Hai to Gensou no Grimgar

Volumen 16: Incluso Sin Saber la Razón de Nuestro Adiós

Capítulo 9: Los callejones sin salida del valle y el cielo

Era tarde en la noche, pero el muro de la Nueva Ciudad estaba igual que siempre. La luz se filtraba de las torres de vigilancia y las antorchas parpadeaban mientras caminaban por la parte superior de la fortificación.

Haruhiro estaba escondido a la sombra de un edificio que no estaba ni a diez metros del muro. Después de considerar muchas opciones, esta era la mejor que pudo encontrar.

La razón era simple y obvia: la distancia entre las torres de vigilancia era amplia aquí. A simple vista, parecían ser unos sesenta metros. Las demás estaban generalmente separadas por treinta o cuarenta metros, por lo que la diferencia era notable.

A diferencia de justo después de la puesta del sol, las patrullas goblin estaban empezando  relajar su trabajo. Él lo había confirmado. Todavía había dos goblins por patrulla, pero una vez que pasaba una patrulla, podía contar fácilmente hasta doscientos antes del siguiente grupo.

Hizo que Kuzaku se quitara la armadura, teniendo cuidado de no hacer ningún ruido. Su gran katana se quedaría con Setora.

Mary colocó suavemente su mano sobre el hombro de Haruhiro. Estaba demasiado oscuro para distinguir la expresión de su rostro.

—Ten cuidado —dijo.

Haruhiro asintió en respuesta.

Había pensado en varias formas en que esto podría salir mal. Maneras de evitarlas. Maneras de lidiar con ello si no podía evitarlas. Siempre que comenzaba a pensar, no podía detenerse. Obviamente se sentía tenso e inquieto. Posiblemente no podría no estarlo.

Sin importar cuánto pensara, no tenía fin. Sus inquietudes nunca desaparecerían por completo. Honestamente, pensó que así eran las cosas. Era imposible que todo saliera según lo planeado. De hecho, la mayoría de las cosas salían mal. Todo estaba en equilibrio sobre el filo de una navaja, por lo que era natural que se sintiera incómodo. La estabilidad y la tranquilidad estaban mucho más allá de su alcance. El suelo bajo sus pies siempre estaba cambiando. Todo lo que podía hacer era tratar de mantener el equilibrio y mantenerse de pie.

Exhaló.

Kiichi, que había estado acostado a los pies de Setora, se acercó a él. Se puso de pie sobre sus patas traseras y puso su pata delantera en el muslo de Haruhiro.

—Nya —maulló en voz baja. Eso supuestamente significaba algo como: «Es bueno trabajar contigo». El sentimiento era más que mutuo. Kiichi era mucho más confiable que Hiyo o Neal.

—Haremos esto tal como lo planeamos. Kiichi y yo pasaremos el muro primero. Luego Hiyo y Neal, en ese orden.

—Okie-dokie.

—Seguro.

—Si hay un problema, se los haré saber, así que deténganse inmediatamente y regresen. No necesitan preocuparse por mí. Haré algo por mi cuenta. Bueno, comencemos.

Hay que esperar que una patrulla goblin llegue a nuestro punto de entrada. Soy bueno esperando. Si fuera todo lo que tuviera que hacer, podría hacerlo para siempre. Pero las cosas no van a ser tan fáciles. 

La patrulla pasó por el punto de entrada. ¿Cuánto tiempo hasta la próxima? ¿Menos de doscientos segundos? Yo diría que serán unos ciento ochenta. ¿Deberíamos esperar la próxima? No, ya es suficiente.

La patrulla anterior todavía está cerca del punto de entrada. 

Esperamos ochenta segundos y luego ejecutamos el plan. Cruzar el muro en veinte. Eso deja ochenta segundos de sobra. Vamos a hacerlo. 

Después de contar hasta sesenta, Haruhiro comenzó a pensar: La última patrulla está a una buena distancia ahora. ¿Tal vez ya es tiempo?

Estoy impaciente, se dio cuenta. Necesito calmarme.

Sesenta y siete, sesenta y ocho. 

Sesenta y nueve.

Setenta.

Setenta y uno. Setenta y dos. Setenta y tres. 

Setenta y cuatro. 

Haruhiro levantó su mano derecha. Cinco segundos para el final.

Dobló los dedos uno por uno.

Cuatro. 

Tres. 

Dos. 

Uno. 

Se movió rápidamente. Kiichi y Kuzaku lo siguieron en silencio. Hiyo y Neal también vinieron.

Llegaron al muro.

Kuzaku puso ambas manos sobre él.

Kiichi corrió por el cuerpo de Kuzaku y estuvo arriba del muro en poco tiempo. Luego era el turno de Haruhiro.

Kuzaku se volvió hacia él y se agachó un poco, juntando las manos un poco por encima de la rodilla. Sus palmas estaban hacia abajo, no hacia arriba.

