Hai to Gensou no Grimgar

Volumen 16: Incluso Sin Saber la Razón de Nuestro Adiós

Capítulo 12: Al final de esa mirada

 

 

Kuzaku puso su espalda contra la pared de la Nueva Ciudad, doblando sus rodillas y juntando sus manos. Kiichi usó los hombros y la cabeza de Kuzaku como escalones mientras trepaba por la pared. Haruhiro puso su pie derecho en las manos de Kuzaku. Kuzaku lo impulsó rápidamente.

Cruzaron el muro hacia la Nueva Ciudad de noche y avanzaron a lo largo de los techos de las calles túnel. Kiichi estaba en su elemento. Saltó fácilmente sobre los agujeros en los techos mientras lideraba el camino, a veces trepando rápidamente a un edificio para mirar alrededor, y otras veces arrastrándose para mirar la retaguardia. Haruhiro ni siquiera tenía que dar órdenes. Kiichi era un nyaa realmente inteligente. Ayudaba que Haruhiro no tuviera que hablar con él. Haruhiro preferiría quedarse callado tanto como fuera posible. No es que odiara a la gente, ni nada de eso.

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Se dirigían a Ahsvasin.

Intentaron llegar a la calle que creían que conducía ahí, pero, como era de esperarse, había mucho tráfico de goblins ahí. Incluso si usaba Stealth, no estaba seguro de que pudiera pasar.

Haruhiro y Kiichi regresaron al techo de la calle túnel. Los edificios alrededor de Ahsvasin se elevaban sobre ellos como acantilados cuando se acercaban. Cada uno de ellos estaba lleno de agujeros, es decir, ventanas, y todas tenían formas diferentes. Eso limitaba el número de paredes que eran posibles de escalar.

Se arriesgó e intentó entrar por una de las ventanas. El diseño era bastante complejo. Algunas de las habitaciones tenían puerta, mientras que otras no. A veces, había gobs durmiendo en camas que parecían montones de tierra en medio de un pasillo.

Kiichi se fue en algún momento, pero Haruhiro no se preocupó por él. Mientras exploraba el edificio, el nyaa regresó. Kiichi se volvió hacia la dirección de donde había venido y movió la cola levemente. Haruhiro interpretó eso como una solicitud de seguirlo.

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Siguiendo a Kiichi, llegó a una habitación que parecía un sótano a pesar de no estar bajo tierra. Había ollas, grandes y pequeñas, dispuestas en filas y pilas dentro. ¿Qué es esto?, se preguntó. Había un hedor no del todo acre, pero único, llenando la habitación. Olía a moho y dulce.

Abrió una olla y estaba llena de lo que solo pudo asumir que era una masa de moho, que apestaba cien veces peor de lo que ya había estado expuesto. Cerró la tapa apresuradamente, pero su sentido del olfato no iba a recuperarse durante bastante tiempo.

Había varias ventanas en la parte superior del sótano. Pronto amanecería.

Probablemente se trataba de un almacén. ¿Era comida lo que estaba dentro de la olla? ¿Se la comían? Si estaba fermentada, eso parecía posible.

Haruhiro decidió esconderse en la parte trasera del almacén y esperar la noche. De vez en cuando sentía la presencia de los gobs, pero aunque pasaban por el almacén, nunca entraban. Kiichi dormía acurrucado a los pies de Haruhiro. Si Kiichi, que tenía sentidos muchas veces más sensibles que los humanos, podía dormir aquí, entonces tenía que estar a salvo. Pero Haruhiro no podía bajar la guardia. Aun así, si se esforzaba demasiado, no duraría. Necesitaba mantener su concentración mientras descansaba. Dirigir su atención a las cosas que importan. Estaba de espaldas a la pared y estaba cerca de comenzar a cabecear producto del sueño, pero no perdía el menor ruido.

Kiichi de vez en cuando se despertaba y abandonaba el almacén.

Haruhiro se levantaba de vez en cuando para estirarse. Se comió sus raciones dos veces, compartiéndolas con Kiichi.

El sol se puso y los gobs se fueron a la cama. Haruhiro y Kiichi salieron del almacén.

Kiichi había estado caminando por el edificio durante el día, por lo que tenía una buena comprensión del diseño. Con el nyaa guiándolo, Haruhiro pudo encontrar la salida, pero había gobs ahí, así que no se acercó. También descubrió por qué el diseño le parecía complejo. Tal vez era una característica única de este edificio, pero no tenía escaleras. Por eso, no había una distinción clara entre el primer piso, el segundo piso, el tercer piso y así sucesivamente. Cada habitación variaba en tamaño y altura del techo, y la mayoría de los pasillos estaban inclinados. Sin escaleras a la vista. Las habitaciones superiores estaban conectadas a habitaciones inferiores con agujeros, a veces con cuerdas colgando a través de ellos.

