“Podría haber sido una coincidencia. Podría haber estado operando con algún tipo de lógica que es clara para la Legión, pero que no tiene sentido para los humanos. Sin embargo no podemos desacreditar la posibilidad de que se mostrase intencionadamente ante ti. Es lo que primero debemos confirmar, y si realmente eres lo que ella busca, entonces tenemos que averiguar por qué.”

¿El hecho de que la Reina Despiadada fuera capturada por el Grupo de Ataque fue el resultado de algún tipo de error por su parte? ¿O se reveló intencionadamente ante ellos? Y si lo hizo, ¿cuál era su objetivo? ¿Habría servido a sus propósitos cualquier humano cercano, o tenía que ser Shin?

Si Shin era a quien buscaba, ¿era porque era alguien a quien quería capturar, o porque fue él quien vio el mensaje oculto en el Phönix? ¿Fue porque poseía sangre real? ¿O porque fue él quien finalmente destruyó el Phönix?

¿O es que su voz llegó a la reina porque pudo escuchar los lamentos de la Legión?

Tenían que descubrir la fuerza motriz de las acciones de la Reina Despiadada y, a través de ella, tratar de conjeturar su objetivo.

“Puedo oír la voz de la Legión, pero no puedo hablar con ellos… Estoy seguro de que ya te lo he dicho.”

“Sí, lo he oído. Pero ya que puedes oír las voces de los fantasmas, tal vez la voz del Reaper también pueda llegar a los fantasmas. Creo que es una suposición natural.”

***

 

 

Pero el resultado de ese experimento fue que, a fin de cuentas, la Reina Despiadada no respondió.

“… La Legión parece ser capaz de escuchar mi voz… Hubo algunos casos raros en los que fueron capaces de localizar mi posición. Pero nunca hubo un diálogo real entre ellos y yo.”

“Sí. Si pudieras hablar con ellos, tal vez tú… Er. No habrías tenido que pelear con tu hermano. Pero…”

Lena asintió, dejó suavemente el cuchillo y se llevó un dedo a los labios al recordar lo ocurrido el día anterior. Ese Ameise blanco. Por una fracción de segundo, le pareció ver su sensor óptico parecido a la luna…

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“Ella… creo que te estaba mirando. Aunque no debería haber sido capaz de percibirte.” Al sentir sus ojos rojos sobre ella, Lena ladeó la cabeza.

“¿Qué es?”

“Te refieres a esta unidad de la Legión del mismo modo que te referirías a una persona, Lena. Otros los llaman trozos de chatarra, pero me acabo de dar cuenta de que nunca los has llamado por su nombre.”

Lena parpadeó un par de veces ante esa afirmación. Ahora que lo había mencionado, era cierto.

Pero lo mismo ocurría con Shin.

“… Sé sincero. ¿Eso te ha molestado?” Preguntó Lena.

Llamándolos chatarra. Oír que se referían a esos fantasmas mecánicos como algo tan bajo.

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¿Que su hermano, asimilado por la Legión, sea tratado como un monstruo le ofende? “No diría que me molesta, pero…” Shin hizo una pausa para pensar.

Intentó poner en orden las emociones y los pensamientos que no acababa de comprender. Al parecer, había decidido dejar de dejar las cosas vagas diciendo que no lo sabía. De vuelta en el campo de batalla del Sector Ochenta y Seis, no tenía tiempo ni ocio para enfrentarse a esos sentimientos, y no podía negar que una parte de él también huía de hacerlo.

Si había algo en lo que no quería pensar o aceptar, simplemente lo ignoraba. Hacía como si no existiera. Porque, de todos modos, forzarse a pensar en ello o entender esas cosas no cambiaría nada.

Un día, tarde o temprano, caería en el campo de batalla. Tal era el destino de todos los Ochenta y Seis. O al menos, eso pensaba él… Pero sobrevivió. E incluso después de liberarse de las cadenas del destino, siguió viviendo mientras era muy consciente de la amenaza de muerte que se cernía sobre él.

Tuvo que aceptarlo, pero siguió evitándolo. Y eso le llevó al caos que le sobrevino en el Reino Unido. Y no quería que eso se repitiera.

“… Creo que tienes razón. No quería que los llamaran por esos nombres. Incluso después de convertirse en Legión, sólo podía ver a Rei como mi hermano mayor. Y Kaie y los demás, eran personas que tenía que llevar conmigo. No puedo llamar a la Legión, que es igual que ellos, ‘trozos de chatarra’ o ‘fantasmas mecánicos’.”

Tanto la Legión que asimilaba a los muertos de guerra como las pocas unidades que seguían siendo fantasmas puramente mecánicos no le parecían diferentes. Espíritus que vagaban por la eternidad, aullando y lamentándose todo el tiempo. Sus gritos le sonaban todos iguales.