Haruhiro puso su pie sobre las manos de Kuzaku. Agarró a Kuzaku por los hombros.

—¡Ngh…!

Kuzaku estiró todo su cuerpo mientras empujaba a Haruhiro hacia arriba. La fuerza bruta que poseía era increíble. Kuzaku levantó sus manos sobre su propia cabeza en un movimiento rápido. Probablemente también se paró de puntillas. Kuzaku medía cerca de metro noventa de altura, por lo que era como si Haruhiro estuviera parado sobre pilares de dos metros. El muro tenía menos de cuatro metros de altura. Sería muy sencillo para él trepar ahora.

Kiichi estaba esperando arriba del muro. Abajo, Hiyo tenía a Kuzaku ayudándola a escalar. Haruhiro se inclinó y le tendió la mano. Ella lo agarró del brazo y él rápidamente la levantó.

—Gracias —le susurró Hiyo al oído. Haruhiro la ignoró.

Luego fue el turno de Neal. Kuzaku empujó a Neal hacia arriba. Estaba ayudando a Neal a trepar el muro, al igual que lo había hecho con Haruhiro y Hiyo.

Kuzaku saludó. Haruhiro le dio una señal que significaba: «Ponte en marcha». Kuzaku se alejó del muro.

La próxima patrulla aún no llega. Estamos bien. Tenemos tiempo.

Kiichi saltó del muro primero. Aterrizó casi sin hacer ruido. Tal vez era una caída de tres metros aquí. No era tan alto como en el lado de la Vieja Ciudad.

Neal lo siguió. No fue tan fácil para él como para Kiichi. Se agarró del borde, se colgó y luego se dejó caer.

—¡Ngh…!

No fue solo ese gruñido. También hizo mucho ruido. Pero ¿qué pasa con la patrulla? ¿Se dieron cuenta?

—Ese viejo… —murmuró Hiyo, luego bajó del muro. Ella ejecutó su aterrizaje mejor que Neal.

¿Y la patrulla? Estamos bien. 

Haruhiro también se dejó caer por el otro lado del muro. Presionó la planta de su pie contra la pared varias veces, sin patear, para matar su impulso. Al aterrizar, aflojó su cuerpo tanto como pudo y rodó por el suelo. Luego volvió a levantarse y siguió moviéndose.

Había escuchado todo lo que pudo sobre la Nueva Ciudad de Hiyo. El lugar donde habían aterrizado, en otras palabras, por el que Haruhiro se estaba moviendo ahora mismo, parecía suelo, pero no lo era. Era una calle techada. Las calles de la Nueva Ciudad eran generalmente falsos túneles.

Sin embargo, tenían un montón de agujeros para ventilar y dejar entrar la luz. Algunos eran pequeños y otros grandes. También venían en todo tipo de formas. El grupo usó uno de ellos para llegar a la calle actual.

—…  Es estrecho aquí —murmuró Neal—. Me dolerá la espalda más tarde…

Era cierto, la calle tenía aproximadamente un metro y medio de ancho, y el techo también tenía esa altura. Incluso Hiyo, que era más pequeña que Haruhiro y Neal, tenía que agachar la cabeza.

—Si sigues quejándote, te mataré, ¿sabes? —Hiyo estaba haciendo una amenaza terriblemente directa. Ella debe haber estado sintiendo la presión—. Si abres la boca así de nuevo, estás muerto, ¿okay? Ah, y si te separas de nosotros, tampoco llegarás vivo a casa. Hiyo no tendrá que matarte, pero morirás de todos modos. Así que haz lo que te dice Hiyo. Si no lo haces, te mataré.

—… Entendido.

—Vamos. —Haruhiro instó a los otros dos, luego continuó por el túnel.

No sentía la presencia de goblins. Eran una raza que se despertaba por la mañana y dormía por la noche, al igual que los humanos. Habían aprendido mucho en Altana. La mayoría de los goblins probablemente estaban en la cama, soñando.

Algunos de los túneles eran más anchos y tenían techos altos. Esos tenían accesorios de iluminación aquí y allá, hechos de cerámica o algo similar. Pero en esos túneles, siempre había grupos de gobs charlando a los costados, lo que hacía casi imposible pasar.

Eso significaba que se vieron obligados a entrar en túneles en los que tenían que agachar la cabeza.  Él no se iba a quejar como Neal, pero su espalda también estaba empezando a doler. Tampoco ayudaba que los túneles fueran increíblemente sinuosos y causaran estragos en su sentido de la orientación. Pero no solo giraban, eran un laberinto complejo. Con todos los cruces de caminos que había, ya ni siquiera sabía lo que estaba pasando. De vez en cuando, un gob caminaba. ¿Debería matarlo?, se preguntaba Haruhiro. Pero si lo hiciera, ¿qué haría con el cuerpo? No había forma de ocultarlo, así que tendría que dejarlo ahí. Cuando llegara la mañana y lo encontraran los demás, habría un alboroto. En última instancia, cada vez que se acercaba un gob, tenían que volverse y esperar a que pasara.