Haruhiro decidió seguir moviéndose más y más alto. Tenía que tener cuidado con los gobs a medida que avanzaba, por lo que no había escasez de casos en los que tenía que rodearlos. Tomaba tiempo. Pero lentamente, sin apresurarse, se abrió camino hacia arriba. Siempre hacia arriba.

Hai to Gensou Volumen 16 Capítulo 12 Novela Ligera

 

No parecía poder ir más alto. Buscó una ventana y salió por ella.

Tal vez estaba entre catorce y quince metros de altura. El viento era bastante fuerte. Eso hizo que sus piernas se sintieran un poco débiles. Kiichi trepó suavemente la pared. ¿Habían llegado a la cima? El lugar donde Kiichi estaba ahora probablemente era el punto más alto de este edificio.

Oh. Parecía que Kiichi le había estado mostrando a Haruhiro una ruta que él también pudiera usar. Haruhiro lo intentó, y aunque no funcionó tan bien para él como para Kiichi, se las arregló para subir al techo también.

El techo no era plano. Era algo así como la forma que obtendrías si intentaras aplanar una bola de masa. No había afloramientos en el borde, por lo que si se resbalaba, sería su fin. Haruhiro se arrodilló con cautela mientras miraba a Ahsvasin, el Cielo Más Alto. Se elevaba sobre este edificio. Tenía que tener más de treinta metros de altura. Una de las cinco estructuras en forma de brazos que sobresalían se extendía sobre el edificio en el que ahora estaban Haruhiro y Kiichi.

—¡Es enorme…!

Habló en voz alta por primera vez en mucho tiempo. Kiichi frotó su cabeza contra la rodilla de Haruhiro. Haruhiro le dio una palmadita y entrecerró los ojos felizmente.

—Siento haberte hecho venir. Creo que me habría sentido bastante desesperado solo. Realmente me ayudaste estando aquí.

Como si dijera «no te preocupes por eso», Kiichi dejó escapar un breve maullido.

Haruhiro respiró hondo varias veces.

Bueno. Vámonos.

Haruhiro comenzó a descender del techo. En el lado opuesto de la dirección en la que había venido. El lado que mira hacia Ahsvasin. Al igual que cuando había subido, tampoco había muchos lugares por donde bajar. Se vio obligado a caer de ventana en ventana. Si no podía bajar de donde estaba, pasaría temporalmente por las ventanas.

Se habría sentido desesperado solo. No, habría sido mucho peor que eso. Sin la ayuda de Kiichi, esto habría llevado mucho más tiempo. E incluso entonces, era posible que no hubiera podido progresar mucho.


Cuando el cielo comenzó a iluminarse, él estaba casi al nivel del suelo. Kiichi había comprobado que no hubiera moros en la costa, por lo que Haruhiro entró por la ventana. Entrecerró los ojos en dirección a Ahsvasin.

No esperaba que se viera así.

El área rodeada de enormes estructuras seguramente era el terreno de Ahsvasin. Era un terreno plano con vallas, muros y una calle túnel que conducía a la estructura. O al menos, eso era lo que Haruhiro pensó que sería, pero no era así.

Se había excavado una profunda trinchera en la tierra.

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¿Era un foso? No parecía estar lleno de agua. ¿Un foso seco? ¿O tal vez habían cavado un agujero enorme y construido Ahsvasin en el fondo?

El foso tenía unos diez metros de profundidad. Su ancho era incluso mayor que eso. Haruhiro lo miró a unos veinte metros.

No es imposible cruzar el foso. Es un foso seco, así que puedo subir desde el fondo y cruzarlo. El problema es lo que viene después de eso. ¿Cómo entro en Ahsvasin?

¿Debería bajar y ver qué pasa? No, ahora no es el momento de apostar. El sol saldrá pronto. Debería contenerme por ahora. 

Haruhiro decidió esperar dentro de uno de los edificios hasta la noche. Kiichi pareció entenderlo y lo llevó a un lugar seguro. Esta vez parecía un armario, lleno de artículos diversos. Estaba polvoriento, pero era fácil permanecer en él en comparación con el último lugar. Casi nunca sentía a ningun gob, e incluso decidió acostarse y dormir.

El día era largo. Tenía mucho tiempo para pensar en las cosas.