“Eres muy amable, Shin.” Dijo Lena, esbozando una leve sonrisa.

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“… Últimamente lo dices mucho, pero ¿crees que con decírmelo es suficiente, Lena?” Peguntó con tono burlón.

Lena le hizo un mohín.

“Sólo lo digo porque son mis sentimientos sinceros… Y porque parece que nunca te das cuenta.”

“Pero no creo que sea verdad.”

“Hay que ver…”

Lo que le preocupaba tanto era la forma en que se hacía polvo, inconscientemente, sin quererlo. Verlo desgastarse le dolía el corazón.

“… Ah, y sobre el nuevo equipo que tenemos que comprobar. Parece que el interrogatorio de la Reina Despiadada va a llevar algo de tiempo, así que puedes centrarte en la prueba mientras Raiden y el resto ayudan…”

De repente Shin se calló, lo que hizo que Lena se riera. “Shin, pareces un niño al que le acaban de quitar su juguete.”

Observando desde unas mesas más allá cómo su comandante de operaciones y su comandante táctico hablaban como si estuvieran en su propio mundo, como una pareja de tortolitos, Raiden resumió las cosas.

“… Así que en resumen, parece que ese imbécil finalmente se ha decidido.”

Les había contado que el día anterior Shin se había perdido en sus pensamientos en su habitación. A estas alturas estaba dolorosamente claro en qué había estado pensando, por supuesto.

“Para lo obvio que es, es un poco sorprendente que haya tardado tanto en decidirse. O, bueno, que ni siquiera fuera consciente de ello hasta ahora.” Comentó Theo, apoyando la barbilla en la mano con brusquedad mientras se llevaba a la boca un tenedor con un trozo de carne grasienta.

“No los conozco desde hace mucho tiempo, pero incluso yo puedo verlo, con ambos. Es así de obvio.” Dustin asintió mientras arrancaba un trozo de sustituto de pan.

Una cocinera dejó su puesto detrás del mostrador y se paseó entre las mesas con un gran plato de salchichas (hechas parcialmente de carne sintetizada), ofreciendo segundas raciones. A su propuesta, todos hicieron espacio en sus platos ya llenos y aceptaron una salchicha extra cada uno.

Marcel mordió una salchicha fresca, que tenía un chasquido satisfactorio. También estaba bastante caliente, así que resopló un poco antes de masticar, y luego se unió a la conversación después de tragar.

“Ya me he acostumbrado a verlo… Pero no me lo imaginaba así en la academia de oficiales especiales.”

“No te preocupes, nosotros pensamos lo mismo.” Dijo Rito, comiendo una patata frita.

“Teniendo en cuenta cómo era en el Sector Ochenta y Seis, olvídate de sorprenderte. Nunca hubiera imaginado que el capitán pudiera poner esa cara…” Dijo Yuuto, dejando a un lado un cuenco vacío de sopa de crema.

“Y bien, ¿qué hacemos ahora?” Preguntó Dustin.

“¿Qué hacemos…?” Raiden dejó escapar un largo y prolongado suspiro. “Bueno, hacer que pierda sus oportunidades sería molesto.”

“Por supuesto.” Asintió Theo.

“Sinceramente, esto empieza a molestarme.” Añadió Yuuto. Los cuatro suspiraron al unísono.

“Supongo que tendremos que respaldarlo.”

El mismo intercambio se producía desde el lado de Lena. Anju, Shiden, Annette, Michihi y Shana cuchicheaban entre ellas, con la mesa tan cargada de platos como el resto.

Había otras dos personas que no tenían ningún deseo de participar en esta conversación. Kurena estaba cortando con reverencia tres capas de tortitas cubiertas con compota de bayas, mientras que Frederica se atiborraba de tostadas con miel, con expresiones bastante mezcladas e insatisfechas con todo el asunto. Las otras chicas se sintieron mal por ellas, pero decidieron dejarlas en paz por el momento.

“Creo que el problema es que Lena aún no es consciente de ello.” Dijo Anju mientras se llevaba a la boca una rodaja de manzana asada.

“En mi opinión, el hecho de que Su Majestad aún no se haya dado cuenta es casi impresionante.” Dijo Shiden, ensartando con su tenedor un trozo de tocino que aún chisporroteaba.

“Especialmente porque Shin es, bueno… También es bastante transparente…” Annette suspiró mientras masticaba una cucharada de cereales servidos con frutos secos.

“Entonces.” Dijo Michihi, que se sentó junto a Annette, ladeando la cabeza. “¿Qué hacemos?”

Shana frunció el ceño cuando la fresa que mordió resultó ser más amarga de lo que pensaba y untó mermelada sobre una baguette para calmar su paladar.

“Propongo que simplemente los apoyemos, pero que Lena no se decida por lo que siente es un problema.” Dijo.

