Isekai Mahou wa Okureteru (NL)

Volumen 9

Capitulo 2: En El Mundo Moderno

Parte 2

Luego tomó asiento al lado de Lefille, quien miró hacia la terraza con una mirada algo decepcionada.

“Realmente no puedes ver las estrellas aquí, ¿eh?”

Tal como dijo, la cantidad de estrellas visibles en el mundo moderno era bastante escasa en comparación con lo que estaba acostumbrada, tal vez un testimonio de la ridícula cantidad de contaminación en la atmósfera aquí.

“¿Has estado afuera todo este tiempo, Lefi?”

“Si. Quería tener una idea de cómo es realmente este mundo”.

“¿Y tus impresiones?”

“¿Cómo decirlo…? Es como si el equilibrio fuera pobre. La energía que podía sentir en todas partes en casa se siente muy débil aquí”.

La energía que podía sentir en todas partes… El matiz de su redacción era bastante vago, pero de hecho era difícil describir las energías místicas. La ciencia estaba muy extendida en este mundo; era como si sus energías naturales hubieran desaparecido.

Eso tuvo un efecto en los misterios aquí, y probablemente fue la fuente del malestar de Lefille.

“Por cierto, ¿cómo está el té que te preparé?” Preguntó Hydemary.

“Oh, es maravilloso. Es algo bastante exquisito, ¿no?” Lefille preguntó a su vez.

“Por supuesto que lo es. Soy un genio y yo mismo elegí el té”, respondió Hydemary.

Hydemary estaba de pie en la isla en la cocina, preparando té para Felmenia. Suimei también estaba en la cocina, dirigiéndose hacia el gotero al final de la mesa.

“¿Café para ti, Suimei-kun? ¿Quieres que lo haga?”

“Lo prepararé yo mismo. Después de todo, soy el barista de esta casa”.

Suimei llevaba mucho tiempo a cargo del café en la mansión Yakagi. Para él, era un ritual diario preparar un poco para su padre cada vez que volvía de la escuela.

Kazamitsu siempre decía algo como que era un privilegio de padre que su hijo le hiciera café, y que Suimei lo hacía al menos una vez al día. ¿Cuánto tiempo le tomó a Suimei poder preparar algo para satisfacción de su padre? Con los granos adecuados, ahora podría preparar café a la par con cualquier café.

En el pasado, Suimei siempre tomaba su café con leche y azúcar. Pero dejó de hacer eso el día en que se convirtió en un mago de pleno derecho. Fue una especie de despedida de su yo más joven, que podría haber vomitado ante la amargura. Fue, de una manera extraña, una maldición.

Suimei colocó un filtro en el gotero con algunos frijoles molidos que habían sido preservados con magia. Luego calentó un poco de agua a entre 80 y 90 grados Celsius antes de verterla lentamente alrededor del borde del gotero. Era una técnica para realzar el sabor del café, algo que se aseguró de hacer desde que lo arruinó la primera vez y odió el café que producía.

Los ojos de Suimei se aclararon gradualmente al oler su primera taza de café en más de medio año. El aroma también llegó a la sala de estar, donde Felmenia lo notó.

“Es un olor maravilloso”, comentó.

“¿Cierto? Nada mejor que el café a primera hora de la mañana”. Respondió Suimei.

“¿Café…?”

“Es como un té hecho con frijoles molidos”.

“¿Entonces es un pariente del té? Está… terriblemente oscuro, ¿no?”

“Seguro que lo es.”

El café se llamaba “té de frijoles” en Japón hace mucho tiempo, por lo que decir que estaban relacionados era una explicación bastante concisa. Si Suimei realmente comenzara a meterse en el meollo del café, estarían aquí todo el día. Felmenia y Lefille, sin embargo, miraron lo que Suimei estaba haciendo con gran interés.

“Lo que Suimei-kun está haciendo allí es bastante amargo y ácido, así que probablemente no deberías intentarlo de esa manera. Si realmente quieres probar algunos, tendrás que comenzar con diferentes frijoles y agregar mucha leche y azúcar”, explicó Hydemary.

“¿No es solo tu preferencia personal?” Suimei intervino.

“¿Y no te estás extralimitando? Solo los viejos beben esas cosas”.

“Supongo que eso me convierte en un anciano”.

“Wow, hablando de una crisis de mediana edad”.

“No lo llames crisis de la mediana edad. Seriamente.”

Los dos continuaron fastidiándose el uno al otro un poco más, pero cuando Hydemary comenzó a calmarse…

“Mary, tengo otra solicitud para ti”, dijo Suimei. “¿Qué es esta vez?”