Cuando cayó la noche de nuevo, Haruhiro decidió comprobar hasta dónde podía llegar dentro del edificio. Tenía la vaga sensación de que podría haber un espacio debajo del foso. Si lo hubiera, ¿podría entrar a través de este edificio?

Una vez que había descendido un largo camino, encontró una salida con una puerta. No había gobs alrededor. Dudó un poco, pero tomó una decisión.

Caminó hasta la puerta. Trató de empujar y tirar de la manija, pero no se movió. Luego intentó girar la manija. Eso hizo que la puerta se moviera. Se abrió lentamente. Hizo todo lo posible por ser silencioso, pero era imposible abrir la puerta sin hacer ruido. Y era más chirriante que crujiente.

Miró por la abertura. Kiichi se deslizó ágilmente a través de ella.

Era una calle túnel. Débilmente iluminada. Un poco más abajo en el camino había un cruce en T. Parecía que pasaba la luz de una lámpara.

Escuchó que algo se movía detrás de él. ¿Un gob? Un gob se acercaba desde el interior del edificio.

De hecho, sería más peligroso regresar ahora. Haruhiro abrió la puerta un poco más y salió. La cerró detrás de él. Hizo un ruido espantoso y comenzó a sudar frío. ¿Habían escuchado eso los gobs dentro del edificio? No lo sabía. Ya había cerrado la puerta, así que no tenía forma de comprobarlo.

Debió haberse impacientado, aunque no era su intención. Ahora había cruzado un puente peligroso.

Kiichi desapareció alrededor del cruce en T. A la izquierda. Kiichi había girado a la izquierda.

Haruhiro persiguió a Kiichi. Por precaución, se detuvo en el cruce en T, asomando solo la cabeza para poder mirar a ambos lados. Pensó que su corazón se iba a detener.

Ahí. En el lado derecho. Gobs. No lejos. Tal vez a cinco metros de distancia. Tenían una lámpara en el suelo, junto a la cual estaban en cuclillas, haciendo algo. No se habían fijado en él. En realidad, estaban mirando al suelo. Armadura de cobre. Cascos. Escudos en la espalda y lanzas apoyadas contra la pared del túnel. Estaban armados. Estos eran guardias patrulleros, ¿eh?

Haruhiro volvió a meter la cabeza.  Kiichi se había ido a la izquierda. Los guardias no lo habían visto. Bueno, por la forma en que estaban actuando, no iban a prestarle atención a Kiichi. Si no pensaban que había algo ahí, Haruhiro podría sorprenderse al descubrir que tampoco lo notaran.

Comprobó los gobs guardias una vez más. Todavía estaban en cuclillas ahí, haciendo lo que sea que estuvieran haciendo. Parecían estar hablando en voz baja.

No se sabe cuándo saldrán los gobs del edificio por la puerta detrás de mí.

Me voy a sumergir.

Húndete. 

… Stealth.

Haruhiro se fue a la izquierda en el cruce en T. Incluso sin volverse, podía saber lo que estaban haciendo los guardias. Todavía estaban en cuclillas.

La calle túnel pronto se detuvo y giraba a la derecha. No había ni rastro de Kiichi. Los guardias parecían estar en movimiento. Escuchó pasos.

Haruhiro continuó por la calle túnel. Había otra unión en T. Kiichi asomó la cabeza por el lado izquierdo rápidamente, luego desapareció por ese camino. Haruhiro lo siguió. El camino se curvaba a la derecha mientras descendía. Tenía bastante pendiente. Alcanzó a Kiichi, o eso había pensado, pero Kiichi era rápido. Parecía que las cosas se abrían al otro lado de este camino.

Era ancho.

Realmente ancho.

Y el techo también era alto.

No tenía agujeros. A pesar de eso, estaba iluminado. No, en términos de la cantidad real de luz, probablemente era tenue. Pero se sentía bastante brillante.

Había cosas brillantes volando alrededor. No eran ni uno ni dos. Había muchos.

¿Qué diablos eran? Parecían cuerdas. O serpientes. Pero las serpientes no volaban. ¿Eran insectos? No parecían tener alas. Eran delgados, planos y emitían un ligero brillo amarillento. Solo giraban para volar lentamente. Variaban mucho en longitud. De entre diez a treinta centímetros. Algunos también eran bastante delgados.

¿Estaban vivos? Tal vez debería llamarlos gusanos luminosos. Sin embargo, no estaba claro que fueran gusanos.

En cualquier caso, gracias a los gusanos luminosos, tenía una idea bastante clara de cómo era este lugar, incluso si no podía verlo con claridad.