No veo adónde vamos. Siento que esto me está rompiendo.

Pero al mismo tiempo, probablemente no me romperé, pensó.

No tenía sus recuerdos, por lo que era difícil tener un sentido real de esto, pero aparentemente Haruhiro había cruzado esta cuerda floja emocional muchas veces antes. Si todavía se miraba a sí mismo objetivamente y pensaba cosas como «no puedo ver a dónde vamos», «siento que esto me está rompiendo», entonces todavía estaba bien.

Ahora, si en lugar de no poder ver hacia dónde se dirigía, solo podía ver una distancia muy limitada frente a él, y perdía de vista la situación en la que se encontraba y su propio estado mental, esa sería una señal de que estaba en serios problemas.

Tal vez había desarrollado el hábito de examinarse a sí mismo objetivamente para evitar que eso sucediera.

La forma en que Neal negaba repetidamente con la cabeza, como para decir, «ya tuve suficiente», y dejaba escapar suspiros silenciosos probablemente era su forma de desahogarse y tratar de superar esto. Mientras tanto, Hiyo, que se había ofrecido como voluntaria para ser la guía, se mantenía concentrada en su trabajo, tratando de no pensar en cosas innecesarias. Aunque todos eran diferentes, cada uno tenía su propio método para manejar el estrés.

Según Hiyo, hace veinte años, un grupo de edificios que parecían bolas de barro se habían dejado caer al azar, con túneles cavados entre ellos. Solo había dos de los amplios con techos altos que servían como calles principales. Ambos empezaban en Ahsvasin, y uno de los dos conducía a Ohdongo, el Valle Más Profundo. Todo esto quedó registrado en el mapa.

Veinte años habían cambiado por completo la ciudad. Había calles anchas por todas partes y muchos edificios sólidos demasiado bien hechos para ser burlados como las bolas de barro, como Hiyo había hecho antes.

Lo único que pudieron confirmar antes de que saliera el sol fue la ubicación de Ahsvasin. Sin importar qué agujero usaran para subir al techo de las calles, casi siempre podían ver su esplendor.

Se podría decir que parecía un coloso de cinco brazos. Había innumerables agujeros en la estructura, y de ellos salía luz, por lo que podían distinguir vagamente su forma. Según Hiyo, hace veinte años, Ahsvasin tenía dos tercios de su altura actual, y solo tenía dos de esos brazos, por lo que debieron haber construido más en ese tiempo.

Se suponía que Ahsvasin estaba aproximadamente en el centro de la Nueva Ciudad, por lo que podían más o menos adivinar dónde estaba Ohdongo. Sin embargo, llegar hasta ahí a través de los complejos túneles iba a ser difícil. ¿Qué tal caminar por arriba? El sol podría salir antes de que llegaran.

Al no ver ninguna otra opción, el grupo decidió dejar la Nueva Ciudad temporalmente. Dentro de los muros, había escaleras para subir al muro por todas partes. Estas no estaban vigiladas, por lo que solo necesitaban estar atentos a las patrullas. Entrar en la Nueva Ciudad era difícil, pero salir era fácil.

Cuando regresaron a las ruinas, la forma en que Kuzaku saludó a Haruhiro, moviendo la cola, era insoportable. Uh, obviamente Kuzaku no tenía una cola real, como la tenía Kiichi, pero era así de exuberante. Haruhiro realmente deseaba que bajara un poco el tono. Sin embargo, si era malo con él al respecto, Kuzaku se deprimiría. Eso era un poco doloroso a su manera. Pero solo un poco.

—No parece realista intentar escondernos dentro de la Nueva Ciudad mientras seguimos explorándola.

Lo que dijo Neal probablemente tenía razón. Por ahora, al menos, tendrían que trasladarse a la Nueva Ciudad desde estas ruinas en la Vieja Ciudad. Hiyo parecía menos que satisfecha con eso.

—Esperemos que los goblins de la Nueva Ciudad no se muevan mientras nos tomamos nuestro tiempo.

Los goblins apreciaban el hi’irogane. Si eso fuera cierto, podrían atacar e intentar recuperar las armas y el equipo que llevaban el virrey Bogg y sus secuaces.

Esperaron la noche, y luego Haruhiro, Hiyo, Neal y Kiichi se infiltraron en la Nueva Ciudad una vez más. Su objetivo era encontrar la ruta desde el Cielo Más Alto, Ahsvasin, hasta el Valle Más Profundo, Ohdongo.