“Siento preguntar por el pijama anoche, pero ¿podrías conseguir ropa inocua para las tres?”

“Aah, cierto. Tenemos que encargarnos de eso”. Lefille arqueó una ceja al escuchar esto.

“¿No puedo caminar afuera con esta ropa?” ella preguntó.

“No es que no puedas”, respondió Suimei.

“Quieres decir que destacaremos, ¿verdad?” Felmenia intervino.

“Si, exacto.” Respondió Suimei. “Liliana… podría arreglárselas. Pero en cuanto a ustedes dos, su ropa grita ‘de otro mundo’. Creo que algo simple como jeans o un vestido funcionarán bien. Sin embargo, si quieres hacer un esfuerzo real para estar a la moda, podemos reservar un día para ir de compras”.

El vestido típico de Liliana podría pasar por moda lolita gótica, que no era desconocida en Japón. Pero el atuendo de Lefille estaba en el límite, y el de Felmenia estaba en el territorio del cosplay. Si quisieran salir, necesitarían ropa de calle.

“Yo puedo ocuparme de eso”, coincidió Hydemary. “Ciertamente se destacan como están”.

“…Tú también.”

“Tengo el glamour adecuado, así que está bien”.

No era como si Hydemary nunca se cambiara de ropa, sino que le gustaba su atuendo de maga. Incluso lo usaba afuera todo el tiempo, por lo que constantemente usaba magia de glamour para cambiar su apariencia. Difícilmente usaría otra cosa.

Pero ahora que todos habían llegado a un acuerdo sobre la ropa, llegó el momento del evento principal del día.

“Lefi, vayamos a la casa de al lado cuando terminemos aquí”.

“¿Oh…? ¡Oh!”

Suimei imitó el balanceo de una espada en el aire, lo que provocó que Lefille exclamara con voz emocionada. Se había quedado despierta toda la noche como Felmenia, pero parecía que ahora estaba llena de energía. Había un fuego ardiendo en sus ojos que no dejaba rastro de su anterior decepción por no poder ver las estrellas.

***

Suimei tenía muchas cosas que esperaba lograr ahora que estaba de regreso en el Japón moderno, y llevar a Lefille a la residencia Kuchiba era una necesidad absoluta en esa lista.

Actualmente estaba abrumada por múltiples preocupaciones, incluido el hecho de que su archienemigo manipuló su mayor debilidad y que recientemente sintió que estaba perdiendo el contacto con su espada. Suimei pensó que conocía a alguien que podría ayudarla con todo eso, que era precisamente la razón por la que quería presentarle a Kiyoshiro.

Kuchiba Kiyoshiro poseía una habilidad completamente inhumana, aunque él mismo todavía permanecía vagamente en el reino de la humanidad. Estaba de pie en la cima más elevada del manejo de la espada. Seguramente podría identificar el núcleo de los problemas de Lefille y sugerir lo que tenía que hacer para resolverlos.

Es por eso que Suimei estaba haciendo una vez más el viaje a la casa de estilo japonés de al lado. Lefille caminaba a su lado, temblando ligeramente. Parecía que estaba muy emocionada de conocer al padre y maestro de Hatsumi, una espadachina cuyas habilidades Lefille había visto de primera mano.

No pudo evitar estar un poco alterada.

Lefille estaba usando la ropa que Hydemary le había comprado. Aparte de su belleza de otro mundo, ahora parecía una chica bastante normal. Estaba vestida con un conjunto un tanto juvenil de camiseta y jeans, aunque Suimei le había recomendado que usara algo más fácil de mudarse para su viaje al dojo.

“Es bastante fácil moverse”, comentó. “La ropa de este mundo es verdaderamente espléndida”.

Suimei se alegró de escucharlo. Pensando en ello, Felmenia también estaba satisfecha con la calidad del vestido que Hydemary le había conseguido.

“Lo llamaste fibras sintéticas, ¿verdad? ¿Ninguna ropa de este mundo le pica?” Preguntó Lefille.

“Nada de eso se abstiene de usar materiales inferiores como lo hacen en tu mundo, al menos,” respondió Suimei.

“Ahora eso es otra cosa… tengo que decir, ahora que sé que existe tal cosa, no creo que pueda volver a las cosas viejas más. Hehehe.”

“No te culpo”.

Los dos continuaron bromeando mientras caminaban, llegando finalmente a la puerta de la residencia Kuchiba. Lefille lo miró y, habiendo pensado algo u otro, miró hacia la mansión Yakagi.

“Esto tiene un aspecto bastante diferente al de tu casa, ¿no?”