Probablemente se trataba de los jardines subterráneos frente a Ahsvasin. Había líneas de lo que parecían ser estatuas, y podía pasar entre ellas. Las estatuas tenían forma de goblin. Básicamente, estatuas de gob. No eran de tamaño natural. Tenían que ser el doble, no, el triple de su altura real. Pero las estatuas eran más que una simple decoración. Eran escalables, y cada estatua tenía goblins armados encima. Algunos estaban de pie, otros no, todos atentos a los intrusos. Uno estaba en la pierna de una estatua de un gob con las piernas cruzadas, y otro estaba sentado en el hombro de la misma estatua con una rodilla levantada. En general, siempre había al menos uno o dos gobs armados por estatua de gob y, a veces, podía haber hasta cinco. No había tantas estatuas como los innumerables gusanos luminosos, pero no eran solo un par de docenas de ellas. Habían más que eso.

Kiichi no había entrado en el jardín delantero subterráneo. Obviamente, Haruhiro tampoco.

No diría que la seguridad era estricta, pero aún así no estaba convencido de que pudiera pasar.

La distancia de una estatua de gob a otra variaba. A veces era un metro, otras veces era hasta tres. O veía gobs que caminaban entre las estatuas aquí y allá.

Si hubiera una batalla en curso, o algo más atrayendo la atención de los gobs, podría haber sido capaz de hacer algo. Sin embargo, incluso si algunos se estaban relajando, estos gobs armados estaban alerta.

Tenía que concluir que sería difícil. Al menos en este punto. Si se tomaba su tiempo, podría encontrar una oportunidad que pudiera usar.

No se sentía seguro. De hecho, era mejor descartar esto como imposible.

Sin importar cuán cautelosamente procediera, los gobs armados definitivamente lo encontrarían. Si tan solo uno lo notara, decenas de ellos atacarían y estaría rodeado. Por lo que podía ver, un buen número de ellos portaban ballestas. También tenía que tener eso en cuenta.

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—… No tengo más remedio que hacer esto —dijo Haruhiro con la voz más tranquila que pudo, luego se agachó y le dio unas palmaditas a Kiichi en la cabeza.

Kiichi miró a Haruhiro.

—Cuento contigo. Vuelve con los demás.

Kiichi dejó escapar un leve maullido en respuesta.

Haruhiro asintió tres veces. Todo estaba preparado. Inhaló, luego exhaló y se estiró. Sacó una daga de su funda. No era la suya. La hoja era roja. Hi’irogane. Este era el cuchillo del virrey Bogg. Asintiendo una vez más, devolvió el cuchillo de hi’irogane a su funda.

—Estoy por salir.

Haruhiro salió al jardín delantero.

En lugar de borrar su presencia, expandió sus sentidos tanto como pudo fuera de sí mismo, hasta sus límites máximos.

Era como si no estuviera aquí, sino mirándose a sí mismo desde otra parte. Casi como si fuera otra persona.

El primero en poner los ojos en Haruhiro fue el gob sentado en el hombro izquierdo de la estatua de gob más cercana.

El gob armado pareció reconocer instantáneamente que había algo ahí, y que no era uno de los suyos. Comenzó a pararse, torció su cuello y soltó un—: Wohw. —Entonces, pensando en algo como «en serio, ¿es un humano?», gritó—: ¡Fauh! —Y preparó su ballesta.

Eso puso en marcha toda una cadena de eventos. Hubo un alboroto emocionado de los goblins armados en todas las estatuas de gob. El primer gob armado disparó una flecha con su ballesta. Mientras Haruhiro supiera que el disparo venía, no tenía mucho que temer de las ballestas. Se apartó del camino del proyectil, pero no escapó. Aún no. Esperó pacientemente.

El primer gob armado saltó de su posición elevada.

Al mismo tiempo, un poco más lejos, otro gob disparó con su ballesta desde lo alto de otra estatua. Haruhiro también vio venir esa, así que la esquivó con el mínimo esfuerzo.

El primer gob cayó al suelo. Justo antes de que lo hiciera, Haruhiro corrió entre las estatuas.

Cuatro, no, cinco gobs armados se interpusieron en su camino. Algunos tenían ballestas en la mano, mientras que otros tenían sus lanzas apuntando hacia él. Sin embargo, todavía estaban confundidos.

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Hai to Gensou Volumen 16 Capítulo 12 Novela Ligera


 

Haruhiro cargó contra los gobs armados. Solo uno de ellos logró intentar ensartar su lanza en él. Haruhiro intervino, agarrando el mástil y jalando hacia un costado. El gob armado se paró fuertemente, tratando de no perder su arma. Haruhiro la soltó sin luchar por ella, y siguió. Se abrió paso en un instante y continuó pasando.