“Sí… Pero que se escape ahora sólo me dejaría un mal sabor de boca.”

“Seré sincera: sus idas y venidas empiezan a ser bastante molestas.”

Todas las presentes, a excepción de Kurena y Frederica, suspiraron al unísono. “Deberíamos vigilar a Lena para que esta vez no se escape.”

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86 Volumen 7 Capítulo 2 Parte 1 Novela Ligera

 

“… Lo juro. Toda esta insistencia en el romance y el deseo… Los plebeyos llevan una vida tan despreocupada.”

Vika pronunció este comentario de hartazgo mientras observaba a la pareja de Shin y Lena y a los Ochenta y Seis que los animaban desde la barrera. Le disgustaban los lugares con mucha gente, así que desayunaba en su habitación y se acercaba a la cafetería sólo para tomar un café después.

Al principio, parecía que estaba disfrutando con gracia del espectáculo, pero sus palabras carecían de elegancia y dejaban claro su desagrado por todo ello.

Sus derechos de sucesión fueron revocados. Se le temía como la Serpiente de los Grilletes y la Decadencia de corazón frío que jugaba con los difuntos.

Pero aun así, Vika era de la realeza. Y lo que es más importante, era el Ametista, el heredero de la capacidad extrasensorial del linaje Idinarohk. Independientemente de su intención de transmitir su sangre a la siguiente generación, tenía prohibido mezclarse con los de otro color.

Desde que tenía uso de razón, e incluso antes de nacer, su esposa legal y varias candidatas a concubina ya estaban decididas por él. Y eso no sólo se aplicaba a él, sino a todos los miembros del linaje Idinarohk.

Para el linaje de los unicornios, algo tan egoísta como los sentimientos románticos no tenía peso a la hora de elegir un cónyuge. Para empezar, el romance no era un rasgo que la humanidad poseyera desde la antigüedad. Era un concepto contemporáneo, nacido de la modernidad, y el Reino Unido valoraba las viejas costumbres.

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Por eso, esta imagen agridulce de la juventud querubínica que se desplegaba ante sus ojos sólo le parecía aburrida e irritante… No les tenía la menor envidia.

En el asiento de enfrente estaba Lerche. Sus manos rodeaban una taza de café que había recibido. No podía beberlo, por supuesto, y sólo la tomó por cortesía. Mirándole, separó los labios.

“Su Alteza, ¿no debería finalizar su matrimonio con su prometida, la Princesa Yaroslava…?”

“Cállate, niña de siete años.”

“¡Pero!” Lerche se inclinó hacia delante, con las manos aun agarrando la taza. “El hecho de que haya pospuesto los ritos de la boda durante tanto tiempo atormenta a la Princesa, Su Alteza. Incluso ha acudido a mí, una simple muñeca mecánica, para pedirme consejo. Me ha preguntado si la encuentra inútil o con alguna carencia. Derramó lágrimas amargas, como el rocío de la mañana que gotea de una rosa inmadura… No puedo soportar verla, Su Alteza.”

“……”

Vika guardó silencio. Lo sabía. Su irritación por esta amonestación no deseada y una pizca de arrepentimiento le dejaron sin palabras.

Aquella chica había sido elegida sin otra razón que la de poseer la sangre de una poderosa familia del Reino Unido, una rama de la línea de sangre de los unicornios. Fue criada para ser una esposa que no trajera vergüenza al príncipe con el que esperaba casarse.

Criada para ser una esposa mansa y obediente que no se inmiscuyera en asuntos de gobierno. Criada para ser una mujer sana que pudiera afrontar los retos del parto.

Un semillero para cultivar la próxima generación de la línea de sangre Idinarohk.

No era una joven desagradable. Todo lo contrario.

Nunca pronunció una sola palabra de queja a Vika y tenía una buena disposición y era amable hasta un grado casi insensato. Hasta el punto de que ni siquiera le reprochaba nada a Lerche, que no sólo estaba muy por debajo de ella en la jerarquía, sino que ni siquiera era humana.

Pero aun así… “… Cállate.”

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Que ella, de entre todas las personas, le dijera que eligiera a otra. Que una chica idéntica a Lerchenlied le dijera esas palabras… aún era demasiado para soportarlo.

Mientras vigilaba el tranquilo desayuno de los chicos y chicas, el Sargento Guren Akino, de la 27ª Compañía de Mantenimiento del Grupo de Ataque, la compañía encargada del mantenimiento del Reginleif, soltó un suspiro.

Sinceramente… 

Dejando a un lado el equipo de mantenimiento, se suponía que iban a ser unas vacaciones divertidas para los mocosos.

“¿Cómo se supone que voy a dar la noticia…? ¿Siento tener que decir esto, pero es hora de ponerse a trabajar, Procesadores?

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