“La mía fue influenciada por la arquitectura de las casas que los magos usan en el extranjero. Por eso es un poco diferente. Las casas en general aquí tienden a parecerse más a las que se pueden ver en la zona. La casa de Hatsumi es de un estilo más tradicional de este país”.

“Tiene una atmósfera bastante relajante”.

“Sí, las casas japonesas son geniales”.

Suimei asintió enfáticamente. A pesar de haber nacido y criado en una finca de estilo occidental, su alma estaba perfectamente en paz en una habitación de estilo japonés. No podía atribuirlo a nada más que a su ADN.

Con esos pensamientos pasando por su mente, abrió con valentía la puerta principal de la residencia Kuchiba y entró sin previo aviso. Lefille se sorprendió bastante por el gesto aparentemente grosero y miró a Suimei con incredulidad.

“¿Está bien entrar así?”

“Bueno, este lugar es como un segundo hogar para mí… Espera. ¡Yukio- saaan! ¿Estás ahiiiiiiiiii? Lo estas, ¿verdaaaaaaaaaaaaaaad?”

Suimei gritó con voz lenta y tonta, y en poco tiempo, la madre de Hatsumi apareció en la entrada. Estaba vestida con su ropa típica japonesa tradicional, y el sonido de sus zapatillas de casa repiqueteando por el suelo anunciaba su llegada.

“Bienvenido, Suimei-san. Esta debe ser la amiga del que hablaste ayer, supongo.”

“Mi nombre es Lefille Grakis”.

“Un placer conocerte. Soy la madre de Hatsumi, Yukio”.

Lefille se inclinó para saludar a Yukio, pero miró hacia arriba parpadeando de asombro. Realmente, se sorprendió al escuchar a Yukio presentarse como la madre de Hatsumi. Yukio, al igual que Kiyoshiro, parecía demasiado joven para ser padre de un estudiante de secundaria.

“Eres muy hermosa”, comentó Lefille, enderezándose.

“Oh, qué halagador. Harás llorar a las chicas si sigues actuando con tanta valentía todo el tiempo, ¿sabes?” Yukio se rio.

“Bueno, no soy tan malo como Suimei-kun en ese sentido.”

“Teehee, ciertamente tienes razón en eso”.

“Siento que he sido el blanco de muchos más chistes que mi parte justa de los últimos dos días…”

Ambas mujeres se rieron a costa de Suimei, y él aprovechó la oportunidad para ir al grano sobre su visita.

“Yukio-san, ¿dónde está el instructor ahora mismo?”

“En el dojo para practicar”.

“Aah, entonces están en eso hoy, ¿eh?”

El tono de Suimei traicionó lo problemático que encontró este desarrollo. Si iba al dojo ahora, terminaría tropezando con los otros estudiantes… con quienes realmente no se llevaba bien. Era muy probable que algunos de ellos se quejarían si de repente aparecía con un extraño.

Pero, al ver que no tenía sentido pensar en la posibilidad, apartó el pensamiento de su mente. Dejando de lado todo lo demás, estaba decidido a presentarle a Lefille a Kiyoshiro.

“Por favor, ven por aquí”, le indicó Yukio.

Lefille y Suimei se quitaron los zapatos y siguieron a Yukio al interior de la casa. Al salir al porche, se encontraron con un hermoso jardín escrupulosamente cuidado. Tenía una elegancia que no se podía encontrar en el otro mundo, y Lefille suspiró con admiración mientras lo miraba.

“Apuesto a que a Lady Rumeya le encantaría disfrutar de una bebida aquí mientras mira a la luna”.

“Aah, sí, puedo ver totalmente al maestro del gremio haciendo eso”.

Suimei y Lefille continuaron charlando mientras Yukio los guiaba al dojo. Una vez allí, abrió la puerta corrediza para ellos, revelando a los estudiantes de Kiyoshiro todos sentados ordenadamente en una fila, incluida Hatsumi.

Parecía que estaban a punto de recibir algún tipo de instrucción, o quizás estaban meditando. Sin embargo, cuando Suimei entró, una pequeña conmoción recorrió el dojo. Eso era de esperar, ya que la aparición de Suimei probablemente fue una gran sorpresa para la mayoría de ellos.

¿Qué estaba haciendo ahora alguien que nunca se presentó a practicar en el dojo? Ésa era inevitablemente la pregunta en la mente de todos; sus miradas frías El camino de Suimei lo decía todo.

Verá, los otros estudiantes interpretaron la falta de asistencia de Suimei al dojo como una falta de sinceridad. En realidad, tenía una buena razón para su rebeldía, pero, naturalmente, no podía contárselo a los otros estudiantes.