Haruhiro pateó a uno o dos de ellos, haciéndolos caer al pasar. Luego salió corriendo antes de que los otros gobs armados pudieran atacar.

Quería usar las estatuas para evitar que los gobs armados lo rodearan. Pero no tenía el margen para pensar y moverse ahora. Sin importarr a dónde fuera, sin importar en qué dirección se volviera, había gobs armados. Algunos gobs astutos se habían quedado en sus estatuas de gob y apuntaban a Haruhiro con sus ballestas.

¿Cuántas veces lo había rozado una lanza o una saeta? No podía permitirse el lujo de contar.

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Incluso si hubo momentos en que pensó que esto era súper peligroso, misteriosamente se encontraba sin miedo. Si dejaba que todo lo asustara y lo pusiera tenso, o lo hiciera hacer algo estúpido, sería gravemente herido, empalado o muerto a tiros.

Dicho esto, tenía que admitir que estaba impresionado de que todavía estuviera vivo.

Hacía mucho que había perdido la noción de dónde estaba. En este punto, siempre había al menos un gob armado dentro de un radio de medio metro de Haruhiro. Las heridas de lanza en el muslo izquierdo y la parte superior del brazo derecho no eran superficiales. Le dolían mucho.

Antes de que tuviera tiempo de pensar «puede que sea el fin», Haruhiro había sacado el cuchillo de hi’irogane.

—¡Mod Bogg! ¡Hi’irogane! —gritó, levantando el cuchillo en alto.

Tenía la intención de esquivar la lanza que uno de los gobs armados había empujado hacia él, pero sintió un fuerte impacto en su hombro. No lo había atravesado, pero la lanza le había cortado un poco la parte superior del hombro derecho.

—¡Hi’irogane!

Haruhiro levantó la voz, agarró la lanza con ambas manos y la empujó hacia atrás con fuerza bruta. El gob logró sujetar la lanza, pero se vio obligado a arrodillarse para hacerlo.

—¡Mod Bogg! ¡Hi’irogane!

Haruhiro le dio una patada a ese gob en la barbilla y blandió el cuchillo.

Los gobs armados estaban gritando. No atacaron. Retrocedieron uno, dos pasos de distancia.

—¡Hi’irogane! ¡Mod Bogg! ¡Hi’irogane!

—Hi’irogane, hi’irogane —dijeron todos los gobs armados. No pocos de ellos miraban a su alrededor en busca de algo. Claramente estaban confundidos. ¿Qué deberían hacer? No podían tomar esa decisión por sí mismos. Necesitaban que alguien decidiera. Eso era probablemente lo que significaba esa reacción.

Kiichi estaba a unos diez metros de distancia, encima de una de las estatuas de gob. Mirando a Haruhiro, por supuesto.

Sus ojos se encontraron.

O al menos se sintió así.

Kiichi de repente pareció sorprendido por algo y desvió la mirada. ¿A donde se había movido su mirada? Probablemente en la cima de una de las estatuas cerca de Haruhiro. Sucedió justo después de eso.

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Algo venía volando hacia él. Él ya lo había notado.

Lo esquivaré, pensó cuando algo lo golpeó en el cuello. O más bien, algo así como si una cuerda se enrollara alrededor de su cuello.

¡Mierda! 

¿Voy a morir? 

—¡Gweh!

Se apretó alrededor de su cuello. Luego hubo un tirón que lo empujó hacia arriba. Haruhiro luchó. Usó su mano izquierda para buscar lo que fuera que estuviera alrededor de su cuello. Era duro. ¿Metal? Como un collar. Forzó la vista hacia abajo y vio que era rojo. Metal rojo. ¿Hi’irogane? Miró hacia arriba. Ahí estaba, encima de la estatua junto a él. Un goblin. Tenía una gran cicatriz en la cara. Y Kiichi estaba mirando en su dirección. Ese, ¿eh? El goblin tenía un equipamiento rojo, presumiblemente hecho de hi’irogane. La cuerda o cadena que se extendía desde ahí estaba envuelta alrededor del cuello de Haruhiro. Haruhiro estaba atado al objeto que lo estrangulaba.

—¡Sungyah!

El goblin lleno de cicatrices tiró de la cuerda, de la cadena o de lo que fuera. Haruhiro casi perdía el conocimiento. Todo lo que podía hacer era no dejar caer el cuchillo de Bogg.

Kiichi se había ido ahora.

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La cuerda de repente se aflojó y Haruhiro cayó de rodillas.

Luego, el goblin volvió a tirar de él.

—Ough…

Puede que lo haya arruinado. 

 Lo siento, todos…

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