Debido a que los túneles eran tan laberínticos, se movían sobre los techos de las calles túnel. Pero esos techos estaban llenos de agujeros. Tenían que tener cuidado de no caerse en ellos. A veces había pasajes sobre las calles túnel para conectar directamente los edificios entre sí. Ese tipo de pasajes solían estar en uso a todas horas, por lo que no podían bajar la guardia. Obviamente, había goblins viviendo en los edificios que sobresalían de las calles túnel, por lo que si alzaban la voz descuidadamente, podrían ser escuchados. También podrían ser vistos por un goblin que estuviera mirando por una ventana.

Descubrieron que el área cerca de Ahsvasin, que era donde se suponía que vivía el Mogado, tenía una gran cantidad de edificios grandes. Ahsvasin estaba completamente rodeada por ellos. No parecía posible acercarse por encima de los techos de los túneles.

Al menos una de las calles amplias principales con techos altos parecía atravesar Ahsvasin. Sin embargo, la calle principal parecía ser un próspero distrito comercial. Estaba muy iluminada y llena de goblins a todas horas. Sería difícil tomar la calle principal hacia Ahsvasin. No, más bien imposible.

Eso fue todo lo que les dejó su segundo día de exploración. Al tercer día, se dirigieron a Ohdongo. No creían que la ubicación hubiera cambiado en los últimos veinte años, por lo que solo tenían que viajar sobre los techos de las calles túnel.

Haruhiro se había acostumbrado a explorar la Nueva Ciudad. Precisamente por eso tenía que ser cuidadoso y advertirse a sí mismo que no debía volverse complaciente. No tenía que explicárselo a los demás. Hiyo, Neal e incluso Kiichi ya lo sabían.

Se las arreglaron para llegar a Ohdongo incluso más fácilmente de lo que esperaba.

O el área fuera de Ohdongo, para ser más precisos.

Estaba en marcado contraste con Ahsvasin. Puede que el área alrededor no estuviera vacía, pero estaba cerca.

El Valle Más Profundo.

Esto era menos un valle y más un pozo vertical. Había una plaza aproximadamente circular, probablemente de doscientos metros de ancho, pero tenía un agujero en su centro con un diámetro de unos ciento cincuenta metros.

Todos las calles túnel se detenían en la plaza, y había innumerables antorchas de vigilancia encendidas alrededor del borde del agujero. Los goblins que caminaban por la plaza llevaban lanzas y escudos, y tenían lo que parecían ballestas atadas a la espalda. Sin duda se trataba de guardias. Vieron a un goblin con una lanza roja, que también llevaba un casco rojo. Si llevaba equipo de hi’irogane, era posible que fuera el goblin a cargo de la seguridad.

El grupo descendió de los techos de las calles túnel, se acercaron lo más que pudieron a la plaza y trataron de trepar un edificio que les diera una vista completa de Ohdongo. ¿Era posible cruzar la plaza corriendo y entrar en el agujero? Y si lo hicieran, ¿entonces qué?

Había entre setenta y ochenta guardias merodeando por la plaza. ¿Podrían pasar sin ser notados? Si fueran solo Haruhiro y Kiichi, entonces tal vez, solo tal vez. Pero Hiyo y Neal hacían las cosas más difíciles.

Ohdongo no era solo un agujero en el suelo. Había una escalera de caracol alrededor del interior. ¿Hasta dónde llegaban las escaleras? ¿Cómo eran las cosas en la parte inferior? No podía decirlo. Pero probablemente esos eran guardias que llevaban antorchas, o lo que fueran, mientras subían y bajaban las escaleras.

Incluso si lograban cruzar la plaza hacia Ohdongo, no había forma de evitar a los guardias en las escaleras. Tendrían que correr hasta el fondo, eliminar a los guardias a medida que avanzaban e intentar encontrar un ugoth.

Sería una gran apuesta.

Y las probabilidades no estaban a su favor.

El grupo se volvió. Tenían que dejar la Nueva Ciudad antes de que amaneciera.

Mientras caminaban sobre los techos de las calles túnel, Neal murmuró—: Bueno, es un avance.

No parecía haber ninguna forma de avanzar. No había nada que pudieran hacer. Incluso si se mantuvieran en ello tanto tiempo como pudieran, no parecía que les fuera a ocurrir una idea.

Si se tratara de un juego de cartas, se les había repartido una mano imposible de ganar, una sin nada de potencial, y simplemente no sabían qué hacer al respecto.

Había dos opciones.

Perder o retirarse.

Pero por una variedad de razones, tampoco podían elegir.

—Todavía hay algo que podemos hacer.

Eso fue todo lo que dijo Hiyo antes de cruzar el muro.

¿Está siendo una mala perdedora?, Haruhiro pensó en ese momento.

Pero, en realidad, podría haber estado más feliz si eso hubiera sido todo.